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Revista Cubana de Pediatría

Print version ISSN 0034-7531On-line version ISSN 1561-3119

Rev Cubana Pediatr vol.92 no.1 Ciudad de la Habana Jan.-Mar. 2020  Epub Feb 28, 2020

 

Editorial

impacto de los programas de vacunación en la salud infantil

Impact of vaccination programs in children health

Ileana Álvarez Lam1  * 
http://orcid.org/0000-0002-4786-7096

Jorge Ponce Bittar2 
http://orcid.org/0000-0002-6037-6806

1Hospital Pediátrico Universitario “William Soler”. La Habana, Cuba

2Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, Facultad Ciencias Médicas “Enrique Cabrera”. Cuba

A pesar de los avances tecnológicos ocurridos en los últimos años las enfermedades infecciosas continúan haciendo estragos en la humanidad con un blanco muy susceptible: la población infantil.

Por más que se produzcan nuevos antimicrobianos para combatir las infecciones, la resistencia de los microorganismos es exponencialmente más rápida que la producción de un nuevo medicamento por la industria. En este sentido la promoción y prevención de salud juegan un papel fundamental para garantizar salud y bienestar para todos, uno de los objetivos propuestos por la Organización de Naciones Unidas (ONU) en la agenda 2030.

Si bien en épocas pasadas el sarampión, la tuberculosis, la tosferina y la viruela se erigían en grandes epidemias que asolaban a la humanidad, el mundo actual se debate entre conflictos bélicos, iniquidad económica y social, desastres naturales y contaminación medioambiental, factores que favorecen la emergencia y reemergencia de un grupo nada despreciable de estas enfermedades.

Es todo un hecho que la producción de vacunas ha impactado de forma favorable en la salud infantil. La mayoría de las enfermedades inmunoprevenibles son características de la infancia. Hoy se dispone de un grupo importante de vacunas que confieren protección contra enfermedades tan devastadoras como las meningoencefalitis por Neisseria meningitidis, Haemophilus influenzae tipo b y Streptococcus pneumonia; la tosferina, tétanos, hepatitis A y B, papiloma virus, sarampión, rubéola, poliomielitis, entre otras.

Paradójicamente, la humanidad asistió a la aparición de movimientos antivacunas cuyo auge trajo consigo la inseguridad de muchas familias ante las bondades de los programas de vacunación. Es cierto que no todas las vacunas confieren protección de por vida ante una enfermedad y tampoco están exentas de reacciones adversas, sin embargo, la disminución en la incidencia del grupo de enfermedades prevenibles por vacunas se ha convertido en ejemplo de programas que impactan de forma positiva en la salud infantil.

Las vacunas no solo confieren inmunidad individual sino también protegen a la comunidad y son capaces de lograr la erradicación de enfermedades a nivel global como sucedió con la viruela y la poliomielitis tipo 2. Informes publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) respaldan la necesidad de continuidad de estos programas a pesar que una parte de la población infantil en el mundo no tenga acceso a dichos programas.

Detengámonos un momento a reflexionar las consecuencias de un mundo sin vacunas. Hoy enfrentamos la reemergencia del sarampión, los nuevos casos de poliomielitis en Pakistán y Afganistán, la epidemia de fiebre amarilla en Brasil que cobró numerosas vidas y que puso en riesgo la celebración de los juegos olímpicos y los miles y miles de casos de meningitis por neumococo que causan la muerte aproximadamente a 30 % de los niños que la padecen.

No borremos de nuestras memorias las secuelas motoras de la poliomielitis, las secuelas neurológicas de las meningitis, la mortalidad por neumonía en el sarampión, la infertilidad y las meningitis por parotiditis, las muertes por tétanos neonatal y las malformaciones congénitas por rubéola. Un panorama similar no lo merecen nuestros niños.

Cuba fue el primer país de América en erradicar la poliomielitis (1962), años más tarde y tras la voluntad política del estado logró eliminar el tétanos neonatal (1972), la difteria (1979), la rubéola congénita (1989), el sarampión (1993), la rubéola y la parotiditis (1995) y la tosferina (1997).

Muchos son los esfuerzos del Estado cubano para garantizar la salud del pueblo. Gracias al impulso y desarrollo de centros de investigación hoy contamos con un grupo de vacunas de producción nacional cuya aplicación no se reduce a nuestro territorio, sino que también son exportadas con el noble objetivo de salvar vidas. Hoy nuestro esquema de vacunación protege a la población infantil contra 13 enfermedades infectocontagiosas y logra coberturas de vacunación igual o superior a 95 %.

En la actualidad se trabaja en la creación de nuevas vacunas y el perfeccionamiento de otras. Con ayuda de proyectos de colaboración internacional se trabaja arduamente en lograr vacunas efectivas contra el sida y el dengue, epidemias que por décadas ha y continúan desolando a la humanidad.

Son nuestros niños el bien más preciado, en ellos depositamos la confianza de que un mundo mejor sea posible. Los conflictos internos o externos de los países no deben ni pueden poner en riesgo los logros que, sin lugar a dudas, ha tenido el programa de inmunización en la morbilidad y mortalidad infantil. Analicemos entonces, se impone un solo objetivo: lograr que los niños más allá de prejuicios sociales y raciales puedan crecer saludables en un mundo de paz.

*Autor para la correspondencia: arlet@infomed.sld.cu

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