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Cuadernos de Historia de la Salud Pública

Print version ISSN 0045-9178

Cuad Hist Salud Pública  no.93 Ciudad de la Habana Jan.-June 2003

 

Trabajos del Dr. Ángel A. Aballí Arellano

El niño: Futuro de la humanidad*

Sr. Presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana.

Sres. Académicos:

Señoras y Señores:

Por una circunstancia para mí inesperada he recibido la honrosa misión de ocupar esta tribuna en la Sesión Solemne de esta noche, en que me corresponde contribuir a la celebración del 84 aniversario de la fundación de esta Academia que tanto nos honra. Y al comprender la inmensa importancia de esta encomienda, tan amablemente hecha por nuestro Presidente doctor José Antonio Presno, quiero significarles con la sinceridad que siempre caracteriza mis acciones, que con ello se ha producido una quiebra en la serie de los éxitos que durante su larga estancia en la Dirección de esta Institución, ha tenido su ilustre Presidente.

El doctor Gonzalo Aróstegui, distinguido miembro que fue de esta Academia y que por dos ocasiones ocupara para un día semejante el puesto que tan erróneamente ocupo yo en esta noche, comenzó uno de sus magníficos discursos rememorando dos nombres ilustres que me creo también en la obligación de repetir, los de los doctores Nicolás J Gutiérrez, fundador que fuera en épocas difíciles de nuestra historia colonial de este centro científico, que tantos días de gloria debía de dar a nuestra Cuba y el doctor Juan Santos Fernández, que durante tantos años le siguieron en la Presidencia, dándonos ejemplo de una dedicación considerable a la alta fundación que le correspondiera y que con constancia extraordinaria sostuviera a través de tantos años, con la admiración de todos los que le conocimos y que aún nos parece verlo como si estuviera entre nosotros después de su siempre sentida desaparición. La suerte, sin embargo, no ha dejado de ser propicia a la Academia que aún nos cobija en el ambiente de su ciencia y en la persona del doctor Presno la hemos seguramente visto desarrollar las más grandes actividades, tanto en el orden científico como humanitario, con manera certera y elevada, cumpliendo en todos los momentos el pensamiento de Marco Tulio Cicerón que dice " que el obrar con acierto es mucho más importante que el pensar con prudencia" y por que no obstante la inmensa bondad de su carácter, no hemos dejado de sentir nunca el influjo extraordinario de su estimulo, ni hemos podido dejar de seguir la disciplina que él nos trazara, por eso en esta noche, doblegado por el peso de una inmensa responsabilidad he llegado hasta aquí para brindaros con toda modestia, este nuestro trabajo que hemos seleccionado para continuar los objetivos que iniciara nuestro compañero el doctor Aróstegui, tristemente desaparecido, dedicado de manera especialísima a los problemas de la infancia y que tan brillantemente figuran en los anales de esta Sociedad con los títulos de "Puericultura" y de "Asistencia Pública Social a los Niños Cubanos" y solo tendremos en este momento que repetir las frases que él invocara de Renán, de que " no se debe escribir sino de lo que se ama" y es solo un sentimiento de amor al niño el que me inspira los pensamientos que quiero hacer llegar hasta vosotros, ya que no obstante las grandes obras realizadas por nuestros antecesores en el estudio de los problemas que afectan nuestra niñez, hemos observado que sus hermosos propósitos no se han visto cumplidos, que las iniciativas por ellos realizadas han vivido por una serie de lustros en una situación estacionaria influidas constantemente por las acciones demoledoras del tiempo y las circunstancias tenebrosas porque ha pasado este siglo que no sin razón debe llamarse el siglo de los niños, en que los cimientos de la moral cristiana se ven constantemente amenazados de demolición por la falta de esas concepciones puras, tergiversando la conciencia del hombre actual, que en vez de cantar himnos al sentimiento del amor al prójimo, se aferra en estrechos criterios que solo se explican por el culto que se rinde, desgraciadamente, a la envidia, a la avaricia y al afán de dominar, que ha sumido a los pueblos de más elevada civilización, en las lúgubres sombras que sólo han iluminado la luz de los estallidos de los cañones mientras el suelo de la querida tierra, tristemente se bañaba en la sangre de sus hombres, sacrificados en heroica actuación por millones y millones, haciendo que por mucho tiempo dure en nuestra conciencia, las perturbaciones que estas desgracias han producido y haciendo cada día menos posible la tendencia a las sanas rectificaciones que por momentos ha sentido la humanidad, pretendiendo levantar la alta bandera de la paz en el final de la primera de las dos grandes guerras que han afectado a este siglo, se irguiera en apariencia potente allá en la cima de los Alpes, para que la contemplasen mejor todos los pueblos y naciones, como enseña única posible de un futuro venturoso y que ha tenido que plegarse por negro crespón de lutos de tantas madres.

Por esa inmensa pérdida de seres humanos se ha producido un desequilibrio en la humanidad que nos hace mirar con ansiedad, ya no hacia las tumbas que llenan los campos de todos los continentes, sino que, pensando siempre en la necesidad de alcanzar el espejismo del superhombre, nuestra vista se cierne sobre la cuna del niño como la esperanza más legítima que podamos concebir y nos invita a hacer otro símil bien distinto del de aquel día de fin de año en que se esperaba lleno de ansiosos deseos el toque de medianoche que anunciara al mundo este nuevo siglo, se viera representado por la imaginación artística de un hermoso dibujo en que un niño sano y robusto, todo desnudo, en el momento de pisar la tierra se detiene asustado al contemplar nuestro Globo cubierto y erizado de armas, de tal manera, que no quedaba un solo palmo de tierra para asentar una planta, despertando la ilusión sagrada que hoy domina nuestro pensamiento y lo fija en la positiva ventaja del advenimiento de un nuevo ser que orientado por nuestros esfuerzos de homicultores en algo que aún no hemos visto plasmado; pero que podemos llegar a realizar si todos los que sienten por el niño unen sus manos, enervadas por el sentimiento de la más pura democracia, para ir abriendo un círculo que rechace todos esos montones de seres armados que amenazan al que como nuevo Mesías esperaba la humanidad y se forme el cerco vigoroso que ha de defenderlo, mientras se organizan y orientan las máximas y principios que la ciencia siembra y que la verdad proclama.

Se ha dicho, no sin razón que nada puede cambiar en este mundo mientras no cambie la naturaleza humana, mientras el hambre, el instinto de reproducción y la sed de oro y de poder, sean los móviles principales de nuestras acciones y que se requiere una innovación en este estado de cosas en que nos ha sorprendido el siglo XX, no obstante los esfuerzos extraordinarios que la doctrina mantenida durante diez y nueve siglos por los hombres, no ha podido, sin embargo modificar. Y pensamos que nuevas orientaciones y otros esfuerzos hagan al fin que el acero de las espadas sea convertido por la fragua de nuestros pensamientos, en arados que rompan la tierra, para brindar todos los frutos que ella pueda otorgar; y por la ayuda de la ciencia y la veracidad de nuestras actuaciones, veamos como fruto evolutivo surgir el niño vigoroso, exento de taras físicas y morales, jamás torcido en sus pensamientos propios por las desgracias que cambian la naturaleza feliz de los hogares, tornando el sueño dulce y tranquilo por otro exaltado por el temor y lleno de torcidas imágenes que hagan peligrar nuestros propósitos que bien pudieran alcanzar si una convicción en todos llegara a un completo cambio de nuestras ideas y se despertara la conciencia de la santidad de la generación.

Esta conciencia hará del cuidado del nacimiento de las atenciones higiénicas y educativas de nuestros hijos el pivote del deber social que permita la aplicación de leyes, usos y costumbres que serán el principio fundamental de esta liberación a que aspiramos, para que de un modo absolutamente armónico veamos puesto en practica todo eso que se habla y se escribe sobre la educación como el más importante deber de un pueblo para con sus hijos; ya que tristemente, están divorciados los elementos constitutivos para esa lucha de innovación, que debiera aunar a la Familia, la Escuela y el Estado sin divergencia posible que impidan llegar a finalidades tangibles.

Los hombres de ciencia tienen la responsabilidad de ir desbrozando el camino que nos lleva a posibilidades evolutivas en este aspecto, y cada día, señoras y señores, se aporta más un contingente enorme de descubrimientos científicos que van haciendo posible, lenta y paulatinamente, que vayan desapareciendo las grandes amenazas que constituían las epidemias de otras épocas, que vayamos conociendo las leyes que rigen las leyes mismas de la fijación de caracteres hereditarios, que entendamos mejor todo lo que nos puede venir como deducciones de los hermosos trabajos del Abate Mendel, que entendamos las posibilidades de intentar modificaciones estructurales del nuevo ser, que plasmemos, cada vez más, en hechos positivos las esperanzas que teníamos para el niño de este siglo, lógicamente fundadas en los progresos por el cultivo científico de animales y plantas que con la realidad del surgir de nuevas especies como tan afortunadamente hiciera Burban y que por trabajos cada vez más prácticos, han hecho posible la aparición de tipos de perfeccionamiento de esas razas de animales que nos deleitan con la velocidad de su carrera o con las cualidades de sus productos que van facilitando el desenvolvimiento mismo del ser humano.

La verdad de las doctrinas eugenésicas hace que los medios para obtener tales ventajas del ser humano tanto en lo físico, como por medio de la educación mejor atendida alcanzarlo también en lo moral por normas que estén más ajustadas a las realidades que la ciencia proclama y que culminarán en avances positivos, por la cooperación de la Escuela haciendo conocer al niño su propio organismo y enseñándole los medios de la protección de su propia persona así como también la de sus descendientes. Y será seguramente, parte primordial de esta actuación, la intervención materna, convenientemente educada, imposible de sustituir en el seno del hogar para comunicar a sus hijos una serie de verdades que chocan un tanto con principios de una ética mal entendida o con los dogmas de nuestras religiones, para que de esta manera en forma elevada y nueva, y sentada en bases científicas, surja la conciencia de la felicidad sobre las normas del amor ideal.

La humanidad, cada vez más, volverá sus ojos al pasado para realizar el concepto de los antiguos por la madre, divinizado por paganos y cristianos en el respeto de sus sagradas funciones y tendremos que volver a proclamar con Licurgo que la fuerza de un pueblo está en el regazo de sus mujeres.

Cada vez más convencidos de lo interesante que resulta la ciencia eugenética, hemos de proclamar leyes que regulen las uniones humanas para que se eviten fracasos, que el inmenso caudal de nuestras experiencias van aclarando, y la necesidad de la intervención social que condene uniones que hagan imposible una prole robusta y cercana de la perfección aspirada y de las que solo puedan obtenerse sujetos endebles, incapaces de progresar físicamente, tarados muchas veces también en el orden intelectual y moral, fruto, por ejemplo, de matrimonios demasiado jóvenes o demasiado viejos. Deberá atenderse a que se respete el concepto que debe existir de la edad núbil de la mujer, fijándose el momento en que se encuentre físicamente preparada para ser madre, de modo que no ocurra como en el momento actual, que la suerte de la mujer queda decidida en un momento anterior al de la formación de su carácter, realizándose así errores que se reflejan en el porvenir de ella misma, del marido y de los hijos.

Se dice como es necesario evitar tanto en el hombre como en la mujer el establecimiento de ciertos vicios como el alcoholismo y la narcomanía, muy particularmente nocivos para la mujer durante el embarazo y la lactancia así como también en los niños. Es necesario también definir lo que significa a veces para el desarrollo físico e intelectual de la prole, los hechos que acarrean las preocupaciones inmensas de la vida moderna que crean en los padres condiciones negativas y especialmente otro veneno que infiltra a los que desorbitados por sentimientos egoístas y utilitarios dedican toda su existencia al afán de acaparación y de lujo veneno que es capaz de ser en sus efectos tan nocivo como el alcohol y el opio. Se invoca, tal vez, como principio de perturbación en el sentido eugenésico, la falta de cumplimiento de las leyes de herencia, en el sentido de la fijación de ciertos caracteres deseables que ponen frente a frente las ideas de Darwin y de Weisman y Galton haciendo imposible el que solo ideas simplistas quieran convertir en dogmas absolutos las orientaciones de las uniones humanas que, no obstante nuestros esfuerzos, estarán rodeadas de incógnitas que solo podrán ser resueltas si el cerebro humano penetra alguna vez en el reino de esa nueva ciencia que se llama la Ontogénesis, para llegar a facilitar la concurrencia en un momento dado de principios eugenésicos con los anímicos, que crean a veces atracciones desorientadas.

Fig. 10. Dr. Ángel A. Aballí Arellano (caricatura de Juan David).

Estamos, señores, en un momento en que ciertas verdades sin embargo, abren su paso, la intervención del médico resulta cada vez más eficaz, no solamente para autorizar las uniones matrimoniales sino que, haciendo que se cumplan ciertas leyes de higiene y particularmente de alimentación vayamos cada día, robusteciendo la prole, arrebatándola de la enfermedad y de la muerte. Recordemos, como ejemplo, los grandes éxitos alcanzados en el Hospital y Dispensario de Cleveland por el profesor Gestemberger y su Escuela, comenzando a administrar alimentaciones ricas en vitaminas y particularmente la vitamina D, desde el tercer mes de la gestación, llegando a suprimir de esta manera el raquitismo en los niños de madres así cuidadas.

Se han hecho igualmente extraordinarios esfuerzos para llegar al establecimiento de reglas higiénicas y terapéuticas para la supresión de proles no recomendables y también la higiene moderna realizando desde los primeros instantes la dirección del niño recién nacido, ordena su aislamiento de la madre enferma de afecciones contagiosas como la tuberculosis y extiende su acción más allá de las maternidades y hospicios vigilando al niño y creándole un ambiente favorable para su desenvolvimiento, con la creación de instituciones que tiendan a asegurar un desarrollo normal y su felicidad futura por medio de consultorios de higiene infantil con la creación de la "Gota de Leche", de los Lactarios, etc., que han producido tan grandes beneficios para el niño, como los observados en el Dispensario y Hospital para niños de Boston bajo la dirección del profesor Maynart Ladd, llegando a disminuir la cifra de mortalidad en el primer año de la vida a guarismos inconcebibles, inferiores por ejemplo, a cifras de uno y medio a dos mil. Se hace aún más importante esta labor de protección cuando a esto se una la posibilidad de los jardines infantiles, de los hogares de niños, de las colonias infantiles; así como de ese gran mecanismo de defensa que significan las creches, las Garderies des enfants, dando evidente salvaguardia a los hijos de las obreras. Así como los esfuerzos realizados en la preparación de enfermeras y cuidadoras de niños. Y la inspección sanitaria del personal que debe atenderlos en todos sus aspectos. La organización de protección social haciendo desaparecer al niño abandonado, orientando de una manera especial los cuidados y educación del niño menesteroso, del vagamundo, del delincuente, realizando la creación de instituciones que tiendan de manera positiva, no a una simple acción de asilo, sino a una modificación definitiva de las condiciones morales e intelectuales del atendido, preparándolo para ampliar de una manera positiva el ambiente de las probabilidades de su éxito futuro, de tal manera, que se constituya en elemento valioso para la sociedad como lo hemos visto ejemplarizado entre nosotros, por casos como el de aquel sabio que se llamó, Vicente Benito Valdés.

Hoy tenemos que darle a la protección de la madre y del hijo la importancia considerable que todas las sociedades modernas han producido por sus leyes actuales y hemos de proclamar que en ese sentido nos encontramos un tanto encaminados, pero que mucho aun nos resta por hacer. La preocupación social como también la gubernamental, tiene que ser, el tratar de crear instituciones como el Buró de Niños que existe en Washington, como el Instituto Americano de la Protección de la Infancia de Montevideo a cuya organización nuestro país se encontraba asociado y que en estos momentos tenemos que declarar que por una falta de cumplimiento en nuestras obligaciones económicas para con esa Institución, ha traído como consecuencia que el nombre de Cuba ya no figure entre las progresivas naciones aunadas para defender al niño. No obstante el esfuerzo que significó en este sentido, la celebración en nuestra Capital del V Congreso Americano del Niño. A la acción de esa protección material del niño, tiene que unirse la acción no solamente de médicos e higienistas, sino la de los pedagogos, periodistas, hombres de estado, que volviendo sus ojos hacia el niño, del que no sin razón se espera tanto en estos momentos de crisis económicas y morales que el mundo atraviesa, se obtenga la posible regeneración.

Queremos decir, que las instituciones tales como las que acabamos de mencionar, son las que han proclamado el célebre decálogo del niño, concebido y aceptado por todas las naciones progresistas que las obligan a poner en practica actividades diversas de orden social, higiénicas, jurídicas y pedagógicas para disminuir la mortalidad, la vagancia, la delincuencia, porque el niño es como dicen algunos con razón el reactivo más sensible de los fenómenos sociales; siempre se haya en inminencia de peligro, de ahí que se impongan todas las medidas de su protección y de su asistencia social, porque el es víctima de los males sociales de cualquier naturaleza que sean, desde los hechos más remediables, de las calamidades sociales hasta las catástrofes guerreras porque la edad infantil sufrirá seguramente las consecuencias, creándose a veces huellas imposibles de borrar en su estructuración física y moral.

No será mi objeto en esta noche, el descender a señalar con más o menos intensidad y caracteres cívicos la protesta que, en el animo de todos esta por la indefensión en que se encuentran nuestros niños. Carentes estamos de fundaciones que tiendan a aplicar los conceptos eugenésicos, ni siquiera llegamos a saber con certeza cuál es el índice de natalidad, ni de morti-natalidad, ni de mortalidad infantil basada en los hechos de las estadísticas exactas de los nacimientos.

No existen suficientes instituciones para albergar al niño recién nacido ni a la madre en los días que siguen al nacimiento, no tenemos una serie de organizaciones para luchar favorablemente contra la difusión de ciertas enfermedades como la tuberculosis infantil, apenas existen hospitales de niños, digamos como recuerdo triste de la época colonial que hasta el año 1899 no se fundara salas de niños en los hospitales de nuestra República, que es verdad que existe desde hace aproximadamente unos diez años, un hospital dedicado a niños fundado por el Municipio de la Ciudad de La Habana, insuficiente de un modo fácilmente apreciable, con una simple visita a dicho establecimiento, para llenar las necesidades del pueblo de La Habana, y mucho menos las de la República como resulta por la concurrencia de niños procedentes de todas las provincias. Apenas existen en esta Capital lugares donde albergar a los niños enfermos, en relación con su población infantil; lo que podemos demostrar por solo existir 60 camas en el Hospital Mercedes, 160 en el Hospital de Infancia, 40 o poco más en el Calixto García y 288 en el Hospital recientemente inaugurado para tuberculosos.

Apenas, a pesar de nuestra lucha, puede decirse que están amparados en ese aspecto los niños de provincias, que no existen en absoluto instituciones para convalecientes que apenas puede decirse que existen plazas en los preventorios para más de 200 niños, que nos hayamos carentes, no obstante las playas que bordean nuestra República, de sanatorios marítimos para el tratamiento de nuestros hijos, que no existen instituciones, como las llamadas cantinas maternales para el mejor apoyo de la lactancia natural. Que no obstante los esfuerzos que realizan en su servicio externo y en la atención de sus salas nuestros hospitales, siguen siendo insuficientes, como lo asevera el hecho de que el Hospital Municipal de la Infancia haya prestado desde julio de 1935 hasta diciembre 31 de 1944, 3.250.000 servicios, haya ingresado en sus salas 25,000 niños, haya practicado 21,000 transfusiones sanguíneas y se hayan inscripto en sus servicios de consulta externa 119,142 y que nuestro proletariado solo en proporción muy baja vea satisfechas sus necesidades y que lo mismo ocurra con el servicio externo del Hospital Mercedes que tiene 76,338 niños inscriptos. Es aun más triste que para aquellos que resulten victoriosos en ese peligroso período de la primera infancia, se tenga como futuro pavoroso la imposibilidad de recibir la enseñanza, lo que se demuestra por los datos de una estadística aproximada de la población escolar que acusa:

Para Pinar del Río
95,669       niños
Habana
189,997        "
Matanzas
73,708          "
Las Villas
203,999        "
Camagüey
103,420        "
Oriente
431,472        "
Total
1.008,263     "

 

Apareciendo matriculados solamente en las escuelas públicas oficiales, Kindergarten inclusive, en el año de 1941 al 42 del que existen estadísticas aproximadas 374,588 niños. No aparecen pues, matriculados, en las escuelas públicas oficiales en el año de 1941 al 42: 633,675 niños. Solo hay constancia de asistencia a las escuelas de 314,172, no apareciendo, por lo tanto una cifra de 694,091.

Felices iniciativas actuales tienden por las gestiones del doctor Pérez Espínos, a restablecer las dos secciones de trabajos escolares al día, así como también la instalación de comedores escolares para poder hacer posible la enseñanza de tanto niño que no se alimenta en nuestro país.

Todo esto hará que los mejores propósitos se esterilicen, ante realidades como las que acabamos de exponer.

Tendemos hoy a la creación de servicios sociales y para constituir cuerpos de enfermeras especializadas, pero no obstante; las leyes sociales dictadas para la protección de la infancia, aun muchos niños de nuestras obreras, están abandonados en manos extrañas. Faltan todavía nuestros Tribunales de Menores, aun no esta protegido el niño en el trabajo, no existe tampoco una acción dirigente central, ni tenemos cierta clase de instituciones que garanticen las posibilidades de protección a la madre abandonada.

Por estos hechos superficialmente señalados, queremos levantar nuestra voz para que se aúnen en sus diferentes actividades nuestros factores sociales, higiénicos, jurídicos y pedagógicos para que nuestros niños gocen de las protecciones que reclaman la madre y el lactante, de una sanidad escolar efectiva de la profilaxis contra enfermedades transmisibles, por medio de las campañas en sentido de la vacunación que han erradicado de este país la viruela y que debemos aspirarlo también para la difteria, en una palabra, esa organización necesaria en la Medicina Preventiva, y preciso es que viendo a ese cerca de millón y medio de niños que existen en nuestro país, dada la población creciente de él, no nos sintamos impelidos por los sentimientos de caridad y humanitarismo que todo ser debe poseer, sino por lo que significan esos seres desde el punto de vista de la economía de la nación y de su bienestar futuro, a tratar de que nazcan sanos y vigorosos, se les alimente conforme al derecho que se le ha concedido a la infancia en todo país civilizado, se le vigile metódicamente como se debe, se proteja en un hogar bien constituido, se le eduque bien y se le alimente mejor, se le proteja en el trabajo, se le juzgue como niño, para que cumpliéndose estos postulados hoy elementales, surja para nuestro país el cubano a que debemos aspirar, físicamente fuerte, mentalmente preparado, de una constitución moral que siente de manera absoluta lo que es sin duda el cultivo del amor y de la democracia sobre la que espera basar la humanidad su futuro de paz y de felicidad.

* Leído en la Academias de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, en la Sesión Solemne del 19 de mayo de 1945.

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