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Cuadernos de Historia de la Salud Pública

versión impresa ISSN 0045-9178

Cuad Hist Salud Pública  n.94 Ciudad de la Habana jul.-dic. 2003

 

El médico en Imías
pinceladas del sevicio médico rural

Por el
Dr. Pedro Rodríguez Hernández *

Actualmente Imías es un floreciente municipio de la provincia de Guantánamo. Pero situémonos a principios del año 1962, apenas concluida la Campaña de Alfabetización, en esta zona ubicada en un agreste valle costero al sur de la región más oriental del país. Durante años nunca se hizo una correcta definición si pertenecía a una de las dos ciudades más próximas y que parecían tan lejanas: Guantánamo o Baracoa.

Próximo a dos puntos muy ligados a nuestra historia uno positivo y otro negativo. El primero: Playitas de Cajobabo, por donde desembarcaron José Martí y Máximo Gómez al iniciarse la guerra del 95. El segundo: la Base Naval de Guantánamo, clavada como un puñal en nuestro territorio.

Sigamos con el año 1962 en esta zona, que era una de las más subdesarrolladas económica y culturalmente de Cuba en aquellos tiempos. No obstante ya se sentía el empuje de nuestra Revolución y el trabajo de salud pública estuvo priorizado desde los primeros momentos. Prueba de ello es que en esta época encontramos fabricado un pequeño Hospital Rural con 12 camas, laboratorio clínico y farmacia, en cuya construcción participó la población, con el entusiasmo de los dos primeros médicos del servicio rural que arribaron allí: José M. Miyar Barruecos1 y René Lorié.2

El hospital atendía a la población del barrio de Imías y de sus zonas aledañas, con un área de atracción de alrededor de diez mil habitantes.

Veamos algunas características de la zona:

  • El paludismo constituía un azote para sus habitantes y en dicho año se diagnosticaron cerca de mil casos.
  • El parasitismo intestinal minaba a su población infantil.
  • La gastroenteritis arrebataba decenas de vidas humanas.
  • El bloqueo imperialista alcanzaba límites inverosímiles, incluyendo hasta el de las medicinas más necesarias.
  • La Agencia Central de Inteligencia (CIA), desde la cercana Base Naval de Guantánamo infiltraba sus peones y trataba de fomentar la contrarrevolución entre los campesinos.

Precisamente ese es el momento en que llegan al lugar dos jóvenes médicos recién graduados para cumplir con su trabajo de postgrado en el Servicio Médico Social Rural: Mirta Hermelo Treche3 y Pedro Rodríguez Hernández.

La "antorcha" la recibieron de los compañeros que en el período anterior habían realizado una extraordinaria labor: los doctores Sergio Rabell 4 y Felipe Valladares 5.

Los médicos atendíamos diariamente más de cien pacientes, sin límite de horario, además de los enfermos ingresados en el pequeño hospital rural, casi todos niños pequeños. Estuvimos de guardia permanente durante los 14 meses de trabajo.

-¿ Te acuerdas, Mirta, cuántas veces coincidimos en la madrugada frente a la camita de un niño sin acuerdo previo?-

Logramos añadir a la construcción externa un jardín de piedras y cactus ya que era casi imposible que crecieran el césped o las flores en aquella árida zona. El pequeño hospital estaba separado de la costa por una montaña que rompía los vientos del caribe y se decía que entonces la lluvia caía más allá de donde nos encontrábamos.

Los campesinos, en un alarde de primitiva artesanía construyeron allí dos pintorescas sombrillas de palma cana que, además de constituir un bello adorno desempeñaban un importante papel protector contra el ardiente sol tropical, para quienes esperaban la consulta médica, el resultado de un análisis de laboratorio o la evolución de un ser querido.

Mientras esperábamos a los pacientes, el pequeño grupo de trabajadores, siempre de guardia, nos sentábamos bajo aquellos árboles artificiales que representaban las sombrillas vegetales.

Además de hacer comentarios sobre la diaria labor o sobre las noticias que leíamos en periódicos o revistas que llegaban con días o semanas de atraso, se añadían canciones interpretadas por compañeros que - en aquella situación - nos parecían artistas consumados. También esperábamos la llegada de alguna "camilla" 6 que había iniciado el descenso de las montañas varias horas antes.

Allí, una noche surgió espontáneamente un soncito rítmico y pegajoso que titulamos "El médico en Imías". La letra se improvisó e incrementó con el concurso de todos. Muy pronto corrió de boca en boca entre los compañeros que cumplían el Servicio Médico Rural en la zona de Baracoa-Guantánamo-Yateras y llegó hasta las Reuniones Científico-Sociales que se desarrollaban en casi todo el país.

Esta especie de sonsonete resumía palabras, frases y hechos muy conocidos o empleados en esta zona, pero que en los oídos de los que vivíamos en otros lugares del país, parecían expresados en otro idioma. Ahora recuerdo lo relativo que deben de ser consideradas las distancias cuando en cierta vez dije en Baracoa:

- Compadre, que lejos están ustedes de La Habana.

Inmediatamente me respondieron a coro:

- No compadre, los que viven lejos son ustedes.

En el año 2002 nuestro Curso de Medicina cumple 40 años de su graduación y de haber iniciado el Servicio Médico Rural. Estuvimos entre aquellos primeros grupos de médicos y estomatólogos graduados a principios del triunfo de la Revolución.

Al revisar algunas notas de la época, reencontramos aquellas estrofas, que por su interés folklórico regional y tal vez nacional, reproduciremos en estas narraciones. Tal vez hallemos en ellas un poco de exageración, pero indudablemente que también tienen cierto interés para hacer comparaciones en el desarrollo educacional, cultural y sanitario alcanzado en esta región del país en las últimas cuatro décadas. Ahora Imías es un municipio de la provincia guantanamera y su cabecera es una próspera ciudad con excelentes vías de comunicación.

El territorio está sembrado de modernas comunicaciones: carreteras, caminos, teléfonos. A él llegan las señales de radio y televisión, también hay centenares de escuelas primarias y decenas de escuelas secundarias. No hay analfabetismo y hay médicos, hospitales y policlínicos que atienden a toda su población. Sus productos, sobre todo el café, la madera y el cacao pueden llegar fácilmente al resto del país y no se habla de desempleo.

Muchas de las palabras, frases y hechos narrados en la canción, ni siquiera son conocidas por los niños y jóvenes que habitan actualmente en este municipio.

Consideren la misma como un homenaje a su valiente, simpática y abnegada población, así como a los trabajadores de la salud que laboran en otras áreas rurales del país.

Pasados cerca de 40 años - y "veinte años no es nada"- al revisar nuestros apuntes, recordamos aquellas estrofas por el interés de su contenido para los estudiosos del folklore nacional o regional, reproducimos a continuación.

"El Médico en Imías"
Imías....Imías....Imías.
El médico llega a Imías
Y comienza a consultar:
- Mareo, flojera, tontera, dolor de celebro
-Yo tengo la naturaleza que se me cayó
¿Y tú que tienes?
-Yo tengo mareo
¿Y tú que tienes?
-Yo tengo flojera
¿Y tú que tienes?
-Yo tengo tontera
¿Y tú que tienes?
-Dolor de celebro
¿Y tú que tienes?
-Yo tengo la naturaleza que se me cayó.......
¿Y qué tienes tú?
- Yo tengo fiebre con frío
- Tengo el padrejón
- Tengo el malestérico
- Tengo mal de madre
- Tengo mal de orina
- Yo tengo la costumbre
- Yo tengo un añugo
- ........dolor en el panecisco
- ........dolor abajo'el arca
- ........dolor en el palo'el buche
- Mareo, flojera, tontera, dolor de celebro.........
- Yo tengo la naturaleza que se me cayó........

¿Y qué tiene el niño?
- Maleza de barriga
- Tiene provocadera
- Tiene correncia
- Tiene unos malitos
- Está inutilito
- Tiene aventazón
- Tiene pijuatera
- Está regordío
- Tiene mal de boca
- Malo de una vista
- ........tiene infección

¿Y qué le hicieron?
- Al niño lo sobaron

¿Y qué le dieron?
- Le dieron una tisana

¡Arriba Teresa! ¡Hazle la gota gruesa!
¡Arriba Panchi! ¡Dale tetraciclina!
¡Arriba Carmen! ¡Ponle penicilina!
¡Apúrate Asteria! ¡Prepárale la cama!

Imías.......Imías........Imías.
El Médico aquí llegó........
Y todo lo resolvió........
Imías.......Imías........Imías.

La canción se cantaba rítmicamente y en forma de contrapunto.

Veamos ahora la "traducción" de estas palabras:

- Mareo, flojera, tontera, dolor de "celebro": Síntomas frecuentes de la anemia. Muy común en aquella época, sobre todo provocada por el parasitismo intestinal y por el paludismo. El parasitismo intestinal en la actualidad no reviste características de problema importante de salud en nuestra población y el paludismo fue erradicado por la Revolución, reportándose el último caso autóctono en el año 1967, y sólo se notifican ahora algunos casos importados en personas que llegan a Cuba provenientes de países donde esta enfermedad persiste. A manera de información, señalamos que en África mueren anualmente más de un millón de niños atacados por el paludismo, también llamado malaria.

- Naturaleza caída: Impotencia sexual en el hombre o frigidez en la mujer. No siempre se correspondía exactamente con estas situaciones, ya que algunos pacientes venían en busca de más vigor o fortaleza general.

- Fiebre con frío: Síntoma muy frecuente en el acceso palúdico. Imías era una de las zonas más palúdicas del país. En un trabajo presentado en el X Congreso Médico Nacional por los médicos del Hospital Rural de Imías (Mirta Hermelo Treche y Pedro Rodríguez Hernández), en los primeros seis meses de consulta se diagnosticaron en el pequeño laboratorio del Hospital un total de 489 casos de paludismo, casi un 4 % del total de consultas y el 30,5 % de todos los pacientes que tenían fiebre o la habían tenido en los treinta días anteriores a la consulta, presentaban exámenes de laboratorio positivos a paludismo. El 50 % eran menores de 14 años de edad.

No todos los casos siempre acudían al Hospital, ya que en la zona era muy común la automedicación en esta enfermedad, siendo frecuente que los propios pacientes al llegar a nosotros nos dijeran el diagnóstico. Un ejemplo típico lo tuvimos en una madre que envió a su hijo al Hospital con la siguiente nota: "Doctor, a este niño le da fiebre un día sí y otro no. Le da con mucho dolor de cabeza, suda mucho y refresca. Edad catorce años".

- Padrejón: distonía neurovegetativa. Se caracteriza por salto en el estómago en los hombres.
- Malestérico: corrupción de mal histérico. Es lo mismo que padrejón, pero en mujeres.
- Mal de madre: sinónimo de malestérico. Tanto uno como otro se refiere a la madre, matriz o útero.
- Mal de orina: orinar frecuentemente con ardor.
- La costumbre: la menstruación, la regla, el período.
- Añugo: sensación de opresión en cualquier parte del cuerpo y más específicamente en el cuello.
- Panecisco: región del pubis o bajo vientre.
- El arca: regiones costales anteriores. Abajo' el arca es debajo de las costillas.
- El palo del buche: el esternón, hueso situado en la parte anterior del tórax o pecho.
- Maleza de barriga: diarreas. La diarrea es el síntoma fundamental de la gastroenteritis. En esa época -año 1962- constituía la tercera causa de muerte general y la primera de mortalidad infantil en el país, y fallecieron ese año 4157 personas en Cuba por esta enfermedad. Ya en 1963 era la quinta causa de muerte general, la séptima en 1968 y desapareció de entre estas primeras diez causas en 1974. Actualmente fallecen sólo unas 300 personas al año por esta causa, es decir, 3 por cada cien mil habitantes, mientras que en 1962 eran 59 por cada 100 000, o sea, unas 20 veces más defunciones debidas a la gastroenteritis.

- Provocadera: náuseas, ganas de vomitar.
- Correncia: sinónimo de diarreas, de algo que corre. Si aclara que es por delante, es una metrorragia o hemorragia genital.
- Malitos: piodermitis, lesiones purulentas de la piel.
- Inutilito: inútil, desnutrido, flojito. En una reciente reunión en el Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología oíamos a un investigador informar que tenía dificultades en el desarrollo de un trabajo científico por lo difícil que le era encontrar niños desnutridos para su estudio. Por otra parte, la mortalidad infantil, o sea, las muertes en menores de un año de edad, ha descendido en nuestro país a cifras muy bajas (7,2 por cada 1000 nacidos vivos en el año 2000) como es en países de gran desarrollo socioeconómico. Los logros obtenidos son expresión de los actuales niveles de nutrición, educación general y sanitaria, así como de la atención médica adecuada y la elevación del nivel de vida de la población.

- Aventazón: distensión o inflamación abdominal.
- Pijuatera: palidez, demacración, anemia.
- Regordío: con el cuerpo hinchado, edema nutricional. Se ve en niños desnutridos.
- Mal de boca: estomatitis, lesiones en la boca o en las comisuras labiales.
- Malo de una vista: enfermo de un ojo. Conjuntivitis.
- Infección: sinónimo de infección intestinal. Las abuelas daban este diagnóstico en casi el ciento por ciento de los niños que enfermaban con fiebre.
- Sobadora: mujer, habitualmente de edad avanzada, que frente a casi todo tipo de enfermedad, prescribía y realizaba masajes abdominales para quitar la "infección". En ocasiones estas manipulaciones se realizaban en otras regiones del cuerpo, como las plantas de los pies.
- Tisana: infusión de plantas de las más variadas especies. Conocimos casos en que les agregaban cenizas y algunas inmundicias.
- Teresa, Panchi y Carmen: Auxiliares de Enfermeras formadas por la Revolución, oriundas del propio poblado de Imías y que trabajaban con gran eficiencia en el Hospital.
- Mirna: Auxiliar Técnica de Laboratorio del Hospital.
- Asteria: Una de las Auxiliares Generales del Hospital.

Nombres propios

Ahora oímos cada nombrecito que se las trae. Desde nombres extranjeros hasta combinaciones de sílabas de los de ambos progenitores, pasando por aquella muchacha de apellido Prieto que se casó con un joven de apellido Brito y le puso al hijo Alan: algo así como "alambrito prieto". Pero en la zona de Imías, en aquella época sólo nos faltó encontrar los Santoral al Dorso, Luna Llena o Cuarto Menguante. Vimos decenas de nombres del santoral católico que antiguamente venían en todos los almanaques, pero que se lo endilgaban al recién nacido aunque apareciera con errores de imprenta.

En la consulta:

- ¿ Su nombre?
- Demencia Frómeta.
- ¿ Demecia, Nemecia o Demetria?
- No doctor, Demencia. Ya sé que eso quiere decir locura, pero así dice mi inscripción de nacimiento.

No eran excepcionales en esta zona los "Usnavy", tomados de los letreros US Navy (Armada Norteamericana) que aparecía en los barcos procedentes de la Base Naval de Guantánamo. Tampoco los Riverside, tomados de los carteles que una vez anunciaron la actuación de dicha orquesta en Baracoa. Hasta había algún que otro Onecent tomado de los centavos norteamericanos.

Conocimos nombres como Confesor, Virgen, Mártir, Papa y Abad, así como otros tan raros o infrecuentes como Ubitencidio, Quírico o Rubentina. En fin, que de acuerdo a lo dicho al inicio, ya hoy no parecen tan raros..........¿ Verdad?.

Medicamentos

Durante los años del más férreo bloqueo, en Cuba faltaban numerosos medicamentos que provenían tradicionalmente del área capitalista y que fuimos sustituyendo aceleradamente por otros o importando materias primas y desarrollando nuestra industria farmacéutica. En Imías, en el año 1962 también surgieron innovaciones al igual que en todo el país y nunca se careció de ningún medicamento básico.

Lo primero que faltó fueron los anticatarrales: la solución surgió hirviendo agua con azúcar y elaborando un jarabe, al que le añadíamos en proporciones adecuadas alcohol, aspirina, tabletas de terpina triturada y gotas de codeína. Le llamamos PEMIR (Pedro y Mirta). Tuvo gran aceptación entre los pacientes y cuando ya disponíamos de anticatarrales preparados industrialmente, los pacientes solicitaban el nuestro porque ese sí enrizaba (erizaba, ponía los pelos de punta) ¿Se nos habrá ido la mano en alcohol?. No......esa era la proporción que venía en los libros.

Preparábamos colirios, añadiendo suero fisiológico a los residuos que quedaban en los frascos de antibióticos inyectables, que servían para resolver los casos de conjuntivitis bacterianas que atendíamos.

Con los conocimientos de Farmacología adquiridos en la Escuela de Medicina fuimos capaces de modificar las presentaciones de algunos medicamentos al transformar cápsulas o tabletas en suspensiones o diluciones.

Hubo medicinas que era necesario utilizar con gran profusión, por la alta incidencia de algunas enfermedades o síntomas. Todavía no existía el conocimiento que tiene la población sobre los nombres de los productos de uso frecuente en los tratamientos. Comenzaba a establecerse en el país una nomenclatura única para los medicamentos, basados en su constitución química, enfrentándose a los cientos de nombres comerciales que los laboratorios privados asignaban a una misma preparación farmacéutica.

Sin embargo, en esta época se presentaban algunas dificultades al utilizar un nombre único:

-¿ Por qué el doctor les mandó las mismas pastillitas a todos los de la familia, si no tenemos lo mismo? . Yo tengo dolor de celebro y flojera, pero mi mujer tiene mareo y tontera. El niño tiene pijuatera y está inutilito y la niña está regordía y a veces tiene correncia.

Todos estaban afectados por el parasitismo intestinal, lo que podía comprobarse en los exámenes de laboratorio, que les provocaba anemia por falta de hierro y explicaba los síntomas que presentaban. Pero independientemente que dedicábamos una parte de la consulta a ofrecer educación sanitaria y a exponerles de manera sencilla la explicación de sus dolencias, teníamos que tomar otras medidas que llamábamos "psicológicas". Entregamos a la compañera que despachaba las medicinas en nuestra pequeña farmacia, un listado de sinónimos para que anotara en los sobrecitos de tabletas o en los frascos de jarabes los nombres que poníamos en las recetas. Así el gluconato ferroso (sales de hierro para la anemia) se convirtió en gluconatón, glucofer, glucofex, ferroglux, glucoferán, etc. la aspirina se convirtió en ácido acetil salicílico, ASA, apiret, antifebrina, etc.

Por cierto, que en el último mes de nuestra estancia recuerdo a una anciana recién alfabetizada que vino a la consulta después de haber estado en la de Mirta, que me dijo indignada:

-¡Dotor!. ¡Qué barbaridad!. Fui a ver a la dotora porque tengo dolores en las coyunturas y mire lo que me ha mandao: un "asa" y ¡a mi edad!. ¿ Pa' qué yo necesito un "asa" si ya yo tengo hasta biznietos?.

Sus ojos chispearon de alegría al explicarle que se trataba de unas tabletas para los dolores y no el dispositivo intrauterino que comenzaba a aplicarse en algunos lugares como anticonceptivo.

La lucha continuaba: ya se daban cuenta que aunque con otro nombre, las pastillas eran iguales o se parecían mucho. Comenzamos a darles distintos colores. En un platico, teñíamos las aspirinas con azul de metileno, violeta genciana, rojo aseptil u otros productos. Elda, la muchacha de la farmacia logró teñir tabletas hasta con dos colores diferentes mientras cantaba una canción de moda en esa época que siempre que la oigo me recuerda aquella situación "si yo pudiera algún día remontarme a las estrellas..." Seguro que se sabía otras, pero no soltaba aquella.

Muchas enfermedades están relacionadas con situaciones de la mente. Desde tiempos inmemoriales los médicos han utilizado los placebos, es decir, preparaciones farmacéuticas que sólo contienen productos inertes y que se prescriben para lograr un efecto psicoterapéutico. Así surgió un medicamento llamado H2O; tomado de la fórmula química del agua por estar constituida por una molécula de oxígeno y dos de hidrógeno. Era simplemente agua azucarada hervida, con unas gotas de colorante, de las cuales se indicaban 20 gotas en desayuno, almuerzo y comida. Tenía un efecto maravilloso cuando era correctamente indicado, o se asociaba a otros medicamentos para que el paciente no dijera que "sólo le habían mandado las mismas pastillitas de la otra vez".

Algo que nunca he comprendido bien es por qué muchos médicos escriben con una letra que no la entienden ni ellos mismos. Se dice que es por la rapidez con que hay que escribir, pero no creo que eso sea una explicación contundente. Cuando revisamos las historias clínicas en los hospitales para hacer trabajos de investigación, a veces dedicamos varias horas para entender lo que se escribió en estos documentos. Por otra parte, muchas veces el paciente que consultamos se siente tan mal que no puede atender correctamente nuestras explicaciones, o está tan preocupado con sus síntomas que no es capaz de retener en su memoria lo que le decimos por lo que el Método escrito con letra legible tiene un valor inapreciable. En las zonas rurales, sobre todo en la época que narramos, la mayoría de los campesinos recién comenzaba a leer y escribir, por lo cual las indicaciones las hacíamos en forma concreta, muy clara y sin el uso de siglas.

A veces vemos en un método: 2 t en d-a-c, con cuya fórmula matemática el médico intenta prescribir dos tabletas en desayuno, almuerzo y comida.
A propósito de siglas, todavía recuerdo que en una de las frecuentes visitas de Chomy -Dr José M. Miyar Barruecos, Coordinador Nacional del Servicio Médico Rural durante varios años y actual miembro del Comité Central del Partido y Secretario del Consejo de Estado- nos comentó que vio un camión por la zona de Guantánamo que decía ECODICEMARAN-VILI y al preguntarle al chofer su significado, le dijo: ¡Yo que sé!. Lo único que puedo decirles es que vendo refrescos y cervezas. Posteriormente Chomy se enteró que ECODICEMARAN-VILI eran las siglas de la Empresa Consolidada Distribuidora de Cervezas, Maltas, Refrescos, Aguas Minerales, Vinos y Licores.

Pero volvamos a los medicamentos. Después de tantos años, en nuestro trabajo diario con los alumnos de medicina a veces les oímos decir:

- El libro dice que para esta enfermedad deben indicarse tales y más cuales medicamentos, pero hay uno de ellos que "está en falta" ¿qué hacer?.

Nos sonreímos y les narramos historias de Imías. Y sabemos que historias similares forman parte de las experiencias personales de la mayoría de los médicos.

Rubentina

Las mezclas étnicas que durante varios siglos se sucedieron en las montañas baracoesas han dado como resultado que alguien sin rasgos de los aborígenes cubanos, de los esclavos africanos, de los asiáticos semi-esclavos y de los conquistadores españoles, sea una excepción en la zona que dio origen a estos relatos. Y Rubentina Frómeta era una de esas excepciones: rubia, de piel muy blanca, alta, extremadamente delgada. Con algo más de treinta años y cargada de hijos multicolores, estaba llena del candor y la ingenuidad propia de quien había vivido todo el tiempo en Imías, sin ni siquiera visitar Guantánamo o Baracoa, primera meta para conocer el mundo exterior. Su hablar era el típico de muchos habitantes de la región, comiéndose las C y poniendo las ESES donde no iban:

-Dotor, traigo a mi amiga pa' que la cure. Se llama Juana Masto (Juana Matos).
-¿Y qué tiene?.
-¡Amas, dotor! (asma, doctor).

En el Hospital disponíamos de una pequeña planta de gasolina que servía para dar energía a cinco o seis bombillos y poner en marcha el motor de una bomba de agua que desde un pozo elevaba el líquido vital hasta un tanque de fibrocemento. La mayoría de las veces la plantica no funcionaba, o no había gasolina, o no podíamos arrancarla. Recuerdo que casi todos los días me levantaba antes del amanecer para con una soga hacer girar la rueda ranurada que iniciaba la chispa que prendía el combustible y provocaba la explosión en aquel motorcito que alguna vez se utilizó en una lancha. ¡Cuántas horas invertí en estas labores, hasta que varios meses después nos llegó una planta automática checoslovaca!.

Rubentina o "La Rubia" era auxiliar de la cocina del Hospital. Dicha cocina estaba en la propia casa de los médicos, que tenía además dos habitaciones, una sala-comedor y un baño. En la sala-comedor estaba situado un refrigerador "Kelvinator" de queroseno que guardaba los medicamentos o vacunas que necesitaban bajas temperaturas, pero que servía a la vez para enfriar el agua que tomábamos y que funcionaba gracias a los desvelos del amigo Gamboa.

Un atardecer en que la planta pudo arrancar, vimos como Rubentina ponía sus manos debajo de la llave de agua, se las mojaba bien y después encendía las luces. Cuando observamos que esto lo hacía habitualmente, la llamamos:

-Rubentina. ¿Por qué cada vez que vas a encender el "chucho" de la luz, te mojas las manos?.

-¡ Ah dotor!. Porque un amigo mío me dijo que cada ve que lo hiciera me mojara bien "la manos" pa' que no me cogiera la electricidá.

Tuvimos que explicarle que la corriente eléctrica se trasmitía más fácilmente a través de las manos mojadas y que era todo lo contrario a lo que le habían dicho.

-¡ Condenao y sinvergüenza! . ¡Así que lo hizo "pa' reírse de mi"!.
¡Deja que lo coja!.

En la cocina también trabajaba Nilda, hermana de Rubentina. La familia completa estableció relaciones de amistad con los médicos y recuerdo con tristeza como vimos llorar al viejo Frómeta cuando terminamos nuestro Servicio Médico Rural. La relación médico- paciente establecida con el anciano es de las que más recuerdos gratos traen a mi mente cuando me remonto a esos tiempos iniciales de mi carrera profesional. Todo empezó en una madrugada en que nos despertaron con urgencia:

-¡ Ay dotor!. ¡Que se me muere el viejo!. ¡ Corra!.

Y efectivamente, conducido por varios vecinos, llegaba el viejo Frómeta en situación desesperada, como pasajero fortuito de una "camilla".

Ausculto: estertores en marea montante. Observo: espuma sanguinolenta por la boca. Esfigmomanómetro: hipertensión. Sensación de muerte inminente........ Diagnóstico: edema agudo del pulmón, es decir, una insuficiencia cardíaca aguda.

Esta es una de las urgencias médicas más espectaculares para el médico y para los familiares: el paciente está a punto de morir y casi siempre que no se atiende, muere irremediablemente. Sin embargo, todos los médicos saben que con el tratamiento preciso e inmediato, generalmente el paciente retorna a la vida.

-¡Morfina.....digital en vena.......!. ¡Rápido!. La vida va volviendo a medida que se suceden las maniobras.............

Al poco rato ya conversábamos con el viejo. En los días sucesivos que estuvo hospitalizado hablamos mucho. En las consultas programadas, a las que asistía rigurosamente, nos relacionábamos más. La alegría retornó a la familia. Y entonces nos desbordábamos de risa oyendo a Rubentina, con su hablar peculiar, haciendo el cuento:

-¡Mire dotor!. ¡Mire dotora!. Pue' arresulta que depué' que yo me alfabeticé, he seguido asitiendo a la ecuela, por la noche. Entonce llego a la casa y me encuentro a papá acotado en el suelo y no en la cama. Le digo ¡pero papá! . ¿Qué hace uté acotado en el suelo?. ¿No se ve muy viejo pa' ese jueguito?. ¡Vamo a ver si se alevanta y se acueta en la cama!. ¡Ay dotor!. ¡Ay dotora!....... en eso veo que hacía rucu, rucu...rucu, con un ronquío etraño y digo ¡pero si se etá muriendo concho!...Y llamé a la gente y arranqué pa' ca.

Quírico

Más de las cinco de la tarde de aquel viernes. Habíamos empezado la consulta a las siete de la mañana y sólo tuvimos las pausas indispensables para salir dos veces de ella y atender a pacientes ingresados. De pronto se abre la puerta y entra la procesión, presidida por un muchacho desnutrido que aparentaba doce o trece años.

-Salimos desde esta mañana de las lomas y venimos pa' que usté nos aclare una cosa.

Con más intriga que sorpresa observé detenidamente aquella comitiva. El muchacho traía de la mano a otra muchachita delgada, menudita, que me imaginé tendría diez o doce años. La edad en los campesinos desnutridos era muy difícil de calcular: a veces creía que se trataba de un niño y el paciente tenía cerca de veinte años. Los rodeaban unas quince personas de diferentes edades, tamaños y grupos étnicos.

-Me llamo Quírico: Quírico Gamboa....
Lo miro: bajito, pelo rubio, ojos rasgados, piel aindiada. Sonrió: le faltaban dos dientes, al igual que a su compañera. A pesar de su tamaño, era fuerte y sobre todo decidido.

-¡Quiero que me diga si ésta y yo somos hermanos!

Ahora sí me sorprendí. Miré a los alrededores y recorrí los rostros de los acompañantes. Me detuve en la muchachita que tenía tomada de la mano.

-Siéntense, por favor.

Ocuparon las dos únicas sillas. El resto tomó posiciones para no perderse nada de aquella entrevista trascendental.

-Pero.........¿y ustedes no saben si son hermanos? Dije con una voz que ahora la recuerdo estúpida.

-Mire....ésta y yo vivimos muy cerca......allá en las lomas; la gente dice que mi papá es el padre de ella. Pero por mucho que averiguo, nadie está seguro. Unos dicen que sí, otros dicen que no, otros que puede ser.......porque usted sabe bueno.......mire, el caso es que yo necesito saber si somos o no somos hermanos.

Recorrí en fracciones de segundos mis conocimientos de Medicina Legal y de Laboratorio Clínico. Me vi en aquel Hospital Rural de Imías y por primera vez desde que trabajaba en él, pensé que no tenía todos los conocimientos que necesitaba para por lo menos aliviar a un paciente.......¿pero por qué el interés tan profundo, tan marcado, por conocer aquello?.
-¿Qué edad tienes?. ¿Y ella?.
-Yo diecinueve y ella dieciséis .
-¿A qué te dedicas? .
-Soy forestal. Tumbo montes.

Anoté mecánicamente, mientras seguía pensando.
-En definitiva, el hecho de si son o no hermanos, no es lo más importante. Fíjate, ustedes son vecinos, todos se llevan como familia. A veces las personas, aunque no sean hermanos carnales son tan amigos que la amistad tiene.......
-¡Doctor, para mí sí es importante! - Me interrumpió -
Una vez más me sentí estúpido. La respuesta era clara.......
-Mira, para eso hay que examinar la sangre de ustedes dos, las de los padres de ambos, la de los hermanos.........
-Para eso vinimos. Aquí están todos........
-Sí, pero déjame explicarte.....Hay que determinar los grupos sanguíneos de todos, el factor Rh. También existen subgrupos......no todo eso podemos hacerlo aquí. Y aunque lo hagan en otra parte, al final no siempre se puede estar seguro: la respuesta sería que no pueden ser hermanos si no coinciden toda una serie de análisis.......pero también la respuesta puede ser que hay posibilidades que lo sean, pero no que son........

En esta época todavía no se hacían los exámenes de ADN.
-¿Y dónde se hace todo eso? -Volvió a interrumpir.
-En La Habana, en el Instituto de Medicina Legal.....

No me dejó terminar. Se levantó bruscamente de la silla y volvió a coger de la mano a la muchachita, virándose de espaldas a mí y de frente a sus familiares, lanzando aquella frase inmortal mientras hacía un gesto con la mano que tenía libre:

-¡El dinero es pa' gastarlo!. ¡pa' La Habana to' el mundo!.
Y desaparecieron.......................

Muertos que salen

-¡Ay mi madre!. Yo creía que no salían, pero los vi con estos sojos que se van a comel la tierra. Y no yo solita... tos los vecinos lo han visto. Tre noches sesguida.... e una lucecita.... se enciende.... se apaga.... etá fija.... luego aprincipia a caminal .... allí mismo, al otro lado del río. No hay quien se atreva a averigual. De día sí.... de día vamo y no hay naiden. Asunte doctor, asunte.... eso son mueltos. Mándeme algo pa' los nelvios. ¡Ay!.

Era la tercera consulta similar. Se abre la puerta:

-Ahora sí que esto está bueno. Dos consultas en la mañana, de gentes que dicen están viendo visiones. Que si los muertos, que si las lucecitas, que si sintieron voces... el primero me pareció un neurótico. La de ahora vino con la madre y dos hermanas y todos vieron... Como ni tu ni yo creemos que los muertos salen, vamos a hablar con el Teniente.

-Yo llevo tres. Todos dicen que tres noches seguidas y al otro lado del río. Creo que hay suficientes elementos para informar al Teniente para ver quienes se dedican a meterles miedo a la gente.... Nos vamos después de almuerzo. Mira, de 30 consultas, 10 paludismos, 3 parásitos, 2 diarreas, 6 catarros y ¡tres que ven muertos!.

A la una de la tarde estamos almorzando. El Hospital de Imías era lugar de paso de todo el personal de Salud Pública que se dirigía hacia Baracoa. La carretera que subía a la loma de La Farola estaba en ejecución y ya había un terraplén más o menos aceptable que comunicaba a Guantánamo con Baracoa. ¡El viaje todavía se las traía!. Casi siempre cinco horas hacia uno u otro lado, a partir de Imías. Allí los compañeros se quitaban el polvo del camino, almorzaban y a veces dormían. Hacía tres días que teníamos invitados.

- Armada 7. ¿cómo va la campaña contra el paludismo?.
- Esto va bien. Dentro de unos meses vamos a empezar el tratamiento radical con primaquina. Como tú sabes, ahora sólo se localizan los casos con exámenes de gota gruesa y se les da tratamiento al acceso palúdico, mientras nosotros nos dedicamos a rociar el interior de las casas con insecticidas de acción residual, para que los mosquitos que piquen al enfermo se mueran al posarse en la pared y no puedan transmitir la enfermedad a otras personas. Además, estamos haciendo estudios entomológicos para determinar el índice de infestación por diferentes mosquitos y sobre todo los Anofelinos que son los vectores del paludismo.

Miré al entomólogo mientras comía. No podía apartar mis ojos de aquella verruga que tenía en la comisura labial. Es un pequeño hemangioma, pensé. ¡Cómo sabe de mosquitos este hombre!. Sí, hasta estudió en Brasil: Río de Janeiro, Sao Paulo.... Bahía.... Copacabana..... ¿Será mejor que Varadero?. ¡Difícil! . Cada vez que Armada viene aprendo un poco más de paludismo. ¡Con él me enteré que era lo mismo que malaria!. ¡Ja!. ¿Y cómo estudian a los mosquitos?. Me sorprendí al darme cuenta que esto último no lo había sólo pensado, sino que lo dije en alta voz, mientras pinchaba con el tenedor un pedazo de carnero "de lata". Seguí pensando: es chino y sabe a berrenchín, pero la Rubia lo lava bien y se deja comer......

-¡Tenemos que cazarlos!- dijo Armada-.

Pensé en los carneros chinos, pero me di cuenta que se refería a los mosquitos.

-Por el día cuesta trabajo. Ellos son picadores, intradomiciliarios, es decir, pican generalmente dentro de la casa y tienen hábitos nocturnos. Hace tres noches que trabajamos en la zona que está del otro lado del río. Tenemos una tiendecita de campaña y nos metemos dentro con un farol y nosotros mismos somos el cebo. Mosquito que entra, mosquito que agarramos con este tubito y con una trampa de tela de mosquitero.

Comencé a toser, atragantado por el trocito de carnero que se me había ido por el "camino viejo". Y observaba el movimiento de la verruguita del "muerto" mientras éste comía.......

Los maestros

A los que hablaban de los sacrificios y esfuerzos que realizaban los médicos rurales, no les negábamos que había cientos de compañeros que podían ser ejemplos de valor, entereza, dedicación y mil calificativos más. Conocimos compañeros que estaban solos en zonas apartadas de las montañas o de las ciénagas, prácticamente con un estetoscopio, un esfigmomanómetro, algunas pinzas, agujas y jeringuillas y poquísimos medicamentos. Pero siempre tenían más personas a su alrededor y la más alta consideración de la población. Hasta los enemigos de la Revolución respetaban al médico, pensando que a lo mejor algún día tenía que atenderlos. Todos trataban de mantener al médico contento, no vaya a ser que se vaya. ¡Cómo si alguno quisiera irse!. Lo mejor de su, a veces escasa comida, el campesino lo compartía con el médico en las zonas apartadas.

Pero hay un grupo de compañeros que siempre los recuerdo con gran respeto: los maestros de las Brigadas "Frank País". Al terminar la Campaña de Alfabetización, se diseminó por las montañas este contingente de maestros que improvisaban sus aulas en los lugares más remotos para llevar la enseñanza a los niños por el día y a los adultos por las noches. Dormían en los bohíos de los campesinos o en los bohío-escuelas que ayudaban a construir con sus propias manos. Recibían la amenaza constante de los bandidos alzados en contra de la Revolución. Se alimentaban de plátanos y malangas hervidos cotidianamente y muy raras veces disfrutaban de otras comidas. Una vez al mes bajaban al poblado más cercano, donde radicaba su jefatura, para recibir orientaciones pedagógicas y administrativas.

El Hospital Rural era en Imías el punto de contacto de los maestros que trabajaban en las zonas aledañas. Allí se reunían y también les hacíamos exámenes médicos o a veces los ingresábamos dos o tres días para que se repusieran. Y sobre todo le dábamos el afecto y el cariño que ellos se merecían.

No puedo olvidar aquel día en que alegremente llegó uno de ellos:

- Médico, aquí estoy de nuevo. ¿Qué se dice por el pueblo? . ¿Vienen o no vienen esos desgraciados yanquis?. Si vienen, quedan.........
- ¿Y qué Rolando?. ¿ Te estás tomando la cloroquina todas las semanas?. La última vez que te vi tenías un paludismo de película. Por aquí todo más o menos igual. Estamos preparados........

Cuando me tira el brazo por el hombro, siento que algo metálico cae al suelo. Lo recojo.

Oye, el anillo que compró tu novia te queda grandísimo. Se le fue la mano......
- ¡Coño médico!. ¡me quedaba justico y ahora ya usted ve!.

Era la primera vez que veía a un individuo enflaquecer tanto, que hasta los dedos se le pusieron delgados.

Tavito

Lo conocí en la Escuela de Medicina, pero de aquella etapa me acuerdo poco de él. En el Internado sí. Lo recuerdo con uniforme de teniente rebelde, bajito, y con la cara redonda, aniñada. Sabía que había estado en la Sierra. Que había sido ayudante del Cmte. Machado Ventura. Que tenía experiencia quirúrgica.

Pero realmente comencé a conocerlo en el Servicio Médico Rural. Estudió en el INCA. Aquello se creó a principios del triunfo de la Revolución para preparar aceleradamente cirujanos y anestesistas. Del Instituto Nacional de Cirugía y Anestesiología, surgieron numerosos cirujanos que sustituyeron a muchos que abandonaron el país. A "Tavito" lo nombraron cirujano del Hospital de Baracoa, pero también era el jefe de los Servicios Médicos del Ejército en toda aquella extensa zona. De vez en cuando recorría los hospitales y unidades de la región para supervisar el trabajo y dar orientaciones. Imías era lugar obligado para su descanso, cuando pasaba por allí. A veces teníamos que llamarlo por teléfono a Baracoa para coordinar el envío de algún paciente o para hacer alguna consulta. Aquel teléfono de manigueta que había en el cuartel de Imías, aunque se interrumpía frecuentemente, nos servía para establecer contactos con Baracoa o con el coordinador en Guantánamo, nuestro querido compañero Ángel Luis Torres Santrayl.

Hacía pocos días que había pasado por allí. Analizamos los planes de evacuación del Hospital en caso de ataque. Teníamos la responsabilidad de los Servicios Médicos desde Cajobabo hasta Glorieta, limítrofe con la Base Naval. Atendíamos a los milicianos que cubrían las trincheras, sobre todo en las zonas costeras. El Hospital era una constante entra y sale de milicianos. Muchos con uniformes improvisados, todos con un jarrito de lata colgando del cinturón. No se me olvida uno que llevaba una copa de cristal fino, amarrada por la delgada base y atada a una trabilla del pantalón. Lo vi nuevamente en una trinchera dos días después y le pregunté por la copita.

- ¡Ah docto, se me chivó cuando subí al camión!.

Cuando se fue "Tavito" nos dijo que avisaría para ejecutar el Plan. La primera orden era recoger todo el material quirúrgico y medicamentos. La segunda era arrancar para las lomas. Allí estaba todo por escrito.

Transcurría el mes de octubre de 1962: la "Crisis de Octubre" como decimos nosotros, la "Crisis del Caribe" como le dicen los imperialistas. Pero los nombres los ponemos nosotros y por eso le llamamos Victoria de Girón a lo que ellos le dicen Bahía de Cochinos.

Eran las tres de la madrugada y sentí golpes en la ventana de mi cuarto. Respondo. Siento una voz que retumbaba en el silencio nocturno, clara, altísima:

- ¡Oiga dotor! . Soy el enlace del Dr. Concepción, el de Baracoa.

Dice que recoja los matules que posiblemente hoy nos tiren la bomba atómica. ¡Ah! . ¡Y que no se entere nadie!.

Ya Mirta había salido de su habitación, seguida de Mirna, la Técnica de Laboratorio. Yo salía de la mía, poniéndome la camisa del uniforme del Servicio Médico Rural. Y también a todo pecho dijo Mirta:

- ¡Pues ya se enteró todo el pueblo!.

Recogimos lo que faltaba por meter en cajas. Esperábamos los acontecimientos. Los aviones de la Base sobrevolaban la costa y los veíamos por arriba de la enorme loma que separaba al Hospital y casi todo el poblado, de la playa. Aumentaba el movimiento de transportes y de milicianos. Fue amaneciendo. Pasó "Tavito":

- ¿Recibieron mi recado?.
- ¡Sí! "casi" no se enteró más nadie.

Le contamos la historia, mientras reíamos.
- ¡Qué tipo más bruto......!. Bueno, no se muevan por ahora. Todo recogido. Sigan visitando las trincheras. Es difícil que la tiren, pero si la tiran es probable que no lo hagan por aquí, tan cerca de la Base. Pero bueno, ellos no tienen gandinga. Cuando el "Maine" sacaron a los oficiales y jeringaron a todos los marineros.

Pasó la crisis. Ya la correlación de fuerzas con el campo socialista no les permitía hacer el mismo papel de matones que siempre hacían los yanquis.

Pasaron los meses y ya casi finalizado nuestro servicio rural, recibimos una orden a través del teniente:

- Recojan instrumental quirúrgico y trasládense con urgencia a San Antonio del Sur. Allí verán al Capitán. Sí....... los dos médicos.

En San Antonio del Sur, próximo a Imías, llegamos en el "jeep" del Teniente. localizamos al Capitán, quien después de un breve saludo nos planteó:

- Capturamos a uno de los jefes de bandidos cuando intentaba pasar a la Base Naval. Está herido y queremos ver si ustedes lo pueden operar.

Pasamos a otra habitación. Encontramos a un individuo pálido y asustado, cuyo rostro nos pareció conocido.

- ¡Ay doctor, por su madre, me van a fusilar!. Yo lo he visto a usted. Usted es el que atiende a mi madre. Como habla bien de Ud. ¡Ay...!. Me cogieron y me van a fusilar sin verla. Yo digo todo lo que haga falta.... que no me fusilen.....¿Ustedes no me van a matar?. ¿qué le dijeron?.

Y lloraba acobardado, agarrándose de mi mano. Era la primera vez que me veía en una situación similar y sentía desprecio en lugar de pena por aquel herido.

- Mire, mi función aquí es la de médico y vengo a examinarlo. Por otra parte, usted sabe que el gobierno revolucionario no fusila a nadie sin un juicio previo y después de juzgarlo.

El proyectil había atravesado el muslo, rompiendo el fémur. No había lesiones de vasos importantes y la hemorragia estaba controlada por los sanitarios. Se le administró un sedante y un analgésico. La tensión arterial era normal. La herida tenía entrada y salida. Los dejamos durmiendo. Después le explicamos al Capitán la situación informándole que tenía que ser atendido por un ortopédico, por lo que debía ser trasladado a Guantánamo o Baracoa y que recomendaba hablar con el Dr. Octavio de la Concepción en Baracoa, que era el jefe de Servicios Médicos.

Después de una difícil comunicación telefónica, le explicamos brevemente la situación.

- Espérenme ahí, que voy con una ambulancia a buscarlo.

Pocas horas después llegó con el ortopédico y transportó al herido al Hospital de Baracoa. Volví a ver a "Tavito" dos meses después, el mismo día que llegaron nuestros sustitutos en el Servicio Médico Rural y cuando el coordinador Ángel Luis Torres Santrayl nos invitó a conocer la ciudad más antigua de Cuba.
- ¿En qué paró el herido que llevaste?.

- Chico, lo operamos ese día y se restablecía aceleradamente.

Lloraba y decía que lo iban a fusilar porque él era jefe de alzados y había hecho atrocidades. Lo atendimos como si fuera revolucionario. Pero el muy cobarde se ahorcó con una sábana cuando ya casi estaba de alta.

Volví a ver a "Tavito" dos o tres años después, al celebrarse en La Habana una recepción como culminación al X Congreso Médico Nacional en el año 1966. Lo recuerdo en el primer tramo de la escalera del Hotel Habana Libre, recogiendo las credenciales. Un breve saludo. Al año siguiente murió heroicamente en Bolivia como integrante de la guerrilla del "Che".

El lunar

Llegó acompañada de la madre y ambas vestían elegantemente. Llamaba la atención cierto aire burgués, inhabitual en los campesinos de la zona que acudían a la consulta. Era de mediana estatura, pelo negro y largo que caía sobre la espalda descubierta, conservaba todos sus dientes y a su boca afloraba una sonrisa.

La joven era muy atractiva y hablaba con displicencia.
- Buenas tardes..... quería molestarlo porque estamos de visita en Imías...... Somos de Santiago, de la capital...... Me dijeron que aquí había médicos y decidí aprovechar, primero para conocerlos y después para que me vieran una mancha que me descubrí en el cuello hace como tres meses.... aquí en el lado derecho...... es como un lunar, pero grande....... En Santiago fui a la consulta de dos médicos. Médicos particulares....¿sabe?. Cada uno me mandó una loción distinta pero sigue ahí. Pienso ir a La Habana, pues estamos arreglando los papeles para irnos. Lo siento doctor..... pero no soporto lo que está pasando. Si en La Habana no me lo quitan, me lo quitarán en Miami. Es difícil que usted pueda hacer algo, pero con probar nada se pierde.¿verdad mami?.

Me levanté de la silla con ganas de responderle, pero conté hasta diez, mientras miraba como la madre cerraba y abría el abanico. La muchacha cerraba y abría .... las piernas. Introdujo su mano izquierda por debajo de la mata de pelo, echándola hacia delante, mientras con el índice derecho apuntaba hacia la mancha.

- ¿Es un lunar, no es así doctor? Dijo la mamá del pimpollo.
- Carmen, tráeme un algodón con alcohol, por favor.

Froté primero suavemente, después con más energía.
- ¡Sí, es un lunar!. ¡Ahí lo tiene!. Y le entregué el algodón sucio a la vieja.

Se fueron rojas de vergüenza sin apenas saludar. Yo me mantenía muy serio, aunque por dentro reía como lo hacía la Auxiliar de Enfermera que virada de espaldas se tapaba la boca.

Leonides

El hospital tenía un huésped permanente. Lo bajaron de las lomas con una herida en la pierna y cuando había mejorado algo, la madre regresó a su lejano lugar de origen para atender el rosario de muchachos que dejó tras ella. Pasaron las semanas y nadie, salvo los médicos y enfermeras lo visitaban. Un mensaje a su casa tuvo como respuesta que no podía venir nadie. Se sucedieron los mensajes y el tiempo. El niño curó de la pierna y empezó a deambular por el Hospital. Aparentaba unos 8 ó 9 años y era una mezcla de indio-chino-mulato tan frecuente en aquellas zonas. Llamaban la atención las pecas y una triste mirada taciturna. Mientras venían a buscarlo, se le matriculó en la escuela; aparecieron algunas ropas y una maletica. Quería ser útil y limpiaba los zapatos del personal del Hospital. No se sabe como apareció un cajoncito de limpiabotas, betún, cepillo y tinta. Aquello que empezó como juego en el Hospital, comenzó a extenderse por los alrededores y ya tenía algunas monedas.

Llegamos en mayo de 1962 y era un "medio básico" del Hospital: niño abandonado por la madre, procedente de las lomas.

Se reanudaron las gestiones para localizar a la familia. Al fin recibimos una nota: se pueden quedar con él, sabemos que está bien.

Apenas hablaba conmigo y más bien me rehuía. Aquellas primeras dos semanas fueron de trabajo intenso y Leonides era algo secundario. Sólo algunos comentarios: le dan ataques epilépticos..... no aprende en la escuela....... limpia zapatos....... anda callejeando....... duerme en el Hospital y también come allí....... las enfermeras lo malcrían......

Ese día llegó el tumulto al Hospital. La maestra y varias decenas de alumnos, a los que se le sumaron los pacientes y familiares que esperaban la consulta. Pataleaba en el suelo y echaba espuma por la boca. Los ojos chinos cerrados fuertemente y tiraba dentelladas.

- ¡A Leonides le dio el ataque!. Estaba fajándose con un grupo de muchachos y sacó una cuchilla. Yo se la quité y ahí mismo se cayó para el suelo y empezó a temblar y a ponerse rígido......

Los médicos anteriores tenían antecedentes de los "ataques", pero cuando lo examinaban ya habían pasado. Su historia clínica los registraban, pero la epilepsia aparecía con un signo de interrogación.

Esta vez tuve la suerte de verlo en pleno desarrollo y tras un breve examen compruebo que estaba simulando. Me agaché y le dije bajito al oído:

- Se acabó la función; tranquilito que nos vamos para la cama. Levántate y vete con Panchi. Por la noche tengo que hablar contigo.

Me incorporé y volví a la consulta. Al poco rato ya estaba en su cama y dormía después de administrársele un sedante. Quedaban los comentarios: ¿qué le habrá hecho? . ¿no lo viste?. Le sopló la oreja y lo curó. Sí, ese es el niño que abandonaron en el hospital. Sí, padece de ataques epilépticos.......

Pero durmió toda la noche. Por la mañana ordené que no se levantara y que después del baño se iría a pasear conmigo. Por la tarde lo recogí en la sala. Así, con el pijama del Hospital nos fuimos por el fondo, donde había un terreno que comenzaban a arar. Su cabeza no llegaba a mi cintura. Los ojos estaban clavados en la tierra.

- Siéntate en esa piedra que vamos a hablar. Mírame a la cara. Aquí solitos y sin que nadie se entere: el "ataque" de ayer te dio
porque te quitaron la cuchilla y no podías defenderte. Sabes perfectamente lo que haces y te estabas "guillando". ¿Viste que no te mordías tu propia mano?. La de los demás sí. ¿Verdad que te acuerdas de todo?. Bien. De entrada se acabaron los ataques epilépticos. El próximo que te dé, va a ser el último y yo mismo te llevo para tu casa. ¿Te quieres ir?....... Ahora cuéntame.

Le costó trabajo empezar. Después me dijo que no se quería ir.

La historia concluyó con una beca en La Habana, a través de la inolvidable Celia Sánchez como ocurrió con miles de campesinos. Terminó la primaria y después se graduó como técnico medio en Inseminación Artificial. Fue dirigente del Partido. En fin, se hizo un hombre de bien y lo salvó la Revolución.

* Profesor Consultante. Jefe del Dpto. Docente de Salud en la Facultad de Ciencias Médicas "Dr.
Salvador Allende" del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana.

  1. Actual Secretario del Consejo de Estado de la República de Cuba. Fue director del Servicio Médico Social Rural.
  2. Especialista en Ortopedia del Hospital Infantil "Pedro Borrás" de Ciudad de La Habana.
  3. Actualmente jubilada. Doctora en Ciencias Médicas. Profesora Titular y Especialista de Segundo Grado en Pediatría.
  4. Fallecido. Connotado Maestro y Especialista, que ayudo al desarrollo de la Terapia Intensiva en el país.
  5. Fallecido. Especialista en Pediatría.
  6. "Camilla": Lo más impresionante para un médico rural en las zonas montañosas, era el arribo de una "camilla" o hamaca confeccionada con sacos de henequén, colgada de una larga pértiga. Después de alguna experiencia, llegamos a comprender que en la mayoría de los casos no conducían a los enfermos más graves. El largo recorrido necesitaba del esfuerzo de algunas decenas de hombres, que se turnaban entre sí e iban detrás de la " procesión". Cuando las carreteras y caminos vecinales todavía escaseaban en nuestras áreas rurales y no existía el transporte serrano, eran excepcionales los vehículos motorizados que llegaban a las montañas.
  7. Armando Armada Gesa. Entomólogo del Ministerio de Salud Pública. Trabajó muchos años en el Programa de Erradicación del Paludismo en Cuba.

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