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Cuadernos de Historia de la Salud Pública

Print version ISSN 0045-9178

Cuad Hist Salud Pública  no.97 Ciudad de la Habana Jan.-June 2005

 

Los hospitales

Hospital de San Felipe y Santiago (San Juan de Dios)

En el año de 1751 continuaba prestando buenos servicios este hospital con su modestísimo presupuesto. En sus pobres salas de San Nicolás, San Sebastián, Santo Cristo, etc. hacían los exámenes de grado los facultativos recién graduados ante los miembros del Protomedicato.

En Actas de 1756 se hace constar que "se asigna un sueldo de cincuenta pesos mensuales al médico del Hospital Real".

Exequias en el Convento, con su iglesia, que le era anexo, en el año 1759, por la muerte del buen rey Fernando VI.

Las salas del hospital no dieron abasto en 1761 para admitir enfermos con motivo de la epidemia de fiebre amarilla que se desarrolló en las numerosas fuerzas españolas que llegaron a La Habana para defenderla contra una amenaza inglesa. Con este motivo dispuso el Cabildo: "Que los enfermos que no caben en el hospital de San Juan de Dios se alojen en el edificio de la Factoría". Con motivo de la epidemia se efectuó una junta de las Altas Autoridades en el Castillo de La Fuerza para tratar del grave problema y a ella asistió D. Alejandro Fleitas, Prior del convento de San Juan de Dios. En dicha junta se acordó "que se diese más ventilación al hospital, que se utilicen sus bajos y la sala de cirugía y que se auxilie a la hospitalidad por el extraordinario numero de enfermos que contiene, que se quemen buingos, etc. y se tomen las casas de José de la Rosa y del Escribano para alojar enfermos".

A principios de 1762 se había descongestionado el hospital por haber diminuido mucho la epidemia. Durante el sitio por los ingleses sufrió el edificio y los enfermos que carecieron del agua de la Zanja y tuvieron que utilizar el líquido que se había acumulado en sus aljibes.

En Acta del Cabildo de fecha 17 de marzo de 1763 existe una petición del Prior del Convento en la que se dice que cuando la toma de la ciudad por los ingleses "estos expulsaron a los religiosos y a los enfermos del hospital y tomaron posesión del mismo; que el general inglés rompió un memorial que le dirigió el Prior sobre estos abusos". La hospitalidad acude al Tte. Gobernador Gonzalo Recio y al Cabildo dado su estado lastimoso en que se encuentra " pues los ingleses solo les dejaron la casa del cabildo de negros techado de paja y lo demás fue cercado con guardias que tenían órdenes rigurosas destinando un cirujano para el recogimiento de cuanto correspondía al hospital el que impulsado de su veracidad al reconvenirle de que no arrojase el alimento que se confeccionaba en las calderas que pedía se le entregasen en el acto me descargó golpes de palo lastimándome la cabeza, pero siguiendo con sagacidad he logrado que algunos religiosos continuaran en el culto divino y que no profanasen la Iglesia. Se prohibió el toque de campana y logré con súplicas de que no las bajasen. Los ingleses ocupan el convento y hasta las celdas de los religiosos y estos se amparan en casas de sus parientes. Gracias a mis esfuerzos he fomentado un nuevo hospital donde permanecen algunos soldados y marinos de nuestro católico Rey; estoy falto de recursos y el edificio en ruinas por las bombas que cayeron en el convento que hubo necesidad de trasladarlo al de San Francisco". Evacuada la ciudad por los británicos el Prior tomó parte en las demostraciones de regocijos que con tal fin se efectuaron.

En el siguiente año de 1764 la fiebre amarilla volvió a azotar a la tropa y marinería que llegó con el Conde de Ricla. La apertura del nuevo hospital de San Ambrosio en la calle de San Isidro, frente a la plazuela de ese nombre, alivió la situación del de San Juan de Dios.

En 1766 se trató varias veces en Cabildo "sobre la mala situación que confronta el hospital de San Juan de Dios y los buenos auxilios que prestó en el asedio de la Ciudad".

Nuevas epidemias ocurridas en el año 1770 (viruela y disentería) dieron trabajo a los religiosos; sin embargo, los virulentos fueron trasladados al recinto de la Factoría, en extramuros, con alivio de la hospitalidad.

En los años sucesivos el gobierno del Marqués de la Torre, que tanto bien hizo en La Habana, alivió un tanto la situación de San Juan de Dios.

En actas del año 1776 se relacionan las diversas entradas con que cuenta la hospitalidad y la de su mismo nombre en Puerto Príncipe, Cuba. En acta del 26 de abril se consigna "que se corte el abuso de admitir en San Juan de Dios a negros esclavos a costa de sus dueños".

En 1799 y ante el I. A. se hizo la relación de los buenos servicios prestados por fray Alejo de Fleites Prior de la hospitalidad de San Juan de Dios. En este mismo año se dispuso al nuevo Prior "que haga el desagüe de la pila".

Nueva epidemia de fiebre amarilla en 1780.

En 1787, siendo administrador D. Tomás Cervantes, se mejoró la hospitalidad con dos salas nuevas construidas en la calle de La Habana.

Intervino el Prior en los festejos celebrados en 1784 con motivo de la Jura del Rey Carlos IV. Por esa fecha ocurrieron algunas epidemias de catarros con aumento de enfermos en hospitales y casas particulares.

En 1791 figuraba como médico y cirujano mayor fray Agustín Hernández. Los enfermos ingresados padecían generalmente enfermedades crónicas del pulmón y corazón, fiebres, viruela, disenterías, etc. --- En 1797 el promedio de enfermos en el mes fue de 214: entraron en el año 1897, curaron 1 518 y fallecieron 230.--- en los últimos años del siglo fueron frecuentes los brotes de fiebre amarilla y viruela.

Hospital de Convalecientes de Belén

En Actas del Cabildo de 1757 se discutió sobre el ensanche de esta hospitalidad. Existe un certificado del Dr. José Melchiades Aparicio haciendo constar "que desde hace treinta años existe esta hospitalidad que asiste a religiosos y a otros enfermos convalecientes en un departamento pequeño sin capacidad para alojar marinos cuando llegan las escuadras". Pide, se amplíe el edificio "en beneficio de la salud de los enfermos". En acta del 15 de diciembre existe otra certificación de Don Ambrosio Pujol cirujano de la hospitalidad señalando también que "debe ampliarse para mayor espacio y ventilación".

En la Iglesia de la Convalecencia se hicieron exequias en febrero de 1759, por la muerte de la reina María Bárbara de Portugal. El 23 de noviembre fray Pedro de San Matías, Pdte. de la hospitalidad "hizo pedimento al Cabildo sobre servicios de presta a los pobres así del paisanaje como de la tropa". Exequias por la muerte del rey Fernando VI.

En la epidemia de fiebre amarilla de 1761 se atendieron muchos convalecientes de "vómito negro".

No hemos encontrado noticias sobre los sufrimientos de la hospitalidad cuando la toma de La Habana, 1762.

En 1775 solicitaron los padres de esta hospitalidad de Belén autorización para comprar las casas situadas al sur de la misma y para construir un arco sobre la calle "de una altura de cinco varas para que deje paso franco a los carruajes de la ciudad" (aún existe sobre calle Acosta).

En 1791 figuraba como cirujano de la casa Felipe Herrero. Continuaba prestando servicios seis años después siendo su controlador Don Rafael Jiménez. - En la misma situación hasta la terminación del siglo.

Hospital de la Armada (Marinos)

En el verano de 1761 estalló una gran epidemia de fiebre amarilla y no bastando los hospitales de San Juan de Dios y de Belén para atender a los enfermos, se estableció un nuevo Hospital Provisional para militares de mar y tierra en una casa situada al lado de la Factoría del tabaco, y no bastando esta, se alojaron enfermos en varias casas que se alquilaron con ese fin. Este Hospital de la Factoría, situado al sur de la ciudad y cerca del Astillero se denominó de San Carlos de la Caridad y prestó gran servicio en la epidemia del 1761 que causó la muerte de tres mil soldados españoles y la de muchos jefes del propio ejército como la del Dr. Juan Manresa, médico y cirujano mayor de la escuadra.

Asistían este hospital de San Carlos el médico principal Dr. Juan José Álvarez y Franco (segundo protomédico y catedrático); el médico segundo D. Matías Cantos; el primer cirujano de la armada, D. Francisco Gona; el boticario Juan Vega; un segundo ayudante de botica y tres cabos de sala. Este hospital se sostuvo hasta la invasión inglesa de 1762 en que se cerró y sus enfermos pasaron a Belén y al Convento de Santa Clara cuyas monjas huyeron cuando el asedio y desampararon a los enfermos.

En 1763 con la llegada de la Armada del Conde de Ricla y de S. José de Aguirre, se recrudeció de una manera notable la fiebre amarilla y otras afecciones y fue necesario utilizar de nuevo el Hospicio de San Isidro y varias casas de alquiler para alojar a tanto enfermo. Terminada la epidemia continuaron los pacientes de la Armada en San Isidro. En 1766, al crearse la Comandancia General de Marina, se pensó unificar el hospital de marinos con el de la tropa de línea, situado en su proximidad, en la casa de San Ambrosio, lo que no se efectuó.

En 1780 se construyó un Hospital para Marinos en el recinto del Arsenal con tres salas tituladas de San Vicente, San Rafael y Galibe con cabida para 70 enfermos. Tres años después los enfermos de San Isidro pasaron al Hospital del Arsenal, con excepción de los "ecticos" que no se trasladaron, y por tanto quedaron en el anticuado hospital de San Isidro que tenía capacidad para 270 enfermos.

En 1785 pasaron de nuevo los enfermos del Arsenal a la casa de San Isidro, para realizar obras en el edificio del Hospital del Arsenal, a donde fueron devueltos poco después, siendo atendidos en 1791 por el Lcdo. Antonio Romero, su ayudante D. Pedro Candara y el primer cirujano de la armada Don Pedro Puig.

En 1794, cuando la gran epidemia de fiebre amarilla ocurrida en La Habana con la llegada de miles de marinos de la escuadra de Aristizabal, prestaron ambos hospitales (Arsenal y San Isidro) muy buenos servicios. La epidemia fue tan mortífera que murieron muchos jefes y oficiales, entre ellos D. José Vara de Ulloa, jefe de escuadra. Terminada la epidemia, los Franciscanos ocuparon los altos del Hospital de San Isidro y continuaron sus reclamaciones de derecho sobre el edificio. Después de muchos trámites triunfó la congregación de San Francisco, y el 2 de junio del año 1799 quedó desalojada la casa de enfermos, que pasaron al Hospital del Arsenal, y cuando no cabían en éste se enviaban a San Ambrosio (Trayectoria hospitalaria de la Armada Española, Salvador Clavijo; y Pezuela).

Hospital de San Ambrosio

En 1688 el excelente obispo Compostela construyó dos casas en una huerta de recreo de su propiedad situada al suroeste de la ciudad. En la ubicada más al norte estableció el Colegio de San Francisco de Sales (1688) y el Seminario de San Ambrosio (1689) para doce niños que siguieron la carrera eclesiástica con profesores pagados de su propio peculio. En la situada más al sur fundó el Hospicio de San Isidro en el que fundó el Monasterio de los Carmelitas con su huerta y Ermita.

Poco antes de la guerra con los ingleses en 1762, la casa del norte que había pertenecido al obispo Jerónimo Valdés, a los padres de la Compañía de Jesús y a la Catedral, se dedicó a Cuartel alojando tropas de dragones, que fueron evacuadas de la casa cuando el sitio. Terminada la guerra el edificio se mejoró y amplió y en el se estableció un hospital para los soldados que se asistían en el Hospital de San Felipe y Santiago, titulándose de San Ambrosio, en recuerdo del nombre del Seminario que lo había ocupado. En 1764 dependían de la casa principal del Hospital de San Ambrosio, diez casitas particulares, situadas en lugares próximos (pertenecían 2 a los padres belemitas, 1 a Nicolás Trebejo, 2 a José Parreño, 3 a José Jiménez, 1 a Apolonia Oliva y 1 a Juana Josefa Miranda), por todas se pagaba un alquiler de 131 pesos mensuales; de ellas cuatro eran de guano y deterioradas.

Los nuevos brotes de fiebre amarilla de final de siglo determinaron la ampliación del edificio mayor con dos casitas contiguas que fueron compradas por el intendente Valiente, gran propulsor de los intereses sanitarios del ejército. Constaba de una fachada de 20 varas de frente, con dos cuerpos altos, descansando en seis arcadas de piedra con techo de azotea. A un lado de la puerta principal se situaba el cuerpo de guardia y el calabozo, llamado de San Cosme, capacitado para 80 camas.

Fig. 4. "Tarifa General de Precios de Medicina". Imp. Carlos Habré. La Habana. 1723. Documento representativo del Real Tribunal del Protomedicato de La Habana.

Más adentro, por la derecha y en la planta baja, estaba una galería corrida que servía como sala para enfermos; y al lado opuesto, locales para los médicos y dependientes fijos del hospital. Al fondo del patio central, estaban las escaleras para las salas altas, y tras ellas se extendía un jardín, que llegó a convertirse en segundo cuarto; en el, estaban instalados los locales para baños, anfiteatro anatómico, botica y otras oficinas. La planta alta quedaba destinada para sala de enfermos (Clavijo).

El hospital, al que se incorporó más tarde el de Jesús del Monte y el de la Marina de San Isidro, adquirió gran importancia. En 1790 tenía un presupuesto bastante bueno estaba ocupado por un promedio de 200 enfermos por cama por mes. Su personal facultativo lo constituían ese año: Médico 1º Dr. José Caro; 2º Dr. Nicolás del Valle; 3º Dr. Lorenzo Hernández; practicante mayor D. Francisco Javier Cárdenas; cirujano 1º (el mismo) y 2º D. Joaquín Jiménez. En 1797 figuraba como contralor D. Bartolomé Párraga: promedio de enfermos en cama al mes 262; entraron en este año 1797, 3 500, murieron 86 y curaron 3 458 forzados y esclavos de S. M. en cama 85, entrados 598, muertos 30, curados 563 (éstos forzados estaban en el Real del Pilar).

Hospital Real del Arsenal

Fundado después de mediado de siglo para atender a paisanos y presidiarios. En 1791 lo dirigía el médico Dr. Julián de Ayala y le auxiliaba el cirujano D. Miguel Suárez. Más tarde se unió a San Ambrosio.

Hospital de San Isidro

Situado próximo al Arsenal atendía a marinos enfermos. Su nómina de 1791 era la siguiente: Lcdo. Antonio Romero, médico; D. Antonio Candaro, ayudante, y D. Pedro Puig, primer cirujano de la armada. Se clausuró en 1806 y sus enfermos se trasladaron a San Ambrosio.

Hospital de San Carlos

Para marinos como los del Arsenal y Belén. Según la Guía de Forastero los tres estaban controlados por D. Rafael Jiménez. Tenían en cama en 1797, 340 enfermos, entrados 321, muertos 196 y curados en el año 2 814. Más tarde pasaron sus enfermos a San Ambrosio.

Hospicio de San Isidro

Su primitivo terreno fue comprado por el Síndico del Monasterio de Santa Teresa por la cantidad de quinientos pesos en el año 1708. Allí vivió varios años el obispo Jerónimo Valdés quien lo cedió a los Franciscanos. Al principio no fue ocupado por estos y más tarde sí, después de un largo pleito (1730-1745). Durante la invasión inglesa las autoridades españolas se refugiaron en este hospicio. En 1763 los franciscanos cedieron parte del terreno al Conde de Ricla para hospital de tropa y otra parte para viviendas de los negros esclavos del Rey (1765) que los contratistas se obligaban a vender a S. M. por su costo, mil quinientos negros, entregándolos en La Habana.

Hospital de San Francisco de Paula

Este hospital para mujeres, como los otros de la ciudad, celebraba también los grandes acontecimientos nacionales como la Jura de los Reyes, nacimientos de Príncipes, etc. Guardaba luto y decía misas en las desgracias e infortunios cubanos y españoles. Misas y rogativas en casos de intensa y prolongadas sequías, epidemias y brotes de enfermedades infectocontagiosas, etc. Sufrió con los rigores del sitio inglés en el año 1762 y se celebró con regocijo la devolución de la plaza a España el siguiente año.

En 1772 se agregaron al edificio tres salas nuevas. En 1791 lo regía el médico D. Antonio Alonso (o Romero) auxiliado por el cirujano Lcdo. Nicolás Rodríguez. En 1797, promedio de enfermos en cama en el mes 73, entraron en el año 346, murieron 128, curaron, 292, se volvió a restaurar este año con dos salas altas y dos bajas. Cesó de visitar el Dr. José Ortiz. Las Actas del Cabildo tienen muy pocas noticias relativas a esta hospitalidad.

Hospital de San Lázaro

En 1751 se concluyó casi del todo este hospital con el legado de D. Diego Marrero. En acta del Cabildo del 7 de mayo de 1753 existe una Real Cédula relativa al establecimiento del hospital, de fecha 7 de marzo de 1752, expedida en El Retiro, España, que señala:"Que se trace y evalúe el valor de la fábrica, que el Cabildo ofreció cuatro mil pesos para gastos por medio de arbitrios; que se forme una hermandad con religiosos de la ciudad para que lo administre; que las viviendas están muy deterioradas y sin rentas; que no se fabrique en su proximidad, etc." El 14 de noviembre de 1755 dispuso el Ilustre Ayuntamiento: "Que se ciegue la cueva de Jaganana inmediata a la hospitalidad de San Lázaro para evitar que sirva para excesos ofensivos a Dios". En acta de 1º de octubre de 1762, existe una petición del coronel D. Tomás Aguirre, mampostero y administrador, para hacer nuevas casas para los lazarinos "pues estos se dispersaron cuando el sitio de la ciudad, fueron quemadas más de cuarenta y una casas y ocupada la Ermita por las tropas inglesas que aún la retienen". Se acordó oficiar a personas que deben al hospital para que paguen.

En 1791 atendían la hospitalidad el primer protomédico D. Julián de Oquendo y el cirujano Lucas Pérez. Recibía con relativa frecuencia la visita de los Hermanos del Rosario. En 1797 entraron 22 enfermos, murieron 23 y quedaron 92. Sus salas se nombraban de San Rafael y de San Francisco de Borja, ésta para "éticos". Vivía lánguidamente y se sostenía con pequeñas entradas y con limosnas. En las Actas del Cabildo encontramos pocas noticias sobre este hospital.

Otras instituciones

En 1778 se establecieron las primeras Casas para Baños Públicos. El Capitán General Tineo empezó a construir la Casa de Mujeres Recogidas, la obra se abandonó pero se continuó por el Marqués de la Torre y la inauguró el obispo Echevarria en 20 de agosto del 1772; en 1791 se encontraba en mal estado el edificio. --- En 1792 se empezó a edificar la Casa de Maternidad, en San Lázaro, frente a la Caleta donde aún se encuentra. --- En 1797, en la Casa de los Expósitos, se alojaban 189 niños, su capellán D. Esteban de Payba; entraron en el año 205 niños y fallecieron 16. Muy pocas noticias en las Actas del Cabildo sobre esto.

Operaciones quirúrgicas

Se efectuaban pocas: las de urgencia en las extremidades, aplicaciones de fórceps y algunas maniobras en los partos, la cesárea post mortem, evacuación de la ascitis de la vejiga, etc. Parece que el italiano Rivas hacía la de la catarata. Juan Díaz hizo más bien una necropsia para extraer varios fetos en mayo de 1793.

Bibliografía médica

En 1794 se publicó un Tratado de Enfermedades Febriles y Materia Médica por P. D. S. M. - En 1795, en Papel Periódico, artículo del Dr. Espaldea sobre "Inoculación de la Viruela". -Francisco Pensisola. "Memoria sobre Cementerios en Extramuros". -1796, Miguel Espinosa, "Aguas Minerales en San Diego del Valle" y Juan Francisco Pachón, "Memoria sobre el Vómito Negro". -1797, Dr. Francisco Xavier de Córdova, "Memoria con su Discurso al inaugurar el Curso de Anatomía y de Cirugía Practica en el hospital de San Ambrosio". -Tomás Romay, "Memoria sobre la fiebre amarilla", Sociedad Patriótica. -1799, Tomás Romay, extenso artículo sobre "Fiebre Amarilla" en Papel Periódico del 14 de julio.

Epidemias

Las más notables en esta segunda mitad del siglo XVIII fueron las siguientes: Año de 1761, de fiebre amarilla, de mayo a octubre, Habana, murieron 3 000 soldados españoles. -1762, fiebre amarilla, más en las tropas inglesas. -1764, fiebre amarilla en las fuerzas llegadas con Ricla. -1765, epidemias de calentura terciana en Santiago de Cuba. -1770, viruela y disentería, la primera se perpetuó en La Habana según Actas del Cabildo. -1776, viruela en Santiago de Cuba. -1780, fiebre amarilla. -1782 y 89, dengue, el bolero o influenza. -1793, con los marinos de Aristizabal se recrudeció la fiebre amarilla que también hacia daño en los pueblos del interior especialmente en Santa Clara donde ocasionó 600 víctimas. -1800, mucha viruela en San Juan de los Remedios.

Tratamientos médicos usuales

En 1791, contra las pulmonías y fluxiones catarrales se usaban diaforéticos, béquicos emolientes, purgantes suaves, sangrías y vejigatorios en casos graves. En la disentería; antiflogísticos, vomitivos, purgantes ligeros y débiles astringentes. En el sarampión intenso: agua de borrajas y sangría. En ictericia del verano, aperitivos, ruibarbo y gomas feculentas. En 1794 se empezó a usar para purificar el aire en los hospitales grandes vasijas de barro que se colocaban sobre anafes para quemar sal común regándola con aceite de vitriolo, los vapores se pasaban de sala a sala. Se recomendaba en el "vómito prieto" suero de leche y espíritu de nitro unidos al jarabe de borraja en bebida. En fiebres biliosas y pútridas: antiflogísticos y quina. Algunos usaban el método jamaicano contra la fiebre amarilla: se aislaban a los atacados usando los asistentes pañuelos mojados en vinagre alcanforado, sangría en el período congestivo, paños empapados en vinagre dando a beber mucha agua azucarada con vinagre.

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