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Cuadernos de Historia de la Salud Pública

Print version ISSN 0045-9178

Cuad Hist Salud Pública  no.98 Ciudad de la Habana July-Dec. 2005

 

Artículo final y complementario de este libro

Con el título de “Los progresos de la medicina cubana en los Cincuenta años de República” (1902-1952) publicamos en el libro Facetas de la vida de Cuba Republicana del doctor Emilio Roig de Leuchsenring (1954), eminente Historiador de la Ciudad de La Habana, el artículo que insertamos a continuación para que sirva de Complemento a esta Historia de Cuba en lo relativo a los sucesos médicos ocurridos antes del descubrimiento de Cuba y los referentes al actual siglo XX no señalados en mi obra antes citada.

A modo de Introducción

Todo pueblo, desde la más remota antigüedad, ha tenido su medicina como una necesidad. El origen de la medicina es muy oscuro, y apareció desde que el hombre se presentó en la Tierra. Al sufrir una herida, al padecer un dolor, tuvo necesidad de buscar el remedio, y echó mano a ciertos medios mecánicos, a vegetales y a otras sustancias, y desde ese momento empezó la medicina. Todavía el arte de curar se encuentra en estado primitivo en algunos países carentes de civilización.

Los primitivos conocimientos médicos proceden de los egipcios, y de ellos aprendieron los griegos. Los primeros sabían embalsamar a los muertos, y los enfermos se exponían en público para que los transeúntes dieran sus remedios. Los hebreos honraban a sus médicos y recomendaban a los enfermos limpieza, lavados y abluciones. Los indios conocían especialmente lo relacionado con los niños, los órganos sexuales, picadas venenosas y parásitos. Los chinos daban gran importancia al estudio del pulso y conocían muchas enfermedades.

Pero donde más adelantó la medicina antigua fue entre los griegos, que la aprendieron de los egipcios. Entre ellos figuraron: Quirón, Esculapio, Hipócrates y Galeno. Hipócrates nació en Cos, escribió diarios de clínica y obras de filosofía médica, estudió las fracturas, la facies hipocrática, y fue un gran médico de muy pura conciencia. Galeno era de Asia Menor y contrario a Hipócrates; su pluma era punzante y sus frases lapidarias; tenía grandes conocimientos de anatomía, vivió en Roma, donde tuvo extensa clientela y acreditada farmacia, mejoró la obra de Hipócrates y gozó reputación por siglos.

También figuró Celso, que ejerció en Roma. Entre otros grandes médicos griegos no debemos olvidar a Empédocles, Aristóteles, Diócles, Praxágoras, Heráclito (maestro de Hipócrates), Leucipo, Demócrito de Abdera, Filistón, Diócles de Carystos, Praxágoras de Cos, Herófilo, Erasistrato, etc.

Los romanos produjeron menos médicos que los griegos, a los que debían sus conocimientos. Sabían practicar la operación de la catarata y de la talla. El griego Celso, que ya citamos, fue el más destacado: hacía muchas operaciones y escribió varios libros.

Las teorías de Galeno dominaron hasta el año 600 en que empezó a destacarse la escuela árabe. Su sede más importante se encontraba en Córdoba, España, y allí se mejoró, amplió y deformó la obra de Galeno. Figuraron entre los árabes: Razes, Avicena; Albucasis, que ligó las arterias como Celso, operaba fimosis y hacía la talla uretral. Estos fueron los maestros de la medicina hasta el siglo XVII.

Por esa misma época figuraban las escuelas de Salerno y Montpellier. En la primera, fundada por los benedictinos, se hicieron célebres Trótula (primera mujer médico), Constantino El Africano, Pablo de Egina y Chauliac. En la escuela de Montpellier, que alcanzó también mucho renombre, se distinguieron algunos médicos judíos españoles.

Al iniciarse el Renacimiento se abre una nueva era. Paracelso revoluciona la medicina. Empiezan a figurar Benedetti, Carpi, Paré (el más famoso), Franco y Calot. Como anatómicos: Vesalio, Falopio, Eustaquio, Aquapendente, Varolio y otros. Fracastoro previó los microbios. Por entonces transcurrió la Edad de Oro de la medicina española, en la que sobresalieron como cirujanos Fragoso y Daza Chacón.

La medicina era en el siglo XVII una religión, y tenía sus herejes, cismáticos, sus infieles, a los que hubiera mandado a la hoguera si hubiese dispuesto del brazo secular. Se consideraban como textos sagrados las obras de Hipócrates y Galeno. Los médicos estaban divididos en varias clases, tales como químicos, hipocráticos, iatromecánicos, iatrofísicos, iatrodinámicos, etc., la anarquía no podía ser mayor. No obstante todo lo señalado, existía un progreso lento pero constante. El inglés Harvey descubrió la gran circulación de la sangre.

Se destacaron en este siglo, como cirujanos, Hilden y Sculteled: como parteros, Mauriceau, Pean y Portal; como anatómicos Stenon, Vieussen, Malpigio y Morgagni, que ya contaron con el microscopio. Fue la época de los fermentos.

En el siglo XVIII la situación siguió siendo casi la misma. Al médico sangrador sucedió el hechicero charlatán o académico filosófico. Continuaba la lucha de escuelas. Hoffmann explicaba los fenómenos de la vida por principios mecánicos. Stahl fundó la teoría del animismo o sustancia que se desprendía de los cuerpos y ardía. La escuela de Montpellier estableció la teoría vitalista y consideró a cada tejido y órgano como dotado de una vida particular cuyo conjunto formaba la vida general. Figuraron como anatómicos: Winslow, Santorini, Pachioni, Peyer, Stenon, etc. Como fisiólogos: Haller, Spalanzani, Boerhaave, Stahl, Cullen, Brown y otros. Hannemann fundó la homeopatía. La escuela inglesa fue la más destacada en cirugía con Hunter, Monro y Pott. En Francia, Petit, Chopart, Baudelocque (partos); y en Alemania, Heister. En España Canivel fundó el colegio de medicina de Cádiz, que ejerció fuerte influencia sobre Cuba; y en Madrid y Barcelona se inició la enseñanza de la clínica (casi antes que en Francia) que luego establecieron Romay y Gutiérrez con moldes franceses (Laennec, Bretonneau, etc.), en Cuba.

El siglo XIX elevó su edificio con materiales tomados a dos métodos: la observación y la experimentación, los únicos que la ciencia reconoce. La medicina moderna no impone dogmas, señala los hechos sometiéndolos a la crítica general, que a nadie le es permitido ignorar. La primera mitad de este siglo fue fecunda. En ella se fundó la anatomía patológica, se inició la clínica, se restauró la terapéutica, se creó la fisiología experimental (Magendie), la patología experimental (Bichat), la medicina mental (Pinel, Esquirol) y la toxicología con Orfila.

Cuatro hechos básicos dominan la historia de la medicina en la segunda mitad del siglo XIX: el reinado de la célula; la completa separación entre la medicina y la filosofía y la fundación de aquella en las ciencias naturales; la microbiología o era pasteuriana; y el traslado del cetro de la medicina científica e investigadora de Francia a Alemania. No podemos detenernos en detalles sobre estos grandes acontecimientos y no debemos tampoco dejar de señalar que la enseñanza clínica francesa, a la cabecera del enfermo, jamás llegó a ser igualada y los nombres de Bretonneau, Trousseau, Peter, Potain, Jaccoud, Charcot, Dielafoy y otros, dominaron como un siglo la enseñanza clínica en las naciones meridionales de Europa y en los países iberoamericanos.

¿Qué decir de los adelantos de esta primera mitad del siglo XX? Son tantos y tan maravillosos que escapan a nuestra imaginación. Cierro los ojos, pienso en la medicina de principios de siglo, la comparo con la actual, y quedo asombrado, estupefacto, ante tanto cambio y tanto progreso, que para bien de la humanidad sea.

La clínica que aprendimos en las salas del Hospital “Nuestra Señora de las Mercedes” con los profesores Lavin, Saladrigas, Guiteras y otros, tenía métodos de investigación elementales y los exámenes de laboratorios eran ligeros. Se iniciaba la radiología, avanzaba la bacteriología, nacía la química biológica, empezaba la patología experimental y la terapéutica era química y vegetal. El desarrollo de esas ramas ha sido tan grande que no cabe su dominio en un solo cerebro humano.

En nuestros años de estudiantes se aisló la primera hormona, la epinefrina; se empezó a usar la enteroclisis salina en peritonitis; se introdujo el veronal; se conocieron los primeros casos de toxoplasmosis en Brasil, se hicieron las primeras curaciones de cáncer cutáneo y se introdujo el niton o emanaciones de radio en terapéutica (1904). En 1905 y 1906 se descubrió el treponema de la sífilis, la novocaína, se enunció por Einstein la teoría de la relatividad, teoría de la alergia, primeros trabajos sobre vitaminas y se señaló por primera vez la acción de la hipófisis sobre la contracción uterina.

En nuestra estancia en Estados Unidos (1907) dio a conocer Von Pirquet su prueba cutánea para el diagnóstico de la tuberculosis. Erlich descubrió el 606 contra la sífilis que empezó a usarse después. Bell empezó a usar la pituitrina en partos; se descubrió el nudo sinoauricular y Turck señaló la angina agranulocitica.

De 1908 a 1910, se hizo una buena descripción de la trombo-angeitis-obliterante; Calmette, vacunación atenuada contra la tuberculosis; altas dosis de suero en difteria; Mendel-Manteau, reacción tuberculosa intracutánea, se señaló que el electrón es más pequeño que el átomo; se señaló la sulfanilamida y una Comisión francesa confirmó los resultados que obtuvo la de La Habana en 1900 en relación con la fiebre amarilla. En 1909 se aplicó por primera vez al hombre el neosalvarsán; Nicolle demostró que el piojo del cuerpo trasmite el tifus; se iniciaron grandes trabajos en relación con la poliomielitis; primeros empleos de la quimioterapia en espirilos; aparece la arsacetina y se hizo el primer trabajo con sulfanilamida que tenía acción sobre el estreptococo. En 1910 se empezó a usar en la práctica el 606; Flexner logra reproducir la poliomielitis; se empezó a usar la histamina; los alemanes empiezan a estudiar el infarto cardíaco y Cushing describe los tumores de la hipófisis. La medicina se va haciendo más científica.

En nuestra estancia en París (1911) se hicieron por Carrol estudios sobre rejuvenecimiento de los tejidos; prueba de Meinicke; estudia Funck la vitamina; Noguchi hizo el primer cultivo in vitro de la espiroqueta pálida; grandes trabajos de Widal sobre nefritis y se empezaron a usar vacunas en septicemias estafilocóccicas.

En los años que precedieron a la guerra de 1914: primeros trabajos sobre metabolismo basal; Funck, aisló el principio antiberibérico y un inglés indicó la teoría de los isótopos. Se conoció el tubo de Coolidge; se conoció la vitamina A; primeros trabajos para provocar la pubertad prematura; emetina contra ameba y hemoptisis; primeros trabajos sobre suero glucosado y se descubrió el origen espiroquético de la ictericia infecciosa. En agosto estalló la primera gran guerra.

Durante el curso de la guerra de 1914 a 1918, se descubrió la vitamina B; se señaló el enanismo pituitario; se conoció la fiebre de trincheras; se descubrió el agente del Sodoku; se descubrió la fiebre de Volhywa; pasó a la práctica el metabolismo basal; ocurrió el primer brote de encefalitis letárgica en Viena; Herelle estudió el bacteriófago; se extrajo la Vitamina del aceite de hígado de bacalao; estudios japoneses sobre parásitos; Noguchi aisló la leptospira icteroides. Durante la guerra los alemanes sufrieron seis millones de bajas y otro tanto los aliados; murieron en ambos campos como 4 000 médicos; se inició una pandemia grave de influenza y quedaron como conquistas definitivas: la transfusión sanguínea, la oxigenoterapia y la seroterapia antitóxica anaerobia.

En el período de ambas guerras se inició el tratamiento bismutado de la sífilis; despertó cada día más el estudio de las vitaminas; se hicieron muchos trabajos sobre la influenza; se empezó a usar la vacuna BCG; adelantó la radiografía pulmonar; se introdujo la insulina contra la diabetes; Se progresó en el estudio del raquitismo; la ciencia médica de Estados Unidos al punto de ponerse al frente de la mundial; se sintetizó el amital; toxoide antidiftérico con formalina; adelantos en protoinoterapia; progresos en aparatos para el diagnostico de las cardiopatías; electroencefalograma; plasma en transfusión; en aumento el cáncer pulmonar; aortografía abdominal; en el primer cuarto de siglo las adquisiciones más sólidas fueron la seroterapia y la vacunación; bismuto como diurético; la especialización va acabando con el humano médico de familia, angiografía intracraneana, salmonellosis; gana terrena la terapéutica por los shocks; en infancia la diatermia en ginecología; se aísla el thelin; muchos estudios sobre plasma, colesterol, etc.; nuevas vitaminas; primeros trabajos sobre radar y ciclotón; angiografía intracardíaca; casos de fiebre amarilla con ausencia de vectores clásicos; se identifica el Penicillun nonatum y se encuentra el Antinomices griseus en el suelo; atebrina; estudios sobre hormonas, gérmenes, virus, vitaminas, poliomielitis; se describe el   virus de la influenza y se trasmite esta al hurón; discusiones en relación con el bacteriófago y sobre la función del glomérulo renal; se aíslan varios virus; Anel, en 1935, señaló los buenos efectos del prontosil en fiebre puerperal; se aísla la hormona cortical; Domagh y Kendall (marzo de 1935) señalan la acción de la sulfonamida en infecciones; empiezan los trabajos sobre isótopos radio activos; en junio de 1936 nuevos trabajo sobre el prontosil al iniciarse la guerra civil española; la medicina se mecaniza cada vez más con menos atención a la clínica; nuevos electrones con el bombardeo del uranio. Gran Revolución en la Medicina el médico confundido con el enorme desarrollo de la industria de medicamentos. En septiembre de 1939 2ª Gran Guerra, entre ambas se adquirió: extensa opoterapia, insulina, extracto hepático, estrógenos, etc.

La terrible guerra de 1939 a 1945 permitió el desarrollo de nuevas técnicas operatorias, el amplio empleo del plasma, de sulfas, penicilina, ideó el enfriamiento contra el shock y gran mejoría en los aparatos ortopédicos. En todo el siglo dominó la Cirugía por pisar el cirujano un suelo más firme que el médico, ya que este trabaja en el misterio y sobre órganos cuyos resortes le son desconocidos. Los grandes avances de la anestesia (éter, evipan sódico, ciclopropano, avertina, curare, etc.) así como los mayores cuidados pre y posoperatorios han hecho preponderante a la cirugía que extirpa órganos internos, trasplanta corneas y otros órganos, extrae pulmones, lóbulos y hemisferios cerebrales y penetra hasta los lugares mas recónditos del organismo. Destruida en gran parte Alemania, el Cetro de la Medicina ha pasado a Estados Unidos cuya influencia se hace cada día más preponderante en el mundo y especialmente en Cuba donde la sutil e ingeniosa ciencia francesa ha sido sustituida, casi por completo por la norteamericana.

En la actualidad el médico explora hasta los sitios más recónditos del organismo humano. La endoscopia penetra todas las cavidades. Los vasos son opacificados. Se sondea el corazón lo mismo que el hígado, bazo, médula ósea y hasta el cerebro. Pero estos métodos exigen técnicas apropiadas, y de ahí la necesidad imperiosa del especialista. Como consecuencia, el clínico también tiene que tener conocimientos especiales para la interpretación del resultado de esos exámenes, ya que es el llamado a dar conclusiones definitivas, pues en el ser viviente todos los órganos son solidarios unos de otros, y en tal concepto la labor del internista se hace cada día más dificultosa.

¡Cuantos aparatos maravillosos!. El microscopio electrónico inglés que permite contar las células de la materia viva a razón de un millón por segundo y que está formado por una combinación del microscopio con el televisor. El aparato fotoesfigmográfico de Lemaire para estudiar el pulso arterio-capilar. Un aparato que recoge la sangre a la cabecera del enfermo y separa inmediatamente el plasma de los glóbulos rojos y el ultrasonógrafo para el diagnóstico de los tumores cerebrales.

¿Qué decir de las nuevas drogas: penicilina, estreptomicina, aureomicina, marsalide, rinifen, cortisona, magnamicina, cloromicetina, etc.?. Drogas tan potentes algunas, que destruyen los gérmenes sensibles a ellas, o los paralizan, para que las fuerzas de la naturaleza los aniquilen con menos esfuerzos. Contra el cáncer se están empleando ciertos virus que destruyen las células. Se utiliza el tretilene de melamine contra esa misma afección por médicos japoneses. Se usa el extracto de proteínas del cristalino del ojo de ciertos peces en forma de inyección para destruir la catarata sin operación. Cox, acaba de preparar una vacuna contra la poliomielitis con buenos resultados. Se emplea el plasma congelado electrónico en la hepatitis infecciosa.

Todos estos hechos han causado actualmente entre los médicos un estado de ansiedad y nerviosismo que no existía antes. Las drogas antiguas no eran en general peligrosas. Las actuales son muy potentes y sus efectos no se pueden predecir en muchos casos y en algunos enfermos ocasionan la muerte. Por el contrario, en algunos producen curas maravillosas. Es necesario, pues, emplear dichas drogas con mucho cuidado y jamás por el vulgar ignorante. No se deben usar drogas enérgicas en casos sencillos, pero no se debe perder la oportunidad de emplearlas en casos de necesidad.

Pero lo más curioso y serio del problema es que a cada avance del conocimiento humano, la naturaleza presenta nuevas dificultades y novedosos problemas o misterios. Tan pronto la poderosa droga antibiótica destruye los gérmenes sensibles a ella, la naturaleza responde reemplazando lo paralizado o eliminado, con una nueva flora resistente; y esta pululación es favorecida por el hecho de que todos los microbios sensibles fueron eliminados por el fuerte antibiótico prescrito. Más, el genio humano, con conocimiento de esta reacción, observa, estudia y experimenta, combinando los antibióticos, o descubriendo nuevos principios que hagan más efectiva su acción sobre la cepa microbiana resistente. La respuesta de la naturaleza no se deja esperar, y se esta observando que esta poderosas drogas están creando una nueva patología. ¿Cuáles serán las futuras contingencias de todo esto? Hasta la fecha lo ignoramos.

Pero lo que más llama la atención es que los viejos gérmenes causantes de milenarias enfermedades (cólera, viruela, etc.) van desapareciendo para ser sustituidos por otros nuevos. De esta manera aparecen desconocidos procesos morbosos, especialmente los de tipo a virus, con la más variable sintomatología. Así vemos que en estos últimos años ha aumentado de una manera notable la agranulocitosis y las leucemias, pudiendo pensarse que estas últimas son la respuesta al empleo de la cloromicetina.

Observamos también la disminución de casos de tuberculosis y sífilis. La curación de la endocarditis bacteriana aguda; la disminución de las infecciones cardíacas por la difteria; la curación de la pericarditis crónica constrictiva; menos frecuencia de las tirotoxicosis y el corazón pulmonar; mejorado el tratamiento de la hipertensión arterial, y también mejorado el tratamiento del cáncer, de la tuberculosis, vencida la tifoidea y otras infecciones así como la diabetes.

Como hechos adversos debemos señalar el aumento en número y gravedad del cáncer, especialmente en los jóvenes y señaladamente el pulmonar. Crecimiento de los casos de enfermedades de las coronarias, las enfermedades vasculares, las arteritis sin arterio-esclerosis, las hemorragias cerebrales y las diversas formas de meningitis, también en la juventud. Lo mismo ocurre con las flebitis y otras afecciones hasta hace poco desconocidas, etc. El promedio de vida en Estados Unidos que era de 34 años en 1882 ha llegado a 68 en 1951.

Se penetramos en el recinto de la cirugía ¿que diremos de los asombrosos progresos de esta rama de la medicina que penetra en los órganos más profundos y resguardados de la economía? Hoy se detiene el curso de la arteria pulmonar, se liga la vena cava inferior, se seccionan válvulas cardíacas, se destruyen coágulos sanguíneos, se trasplantan el corazón y los pulmones en perros, se utilizan aparatos especiales para suspender por algún tiempo la circulación intracardíaca a fin de facilitar las intervenciones sobre el órgano (hospital de Detrot), se sustituyen válvulas del corazón y de la aorta con aparatos plásticos. Se seccionan largas porciones del esófago y se restituyen con tejidos del mismo individuo como el del colon. Se extirpan pulmones completos. Se seccionan el vago y el frénico en úlceras gástricas. Se restituyen la córnea y el cristalino opaco. Se extirpan porciones del cerebro, del cerebelo, de la glándula pituitaria; se opera la epilepsia actuando sobre la corteza cerebral, y hasta se cura a veces la locura.

Lo que hemos dicho de la medicina puede aplicarse a todas las ramas del saber humano. Todo cambia, todo se transforma, todo se modifica en pocos años hasta dejarnos perplejos e intranquilos.

Las guerras se hacen más frecuentes y más destructoras. Las armas más precisas y mortíferas: aviones, cohetes, lanzamientos de proyectiles guiados por radio, fusiles de terrible repetición, bombas incendiarias, múltiples y destructoras armas atómicas.

Los choques sociales se hacen más frecuentes y graves. La población mundial crece de una manera fantástica en tanto decrece a un nivel jamás pensado el por mil de mortalidad. La mujer se masculiniza y se aleja de su función principal. El hombre disminuye en número en muchos países, y cede el paso, en el trabajo, a la mujer en la calle. El divorcio por fútiles motivos, aumenta cada día, con el consiguiente desamparo de los hijos y del dulce hogar. Los abortos, las cesáreas y los productos y procedimientos anticoncepcionales arruinan el aparato generador de la mujer, que sin darse cuenta se va insensibilizando en el acto reproductivo.

Los gobiernos constitucionales van dando paso a las dictaduras. El hombre va perdiendo su individualidad, desde todos los puntos de vista, para convertirse en un número del engranaje de un mundo y una medicina socializada.

Día llegara en que se haga la síntesis de esta revolución que atravesamos. Se mejorará el equilibrio social. La medicina desechará lo malo y retendrá lo bueno, y de su fecundísimo suelo, que hoy aparece removido por haber sido sembrado por tantos elementos científicos más o menos acertado, surgirán múltiples y sazonados frutos, ya que esta revolución es el resultado de las dos grandes y últimas guerras y de la lenta pero constante labor realizada en los siglos pasados, pues la sucesión de los hombres -como dice Pascal- en la serie de los siglos, puede ser considerada como un solo hombre que siempre subsiste y continuamente aprende y progresa.

Fig. 14. Dr. Pedro A. Castillo Martínez (1896-?). Maestro de internistas cubanos

El médico del porvenir tendrá que usar el telescopio más que el microscopio. Las influencias biológicas, sociológicas y fisiológicas tendrán que ser consideradas justamente con las bacteriológicas y patológicas. Con los avances de la civilización el problema será cada día más arduo. Vienen, como dijimos, nuevas enfermedades; el mismo organismo humano sufrirá transformaciones, pero los principios esenciales persistirán y no se verá la enfermedad como un hecho aparte del hombre. Por tanto, los nuevos médicos tendrán que ser tan versados en humanidades como en la ciencia, pues los éxitos de la ciencia médica no pueden ser separados de su arte, como señaló el famoso hombre de Cos ¡Hipócrates!

Noticias sobre la Medicina Indígena Cubana

Los indios cubanos, de color cobrizo y cara achinada, tenían buena presencia. Su alimentación era principalmente vegetal, pero comían algunos animales crudos, y especialmente peces y moluscos. Poseían su medicina propia y primitiva, formada por nociones elementales y por los datos que arrojaba la tradición. Conocían algo la parte exterior del cuerpo. Momificaban los cadáveres de sus personajes. Su terapéutica era menos rica en raíces y yerbas que la de los mexicanos. Empleaban remedios caseros. Usaban las hojas de cojioba, hierba santa, manzanilla y guaguasí; el almácigo en los dolores del estómago; el tabaco en el reuma y sus dolores; el guayaco contra las bubas. Preparaban aceite de ricino. Empleaban los procedimientos hidroterápicos. Hacían la sangría con piedras cortantes. Cauterizaban con brazas calientes las mordeduras de animales y picaduras de insectos venenosos. Reducían las fracturas, y las sostenían con tablillas primitivas de madera. Las mujeres parían con facilidad, se asistían ellas mismas y bañaban al recién nacido en el río. Llegaron a practicar la cesárea. Guardaban abstinencia sexual durante la lactancia y en la época de las reglas. Aislaban a los enfermos contagiosos y enterraban a los muertos. Como pueblo atrasado, tenían una concepción mística de la enfermedad, la que atribuían a castigo divino.

La medicina indígena estaba muy ligada a la religión, y en su terapéutica entraba mucho la sugestión. Los sacerdotes o behíques hacían de médicos y empleaban la medicina mágica, especialmente cuando trataban a la gente principal. El behíque se cubría muchas veces la cara con hollín y se presentaba ante el enfermo haciendo ceremonias raras y piruetas extravagantes, que se acompañaban de cantos y antorchas encendidas. Otras veces guardaba silencio, hacía gestos extraños, empleaba sus amuletos, palpaba el vientre y otras partes del enfermo, soplaba sus manos, gritaba y hacía ruidos impresionantes, etc.; de esta manera hacía más interesante su cometido y lograba sugestionar al paciente. Pero a veces sucedía que el enfermo moría y los familiares le atribuían la causa de la muerte al behíque, y entonces hacían como que hablaban con el muerto y si su respuesta era afirmativa, según ellos, le daban un castigo o paliza al asustado behíque. Los indios padecían de dermatitis diversas, lesiones por insectos (nigua) y una enfermedad llamada caracol, parecida a la pelagra. En el continente había fiebre amarilla, paludismo, tifoidea, disentería, etc.

La Medicina desde el Descubrimiento hasta final del Siglo XVIII

Acompañaron a Colón en su primer viaje (1492) de descubrimiento el maestro Alonso, físico de Moguer, y el maestre Juan; este quedó en La Española donde murió de fiebres o fue muerto por los indios. En su segundo viaje acompañó al Almirante el prestigioso médico Chancas, que trató a su jefe de unas calenturas y recogió diversas sustancias y plantas que llevó a España.

La población de Cuba durante el siglo XVI era muy escasa. Servías el país de base para las operaciones que se realizaban en Tierra Firme, por lo que había muy pocos médicos y muchos barberos, curadores de heridas y llagas, charlatanes y quirománticos. En este siglo se fundaron las primeras villas, se iniciaron los hospitales primitivos, casi todos en casas de güano, y aparecieron las primeras epidemias históricas. La población indígena disminuyó notablemente por el mal trato y las nuevas enfermedades que se presentaron contra las cuales no estaban inmunizados.

La falta de médicos y las dificultades en las comunicaciones por los ataques de corsarios y piratas hacían precaria la situación de la medicina en el siglo XVII, y por lo tanto hacían su agosto, barberos, herbolarios y charlatanes. Sin embargo, hubo un pequeño progreso al fundarse el primer Protomedicato (en 1634, con Francisco Muñoz de Rojas), independiente del de México, que comenzó la tarea de ordenar y moralizar la clase. Se mejoraron los hospitales de La Habana , se crearon los primeros aranceles médicos, se aisló a los leprosos, se iniciaron los primeros cordones sanitarios contra las poblaciones infectadas de peste en el interior, y se empezó a vigilar y aislar los barcos extranjeros que llegaban con enfermos infecto-contagiosos. Ocurrieron varias epidemias siendo la más terrible la de fiebre amarilla de 1649, estudiada por Le Roy, y en la que la mortalidad total en La Habana llegó a la espantosa cifra de 121,70 por cada mil habitantes. Se establecieron las primeras comadres de parir y se empezaron a visitar las pobres boticas.

Durante el siglo XVIII se fundó por el buen Obispo Compostela la Casa Cuna. Se abrió el Hospital de “Convalecencia de Belén”. Se restableció con el doctor Francisco Tenessa, el Protomedicato que había desaparecido con la muerte de Muñoz de Rojas. El doctor Francisco González del Álamo estableció, en 1725, el primer curso público de enseñanza de la medicina en el Convento de San Juan de Letrán, de la Orden de Predicadores. Tres años después o sea el 5 de enero de 1728 (según las Actas del Cabildo) se erigió la Universidad ante el Capitán General y las altas autoridades. En 1735 empezó a funcionar, con veinticinco cátedras, siendo Luis Fontayne, Francisco González del Álamo, Arango Barrios y Melquíades Aparicio los primeros catedráticos de Medicina. Se reconstruyó el Hospital de “San Francisco de Paula” y el de “San Lázaro”. Se instalaron las primeras Casas de Baños Públicos. A fines de siglo funcionaban en La Habana los hospitales de “San Juan de Dios”, con 100 enfermos; “San Ambrosio”, militar, con 200 pacientes; “San Francisco de Paula”, de mujeres, con unas 30; “San Lázaro” de leprosos; de “Convalecencia de Belén”; “San Isidro” (para éticos ); Arsenal, de marinos; del Pilar; el provisional de Puentes Grandes y alguna enfermería de extranjeros. Inició el doctor F. J. Córdova, el primer curso de cirugía practica. El italiano Rivas hizo la primera operación de catarata. Dominaba en medicina el empirismo, predominaban las obras de Galeno y Avicena entre los cien facultativos que ejercían en todo el territorio. Reinaron numerosas epidemias, especialmente de fiebre amarilla.

La medicina en los Primeros Tres Cuartos del Siglo XIX

En el primer año del siglo se erigió la Junta Central de Vacuna. Tres años después se introdujo y propagó la vacuna por los doctores Tomás Romay, en La Habana, y J. A. Duvigneau (francés), en Santiago de Cuba. En 1807 se fundó la Junta de Sanidad. El italiano Chiappi (1818) inició el primer Museo de Anatomía. Vicente A. Castro estableció un curso de cirugía práctica en “San Ambrosio”. Fernando González del Valle y Cañizo mejoró la enseñanza de la cirugía y sustituyó los viejos libros de Avicena y Martínez por los modernos de Richerand, Boyer, etc. Romay inicio la enseñanza clínica en “San Juan de Dios” y pidió, con el doctor Ángel Cowley, la reforma de la enseñanza universitaria, desde el punto de vista médico, cuando solo asistían a clase treinta ocho estudiantes de medicina.

Se efectuaron las primeras operaciones de hernia. Rosain estableció la primera Academia de Partos en 1827. Alonso Fernández y Nicolás J. Gutiérrez modernizan la enseñanza de la cirugía, y este último empieza a explicar como se hace el   diagnóstico físico que aprendió en París con Bouillaud; y funda después la Academia de Ciencias en 1861. Comenzó a funcionar la Junta Superior de Medicina. En 1840 apareció el primer periódico verdaderamente médico “Repertorio Médico Habanero”, fundado por Nicolás J. Gutiérrez. Este doctor, con Fernando G. del Valle, Vicente Antonio Castro y otros, inició grandes operaciones sobre las extremidades, como ligaduras de gruesos vasos, amputaciones, extirpaciones de tumores aneurismales y óseos, etc. Vicente A. Castro introduce la anestesia general con éter en 1847, y Nicolás J. Gutiérrez, la clorofórmica. González Morrillas hizo progresar la oftalmología.

Después de 1860 se destacaban como clínicos: Fernando G. del Valle, Félix Giralt, Antonio Mestre, Díaz Albertini, Cartaya, Jiménez Zayas, Felipe Rodríguez, Joaquín G. Lebredo, Reynés y Gallardo. Carlos Finlay como investigador; y como cirujanos operadores: Nicolás J. Gutiérrez, Vicente A. Castro, José Atanasio Valdés, Juan Bruno Zayas, Guillermo Díaz, J. S. de Bustamante, Pulido Pagés, Gálvez, Horstmann y Gallardo, fundador este último de la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana. Como parteros figuraron: Beato, Díaz Albertini, Pablo Valencia y Serapio Arteaga.

Durante este período progresó la medicina, dominando el estudio de la anatomía patológica y de la patología celular. Se presentaron terribles epidemias de cólera, de fiebre amarilla, paludismo, disentería, viruela, tifoidea, etc., especialmente durante la Guerra de los Diez Años. Se reformó varias veces la Universidad , se mejoraron sus planes de estudios, etc. La parte sanitaria estaba muy abandonada, y a cargo de juntas locales en las que dominaba el elemento profano y como dependían de los Ayuntamientos, que estaban empobrecidos, casi nada podían remediar. Se establecieron los médicos municipales y las casas de socorros.

La Medicina en el Último Cuarto del Siglo XIX

El final del siglo XIX fue un período brillante para la medicina europea y para la existente en todos los países progresistas del mundo. Las nuevas ideas de Pasteur, fundando la bacteriología, llevaron a la ruina a muchas teorías anticuadas, elevaron notablemente el pedestal sobre el que descansaba la cirugía (por medio de la asepsia) e iniciaron una terapéutica nueva por medio de sueros, vacunas, etc. Los trabajos de Koch (1843-1910) llevaron a la especificidad de las enfermedades infectocontagiosas. La ciencia médica entró en el período cito-microbiano y en el estudio de la resistencia de los tejidos a los gérmenes por medio de los humores, fagocitosis, antitoxinas, etc. Cesó la sangría, pero se abusó de la dieta y de los desinfectantes. La escuela alemana daba más importancia a las investigaciones de laboratorio; la francesa continuaba fiel a la clínica tipo Trousseau, Peter, Dielafoy.

Por entonces contaba la ciudad de La Habana unos 180 000 habitantes. Sus límites eran el mar y la Calzada de la Infanta, estando poco urbanizada la porción sur de Carlos III, desde la calle Lealtad hasta Infanta. Los barrios conocidos con los nombres de Vedado, Cerro y Jesús del Monte eran pequeños y se extendían a lo largo de las principales calzadas. Solo estaban pavimentadas, con adoquines de piedra, las calles de la ciudad antigua y las demás eran terrizas. El servicio de agua potable (Vento) aunque abundante y de buena calidad, poseía malos tubos de acarreo y redistribución con material fácilmente filtrable. La recogida de basuras se efectuaba por medios primitivos y el material se arrojaba tanto en mar afuera como en el litoral norte y sur. Solo existían unas malas cloacas en la parte antigua, que recibían la descarga de muy pocos inodoros. Casi todas las casas carecían de ese servicio y los detritus humanos se depositaban en excusados o fosas negras permeables. Las aguas sucias en sumideros formados por huecos en el subsuelo o se vertían en la calle. Las pluviales salían a la calle por caños que muchas veces dejaban escapar también aguas descompuestas por detritus de todas clases. El doctor La Guardia dio a conocer en aquellos tiempos, que en el barrio de Peñalver, había encontrado un metro cúbico de heces fecales por cada sesenta y dos de superficie.

El fondo de la bahía y los arroyos que en ella vierten sus aguas eran peligrosos focos de infección, por el arrastre de sustancias excrementicias, sangre de los mataderos de ganado mayor y menor, situados en las proximidades de los Cuatro Caminos, mostos de industrias aledañas, lodo, y otras inmundicias que servían de regocijo y vivienda, así como sitio de reproducción, a un sinnúmero de insectos y sabandijas.

Las comunicaciones se efectuaban por medio de tranvía urbano (el popular carrito que tenía su paradero y establo en las proximidades de la plazoleta de San Juan de Dios); las guaguas de las empresas tituladas La Unión y Estanillo (que se estacionaban en la plazuela de la Catedral ); la guagüita   que desde la Plaza de Armas iba hasta el Hospital Militar de “San Ambrosio” (en la calle Diaria); miles de coches peseteros, carruajes particulares de la gente adinerada (estacionados en sus propias casas), y los de lujo que se guardaban en numerosas cocheras diseminadas por la ciudad y se alquilaban a precios módicos para bautismos, matrimonios, entierros y otras ceremonias siendo guiados por cocheros con reluciente librea. Existían muy pocos volantes . Toda la tracción era animal. Solo se empleaba el vapor en la maquinita que por la Punta y San Lázaro corría cada media hora hasta “El Carmelo”; y en las locomotoras de las Empresas que conducían los carros (coches o Wagones) de primera, segunda y tercera clase, desde las estaciones de Carlos III, Concha (a Marianao), Villanueva (frente al Campo de Marte) a los pueblos de la provincia de La Habana; Oeste o Cristina (a Pinar del Río) y Fesser en Regla, a la Vuelta Arriba. Los vapores de rueda de Regla y Casa Blanca (que transportaban carros con grandes pesos, etc.), los remolcadores (el de más porte Susie ) y cientos de guadañas (manejados por catalanes y mayorquines) hacían el tráfico de la bahía, visitada entonces por cientos de barcos, casi todos de vela, que efectuaban el comercio nacional y el extranjero.

Se calculaban más de ocho mil caballos y mulas estacionadas y en circulación por las calles de la ciudad. A esto tenemos que agregar el gran número de perros y gatos callejeros; las vacas y burras que suministraban leche cruda en las puertas de las casas; los pájaros caseros y las pajarerías tan numerosas en la época, etc. Esta abundancia de animales de todas clases era un constante peligro para los habaneros, a los que transmitían terribles enfermedades como la tuberculosis, tétanos, muermo, rabia, etc.

Los servicios públicos estaban muy mal atendidos. Eran primitivos y a cargo de los ayuntamientos. Los mingitorios situados en plazas y plazoletas eran verdaderos lugares de contaminación. Los hospitales, viejos (salvo el Hospital “Nuestra Señora de las Mercedes”), sin salas de operaciones, y algunos del interior sin pisos, mal alumbrados y carentes de servicios sanitarios, al extremo de usarse en muchos el zambullo o cubo dedicado al transporte de las inmundicias.

Todos estos males, imputables en parte a la época y especialmente a la mala administración gubernamental, fueron la causa de muchas enfermedades infectocontagiosas, como la fiebre amarilla, viruela, paludismo, tifoidea, difteria, disentería, tétanos, muermo, rabia, tuberculosis, etc., permanecieran en estado endémico, y en ciertas circunstancias, especialmente en tiempo de guerra, revistieran la forma epidémica causando miles de victimas. El promedio de mortalidad fluctuaba, desde 1880 a 1884, en un 30 por cada mil habitantes.

Por el contrario, la medicina no oficial y los hospitales y clínicas privadas se encontraban en mayor estado de adelanto. El Hospital “Nuestra Señora de las Mercedes”, concluido de edificar en 1886, se consideraba modelo. A él se trasladaron las clínicas de la Facultad de Medicina que se encontraban en el Hospital de “San Felipe y Santiago”, en Prado No. 1, altos de la cárcel, desde antes de 1868. Buenas eran las clínicas de Casuso en Jesús del Monte y la del doctor Fernando Méndez Capote, en Cárdenas que se inauguraron casi al mismo tiempo, fines de 1893.

El inolvidable patricio doctor Juan Santos Fernández, estableció el moderno Laboratorio Histo-químico-bacteriológico de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, que fue el que por primera vez preparó en Cuba y en América la vacuna antirrábica por el procedimiento de Pasteur; y más tarde el suero antidiftérico de Behring y Roux.

Carlos J. Finlay y Barrés, nuestro inmortal compatriota, realizó profundos trabajos sobre la transmisión de la fiebre amarilla por el mosquito, sin haber contado con ninguna ayuda oficial. Felipe Rodríguez, Tamayo, Dávalos, Acosta, Vildósola y San Martín iniciaron la bacteriología y la histología. Raimundo de Castro y Vicente V. Valdés (y antes Giralt y Gallardo) brillaron como clínicos. Cabrera, Plasencia, Bustamante, Bango, Casuso (introductor de la antisepsia), Delgado, Menocal, Barrena, Bueno, Hechevarria, Domínguez y Duplessis, iniciaron la cirugía abdominal y la ginecología. Arteaga, Valencia, Weiss, Eusebio Hernández, Alberto Sánchez de Bustamante y Jorge Le Roy elevaron la obstetricia. Pagés, Madan, Coronado y Vila fueron los primeros piretólogos. F. Rodríguez, A. Diago, y P. Albarrán, iniciaron la urología. E. Porto, la ortopedia. Delfín y La Guardia adelantaron la higiene. Delfín, Dueñas, Jover y Montalvo, iniciaron la pediatría. Horstmann, Yarini y Millán se distinguieron como anatómicos.

En “El Mercedes” y en la “Quinta del Rey”, Casuso, Méndez, “La Benéfica”, “La Covadonga” y “Purísima Concepción” se practicaban numerosas operaciones quirúrgicas. Rojas y Cancio enseñaban la cirugía dental práctica en sus respectivos colegios.

Casi todo este progreso desapareció con la Guerra de la Independencia (1895-1898). Las persecuciones políticas, la miseria, las epidemias, etc., hicieron emigrar a los médicos más notables y a buena parte de la población cubana. Todo esto trajo como consecuencia la depresión de las actividades médicas, la clausura de algunas clínicas y la muerte de algunos médicos como la del famoso doctor Madan en Matanzas. En el segundo año de la guerra todo se agravó, y las enfermedades infecciosas arrebataron miles de vidas. En La Habana ocurrieron en 1896 más de 5 000 casos de viruela. El tanto por mil de mortalidad pasó de un 80, y hubo pueblos, como el de Vueltas, en la provincia de Santa Clara (hoy las Villas) donde ocurrieron 1 572 defunciones entre el 1º de abril y el 30 de agosto de 1897, en una población aproximada de 8 000 habitantes. Por esa misma fecha se hizo una revista general en el ejército español, declarando los datos oficiales que constaba de 165 427 soldados peninsulares y 21 783 voluntarios movilizados (casi todos cubanos y canarios), con 23 000 caballos, encontrándose en los hospitales 28 972 militares enfermos. Este dato revela con claridad cual era la situación del país.

El 1º de enero de 1899 cesó la dominación española (excepto en Cienfuegos, última plaza evacuada) y empezó la intervención militar norteamericana. Con nuevos y más claros horizontes regresaron casi todos los médicos emigrados, se comenzó a reconstruir con afán el territorio y principiaron a dar señales de vida los centros científicos y literarios. El nuevo gobierno inició una serie de reformas favorables: políticas, económicas, sociales, educacionales y sanitarias. Desde el primer momento se empezó a limpiar y sanear toda la Isla , se destruyeron por el fuego muchos barracones que habían servido para alojamiento de tropas hispanas, se desinfectaron y sanearon todos los hospitales, se reconstruyeron algunos, se iniciaron otros y el cirujano Menocal estableció la Clínica Habana y después la Cuba con Ferrán. Se constituyó la Asociación Médico-Farmacéutica con una buena revista y se estableció la primera escuela de enfermeras en “El Reina Mercedes”.

Se desalojó el viejo hospicio de “San Isidro” (aún en pie) donde estaba el anfiteatro anatómico y algunas aulas de la Facultad de Medicina, los que se trasladaron al viejo   caserón que había servicio de cuartel a la guardia civil española situado en Belascoaín y Zanja, el cual se acondicionó para el caso, y donde se hizo una buena sala de disección que se denominó Horstmann. Se hicieron los entonces magníficos Laboratorios “General Wood” en Carlos III y se creó la Escuela Dental anexa a la de Medicina, etc.

Al plan de estudios de Lanuza, que solo duró meses, sucedió el de Varona, que estuvo en vigor muchos años, y por el cual se rebajaron los estudios médicos a cinco años. Se promulgaron leyes cuarentenarias, se establecieron servicios de desinfección y limpieza de letrinas con aparatos modernos, y de recogida de basura que se vertían solo en el mar, se limpió el litoral, los arroyos urbanos, se creó un servicio moderno de vacuna con su Centro y médicos vacunadores, uno especial para prostitutas, etc. Fue mejorado y saneado el antiguo Convento de Santo Domingo donde estaba la Universidad, e ingresaron nuevos profesores en la misma.

En el Hospital “Nuestra Señora de las Mercedes” y en el “Número Uno”, se empezaron a realizar numerosas operaciones de alta cirugía y se iniciaron series de conferencias médicas. Julio Ortiz Cano hizo la primera apendicetomía con diagnóstico correcto. Jorge Le Roy y Ernesto Aragón practicaron la primera operación de Porro. Enrique Fortún realizó la primera cesárea en una embarazada con feto vivo, por cáncer uterino. Bango, Varona y Presno, iniciaron las operaciones sobre el estómago y las vías digestivas. Enrique Núñez hizo la primera ligadura del tronco branquicefálico.

Se mejoró la prensa médica y aparecieron nuevas publicaciones y revistas como “Progreso Médico”, de Gabriel Casuso y Emilio Martínez; “Revista de la Asociación Médico-Farmacéutica”, de Enrique Barnet, Tomás Coronado y otros; “Revista de Medicina Tropical”, de Juan Guiteras y Gustavo Moreno de la Torre; y continuaron publicándose los viejos “Anales de la Academia de Ciencias”, la “Revista de la Sociedad de Estudios Clínicos y Crónica Médico-Quirúrgica” de Juan Santos Fernández, iniciada en 1875.

Durante este breve pero fecundo período, se creó la Cátedra de Medicina Tropical, primera de América, con Guiteras y Moreno de la Torre. Se trasladó la Universidad , en Mayo de 1902, de la calle de O'Reilly al edificio de la antigua Pirotecnia Militar, en las alturas del Príncipe, en los últimos días del gobierno de Wood, que también dotó a la Academia de Ciencias de un gran edificio.

Se celebraron tres Congresos Médicos: Tercero Pan americano, que presidió Wood y al que asistieron Gorgas, Reed, Guiteras, con 225 congresistas cubanos y 100 extranjeros; Sanitario Internacional, último celebrado en la vieja Universidad de la calle de O'Reilly y al que asistimos como estudiante; y la Primera Conferencia de Sanidad y Beneficencia y Corrección que abrió el gobernador Wood y presidió el médico pinareño Antonio S. Rubio.

Pero el suceso más notable de este breve período fue el haber comprobado la Comisión Militar de médicos norteamericanos (Reed, Lazear, Carrol y Agramonte) la veracidad de la teoría del doctor Carlos J. Finlay y Barrés relativa a que el mosquito es el agente trasmisor de la fiebre amarilla, hecho que sostenía nuestro sabio desde veinte años atrás. Llevado al terreno de la práctica, este muy notable descubrimiento produjo fecundos resultados, pues concluyó con el terrible azote amarillo que tantas víctimas había ocasionado desde la lejana época de la colonización.

Los primeros Veinticinco años de la Era Republicana

A partir del día feliz del establecimiento de la República -20 de mayo de 1902- los médicos cubanos con más entusiasmo aún, continuaron su labor, elevando y mejorando el panorama médico que dejamos esbozado. Se inició la radiología, la opoterapia, la vacunación contra la tifoidea, se mejoraron las medidas profilácticas para evitar la fiebre amarilla, se hizo desaparecer el muermo humano, se combatió eficazmente el tétanos infantil con el paquete aséptico para la cura de la herida causada por la sección del cordón umbilical, empezó a desarrollarse el método intravenoso, y a utilizarse la pituitrina, el iodobismutato de quinina, el neosalvarsán, la proteinoterapia, etc.

En el campo quirúrgico se hicieron las primeras suturas del corazón por heridas, la anestesia raquídea, la rápida intervención en la apendicitis y en el “vientre agudo”; el vaciamiento axilar en el cáncer mamario, las operaciones sobre la cavidad craneana, tiroides, estómago, colon, hígado y vías biliares, riñón, bazo, uréteres, vejiga, etc. Se mejoraron las salas hospitalarias, las estufas de desinfección, y se empezaron a defender los tejidos contra el abuso de antisépticos. Se buscaron nuevos sustitutos del éter y cloroformo, y se inició la decadencia de la fórmula magistral que empezó a ser sustituida por la especialidad farmacéutica o la llamada medicina de patente .

Leonel Plasencia y los Martínez fundaron un laboratorio clínico moderno, siguiéndoles Martínez Domínguez, Bluhme-Ramos, Alberto Recio, Vieta-Plasencia, Márquez, etc. Domínguez Roldán, Cabrera Benítez, Alamilla, Ortega, Sastre, Rivero y otros, dieron impulso a la radiología, y después Fariñas, Viamontes, etc. J. Sordo señaló el primer caso de blastomicosis. Luis Ortega inició en su Clínica de Jesús del Monte el entonces nuevo sistema de cooperación médico-quirúrgica para hacer más preciso el diagnóstico y más correcto el tratamiento, constituyendo de este modo el primer centro global de investigación y tratamiento. Ramón Grau y Octavio Montoro profundizaron el estudio del metabolismo basal y la diabetes. Alberto Recio, Mario G. Lebredo, y Eduardo Enríquez Costa describieron la primera epidemia Villareña de poliomielitis. El primero propagó la transfusión sanguínea y estudió el aborto contagioso de las vacas. Miara y Fuentes hicieron los estudios iniciales de esfigmomanometria. Martínez Cañas y Montoro introdujeron el esfignomanómatro en la práctica corriente. Dio comienzo el empleo rutinario del examen de la glucosa y urea sanguínea. También Martínez Cañas y Montoro iniciaron el empleo cotidiano del electrocardiógrafo. Este último diagnosticó el primer caso de encefalitis letárgica, hizo las primeras determinaciones de la glicemia sanguínea e introdujo   el empleo de la insulina en la diabetes. Martínez Cañas fue el primero en emplear el fonocardiógarfo. Hoffmann señaló el primer caso de fasciolasis hepática e introdujo y profundizó el estudio de las lesiones de la fiebre amarilla en el hígado como medio diagnóstico.

Fig. 15. Dr. Pedro Kourí Esmeja (1900-1964). Eminente parasitólogo cubano de prestigio internacional.

Enrique Núñez de Villavicencio Palomino hizo la primera extirpación completa de la vejiga. Enrique Fortún sobresalió como hábil clínico, experto diagnosticador y buen cirujano. Raimundo G. Menocal hizo la primera extracción de un quiste del páncreas. Presno, líder de la cirugía digestiva, operó las primeras pancreatitis hemorrágicas. Bernardo Moas realizó la primera sutura por herida del corazón en 1906. Menocal y Emilio Martínez, las primeras laringectomías por cáncer. Rafael Nogueira, la primera transposición del duodeno por úlcera yeyunopilórica. González Mármol hizo en Santiago de Cuba la primera yeyunostomía por cáncer de la cabeza del páncreas. Ricardo Núñez Portuondo, Lastra y Monteavaro realizaban grandes operaciones en la Asociación Cubana del Cerro. Hevia revolucionó la anestesia con sus procedimientos. Alberto Sánchez de Bustamante hizo con éxito la histerectomía subtotal por ruptura del útero en trabajo de parto. Se empezó a practicar la cesárea por el método de Portes, y la llamada baja empezó a sustituir a la clásica.

A la cabeza de los clínicos se destacó Francisco Cabrera Saavedra con Díaz Albertini, Saladrigas, Jacobsen, Grande Rossi y L. Ortega. Paidópatas: Delfín, Dueñas, Aróstegui, Figueras, Aballí, Inclán, Hurtado, Castellanos, etc. Investigadores: Finlay, Guiteras, Mario G. Lebredo, Plasencia, Recio, Martínez Domínguez, etc. Sanitarios: Finlay, Guiteras, Barnet, Roberts, Le Roy, López del Valle, etc. Urólogos: Rodríguez Molina, G. Pedroso, G. Casariego que sucedieron a Diago y a Albarrán. Tocólogos: E. Hernández, A. S de Bustamante, E. Fortún, S. García Marruz, Gustavo Cuervo, E. Aragón, Villiers, Huguet, Ramírez Olivella, etc. Oculistas: Juan Santos Fernández, Enrique López, Rodolfo Guiral, Finlay (hijo), Jorge Dehogues, Francisco M. Fernández, Penichet, Lamothe, etc. En otras especialidades sobresalieron: Carlos Desvernine, E. Martínez y Martínez, Fernández Soto, C. Basterrechea, J. Penichet, Malberthy, Gustavo López, Pérez Vento, Valdés Anciano, Pardo Castelló, Braulio Sáenz, Barillas, Solano Ramos, Alberto Inclán, etc.

Fuera de La Habana: los Cuervo en Pinar del Río. Vera, Tapia, Rodríguez y Caballero, en Matanzas. Alberdi, Cornide, los Tristá, Ruiz, Velasco y Lubián en Santa Clara. Méndez, Landa y Perna, en Cienfuegos. F. Rodríguez, Abril, T. Hernández, Yáñiz y Chávez, en Sagua. Lagomasino y Carlos Enríquez Costa, en Remedios. Cabrera, Wolter, Mulkay y Posada, en Caibarién. Fusté y Fernández Consuegra en Placetas. H. Trujillo en Vueltas. García Rijo en Sancti Spíritus. Freyre, Camero, Martínez de la Cruz , Eduardo Enríquez y Orihuela en Camagüey. Suárez Solar, Agostini, Bisbé, Guernica, Ortiz, González Mármol, Salcines, Ortega (sanitario) y otros en Oriente.

La república creó en 1909 la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, la primera del mundo y mantuvo su gran prestigio hasta la muerte de Enríquez Núñez, en que fue penetrada por la política partidista. El gobierno de Mr. Magoon, por decreto de 6 de agosto de 1907, creó las Jefaturas Locales de Sanidad, y en tiempo del presidente José Miguel Gómez se crearon los Inspectores Provinciales, cargos más bien políticos. Los trabajos sanitarios lograron extirpar el muermo, la fiebre amarilla, la viruela, y disminuir las muertes por tétanos infantil y otras enfermedades infecciosas. El promedio de mortalidad de este período (1902-1926) bajó de 24 a 15 por mil habitantes.

Se establecieron nuevos hospitales y otros se mejoraron. El “Número Uno” (de casetas de madera) fue sustituido por el grande y hermoso “General Calixto García”, gracias a los esfuerzos de Enrique Núñez. A fines de este período empezó a servir de Hospital Universitario, con su gran Anfiteatro construido en 1917. El   Hospital   “Nuestra Señora de las Mercedes” se amplió y modernizó, continuando en él muchas clínicas oficiales. En viejo Hospital de “Paula” se trasladó a un edificio moderno en el barrio Naranjito, Arroyo Apolo. El antiguo de “San Lázaro”, cerca de “La Caleta”, fue pasto de un incendio después de haber sido trasladados los enfermos al Mariel y más tarde al “Rincón”, donde hoy se encuentran. Se construyó el hermoso Hospital Municipal “General Freyre Andrade” iniciado en 1914. Funcionaron las clínicas privadas “Cuba” de Menocal y Ferrán, la de Casuso, “Quinta del Rey” o “Internacional”, Núñez–Bustamante (hoy de ancianos), Fortún-Souza, las de Luis Ortega, Huguet, Aragón, Núñez Portuondo, Coronado y Gómez Rosas; y las “Quintas Regionales Españolas”, a las que se agregaron la “Balear” y “La Canaria”. En el interior del país se hicieron algunos buenos hospitales, se reformaron muchos otros, y se iniciaron las creches, asilos y dispensarios, etc.

La Academia de Ciencias, la Sociedad de Estudios Clínicos y otras que se crearon, elevaron el prestigio de la medicina. Se efectuaron varias Conferencias de Sanidad y de Beneficencia, Pan Americanas y seis Congresos Médicos Nacionales que presidieron: Pedro Albarrán (1905), Emilio Martínez (1911), Gabriel Casuso (1914); Arístides Agramonte (1917), José A. Presno (1921) y Ángel A. Aballí (1924), todos fallecidos. Se publicaron varias obras de medicina: Microscopía Clínica por Emilio Martínez; Práctica Sanitaria de Barnet; y la colección El Médico Forense de Barrena y Castro; Técnica Quirúrgica por Presno y otros menos conocidos. Se editaban unos veinte periódicos de medicina. La enseñanza de la medicina progresó poco, por el pequeño presupuesto con que contaba la Universidad, que tenía en 1904, para equipos, laboratorios, etc. $8 500.00 anuales para 250 alumnos. Por paradoja, a fines de 1920 dicha cantidad había sido rebajada a $7 000.00 para 1 980 estudiantes. Esta pobreza de laboratorios y otros factores trajo la rebeldía del estudiantado desde 1922.

El Segundo Cuarto de Siglo XX

A pesar de los graves trastornos políticos y económicos ocurridos en este espacio de tiempo, nuestra medicina continuó avanzando. Nuevos métodos disgnosticos y nuevos hechos en todas las ramas. Moderna terapéutica   basada en la farmacodinamia experimental. Sales de calcio, vitaminas, ferruginosos, extracto hepático, etc. Modernas y últimas drogas: hormonas, sulfas, penicilina, estreptomicina, aureomicina, terramicina, cloromicetina, etc. Establecimientos de bancos de sangre. Estudios de cronaxia, electroencefalograma, encefalo, mielo y ventriculografia. Angiocardiografía, hemodinamia circulatoria, coronaritis, coartación de la aorta, aortografia, nefropatías médicas, distintas pruebas de la función hepática y renal, neoplasias y supuraciones pulmonares, alergias, etc. Gran progreso en radiología en general y en la pulmonar, cardíaca, gastro-intestinal, etc. Hepatosis, drenaje biliar, escuelas especiales de afecciones de la infancia, parasitología, hematología.

Montoro dio cuenta de los primeros casos de brucelosis. Kourí, Arenas y Basnuevo descubren la Fasciola hepática en Cuba. Martínez Cañas, Montoro, Castillo, Bisbé, Centurión, etc. adelantan la cardiología. Sotolongo, Kourí y Anido señalan la botriocefalosis. Curbelo, Martínez de la Cruz y Ángel A. Aballí sostuvieron que en Cuba existía la disentería bacilar. Pedro Domingo hace progresar la bacteriología de la actinomicosis; Neyra y Martínez de la Cruz señalan el primer caso de enfermedad celíaca; y Cárdenas y Orret el de tromboangeitis obliterante; Calderín encuentra el Dypylidium caninum; Armenteros, Grau Triana y León Blanco descubren el agente de la Pinta. E. Río y León señalan el primer caso de frambesía en Las Villas; Castellanos y Pessino inician la exploración radiológica con sustancia de contraste introducida en la sangre; Cardelles cura un caso de meningitis cerebroespinal estreptococcica con sulfanilamida. Pedro González observó por primera vez la ricketsiosis en Pinar del Río, hecho que comprobaron con el microscopio Márquez y Curbelo. Castellanos, Pereira y Montoro estudiaron el primer caso de pericarditis constrictiva crónica. Govea Peña y Villaverde, el primer caso de síndrome endocrino. Darío Argüelles señaló la quileitis glandular y la aftosis generalizada. Valledor y Hernández encuentran el primer caso de brucelosis en Las Villas. T. Valledor, Curbelo y Hernández estudiaron la Brucella abortus. Aballí hizo estudios profundos sobre salmonellosis. Filomeno Rodríguez trabajó sobre el cardíaco negro. Langa y Diego describieron el primer caso de enfermedad de Reiter, etc. Ortega, Castillo, Montoro, Bisbé, Cárdenas Pupo, Centurión, P. Iglesias Betancourt y otros se destacan como clínicos.

En el campo de la cirugía, se generalizó la gastrectomía. Se hacen resecciones del esófago, las operaciones de Heller, Heyrovsky y Sweet para el cardioespasmo, colostomias, amputación abdominoperineal del recto; se hace más frecuente la tiroidectomía y se usa en la neumectomía la anestesia intratraqueal. La ginecología se ha hecho menos mutilante. Progresa la cirugía del mediastino con Rodríguez Díaz y la cerebral con C. Ramírez Corría, J. Picaza y E. Bengoechea. La obstetricia se hace más quirúrgica, se usa poco el fórceps, nada el basiotribo y la cesárea baja casi ha desplazado a la clásica y a la sinfisiotomía. Se hace la biopsia en la sala de operaciones y se emplea la televisión en demostraciones quirúrgicas. El ovipan sódico, pentotal, ciclopropano, avertina, curare, etc. sustituyeron al cloroformo, y se empléa el éter y óxido nitroso. Presno hizo la primera tiroidectomía bajo anestesia de amital sódico. Eugenio Torroella extirpó una vejiga. Carbonell efectuó la primera pericardiotomía por pericarditis constrictiva. Luis Hevia introdujo el empleo del ciclopropano. Aróstegui fue el primero en señalar la importancia de la biopsia intra cervical. Pedroso y Martín dieron cuenta del primer forúnculo renal. Machin introdujo el pentotal sódico en anestesia. Eugenio Torroella, realizó la primera lobectomía. Rodríguez Díaz realiza con éxito las primeras neumectomías totales y la completa extirpación del estómago. C. Durán trasplanta la cornea. Nobo hace la primera esofagogastrectomía por neoplasia del cardias. Rodríguez Díaz, Núñez Núñez y E. Torroella (hijo) son operadores del mal azul; éste último ligó la coronaria, por herida cardíaca con éxito. J. Ortiz Pérez difundió la sinfisiotomia subcutánea. Leza, Lastra, Banet, Barata, E. Iglesias etc. son excelentes operadores. Rodríguez Díaz, Núñez y Ponsdomenech hicieron las primeras comisurotomias por estenosis mitral. Recibe gran impulso la cirugía de la tuberculosis pulmonar y la de la epilepsia con Jorge Picaza y con Gumá, introductor del electroencefalógrafo.

Después del período revolucionario (1928-1933), en que estuvo clausurada la Universidad , así como algunas sociedades y revistas médicas, se ha renovado con más brío el número y calidad de los congresos, sesiones de las diversas sociedades, visitas de profesores, médicos y misiones extranjeras, así como la asistencia de profesionales cubanos a grandes congresos en América y en Europa. El Quinto Congreso Panamericano del Niño, que presidió Aballí, estuvo muy concurrido, lo mismo que el Congreso y la Conferencia Panamericana, los congresos de Oftalmología, Internacional de la Lepra, del Cáncer, de la Federación Médica Panamericana y el reciente Congreso Panamericano de Higiene.

Se fundaron muchas sociedades como las de Cirugía, Cancerología, Tisiología, Obstetricia y Ginecología, Urología, filiales de Estudios Clínicos, las de Medicina y Cirugía de Santa Clara y otras del interior.

El periodismo médico ha adquirido gran desarrollo. Se publican en Cuba unas cincuenta revistas de las que solo citaremos algunas: “Anales de la Academia”, “Archivos de la Sociedad de Estudios Clínicos”, “Revista de la Sociedad Cubana de Pediatría”, “Dermatología”, “Otorrinolaringología”, “Vías Digestivas”, “Cirugía Ortopédica, de Hospitales”, “Parasitología”, “Obstetricia y Ginecología”, “Sifilografía”, “Archivos del Hospital 'General Calixto García'”, “Villaclara Médica”, etc.

Se han publicado numerosos libros: varios sobre Finlay; V. Banet, Cirugía descriptiva; la colección del Médico Práctico; Curbelo, Bacteriología; Guerra, Clínica Teapéutica Quirúrgica; Ramírez Olivilla, Obstetricia; Torroella, Cirugía Clínica; Rodríguez Díaz, Cirugía Torácica.

Funcionan el “Instituto Finlay”, el Nacional y gran número de laboratorios, algunos muy bien montados.

Se han abierto nuevos y modernos hospitales como el Infantil, de Maternidad, Militar, Curie y las hermosas clínicas Centro Médico Quirúrgico, en el Vedado, y la de Miramar. Se han realizado muchas obras en el Hospital “General Calixto García”, como el hermoso pabellón Albarrán, en el   Hospital “Nuestra Señora de las Mercedes” y en varios del interior. Se ha edificado una nueva escuela de medicina “Ángel A. Aballí”, con su gran biblioteca; las Escuelas de Cirugía Dental y de Veterinaria, ambas en Carlos III.

EL Colegio Médico Nacional (antes Federación), fundado el 24 de octubre de 1925, cuida de la defensa de los intereses morales y materiales de la clase. Está hoy sólidamente organizado en toda la Isla y ha conseguido últimamente muchos beneficios para los médicos: mayores sueldos y más estabilidad en los empleos gubernamentales, retiro, pabellón Borges para médicos enfermos, en terrenos del Hospital “General Calixto García”, etc. La socialización de la medicina aumenta por días en tanto que disminuye la clientela privada.

La Universidad no ha terminado su ciclo revolucionario. Sufrió represiones, clausuras, etc. Su progreso material ha sido grandioso. Sus planes de estudio se han mejorado. El número de años de la carrera se ha elevado a siete. Pero la falta de cadáveres, de laboratorios, el limitado número de profesores y las huelgas que por distintos motivos y con tanta frecuencia se presentan, impiden el verdadero florecimiento de los estudios y de la enseñanza.

El actual Ministerio de Salubridad y Asistencia Social cuenta hoy día con más recursos y funciona mejor; pero tiene aún por resolver varios problemas, el político, y el puramente sanitario que presentan la frecuencia de la fiebre tifoidea y el parasitismo intestinal.

Por tanto, si el desarrollo económico de Cuba ha sido formidable en estos cincuenta últimos años, también lo ha sido el progreso desde el punto de vista médico. Nuestra población actual pasa de 5 500 000 habitantes con un promedio anual de 150 000 nacimientos y unas 50 000 defunciones. En cuanto al promedio de mortalidad, ha bajado a la excelente cifra de 7 por cada mil habitantes. Se gradúan al año unos 120 médicos y mueren 45 como promedio. ¡Deseamos con todo fervor que los años venideros se acompañen de más estabilidad y que el balance sea más favorable aún que el que acabamos de reseñar!

 

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