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Revista Cubana de Obstetricia y Ginecología

versión impresa ISSN 0138-600Xversión On-line ISSN 1561-3062

Rev Cubana Obstet Ginecol v.23 n.1 Ciudad de la Habana ene.-jun. 1997

 

Editorial

Seguimos enfrascados en la noble tarea de disminuir la morbilidad y la mortalidad infantil y perinatal, y a medida que nuestras cifras son mejores resulta más difícil reducir estos índices.

Es de todos conocidos que las tasas de morbilidad y mortalidad están muy en relación con el parto pretérmino y con la rotura prematura de las membranas ovulares, y que ambos eventos son motivados muchas veces por una infección cervicovaginal. También es una realidad que en todo el mundo ha aumentado la frecuencia de las enfermedades de transmisión sexual, lo que unido a la mayor promiscuidad, hace que las infecciones del aparato genital sean un problema de gran dimensión y difícil solución.

Si bien es cierto que debemos aspirar a que toda mujer que desee un embarazo concurra a la consulta de Riesgo preconcepcional para, entre otras muchas cosas, recibir tratamiento de cualquier infección ginecológica, no podemos confiarnos en que esto se haya cumplido y debemos, desde el mismo momento en que se hace el diagnóstico de gestación, buscar la existencia de leucorrea u otro signo como enrojecimiento de la mucosa cervicovaginal.

Es muy importante recordar que la mayor parte de estas infecciones son producidas por gérmenes gramnegativos y anaeróbicos, que requieren para su cultivo de técnicas y medios muy sofisticados y caros, y que aún contando con ellos muchas veces no se logra el crecimiento de los microorganismos presentes. Por esto, se da mucho valor a las características de la secreción y a los cambios locales que producen y no se indican cultivos ni otros estudios como el "exudado vaginal", que tanto ha contribuido -por lo antes señalado- al diagnóstico incorrecto de una infección.

Desde el punto de vista práctico, conociendo que las infecciones más frecuentes son debido a Gardnerella vaginalis u otros gérmenes anaeróbicos, se ha planteado el tratamiento con metronidazol por la vía oral (250 mg cada 8 h) de las embarazadas que presenten la leucorrea característica: espumosa, verde-amarilla, fétida -con olor a pescado podrido o a rancio- y que produce ardor con quemazón al correr por la piel de la vulva. Si no se produce mejoría o curación debemos suponer que el germen existente sea la Chlamydia trachomatis o los distintos tipos de mycoplasmas que producen una leucorrea de características muy similares, pero que no curan con esta terapéutica y requieren de la administración de eritromicina a razón de 0,5 g cada 6 u 8 h.

Debe ser motivo constante de preocupación y de ocupación de todo médico de la familia o ginecoobstetra el diagnóstico, tratamiento, cura y control de la curación de toda infección cervicovaginal en las embarazadas, a quienes se indicará tratamiento a partir de las 14 sem de gestación para poder controlarla antes de las 20-24 sem y así evitar que la infección desencadene contracciones o inflame y engrose las membranas ovulares, con lo cual facilita su rotura prematura en el momento en que el segmento uterino inferior se distiende. Trabajemos en este sentido con todos los recursos de nuestro excelente sistema nacional de salud y lograremos seguir mejorando nuestros ya magníficos resultados.

Dr. Cs. Nelson Rodríguez Hidalgo

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