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Economía y Desarrollo

Print version ISSN ISSNOn-line version ISSN 0252-8584

Econ. y Desarrollo vol.153  supl.1 La Habana  2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 


Dinamismo del sector agropecuario: condición necesaria para el desarrollo cubano

 

Dynamics of the agricultural sector: necessary condition for Cuban development

 

 

Anicia García ÁlvarezI y Betsy Anaya CruzII

I Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana.

II Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana.

 

 


RESUMEN

Este artículo brinda una panorámica acerca del sector agropecuario cubano actual: los principales problemas que enfrenta, las medidas implementadas de 2007 a la fecha y los principales retos para la ulterior transformación del mismo. El sector está aquejado de variados problemas: baja productividad, recurso tierra desaprovechado, mercados de alimentos imperfectos, diversificación de los actores en el agro pero con diferentes reglas del juego en su gestión, insuficiente dinámica en sus producciones (especialmente cañera y ganadera) y demandas potenciales interna y externa que no se satisfacen plenamente. Así, se precisa persistir en las medidas ya adoptadas para su reestructuración y en la implementación de otras más radicales para conseguir una mejor dinámica del mismo.

PALABRAS CLAVE: agro-exportaciones, mercados agropecuarios, política agropecuaria, producción agropecuaria, tenencia de la tierra.


ABSTRACT

This paper offers an overview on the Cuban agricultural sector: the problems it faces; the measures implemented from 2007 up today; the main challenges for its future transformation. Cuban agriculture is suffering from varied problems: poor productivity; not used land resources; imperfect agricultural markets; diverse productive forms with different management rules; scarce growth of the agricultural production (especially sugarcane and animal production); not satisfied internal and external demand. Thus, it is necessary to insist in the adopted measures for restructuring the Cuban agricultural sector and to implement more radical measures to obtain a better dynamic of it.

KEYWORDS: quagro-exports, agricultural markets, agricultural policy, agricultural production, land tenure.


 

 

Introducción

El presente trabajo tiene como propósito apuntar a la importancia de mantener una adecuada dinámica en el sector agropecuario, si se pretende enrumbar la economía cubana por una senda de crecimiento y, preferiblemente, de desarrollo. Para ello se ha estructurado en varias secciones. En la primera se reflexiona sobre las funciones del sector agropecuario en todo proceso de desarrollo. Las dos siguientes se dedican a examinar la problemática específica del sector agropecuario en Cuba a lo interno y en el contexto externo. La sección final sugiere algunas orientaciones en la política económica con la intención de contribuir a la necesaria transformación de la situación imperante. En tal sentido, no puede faltar la mención y análisis de las indicaciones de política contenidas en los Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución.

 

Sector agropecuario y desarrollo económico

Según Johnston y Mellor (1961), el sector agropecuario tiene cinco funciones básicas en el proceso de desarrollo: incrementar la oferta de alimentos para el consumo doméstico, liberar fuerza de trabajo para ser empleada en el sector secundario (y también en el sector terciario de la economía), ampliar el tamaño del mercado para el producto de la industria (igualmente para los servicios), incrementar la oferta de ahorro doméstico para la financiación de inversiones y obtener divisas. Estos autores insistieron en que todas las funciones eran igualmente importantes y debía darse una adecuada interrelación entre ellas.


Igualmente, Rao (1986) sostiene la necesidad de desarrollar el sector agropecuario a un ritmo adecuado, pues de lo contrario puede tornarse un impedimento al desarrollo industrial y de otros sectores. Entre las razones que sostienen esta tesis, Rao apunta que este sector abastece a la población de un bien salario esencial, que son los alimentos; también provee de materias primas a la industria y, de igual forma, puede inducir la expansión industrial, al representar un mercado para los bienes de ese origen. Lo mismo podría decirse de su concatenación con el sector de los servicios, como oferente de insumos para algunos de ellos (como por ejemplo, los de restauración) y también como demandante.

La baja productividad del sector agropecuario conlleva a que una buena parte del producto agropecuario se absorba por el propio sector en forma de autoconsumo, lo que implica que quede poco excedente para ser utilizado fuera del agro. O, planteado de otra forma: a mayor proporción del producto del agro a realizarse fuera de este sector, mayor será el mercado de bienes no agropecuarios y servicios. Así, para que la economía florezca, el incremento de la productividad agropecuaria es fundamental.

Las raíces de esta afirmación no datan de fecha reciente. Los primeros teóricos de la economía ya habían arribado a esta conclusión. Adam Smith encontró una relación estrecha entre el mejoramiento de la productividad agrícola y la riqueza de las naciones, y en tal sentido vale citar la siguiente reflexión suya: "cuando por el mejoramiento y el cultivo de la tierra el trabajo de una familia puede alimentar a dos familias, la labor de la mitad de la sociedad resulta suficiente para proveer el alimento para todos. La otra mitad, por lo tanto, o al menos la mayor parte puede ser empleada para suministrar otras cosas, o para satisfacer las otras necesidades y antojos de la humanidad" (Smith, 1937, p. 37; citado por Johnson, 1997, p. 2). Impulsar la productividad agropecuaria reviste entonces importancia vital para cualquier economía.

Sobre la efectividad de la inversión en tecnología como vía para lograr este propósito, Rao (1986, p. 18) alerta que:

depende no solo del nivel de conocimientos, sino también de las condiciones que rigen la adopción de tecnología: depende, entre otras cosas, del sistema de tenencia de la tierra que determina la manera de dividir el producto agrícola entre propietarios y trabajadores de la tierra, de la relación de intercambio entre agricultura e industria, que determina el precio relativo de los inputs industriales en relación a los productos agrícolas y del nivel de demanda de productos agrícolas.

Es decir, se puede facilitar la adopción de nuevas tecnologías en el sector agropecuario, pero ello no implica automáticamente una mejora de la productividad. Las condiciones del entorno, o sea, las determinaciones de incentivos y rentabilidad que se crean a través de las políticas macroeconómicas son igualmente importantes para el desenvolvimiento del sector agropecuario. Así también otras políticas dirigidas en especial a este, como la de derechos de propiedad de la tierra.

El sector agropecuario, como parte del nivel primario de la economía, tiene características muy específicas que le distinguen, entre ellas: la homogeneidad de su producto, lo que trae como consecuencia que sea un organismo donde debería primar la competencia perfecta, que los precios agropecuarios sean más flexibles y que se ajusten más rápido; la dependencia del clima, por lo que la producción tiene un marcado carácter estacional y los precios fluctúan según la época del año, y la dependencia de un factor de producción no reproducible como es la tierra. Estas características hacen que la relación entre el agro y la macroeconomía sea igualmente especial. Se trata de una relación de dos vías: cómo impacta el agro en el desempeño macroeconómico y cómo impactan los eventos macroeconómicos en el agro.

En los primeros estadios de desarrollo las economías tienen una elevada participación del sector agropecuario en el producto y en el empleo, por lo que el desenvolvimiento del agro tiene un fuerte impacto en los resultados macroeconómicos. A medida que se amplía la actividad económica, este impacto va disminuyendo, pero a la vez, las relaciones entre el agro y el resto de los sectores económicos se vuelven más complejas en términos de intercambio de insumos y de productos. En realidad, lo que se observa es una disminución de la parte de la producción agrícola primaria en el valor del producto final y un incremento paralelo del valor añadido de la industria de elaboración de productos agrícolas.

Dado que el fenómeno se manifiesta a través de una disminución de la participación del agro en el producto, algunos autores han sacado la conclusión de que todo proceso de desarrollo implica necesariamente una trasferencia de recursos fuera del agro hacia la industria y, más contemporáneamente, hacia los servicios.

Ya en época más reciente esta discusión sobre los aportes del sector agropecuario al desarrollo se enfoca más adecuadamente: se trata de dilucidar si puede hacer una contribución óptima al proceso general de crecimiento económico, tanto desde su propia dimensión y su funcionamiento, como desde las vinculaciones que puede establecer con el resto de la economía.

Así, se llega a la función de la agroindustria en el proceso de desarrollo. Al respecto, Hirschman (1958; citado por FAO, 1997, p. 6) adelantó la hipótesis de la concatenación: "la mejor vía de desarrollo consiste en elegir las actividades en las que el progreso inducirá otros progresos en otros lugares". Es obvio que la agroindustria, dada su alta interdependencia con actividades precedentes y posteriores, puede desempeñar una función muy importante en la aceleración de la actividad económica.

En resumen, el sector agropecuario ha contribuido, en el caso de los países hoy desarrollados, y deberá contribuir, en el caso de los países que intentan remontar los cauces del desarrollo, al fomento de una estructura económica diferente, que privilegie los sectores secundario y terciario. Pero si el sector agropecuario mismo no crece con vigor, difícilmente podrá cumplir esa misión.

 

El sector agropecuario cubano actual y en actualización

En el año 2007, el presidente Raúl Castro, en su discurso por el 26 de Julio en Santiago de Cuba, destacó la necesidad de desatar los nudos de las fuerzas productivas del país. Su énfasis en aquella oportunidad se concentró justamente en la necesidad de hacer despegar el sector agropecuario en situación de franca decadencia. Tal precariedad obligaba al país a erogar sumas crecientes de divisas año a año para la importación de alimentos que bien podían producirse en Cuba, lo que contrastaba con la existencia de tierras ociosas, que representaban cerca de un tercio de la tierra cultivable.

A partir de ese momento comenzaron a implementarse medidas encaminadas a revertir esta situación, las cuales pueden considerarse la génesis del proceso de actualización en curso. Ellas buscan el incremento de la producción, la sustitución de importaciones de alimentos, la ampliación y generación de fuentes de energía renovable y la generación de excedentes para incrementar las exportaciones de bienes (tabla 1).

Estas acciones, y muy particularmente la actual entrega de tierras ociosas, conducen a la consolidación del predominio de los productores no estatales. Se refuerza la participación de las cooperativas de créditos y servicios (CCS) y del productor privado (incluye al nuevo usufructuario), que pasan de 18,5 a 36 % de gestión de la tierra (tabla 2). Estos últimos suelen ser los mejores productores, de acuerdo con los resultados que obtienen.(1) De ahí que entre las medidas adoptadas más recientemente se trate de colocar a las unidades básicas de producción cooperativa (UBPC) -las más jóvenes cooperativas, creadas en medio de la crisis de los noventa-, en igualdad de condiciones que el resto de las formas organizativas de producción no estatales.

En cuanto a otros resultados palpables de las medidas aprobadas, se aprecian incrementos en los niveles de producción en el periodo 2007-2013 para un grupo de rubros agropecuarios (figura 1). Con todo, estos niveles de producción todavía distan de los correspondientes a 1989. Dentro de los agrícolas contemplados, mejoran las frutas, los frijoles, el maíz y el arroz, siendo este último el de mejor desempeño. Los pecuarios crecen todos excepto las carnes de cerdo y de ave.

Además, se observa una tendencia bastante perniciosa en 8 de los 12 renglones seleccionados: la producción destinada al autoconsumo y a las ventas a trabajadores, así como la realizada en patios y parcelas,(2) crece a mayor velocidad que el total producido (contrástese figuras 2 y 1),(3) señal inequívoca de que el sector agropecuario no cumple sus funciones en lo tocante al desarrollo. También podría indicar el poco interés por comercializar productos agrícolas, condicionado por un entorno caracterizado por la franca sobrevaluación del peso cubano, la dualidad monetaria y un sistema financiero y monetario poco desarrollado.

Tal propensión es probablemente uno de los factores que contribuyan a explicar la contradicción entre la resistencia a la baja de los precios en los espacios de mercado agropecuario que existen en Cuba, aun cuando se observa mejoría en la producción total de algunos renglones, ya que no son precisamente las ventas al mercado las que más progresan.

Es evidente que en el mercado agropecuario persisten limitaciones que restringen la competencia y su potencial eficiencia. Entre ellas destacan: la marginalidad de la oferta -dadas las reglas de acceso al mismo por parte de los concurrentes, la falta de mercados de insumos para poder ampliar la producción y la oferta, y también por la descapitalización del sector productor de alimentos-; la colusión tácita que ocurre entre los agentes de este mercado, a causa de sus propias reglas de acceso y de la escasez de servicios de transporte para esta carga, y también la especialización de los mercados por tipo de concurrente (mercados estatales; mercados de oferta y demanda, a donde concurre fundamentalmente el productor privado; puntos de venta asignados a cooperativas y, más recientemente, los mercados arrendados y los mercados cooperativos).

Sobre esta última cuestión, el hecho mismo de destinar espacios físicos de mercado a determinadas formas organizativas (como es el caso de los mercados cooperativos), en lugar de hacer concurrir al mismo espacio físico a diferentes oferentes, crea condiciones propicias para comportamientos estratégicos de los concurrentes. Dicho más claramente: les concede la posibilidad de fijar precios más altos que en condiciones de competencia.

Otro aspecto muy deprimido es la capacidad de arrastre, efecto multiplicador o de concatenación del sector agropecuario cubano. Según Nova y García (2001), en 1999 este sector contribuyó directamente con cerca del 7 % a la formación del PIB de la nación; pero si se toman en consideración las agroindustrias inducidas (la azucarera, la alimentaria, la tabacalera y la de bebidas y licores, entre otras), la contribución "extendida" del sector agropecuario al PIB se remontaba a casi una quinta parte. En 2012 la contribución directa del sector al PIB fue de apenas 4 % y se estimó (a partir de los datos que reporta el Anuario Estadístico de Cuba sobre el índice de volumen físico por ramas de la industriamanufacturera) una aportación de las agroindustrias inducidas de 6 %, de modo que la contribución conjunta cayó a una décima parte del PIB.

Por otra parte, el desempeño exportador del agro cubano se ha desplomado. Y es que se perdió la que fuera por muchos años la locomotora de la economía cubana: la agroindustria azucarera. En su conjunto, el valor de las exportaciones de agro-productos representa menos de la cuarta parte del generado en 1989 (figura 3, panel a). Sin embargo, las dinámicas de las exportaciones cañeras y no cañeras resultan divergentes, contrastando la recuperación de las exportaciones no-azucareras con la depresión de las que dependen del azúcar (figura 3, panel b).

La cartera de agro-exportaciones cubanas es reducida, liderada por el tabaco, algo de azúcar, bebidas, cítricos, productos de la pesca y otros rubros no tradicionales en menor cuantía. Se precisa expandir la oferta, lo cual pasará necesariamente por la articulación de una política de promoción de exportaciones.

Por otra parte, entre 1989 y 2012, las importaciones de productos agropecuarios se duplicaron, como resultado combinado de la incapacidad del sector para proveer los necesarios alimentos para consumo animal y humano, y de la tendencia ascendente de los precios internacionales. El sector agropecuario cubano aporta aproximadamente el 50 % de las calorías y 35 % de las proteínas totales diarias que consume la población, quedando la satisfacción del resto de las necesidades alimentarias sujeta a dichas importaciones.

Dentro de los rubros que importa el país actualmente se encuentran el arroz, los frijoles, los aceites comestibles, las carnes, los pescados, el trigo y otros cereales, la leche, las frutas, las hortalizas y la proteína para alimento animal. Varios de estos ítems se importan para cumplir con la asignación de alimentos racionados que el Estado distribuye a toda la población, así como la correspondiente al consumo social (comprende el consumo de alimentos que se realiza en instituciones públicas como escuelas, círculos infantiles, hospitales, asilos de ancianos y otras de ese tipo). La permanencia del consumo normado, aunque muy minimizado con relación a décadas anteriores, constituye una camisa de fuerza que obliga al país a incurrir en gastos significativos anualmente para cumplir con este compromiso, que ha honrado aun en medio de las mayores restricciones financieras.

Existen estudios que demuestran la posibilidad de sustituir algunas de estas importaciones, como el arroz, los frijoles, la leche y las grasas comestibles (García, 2009 y García, Barrios y Robaina, 2010). Con todo, para conseguir tal propósito se adelantaba la necesidad de implementar medidas como: permitir a los productores el acceso a la combinación de factores que más se adecue a sus condiciones; la concesión de cierta capacidad de compra de insumos en divisas vinculada a las entregas con destino a la sustitución de importaciones, ya que estos recursos son decisivos para poder complementar los factores de producción nacionales (tierra y trabajo, fundamentalmente) y ponerlos en funcionamiento, y la creación de una red de proveedores de insumos, que deberá realizar los estudios de demanda necesarios para adecuarse a las necesidades de los productores, entre otras.

Por demás, las importaciones de alimentos constituyen alrededor de un 15 % de las importaciones cubanas totales como promedio entre 2007 y 2012, cifra que oscila en alrededor de 2 000 millones de dólares anuales, buena parte de los cuales bien pudiera destinarse justamente al propósito de conseguir una mejor dotación de insumos para el sector agropecuario cubano, obviamente, no sin antes modificar el actual sistema de gestión de este sector.

La realidad descrita hasta aquí es el sustento de que en los lineamientos correspondientes a la política agroindustrial, se enfatice en la necesidad de estructurar la actividad en cadenas productivas que permitan la sustitución de importaciones y la promoción de exportaciones en Cuba, con el propósito de lograr un mayor aporte de este sector a la balanza de pagos del país.

La sustitución de importaciones es, sin dudas, una política clave, sobre todo en aras de satisfacer determinados espacios de demanda que se cubren en gran medida a partir de importaciones, como por ejemplo la del sector turístico. La referida apertura de las ventas directas de campesinos privados y cooperativas a instalaciones de ese sector es una medida que debe tributar al mayor abastecimiento a partir de producciones nacionales. Es un tema aún en solución y que tropieza con varios obstáculos, entre ellos la articulación adecuada de las cadenas de valor domésticas que permitan la satisfacción de esta demanda.

Sin embargo, lograr expandir la oferta exportable pasa no solo por los encadenamientos internos, sino por la necesaria inserción del país en cadenas globales de valor, si se desea realmente penetrar los mercados externos y conseguir un posicionamiento estable en ellos.

Cuando se indaga en las tendencias de las agro-exportaciones mundiales, se verifica que algunos de los rubros más dinámicos son las frutas y hortalizas, cuyo comercio presenta unos ritmos de crecimiento promedio anuales superiores a los del agro-comercio en su conjunto. Esta tendencia comenzó a gestarse desde finales de la década del setenta, consolidándose Estados Unidos y la Unión Europea como principales mercados de destino (Mackintosh, 1977).

Varios países de la región latinoamericana y otros en desarrollo han orientado sus sectores agro-exportadores hacia el mercado externo, logrando posicionarse como principales abastecedores de varios rubros. Tal es el caso de Colombia, Ecuador, Perú, México y Chile, siendo este último el más dinámico y exitoso.

Si Cuba desea expandir sus agro-exportaciones, se considera que una de las ramas en las cuales tiene potencialidades es justamente la hortofruticultura.(4) Cuenta con cierta experiencia en este ámbito, aun a pesar de la especialización azucarera referida en el primer acápite de este artículo. Antes del triunfo de la revolución, Cuba constituía el primer abastecedor de vegetales de invierno y otras frutas de Estados Unidos y, a partir de la imposición del bloqueo de esa nación al país, dichas exportaciones se dirigieron en su mayoría a los países del campo socialista. Hoy las exportaciones de este origen son limitadas e inestables, pero aun así se han detectado nichos potenciales de mercado, lo que indica que su comportamiento se debe más a restricciones de la oferta que a la demanda externa (Anaya, 2008 y Colina y Anaya, 2013).

 

Una mirada al exterior: Cuba a contracorriente

La sección anterior se ha centrado en el análisis del sector agropecuario cubano contrastándolo básicamente con su desempeño en periodos anteriores. En aras de complementar esta mirada, se presenta una comparación de varios indicadores del país con las tendencias del entorno internacional.

Si bien muchas naciones desarrolladas y subdesarrolladas exhiben un aporte del sector agropecuario similar o más bajo que el de Cuba a su PIB, esto no significa que la situación sea comparable. Algunas estadísticas revelan que, a pesar de exhibir una participación decreciente en la estructura del producto, el sector agropecuario no ha cesado de crecer y el comercio de origen agropecuario representa todavía una parte bien significativa de su comercio total (tabla 3).

La selección de países que incluye la tabla 3 no es arbitraria. Se trata de los veinte mayores exportadores de productos agropecuarios del mundo en el año 2011, según las estadísticas de FAO.(5) Estos países contribuyeron con casi el 75 % de las exportaciones mundiales de ese origen en el año de referencia. Entre ellos se ubican ocho países subdesarrollados que, de conjunto, dan cuenta del 25 % de las exportaciones mundiales de este tipo de productos. Tales países, justo por su condición menos aventajada en términos de desarrollo económico, presentan una mayor porción de su producto total generada por la agricultura. Lo notable de estas estadísticas es que la participación de las agro-exportaciones en las exportaciones de bienes de esos países en la inmensa mayoría de los casos aventaja la participación del sector agropecuario en su PIB.

Algunos países han convertido la actual tendencia al crecimiento de los precios de los productos agropecuarios en una oportunidad para consolidar o ampliar su presencia en el mercado internacional de agro-productos. Tales son los casos de Brasil, Vietnam, México y China (tabla 4).

Son países que han aprovechado el boom de precios para invertir en su producción agrícola, mejorar la agregación de valor fomentando toda la cadena agroindustrial, e incrementar sus exportaciones de ese origen. Según CEPAL (2012, p. 106), "la inversión es el eslabón que materializa los encadenamientos productivos y tecnológicos que se traducen en crecimiento". De esta manera, las agro-exportaciones se convierten en una fuente de acumulación para el propio sector y para el resto de la economía, cerrándose así un círculo virtuoso de crecimiento.

La figura 4 contrasta las dinámicas de los niveles de capital social(6) en la agricultura cubana con los países de la selección de la tabla 4, para el periodo 1989-2007. La FAO considera como capital social en la agricultura el valor de los activos físicos utilizados en los procesos de producción relativos al aprovechamiento de la tierra, las obras de riego, las estructuras, la maquinaria y el ganado (FAOSTAT, 2014).

Es obvio que en ninguno de ellos ha disminuido el capital invertido en su sector agropecuario: por el contrario, crece entre 1989 y 2007 en al menos 2 %; destacan el caso de China, donde aumenta en una tercera parte, y el de Vietnam, donde más que se duplica.


Del simple contraste, en las tablas 3 y 4, y en la figura 4, de la información para Cuba con la correspondiente a los países examinados, se puede concluir que el país marcha (o más bien deriva) a contracorriente: el sector agropecuario disminuye su participación en el PIB, pero no por más lento crecimiento que los otros sectores, sino porque decrece en términos absolutos; las agro-exportaciones disminuyen igualmente y, por ende, el volumen de inversión en el sector, aun en un contexto de mejoría en los precios internacionales de commodities agrícolas, y el país pierde posicionamiento entre los agro-exportadores mundiales.

 

Lecciones del presente, retos del porvenir

Sin un despegue del sector agropecuario cubano es poco probable que el país logre alcanzar tasas de crecimiento superiores a las actuales de manera sostenida, en aras de lograr un sendero de desarrollo. El solucionar esta problemática pasará por la implementación combinada de políticas específicas para el sector agropecuario y otras políticas económicas relevantes (macroeconómicas, de definición de derechos de propiedad, comercial, entre otras) como vías para enfrentar los principales retos de la agricultura cubana: su exitosa reinserción en el mercado internacional y su contribución a la seguridad alimentaria de la nación.

Países como China o Vietnam, que emprendieron hace décadas reformas económicas y que comparten la ideología socialista, al igual que Cuba, son muestra de ambas afirmaciones: el impulso del sector agropecuario como condición necesaria a los fines del desarrollo y la factibilidad de políticas conjuntas. Ambos países desataron sus procesos de cambio creando ambientes propicios para la transformación de sus respectivos sectores agropecuarios.

En Vietnam, por ejemplo, ello implicó transitar de formas cooperativas de propiedad a la propiedad privada, una flexibilización de la gestión de las empresas estatales, que se modificase la Ley de Tierras para definir adecuadamente los derechos de propiedad del campesinado, la apertura al comercio exterior, una apertura al crédito, y un mayor espacio concedido a las relaciones monetario-mercantiles y al mercado, sobre la base de un plan indicativo estratégico, entre otras medidas (García, 2004). China implementó políticas con fines muy similares (Anaya y Guerra, 2004).

En un contexto donde casi el 70 % de la producción agrícola y dos terceras partes de la producción lechera cubanas se logran por el sector no estatal (cooperativas y privado), la implementación de políticas dirigidas a ambas formas de gestión resulta perentoria. La experiencia internacional muestra la viabilidad de aplicar la acción conjunta entre el Estado y los agentes privados. En Chile, por ejemplo, país latinoamericano que ha alcanzado singulares dinámicas de crecimiento de su sector agro-exportador, el papel de dicha acción colectiva ha resultado pieza clave para la formación de la fuerza de trabajo calificada, la obtención de información relevante para los agentes económicos, la comercialización en los mercados domésticos y foráneos, y la conformación de clústeres agroindustriales, entre otros elementos (Giuliani et al., 2005).

Dentro de las políticas específicas, se precisa un mayor nivel de inversiones que permita desterrar la obsolescencia tecnológica y ensanchar la necesaria infraestructura. Una adecuación de la macroeconomía a tal fin es la reciente aprobación de la nueva ley de inversiones extranjeras, que incluye el sector agropecuario como posible beneficiario. En el capítulo 1 de la Ley se expresan los propósitos de la inversión extranjera que amparan las carencias del sector agropecuario, a saber:

la diversificación y ampliación de los mercados de exportación, el acceso a tecnologías de avanzada, la sustitución de importaciones, priorizando la de alimentos […] la obtención de financiamiento externo, la creación de nuevas fuentes de empleo, la
captación de métodos gerenciales y la vinculación de la misma con el desarrollo de encadenamientos productivos, así como al cambio de la matriz energética del país mediante el aprovechamiento de fuentes renovables de energía (Ley N.º 118 de Inversión Extranjera, p. 177).

Paralelamente a las fuentes externas de financiamiento, debieran adoptarse otras vías para la capitalización del sector, como puede ser la promoción de las microfinanzas, aprovechando los ahorros con que pueden contar los propios campesinos. La creación de un banco de fomento agrícola puede constituir una opción viable. Las microfinanzas tienen amplia potencialidad en el sector agropecuario, dada la experiencia con que cuentan los campesinos en el manejo del crédito a través de las CCS (y otros programas), y revisten trascendental importancia dentro de la reforma en curso para el despegue de la agricultura (Vidal, 2013).

Cuando se habla de inversión en tecnologías, no solo se hace referencia a maquinarias o equipos, sino también a las concernientes a la información y las comunicaciones. Muchas variantes(7) se aplican en el contexto internacional para mantener actualizados a los productores sobre los niveles de precios en diferentes mercados, las tendencias del consumo, la demanda de determinados sectores, etcétera. Aunque algunas de estas categorías no clasifiquen en el corto plazo en el caso de Cuba, en muchos casos se precisan condiciones elementales de comunicación, como puede ser el servicio de telefonía fija, que permita coordinar acciones entre productores, acopiadores, comercializadores, u otros actores. Además, para aquellos eslabones vinculados con segmentos de mercado más exigentes, como por ejemplo el turismo o la exportación, sí resulta relevante conocer las especificaciones de la demanda.

A la vez que se actúa sobre el ensanchamiento de los fondos de inversión, sería muy importante conseguir un desarrollo cada vez mayor de las capacidades gerenciales y organizacionales en la agricultura, que conduzca a un mejoramiento de la productividad conjunta de los factores productivos del sector.

El país dispone, igualmente, de conocimiento de los problemas específicos de su sector agropecuario. Existe una vasta red de centros de estudio e investigación, con resultados de su quehacer que esperan por ser introducidos a la práctica agropecuaria.

Así, se sugiere dirigir la innovación y el cambio tecnológico en el sector agropecuario cubano a los aspectos relacionados con el ahorro de fuerza de trabajo, al mejor aprovechamiento de la capacidad humana creada y al mejoramiento de la gestión, para aprovechar las reservas en tierra y conocimiento de que dispone el país. De la misma manera, se deberá potenciar el empleo de tecnologías agrícolas que impliquen un uso más racional de los recursos de tierra, agua y plantas.

En las condiciones actuales del país, con más de la mitad de su fondo de tierra agrícola ocioso y con una población caracterizada por su escaso crecimiento, acelerado envejecimiento y alta urbanización, puede afirmarse que el factor relativamente más escaso es la fuerza de trabajo. Se especifica "relativamente", ya que una mera apreciación del elevado porcentaje de la población económicamente activa que la agricultura emplea y el bajo nivel de productividad del sector, podría llevar a la conclusión de que existe excedente de fuerza de trabajo en la actualidad. Sin embargo, esta situación puede variar en un futuro no muy lejano, a causa de la avanzada edad de ella y los pocos incentivos que ven los jóvenes a dedicarse a las labores agropecuarias, tanto por lo sacrificado de dicho empleo como por la falta de atractivos que estimulen el laboreo en las áreas rurales. Reviste importancia entonces, para el futuro proceso de despegue del sector agropecuario, estimular la permanencia de la fuerza de trabajo en este sector.

Una década atrás, la reestructuración azucarera en Cuba obligó a la migración de alrededor de 100 mil trabajadores con experticia en la agroindustria hacia otros sectores de la economía. Sobre el paso de la fuerza de trabajo de la agricultura a otros sectores, la FAO (2004, p. 19) considera que: "una vez que los trabajadores salen de la agricultura, es muy costoso y extremadamente difícil que regresen […] El movimiento intersectorial de la fuerza laboral, entre la agricultura y el resto de la economía, es prácticamente un flujo irreversible de recursos. Las razones de esta irreversibilidad pueden ser de naturaleza tanto social y cultural como económica, pero de todas maneras son poderosas".

El disponer de una fuerza de trabajo calificada en actividades específicas, es una fuente potencial de ventaja competitiva. Un proceso de modernización del sector agropecuario es impensable sin una constante capacitación específica según la actividad a desarrollar. La experiencia de la reestructuración azucarera debe servir de base a políticas futuras, en aras de especializar y retener los saberes en el sector.

Uno de los puntos de estrangulamiento actual del sector agropecuario es, como se ha señalado con anterioridad, su balance comercial. El crecimiento sistemático de la importación de aquellos alimentos que podrían tener producciones competitivas en el país es uno de los problemas que enfrenta el desarrollo económico en Cuba. Se trata de un asunto del más alto interés, pues la verdadera consolidación del despegue de la economía cubana deberá transitar necesariamente por una mayor producción nacional de alimentos, que ayude a aliviar las presiones que ejerce la importación sobre el balance de pagos a consecuencia de las deficiencias en la oferta doméstica.

Conseguir todos los propósitos que necesita Cuba de su sector agropecuario impele a continuar avanzando en el sendero trazado por los Lineamientos... en aspectos que son determinantes para conseguir un mejor desempeño del agro: abolir el actual sistema de gestión agropecuaria y concebir uno completamente nuevo, poner definitivamente en igualdad de condiciones para su realización productiva a todas las formas organizativas que se desenvuelven en el sector, poner en marcha ya los mercados de insumos y, finalmente, tomar una determinación sobre el tipo de cambio para el sector empresarial, que lo sitúe en un nivel objetivo y estimulador de la promoción de exportaciones y sustitución de importaciones. Así, para acelerar del movimiento de las fuerzas productivas en el sector agropecuario cubano se requerirá adoptar nuevas y más estimulantes medidas.

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

ANAYA, B. (2008): "Las cadenas de valor: impacto en el desempeño de las exportaciones cubanas de frutas y vegetales frescos", tesis de maestría, Centro de Estudios de la Economía Cubana (CEEC), Universidad de La Habana.

ANAYA, B. y H. COLINA (2013): "Promoción de exportaciones y sustitución de importaciones de frutas y hortalizas en Cuba", en Memorias del evento científico internacional "Transformaciones para el desarrollo: lecciones, avances y desafíos para Cuba, América Latina y el Caribe", CD-ROM, Facultad de Economía, Universidad de La Habana, octubre.

ANAYA, B. y E. GUERRA (2004): "Perspectivas actuales de las agroexportaciones. La experiencia cubana", trabajo de diploma, CEEC, Universidad de La Habana.

BANCO MUNDIAL (2014): "Indicadores del desarrollo mundial", <databank.bancomundial.org/data/home.aspx> [29/3/2014].

CEPAL (2012): "Cambio estructural para la igualdad, una visión integrada de desarrollo", <www.cepal.org/pses34/noticias/.../4/.../2012-ses-34-cambio_estructural.pdf> [23/4/2014].

FAO (2004): "Política de desarrollo agrícola. Conceptos y principios", <ftp://ftp.fao.org/docrep/fao/007/y5673s/y5673s00.pdf> [31/3/2014].

FAO (1997): "La agroindustria y el desarrollo económico", en El estado mundial de la agricultura y la alimentación, <http://www.fao.org/docrep/w5800s/w5800s12.htm> [31/3/2014].

FAOSTAT (2014): "Banco de datos de FAO", <faostat.fao.org> [1/3/2014].

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RECIBIDO: 12/9/2014

ACPETADO: 1/11/2014

 

 

 

Anicia García Álvarez. Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana. Correo electrónico: anicia@rect.uh.cu

Betsy Anaya Cruz. Centro de Estudios de la Economía Cubana, Universidad de La Habana. Correo electrónico: betsy@ceec.uh.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. Estas dos entidades económicas producen el 69,7 % de la producción agrícola del país, con tan solo 26,7 % de la tierra cultivable. Producen el 66,2 % de la leche (el estado produce el 13 %), disponen de más del 66,3 % de las vacas en ordeño y de más del 65,8 y 57,8 % del ganado vacuno y porcino, respectivamente.

2. Los datos que reporta el Anuario Estadístico de Cuba sobre producción total para cada rubro agropecuario incluye un estimado de lo que se produce en patios y parcelas, cuyo destino fundamental es el autoconsumo.

3. Esta tendencia para nada es coyuntural, hace años las autoras de este trabajo vienen observando este comportamiento (véase García y Anaya, 2007).

4. El término hortofruticultura incluye algunas veces las flores cortadas. Sin embargo, en este artículo, el término se empleará para hacer referencia a frutas y hortalizas solamente.

5. Este comentario no se refiere a Cuba, incluida en la tabla 3 solo a modo de comparación.

6. La serie de FAOSTAT sobre capital social en la agricultura se basa en precios constantes de 2005. El conjunto de datos abarca el periodo 1975-2007 para alrededor de 200 países. La información relativa a la cantidad de activos físicos "en uso" se ha recibido de los Estados miembros; las cifras se han multiplicado por el precio (de adquisición) de 2005 a fin de calcular el capital social bruto en la agricultura. El concepto de agricultura hace referencia a las actividades de cultivo y ganadería; es decir, las estimaciones no incluyen los subsectores de la silvicultura y la pesca ni las estructuras de producción en invernaderos (FAOSTAT, 2014).

7. Por ejemplo, se trasmite información relevante mediante programas de radio o televisión, se mejora el acceso a internet habilitando centros de consulta, o incluso se facilita su consulta mediante el uso de celulares con bajas tarifas.

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