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Economía y Desarrollo

Print version ISSN ISSNOn-line version ISSN 0252-8584

Econ. y Desarrollo vol.154 no.1 La Habana Jan.-June 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL


El euro: evolución, perspectivas e implicaciones
para América Latina*

 

The Euro: Evolution, Perspectives, and Implications for Latin America

 

 

Jourdy Victoria James Heredia

Subdirectora General del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, Cuba.


* Resumen de tesis presentada en opción al grado científico de Doctora en Ciencias Económicas.

 

 


Resumen

La actual crisis de la zona monetaria europea está relacionada con fallos en su diseño, por lo que sus contradicciones poseen una naturaleza estructural. En el artículo se describen los escenarios con mayor probabilidad de ocurrencia para la zona euro, sin embargo, en el mejor de los escenarios posibles, se prevé una década perdida para el crecimiento y el bienestar en Europa. La zona euro y América Latina han consolidado una relación económica birregional asimétrica, que se recrudece con la crisis, por lo que el escenario que ocurra no impactará de manera positiva en la región Latinoamericana. En estas condiciones, resulta más viable para latinoamérica fortalecer las iniciativas monetarias y financieras regionales

PALABRAS CLAVE: América Latina, área del euro, crisis, escenarios posibles, iniciativas monetarias.


Abstract

The present European monetary region crisis is related with failures in its design, that is why its contradictions have a structural nature. The present article describes the most likely scenarios for Euro-zone; however, the best possible ones forsee a lost decade for Europe's growth and welbeign. The Euro-zone and Latin America have consolidated an economic bi-regional assimetric relationship, that strengthens itself with the crisis; so the ocurring scenario will not positively impact the Latin American region. In such conditions, it is more feasible for it to foster the regional monetary and financial iniciatives.

KEYWORDS: Latin America, Euro zone, crisis, possibles scenarios, monetary initiatives.


 

 


Introducción

Es una verdad establecida que el nacimiento del euro, en 1999, significó el mayor desafío a la supremacía del dólar desde la Segunda Guerra Mundial. Ese acontecimiento marcó el paso del liderazgo global del llamado billete verde a un sistema monetario bipolar, en el cual el peso económico de la eurozona comenzó a ser importante.(1)

Aproximadamente 329 millones de ciudadanos de la Unión Europea (UE), pertenecientes a los diecisiete países de la eurozona, emplean esta moneda únicamente. Además, es la divisa principal para comerciar entre sus ventisiete miembros, así como también con los países candidatos a la unión.
En particular, en América Latina, el euro ha favorecido el proceso de "desconexión" del circuito del dólar. Los países latinoamericanos han utilizado la divisa europea como una alternativa para la recomposición de sus carteras y para cubrirse ante las posibles crisis financieras. Esta moneda se ha convertido, además, en una variante adicional para reconfigurar los sistemas cambiarios latinoamericanos, frente a la dolarización y sus dañinas consecuencias. Sin embargo, la actual crisis de la economía mundial -considerada como la peor desde la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX- ha golpeado duramente la economía europea, la cual atraviesa un momento sin precedentes, marcado por la primera recesión profunda desde el nacimiento del euro. Esta situación ha establecido un polémico debate sobre la supervivencia de la integración monetaria europea.

Las implicaciones de la crisis en la eurozona deben redimensionarse en alcances más amplios y factibles, no ya como las de un arma económica, política y militar dirigida contra la supremacía del dólar y la hegemonía estadounidense; sino, sobre todo, como un arma de descapitalización y explotación de las economías periféricas. Así pues, resulta necesario que América Latina realice una profunda reforma de sus dinámicas actuales de integración regional, en aras de articular una estrategia monetaria y financiera autónoma, lo que requiere del establecimiento de medidas sustantivas de coordinación a nivel regional.

 

Estructura de la investigación

La investigación se estructuró en tres partes: en la primera, se analizó la teoría de las áreas monetarias óptimas y el proceso de unificación monetaria europea; en la segunda, entre otros asuntos, se describieron los posibles escenarios de la crisis en la eurozona; y, en la tercera, se consideraron las implicaciones de esta crisis para Latinoamérica.

 

Primera parte

El tema de las uniones monetarias se desarrolló de forma tardía en la historia del pensamiento económico. Fue a principios de los años sesenta del siglo XX cuando se conceptualizó, por primera vez, el fenómeno de las áreas monetarias óptimas (AMO), con el trabajo titulado: "A Theory of Optimum Currency Areas" (1961) del Premio Nobel de Economía Robert Mundell. Actualmente, este texto continúa siendo la principal fuente teórica de análisis y de defensa de la unión monetaria. Según este autor, un área monetaria óptima se define como un grupo de países o de regiones cuyas economías están estrechamente vinculadas, dadas sus interrelaciones comerciales y la movilidad de sus factores de producción, especialmente, de mano de obra y capital. Aquellos países o regiones que mejor se ajusten a este criterio pueden obtener grandes beneficios al promover una integración monetaria.

En esencia, este estudio se adentra en las principales insuficiencias de la teoría de las AMO, a través de los argumentos de partida para su desarrollo, sus carencias y su esencia neoliberal (sobre la base de la experiencia europea).

Esta teoría toma como base fundamental para su desarrollo los argumentos del monetarismo, el cual pone, en primer orden, la importancia del dinero como instrumento de política económica. Además, tiene dos principios básicos: 1) la oferta de dinero es el único factor sistemático determinante del nivel de gasto y de la actividad económica y 2) la estabilidad de los precios se garantiza a través del banco central.

Los monetaristas parecen suponer, con su hipótesis, que el dinero es neutral, dado que los agentes tienden a prever perfectamente el curso de los acontecimientos. No obstante, esta investigación coincide en que la moneda es endógena, pues su emisión se encuentra directamente vinculada con la actividad económica, cosa que habían ratificado con anterioridad los teóricos de la regulación y los seguidores de Marx (Aglietta, 1987).(2) Sin embargo, en el marco en que se desarrolló la teoría de las AMO, la moneda es fiduciaria, una moneda de papel que tiene su validez concentrada en la confianza de quien la emite (Estados o Bancos Centrales), y no, en el concepto de valor-trabajo.

En la conceptualización endógena, los flujos monetarios están vinculados con el circuito del capital; mientras que en la exógena, la génesis del dinero es una cuestión turbia sin definición alguna y, por eso, los economistas neoclásicos apelan a diversas parábolas para exponer cómo aparece en la economía.

Entre las carencias de la teoría de las AMO destacan: la ausencia de debate sobre la necesidad de la unión política de los países que se adhieran a un AMO, la no definición de las instituciones suficientes para la moneda común y el esquivo vínculo de la política monetaria con otras políticas económicas, como, por ejemplo, la fiscal.

Con respecto a su esencia neoliberal, el trabajo constata que la nueva teoría de las AMO surgió para servir de base a esquemas que intentaban contrarrestar la disminución tendencial de la cuota de ganancia del sistema capitalista, por eso, muchas de sus determinaciones tienden a estar concentradas en la búsqueda de la mayor ganancia para el capital mundial.

El establecimiento de la unión monetaria, sobre la base de la teoría de las AMO, puede reconocerse como una etapa de la constitución originaria del capital europeo. A través de esta, se implementaron las bases de un nuevo ciclo de valorización en una progresión cuantitativa y cualitativamente distinta, ante la disminución de la tasa de ganancia de la burguesía de los países centrales de la eurozona. Es así que, en los noventa -en pleno proceso de creación de la "zona monetaria óptima europea"- se observó que Alemania (18,4 %), Francia e Italia, registraron un crecimiento de la tasa de ganancia -entre 1996 y 1998 las tasas de beneficio para los dos últimos países mencionados promediaron un 15,0 % y un 16,0 %, respectivamente (Caputo y Radrigán, 2000)-. El proceso de acumulación capitalista europeo evidencia que la teoría de las AMO articula una nueva forma de valorización del capital. En este sentido, la teoría refuerza la contradicción capital-trabajo a favor del primero.

A partir de los argumentos anteriores parece imposible pensar que el proyecto de la unión monetaria europea pueda estar en función del bien comunitario. En primer lugar, porque los criterios de Maastricht, que definen la entrada a la zona del euro son restrictivos y neoliberales. Por ejemplo, en pleno proceso de creación del euro, la tasa de desempleo se incrementó enormemente en los países de la zona; entre 1991 y 1998 el porcentaje pasó de 7,7 % a 9,3 %, respectivamente. En particular, en España y Grecia los incrementos fueron de 13,0 % a 15,0 %, y de 7,1 % a 10,8 %, para el mismo periodo comparativo (Comisión Europea, 2011a).

En rigor, desde el inicio, la Comunidad Europea ha estado signada por el desarrollo desigual; en particular, con la entrada de Grecia, España y Portugal la brecha que separaba a los diferentes países se ha ampliado y se ensanchó, todavía más, con el ingreso de los nuevos miembros de Europa Central y Oriental en los años 2004 y 2007.

La elección de la convergencia nominal,(3) en detrimento de la real, estuvo fundamentada por elementos políticos y por las urgencias dadas en las negociaciones dado el altísimo nivel de prioridad que para la UE tiene la lucha hegemónica frente a las restantes potencias. Además, la zona de la moneda única no contaba, desde sus inicios, con una política anticrisis, carecía de un Estado para la joven moneda y la movilidad del factor trabajo era baja. Desde el comienzo del siglo XXI, en el ámbito académico, se discute la incompetencia de la zona euro en estos aspectos.

 

Segunda parte

La investigación manifiesta que la crisis económica actual -más allá de su comparación con la del veintinueve- marca el fin de una época para la economía mundial, es decir, la del predominio del patrón de acumulación neoliberal. En tanto crisis del patrón de acumulación se observa un recrudecimiento de la caída de la rentabilidad, la inversión, el empleo y el crecimiento en los principales centros económicos mundiales. Entre 1950 y 1973, el crecimiento mundial fue de 4,9 %; entre 1973 y 1990, de 3,3 %; y, entre 1991 y 2009, de 2,8 % (Márquez, 2010).

La actual caída de la tasa de ganancia constituye un indicador crucial para entender la crisis del proceso de acumulación de capital. Asimismo, la estrategia de financiación ha derivado en procesos de bancarrota y en escándalos de corrupción que han precipitado soluciones de regulación estatal. La globalización financiera ha quedado censurada, pues los países centrales han recurrido a la intervención del Estado y a la nacionalización de empresas en quiebra.

El estudio identifica, además, los problemas estructurales del crecimiento económico presentes en la eurozona por más de una década. Es necesario recordar que en esta conviven naciones heterogéneas; los países centrales de la eurozona -Alemania, Francia, Austria, Holanda, Bélgica y Luxemburgo-, de mayor desarrollo, y los países periféricos -Portugal, Irlanda, Grecia y España-, de menor desarrollo relativo.

Las disparidades económicas estructurales entre sus miembros se recrudecieron a partir de la creación de la zona monetaria. En primer lugar, la laxa política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) (2013) permitió que, entre 2003 y 2005, la banca privada de los países centrales de la zona obtuvieran préstamos a un tipo muy bajo y, con ese dinero, compraran la deuda pública -a tasa de entre un 3 % y 9 %- de los países periféricos, con lo que hicieron el gran negocio. Durante 2007 y 2008, el volumen de los préstamos creció un 50 %, desde un poco menos de 80 000 millones a 120 000 millones de dólares (Navarro, 2010). Esta situación provocó que, entre finales de 1999 y hasta el 2007, las economías periféricas crecieran por encima del promedio comunitario, mientras que, en los países centrales, el crecimiento del PIB no superara el promedio de la UE. Las periféricas basaron su crecimiento económico en la demanda interna; en especial, desarrollaron burbujas de diferentes tipos (inmobiliarias, bursátiles y de consumo). En segundo lugar, su crecimiento estuvo emparejado con una elevada inflación interna, el estancamiento de los ingresos reales y crecientes déficits en la cuenta corriente. En tercer lugar, mientras los países periféricos acumulaban déficits por cuenta corriente, en Alemania y los países del Benelux ocurría todo lo contrario. En particular, la economía alemana devino el mayor exportador de bienes del mundo desde el año 2003 hasta 2009, cuando China la desplazó al segundo lugar, una posición que aún mantiene.

Aunque se podrían diferenciar dos modelos de crecimiento económico al interior de la eurozona, antes del estallido de la crisis actual, ambos tendrían rasgos comunes, tales como los altos niveles de desocupación y la baja competitividad.

En este contexto, el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos se hizo sentir en la UE, dada la gran interconexión de los mercados financieros. Las pérdidas totales de los bancos estadounidenses y europeos ascendieron a 1,5 millones de millones dólares entre 2007 y 2010 (Munevar, 2011).

En concreto, los problemas del déficit fiscal y la deuda pública de los mencionados países se desataron tras el estallido de la crisis financiera mundial, cuando algunas naciones se precipitaron al rescate de los bancos nacionales. Durante el periodo de un año -mayo, 2010-2011-, Grecia, Irlanda y Portugal estuvieron al borde de la bancarrota. Y sucesivamente, se fueron incorporando Italia y España a esta situación. Asimismo, la crisis pudiera trasladarse a otros países de la zona.

El endeudamiento público de la UE alcanzó los 10,9 millones de millones de euros en el año 2012, una cifra que equivale al 85,1 % del PIB comunitario y al 90,0 % del PIB de la zona euro (8,52 millones de millones de euros). Sin embargo, con excepción de España (77,4 % del PIB), el resto de los países anteriormente mencionados tienen un sobrendeudamiento fiscal; en todos ellos, la deuda pública es superior al 100 % del PIB (Eurostat, 2013a).

Los países con problemas de deuda soberana están más agobiados que el resto por la recesión económica. Por ejemplo, Italia y España, junto a Chipre y Grecia, experimentan una profunda recesión. En general, el PIB de la eurozona retrocedió en el año 2012 en un -0,6 % (1,4 % en 2011) y a un -0,4 % en 2013, con lo cual se confirmó la crisis (Eurostat, 2013b; FMI, 2014).

Al agudizarse la crisis en la eurozona, el BCE tuvo que aplicar un conjunto de medidas no convencionales, entre ellas la creación del Mecanismo de Estabilidad Financiera Europea (MEEF) -que destinó 750 mil millones de euros para la compra de la deuda pública en los mercados secundarios-, las inyecciones de fondos a tres años -por un valor total de más de un billón de dólares a un interés de 1 % al sistema financiero-, y la decisión de comprar la deuda ilimitada de cualquier estado con problemas de financiamiento. Estas medidas del BCE evitaron el colapso de ciertos bancos europeos y contribuyeron a crear cierta estabilidad en los mercados financieros, pero no influyeron de manera positiva sobre el crédito en la zona del euro. El crédito bancario continúa estancado desde el año 2007 (BCE, 2013).(4)

Como contrapartida del financiamiento del BCE se establecieron los planes de austeridad fiscal exigidos por el FMI y los grandes poderes de la zona, no solo a Grecia, España, Italia y Portugal, sino también al resto de países, aun cuando todavía no hayan sido puestos en marcha. Paradójicamente, esas medidas han causado un crecimiento más débil en la zona y han aumentado los índices de desempleo. La tasa de desocupación se ubica en el 12,1 % de la población activa para la zona euro y en el 10,9 % para la UE. Más de 26,5 millones de europeos están sin trabajo, de ellos, 19 millones pertenecen a la zona euro (Eurostat, 2014).

Ante la gravedad de la crisis, el futuro del crecimiento y el bienestar de los países del área y de la UE es, en general, más inseguro. En este contexto, se diseñaron los escenarios posibles a mediano y largo plazos (más de cinco años). De los sesenta y cuatro escenarios posibles, solo tres de ellos alcanzaron la mayor probabilidad de ocurrencia. Estos son:

  • La reconfiguración de la eurozona (escenario 1).
  • El mantenimiento del status quo hasta la destrucción de la unión monetaria y la pérdida de la divisa europea (escenario 2).
  • El fortalecimiento y la continuidad del euro (escenario 3).


El primer escenario supone que el euro no desaparecerá, sin embargo, algunos países pudieran abandonar la zona euro. Este escenario es el menos negativo para el mundo, pero sí es perjudicial para la UE como un ejemplo de proyecto político internacional. De ocurrir, asestaría un golpe a la credibilidad de la UE como proyecto integracionista a escala internacional.

El segundo escenario pudiera ir precedido de un periodo de permanente debilidad monetaria hasta la pérdida final de la divisa europea. Aunque no se produce la salida de ningún país de la eurozona, las medidas de gobernanza económica no se aplican ni existe la voluntad política de Alemania para ayudar a los más débiles. Tal escenario sería inédito para la humanidad, porque el euro ha sido la única moneda emitida a nivel mundial sin respaldo en oro -sobre la base de la credibilidad del Banco Central Europeo- y sin un Gobierno común que la represente.

El tercer escenario está caracterizado por dos elementos fundamentales. El primero de ellos obedece a la capacidad y a la voluntad política de Alemania -considerada el motor de la zona- de utilizar recursos cuantiosos para ayudar a los más débiles. El segundo se refiere a que la UE establezca las medidas de gobernanza económica necesarias para solucionar la crisis actual del euro. Este es el escenario más positivo para el euro y el más deseado, puesto que no resulta conveniente perder la divisa de contrapeso al dólar en el sistema monetario internacional.´

La capacidad y la voluntad política de Alemania supondrían, entre otros elementos, su disposición a restructurar la deuda de los países periféricos de la eurozona y, con ello, eliminar la financiación de los estados endeudados.

El fortalecimiento de la gobernanza económica de la zona euro, según De Grauwe (2011), implicaría la creación de un tesoro común para la eurozona y de un mecanismo de transferencias automáticas de recursos al país golpeado por un choque económico negativo. Estas medidas de gobernanza se complementarían con la responsabilidad de fortalecer la competitividad real de la zona del euro, en cuyo caso, la divisa europea contaría con la sostenibilidad necesaria para su mejor participación en el sistema monetario internacional.

Este último escenario, a pesar de ser el más favorable, no está exento de dificultades. Es necesario aclarar que lo más probable es que les cueste mucho a los grandes países centrales de la eurozona, especialmente, a Alemania, nación que tendría que reducir sus superávit fiscales y su cuenta corriente, y continuar menguando su crecimiento económico, lo que también repercutirá en el crecimiento del área. Sin embargo, a largo plazo, los resultados serían prometedores, puesto que se capitalizaría la eurozona y se disminuiría el riesgo en los mercados financieros.

 

Tercera parte

Finalmente, la investigación hace énfasis en las implicaciones de la crisis de la zona euro para América Latina. Las relaciones económicas entre América Latina y la UE poseen una larga historia. Sin embargo, la región latinoamericana, usualmente, ha ocupado un bajo nivel dentro de las prioridades económico-comerciales de la UE, aun cuando esta es el segundo socio económico para la región -solo superado por Estados Unidos- y es el primero para Mercosur y Chile. Asimismo, es el primer inversionista en Latinoamérica desde finales de los noventa.

El estallido de la crisis global interrumpió la fase de crecimiento relativo de los intercambios birregionales. Así, en el año 2009 las importaciones provenientes de la UE disminuyeron un 35 %, en ritmo anual, contra una expansión de un 10 % en el año anterior. Además, las exportaciones de América Latina hacia Europa se contrajeron en un 20 %, frente a un aumento de un 19 % en 2008 (Comisión Europea, 2011b).

En resumen, más allá de la fuerte contracción que siguió a la crisis internacional, el comercio interregional se ha caracterizado, durante las dos últimas décadas, por su bajo dinamismo relativo y por su asimetría. En este sentido, América Latina ha comenzado a diversificar sus interlocutores comerciales externos para reducir su dependencia del mercado europeo, lo que ha implicado la búsqueda de otros nuevos y el reforzamiento del comercio interno, mediante procesos de integración regional. Por otro lado, China se ha convertido en un mercado de exportación clave para los países del Mercosur, con la excepción de Paraguay (SELA, 2012).(5)

Asimismo, América Latina y el Caribe han perdido peso relativo como destino de las inversiones europeas. Ambos absorbieron el 6,0 % de los flujos de inversión extranjera directa extra-UE entre 2006 y 2010, mientras que en la década de los noventa y en los primeros cinco años del siglo XXI los porcentajes fueron del 12,0 % y casi el 9,0 %, respectivamente (CEPAL, 2012). En contraste, otras regiones subdesarrolladas adquirieron mayor relevancia, tal es el caso de Asia -China, principalmente- con un 12,6%.

La UE es el primer donante de la cooperación al desarrollo para América Latina. Sin embargo, sus tasas de crecimiento económico negativas condujeron a la reducción de la Ayuda Oficial para el Desarrollo (AOD). En el año 2010, los miembros de la UE no cumplieron con el objetivo intermedio (0,56 % del PIB) que deberían destinarle a la AOD y alcanzaron solo el 0,42 % del PIB. Además no parece que alcanzarán el compromiso del 0,7 % del PIB para el año 2015, dados los actuales problemas por los que atraviesa (Parlamento Europeo, 2011).

Por otra parte, en el estudio se reconoce que es posible identificar varias vías de transmisión de la crisis del euro hacia América Latina, pero el análisis se concentra en aquellos aspectos vinculados con la liquidez de la moneda única europea, es decir, el financiamiento bancario, el tipo de cambio y las remesas familiares.

Con respecto al financiamiento bancario cabe señalar que en 2008 se interrumpió la tendencia alcista del crédito bancario europeo hacia América Latina. Asimismo, con el progresivo deterioro de la situación en Europa, en el tercer trimestre del año 2011 el crédito bancario transfronterizo para las economías emergentes de América Latina sufrió un brusco retroceso.

A pesar de que los bancos europeos han tenido la precaución de financiar la mayor parte de sus actividades en América Latina con depósitos de residentes y en moneda local, es posible que estos generen una gran demanda por fondos en dólares, ya sea por una menor oferta de sus casas matrices o por un recorte de las líneas de crédito externa. Esta demanda generaría una reducción del crédito para los países de América Latina y, con ello, la confianza y la inversión privada se verían afectadas (FMI, 2012). Así, los problemas de determinados bancos de la eurozona influirían en las economías latinoamericanas donde sus filiales están radicadas.

No obstante, para América Latina, los efectos negativos de un inesperado repliegue de los bancos europeos podrían ser compensados con la presencia de entidades locales bien capitalizadas,(6) lo que se observa en países como Argentina, Chile, Colombia, Perú y México (CEPAL, 2011). Al parecer, esto es lo que está ocurriendo también en Brasil (Banco Mundial, 2012).

Desde el punto de vista del tipo de cambio, la crisis del euro se ha traducido en una marcada volatilidad de la moneda única europea, con fuerte tendencia a su depreciación frente al dólar -sobre todo desde el año 2010 hasta mediados de 2012-, lo cual no ha favorecido la estabilidad económica y financiera de América Latina. En este sentido, desde 2007, se reforzó la apreciación de los tipos de cambio de México, Brasil, Chile, Colombia, Perú y Uruguay. Las tasas de interés negativas en Estados Unidos y muy bajas en Europa empujaron la liquidez hacia la región y apreciaron los tipos de cambio. Las excepciones fueron Venezuela y Argentina, aunque en menor medida (Ugarteche y Noyola, 2013).

Las remesas provenientes de Europa hacia América Latina cayeron un 8,9 % durante el periodo 2009-2012 y disminuyeron, especialmente, en el último año indicado (4,8 %) (Rebossio, 2013). De manera general, la bajada de las transferencias afectó en mayor grado a Ecuador, Colombia, Bolivia y Paraguay, situación que se ha derivado de los fuertes flujos migratorios que han ocurrido en esos países hacia España, Francia, Italia y Alemania.

En particular, la disminución de los flujos de remesas desde España -segundo emisor en la región antecedido por Estados Unidos- ha sido muy marcada (más de un 8 % durante el periodo 2009-2012). En el contexto de la actual crisis europea, que tiene en España uno de sus principales focos, no es previsible una recuperación significativa de las remesas en el corto y mediano plazos.

Por último, se analiza el impacto de los posibles escenarios de la zona euro en América Latina. Se observa que, aun en el escenario más favorable para la eurozona, es previsible el debilitamiento de la divisa europea, lo que potenciaría la "acumulación por desposesión"(7) del capital europeo en América Latina a través de varios procesos, entre ellos el deterioro de los términos de intercambio, la volatilidad de los tipos de cambio y la disminución de las reservas monetarias.

Sin embargo, mientras que la UE se encuentra enfrascada en el rescate de su proyecto de integración y del euro, para los países latinoamericanos aparece la posibilidad de reflexionar y avanzar en su integración monetario-financiera. Para la UE resulta muy difícil impulsar una verdadera asociación estratégica con América Latina cuando tiene poco o nada seductor que ofrecer, ni mercado seguro para los bienes y servicios latinoamericanos ni moneda estable para amortiguar los problemas de la dolarización presentes en América Latina y el Caribe. Esta posibilidad latinoamericana se expresa en la existencia de proyectos como el Sistema de Pagos en Monedas Locales entre Argentina y Brasil, el Banco del Sur,(8) el Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE),(9) y el Banco del ALBA, entre otras iniciativas (Estay, 2012).

Los pasos dados por la región latinoamericana en busca de una salida antineoliberal permiten prever que incluso ante el mejor escenario para el euro, América Latina debería fortalecer las iniciativas monetarias y financieras regionales autónomas. Se trata de una estrategia para recuperar su autonomía frente a la globalización, para determinar los aspectos bajo los cuales se mantendrán conexiones globales y aquellos en los cuales ocurrirá una desconexión.(10)

Aunque existe consenso en que América Latina se encuentra en una etapa muy singular de su historia,(11) el reto fundamental de la región está en fortalecer su voluntad política para lograr avances que se reviertan en el desarrollo económico y social latinoamericano (Gambina, 2007; Katz, 2007).

 

Conclusiones

En pleno auge del monetarismo y del neoliberalismo se desarrolló la teoría de las AMO. A partir de la experiencia del proyecto europeo de unidad monetaria, la teoría reveló un nuevo escalón en la contradicción capital-trabajo, en tanto se sentaron las bases para un nuevo ciclo de valorización del primero en progresión cuantitativa y cualitativamente superior.

La zona euro no constituye un AMO debido a que existe una clara divergencia en cuanto al crecimiento económico entre los distintos países y entre las estructuras productivas y no tiene lugar la movilidad perfecta de los factores productivos. En este sentido, la unión monetaria fue, desde su comienzo, un proyecto esencialmente político y, por lo tanto, la solución de sus problemas actuales exige solidaridad política y fortaleza institucional.

La crisis de la zona euro ha evidenciado los fallos en el diseño de la unión monetaria ya que se relegaron los problemas económicos estructurales y, con ello, se acentuaron los grandes desequilibrios a su interior. Los países centrales de la eurozona detentan elevados superávits en cuenta corriente y un saldo fiscal cercano al equilibrio; mientras que los periféricos, altamente endeudados, poseen crecientes déficits tanto externo como fiscales y atraviesan por una recesión más aguda.

En la eurozona, las medidas de austeridad fiscal están creando una dinámica de mayor desintegración al interior, ya que impiden una recuperación sustancial de la actividad económica y han propiciado la pérdida de millones de empleos. Todo parece indicar que, en ausencia de medidas fiscales expansivas, en el Viejo Continente y, en particular, en la zona del euro se instalará un sistema de crisis que perdurará por más de una década y agudizará las contradicciones existentes entre las clases y las pugnas centro-periferia.

La construcción de escenarios para la zona euro evidenció, de manera general, que la estabilidad del área europea dependerá, principalmente, de la capacidad y la voluntad política de los países centrales para lograr avances simultáneos y coherentes en un conjunto de áreas más allá de la monetaria. Solo con un enfoque sistémico de la política de integración regional, que articule las áreas de la gobernanza económica -la industrial, la tecnológica y la comercial y financiera- será posible potenciar la zona y, por consiguiente, lograr un euro más estable.

Más allá del escenario futuro, América Latina debería articular un mecanismo de cooperación monetario-financiero regional independiente. Las nuevas iniciativas -como la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) y los Tratados de Comercio entre los Pueblos (TCP)- permiten elaborar nuevos postulados con respecto al desarrollo económico y social regional, frente a la crisis del patrón de inserción neoliberal en la economía mundial. De todas formas, el reto fundamental de estos mecanismos consiste en fortalecer la voluntad política y la base económica que garantice la ampliación y la sostenibilidad de las políticas sociales.

 

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

 

AGLIETTA, M. (1987): Regulación y crisis del capitalismo: la experiencia de los Estados Unidos, Siglo XXI de España Editores, Madrid.

AMIN, SAMIR (1988): La desconexión: hacia un sistema mundial policéntrico, IEPALA Editorial, Madrid.

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CAPUTO, O. y J. RADRIGÁN (2000): "Acumulación, tasa de ganancia e inversión en los países capitalistas desarrollados", El pensamiento económico crítico ante los cambios del sistema mundial, Red de Economía Mundial, (REDEM), Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, México.

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RECIBIDO: 18/5/2014
ACEPTADO: 20/10/2014

 

 

Jourdy Victoria James Heredia. Subdirectora General del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, Cuba. Correo electrónico: jourdyv@ciem.cu

 


NOTAS ACLARATORIAS

1. Aún el dólar es -con una gran diferencia con respecto al euro- la principal moneda de denominación del comercio entre los distintos países y aún ocupa un lugar preponderante en los mercados financieros internacionales.

2. La confianza en la moneda está dada por la aceptación de la sociedad y no de los mercados financieros exclusivamente. La moneda es, en definitiva, una institución central que representa la perpetuidad de todo un orden social.

3. Se trata de un proceso de corto plazo, mientras la real suele abarcar un periodo más largo. Esta última, medida en términos de renta per capita o de tasa de desempleo, no experimenta grandes fluctuaciones en periodos cortos. El acercamiento a los niveles de renta europea se ha hecho de forma progresiva y gradual; además, requeriría de una importante colaboración por parte de los presupuestos comunitarios para realizarse, al menos, en el mediano plazo.

4. La tasa de crecimiento interanual del crédito al consumo permaneció en niveles negativos, un -2,8 % en diciembre de 2012, frente al -1,8 % de diciembre de 2011.

5. Entre 1990 y 2008, las importaciones latinoamericanas y caribeñas provenientes de China pasaron de representar el 0,6 % del total de las importaciones de la región a más del 10 %. Actualmente, China se sitúa como el tercer proveedor en la región, antecedida por Estados Unidos y la Unión Europea.

6. El saneamiento de los sistemas bancarios tras las crisis de los años noventa y principios de siglo, la incorporación de medidas prudenciales en las regulaciones nacionales, la adaptación de las normas de solvencia a los estándares internacionales y el buen y prolongado desempeño macroeconómico registrado por la región están en la base de la recuperación del sistema financiero regional.

7. Se trata de una forma particular de acumulación característica de la fase neoliberal, definida por David Harvey (2004), es decir, es un nuevo ciclo global de mercantilización, apropiación y control por parte del gran capital de una serie de bienes, especialmente, de aquellos bienes comunes de la naturaleza.

8. En el Banco del Sur participan Venezuela, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Uruguay y Ecuador. Se trata de una iniciativa destinada a fomentar créditos al desarrollo y ser una posible alternativa al Banco Mundial y al BID (Banco Interamericano de Desarrollo).

9. Para apoyar este sistema, los países del ALBA han creado un Consejo Monetario Regional, que administrará tres estructuras: la moneda virtual SUCRE, la Cámara de Compensación de Pagos entre los bancos centrales y un Fondo de Reservas y Convergencia Comercial. Durante 2010 se realizaron en la nueva moneda seis transacciones de aproximadamente 10 millones de sucres; en 2011 se llegó a 431 transacciones por un valor de 216 millones de sucres; y en 2012 -solo hasta septiembre- se efectuaron 628 transacciones, por 280 millones de sucres.

10. Esta desconexión se asemeja en buena medida a la idea de la desglobalización propuesta por Samir Amin (1988), pero con diferencias sustanciales, entre ellas la premisa de que una alternativa al sistema monetario internacional actual, necesariamente, debe incorporar una dimensión regional.

11. Desde inicios de siglo, la región cuenta con expectativas notables de cambio en materia de economía y política. La acción antineoliberal confluye, ampliamente, con numerosas demandas antimperialistas.

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