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Economía y Desarrollo

versión impresa ISSN ISSNversión On-line ISSN 0252-8584

Econ. y Desarrollo vol.158 no.2 La Habana jul.-dic. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La polarización latinoamericana en la contemporaneidad

 

Political Polarization in Today's Latin America

 

 

Alodia Alonso Alemán y Magela Pérez Pérez I

 

I Departamento de Desarrollo Económico, Facultad de Economía, Universidad de la Habana, Cuba.

 

 

 


RESUMEN

El presente artículo pretende realizar un análisis del fenómeno de la polarización -visto desde el enfoque de la economía política marxista leninista- como resultado de la propia génesis y desarrollo del sistema capitalista. En la valoración que se ofrece se destacan las manifestaciones de la polarización en sus diferentes niveles y su profundización, en la misma medida que avanza el proceso de internacionalización del capital. La investigación toma los conceptos teóricos-metodológicos afines y se concreta empíricamente en la región latinoamericana.

PALABRAS CLAVE: acumulación, desigualdad, exclusión, multiescalaridad, polarización.


ABSTRACT

This paper is aimed at examining the phenomenon of political polarization as a result of the origin and development of capitalist system, with a Marxist-Leninist political economic approach being taken. Different levels of political polarization and its intensification as the process of internationalization of capital evolves are stressed. Related theoretical and methodological concepts are used in this study, with focus being on the Latin-American area.

KEYWORDS: accumulation, inequality, exclusion, multiscalarity, political polarization.


 

 

 

INTRODUCCIÓN

Al hacer referencia a la polarización se derivan varias interpretaciones. El término es utilizado por diferentes disciplinas científicas, a partir de lo cual se tiene: la polarización eléctrica, la polarización política, la polarización electroquímica, entre otras. A los efectos del trabajo que proponen las autoras, se tratará el fenómeno de la polarización desde una perspectiva económica, pero que necesariamente incluye el ámbito político y social.
Teniendo en cuenta lo anterior, se considera pertinente el análisis de la polarización como rasgo inherente y consustancial al modo de producción capitalista, y que muestra total vigencia en la contemporaneidad. En este sentido, el continente americano es un caso de interés, al exhibir concretamente el fenómeno objeto de estudio: de un lado, Estados Unidos como potencia hegemónica capitalista y, del otro, los países latinoamericanos como fuente de explotación y miseria.

 


1. El fenómeno de la polarización desde la perspectiva marxista. Aspectos teóricos generales

El fenómeno de esta polarización viene asociado al desarrollo mismo del sistema capitalista. Desde los propios orígenes de este modo de producción se van estableciendo brechas que favorecen el fenómeno de la diferenciación en distintos niveles, generando como una de sus consecuencias la formación de dos grandes grupos: los ricos y los pobres.

La denominación de "ricos" no solo compete a la clase social más favorecida por opulentos ingresos, sino que también hace referencia a aquellos países avanzados tecnológicamente y con altos niveles de vida. En este mismo orden, están los "pobres" no solo comprendidos por la clase obrera capitalista; en ellos se insertan también países rezagados tanto en lo tecnológico como la situación socioeconómica que caracteriza a la población.
A nivel de países esta característica de desigualdad ha generado una apropiación de los excedentes de los países periféricos y semiperiféricos por parte de los países avanzados. Esta expoliación se reproduce y se refuerza en el ámbito nacional y regional, donde el desarrollo de las fuerzas capitalistas desempeña un papel determinante para definir las relaciones de producción que se establecen en el nivel nacional y las características con que el sistema va a operar en los países periféricos (Ortegón, 2000).

El sistema mundial capitalista tiene una dinámica que genera diferencias en los territorios que dinamizan al sistema, dado que las condiciones de centralización y de concentración mundial del capital, en diversos momentos de su desarrollo requieren establecer relaciones de internacionalización más dinámicas en ciertas fases. La tendencia a la internacionalización del capital es una respuesta a las limitantes que existen en un sistema cerrado para incrementar la tasa de ganancia. Este proceso de internacionalización ha establecido relaciones subordinadas con territorios desde los inicios de la expansión capitalista, generándose formas de apropiación territorial y de establecimiento de dinámicas sociales diferenciadas en los países, pero bajo la égida del capitalismo mundial, donde existen relaciones de poder económicas, sociales y políticas que se refuerzan, y a la vez establecen la naturaleza de las relaciones de dependencia entre las naciones (Harvey, 1990).

Ciertamente, se han llevado a cabo procesos que pretendían como objetivo fundamental eliminar tales diferenciaciones. Una de ellos fue el Modelo de Industrialización por sustitución de importaciones (ISI), puesto en práctica a mediados del pasado siglo y defendido por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). De manera general no se obtuvieron los resultados esperados.
La crisis estructural de 1970 que marcaba el fin de las recetas keynesianas, junto a una nueva etapa de la internacionalización del capital, la globalización que asociada al cambio en el patrón de acumulación, generó nuevas medidas económicas de corte neoliberal que "impulsarían" el crecimiento económico: apertura de los mercados nacionales a los capitales transnacionales, privatizaciones, reconversión de los aparatos productivos con destino al mercado nacional, a industrias con destino al mercado externo y, sobre todo, al mercado como mecanismo esencial y regulador de los factores del crecimiento económico.

Una vez más los resultados no se correspondieron con los objetivos señalados. La polarización -en sus distintos niveles- se manifestó en esta ocasión con mayor profundidad.
Este comportamiento del sistema capitalista responde a su propia esencia explotadora y por sobre todo a su objetivo fundamental: la obtención de plusvalía. La clase dominante capitalista no escatima en métodos que le permitan maximizar la apropiación del trabajo no retribuido. Lo anterior se corresponde con la ley económica fundamental del modo de producción capitalista descubierta por Marx: la Ley de la Plusvalía. La finalidad constante de la producción capitalista consiste en crear el máximo de plusvalía o de plusproducto con el mínimo de capital desembolsado (Marx, 1973a). Esta plusvalía se nos presenta en la superficie como ganancia, generada por la propia circulación.

Dicha ley mantiene total vigencia en la época contemporánea, se manifiesta en la necesidad constante de los capitalistas de apropiarse del trabajo ajeno, sin importar los medios. Es importante destacar que pese a su validez, la forma en que ella se va manifestando muta con el propio sistema, se modifica al propio tiempo que se desarrolla el sistema capitalista. Y es que "en la época del capitalismo premonopolista, la ley de la plusvalía actuaba como ley de la ganancia media (general) y de la ganancia extraordinaria. Cuando ya en el imperialismo, domina el capital monopolista, la forma más importante en que se manifiesta y desarrolla la ley económica fundamental del capitalismo es la de elevada ganancia monopolista, descubierta por Lenin" (Borisov, Zhamin, Makarova, 2016, p. 144).

Lo anterior implica necesariamente que el enriquecimiento de la clase capitalista dominante, ocurra necesariamente a costa de la clase explotada. Es este el punto de partida del proceso de polarización que genera el sistema.
Un elemento fundamental para el logro de la Ley de la Plusvalía lo constituye la acumulación: reinversión de la plusvalía como capital. Este proceso le permite al capitalista tomar parte de su plusvalía para incrementar la cantidad de capital inicial al proceso productivo, por lo cual la misma está destinada a la compra de dos mercancías específicas: medios de producción y fuerza de trabajo. En este sentido, el sistema capitalista caracterizado por un amplio desarrollo de las fuerzas productivas inserta en sus procesos productivos tales adelantos científicos-técnicos, lo que al unísono provoca un desplazamiento del trabajo vivo.

Hay un menor uso relativo e incluso absoluto de fuerza de trabajo en las industrias, pero hay una mayor capacidad de producción de riquezas. El trabajo pretérito sustituye y desplaza al trabajo vivo. A esta población que es expulsada del centro productivo o que queda fuera de él, Marx la llamó ejército industrial de reserva o población excedente. A su vez, esta población sobrante presiona a la baja los salarios y al deterioro de las condiciones laborales de los trabajadores activos.

En consecuencia, un aumento del proceso de acumulación del capital genera implicaciones negativas en la clase obrera. En la misma medida que el capitalista se favorece con este proceso, el obrero se ve presionado a aceptar mayor grado de explotación y por tanto, de miseria. Dicha polarización es enunciada por Marx en la Ley general de la acumulación capitalista:

Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayor es también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército industrial de reserva crece, por consiguiente, a medida que crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor es este ejército de reserva en proporción al ejército obrero en activo, más se extiende la masa de la superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón inversa a los tormentos de su trabajo. Y finalmente, cuanto más crecen la miseria dentro de la clase obrera y el ejército industrial de reserva, más crece también el pauperismo oficial. Tal es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista. (Marx, 1973a, p. 588)

La acción de la Ley general de la acumulación está presente a lo largo del desarrollo de todo el sistema capitalista, y se concentra en los nexos de causalidad que se establecen entre los procesos de acumulación y el desarrollo de la reproducción ampliada, con el consiguiente crecimiento de la composición orgánica del capital y la incesante necesidad de valorizarlo.

Haciendo referencia a la propia ley y como manifestación del fenómeno de la polarización, Marx plantea: "Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral" (Marx, 1973a, p. 589).

La ley general de la acumulación enunciada por Marx, en el capítulo XIII de su obra El Capital, mantiene su validez histórica en la contemporaneidad. Planteada por este autor en la época del capitalismo de libre competencia, es analizada por V.I. Lenin en la etapa del capitalismo monopolista. Concluye este último, que esta etapa profundiza no solo la acción de todo el sistema de contradicciones capitalistas, sino también acentúa la acción de sus leyes. En este sentido señala: "El mundo ha quedado dividido entre un puñado de Estados usureros y una mayoría gigantesca de Estados deudores" (Lenin, 1970, p. 775).

La teoría leninista, como fiel continuadora de la teoría marxista, recoge las desigualdades percibidas por este autor en la etapa del capitalismo monopolista, "descubriendo"1 la ley de desarrollo desigual de este modo de producción. Según dicha ley, el desarrollo económico y político de unos países capitalistas respecto a otros se produce a saltos: unos países refuerzan sus posiciones en el mercado mundial a costa de otros; el mundo ya repartido, se reparte de nuevo periódicamente, en consonancia con la nueva correlación de fuerzas dada en el mundo capitalista.

La transición del capitalismo vivido por Marx al imperialismo percibido por Lenin, acentúa las desigualdades entre las potencias imperialistas y los países subdesarrollados, pero también al interior de cada uno de estos grupos. En referencia al grupo de los países desarrollados, vale señalar que el agravamiento de sus contradicciones constituye una respuesta a su desigualdad de desarrollo, así como a su afán por conquistar nuevas esferas de poder que les permitan superar a sus contrincantes.

La desigualdad capitalista, expresada en ley, incluye la polarización entre los países centros y periféricos como cualidad inmanente al despliegue del capitalismo a escala mundial. Mientras que la riqueza se concentra en los centros, la pobreza se concentra en las periferias. No obstante, la correlación de fuerzas entre los países -sobre todo los centros- es cambiante.
Otro enfoque a destacar, vinculado con la desigualdad generada por el sistema, se refiere a cómo las crisis -que también lo caracterizan- afectan a todos, pero no de la misma forma. En principio es la clase obrera la más afectada, sin embargo al interior de la clase capitalista unos están en bancarrota y otros obtienen más beneficios que nunca. Lo mismo ocurre con los países: unos se hunden y otros se encuentran en una prosperidad insospechada.

Samir Amin es uno de los autores que enfatiza en la naturaleza polarizadora del sistema capitalista y profundiza en el tema presentado. Enuncia la metamorfosis del fenómeno en los distintos estadios de este modo de producción: entre 1500 y 1800 el "capital mercantil es hegemónico en los centros atlánticos dominantes" y se forman "zonas periféricas (América) cuya función presuponía su total aceptación de la lógica de acumulación del capital". Entre 1800 y 1945 la polarización toma la forma de contraposición entre países industrializados versus países no industrializados (exportadores de materias primas y productos agrícolas). Luego, gradualmente, con los procesos de industrialización que impulsaran las periferias gracias a los movimientos de liberación nacional y a los regímenes del "socialismo real", la polarización global irá cobrando una forma histórica distinta (Amin, 1999, p. 18).

En la actualidad, los principios del proyecto neoliberal acentúa la maximización de las diferenciaciones sociales, agravando el fenómeno polarizador y colocando a los obreros como instrumentos que contribuyen a su propia decadencia. El neoliberalismo ha generado una enorme capacidad de producir mercancías, al expandir la órbita del mercado, la privatización, la explotación de trabajo barato y la devastación ambiental, pero lo ha hecho a costa de deprimir los salarios, desmantelar la economía de subsistencia, cancelar o menguar los apoyos a la economía social.
De manera general y según las siguientes reflexiones de Márquez (2010):

El desarrollo desigual comporta un proceso histórico de polarización económica, social y política entre regiones, países y clases derivada de la dinámica de acumulación capitalista centralizada, la división del trabajo, la estructura de poder y la lucha de clases en distintos ámbitos espaciales y niveles jerárquicos. Como resultado acontece la expansión de las desigualdades sociales expresada por la concentración de capital, poder y riqueza en manos de una pequeña élite capitalista confrontada a un abundante proceso de despojo, explotación y pobreza que constriñe paulatinamente las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. A nivel del sistema capitalista mundial tiene verificativo una diferenciación sintomática entre países imperialistas, centrales o desarrollados y países periféricos, subdesarrollados o dependientes. (p. 31)

La polarización analizada y estrechamente vinculada a las desigualdades -en sus diferentes niveles- inherentes al desarrollo capitalista, encuentra empíricamente en Latinoamérica y el Caribe "un ejemplo modelo" a la teoría presentada. A continuación se incorporan a las reflexiones expuestas hasta el momento, el enfoque del comportamiento de desarrollo territorial que viene caracterizando en el tiempo a los países del continente.


2. La polarización latinoamericana: algunas de sus manifestaciones

Durante décadas, la gran mayoría de los estudios realizados sobre los países latinoamericanos y caribeños han reflejado de modo general un rasgo fundamental que los identifica: la profunda diferenciación económica, social, institucional, cultural, medioambiental y demás, entre sus espacios territoriales infranacionales. Este panorama no ha cambiado sustancialmente en el presente; hoy América Latina y el Caribe continúan experimentando los mayores grados de desigualdad a nivel internacional. Explicar tal comportamiento conduce a tener en cuenta, no solo las manifestaciones concretas en que se expresan las mismas, sino también las causas que las determinan.

Estas causas están ligadas a las necesidades de la reproducción del capital a escala internacional y a las leyes objetivas que las acompañan, por lo que se está en presencia de aspectos de carácter estructural, condicionados por el dominio de las relaciones de producción capitalista y que en no pocas ocasiones se ven relacionados con procesos coyunturales, que matizan el comportamiento de las asimetrías según sean las condiciones del momento histórico.

Las regiones y/o espacios territoriales subnacionales más atrasadas, no solo tienen que sufrir las consecuencias de la desigual división del trabajo entre países, sino que también llevan sobre sus espaldas el peso de esa desigual división del trabajo a nivel nacional. Es por ello que los resultados del crecimiento económico se concentran en puntos clave, como pueden ser las grandes ciudades o zonas priorizadas por el gran capital, mientras la gran mayoría del territorio nacional está marginado y no cuenta con posibilidades reales para acometer procesos de transformación económica y social de profunda significación.

Esta marcada desarticulación puede observarse claramente por los enormes contrastes -a lo que los economistas convencionales llaman dualismo- entre los centros de las ciudades y las zonas circundantes a ellas, entre las condiciones de vida en las urbes y en el campo, entre los sectores moderno y tradicional de la agricultura o entre las industrias de tecnología avanzada y la artesanía.

Las desigualdades territoriales latinoamericanas han adoptado históricamente dos formas principales. La primera es una fuerte concentración geográfica de la población y la actividad económica, con casos de países que concentran en su área metropolitana principal, porcentajes del PIB iguales o superiores al 50 % y porcentajes de la población iguales o superiores al 40 %, y aunque algunos exhiben menores grados relativos de concentración en su área metropolitana principal, estos son aún significativamente elevados en relación a los estándares internacionales [Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social (ILPES), 2015]. Ejemplo de lo anterior lo constituyen Argentina, Chile y Perú. En estos países se observa una región preponderante formada por la capital y su entorno inmediato, donde se concentra la actividad económica y social más importante. En Bolivia, Brasil, Colombia y México, a pesar de que la actividad económica fundamental se concentra en más de un lugar, aún se observan altos niveles de concentración de la producción.

La segunda forma en que se manifiestan las desigualdades territoriales son las elevadas brechas relativas entre territorios, vinculadas a las condiciones generales de vida de la población, pues aunque a partir de la ronda de Censos 2010 se pudo comprobar que varios países de la región experimentaron importantes reducciones en las desigualdades -Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y México a partir del 2002-, al mismo tiempo, estos revelaron la persistencia de fuertes brechas en materia de desarrollo socioeconómico territorial al interior del resto, al considerar específicamente servicios sociales básicos como educación, salud o vivienda. Estas brechas se amplían si se incluyen variables más sofisticadas, como disponibilidad de computadoras y acceso a internet per cápita. También si los estudios sobre diferenciaciones territoriales se realizan a nivel de escalas territoriales menores (nivel municipal) se constata que las diferencias entre municipios ricos y pobres tienden a intensificarse significativamente (ILPES, 2015).

Otro aspecto que destaca la desarticulación territorial es la existencia de una economía de compartimentos estancos o de elementos aislados entre sí y de una actividad productiva dinámica fundamentalmente de enclave, ejemplo de ello lo constituyen algunas zonas francas industriales de exportación en América Central y el Caribe, pues en ellas, empresas extranjeras se dedican a ensamblar productos manufacturados, con componentes y piezas generalmente importados y que, por tanto, como es el caso de la llamada industria maquiladora de México, Costa Rica, El Salvador y otros, están más vinculadas a la economía mundial que al resto de la economía local (Bustelo, 1995). El economista chileno Osvaldo Sunkel al referirse a este fenómeno, desde hace algunos años destaca como una peculiaridad la coexistencia de integración transnacional y de desintegración nacional.

La situación actual del continente tiene que ser explicada considerando el desarrollo de la globalización como proceso objetivo y multidimensional. Hacer referencia a ella, implica reconocer que es un proceso de peculiar complejidad y requiere la comprensión de los elementos que integran sus diferentes dimensiones. La globalización es la consecuencia de la innovación y el acelerado avance tecnológico ocurrido en los países capitalistas más desarrollados, es decir, de la nueva cualidad del desarrollo de las fuerzas productivas, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX. La pronta puesta en práctica de esos adelantos en la producción capitalista modifica sustancialmente las condiciones de producción y apropiación de plusvalía a escala mundial, reforzando la integración e interdependencia de las economías en todo el mundo, a través de los acuerdos y transacciones financieras, del movimiento de la fuerza de trabajo y del conocimiento-información entre los países, además de la movilidad de ciertos procesos de la manufactura de un producto comercializado por una corporación transnacional.2

Se constatan, entonces, cambios en la producción capitalista que por su importancia y relación con la forma contemporánea de entender la dimensión territorial del desarrollo ameritan ser considerados. Una primera tendencia es la referida a la transición de la producción en serie a la producción flexible. Cuando la creciente internacionalización de los mercados hizo a la demanda impredecible, y el ritmo de cambio tecnológico hizo obsoleto el equipo de producción de cometido único, el sistema de producción en serie se vuelve demasiado rígido y costoso, y surge el sistema de producción flexible. Otra tendencia es la proliferación de empresas medianas y pequeñas con alta capacidad competitiva, pues como resultado de las nuevas tecnologías, la flexibilidad y la alta eficiencia, los niveles productivos no dependen precisamente de la escala de la planta. El modo de gestionar el proceso laboral cambia y adquiere como rasgo fundamental y distintivo, la desespecialización de los trabajadores profesionales, a quienes convierte en especialistas multifuncionales.

Cada día que pasa la situación antes descrita se acentúa, pues la nueva etapa a la que han arribado los procesos de desarrollo científico-técnico implica un cambio sustancial en la base material del capitalismo y un impulso al desarrollo desigual a saltos. Esto repercute en los vínculos internacionales de todo tipo, y se caracteriza por un proceso de socialización internacional de la producción sin precedentes. Se aprecian rasgos nuevos en la división internacional capitalista del trabajo -por sectores y ramas- al punto de que algunos países latinoamericanos comienzan a tener importancia en las exportaciones de productos manufacturados, en tanto, los países imperialistas desarrollan las exportaciones de servicios y tecnología fundamentalmente.

Al propio tiempo, se verifica una vez más que los países capitalistas desarrollados monopolizan en cada momento histórico los medios innovadores que imprimen el dinamismo al desarrollo de las fuerzas productivas, condición que les garantiza su posición privilegiada en el conjunto de la economía mundial. Estas y otras son las manifestaciones de la división internacional capitalista del trabajo que enfrenta el mundo de hoy, la cual por una parte ha profundizado y creado nuevos obstáculos para los países subdesarrollados y, en especial, para los territorios más atrasadas de estos. Es decir, cada día se reproducen con más fuerza los factores que generan la desarticulación territorial y la exclusión.

A este contexto internacional de la economía real, se enfrentan los países latinoamericanos y caribeños con la deformación estructural que los ha caracterizado en el tiempo, no solo como Estados-Nación, sino también al interior de sus economías y espacios territoriales subnacionales. Es de significar aún el peso relativo de los productos primarios en sus exportaciones; la reducida capacidad de financiamiento propio que los mantiene con altos niveles de endeudamiento permanente; además la infraestructura en su sentido más amplio es deformada o inexistente; y subsisten los bajos niveles de formación y calificación de la fuerza de trabajo, por lo que considerando lo anterior, no resulta difícil identificar las limitadas posibilidades con que cuentan estos países, para reducir los desequilibrios económicos y sociales territoriales, y enfrentar el dominio internacional del capital globalizado.

Por ello, el panorama socioeconómico nacional de un país subdesarrollado exhibe territorios que concentran el desarrollo industrial, la infraestructura técnica y social, y demás, estableciendo sus vínculos y flujos de intercambio fundamentales con territorios de otros países, principalmente de donde proviene el capital foráneo, lo que margina casi de forma absoluta a territorios del entorno nacional, y de esta forma quedan, en el mejor de los casos, como suministradores de materias primas y fuerza de trabajo.

También es necesario apuntar que el desarrollo territorial latinoamericano en este momento no escapa de los efectos de la crisis estructural actual. Ante todo hay que tener en cuenta que la trayectoria histórica de la inserción de América Latina y el Caribe en el mercado internacional revela una alta dependencia de los productos primarios, los que continúan siendo la principal fuente de ingresos para la región. Ello ratifica una vez más el marcado carácter extractivista y la vulnerabilidad de las economías de estos países, ante el comportamiento de las tasas de crecimiento en los grandes centros de la economía mundial, como por ejemplo, el comportamiento de la dinámica económica en la Unión Europea con tasas de crecimiento muy bajas que rondan en la recesión y la depresión de variables económicas clave, como es el caso de la inversión productiva y el nivel de empleo; la situación de Estados Unidos, que si bien ha logrado un mejor comportamiento, mantiene un conjunto de limitaciones estructurales que sugieren que las tasas de crecimiento alcanzadas no son suficientemente sólidas. Por otra parte la desaceleración de las economías emergentes -particularmente de China que ha decidido modificar su modelo económico transitando de un modelo exportador a uno articulado por el consumo interno- modifica sustancialmente los niveles de demanda de insumos desde los países periféricos como los de América Latina.

Este contexto adverso es destacado por las consideraciones cepalinas, al señalar que: "la demanda agregada externa que enfrentan los países de América Latina se ha debilitado, debido al bajo crecimiento de las economías desarrolladas y a la desaceleración de las economías emergentes, sobre todo de China, que se ha transformado en el principal socio comercial de varios países de la región […]" (CEPAL, 2014, p. 72).


En síntesis, la desaceleración del crecimiento económico internacional en los últimos años (2011-2015) que se expresa en un crecimiento en forma de meseta baja de alrededor de un 3 %, según datos publicados por el Fondo Monetario Internacional (FMI, 2015), como expresión de la crisis estructural que vive el sistema capitalista, no hace esperar sus consecuencias para el continente y se refleja en los problemas que enfrentan las diferentes economías y sus territorios subnacionales, asociados al desplome de los niveles de exportación por la desaceleración de la demanda, al deterioro de los términos de intercambio, al descenso de los precios de los bienes exportables y muy particularmente la caída significativa de los precios del petróleo, el que representa poco más de un tercio de los ingresos del PIB del conjunto de países latinoamericanos (figura 1).

A lo anterior hay que agregar el decrecimiento de los flujos de inversión extranjera directa hacia la región, lo que se explica fundamentalmente por el desestimulo que representa la reducción del crecimiento, y por tanto del dinamismo económico, los problemas infraestructurales y de competitividad.
Se aprecia entonces que la relación de dependencia puede cambiar de forma en el mejor de los casos, pero no del contenido que la define cualitativamente: la relación de explotación de unos países por otros y de unos territorios por otros.

Aunque están dados los argumentos que explican la tendencia predominante del desarrollo territorial latinoamericano y caribeño en el presente, concretada en el aumento relativo de la brecha de diferenciación y polarización entre países y espacios infranacionales, es importante destacar que este comportamiento no es homogéneo para todo el continente, considerando las particularidades de cada país y subregión, sus fortalezas, sus vulnerabilidades y sus capacidades de respuesta ante la situación actual.
La CEPAL con su informe del 2014 reflejó la heterogeneidad de la economía latinoamericana y caribeña en los siguientes términos:

Al analizar la evolución de las economías por subregiones, se observa que América del Sur exhibió un crecimiento del 0,7 % (frente a un 2,8 % registrado en 2013), en tanto que Centroamérica, incluido el Caribe de habla hispana y Haití, se expandió un 3,7 % (frente a un 4,0 % en 2013). México anotó un crecimiento del 2,1 % en 2014, lo que representa un aumento de su dinamismo respecto al 2013 (1,1 %). Por su parte, el crecimiento de las economías del Caribe (1,9 %) significó una aceleración con relación a los años anteriores. (CEPAL, 2014, p. 72)

Ello condiciona una reconstrucción teórica y práctica que incluya por una parte lo común y diferente al mismo tiempo, y por otra, la noción de multiescalaridad de los fenómenos socio-espaciales y el rol del Estado nacional como actor importante para mediar entre el proceso de globalización y los procesos de reproducción y ampliación de desigualdades socioeconómicas-espaciales.

La perspectiva de la multiescalaridad reconoce el significado de las distintas escalas geográficas: globales, nacionales, regionales y locales, a partir de la creciente complejidad de la interacción entre estas escalas, un ejemplo concreto de dicha complejidad son las cadenas o redes de producción global, que conectan diversos lugares y escalas a nivel mundial, generando la necesidad de ampliar el espectro escalar de los procesos que influyen en el desarrollo territorial.

La situación actual impone de manera urgente una recuperación de la escala nacional como espacio de nuevos impulsos de políticas territoriales, que busque complementariedad con las escalas subnacionales. El Estado está llamado a promover y apoyar un desarrollo territorial más armónico, que a diferencia del pasado, sea capaz de incorporar una mayor diversidad de iniciativas provenientes de diferentes tipos de actores y de escalas geográficas; este debe ser protagonista estratégico para el diseño, ejecución y monitoreo de políticas territoriales redistributivas que apunten al objetivo de sociedades territorialmente más equilibradas y justas.

 

CONSIDERACIONES FINALES

El desarrollo del capitalismo conduce inexorablemente a acentuar las diferenciaciones socioeconómicas, por cuanto la acumulación inevitable que este requiere da lugar al enriquecimiento de los capitalistas a costa de la clase obrera. Dicho fenómeno se reproduce a una escala superior: a nivel de países. Todo lo anterior conforma una polarización con amplias brechas reales que, en el contexto de la lógica del capital, son imposibles de eliminar.
En América Latina y el Caribe coexisten una gran cantidad de regiones con poca población y bajo peso económico y un pequeño número de regiones en las que se concentran gran parte de la población y la producción.

La desaceleración en los niveles de crecimiento de los países del continente debe ser analizada considerando ante todo la deformación de la estructura socioeconómica que los caracteriza, como consecuencia de la reproducción del capital a escala internacional. A ello debe incorporarse lo cualitativamente nuevo que aporta el proceso de globalización para profundizar la polarización y la desigualdad, y los efectos de la crisis estructural del capitalismo.
La vertiginosa celeridad de la consolidación de espacios excluidos en el escenario actual impone la reconsideración sobre la multiescalaridad y el rol del Estado, para atender las asimetrías territoriales.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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RECIBIDO: 17/03/2017
ACEPTADO: 05/04/2017

 

 

Alodia Alonso Alemán. Departamento de Desarrollo Económico, Facultad de Economía, Universidad de la Habana, Cuba. Correo electrónico: alodia@fec.uh.cu
Magela Pérez Pérez. Departamento de Desarrollo Económico, Facultad de Economía, Universidad de la Habana, Cuba. Correo electrónico:alegam@fec.uh.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. En realidad Lenin tuvo la genialidad de identificar la forma de manifestación de la ley general de la acumulación capitalista descubierta por Marx, en las condiciones del capitalismo monopolista: la ley del desarrollo desigual, aunque en la literatura sobre el tema de forma reiterada se insiste que fue su descubridor.
2. Estos rasgos no son nuevos, han estado aquí desde hace siglos, sin embargo, la intensidad y velocidad recientes los hacen significativamente más potentes y expresan los crecientes grados de interconexión de las distintas naciones a la realidad económica global, por lo que es un proceso objetivo e irreversible en el largo plazo.


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