INTRODUCCIÓN
Los intercambios de bienes, servicios y activos están siendo revolucionados por nuevos desarrollos e innovaciones computacionales. La aplicación de estas tecnologías al sistema financiero, conocidas como fintech,1es considerada disruptiva, por su brusco impacto en los mercados, instrumentos y plataformas de crédito, inversión y sistemas de pago.
Una de estas innovaciones son los esquemas de criptomonedas, operadas por agentes privados y sustentadas en la tecnología de blockchain. A pesar de sus pocos años de vida, despiertan un notorio interés entre empresas, consumidores, bancos centrales y autoridades, por su capacidad para desafiar los arreglos institucionales actuales sobre los que opera el dinero, la emisión monetaria y la regulación de las entidades financieras.
En 2008 estalló una de las más profundas, amplias y prolongadas recesiones económicas mundiales de las últimas ocho décadas. Dado que sus causas visibles estuvieron en la desregulación de los mercados financieros y el mal manejo de los Estados, en muchos espacios comenzó a revivirse el debate sobre la eficiencia del monopolio de la emisión monetaria. Ello, sumado a la irrupción de las fintech, creaba el espacio idóneo para el nacimiento de estas iniciativas.
La polémica persiste y se amplía. Según algunos autores, las criptomonedas devienen una alternativa viable para democratizar el sistema financiero internacional. Otros advierten la introducción de importantes riesgos para la regulación y la emisión monetaria. Muchos creen que, más allá de virtudes y defectos, es una tecnología que se impondrá y es preciso asimilarla.
El presente trabajo persigue acercarse a elementos claves que no han sido lo suficientemente abordados en el debate sobre las criptomonedas: ¿qué son y qué pretenden ser en el momento actual de desarrollo del modo de producción capitalista? Para ello, se centra en los elementos más acuciados e interesantes para la ciencia económica: la naturaleza de las criptomonedas privadas o de emisión descentralizada, como bitcóin.2El análisis no busca ser aún una discusión exhaustiva, sino una motivación al debate y desarrollo de trabajos posteriores.
DESARROLLO
Definición, instituciones y evolución
En 2008 Satoshi Nakamoto (seudónimo) propone un sistema de pago electrónico basado en pruebas criptográficas, en lugar de la tradicional confianza depositada en las instituciones financieras. Su propuesta permite que dos partes hagan transacciones entre ellas sin un tercero de confianza, y que esas transacciones sean imposibles de revertir para evitar el fraude (Nakamoto, 2008). A partir de entonces, nace el bitcóin y comienza a generalizarse el fenómeno de las criptomonedas.
Criptomonedas: ¿qué son?
Una criptomoneda, criptodivisa (del inglés cryptocurrency) o criptoactivo es un medio digital de intercambio que utiliza criptografía (encriptación) fuerte y diferentes protocolos para asegurar las transacciones, controlar la creación de unidades adicionales y verificar la transferencia de activos.
El Banco Central Europeo define a la criptomoneda como un nuevo tipo de activo en formato digital habilitado por el uso de criptografía, no regulado, emitido y controlado por quienes lo crean y habitualmente usado y aceptado como unidad de pago para el intercambio de bienes y servicios dentro de una comunidad virtual específica (Banco Central Europeo, 2012, 2019). Las características comunes de la mayoría de los criptoactivos son:
No tienen representación física.
Su emisión es descentralizada.
No son controlados por ningún Estado o entidad financiera.
Con frecuencia operan en circuitos trasnacionales.
No necesitan intermediación.
Algunas iniciativas se alejan de las características anteriores, aunque todavía tienen una importancia reducida. Es el caso de las llamadas stablecoins, que buscan reducir la volatilidad de los criptoactivos al anclarlos a otro(s) activo(s) o canasta de divisas. Aunque no se ha demostrado aún que el diseño de las stablecoins reduce significativamente la volatilidad, algunos autores consideran que tienen el potencial de ser sistémicamente importantes (Hernández de Cos, 2019). En los últimos años han sido anunciados proyectos de criptomonedas emitidas por bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés), gobiernos o instituciones financieras. Estas se distinguen por tener una emisión centralizada.3
Varios trabajos presentan taxonomías del dinero con la intención de llegar a una clasificación clara de las criptomonedas dentro de los diferentes sistemas de pago. En la Figura 1 se muestra una de estas taxonomías, desarrollada por el Banco de Pagos Internacionales (2018).
La taxonomía presentada parte de cuatro criterios de clasificación que, en sus intersecciones, definen distintas formas de dinero o medios de pago: i) si posee accesibilidad universal, ii) si está basada en procedimientos electrónicos, iii) si es emitida por el banco central, y iv) si su procesamiento se realiza en una red de pares o peer-to-peer (P2P por sus siglas en inglés) sin intermediación de un tercero.
Atendiendo a esta clasificación las criptomonedas: i) son digitales, aspiran a ser un medio de pago práctico y utilizan la criptografía para evitar la falsificación y las transacciones fraudulentas; ii) aunque se crean de forma privada, no son un pasivo de nadie y su valor se deriva exclusivamente de las expectativas de que otros continúen aceptándolas (esto las asimila al dinero mercancía, pese a que carecen de valor intrínseco); y iii) permiten el intercambio digital directamente entre las partes (Banco de Pagos Internacionales, 2018).
Instituciones
El sistema de criptomonedas se basa en tres instituciones básicas: la minería, las plataformas de financiamiento y los exchanges. La minería es la actividad mediante la cual se emiten nuevos criptoactivos y se confirman blockchain.4 El minado de bloques requiere una alta especialización -potentes máquinas para resolver problemas matemáticos complejos-, que se compensa a través de comisiones en criptomonedas.
Las ICOs (Initial Coin Offering, por sus siglas en inglés) fueron las primeras plataformas de financiación para los proyectos de criptomonedas. El inversor aporta capital mediante la compra de criptomonedas y/o participación en una start-up. El Banco de Pagos Internacionales (2018) estima que alrededor del 20 % de las ICOs son fraudulentas, lo que ha provocado amplias denuncias.
Los exchanges son las plataformas donde se pueden intercambiar unas criptomonedas por otras o por divisas. Por tanto, la minería garantiza la emisión de las criptomonedas, las ICOs financian sus operaciones, mientras los exchanges posibilitan su interconexión con otros mercados.
En la medida en que se han escalado estos sistemas, un número creciente de operaciones se ha concentrado en las exchanges, desde cambios por divisas y por otros activos, hasta crowfunding5 y trading.6 También han empezado a tomar fuerza como plataforma de financiación las IEOs (Initial Exchange Offerings, por sus siglas en inglés) cuya principal diferencia con las ICOs es, precisamente, que se realizan a través de un exchange. La mayoría de estos son centralizados, al igual que las instituciones financieras tradicionales.7
La minería, por su parte, está muy concentrada. Los cuatro principales pools de mineros de bitcóin reúnen más del 50 % del poder de computación de toda la red (Conesa, 2019). Ocurre con frecuencia que unos pools desplazan a otros en términos de concentración de mercado, lo cual es resultado de los procesos de recomposición del capital luego de cambios bruscos de precios. En términos generales, es un mercado que tiende a poseer importantes barreras de entrada: conocimientos específicos y capital para adquirir máquinas con gran capacidad de cómputo.
Evolución
El principal propósito de los promotores de los criptoactivos es que estos permitan crear y mantener un sistema de transferencia de valor que, al igual que el sistema tradicional, se base en la confianza. Sin embargo, a diferencia de aquel, la confianza no descansaría en autoridades centrales, sino en la superioridad del diseño tecnológico.
El atractivo de estas ideas, la curiosidad, la difusión de mensajes que lo señalan como el dinero del futuro, el anonimato en las transacciones y el interés especulativo, entre otros, llamaron la atención de potenciales usuarios y/o creadores de criptoactivos. En la actualidad existe una gran variedad, más de 12 mil según CoinMarketCap (2021). Las características que resultan homogéneas a todos son el uso de la criptografía y de la tecnología de blockchain para su emisión, control y gestión.
La Tabla 1 muestra la capitalización y cuota de mercado entre las diez criptomonedas de mayor capitalización a finales de mayo de 2021. A pesar de su diversidad, más de tres cuartas partes del mercado se concentran en dos criptomonedas. Solo el bitcóin representa más de la mitad. En abril del 2021 su capitalización alcanzó 1,2 billones de dólares, cuando llegó a valer casi 64 000 dólares la unidad.
Volatilidad, costos y riesgos
La alta volatilidad de los precios de los criptoactivos es uno de los mayores riesgos para su uso y regulación (Figura 2). Esta característica atrae, principalmente, a quienes buscan obtener ganancias rápidas y crean un círculo vicioso: la volatilidad alimenta el apetito por el riesgo, lo que a su vez genera mayor volatilidad.
La alta volatilidad de los criptoactivos ha despertado también el interés sobre su potencial uso con fines de cobertura frente a otros activos volátiles en portafolios de inversión. La Tabla 2 compara la volatilidad del bitcóin respecto a siete divisas.
En relación con sus costos, en sus primeras etapas bitcóin permitía hacer transferencias de forma rápida y a precios muy bajos. Sin embargo, a medida que su volumen de transacciones creció, aumentó la congestión en el proceso de registro (problema de escalabilidad), y de esta manera incrementó sus tarifas y generó demoras en el procesamiento de transacciones.
Por último, la irrupción de las criptomonedas introduce nuevos riesgos al funcionamiento de los mercados financieros. La Autoridad Bancaria Europea identificó más de setenta potenciales riesgos que agrupó y definió de la siguiente manera (European Banking Authority, 2014):
Riesgos para los usuarios: dado que bitcóin se asienta en protocolos de software abierto, la implementación de sus diferentes versiones no tiene por qué producirse de manera uniforme entre todos los usuarios. A pesar de las mejoras en materia de seguridad, el robo de unidades monetarias ha sido recurrente en diferentes plataformas de negociación de bitcóin.
Riesgos para la integridad financiera: destacan la financiación del terrorismo y lavado de activos debido a que las transferencias tienen lugar directamente entre el ordenante y el beneficiario (sin necesidad de intermediarios) y con identidades anónimas. El reporte de Financiamiento al Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas alerta que la naturaleza anónima y descentralizada de las criptomonedas ha generado preocupaciones sobre su uso para financiación ilícita y otras actividades fraudulentas (United Nations, 2021).
Otros riesgos no evidentes: resalta el impacto ambiental debido a que blockchain se basa en un sistema que requiere mucho esfuerzo computacional. En marzo de 2021, el esquema bitcóin consumía una cantidad de energía similar a la de Finlandia y mayor que la de Argentina, además, dejaba una huella de carbono comparable a la de Suiza (Vanni, 2021). Las operaciones con ethereum son menos contaminantes que con bitcóin, pero mucho más que con cualquier tarjeta bancaria.
Otros riesgos afectan el correcto funcionamiento de los sistemas de pagos en dinero fiduciario y la eficiencia de autoridades macroeconómicas y reguladoras del sistema financiero.
Criptomonedas: ¿una herramienta del capital?
El dinero y las instituciones del sistema financiero son un resultado del desarrollo del intercambio mercantil y el modo de producción capitalista. Para un análisis más profundo del lugar y alcance de las criptomonedas en este sistema, es preciso discutir: ¿qué son realmente y qué pretenden ser? Y, en cada caso, ¿a qué procesos del sistema capitalista responden?
¿Son monedas las criptomonedas?
Las criptomonedas no son monedas, al menos hasta este momento. Dos de sus características distintivas le impiden cumplir las funciones dinerarias9: su carácter global y su volatilidad.
Estos activos no suelen pertenecer a ningún Estado y operan con frecuencia en circuitos trasnacionales. Ello implica que a aquellos que tienen esas características, a la hora de evaluar si cumplen o no las funciones dinerarias, se les deba analizar como dinero mundial. Es decir, se debe discutir su capacidad para funcionar como equivalentes universales de forma generalizada a nivel internacional.
Por otro lado, un activo financiero difícilmente pueda aspirar a considerarse como signo de valor, mientras sus precios sean tan volátiles. Muchas monedas conocidas han sido abandonadas después de ser afectadas por la hiperinflación y conducir a procesos de dolarización parcial o total, especialmente en naciones subdesarrolladas. El Banco de Pagos Internacionales (2018) reconoce que «históricamente, los episodios prolongados de estabilidad de una moneda han sido más la excepción que la regla. De hecho, la confianza se ha perdido con tanta frecuencia que la historia es un cementerio de monedas» (p. 2).
Las criptomonedas, por tanto, tienen un uso escaso como medida de valor, función esencial del dinero desde la perspectiva marxista (Marx, 1973). No están generalizadas en la red de mercados donde los productos se precien directamente con base en criptomonedas. En todo caso, estas reflejan al cambio el valor de divisas internacionales como el dólar, el euro o el yen.
Aunque existen operaciones de cobros y pagos en criptomonedas en comunidades virtuales específicas, no hay evidencia de un uso representativo como medio de circulación a escala global. De los 41 000 millones de dólares que procesa diariamente bitcóin (Binance, 2021), la mayoría se transa en los exhange y solo una fracción minoritaria en espacios donde se compran y venden mercancías.10 Tampoco se puede considerar que cumple funciones de medio de atesoramiento o medio de pago, debido a que su volatilidad genera una enorme incertidumbre de cara al futuro.
Las criptomonedas, por tanto, no cumplen las funciones dinerarias. Cambios en variables como los tipos de interés y la base monetaria solo tienen un efecto indirecto en su valor, que depende esencialmente de las expectativas de los participantes en los exchange. Al menos por ahora, solo pueden ser consideradas como vehículos de inversión financiera cuyo retorno proviene de la especulación en torno a las subidas y caídas en su valor (Buzzi, Citaddini y De Oliveira, 2018).
Más que criptomonedas, estamos en presencia de criptoactivos financieros, que pueden ser utilizados como medios de pago en comunidades virtuales específicas, conocidas como ecosistemas cerrados. Más allá de las intenciones de sus creadores, las criptomonedas supusieron una alternativa de expansión del capital ficticio, en momentos en que algunos de los productos financieros estrella de las últimas décadas -hipotecas subprime, seguros financieros y otros derivados de alto riesgo- llegaban a su fin o se recomponían, al estallar la crisis internacional de 2008.
Las criptomonedas tienen un nuevo atributo: dado su anonimato y el hecho de no estar circunscritas a ninguna jurisdicción nacional, resultan especialmente difíciles de regular. Una de las principales tendencias que condujo a la crisis financiera de 2008 fue el arbitraje regulatorio. Esto consiste en que los capitales se dirigen hacia las demarcaciones donde menos barreras tengan. Las criptomonedas son un eslabón superior en este camino. Aunque el discurso, la propaganda y el marketing del bitcóin hablan de una herramienta para democratizar la emisión monetaria, en los hechos representó oxígeno para la expansión y profundización del proceso de financiarizacion11 de la economía capitalista.
Creación de dinero y criptomonedas
Algunos autores no descartan que en un futuro las criptomonedas logren contener las elevadas fluctuaciones de sus precios y cumplir las funciones dinerarias. El problema radica en que esta es precisamente un atractivo para inversores arriesgados, lo que podría alimentar una aun mayor variabilidad del precio. Ello, sumado a un entorno poco regulado y la ausencia de un emisor central, hace muy difícil la futura contención de los altibajos de estos activos. No obstante, es relevante para la ciencia económica discutir si sería positivo que cumplieran las funciones dinerarias y fueran parte de los ecosistemas financieros y monetarios actuales. Este debate sirve, en adición, para desmontar algunos mitos sobre las criptomonedas.
En primer lugar, ¿es bueno que la emisión monetaria sea descentralizada? Uno de los grandes argumentos de los defensores de las criptomonedas es que, al estar basadas en algoritmos que definen una emisión predeterminada, ello garantizaría la estabilidad de su valor. En el diseño original del bitcóin se definió una emisión total de 21 millones de unidades de este activo. El argumento radica en que, si la oferta de dinero es fija y el criterio de emisión sigue una curva de incrementos marginales decrecientes, el precio será estable o paulatinamente irá perdiendo valor, lo cual lo convierte en una moneda deflacionaria. Según esta teoría, las criptomonedas con emisión limitada serían una alternativa sólida al monopolio discrecional de los bancos centrales. Se trata, a todas luces, de una «promesa rota», dada su elevada volatilidad. La razón radica en que solo se mira el enfoque de la oferta de bitcoins, sin observar la enorme variabilidad de la demanda de este activo.
Ajustar la oferta en función de la demanda obliga a tener una autoridad central que pueda ampliar o contraer su balance. Esta debe estar dispuesta a tomar posiciones opuestas al mercado, incluso si esto supone absorber pérdidas. En una red descentralizada de criptomonedas no existe un agente central que tenga la obligación o incentivos para estabilizar su valor: si la demanda de la criptomoneda aumenta o disminuye, su precio se mueve en la misma dirección (Banco de Pagos Internacionales, 2018).12
La preocupación de los bancos centrales no radica en la pérdida de señoreaje, sino en la capacidad de conducir la política monetaria para: (i) estabilizar la economía, (ii) brindar crédito en momentos de crisis como prestamista de última instancia, y (iii) financiar al gobierno en momentos de emergencia.
Como cualquier política pública, la política monetaria, afecta a grupos poblacionales, intereses individuales, colectivos y sociales, interrelaciones con otras políticas, programas de estabilización y planes desarrollo. Su subordinación a procesos de emisión monetaria basados en algoritmos no es un debate técnico o tecnológico, sino político.
En segundo lugar, ¿son los bancos centrales un monopolio de emisión monetaria? Los bancos centrales son los únicos autorizados a emitir dinero en las economías modernas, pero los bancos comerciales multiplican la cantidad de dinero existente al otorgar créditos y comprar activos, mediante un proceso conocido como multiplicación de depósitos o emisión secundaria.13 La experiencia internacional indica que la mayor parte de la emisión monetaria se explica por la actividad de los bancos comerciales y no por la del banco central.14
Si se tiene en cuenta el nivel de concentración de los pools de mineros de criptomonedas, estos tampoco garantizan la eliminación del monopolio de la emisión de dinero. En todo caso, supondría sustituir un modelo de emisión oligopólico basado en bancos por otro - también oligopólico - basado en mineros, con la diferencia de que los bancos son entidades reguladas y especializadas, mientras los mineros quedan fuera de todo esquema de regulación.
En tercer lugar, ¿cuál es la contribución de las criptomonedas al ecosistema monetario y financiero? Los bancos centrales modernos han sumado dos importantes objetivos a la tradicional meta de estabilidad monetaria: estabilidad financiera -mitigar la toma de riesgos excesivos en la actividad bancaria- y desarrollo de los sistemas de pagos.
Las criptomonedas establecen tres grandes preocupaciones a los reguladores: i) la dificultad para captar impuestos por las actividades con estos activos, ii) la dificultad para ser reguladas15 y, iii) su facilidad, dado su anonimato, para ser utilizadas en actividades de lavado de activos y financiamiento al terrorismo.
Respecto al desarrollo de los sistemas de pago, varios autores documentan cómo el bitcóin aun presenta desventajas en términos de seguridad, rapidez, costos, capacidad, eficiencia y gobierno respecto a sistemas tradicionales. El problema de fondo es que el bitcóin no pretendía generar un medio de pago alternativo, sino un signo de valor sin autoridad central. Esto no es lo que buscan resolver los sistemas de pago tradicionales, cuyo objetivo es facilitar el envío de dinero entre dos actores cualesquiera, de la forma más sencilla posible, a un costo reducido y con un alto grado de seguridad (Conesa, 2019).
Por todas estas razones, académicos de las disciplinas macroeconómicas e instituciones internacionales, como Krugman (2013, 2021), Roubini (2018a, 2018b), Skidelsky (2018), Turner (2018), Stiglitz (2019), Rogoff (2020, 2021) y Eichengreen (2021), han hecho una gran oposición a las criptomonedas. El Comité de Basilea considera que los criptoactivos no cumplen las funciones estándar del dinero y son inseguros para ser tenidos en cuenta como medio de intercambio o reserva de valor (Löber y Houben, 2018).
Los bancos centrales y las autoridades gubernamentales han adoptado posiciones diversas, pero predominan aquellas movidas por la cautela. La mayoría de los países ha asumido lo que Prasad (2018) reconoce como tolerancia pasiva. No prohíben las criptomonedas, pero desestimulan su uso por las instituciones financieras y, en muchos casos, no clarifican su estatus legal.
Actualmente se avanza en varios países hacia algún tipo de esfuerzo regulatorio. En Europa se está negociando un reglamento que tiene como objetivo establecer un marco normativo para la emisión de criptoactivos y sus proveedores de servicios. Otros países, como Turquía, han prohibido recientemente el uso y/o pagos con criptomoneda. Igualmente, India avanza en un proyecto de ley para su prohibición. Recientemente China impidió operar con criptodivisas a las entidades financieras y de servicios de pago relevantes, a la vez que ha anunciado fuertes sanciones para las entidades que se dedican a la minería de criptomonedas.
La pregunta correcta
La motivación de los pioneros de las criptomonedas tiene un claro fundamento. Los bancos centrales hicieron un uso abusivo de su función, relajaron las regulaciones del sistema bancario y redujeron artificialmente las tasas de interés. De esta manera brindaron un espacio idóneo para el desarrollo de las burbujas financieras que dieron al traste con la crisis de 2008.
Pero los bancos centrales no son una invención casual de los gobiernos. Al igual que el dinero y el papel moneda, son el resultado del desarrollo de las relaciones mercantiles, así como del sistema capitalista y sus contradicciones. El actuar de los bancos centrales durante la crisis de 2008 y el creciente protagonismo de la política monetaria en las últimas décadas es un resultado del proceso de financiarización de la economía.16
Por tanto, el problema no está en la emisión centralizada de dinero o en la autoridad del Estado para controlar y gestionar bienes públicos -como la emisión monetaria-, sino en que dicho Estado responda o no a los intereses del capital. Una misma institución puede asumir diversos objetivos y ser válida en diferentes sistemas. La emisión descentralizada de dinero, en cambio, supondría fortalecer el propio patrón de desregulación neoliberal y de eliminación o terciarización de las reducidas funciones estatales, con lo cual se privatizaría la emisión monetaria.17
La discusión no es trivial y corresponde a uno de los debates más antiguos de la ciencia económica: las demarcaciones Estado-mercado. Sin embargo, el dinero no es una mercancía, sino un signo de valor. Es el equivalente universal y el garante del intercambio mercantil. Por tanto, no debe ser sujeto a la regulación anárquica del mercado, sino a la regulación consciente del Estado.
El control de la moneda es un componente básico de la soberanía nacional. Especial lección han sacado las naciones subdesarrolladas en sus múltiples procesos hiperinflacionarios. En alusión a ello, la anterior directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI) llamó al posible fenómeno de sustitución de monedas nacionales por criptomonedas dolarización 2.0 (Lagarde, 2017).18
Una pregunta esencial es si en el futuro se impondrá un escenario donde conviva una gran variedad de criptomonedas privadas19 o un patrón en que unas pocas criptomonedas compitan de igual a igual con las principales divisas.
El peligro no es el bitcóin, sino diem. Este es el proyecto de criptomoneda que pretende emitir el gigante trasnacional Facebook y podría hacer amplia competencia a las divisas internacionales, dada la posibilidad de ser utilizada por sus cerca de dos mil millones de usuarios, en sus propias plataformas. Estaría respaldada por una canasta de divisas a diferencia del bitcóin, pero sería muy difícil de regular y no habría prestamista de última instancia capaz de auxiliar sus posibles problemas de liquidez.
De momento, la idea ha perdido fuerza. Ante las presiones de los reguladores, abandonaron el proyecto miembros clave, como Visa, Mastercard y PayPal. El capital no es homogéneo y pueden estar pulsando otros sectores para evitar la excesiva centralización de los gigantes tecnológicos y sus innovaciones (bigtech). No obstante, el simple hecho de que haya surgido esta idea constituye un llamado de alerta.
Primeras consideraciones sobre el uso de criptomonedas en Cuba
¿Son suficientes las consideraciones expuestas hasta el momento para emitir un criterio sobre la utilización de criptomonedas en Cuba? No del todo, porque habría que poner en contexto la situación particular de la economía cubana, cuestión que merece posteriores investigaciones. En cualquier caso, cabría esbozar unas primeras consideraciones:
Posibilitar el uso generalizado de criptomonedas descentralizadas, como el bitcóin, al interior de la economía cubana representaría una amenaza a la soberanía monetaria del país, lo cual entra en contradicción con el proceso de ordenamiento monetario que se lleva a cabo en la actualidad. La emisión de una criptomoneda propia, por su parte, sería muy costosa en términos de infraestructura, conectividad y gastos de energía.
Autorizar a entidades estatales, ya sean bancos o empresas, a utilizar criptomonedas privadas en sus transacciones internacionales comprometería la credibilidad del país para el acceso (ya restrictivo) a mecanismos financieros internacionales, dada las claras advertencias de la comunidad internacional sobre los riesgos de que estos activos sean utilizados en operaciones de lavado de activos o financiamiento al terrorismo.
Una alternativa sería utilizar criptomonedas emitidas por bancos centrales como el de China, como mecanismo para burlar las sanciones internacionales a Cuba. Sin embargo, ello solo es viable si dichas criptomonedas son aceptadas por la comunidad internacional como divisa alternativa. Otras vías de uso de criptomonedas podrían estudiarse, pero con cautela, siempre que no comprometan la soberanía monetaria o la credibilidad internacional de las instituciones públicas y el sistema financiero cubano.
Por último, resumir el debate a utilizar o no criptomonedas puede resultar una simplificación que no capta su amplitud y complejidad. Hay diferencias notables, por ejemplo, entre las responsabilidades de regulación de los bancos centrales, los riegos del uso de criptomonedas por empresas o entidades que operan en circuitos internacionales regulados, las operaciones individuales de personas naturales con el exterior en mercados virtuales específicos, o la participación en esquemas fraudulentos tipo Ponzi o similares. Para cada una de estas aristas, podrían encontrarse respuestas diferentes.
En cualquier caso, resaltar los visibles riesgos de utilizar las criptomonedas tal cual se han utilizado hasta ahora, no supone negarse al desarrollo del sistema financiero a través de las nuevas tecnologías. La tecnología subyacente de las criptomonedas -blockchain-, así como las fintech, tiene amplias posibilidades de ser utilizada para dinamizar el sistema financiero cubano y otros sectores de la economía.
Según Roubini (2018a), «la industria mundial de servicios financieros viene atravesando una revolución, pero la fuerza motriz no son las aplicaciones sobrevaloradas de bitcóin. Es una revolución creada en base a inteligencia artificial, big data y la “internet de las cosas”». Valdría la pena mirar hacia allí.
CONCLUSIONES
A poco más de diez años de su surgimiento, las criptomonedas generan importantes interrogantes para académicos, hacedores de política y público en general. En la actualidad son esencialmente vehículos financieros -criptoactivos- para la especulación y es pronto para saber si podría imponerse algún patrón de criptomoneda privada que opere como dinero mundial.
Desde organismos internacionales, centros de pensamiento, gobiernos y bancos centrales prevalece la preocupación por su amenaza a la soberanía monetaria de los Estados, la dificultad para regularlas y los riesgos asociados, en especial la factibilidad de estas plataformas para ser utilizadas en actividades criminales.
Tanto por lo que son como por lo que pretenden ser, las criptomonedas representan un instrumento del capital que profundiza la ofensiva neoliberal. En el primer caso, aportan espacios aún más desregulados para la financiarización de la economía. En el segundo, llevan al extremo la minimización del Estado con la privatización de la emisión monetaria.
Que un fenómeno social gane atractivo no quiere necesariamente decir que sea lo mejor para el bien común. Lo que inexorablemente quiere decir es que requiere atención, estudio y regulación. Este trabajo pretende ser una contribución a visiones menos publicitadas de este debate.