INTRODUCCIÓN
Existe una contradicción fundamental inherente en el proceso de tránsito de los países hacia el desarrollo. Esta se encuentra en la transición nutricional de sus ciudadanos, desde una alimentación basada en su mayoría en alimentos frescos, con poca o ninguna transformación industrial, hacia una alimentación con base industrial. La transición no solo plantea el desafío de la gestión de residuos mucho más numerosos, sino que también tiene consecuencias sobre una dieta que incide en el aumento de la obesidad de la población.
Perú, como nación emergente involucrada en este camino, se encuentra de igual modo inmerso en todos los cambios asociados a la trasformación social que estos conllevan. El impacto de los alimentos sobre los consumidores peruanos y su entorno es un tema que aún mantiene alta relevancia, como se puede observar en los artículos del libro Alimentemos el cambio: por una producción y un consumo sostenibles, editado por Schwalb y Higuchi (2021).
Especialmente preocupante es el caso de los jóvenes, los cuales son sujetos pasivos, tanto del marketing desarrollado por la industria de la alimentación transformada como de los cambios en los modos de vida de sus progenitores.
La World Obesity Federation (2019) predice que a partir del año 2030 Perú tendrá más de un millón de personas con obesidad dentro del rango de 5 a 19 años de edad, mientras que, a nivel mundial, para ese mismo rango de edad, habrá aproximadamente 254 millones de seres humanos obesos. Además, según el documento Perú: enfermedades no transmisibles y transmisibles, 2018 (INEI, 2019), el 37,3 % de la población a partir de los 15 años tiene sobrepeso. Un focus group realizado por Kapetanaki, Brennan y Caraher (2014) encontró que jóvenes adultos (18-23 años) atribuían el consumo de alimentos no saludables a la falta de tiempo, disponibilidad y sabor de comida rápida, presión de grupo, y falta de conocimiento y de apoyo.
El paradigma de nutrición asociado al sistema alimentario de los países desarrollados lleva aparejado, en muchos casos, la asimilación de malas prácticas nutricionales promovidas por la industria desde edades tempranas. Un ejemplo que se debe mencionar es el debate causado por la promulgación de la Ley de promoción de la alimentación saludable para niños, niñas y adolescentes (Schwalb y Sanborn, 2014). Esta ley ha sido discutida por varios autores, como, por ejemplo, Mayorga (2014), quien, desde el marketing 3.0, recomienda pautas de responsabilidad en su uso para la industria de alimentos. Se considera relevante analizar el problema de las prácticas dañinas en una sociedad cada vez más conectada.
REVISIÓN DE LA LITERATURA
El efecto del marketing de alimentos sobre la conducta de los jóvenes
Aunque el marketing y la publicidad promueven la venta de bienes y servicios a los clientes con teórica independencia de la edad, muchas de sus prácticas se encuentran orientadas a grupos de consumidores que, aunque carentes de poder adquisitivo real, se suponen determinantes de la compra, como es el caso de los niños.
Este enfoque llevó a Calvert (2008) a distinguir entre dos tendencias: una de ellas basada en el ingreso discrecional de los niños y su papel influenciador sobre sus progenitores; y una segunda, en la que el acceso a los medios de televisión e internet permite segmentar a los infantes con base en sus perfiles como consumidores. Según la autora, entre los productos más destacados se encuentran los alimentos poco saludables y los juguetes. Estas estrategias de marketing llevan un ataque intencional sobre menores sin madurez para discernir el hecho de conferirse en sujetos pasivos de prácticas invasivas de marketing como puede ser el marketing sigiloso.
El estudio sobre la exposición a estímulos desarrollado por la industria alimentaria en sus prácticas de marketing ha sido abordado desde diversas perspectivas y enfoques. En su metaanálisis, Boyland et al. (2016) persiguieron esclarecer la relación entre el marketing de alimentos no saludables y el consumo de alimentos. Según estos autores, la exposición a la publicidad tiene un efecto de pequeño a moderado sobre el consumo. Hallaron que el marketing de alimentos tiene un efecto mediano en el caso de los niños, mientras que no había evidencia de un efecto significativo en el caso de los adultos. Ello nos conduciría a pensar que la edad desempeña un papel fundamental, ya que se ha comprobado que el marketing de consumo de alimentos tiene un mayor poder de persuasión entre los más jóvenes. Por su parte, Norman et al. (2018) demostraron que el consumo causado por la publicidad de alimentos no saludables puede llevar a una subida de peso y al desarrollo de problemas de salud en el futuro
Como indican Folkvord et al. (2016), repetidos estudios han demostrado que la publicidad afecta el comportamiento alimentario de los niños. En efecto, el objeto de la publicidad son los productos alimenticios poco saludables que contribuyen significativamente a la epidemia actual de obesidad. Del mismo modo, los autores indican la existencia de datos emergentes que muestran los efectos de marketing en los procesos cognitivos subconscientes y los estudios que ilustran los fundamentos mecanicistas de estos efectos. De forma clara, el metaanálisis realizado por Sadeghirad et al. (2016) mostró que los niños y adolescentes expuestos a anuncios de comida poco saludable aumentan significativamente el consumo de este tipo de producto, y tienen un mayor riesgo de seleccionar los alimentos o bebidas anunciados.
Smith et al. (2019) realizaron una revisión de la literatura sobre las distintas técnicas utilizadas en la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños entre 0 y 18 años, con el objetivo de modificar sus preferencias y hábitos de consumo de alimentos. Uno de sus hallazgos fue que los estudios revisados encontraban una fuerte relación entre cambios en el comportamiento de los consumidores y las diversas técnicas de marketing utilizadas, particularmente, aquellas relacionadas con los medios visuales y el empaquetamiento de los productos. En el caso de la televisión, un estudio realizado por Jenkin et al. (2014) reveló que el uso de ofertas premium, personajes promocionales, declaraciones nutricionales y relacionadas con la salud, el tema del gusto y el atractivo emocional de la diversión constituían las técnicas persuasivas más utilizadas como medio para promover la comida entre niños.
Por su parte, Cairns et al. (2013) advirtieron que la publicidad tenía un efecto directo en las promociones de alimentos, así como en el conocimiento, las preferencias, el comportamiento de compra, los patrones de consumo y la salud relacionada con la dieta de los niños. En su investigación, Tan et al. (2018) examinaron la publicidad dirigida a los infantes en YouTube. Al igual que en el caso de la televisión, la publicidad orientada a este sector está formada principalmente por la promoción de alimentos y bebidas. Además, Baldwin, Freeman y Kelly (2018) encontraron que los niños entre 10 y 16 años, que están más expuestos a videos en línea que contienen publicidad de alimentos, son más propensos a consumir alimentos no saludables.
Los avances tecnológicos habilitan el marketing de alimentos no saludables. El efecto de la new media , término que se refiere a los medios digitales (Kelly et al., 2015), ha sido sujeto de estudios con el fin de analizar el impacto que puede tener sobre el marketing de alimentos no saludables. Investigaciones como la de Montgomery et al. (2012) y la de Kelly et al. (2015) notaron que estos medios facilitan el marketing de dichos productos y permiten realizar distintas estrategias que generan cambios en en los patrones de consumo de los jóvenes y particularmente de los niños. De esta manera, se estaría aprovechando el fuerte vínculo entre las personas jóvenes y la new media.
En la Tabla 1 se pueden observar ejemplos encontrados en la literatura de cómo los medios de difusión masiva constituyen el nexo entre la causa (marketing de alimentos no saludables) y el efecto (aumento del consumo de los alimentos no saludables.
Además, un estudio realizado por Kelly et al. (2019) demostró que la publicidad de alimentos genera en los niños un vínculo emocional con las marcas de comida a las que están expuestos. Los autores sugieren que esta lealtad de marca es un puente entre el marketing de alimentos y el consumo de comida poco saludable. Asimismo, el estudio realizado por Spielvogel et al. (2018) reveló que las señales de comida no saludable resultan ser más extensas e interactivas que las señales de comida saludable, por lo que, en consecuencia, tienden a atraer más la atención en los niños.
Queda claro que la exposición a estímulos generados por el marketing de alimentos poco saludables es un factor que contribuye a la obesidad en los jóvenes. Esta se produce a través de tácticas de marketing que estimulan consumir alimentos no saludables. A pesar de ello, no faltan estudios que critiquen las investigaciones sobre la influencia de la exposición de los jóvenes a publicidad de comida no saludable, como pueda ser el caso del reciente artículo de Rossiter (2019). En este trabajo se argumenta la baja repercusión, en términos de calorías consumidas, de la promoción de alimentos no saludables y la existencia de medidas legales y autoregulativas de la industria como suficientes elementos de supervisión y control.
En conclusión, el marketing de alimentos poco saludables influye en la preferencia dietética de los jóvenes durante o poco después de la exposición a los anuncios. De igual modo, como demuestran Buchanan et.al (2018), la exposición de los jóvenes a la publicidad de alimentos en múltiples medios, particularmente en los medios digitales, aumenta el efecto sobre la ingesta de estos alimentos.
¿Cómo regular el marketing de alimentos?
Una forma de regular el marketing de alimentos es mediante la modificación de los productos en sí, o la modificación de sus envases y envolturas. En cuanto al primero, hay medidas que exigen que los productos cumplan ciertos estándares sobre su contenido no saludable, por ejemplo, se establece un límite a la concentración de azúcar que puede tener un producto. A este respecto, Massri et al. (2019) encontraron que uno de los resultados de la implementación de la Ley sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad en Chile fue la reducción de componentes dañinos (como el azúcar o la grasa saturada) que excedían un cierto nivel en los alimentos. De manera similar, en Francia se aprobó un proyecto de ley que requería que los alimentos vendidos en lugares públicos, como en colegios, tenían que ser hechos por lo menos con un 50 % de productos orgánicos o que tomaran en cuenta el medioambiente («How France’s New Food Industry Laws Will Affect You», 2018).
Otra medida implementada, en caso de que las empresas no moderen los componentes dañinos de sus alimentos, es la prohibición de la venta de dichos alimentos. La ley previamente mencionada proscribió la venta de los alimentos que sobrepasaban el nivel establecido de los componentes dañinos en los colegios de Chile (Massri et al., 2019). Se han tomado medidas similares que impiden la venta de alimentos no saludables en los colegios, como son los casos de Perú («Quioscos de los colegios no venderán comida chatarra», 2019) y de México («Gobierno prohíbe comida chatarra en los colegios», 2010).
Los empaques de alimentos tienen diseños elaborados para captar la atención de los consumidores. Una investigación realizada por Trujillo-Espino et al. (2018) en Perú encontró evidencia de una relación positiva lineal entre las técnicas de marketing utilizadas y la probabilidad de ser un alimento no saludable. En consecuencia, una reducción de las técnicas de marketing utilizadas o del atractivo visual que tienen los envases de los alimentos no saludables podría llevar a una reducción de su consumo.
Además, el uso del octógono, advertencia que se estampa en los envases o envolturas de alimentos para informar al consumidor sobre el contenido excesivo de azúcar, grasas, sodio, etc., ha mostrado ser una herramienta eficiente para la reducción del consumo de alimentos no saludables en Chile (Massri et al., 2019) y, según un estudio de Pulso Perú elaborada por Datum (2018), el 64 % de los consumidores encuestados indicaron que consumirían menos los productos con octógonos.
También, se podrían tomar medidas similares a las que se aplican en el caso de los cigarros, como una advertencia o imagen que resalte las consecuencias de consumir dicho producto, ya que esto parece tener un efecto significativo en los adolescentes (Farhangmehr, Jalali, y Silva, 2015).
Grummon et al. (2019) encontraron evidencia de que poner una advertencia de salud en los envases de bebidas azucaradas llevó a una disminución de su consumo. Por otro lado, una investigación realizada por Del Pozo et al. (2020) advirtió que las etiquetas de alimentos con intención de informar a las personas sobre el producto que consumen pueden no tener los efectos deseados, si no hay campañas que informen adecuadamente sobre su propósito y existencia.
Estas medidas llevarían a que las personas estén constantemente expuestas a información sobre los posibles riesgos y consecuencias del consumo de alimentos no saludables. De esta forma, la publicidad estaría acompañada por advertencias sobre el consumo, y los productos que se rehusaran adherirse a estas medidas, serían menos apreciados en el mercado. Es por este motivo que es imprescindible realizar estudios para medir la efectividad de las regulaciones implementadas.
METODOLOGÍA
Para la investigación se utilizaron las escalas de máximas diferencias, también conocidas como MaxDiff. Este método fue propuesto por Louviere y Woodworth (citado por Finn y Louviere, 1992) y luego desarrollado por diversos estudiosos del tema, entre los que destacan Cohen, (2003), y Marley y Louviere (2005). Autores como Chrzan y Orme (2019) han señalado que se calculan las utilidades de MaxDiff mediante estimaciones cuando se utiliza el modelo el jerárquico bayesiano logístico multinomial desarrollado por Allenby et al. (1995). Estas utilidades se reescalan posteriormente a porcentajes para facilitar la interpretación de los resultados.
Se encuestó a 235 estudiantes universitarios en la ciudad de Lima, Perú, con edades comprendidas entre los 17 y 27 años. La media de edad fue de 19,63 años, con una desviación estándar de 1,89 años y una moda de 18 años. Con respecto al género, el 60 % pertenecía al femenino y el 40% al masculino. La encuesta se realizó a través del internet con el programa Lighthouse Studio versión 9.8.1, durante la última semana de junio de 2020. Se utilizó el software MaxDiff para estudiar las preferencias de los encuestados bajo el modelo de escalas de Máximas Diferencias (
Los productos que se propusieron en la encuesta fueron jugos y galletas, con y sin octógono, que advierten que se trata de alimentos con alto contenido de azúcar en ambos productos y, además, alto contenido de grasas saturadas en las galletas. Las Figuras 1 y 2 muestran los productos con los que se diseñaron las MaxDiff.
A cada entrevistado se le presentaron doce conjuntos con tres productos cada uno, tres galletas o tres jugos, para que escogiera cuál de ellos preferiría más y cuál menos en una supuesta compra. Estos fueron distintos para evitar los sesgos de tener siempre las mismas opciones para contestar. Cada set de productos, tanto para jugos como para galletas, fueron presentados aleatoriamente a los participantes. Las Figuras 3 y 4 muestran un ejemplo de los conjuntos de jugos y de galletas que fueron presentadas a los participantes.
RESULTADOS
Una vez hechas las transformaciones de las utilidades calculadas a un porcentaje para facilitar su interpretación, el resultado de las MaxDiff muestra la probabilidad que tiene cada uno de los productos de ser elegido. Este punto es de crucial importancia porque se han desagregado aquellas marcas de productos que contenían o no octógonos, bien sea de alto en azúcar o en azúcar y grasas saturadas.
Por otro lado, la información ha sido estructurada teniendo en cuenta dos tipos de resultados que se obtienen del método de MaxDiff: el número de veces que las personas entrevistadas han seleccionado las opciones best (marca que compraría) o las opciones worst (marca que no compraría).
Antes de explicar los resultados principales sobre las probabilidades de elección de marcas de galletas o jugos con y sin octógono, se presentará la selección inicial de cada marca de ambas categorías tanto de best como de worst.
Recuento de la categoría galletas
En el diseño de MaxDiff se ha tenido en cuenta el número de veces que se mostraban tanto best como worst, para que ambos estuvieran presentes de forma equilibrada, ya que no hubo restricciones o prohibiciones de ningún tipo. Adicionalmente, se ha calculado en porcentaje la proporción en la que fueron seleccionados tanto best como worst. Estos recuentos se hicieron para ambas categorías de los productos estudiados.
La Tabla 2 presenta el recuento correspondiente a la categoría galletas. Se expone el número de veces que se les mostró cada marca a los participantes (705) y el número de veces que el producto fue seleccionado como el best y el worst. En este caso, no hubo ninguna prohibición para que dos o más productos no aparecieran conjuntamente en un mismo set, con lo cual el número de veces en que se muestran las opciones best o worst están balanceadas.
Para visualizar mejor los resultados anteriores, se ha elaborado un gráfico (Figura 5) que muestra las diferencias en el porcentaje de selección.
Como se indica en la Figura 5, la marca Morochas es la que obtiene la diferencia más positiva. En los datos de la Tabla 2 esta fue seleccionada por los participantes como la galleta que comprarían (best) en el 49,9 % de las veces que se presentó, mientras que el 19 % de las veces fue seleccionada como la que no (worst). De ahí el resultado de la diferencia que es 30,9 %.
De la misma forma, se calcularon las diferencias best menos worst de Oreo (22,4 %), Real Cookies (21,3 %) y otras marcas con menores diferencias. No obstante, para marcas como Danesas Ripensa, la preferencia fue la contraria, y el mayor porcentaje fue de worst. En efecto, solo fue seleccionada como best el 21 % de las veces que se presentó, mientras que en un 48,2 % de las ocasiones fue marcada como la opción que no comprarían (worst). Es por esta razón que el saldo de su preferencia, al menos en valores de recuento, fue negativo. Lo mismo sucedió con las marcas Rice Crips y Sodas.
Recuento de la categoría jugos
En la Tabla 3 se muestra la cantidad de veces (705) que se mostró cada jugo y se presentan las ocasiones en las que fue seleccionado como best o worst este producto.
Como se puede ver en la Tabla 3, la marca Frugos Durazno se seleccionó en el 58,2 % de las veces presentadas como la opción best y el 13 % como worst. De la misma forma, el producto Gloria Mango fue seleccionado el 47,8 % de las ocasiones que se presentó como la variante best y el 20,7% como worst.
Para profundizar en estos datos, en la Figura 6 se ha calculado la diferencia entre los porcentajes de selección de best y worst, ya que estos datos podrían esconder si el saldo es positivo o negativo y la magnitud de cada diferencia.
La marca de jugo que se comporta mejor en la diferencia best menos worst es Frugos Durazno, que se sitúa en el lado positivo, al haber sido seleccionada como best el 58,2 % de las veces presentadas, mientras que para worst solo fue seleccionada el 13,2 %.
Por el contrario, Ecofresh tiene una tendencia inversa a las marcas de jugos anteriores. Es decir, fue seleccionado como best el 18,4 %, mientras que como worst el 51,2 % de las veces mostradas. Así, el saldo de best menos worst es de -32,8 %, lo cual la convierte en la marca que mayor balance negativo posee.
Resultados de MaxDiff
A continuación se muestran los resultados de las probabilidades de elección de las doce marcas de jugos y galletas presentadas a los participantes. Estas fueron organizadas del 0 al 100 %, una vez transformadas las utilidades originales en porcentajes para una mejor comprensión de los datos.
MaxDiff
Para conocer el efecto de las preferencias de las diferentes marcas de galletas, se han dividido en tres categorías: una primera conformada por las que tienen octógonos que advierten del contenido alto en azúcar y grasas saturadas, la segunda integrada por las que no presentan octógonos de altas en azúcar y grasas saturadas, y una tercera compuesta por las que poseen octógono de altas en azúcar, pero no de grasas saturadas.
En la Tabla 4 se encuentran seis marcas de galletas con octógonos que advierten del alto contenido de azúcar y grasas saturadas, que en total tienen una probabilidad de elección del 55,35 %. Se remarca la probabilidad de elección, ya que para esta investigación la marca es irrelevante y lo que interesa es que, a pesar de las advertencias de los octógonos, la probabilidad de ser elegidas en una supuesta compra parece ser elevada entre la muestra estudiada.
En contraposición con el grupo anterior, hay un conjunto de marcas de galletas cuya probabilidad de elección alcanza el 35,13 % (Tabla 5), pero esta vez corresponden a galletas en las que no existe un octógono que advierta del contenido alto en azúcar y grasas saturadas (categoría 2).
Por último, a la tercera categoría solo pertenece una marca, Club Social, con una probabilidad de elección del 9,52 %.
En síntesis, la distribución de los porcentajes de probabilidades de las tres categorías de galletas quedaría tal y como se puede ver en la Figura 7.
MaxDiff para jugos
Los jugos fueron agrupados en dos categorías: una con las probabilidades de elección de jugos con octógono de alto contenido de azúcar, y una segunda categoría de jugos sin octógono. Para la primera, la suma de las probabilidades de elección, con independencia de la marca, da un valor de 39,26 % (Tabla 6) y está compuesta por seis marcas.
Si abordamos aquellos jugos que no tienen octógono de ningún tipo (segunda categoría compuesta por seis marcas) las probabilidades de elección suman el 60,74 % (Tabla 7).
Aunque galletas y jugos no son estrictamente comparables, se puede apreciar que, en el caso de las galletas, existe un mayor porcentaje de probabilidades de elección de aquellas que tienen octógono, bien sea porque advierten que son altas en azúcar y grasas saturadas o con octógono de altas en azúcar, pero no en grasas saturadas. Sin embargo, en las probabilidades de elección de jugos, los que muestran octógonos de altos en azúcar representan casi un 40 %. La Figura 8 muestra el resumen de las probabilidades de elección de los jugos.
DISCUSIÓN
Soluciones discutidas en la literatura
Varios autores (Boyland et al., 2016; Baldwin, Freeman y Kelly (2018); Potvin Kent y Pauzé, 2018; Potvin Kent et al., 2019; Smith et al., 2019) llaman la atención sobre la necesidad de implementar medidas para limitar la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños. Las intervenciones pueden ser mediante políticas o regulaciones que limiten la exposición de los infantes a la publicidad de este tipo de producto. Por su parte, Tan et al. (2018) mencionan la posibilidad de que los proveedores de medios sociales tomen un papel activo en reducir la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños. Adicionalmente, se pueden implementar campañas de marketing social que estén dirigidas a disminuir la obesidad infantil (Cismaru y Lavack, 2007), o aumentar el consumo de alimentos saludables (Vilà, 2017), particularmente en los niños (Pettigrew, Pescud y Donovan, 2009).
Lamentablemente, la implementación de una medida para limitar la publicidad de alimentos no saludables dirigida a los niños parece ser un tema más complejo que la implementación de una simple regulación. Tonder, van Herbest y Terblanche-Smit (2013) encontraron que la publicidad de bebidas alcohólicas en Sudáfrica no llevaba a un mayor consumo per cápita de los ciudadanos, por lo que una política de reducción de esta no tendría el efecto esperado. De todas formas, los autores sugieren que se implemente una medida para disminuir el efecto que puede tener esta publicidad sobre los jóvenes. Además, un estudio de Whalen et al. (2019) demostró que las regulaciones implementadas para reducir el marketing de alimentos no saludables hacia los niños a través de la televisión fueron inefectivas. Los autores mencionan la necesidad de investigar la posibilidad de tomar medidas que pudieran tener mayor éxito.
Políticas alternativas a las regulaciones han sido estudiadas y han demostrado ser ineficientes al combatir el problema al igual que las regulaciones. La investigación de Coates et al. (2019) demostró que contrarrestar el problema de la publicidad de alimentos no saludables mediante la publicidad de comida saludable no es una solución viable. Aparte, dejar que las empresas se autorregulen parece ser una medida ineficiente, como demuestran las investigaciones de Cheyne et al. (2013) y Potvin, Kent y Pauzé (2018).
Futuras líneas de investigación
Las personas, particularmente los jóvenes, están constantemente sujetas a los medios digitales. Por tanto, están expuestos al marketing de productos, dentro de ellos, los alimentos no saludables. Por esta razón es relevante estudiar la función de dichos medios en la alimentación.
Smith et al. (2019) sugieren algunos caminos investigación futuros. Los autores mencionan la escasez de estudios sobre el tema en los que se utilicen metodologías cualitativas y fisiológicas. Además, mencionan la necesidad de estudiar las técnicas de marketing de comida no saludable utilizadas en la new media y resaltan la urgencia de investigar los efectos que tiene el marketing de alimentos no saludables sobre el peso de los niños a largo plazo.
La investigación de Coates et al. (2019) sugirió que las redes sociales no son un medio eficiente para el marketing de alimentos saludables, pero sí lo son en el caso de los no saludables. Esto lleva a la necesidad de estudiar ciertas facetas del contenido de las redes sociales, como, por ejemplo, los influencers. Una alternativa supondría tomar medidas para reglamentar qué tipos de productos pueden ser promocionados por estos. Otro aspecto para considerar sería regular el comportamiento de las personas influyentes en redes sociales para asegurarse de que no estén dando información engañosa o errónea sobre los alimentos, y que, además, se les requiera señalar las características del producto que pueden ser dañinas para los consumidores. En caso de que no se pueda regular el comportamiento de los influencers y/o los medios utilizados para promocionar los alimentos no saludables, se debería tomar un paso atrás y regular los productos que aparecen en los medios.
Más allá de lo digital, también es importante que se realicen investigaciones sobre medidas que limiten la exposición física de las personas a los alimentos no saludables. El contacto cercano o físico de uno de estos productos puede servir como un trigger que lleve a las personas a comprar y consumir el producto. Una investigación realizada por Farley et al. (2010) mostró que los alimentos no saludables tienden a estar al costado de la caja registradora, lo cual puede contribuir al consumo masivo de estos productos. Una posible solución sería reemplazarlos por alimentos saludables. Winkler et al. (2016) encontraron que los consumidores muestran una actitud favorable a este cambio y que se podrían encontrar beneficios de la salud con una investigación más profunda. Otra medida que se podría implementar sería regular la posición de productos al interior de los establecimientos, e invertir la accesibilidad actual a estos. Es común que los productos estén organizados de tal forma que los alimentos menos saludables estén más a la vista y el acceso a ellos sea más fácil.
Una alternativa que se podría tomar para limitar el acceso de los niños a los alimentos no saludables sería mediante la regulación de las máquinas expendedoras de refrigerios. Estas se pueden encontrar en diversos lugares, como colegios y universidades, y les otorgan a las personas un acceso rápido, directo e ilimitado a alimentos no saludables. Se podrían establecer normas que obligaran a que dichos aparatos tengan una cierta cantidad de ítems saludables a la venta (como la mitad, por ejemplo), o que tuvieran una máquina de alimentos saludables al costado. Además, sería conveniente prohibir la implementación de estas en lugares donde normalmente haya muchos niños.
Como ha quedado constatado por los estudios realizados hasta el momento, la práctica actual de marketing se concentra principalmente en la promoción de alimentos y bebidas de bajo contenido nutricional. Coates et al. (2019) sugieren que fomentar el consumo de alimentos saludables a través de las redes sociales no es viable y que se necesita una investigación más profunda para tomar las medidas adecuadas, con lo cual estamos completamente de acuerdo. Ello es claro, pues al tratarse del medio de más rápida implantación y de difícil regulación, las medidas a afrontar requerirán de un mayor grado de análisis para poder contribuir e informar al desarrollo de una acción política y regulatoria futura.
Cairns et al. (2013) consideran que moderar la comercialización de alimentos mediante la regulación de la publicidad dirigida a los niños no es nada nuevo. Dada la amplia gama de medidas posibles que se pueden implementar para solucionar dicho problema (regulación de la media, los alimentos, los empaques, etc.), los autores sugieren que en el futuro se le dé más énfasis a las investigaciones transnacionales para poder escoger e implementar las medidas más eficientes que permitan regular el marketing de los alimentos no saludables en la era digital o que posibiliten utilizar la media para advertir sobre las consecuencias del consumo de alimentos no saludables. Argumentan que se puede obtener información muy útil si es que se sigue un marco global de intervención que tenga un alto nivel de apoyo.
Está de más señalar que se deben seguir investigando y proponiendo nuevas formas de regulación, además de estudiar la efectividad de las medidas que ya están implementadas. Los resultados del estudio de Whalen et al. (2019) revelaron que la regulación del marketing de alimentos no saludables a través de la televisión no tuvo el resultado deseado y que los niños seguían siendo expuestos a publicidad de alimentos no saludables. Resultó de interés indagar en la efectividad en función a las características de la norma. En caso de que las regulaciones no sean una opción viable, un camino alternativo es estudiar medidas que apunten a cambiar el comportamiento de los consumidores, como proponen Peixoto Soares Jr et al. (2019).
CONCLUSIONES
La reducción de la exposición de los niños a la comercialización de alimentos poco saludables debería ser una prioridad política para los gobiernos con el fin de combatir la obesidad y prevenir enfermedades no transmisibles ligadas a la alimentación. La falta de regulación y la dificultad de su implementación, en particular cuando se trata de los medios digitales, permiten a los operadores de marketing menoscabar la posibilidad de reacción del consumidor e inciden en su comportamiento de compra a largo plazo.
Esta investigación se propuso estudiar si los octógonos de advertencia en alimentos no saludables tenían algún efecto sobre las preferencias de los jóvenes universitarios. Se encontró que los participantes, en general, preferían las galletas que tenían los octógonos de advertencia, pero en el caso de los jugos sucedía lo opuesto. Continuar esta línea de investigación con una mayor muestra y una más amplia gama de productos permitirá analizar con mayor profundidad la efectividad de los octógonos de advertencia.