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Economía y Desarrollo

 ISSN 0252-8584

        10--2023

 

Articulo original

Robustez epistémico-metodológica de la economía política marxista como ciencia económica

Epistémico-Methodological Robustness of the Marxist Political Economy as Economic Science

0000-0002-7635-3932Roberto Muñoz González1  *  , 0000-0001-7332-088XGrizel M. Donéstevez Sánchez1 

1 Facultad de Ciencias Económicas. Universidad Central Marta Abreu. Cuba

RESUMEN

En la historia de la economía política se aprecian dos grandes escuelas sobre esta ciencia: la economía política burguesa y la marxista. Con frecuencia a esta última se ve y trata más como narrativa ideológica que como ciencia económica, por lo que se ignora la robustez epistémica y metodológica que posee y su valor para interpretar la compleja y contradictoria realidad socioeconómica. Argumentar el valor científico y la eficacia teórico-práctica que tiene la economía política marxista es el propósito esencial del presente trabajo. La investigación es de tipo teórico y parte de la orientación metodológica general del materialismo dialéctico como proceder filosófico. La economía política marxista es una ciencia con capacidad para poder descubrir y explicar la naturaleza más profunda de las relaciones sociales de producción de una sociedad, sus regularidades, contradicciones y tendencias; es, más que una ideología, una ciencia; más que una teoría, una práctica.

Palabras-clave: crítica; economía política; historia; metodología; pensamiento económico.

ABSTRACT

In the history of political economy, two great schools of this science can be seen: bourgeois political economy and the Marxist. This last is often seen and treated more as an ideological narrative than as an economic science; therefore, its epistemic and methodological robustness and its value for interpreting the complex and contradictory socioeconomic reality are ignored. Arguing the scientific value and the theoretical-practical efficacy that Marxist political economy is the essential purpose of this work. The research is theoretical and part of the general methodological orientation of dialectical materialism as a philosophical procedure. Marxist political economy is a science with the capacity to discover and explain the deepest nature of the social relations of production of a society, its regularities, contradictions and tendencies; she is, more than an ideology, a science; more than a theory, a practice.

Key words: criticism; political economy; history; methodology; economic thought

A la memoria del Dr. Héctor Castaño Salas, maestro de Metodología de las Ciencias Económicas en Cuba, y quien al dedicar uno de los ejemplares de su libro «Entender la Economía. Una perspectiva epistemológica y metodológica» a los profesores de Economía Política de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, les escribiera: «Para la caballería villaclareña: este no es el machete, sino la lima que lo afila, un abrazo» (2 de abril de 2003).

INTRODUCCIÓN

La economía es una ciencia social que estudia los fenómenos y procesos especialmente vinculados con la asignación y distribución de recursos siempre escasos; asimismo, es y debe ser base para la implementación de políticas socioeconómicas en cualquier sistema social, por eso se encuentra estrechamente vinculada con la producción y reproducción de la vida humana y su entorno. Ella, en tanto ciencia, tiene inevitablemente que relacionar los hechos económicos con los sistemas sociales y todos sus procesos concomitantes, pues aquellos hacen parte consustancial de estos; debe vincular la teoría económica con los estudios históricos de la economía, la política, la sociología y el derecho, por solo mencionar aquellos ámbitos de mayor proximidad.

Un asunto importante en la discusión está en considerar el significado y valor que tiene la historia en los procesos de transformación de la economía y la sociedad, pero desde la perspectiva historicista; es decir, asumiendo la historia no simplemente como el pasado, sino como el continuum del pasado, el presente y el futuro, en espiral dialéctica. No debe olvidarse que el presente constituye el punto de encuentro de los tres tiempos, es la llegada desde el pasado o el pasado superado dialécticamente en el presente, y este no solo es la condición del futuro, sino, además, la mejor sospecha de lo que será el futuro.

Cada vez se hace más necesario considerar el sistema social y cultural, así como sus implicancias medioambientales como totalidad, cuando se estudian los procesos asociados al uso, asignación y distribución de riquezas; debido especialmente a la creciente interconexión global y todo lo que ello significa para la vida humana en cualesquiera de sus espacios existenciales. En esa dirección, parece poco probable que la ciencia económica -en su comprensión economicista de costo-beneficio o simplemente de medios y fines- pueda tributar eficazmente a esa función, inclusive si se considera que su fin pueda ser la obtención de ganancias, pues siempre sería necesario considerar, en mayor o menor medida, los ámbitos o dimensiones antes señalados.

Existe consenso en que la economía política se encarga de estudiar el carácter de las relaciones sociales de producción, distribución, cambio y consumo que se dan en una época histórica o modo de producción determinados, respecto al uso de unos recursos siempre escasos, pero imprescindibles para satisfacer las crecientes e infinitas necesidades humanas y medioambientales, así como el sistema de leyes y contradicciones que son consustanciales a tales relaciones y procesos (Muñoz, 2018).

Por ejemplo, el desarrollo socioeconómico -en tanto fenómeno multidimensional, complejo y contradictorio- debe ser enfocado como todo un proceso cultural que toca las más diversas dimensiones de la producción y reproducción de la vida humana, en donde la economía política (marxista) puede ser decisiva.

El carácter historicista, crítico y de totalidad del materialismo dialéctico presentes en la economía política, se ha ido desdibujando en textos y salas de clases, en donde con frecuencia lo vulgar ha venido sustituyendo a lo verdaderamente científico, no solo en su enseñanza como tal, sino también en otras ciencias, que mucho daño hace a los propósitos de construcción de la nueva sociedad.

El significado teórico y metodológico de totalidad, es valorado por el conocido marxista Mandel (1985) de la manera siguiente:

Cuando se aplica el método dialéctico al estudio de los problemas económicos, los fenómenos económicos no son considerados por separados unos de otros, en pedazos, sino en sus conexiones internas como una totalidad integrada, estructurada alrededor de un modo de producción básico predominante y a partir de él, esta totalidad es analizada en todos sus aspectos y manifestaciones tal y como está determinada por ciertas leyes del movimiento, dado que se relacionan también con sus orígenes y su desaparición inevitable. (p. 16)

La economía política debe ser ubicada en el contexto cubano en su justo valor científico de totalidad, la que permite entender la esencia de una generalidad con fines prácticos. La aplicación del fundamento de totalidad, sirvió a Marx para demostrar la esencia de la sociedad capitalista como sociedad explotadora del hombre y, por ende, la necesidad de emancipación social; en ese enfoque comprensivo fue decisivo el análisis historicista y crítico. Por tanto, igual debe ser la aplicación del fundamento de totalidad marxista, para entender y explicar la transición al socialismo, es decir, la construcción de las nuevas formas de vida y cultura que supone la sociedad socialista.

La robustez epistémica y metodológica de esta ciencia, tiene entre sus postulados más relevantes:

  1. Su proyección historicista, crítica y de totalidad.

  2. La idea de que todo existe en conexión y contradicción, la interconexión es base del movimiento, el movimiento es condición del desarrollo.

  3. Su vinculación con la praxis, en tanto una condición para la interpretación teórica y fin para su transformación.

Argumentar el valor científico y la eficacia teórico-práctica que como herramienta comprensiva y transformadora tiene la economía política, en medio del complejo contexto económico, social y político actual, constituye la finalidad esencial del presente trabajo.

DE LA METODOLOGÍA

La investigación es de tipo teórico con predominio del enfoque cualitativo, esto facilitó la identificación de las principales perspectivas epistemológicas y metodológicas en la literatura, acerca de varios criterios existentes en torno a la temática seleccionada, considerando puntos de vista, tanto desde el enfoque comprensivo de la corriente neoclásica, como de la marxista.

El enfoque metodológico general utilizado es el materialismo dialéctico como proceder filosófico, con base en la abstracción científica. Tal enfoque es contentivo de una serie de métodos específicos como el lógico-histórico en el proceso de organización del conocimiento existente sobre el tema y la valoración de los objetivos planteados; el análisis-síntesis en la taxonomía de las concepciones teóricas relacionadas, particularmente con la tipificación conceptual sobre las diferentes miradas al objeto de estudio de las ciencias económicas, tanto en su denominación de economía política, como en su afirmación como Economics; de igual manera, el análisis comparado fue necesario para valorar la información y la colocación de resultados en la investigación; el análisis de la información documental y la comparación de las características, importancia y posibles contradicciones entre las diferentes perspectivas teóricas del tema abordado. Además, fueron considerados principios y métodos propios del pensamiento socioeconómico como el historicismo, la contextualización, la precedencia, las influencias, la vigencia y la proyección.

El desconocimiento y los prejuicios con relación al valor y significado de la economía política en la actividad social y de transformación socioeconómica en Cuba, pueden estar indicando una vez más lo dañino que resulta ser la ruptura entre teoría y práctica, en medio del complejo y contradictorio proceso de construcción de la nueva sociedad, cuando se cae en el peligroso dilema de que la práctica no cabe en la teoría, o viceversa. Aquí se debe tener presente la idea de Guevara (1977) al señalar que «debemos recordar siempre que todos los problemas deben tratarse al mismo tiempo, desde un punto de vista teórico y práctico. Todas las cosas tienen un lado práctico de resolución inmediata, de cualquier tipo que sea y tienen también su lado teórico. La teoría y la práctica constituyen una unidad que hay que saber dominar» (p. 289).

SURGIMIENTO DE LAS CIENCIAS ECONÓMICAS BAJO EL CONCEPTO DE ECONOMÍA POLÍTICA

Históricamente el surgimiento y desarrollo de las ciencias económicas se produce bajo la denominación de «economía política». Surge necesariamente como ciencia en un momento histórico donde se había acumulado un buen caudal de conocimientos humanos, necesarios para ser sistematizados en función de un mejor entendimiento de las fuerzas productivas y de las relaciones sociales de producción entre los hombres, con derivaciones de tipo político. Y esto es así porque la economía política como ciencia social, orienta, sugiere, es y debe ser la base teórica para el diseño de las políticas económicas y, en general, de las políticas públicas de los Estados, aunque también tiene su significado en la propia política.

No obstante, es preciso atender la idea de Castaño (2002) cuando acertadamente valora cómo históricamente el término «economía política» no tuvo connotaciones ideológicas o metodológicas especiales, que distinguieran diversos enfoques de los problemas económicos y que establecieran demarcaciones científicas de otras no científicas; aunque, por lo general, en la actualidad sí aparecen líneas de demarcación metodológica e ideológica entre los diferentes enfoques comprensivos y disciplinarios de la economía (Economics). Es como si a la economía política le correspondiese una función ideológica o normativa y a la llamada Economics una función científica o positiva; lo que no es totalmente correcto, pues toda ciencia por muy «exacta» que parezca desempeña ambas funciones, considerando que los científicos son seres portadores de ideologías e intereses políticos, sin importar tiempo o espacio.

La trayectoria explicativa de los procesos y fenómenos socioeconómicos resulta de las propias demandas de la realidad, pues desde que aparecen las primeras formas más o menos constituidas de la sociedad humana, el hombre necesitó organizar, dirigir y sugerir en torno a los procesos y relaciones de su vida material y espiritual; desde el famoso quipu de los incas, pasando por El económico de Jenofonte, la Riqueza de las Naciones de A. Smith, o una obra como El Capital de C. Marx, hasta la conocida Teoría general de la ocupación el interés y el dinero de J. M. Keynes, o el Economics de P. Samuel, por solo mencionar algunas de los más relevantes en la historia de esta ciencia.

Posiblemente haya sido Antoyne de Montchrétien quien utilizara por vez primera el concepto de «economía política» en su libro de 1616 Traite de I’ Economie Politique, para referirse a la economía del Estado en el sentido de la administración pública. También en 1755, Rousseau escribió un artículo sobre Economie Politique en la famosa Encyclopédie francesa, que más que de economía trataba de política (Katouzian, 1982).

Sin embargo, el sentido moderno de los términos «económico» o «economía», lo desarrolla Francois Quesnay en su conocida Tableau Economique en la mitad del siglo XVIII. En 1767 también aparece la expresión «economía política» en el libro de Sir James Stuart, Principles of Political Economy; se destacaron, además, otros economistas ingleses como David Ricardo, quien nominó a su más conocida obra económica de 1817, Principles of Political Economy y de igual modo John Stuart Mill, con sus Principles of Political Economy de 1848 (Castaño, 2002).

Al revisar la literatura económica se observa, especialmente dentro de la tradición anglosajona, el uso del concepto de «economía política» y sus principios desde inicios del siglo XIX, donde obtuvo una aceptación general como referente de la materia de la economía, incluso en los inicios del proceso de viraje metodológico hacia lo que hoy se conoce como enfoque o corriente neoclásica; autores tan paradigmáticos como Jevons y Walras utilizaron el término «economía política» en sus obras (Castaño, 2002). Sin embargo, resulta curioso que un economista como A. Smith no utilizara esta expresión en su texto de 1776; no obstante, por su contenido, la producción intelectual del gran economista inglés, está referida al objeto de la economía en el mismo sentido que escribieron y publicaron los demás economistas en aquella época (economía política), especialmente D. Ricardo.

¿Hacia dónde evolucionó la economía política desde finales del siglo XIX? Aunque se debe asumir y comprender como un proceso contradictorio, la manera como se produce progresivamente la sustitución de la economía política por las llamadas económicas, lo cierto es que, en el año 1879, el economista inglés A. Marshall y su esposa M. Paley Marshall publicaron Economics of Industry, en la que plantean la conveniencia [según ellos] de abandonar la expresión de «economía política», porque la palabra «política» parecía ser inadecuada, puesto que refleja intereses políticos de grupos sociales en una nación y, supuestamente, la ciencia perdía su carácter como tal.

Esta idea Marshall la remata en su obra Principles of Economics, considerada por muchos autores como el primer tratado moderno de economía (Marshall, 1890). A partir de ese momento histórico comienza a desterrarse el término y hasta el concepto de «economía política» de las ciencias económicas y a utilizarse el de «económica», «economía» o simplemente el de «teoría económica»; tal vez con la excepción de la mayoría de los economistas marxistas que siguieron siendo fieles a sus maestros originarios de esta ciencia (Afanasiev, 1988).

El siglo XX fue testigo del proceso de desarrollo de lo que pudiera llamarse nueva convención de las ciencias económicas, bajo el cuño generalizador de la teoría económica neoclásica. En la misma medida que se concentraba la propiedad privada, aparecían nuevas formas de esta y se ampliaba el mercado, con lo cual se fue incrementado lo que algunos economistas gustan en llamar la importancia de la elección individual. Por ejemplo, un economista tan importante en la historia del pensamiento económico, como fue el sueco Wicksell (1947), perteneciente a la llamada Escuela Matemática, desde inicios del siglo XX interpreta la cuestión apuntada más arriba y señala:

No es fácil dar una definición plenamente satisfactoria del concepto de economía política. En sí mismo el concepto es algo confuso […] Literalmente, este concepto significa administración de la economía del país, o sea teoría de la administración de la economía nacional. Sin embargo, es evidente que, al menos en nuestros días, no existe país alguno donde la administración económica sea común, sino que cada individuo se ocupa de dirigir sus propios asuntos. (p. 13)

Es obvio que este autor, como tantos otros economistas neoclásicos, identifica estrechamente el concepto de «economía política» con aquellas doctrinas referidas a la administración de la economía nacional y que se asociaba a aquellas épocas históricas «cuando se consideraba como atributo esencial del Estado ejercer una estrecha influencia sobre las actividades de los individuos, de modo que estos últimos disfrutaban de una libertad restringida por las orientaciones y la intervención del Estado». (Wicksell, 1947, p. 3). Eso es liberalismo económico, el mismo que defendieron aquellos economistas burgueses clásicos que utilizaron el término de «economía política», por lo que parece una gran paradoja.

Pudiera inferirse de la tesis de Wicksell que este concepto depende de la mayor o menor intervención económica del Estado en una nación, lo que no resulta totalmente exacto. Los clásicos de la economía política burguesa (A. Smith, D. Ricardo, los fisiócratas) quienes fueron los padres fundadores de las ciencias económicas burguesas, también fueron -por razones históricas, filosóficas e ideológicas- los que de forma más coherente desarrollaron y sentaron los principios del liberalismo económico y, por tanto, del lugar y papel del hombre económico y del presunto carácter natural de sus opciones individuales en el funcionamiento racional del sistema. Por esas razones, y de manera decisiva, se opusieron a la intervención del Estado en la economía.

Se tendría que aceptar en todo caso que, cuando los clásicos denominaban sus estudios económicos como economía política, no estaban asumiendo el término en el sentido estricto de la administración de la economía nacional de un país o de la economía pública, como ha sido entendida por varios economistas posteriores a ellos, incluido, por supuesto, Wicksell.

Si se revisa la literatura económica y las principales obras de los más conocidos economistas desde fines del siglo XIX hasta la actualidad, se puede observar cómo se ha dado una tendencia creciente a sustituir o abandonar el término y el contenido de la economía política por el de «económica» o «teoría económica», pero curiosamente eso ocurre en la misma medida que se fue desarrollando y avanzado el marxismo y su economía política.

Por muchos años, en los textos y academias que enseñan Economía, esta ha sido definida de diferentes maneras. Algunos autores refieren que se dedica al estudio de las causas del bienestar material de los hombres (Marshall, 1890). Otros tienen el criterio de que esta ciencia se dedica al estudio del comportamiento humano en la utilización de los recursos siempre escasos; por ejemplo, Robbins (1944) plantea: «La economía es la ciencia que estudia la conducta humana como una relación entre fines y medios limitados» (p. 39). Este profesor refiere el objeto de estudio de la economía como si fuera el de la psicología. Ser pragmático no es totalmente malo, pero ser pragmático inconsistente no es científico.

También hay especialistas que clasifican a la economía como unidad de ciencia y arte, al pensar que supone habilidades para utilizar los instrumentos científicos pertinentes que propician identificar, diseñar y actuar en la conducción de procesos económicos y en la toma de decisiones, con el fin de generar procesos de transformación en contextos específicos (Pons, 2022).

Por su parte, J. M. Keynes, quien no rompe esencialmente con la tradición británica de las ciencias económicas y se le considera un economista neoclásico pragmático, produce un viraje metodológico en la manera de comprender el papel y funciones de esta ciencia, abriendo el camino de los enfoques macroeconómicos. Según Dow (citado por Castaño, 2002), Keynes llegó a desligar la macroeconomía de los axiomas apriorísticos de la tradición deductivista británica sobre el comportamiento individual de la microeconomía; es decir, en su modelo los axiomas básicos fueron más empíricamente comprobables, del tipo de: «el consumo es una función estable del ingreso, en lugar de que todos los agentes maximizan la utilidad».

Resulta extraordinariamente interesante que el propio Keynes, al exponer su concepción acerca de las cualidades que debería poseer un profesional de las ciencias económicas, refiera que:

El economista debe poseer una rara combinación de dotes. Debe alcanzar un elevado estándar en diferentes direcciones […] Debe ser, de algún modo, matemático, historiador, estadista y filósofo. Debe entender símbolos y hablar con palabras corrientes. Debe contemplar lo particular a la luz de lo general, y tocar lo abstracto y lo concreto en el mismo vuelo de su pensamiento. Debe estudiar el presente a la luz del pasado para los propósitos del futuro. Ninguna parte de la naturaleza humana o sus instituciones debe estar completamente fuera de su consideración. (Alberich, 2015, p. 1)

Es de suponer que para Keynes la eficacia práctica de la función del economista tiene relación directa con la capacidad que haya logrado en desarrollar esa «rara combinación de dotes»; obsérvese el tipo de cualidades a que se refiere: matemático, historiador, estadista, filósofo, capacidad comprensiva de la totalidad y las partes, entendimiento de la historicidad de los procesos sociales y de los sistemas institucionales correspondientes y, todo ello, con base en el ejercicio pertinente de la abstracción científica. Esta perspectiva -a criterio de los autores- apunta más a la comprensión del tema desde la economía política que desde el de Economics.

La integradora y centrada definición keynesiana puede ser fertilizada a partir de la idea del también economista y gran pensador mexicano Silva (1956) cuando afirmó que «el economista sin preocupaciones sociales, sin un sentido social de la economía, es un mutilado que se mueve en ámbito estrecho, sin alas en el pensamiento y sin capacidad constructiva y creadora» (p. 56).

Son muy notables varias cualidades esenciales interconectadas en las ideas de ambos economistas, que todo profesional de la economía debería poseer: formación integral, como única manera de cumplir su función social; esa «capacidad constructiva y creadora» que refiere Silva, es una condición determinante para que los economistas puedan ser efectivos consejeros de los tomadores de decisiones en cualquier país, máxime si se trata del actual contexto cubano.

Resulta necesario hacer referencia también al hecho de que el propio perfeccionamiento y refinamiento de la economía desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, con la utilización de las virtudes y ventajas del cálculo diferencial y los posteriores progresos de las ciencias matemáticas y otras afines, favorecieron la interpretación y representación de modelos lógicamente exactos en términos de cualidades cuantitativas y modelajes, aunque se conoce que con frecuencia sucede que tales modelos, en tanto abstracciones, representaciones ideales de la realidad, tienden a tomar un carácter fetichista, o dicho de otra manera, fantástico.

En ocasiones, una vez realizada la abstracción a través de tales modelos económicos, se les da una existencia independiente como si representasen la propia esencia de la realidad y no una faceta contingente de ella; otras veces, los modelos teóricos elaborados desempeñan las funciones de «Lecho de Procusto», cuando se trata de ajustar la realidad socioeconómica a tales modelos.

Ese tipo de instrumentalismo pragmático se aprecia en la obra de Friedman (1953), por medio del llamado supuesto the f-twist o la contorsión f, que introduce en su conocida obra Ensayo sobre metodología de la economía positiva; la contorsión f funciona como un aparato metodológico que determina la construcción teórica, basada en que las empresas se comportan como si buscaran maximizar sus rendimientos y tuvieran un conocimiento completo de todos los datos necesarios (Castaño, 2002).

La ciencia económica se ve reducida así a un conjunto de teorías en función de su capacidad de describir o predecir fenómenos observables, abandonando su función explicativa y transformadora; así como su papel en la dirección y sistematización del material empírico en función de encontrar el conocimiento certero, que es el fin último de la investigación.

ECONOMÍA POLÍTICA CRÍTICA EN LA DOCTRINA GENERAL DE CARLOS MARX. PERTINENCIA ACTUAL

Aunque la obra cumbre de Carlos Marx fue El Capital, esta recibió como subtítulo Crítica de la Economía Política, pues desde el inicio ese fue el título y sentido que Marx había concedido a esos estudios. En esta obra, Marx desarrolló dialécticamente la dimensión científico-crítica de esta ciencia, a partir de todo el conocimiento acumulado y del desarrollo alcanzado por el capitalismo en el siglo XIX.

Para Marx (1973), «en el análisis de las formas económicas de nada sirven el microscopio ni los reactivos químicos. El único medio de que disponemos en este terreno es la capacidad de abstracción» (p. 9). En este punto lo importante no es señalar la abstracción como una necesidad científica y capacidad humana, sino saber cómo y de qué debe abstraerse el investigador en el proceso de búsqueda de la esencia y causas del fenómeno, aun con la conciencia de que el conocimiento es siempre relativo.

En Marx se despliega una total comprensión dialéctico-estructuralista del mundo socioeconómico real, lo que se puede comprobar en El Capital, en donde plasma su lógica de pensamiento y su método de investigación. Como plantea Godelier (1967):

Marx no opera, a la manera hegeliana «deduciendo» una categoría a partir de otra. Pone al descubierto las funciones de un elemento en el seno de una estructura, o de una estructura en el seno de un sistema, y explica el orden de esas funciones […] Por consiguiente, el objeto de la teoría económica es descubrir dichas funciones y su orden en tal o cual estructura, y mediante ello definir las categorías de la economía política y articularlas entre sí en una especie de génesis lógica ideal. (p. 77)

Para Marx (1970), a diferencia de Hegel, «Lo concreto es concreto, ya que constituye la síntesis de numerosas determinaciones, o sea la unidad de la diversidad. Para el pensamiento constituye un proceso de síntesis y un resultado, no un punto de partida» (p. 38). Este proceder le permite penetrar la realidad en sus múltiples conexiones y contradicciones, sintetizar y explicar el sistema de relaciones sociales de producción como una totalidad, regulada por leyes y condicionada históricamente; pero a la vez explicar esa totalidad como unidad, donde lo científico, es decir lo «positivo», se acompaña además de lo axiológico, de lo «normativo». No separa lo científico de lo crítico, por el contario, para él hacen parte del análisis del todo. Los juicios de hecho, de razón y de valor, definitivamente hacen parte de cualquier proceso de investigación verdaderamente científico.

El proceso de estudio crítico de la economía política burguesa clásica le permitió a Marx superar dialécticamente los aspectos meramente positivos de ese tipo de ciencia; de la explicación del funcionamiento del modo de producción capitalista, pasa a la esencia del mismo mostrando su carácter fetichista. Según Castaño (2002), «la crítica de la economía política se convierte en crítica de la economía misma del modo de producción capitalista […] desentraña las condiciones de formación, contradicciones y las leyes del desarrollo de este modo de producción» (p. 248).

De manera que cuando Marx estudia las obras clásicas con el fin de comprender la visión de la teoría burguesa sobre la sociedad, descubre sus insuficiencias y limitaciones desde el punto de vista teórico y metodológico, pero además la debilidad historicista de sus explicaciones; ello le permitió trascender tales obras, pero desde la crítica científica, que es la que tiene la capacidad de ir del análisis discursivo del texto, hasta la interpretación reflexiva de la realidad histórica.

Sin embargo, lo significativo no está en afirmar que el elemento crítico es determinante dentro de su pensamiento, sino en comprender que se trata de un pensamiento revolucionario que realiza una crítica de lo existente desde el punto de vista económico, social, histórico, humano. Nuevamente se debe recurrir al economista cubano Castaño (2002), cuando al referirse a este hecho, afirma que «La crítica de la economía política no consiste solo en historizar las categorías de la economía política sino en hacer su sistema parte de la comprensión de lo social» (p. 239). En otro momento el propio autor, al valorar el porqué de la sustancia crítica de la economía política en general y, especialmente, la desarrollada por Marx, escribe:

Y es que, con el capitalismo, por primera vez en la historia, la vida social es determinada, organizada y reproducida sobre un sistema de formas de conexión social, es decir, de relaciones sociales de producción, en función de las necesidades de la valorización del capital. Esta forma de organización de la producción material determinó su propio conocimiento positivo a partir del cuerpo teórico de la economía política. (Castaño, 2002, p. 243)

Como ha sido referido, más que en lo específicamente económico, Marx enfatizaba su tratamiento de la totalidad dentro de su concepción materialista de la historia. Ello explica en buena medida el carácter científico integral de El Capital, pues no solo es una obra de la economía política como muchos piensan, sino que necesariamente es filosófica, política, sociológica e histórica, y se pudiera decir a la luz de hoy día, que también es una obra de antropología económica o cultural; en caso contrario, no se comprenderían en su verdadera dimensión las funciones de la economía política. Tal vez la idea expresada por el propio Marx (1973): «la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política» (p. 12), apunte en esa dirección.

Es preciso afincar la idea de que la crítica de la economía política no significa rechazo de una economía mala o insuficiente para sustituirla por otra buena y completa, sino análisis de la verdadera naturaleza del discurso burgués sobre su propio análisis económico-social, al comprender sus bases epistemológicas y su limitado alcance, desde la perspectiva de la interpretación materialista de la historia (Castaño, 2002).

El alcance de la interpretación materialista de la historia que se plasma en la obra de Marx, el propio Guevara (1977) la resume de la manera siguiente:

El mérito de Marx es que produce de pronto en la historia del pensamiento social un cambio cualitativo; interpreta la historia, comprende su dinámica, prevé el futuro, pero, además de preverlo, donde acabaría su obligación científica, expresa un concepto revolucionario: no solo hay que interpretar la naturaleza, es preciso transformarla. El hombre deja de ser esclavo e instrumento del medio y se convierte en arquitecto de su propio destino. (p. 202)

Es probable que lo más importante de la obra de Marx, para comprender las condiciones y contradicciones actuales, sea su método y no tanto sus conclusiones. Este es uno de los grandes retos que tiene no solo la academia, sino también la política, en el camino transformador de la sociedad histórica que se intenta construir en Cuba.

Es preciso llamar la atención sobre la idea del Che, cuando escribió: «la afirmación de Marx, asentada en las primeras páginas de El Capital, sobre la incapacidad de la ciencia burguesa para criticarse a sí misma, utilizando en su lugar la apología, puede aplicarse hoy, desgraciadamente, a la ciencia económica marxista» (Guevara, 2006, p. 28). Si se asume distanciamiento crítico sobre el asunto, esa idea no solo mantiene vigencia para Cuba y es aplicable a la economía política, sino que en buena medida puede hacerse extensiva a toda la doctrina originaria del marxismo, por la manera desfigurada como muchas veces ha sido asumida.

Algunas de las razones históricas causales o condicionantes que pudieran explicar lo anterior, tal vez pasan por varios sucesos combinados:

  • Asimilación no siempre crítica, de formas de pensar y hacer provenientes de la extinta URSS y demás países del llamado campo socialista, conducentes al dogmatismo, el «manualismo» y la «esclerotización» de tesis esenciales del marxismo originario, con marcado acento desde finales de los años 60 y hasta los 90, aproximadamente; sin embargo, las consecuencias del fenómeno persisten bajo diversas formas y se reproducen en virtud de ciertas ideas, prácticas y mecanismos.

  • Confusión (o identificación) entre la enseñanza del marxismo-leninismo como ciencia en los diversos sistemas de enseñanza del país y el trabajo político-ideológico, sus funciones y mecanismos.

  • Comprensión débil o inefectiva de la función metodológica que tiene la doctrina marxista para el total de los saberes científicos, así como para las prácticas virtuosas de la construcción de la sociedad.

  • Débil armonización entre la obra martiana y el marxismo originario; pues no siempre se consideran las relaciones dialécticas que existen entre ambas y sus concordancias científicas y axiológicas, especialmente, en temas estratégicos para el proceso de construcción de la nueva sociedad y sus mecanismos de implementación; por ejemplo, respecto al tratamiento de la historia, la cultura, la ética, la economía, y demás. En Cuba es frecuente escuchar sobre la estrecha relación entre las ideas de Martí y las del marxismo, pero en la práctica económica, social y política, no se aprecia en toda su hondura y virtuosismo esa natural simbiosis que debería existir.

En este orden de juicios y en concordancia con algunas tesis ya planteadas y la hipótesis que se argumenta, resulta imprescindible considerar la idea cardinal expresada por el líder histórico cubano Fidel Castro Ruz, en el discurso de clausura del evento internacional Economía '98, cuando hizo un llamado a la necesidad de formar economistas del pueblo, pues de hecho deben serlos. Allí señaló:

[…] hoy para ser economistas del pueblo […] deben ser economistas políticos; y los políticos deben ser políticos, con un mínimo de conocimientos económicos y si es posible con un máximo de conocimientos en ese campo, que hoy es base realmente sobre la cual se está jugando el destino de la humanidad, la base sobre la cual se desarrollan nuestras luchas. Y los políticos que no entiendan, o no quieran entender, o que no se esmeren en conocer la economía, no son dignos de ejercer las funciones que ejerzan como tales políticos. (Castro, 1999, p. 201)

Fidel deja plasmada varias ideas esenciales: primero el hecho de considerar que en el terreno de la economía «se está jugando el destino de la humanidad», además de que constituye «la base sobre la cual se desarrollan nuestras luchas»; y, en segundo lugar, la tesis de que tanto los economistas como los políticos, tienen una función social, son o deben ser «trabajadores sociales» en la dimensión más amplia del concepto, no solo en el sentido leninista de que la política es la expresión concentrada de la economía, sino además por el hecho del verdadero objeto de la ciencia económica, como economía política.

Los grandes políticos de la historia, en especial los «políticos del pueblo», han sido también grandes conocedores de los problemas y necesidades socioeconómicas de su época y contexto singular; pero también asimiladores, portadores y transmisores de la cultura útil, esa que enriquece y transforma. Ahí están los ejemplos de Bolívar, Martí, el Che y el propio Fidel, por solo mencionar algunos de los más próximos a la historia cubana y latino caribeña.

Resulta evidente que la profesión de academia no hace que el economista lo sea per se, como a ningún otro profesional, pues el economista que solo sea economista ni siquiera lo es. De igual manera, sucede con los políticos y tomadores de decisiones, que permanentemente deberían trabajar por alcanzar cualidades esenciales pertinentes, como la vocación de servir, la capacidad técnica, cultura política y científica, el humanismo y sensibilidad de la realidad, así como la imprescindible ética de la función. Como afirmó Hart (2010): «es imprescindible que quienes se dediquen profesionalmente a hacer política posean la cultura y la capacidad indispensable para ejercerla» (p. 2).

Las tesis de Fidel y Hart resultan decisivas, particularmente, si se recuerda que el desarrollo socioeconómico resulta eje de todos los procesos y fenómenos que constituyen propósito explicativo de cualquier ciencia económica, en especial de la economía política. Porque en la construcción del socialismo, es necesario entender y proyectar el desarrollo en toda su dimensión cultural, tal como lo considera el profesor Molina (2001) cuando afirma: «la dimensión cultural del desarrollo es la que permite integrar el mayor número de factores (económicos, sociales, éticos, jurídicos, estéticos, ecológicos, etc.) al desarrollo, concebido este como un proceso multidimensional e integral, y la cultura como la síntesis depurada y al mismo tiempo el medidor supremo de la calidad del desarrollo» (p. 150).

En esa misma dirección, otro gran economista cubano, Martínez (1999) señaló que «hay un hilo lógico que permanece como una constante: la dimensión cultural del desarrollo como forma de solución al subdesarrollo; y como teoría de la construcción socialista» (p. 207).

Tal vez sea esta ciencia la de mayor robustez para penetrar, si se la asume correctamente, el complejo y contradictorio entramado de las nuevas formas de propiedad y, sobre todo, de gestión de la economía nacional y sus plataformas territoriales y locales, que involucran propiamente a la llamada propiedad estatal, la cooperativa, la mixta y la privada de personas naturales o jurídicas cubanas o totalmente extranjeras. En esa orientación, resulta esencial la economía política para comprender con eficacia el papel tan importante de la cooperación como forma de socialización de la producción y a las cooperativas como formas colectivas de gestión de la actividad económica en la construcción del socialismo (Donéstevez, 2017).

En medio de los enormes desafíos que enfrentan la economía y sociedad cubanas en nuestro tiempo histórico, la economía política marxista y sus capacidades de historicismo, crítica y totalidad, seguramente serán decisivas. Se precisa superar los peligrosos «disciplinismos» en que ha sido fragmentada la ciencia económica, y retomarla, en su virtuosa génesis de economía política, pero bajo el presupuesto de re-plantearla y reenfocarla a tono con la identidad nacional y en correspondencia con los problemas y necesidades más profundas del país.

Es preciso no olvidar las ideas de Engels (1978), cuando al abordar el objeto y el método de la economía política señala:

Las condiciones en las cuales los hombres producen e intercambian lo producido varían en cada país y, dentro de éste con cada generación. Por eso la economía política no puede ser la misma para todos los países ni para todas las épocas históricas […] La economía política es, por tanto, una ciencia sustancialmente histórica. La materia sobre que versa es una materia histórica; es decir, sujeta a cambio constante. (pp. 179-180)

Enseñar la economía política como ciencia, e instrumentar en la práctica socioeconómica del país su verdadero valor como ciencia comprensiva y de transformación es el camino para fortalecer sus funciones en el proceso de construcción socialista.

CONSIDERACIONES FINALES

La economía política crítica permite conocer las categorías y su valor epistémico y metodológico como herramientas analíticas, para comprender la conformación, dinámica, características y perspectivas del modelo y las políticas de desarrollo socioeconómico del país y todo lo que ello supone, unido al comportamiento e interconexión de los principales indicadores en sus diferentes estructuras y niveles, más allá del ámbito estrecho o particular de las funciones que tenga determinado actor en la toma de decisiones.

La ciencia de la economía política marxista ensancha la capacidad crítico-creadora frente a las diferentes propuestas y enfoques analíticos de terceros; de igual manera facilita la interpretación del entorno socioeconómico cubano y los vínculos de intereses económicos, políticos, sociales o culturales con terceros, por sobre diferencias políticas e ideológicas. Todo ello es posible porque dentro de las cualidades interconectadas que dan robustez a la economía política se destacan: la perspectiva de totalidad, historicidad y sustanciosa capacidad crítica para descubrir esencias, regularidades y contradicciones de los sistemas socioeconómicos.

Resulta un riesgo la manera como aún se sigue asumiendo y explicando en las salas de clases de las universidades cubanas y de otras instituciones, cierta economía política del socialismo que no solo resulta en la práctica más ideología que ciencia, sino que además refiere un objeto que aún no existe en sí mismo, que es el socialismo; este se encuentra en un largo proceso de construcción o de transición como le llaman algunos autores. La economía política, como ciencia constituida de la transición al socialismo, está por crearse.

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Recibido: 09 de Mayo de 2022; Aprobado: 15 de Junio de 2022

* Autor para la correspondencia: rmunoz@uclv.edu.cu

Los autores declaran que no existe conflicto de intereses.

Roberto Muñoz González: concibió la idea original del artículo, dirigió el proceso de investigación y redactó la versión final.

Grizel M. Donestevez Sánchez: colaboró con ideas, la revisión y redacción final del artículo.

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