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Economía y Desarrollo

 ISSN 0252-8584

        10--2023

 

Artículo original

Pandemia y crisis global: ¿consenso o disenso?

COVID-19 Pandemic and Global Crisis: Consensus or Dissensus?

0000-0002-6609-7752Nicolò Capomacchia1  *  , 0000-0002-3236-0858Zoe Medina Valdés2 

1 Universidad Luiss Guido Carli, Roma, Italia.

2 Facultad de Economía. Universidad de La Habana, Cuba.

Resumen

El contexto mundial está marcado por una profunda y compleja crisis que, en gran medida, ha sido presentada como resultado de la pandemia de COVID-19. El presente trabajo tiene como propósito aproximarse al debate internacional; para ello se resumen las ideas de las principales instituciones internacionales, así como de algunos autores que asumen posiciones críticas al respecto.

Palabras-clave: debate internacional; capitalismo; neoliberalismo; problemas globales del desarrollo

Abstract

The global context is marked by a deep and complex crisis, which to a large extent has been presented as a result of the COVID-19 pandemic. The purpose of this article is to analyze the current international debate on this issue, summarizing the ideas of the main international institutions, as well as those of some authors who adopt critical positions.

Key words: international debate; capitalism; neoliberalism; global problems of development

INTRODUCCIÓN

La pandemia de coronavirus (COVID-19) se produce en un escenario mundial caracterizado por enormes problemas, varios de ellos de alcance global. En este caso se trata del problema de salud que define esta época y constituye el mayor desafío del mundo desde la Segunda Guerra Mundial. El virus se ha extendido a todos los continentes, excepto a la Antártida, tras su aparición en Asia en 2019.

En general, esta pandemia ha sido clasificada como una crisis mundial en el sentido de una catástrofe sanitaria, o ha sido identificada como la causa de la crisis mundial. Esta es la perspectiva que domina la literatura sobre el tema, en varios de los campos del conocimiento. Sin embargo, la COVID-19 es más que un simple problema sanitario; también está vinculada a una crisis socioeconómica y política mundial.

El presente trabajo tiene como objetivo presentar una aproximación al debate internacional sobre la relación pandemia-crisis mundial. Con tales propósitos, se sintetizan los criterios de las principales instituciones internacionales; y, posteriormente, se centra la atención en las voces críticas que marcan el disenso al respecto.

EL DEBATE INSTITUCIONAL: APARENTE CONSENSO

El contexto mundial está marcado por una profunda y compleja crisis; esta situación, identificada en gran medida con la pandemia provocada por la COVID-19, ha dado lugar a una serie de pronunciamientos que versan sobre cómo paliar la situación existente. En tal sentido, alzan sus voces organizaciones e instituciones internacionales y regionales, entre las que figuran: la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial (BM), la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), y la Unión Europea (UE). A modo de síntesis, se presentan a continuación los principales planteamientos de cada una de estas organizaciones.

Organización Mundial de la Salud (OMS)

Debido a la escala y rapidez con que se extendió la epidemia, el 30 de enero de 2019 la OMS la proclamó como emergencia de salud pública de preocupación internacional; el 11 de febrero, anunció que la nueva enfermedad por coronavirus se conocería como COVID-19; y el 11 de marzo la declaró formalmente como pandemia. En consecuencia, la OMS ha hecho continuas observaciones sobre la evolución del virus, basándose en la investigación, la opinión de los expertos, el asesoramiento de sus oficinas regionales y las experiencias mundiales.

En este sentido, se concibió el Plan Estratégico de Preparación y Respuesta de la OMS para la COVID-19, el cual constituye una guía para la preparación de los gobiernos en la gestión de la pandemia, ajustándose a cada escenario. La guía operativa describe las acciones claves para reorganizar y mantener el acceso a los servicios sanitarios esenciales con calidad para todos. Las actividades recomendadas se dirigen específicamente a los gobiernos, las instituciones, los trabajadores sanitarios, los grupos más vulnerables y el resto de la comunidad (Organización Mundial de la Salud, 2020).

Esta organización reconoce que la pandemia es una crisis, pero solo en relación a la salud. No cuestiona las condiciones precedentes y actuales que han favorecido su propagación. Tampoco la concibe vinculada a otras dimensiones de la crisis mundial, que se expresan en lo económico, la monopolización de la tecnología y, sobre todo, en la dimensión social. Esto último es comprensible si se tiene en cuenta la esencia de esa institución y su objeto social.

Banco Mundial (BM)

Esta institución, de indudable carácter económico, ha señalado la necesidad de medidas coordinadas para afrontar la crisis. En este sentido, ha afirmado:

Este es un grave problema de salud pública que requiere medidas coordinadas y constante transparencia, tanto dentro de China como en todo el mundo. Nuestro apoyo se centrará en las áreas de vigilancia de enfermedades, seguridad alimentaria y respuesta a la crisis, con un intercambio de experiencias internacionales en el manejo de crisis similares y análisis de los impactos de este brote en la economía china. En el mediano plazo, el Grupo Banco Mundial y China continuarán trabajando juntos para abordar los desafíos de desarrollo pendientes, entre los que figuran los bienes públicos mundiales, en consonancia con nuestro Marco de Alianza con el País, recientemente anunciado. (Banco Mundial, 2020a)

En junio de 2020, el BM estableció como prioridad ayudar a los países en la transición de la crisis a la recuperación, con la concepción de «salvar vidas; proteger a los pobres y vulnerables; asegurar los fundamentos de la economía; y fortalecer las políticas e instituciones para lograr la resiliencia, sobre la base de préstamos e inversiones transparentes y sostenibles» (Banco Mundial, 2020b, p. 6). Evidentemente, se trata de medidas a corto y mediano plazo, centradas en las manifestaciones del subdesarrollo, pero no en los elementos causales que han provocado que países y sectores de la población tengan que enfrentarse a la COVID-19 ya en condiciones de pobreza y exclusión.

El BM atribuye la creciente situación de pobreza a la pandemia; considera que es probable que millones de personas más caigan en la pobreza extrema como consecuencia del nuevo coronavirus, y que los que ya son pobres empeoren su condición y sufran aún más restricciones. También advierte que los puestos de trabajo de más de mil millones de personas están en peligro, y que es necesario mejorar los sistemas de protección social para los trabajadores más vulnerables. Evidentemente, pasa por alto los altos niveles de pobreza internacional existentes hasta 2019, que el propio BM había reconocido en sus informes anuales, y donde también incitaba a combatirla. Asimismo, omite la destrucción de puestos de trabajo, derivada de la profundización de la contradicción trabajo-capital que resulta de la lógica de acumulación capitalista.

Aunque históricamente esta institución no ha contribuido a la solución de los problemas estructurales de las economías subdesarrolladas, en las condiciones actuales, afirma: «El Banco Mundial se ha comprometido a hacer todo lo posible para ayudar en todos estos frentes. Reconocemos que la escala masiva de la pandemia de COVID-19 exige una respuesta verdaderamente excepcional. Ya estamos trabajando con más de cien países de ingresos bajos y medios para apoyar sus sistemas de salud y las respuestas a gran escala, así como para sentar las bases de la recuperación» (Banco Mundial, 2021).

El BM no reconoce en su discurso oficial que la pandemia acentuó los efectos de la crisis existente antes de 2019. Además, propone resolver el problema a través de préstamos, lo que genera más endeudamiento para los países subdesarrollados. Según sus propias declaraciones, ha aprobado más de 150 mil millones de dólares en préstamos a países para enfrentar el impacto sanitario, económico y social generado por la pandemia. Se destaca su llamamiento a las grandes empresas transnacionales, algunas de las cuales han antepuesto su rentabilidad a la vida de las personas:

Reiteró su llamado a los Gobiernos, las compañías farmacéuticas y las organizaciones involucradas en la adquisición y entrega de vacunas a que colaboren para incrementar la transparencia y difundir públicamente más información sobre los contratos, las opciones y los acuerdos relacionados con las vacunas, los convenios de financiamiento y entrega, y las dosis entregadas y los planes de entrega futuros (Banco Mundial, 2021).

Con respecto a la cita anterior, cabe destacar que el BM es un garante de la reproducción ampliada del capital y, si esta institución está formulando estas ideas, significa que la pandemia está afectando, además, el mecanismo de reproducción del capital financiero, y a las grandes potencias. Identifica el impacto de la COVID-19 no solo sobre la salud, sino también sobre variables económicas y sitúa la solución de la crisis en el corto y mediano plazo. Considera que la pandemia puede conducir a una década perdida, que se caracterizará por el bajo crecimiento, el colapso de los sistemas sanitarios y una nueva ola de crisis de deuda. Para ello, la solución se centra en la creación de herramientas financieras de impacto global. Al respecto, cabe señalar que la posición teórica de esta institución es ortodoxa, se expresa con posturas económicas acordes con la doctrina neoliberal, de la cual ha sido uno de sus principales promotores.

Organización de las Naciones Unidas para la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación Agricultura y la Alimentación (FAO)

La FAO es la principal organización mundial dedicada a la lucha contra el hambre. Proporciona asistencia técnica a los países desarrollados y subdesarrollados para la elaboración de políticas, programas y proyectos a nivel local, municipal, regional y nacional destinados a eliminar el hambre y la malnutrición (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 2022).

Esta institución reconoce explícitamente que la pandemia ha tenido profundas consecuencias para la seguridad alimentaria y la nutrición, aunque afirma que estos problemas ya existían antes del brote de la COVID-19. Según el informe «El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo», unos 2 000 millones de personas ya sufrían una inseguridad alimentaria moderada o grave (FAO, FIDA, OMS, PMA, y UNICEF, 2020).

En una entrevista, Dominique Burgeon, director de la División de Emergencias y Resiliencia de la FAO, explica los desafíos que la COVID-19 plantea a los países y comunidades más vulnerables, con altos niveles de hambre, y cómo la FAO se está preparando para ayudarlos (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 2020).

Anticipándose a la posibilidad de prolongación de la pandemia -lo cual provocaría un mayor impacto en las vidas, los medios de subsistencia, los ingresos, la seguridad alimentaria y la nutrición- la FAO emprendió una evaluación exhaustiva para determinar las amenazas principales para la disponibilidad y accesibilidad de los alimentos y, especialmente para los sistemas de producción de productos agrícolas, durante el período de recuperación y en el futuro. Reconoce que a medida que el virus se propaga, el sistema alimentario mundial se ve afectado por el cierre de fronteras, las cuarentenas, el almacenamiento de grandes cantidades de alimentos por parte de la población y los problemas de interrupciones en la cadena de suministro.

Ya los mercados de alimentos se han ido estabilizando debido a la reducción gradual de las medidas de contención y las políticas dirigidas al sector agroalimentario. La FAO declara que está trabajando para mantener la continuidad de la cadena de suministro de alimentos, incluso en las regiones rurales, periurbanas y metropolitanas, apoyando el funcionamiento de los mercados de alimentos, las cadenas de valor y los sistemas locales a través de diversas iniciativas. Además, para contribuir a que las personas eviten el riesgo de infección por COVID-19, hace un llamado a mejores prácticas alimentarias y sanitarias a lo largo de la cadena.

Dada la gravedad de la situación mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (2020) declaró que «la mayor lentitud o la reducción en la prestación de ayuda humanitaria podrían ser catastróficas en las crisis». En correspondencia con ello, está reorganizando su programación humanitaria para garantizar la continuidad de la ayuda en los países donde hay un alto nivel de necesidades, a las que se adicionan las derivadas de los efectos directos e indirectos de COVID-19. En este sentido, señaló:

Proporcionar a los pequeños agricultores y ganaderos semillas, aperos, piensos y otros insumos agrícolas, junto con apoyo en materia de sanidad animal, para que puedan seguir generando ingresos y produciendo alimentos para sus familias y comunidades. En las comunidades donde prevalecen la desnutrición y la pobreza, distribuir semillas y equipos de horticultura doméstica, sistemas de almacenamiento de alimentos y aves de corral y otros animales pequeños para mejorar la nutrición de los hogares y diversificar los ingresos. […] En todos los lugares donde trabajamos se estabilizará el acceso a los alimentos apoyando el poder adquisitivo de la población mediante transferencias de dinero en efectivo, de modo que las familias afectadas puedan atender las necesidades básicas del hogar sin tener que vender los bienes fundamentales. (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, 2021)

Asimismo, propone ampliar los programas destinados a preservar los medios de vida más esenciales en los países que se enfrentan a crisis prolongadas o a la inseguridad alimentaria. Señala que si los medios de subsistencia de las personas siguen siendo destruidos como consecuencia de la COVID-19, una vez que la crisis sanitaria existente haya disminuido, se tendrán graves problemas para reconstruirlos.

A diferencia de otras instituciones, la FAO no atribuye la crisis alimentaria a la pandemia; reconoce en su discurso oficial que ya existía una crisis alimentaria en el mundo y que la pandemia la profundizó. Aunque intenta contrarrestar los problemas de nutrición a corto y medio plazo, incorpora en su análisis algunas variables económicas y sociales, no propone ningún cambio estructural en el modelo de desarrollo mundial que los sustenta.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

La concepción multidimensional e integrada del desarrollo que identifica a la CEPAL, junto al énfasis en el necesario cambio estructural, sigue siendo válida en su enfoque con relación a la pandemia. En tal sentido, la secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena (2020a) afirmó que la COVID-19 puso de manifiesto los problemas estructurales del modelo económico, las deficiencias del sistema de protección social y las carencias del sistema de bienestar; destacó que la región llevaba siete años de desarrollo débil, con tasas crecientes de pobreza, pobreza extrema y desigualdad, un espacio de política fiscal limitado y tensiones sociales crecientes (Comisión Económica para América Latina y el Caribe , 2020a).

Además, señaló que en el escenario actual, donde persisten los retrocesos sociales, la recuperación económica no será suficiente para lograr una recuperación transformadora, equitativa y ambientalmente sostenible. De ahí su llamado a repensar el desarrollo y formular soluciones para un mundo post-COVID: «reconstruir mejor América Latina y el Caribe pos pandemia significa reconfigurar el desarrollo con igualdad y sostenibilidad» (Bárcena, 2020b), lo que incluiría la reconstrucción de la confianza en las instituciones.

Al decir de Bárcena (2021), «la respuesta a la crisis del COVID-19 requiere un nuevo pacto social para un sistema de bienestar más inclusivo», lo cual significa transformar la relación entre el Estado, el sector privado y la sociedad. En tal sentido, Mario Cimoli, secretario ejecutivo adjunto de la CEPAL, expresó:

Los pactos sociales requieren un diálogo profundo en el proceso de recuperación post-COVID: la economía no se reactivará con el mercado, se necesitará un papel central del Estado, que debe ser capaz de intervenir de forma transparente, radical y difusa y poner el tema de la igualdad y la pobreza en el centro, ya que depender solo del mercado llevaría a ineficiencias y a la persistencia de las desigualdades. Es fundamental priorizar el bienestar y asegurar el acceso universal a las prestaciones que nuestras sociedades necesitan. (Programa EUROsociAL+, 2021)

Además, Bárcena destacó la importancia de que los países aumenten la inversión en los sistemas de salud y protección social a través de métodos multilaterales y coordinados basados en la solidaridad (Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2021).

Al mismo tiempo, CEPAL relaciona la situación regional con respecto a la pandemia con los avances (asimétricos) en el proceso de vacunación y con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. En este sentido, ha expresado: «hemos hecho un llamado urgente a una respuesta solidaria y colectiva para un acceso equitativo a vacunas, a la liquidez y al financiamiento en condiciones favorables. También hemos reafirmado el compromiso con la Agenda 2030 como la hoja de ruta para una recuperación transformadora, más verde, con más igualdad y basada en las personas» (Bárcena, 2021).

Esta institución abogó por el acceso universal a las pruebas para detectar la COVID-19 y a la atención médica, así como por el acceso adecuado a los servicios básicos y el apoyo al consumo de la población en riesgo de pobreza. También instó a los gobiernos a proporcionar ayuda financiera a los segmentos sociales más necesitados y a salvaguardar los puestos de trabajo.

La CEPAL también señaló que la pandemia ha tenido una importante influencia discriminatoria sobre ciertos grupos de población, ya sea por etnia, género, edad, entre otros. Considera que, aunque la crisis afecta a toda la fuerza laboral, «la situación de los trabajadores informales de ambos sexos y, en especial, la de las mujeres y los jóvenes, indígenas, afrodescendientes y migrantes» es un punto débil (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2020b, p. 1). Por consiguiente, sostiene que las medidas de protección social a corto, mediano y largo plazo para combatir las consecuencias de la pandemia deben incluir el bienestar de toda la población, en particular de aquellos que actualmente sufren más las repercusiones de la crisis.

Para enfrentar los impactos socioeconómicos de la crisis, propone a los gobiernos que garanticen transferencias monetarias temporales para satisfacer las necesidades básicas y sostener el consumo de las familias, lo que sería fundamental para lograr un grado de recuperación duradero y razonablemente alto (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2020c). Desde una perspectiva de largo plazo, reitera que el alcance de estas transferencias debe ser permanente y extenderse más allá de las personas en situación de pobreza para alcanzar a amplios segmentos de la población altamente vulnerables, como los sectores no pobres de bajos ingresos y de ingresos medios bajos. Esto permitirá avanzar hacia una renta básica que debería introducirse gradualmente durante un cierto tiempo, dependiendo de las circunstancias de cada nación.

Indiscutiblemente, esta institución tiene una visión de la pandemia vinculada a los problemas históricos de la región. Proyecta su enfrentamiento considerando la multidimensionalidad de la crisis (estructural) y se percibe en sus análisis una relación causal pandemia-crisis de doble sentido, que toma clara distancia de la simple idea de una crisis provocada -aunque sí acentuada- por COVID-19. Esto resalta como un aspecto a tener presente en relación con el proceso de desarrollo regional presente y futuro.

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD)

El PNUD afirma que, tras la pandemia de COVID-19, el contexto del desarrollo mundial ha cambiado drásticamente. En su criterio, «el mundo se enfrenta a una conmoción socioeconómica sin precedentes, en un momento de profunda desigualdad, fragilidad ecológica y una creciente desconfianza dentro de las sociedades y entre ellas» (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2020, p. 1). Aunque relaciona la pandemia con una crisis sanitaria, reconoce que la COVID-19 también ha provocado una crisis humanitaria y de desarrollo con graves implicaciones sociales, económicas y políticas que podrían durar años, especialmente en las naciones que ya sufren de vulnerabilidad, pobreza y conflictos.

En tal sentido, se ha propuesto tres objetivos: ayudar a los países a prepararse para la pandemia y proteger a las personas de sus efectos; a organizarse para responder a los brotes; y a recuperarse de los efectos económicos y sociales de la crisis (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2020a).

El PNUD no se limitó a calificar la crisis solo como sanitaria, si no que asume una visión multidimensional de sus efectos y, para combatirlos, supera el enfoque cortoplacista adoptado por algunas instituciones internacionales. Sin embargo, como casi todas las organizaciones antes analizadas, no hace un análisis estructural y no se pronuncia en relación al modelo de desarrollo de los países, aunque reconoce los graves problemas que aquejaban al mundo antes de la pandemia.

En síntesis, de los pronunciamientos procedentes de las diferentes instituciones internacionales sobre la supuesta relación causal pandemia-crisis, se percibe cierta tendencia a responsabilizar a la COVID-19 respecto a la crisis mundial, aunque con énfasis diferentes en sus enfoques. En gran medida, los planteamientos se centran en la crisis sanitaria y en sus posibles soluciones, aunque la relacionan con otras expresiones económicas y sociales. CEPAL marca la excepción, pues explicita los problemas estructurales que históricamente han azotado a América Latina, ahora profundizados por la pandemia.

EL DISENSO

La literatura disponible no muestra una presencia notable de pronunciamientos discrepantes respecto a la idea de que la crisis fuese producida por la pandemia. Sin embargo, es posible encontrar algunas posiciones críticas; algunas de ellas se sintetizan a continuación.

Entre los que centran su atención en el sistema capitalista se encuentra Claudio Katz, quien afirma:

Muchos sugieren que el desempeño aceptable de la economía fue abruptamente alterado por el coronavirus; Ahora solo se discute el origen y las consecuencias de un virus, como si economía fuera otro paciente afectado por el terremoto sanitario; En realidad, el coronavirus detonó las fuertes tensiones previas de los mercados y los enormes desequilibrios que acumula el capitalismo contemporáneo. (Katz, 2020, p. 1)

Asimismo opina que «el capitalismo ha globalizado en forma vertiginosa muchas actividades lucrativas, sin extender esa remodelación de las fronteras al sistema sanitario. Al contrario, con las privatizaciones y los ajustes fiscales se afianzó la desprotección en todos los países, frente a enfermedades que se mundializan con inusitada velocidad» (Katz, 2020, p. 3).

En tal sentido, Cultelli y Tajam (2021) sostienen que «esta no es la crisis del “coronavirus” o una “econdemia” como se ha pretendido llamar, sino que es el resultado de una forma específica de desarrollo que extrema sus más crudas manifestaciones ante la paralización casi total de las economías que ocasionó la pandemia» (p. 3). Se trata de «una crisis que ya se venía gestando y que se agudizó con la detención de las economías por la pandemia y crisis sanitaria del coronavirus, trayendo consigo formas de dominio más duras y acuciantes a nivel mundial» (p. 7).

Con relación a la misma línea, Molina (2021) expresa que «este sistema ha creado problemas globales que ponen en peligro los destinos de la humanidad. Todo un sistema de crisis: energética, tecnológica, ambiental, alimentaria, financiera y sanitaria. Entre estos problemas globales debemos incluir la concentración y polarización de la ciencia al servicio del capital» (p. 11). Este autor destaca la dificultad de acceso a los bienes de alta tecnología para los países subdesarrollados, el alto costo fijo de la investigación y el desarrollo, que es escasamente reembolsable en esos mercados nacionales (Molina, 2021).

Al respecto, Díaz-Canel y Núñez (2020) señalan que el contexto de la pandemia del COVID-19 ha puesto de manifiesto cómo las potencias capitalistas, productoras de conocimiento y con grandes capacidades tecnológicas, se enfrentan a numerosos retos para hacer frente a la situación epidemiológica, con importantes consecuencias sociales e incluso económicas para gran parte de su población. La lógica del capital ha triunfado en la política sanitaria; la salud, en lugar de ser un derecho humano universal, se ha convertido en un bien comercial más, transable en el mercado.

En este sentido, estos autores afirman: «la industria médico-farmacéutica mundial, en gran medida en manos de un grupo de corporaciones trasnacionales, definen sus agendas de investigación y desarrollo a partir de objetivos de rentabilidad y ganancia» (Díaz-Canel y Núñez, 2020, p. 3). Los elementos relacionados con la salud y el bienestar de la población no están en el centro de las políticas de estas grandes empresas; por el contrario, la monopolización del conocimiento contribuye a que el sector farmacéutico y biotecnológico se beneficie de esta crisis.

Costas Lapavitsas, profesor de la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, argumentó que la pandemia ha puesto de manifiesto numerosos defectos estructurales del capitalismo y que no ha socavado al neoliberalismo.

No hay duda de que el choque pandémico representa una tremenda crisis del capitalismo global, pero yo pediría una gran cautela respecto al colapso del sistema neoliberal. La Gran Crisis de 2007-2009 fue superada por el Estado desplegando su enorme fuerza para defender el capitalismo financiarizado y la globalización. Lo que siguió fue una década de bajo crecimiento, escasa inversión, débil crecimiento de la productividad, desigualdad sostenida y beneficios parcialmente reactivados. Los resultados económicos fueron escasos en los países centrales, lo que demuestra aún más el fracaso de las medidas neoliberales. La era dorada de la financiarización ha llegado a su fin, a pesar de la subida sostenida de los mercados bursátiles en la década anterior. Con la llegada de la COVID- 19, quedó muy claro que el capitalismo contemporáneo depende totalmente de la intervención masiva del Estado. Es un malentendido que el neoliberalismo signifique necesariamente marginar al Estado e imponer la austeridad. Se trata más bien de utilizar el Estado de forma selectiva para defender los intereses de una pequeña élite, una oligarquía, asociada a las grandes empresas y al sector financiero. Cuando el choque pandémico amenazó los fundamentos del dominio de clase, la austeridad y la renuncia a la intervención económica directa se abandonaron en un abrir y cerrar de ojos. Los ideólogos neoliberales se adaptaron rápidamente a la nueva realidad. (Lapavitsas, 2021)

Según Noam Chomsky, la crisis del capitalismo se ha expuesto en forma de crisis sanitaria; planteó:

Las tendencias suicidas del capitalismo desenfrenado han sido expuestas […] por la crisis sanitaria. Después de la epidemia de SARS en 2003, los científicos advirtieron que era probable que se produjera otra epidemia de coronavirus, e instaron a que nos preparáramos para ello. ¿Quién podía hacerlo? Las enormes y súper ricas compañías farmacéuticas tienen los recursos para hacerlo, pero están bloqueadas por la lógica capitalista. No es rentable. El gobierno podría intervenir, pero eso está bloqueado por la plaga neoliberal, que exige que el gobierno no pueda intervenir en la esfera controlada por el poder privado -excepto, por supuesto, para rescatar a los ricos y al sector corporativo de las crisis que crean, como está ocurriendo de nuevo ahora. (Chomsky, 2020, p. 1)

Para Luciano Vasapollo, se trata de una crisis estructural del capitalismo global y su forma neoliberal, que no ha hecho más que acelerarse con la COVID-19. Sobre esto, destacó:

La pandemia de COVID-19 cataliza y acelera una serie de tendencias que se habían desarrollado como parte de la crisis del orden mundial. Algunas de estas tendencias son la emergencia de la región de Asia-Pacífico y de China en particular, así como el declive relativo del Occidente geopolítico, el Norte global, y de la gran potencia del siglo XX: Estados Unidos. Estamos viviendo la configuración de un mundo multipolar con características bipolares junto con las crecientes contradicciones entre el Norte y el Sur globales […] La crisis de la COVID-19 cuestiona la supuesta racionalidad y primacía de los principios consensuados en Occidente de la «libertad individual» como valor supremo y de la «libre empresa» como medio para alcanzarla. (Vasapollo, 2021)

Este autor señala, además, que en el contexto europeo, la crisis se encuentra vinculada también a las políticas que aplicó la Unión Europea en los años anteriores a la pandemia. En nombre del equilibrio presupuestario, estas políticas desmantelaron los derechos sociales que formaban parte de las constituciones de los países.

Otros autores han adoptado posiciones similares, pero haciendo más énfasis en el modelo neoliberal. En este caso, Vázquez (2021) expresó:

Los alarmantes efectos de la pandemia que comenzó a afectar a la humanidad a finales del año 2019, junto a la vulnerabilidad revelada a nivel político y social para hacerle frente, han puesto a la orden del día la necesidad de cambiar el modelo de desarrollo neoliberal imperante en la mayor parte de los países del mundo, sin embargo, ante este fin se presentan importantes obstáculos. En tal sentido, la concentración del poder político que se despliega desde la concentración de los ingresos y la riqueza en la clase capitalista, así como la intervención social y gubernamental que por vía ideológica ha promovido en función de sus intereses, se convierten en importantes limitaciones en el presente y a futuro en función de ello. (p. 1)

En opinión de Josef Stiglitz, Premio Nobel de Economía en 2001, la crisis reveló un problema estructural que se venía arrastrando desde hace años. Además, sostiene que la crisis de la pandemia fue parte de varias crisis que el mundo ya estaba viviendo como consecuencia de la aplicación de los preceptos neoliberales.

[Los teóricos del neoliberalismo] habían argumentado que la desregulación y la liberalización financiera habrían desencadenado un crecimiento económico sin precedentes, y lo que provocaron fue una inestabilidad económica sin precedentes. Los modelos en los que se basa el neoliberalismo son falaces; nos decían que la economía siempre estuvo en una trayectoria de equilibrio, a pesar de las crisis, como la que se produjo en 2008. El mundo también tiene que enfrentarse a la crisis climática, que pone de manifiesto la necesidad de la acción de los Estados y de la solidaridad internacional. Otra crisis es la de la desigualdad: la pandemia la ha profundizado tanto dentro de los países como entre ellos. Los pobres y los más necesitados son los que más sufren las consecuencias de la COVID-19, sobre todo en las sociedades en las que no hay acceso universal a un sistema de salud, o en las que hay sistemas deficientes de protección social. Otra crisis es la geopolítica: hay un aumento del autoritarismo, Estados Unidos se aleja de las normas más básicas del derecho internacional y está en marcha una nueva guerra fría. (Stiglitz, 2021a)

Según este autor, la principal lección de estas crisis es que los problemas no pueden ser resueltos solo por los mercados. Señala que «la pandemia ha demostrado las consecuencias de cuarenta años de neoliberalismo, de denigrar la importancia de la acción colectiva» (Stiglitz, 2021b). En tal sentido, resalta la importancia del equilibrio entre el Estado y el mercado, el desarrollo de la ciencia, la seguridad social, el rediseño de las políticas y los modelos de desarrollo.

Ian Andrew Goldin, profesor de la Universidad de Oxford, sostiene que la COVID-19 ha puesto al descubierto y agravado las desigualdades existentes en materia de ingresos, raza, género, edad, educación y ubicación geográfica. En su libro Rescue: from Global Crisis to a Better World, explica las formas en que las personas, las empresas y los gobiernos pueden impulsar un cambio para reducir la desigualdad, que estaba aumentando tanto en Europa como en Estados Unidos antes de la COVID-19. Según este autor:

La pandemia aumentó las desigualdades económicas y sanitarias debido a una serie de factores que se entrecruzan y que se agravan mutuamente. Los ricos no sólo pudieron conservar sus puestos de trabajo bien remunerados, sino que también se beneficiaron del alza en las bolsas y de los precios de las viviendas. En cambio, los trabajadores mal pagados tenían más probabilidades de tener empleos en los sectores que suspendieron actividades, como la hostelería y el turismo. La COVID-19, al exacerbar y revelar aún más el alcance de la desigualdad y la discriminación, ha hecho que los argumentos para abordar estas injusticias sean más convincentes que nunca. (Goldin, 2021)

Otros autores centran su análisis en la desigualdad global. Según Curcio (2021), la desigualdad es causa y consecuencia de la pandemia; opina que «si, por una parte, las desigualdades generadas por el sistema capitalista se han hecho evidentes con el coronavirus, por otra, la pandemia es productora de desigualdad, con consecuencias trágicas, como el incremento del hambre y la pobreza en el mundo, así como el acceso limitado a la atención sanitaria» (p. 22).

El Laboratorio de Desigualdad Global, fundado por Thomas Piketty, tiene una perspectiva similar. En el Informe sobre la Desigualdad Mundial publicado en diciembre de 2021 destaca que alrededor de 2 750 multimillonarios controlan el 3,5 % de la riqueza mundial (Piketty Lab, 2021). Durante la crisis de la COVID-19, ellos acumularon 3,6 trillones de euros, mientras unos 100 millones de personas caían en la pobreza extrema (Piketty Lab, 2020).

A las voces que disienten con relación a la idea de que la crisis haya sido provocada por la pandemia se suman los autores del presente trabajo. Aunque la pandemia de COVID-19 ha configurado un contexto internacional marcado por una crisis sanitaria de alcance sin precedentes, ella ha sido el catalizador y la expresión que sintetiza las múltiples dimensiones de una crisis mucho más amplia, profunda y compleja: la crisis estructural del capitalismo (Capomacchia, 2022).

La COVID-19 irrumpió en un escenario internacional caracterizado por la existencia de problemas globales que afectan al desarrollo mundial. Las brechas del desarrollo -expresión visible de un mundo signado por relaciones de poder notablemente hegemónicas, monopolizadas, e incluso neofascistas- han constituido condiciones propicias para la creciente contagiosidad y letalidad de la COVID-19, así como para la profundización de los efectos supuestamente colaterales de la pandemia (Capomacchia, 2022).

Aunque el lado subdesarrollado ha sido el más vulnerable, el número de contagiados y fallecidos debido a la COVID-19, por regiones o países, demuestra que no hay un comportamiento directo entre el nivel de desarrollo de las naciones y los efectos de la pandemia. En tal sentido, la forma de gestión adoptada por los gobiernos nacionales ha sido decisiva en el balance -positivo o no- de los resultados. De cualquier manera, la población en situación de pobreza ha sido la más afectada.

Entre la pandemia y los otros problemas globales del desarrollo existe una relación causal, en los dos sentidos: la pandemia crea un escenario favorable para la profundización de los problemas del desarrollo mundial; pero, la existencia de problemas globales del desarrollo, determinados por las leyes objetivas del sistema capitalista, condicionaron previamente un contexto propicio para la expansión de la COVID-19.

CONSIDERACIONES FINALES

En el debate internacional hay cierta tendencia a identificar la crisis mundial como resultado de la pandemia; en tal sentido predominan los criterios de organizaciones internacionales, aunque con diversos matices y alcance en sus análisis. En gran medida, sus planteamientos se centran en la crisis sanitaria y en sus posibles soluciones, pero pasan por alto los problemas estructurales existentes en las diferentes regiones del planeta y al interior de las sociedades, tanto desarrolladas como subdesarrolladas; en esto último, la CEPAL es la excepción.

Por otra parte, en el debate institucionalizado prevalece un enfoque positivista centrado en las manifestaciones de la pandemia y sus consecuencias. No se tienen en cuenta las circunstancias objetivas en las que se produce, ni las verdaderas fuentes de los problemas que agrava.

Sin embargo, hay voces críticas, aunque aisladas, que centran su análisis en la esencia del sistema capitalista y su carácter contradictorio, en el modelo de desarrollo neoliberal y sus debilidades, o en los problemas vinculados al desarrollo mundial como expresión de la lógica de acumulación capitalista.

La COVID-19 irrumpió en un escenario internacional caracterizado por la existencia de problemas globales que afectan al desarrollo mundial. Las brechas del desarrollo constituyen condiciones propicias para la creciente contagiosidad y letalidad de la COVID-19, así como para la profundización de los efectos de la pandemia, mientras la población en situación de pobreza es la más vulnerable.

Aunque el mundo está hoy marcado por una crisis sanitaria sin precedentes, no se trata simplemente de una crisis provocada por la COVID-19. En un contexto mundial signado por notables brechas de poder, la pandemia ha sido la expresión y el catalizador de una crisis estructural de múltiples dimensiones, mucho más amplia, profunda y compleja, una crisis sistémica; acentuó los problemas ya existentes y puso de manifiesto la insostenibilidad del capitalismo.

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Recibido: 13 de Mayo de 2022; Aprobado: 20 de Junio de 2022

* Autor para correspondencia: ncapomacchia@gmail.com

Los autores declaran que no existen conflictos de intereses.

Nicolò Capomacchia: realizó la revisión bibliográfica, redactó la versión preliminar del artículo, resultante de su tesis de Maestría en Relaciones Internacionales, defendida en abril de 2022.

Zoe Medina Valdés: dirigió el proceso de investigación y revisó la versión final.

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