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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.278 La Habana July.-Dec. 2014

 

RESEÑA

Voz y memoria

 

Voice and Memory

 

CONSEJO EDITORIAL

Como parte de su acuciosa labor investigativa, Arnaldo Rivero Verdecia realizó una serie de entrevistas a diversas personalidades que ocuparon importantes responsabilidades en la revista Universidad de La Habana, así como a figuras que la impulsaron dentro del entorno universitario. Para dar continuidad a ese esfuerzo, para la presente entrega se transcribió el contenido de dicha+s entrevistas, de las cuales se seleccionaron algunos fragmentos. Estos contribuyen al recuerdo y al conocimiento de momentos, apreciaciones y reflexiones que resultan oportunos y útiles, en el cumpleaños ochenta de la publicación.

Nara Araújo (1945-2009)

Como directora de la revista mi primera tarea fue prepararme, posteriormente tuve que buscar un buen editor y cuidar que la revista no fuera asesorada solo por especialistas de las áreas de humanidades. Además, implementé un consejo de honor sugerido por la dirección universitaria de ese entonces y establecí a Fernando Rodríguez Sosa como secretario de redacción. La función de editor recayó en Ambrosio Fornet; muchas de las ideas buenas de la revista de ese tiempo fueron de él.
El aspecto visual de la revista fue renovador; dedicarlo a artistas de la plástica lo fue aún más, pues introducía una zona de movimiento de libertad y la colaboración de Graziella Pogolotti con sus comentarios sobre el artista a quien se dedicaba el número.

Salta a la vista la continuidad de la revista, que ha mantenido excelentes firmas y calidad temática.

El talón de Aquiles: su circulación.

Ángel Augier (1910-2010)

Cuba ha sido un país con mucha fortuna en sus revistas culturales; la revista Universidad de La Habana tenía ese formato de revista académica y de ámbito cultural. Con la autonomía universitaria se produce la salida de la revista, la que causó considerable impresión en el año 1934. Desde el primer momento fue considerada como una de las mejores publicaciones de la cultura cubana. En el año 1962 Marinello, su rector, me llamó a colaborar con su director, que era Elías Entralgo, lo que fue de gran orgullo para mí.
En esa etapa se crearon nuevas secciones como "Hechos y presencias", a cargo de la escritora Loló de la Torriente. Esta sección recogía una vasta información de todos los hechos culturales producidos en la universidad y en el ámbito nacional. Otra sección fue "Revista de revistas", donde se hacía referencia a las revistas de canje recibidas, lo que daba una idea de los hechos de la vida cultural de otros países.

Luisa Campuzano (1943)

Entré en la revista Universidad de La Habana con la experiencia adquirida previamente como secretaria de redacción de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, donde estuve colaborando desde el año 1964 hasta 1967, junto a su director Juan Pérez de la Riva. Aquella revista se publicaba cuatro veces al año, de modo que obtuve experiencia en la búsqueda de materiales, en la elaboración de notas y reseñas de libros, entre otras cosas.

Fue entonces cuando Rolando López del Amo, por ese entonces vicedecano de investigación y posgrado de la Facultad de Humanidades, me convocó para trabajar en una colección o serie denominada Cuadernos H y para que me ocupara de la revista. En aquel momento la revista carecía de la mínima infraestructura. Fue entonces cuando empezaron a colaborar anónimamente compañeros de características excepcionales, como sería el caso de Ramón de Armas, que procedía del Departamento de Filosofía y de la revista Pensamiento Crítico. Así, en la página legal se reconocía la dirección de Luisa Campuzano y el diseño de Fresquet, pero no aparecían los otros colaboradores.

En esa etapa, la tarea era poner en marcha la revista, para lo que era necesario renunciar a aquella mímesis de copiar el formato de la revista Casa de las Américas, que había conducido a que Universidad de La Habana no se siguiera publicando. Volver a un formato típico que permitiera mayor aprovechamiento de papel, y hacerlo en la imprenta de la Universidad, eran los retos que se imponían.

La revista debía resolver otras cuestiones, como la de ser una publicación académica y que a la vez respondiera a los intereses de la Universidad, pero no de toda la Universidad. Se trataba de una revista de humanidades y de ciencias sociales. Una revista que favoreciera la presencia de los profesores de la Universidad de La Habana. Había necesidad de una sección de reseñas de los libros que se publicaban en el país, para que quedara la huella; es decir, lo que opinaba la academia, la institución universitaria, en relación con esos libros cubanos que se estaban publicando. Un poco así fue que surgió la idea de contar con una sección como la de "Ámbito universitario". Una revista universitaria tenía que conservar la memoria de los eventos importantes que se producían, de distinto orden, en el marco de la universidad. Estas fueron las pautas, en sentido general.

Universidad de La Habana fue un marco para publicar trabajos entre los años 1972 y 1973, en medio de una campaña que establecía, por ejemplo, que los textos relacionados con Martí debían ser revisados desde una perspectiva marxista. Con este fin, se publicó un trabajo extremadamente trascendente que en aquel momento cortó las alas de aquellas personas que pretendían establecer esos nexos directos con el pensamiento de Martí, o por otra parte censurarlo, por lo que tuviera o no de marxista. Ese trabajo fue "José Martí, contemporáneo y compañero", de Carlos Rafael Rodríguez.
Hubo también un conjunto de trabajos con resultados de investigaciones muy importantes, incluso de alumnos de la Facultad de Artes y Letras. Me refiero a un grupo de estudiantes que radicaba en el Escambray, con el grupo de teatro Escambray, bajo la dirección de Graziella Pogolotti, en un espacio como ese que tenía muchas marcas políticas.

También contamos con la colaboración de profesores importantes de la Universidad de La Habana que estaban en el ocaso de su vida; tal es el caso de Raimundo Lazo, Fernando Portuondo y Hortensia Pichardo Pichardo. Estudiosos de la historia también publicaron allí capítulos notables de sus libros; se contó con la colaboración de autores de primera magnitud.

Luego de unos cuantos años, con mi salida de la revista, llegó a ella quien ha sido su más brillante, creativo, audaz y cuidadoso editor: Ambrosio Fornet.
Hay que hacer de la revista de la Universidad de La Habana una gran revista.

Amaury Carbón (1942-2006)

Llegué a la revista en los años en que se produjo la caída del campo socialista, para sustituir las labores que realizaba Bernardo Callejas.
Lo primero que hice fue realizar un análisis de los números anteriores, para ver de qué manera era más adecuado balancear los temas, las figuras y las secciones, sin provocar rupturas. De esa forma buscaba rendir homenaje a Bernardo Callejas, a quien debía tanto y de quien había aprendido tanto, y de quien debía ser continuador.

Mantuve la sección "Documentos", una sección que había dado grandes frutos durante la etapa de Callejas con la publicación de los documentos del Partido Revolucionario Cubano, compilados por Diana Abad y otros más. También me preocupé por la sección "Vida universitaria" o "Ámbito universitario", nombre adoptado desde la etapa de Luisa Campuzano.
Aproximadamente 600 publicaciones llegan a nuestro país por el canje con la revista Universidad de La Habana. Dentro de las revistas universitarias, es una de las más prestigiosas a nivel internacional.

Delio Carreras (1937-2012)

Como un sueño de los viejos fundadores y maestros de la casa habanera de altos estudios, surge nuestra revista Universidad de La Habana. Una publicación que tiene ganado un lugar cimero en la forja de la identidad, de la cultura, de la academia y de la ciencia cubana. El talento que prodigaron sus editores y promotores, así como de los que escribieron y aún escriben en ella, la han hecho diversa en su singularidad.

Universidad de La Habana sentó cátedra de maestría en el periodismo, y no en el periodismo literario solamente, ni en la comunicación social convencional, sino en el de poder comunicar, de un modo castizo y revolucionario. Fue también maestra de revistas y de ella emanaron otras publicaciones, sin llegar a tener el corte apasionado, ni la grandeza y el prestigio de la revista Universidad de La Habana.

Detrás de esta publicación han estado nombres excelsos como el de Juan Miguel Dihigo y Mestre, de maestros como Salvador Massip y Sarah Ysalgué y de hombres de talento como Jorge Dubouchet.
Mucho le debe la revista y la universidad a Elías Entralgo. Este fue el gran demiurgo de Universidad de La Habana, hombre verdaderamente culto y trabajador, quien cuidaba tanto al lector como al escritor de la misma. También le debe mucho al químico, historiador, investigador y publicista extraordinario Luis Felipe LeRoy y Gálvez. La revista fue de ciencia, de cultura y de conocimiento itinerante. Era una revista que ambulaba, que caminaba por sí misma; no había que hacerle propaganda ni divulgación.

Roberto Fernández Retamar (1930)

Mis vínculos con Universidad de La Habana se remontan a cuando yo aún no era colaborador de la revista, sino solamente su lector. Empecé a colaborar en ella en el año 1956, con un trabajo sobre la Escuela de la Lingüística Española. Este era un comentario a varios libros y una meditación sobre lo que el título anuncia. Mi segunda colaboración fue un trabajo titulado "Teoría y práctica de la literatura". También publiqué en la revista textos referidos a Martí, así como otros sobre la obra novelística de Mario Benedetti y sobre José Antonio Portuondo. Recuerdo una época particularmente brillante de la revista, aquella en la que tuvo como editor a Ambrosio Fornet, quien le dio un nivel extraordinario a la misma.

Ambrosio Fornet (1932)

Entro a la revista en el período en que el rector de la Universidad era Oscar García, quien nos dio un gran apoyo desde el principio, y la directora era Nara Araújo. El jefe de redacción en aquel momento era Fernando Rodríguez Sosa y el diseñador Luis Gómez Fresquet. Específicamente, llego a Universidad de La Habana en el año 1976 con el número 201, dedicado a Juan Marinello.
Como elementos de continuidad, entre las secciones que había que salvar con el mismo nombre de siempre o bien con un nuevo nombre estaba "Reseñas de libros" y lo que se llamaba antes "Vida universitaria", que yo titulé "Ámbito universitario" para darle un nuevo carácter.

Las nuevas eran secciones que podían salir o no con regularidad, como por ejemplo "Valoraciones", "Indagaciones", "Acción" y "Pensamiento martiano". Luego, con mayor o menor fortuna, comenzaron a aparecer reseñas organizadas por estudiantes.

Como dentro de los elementos de renovación de imagen visual o del concepto mismo editorial de la revista aparece el de las artes gráficas, decidimos que cada número de la revista estuviera ilustrado por un pintor. Toda la estrategia de desarrollo de esta idea fue desarrollada por Graziella Pogolotti, miembro del consejo asesor. Además, Graziella incluía una nota sobre el pintor, elemento diferencial muy importante de la revista. Los primeros números con esta característica fueron dedicados a Adigio Benítez, Jorge Rigol, Ernesto González Puig y Carlos Enríquez, sin orden cronológico ni de escuelas.
Otro elemento novedoso era dedicar números a eventos como el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes. De esta forma la revista adquirió una fisonomía muy característica, sin que eso se convirtiera en una línea de trabajo.

Por último, decir que con el saber concentrado de la universidad se pueden hacer excelentes revistas.

Luz Merino (1943)

Mi primer vínculo con la revista fue al año de graduada, a instancia de Mirta Aguirre, con un artículo que escribí sobre la Biblioteca Nacional, donde trabajaba en aquel entonces. Este fue mi primer vínculo desde el punto de vista de la colaboración.

Universidad de La Habana es una significativa publicación del siglo XX. Es una publicación importante no solo por la trayectoria que tiene, sino por los vínculos que siempre ha tenido con la cultura, con el acontecer nacional.


Desde su creación en 1934 se caracterizaba por ser una revista sobria, donde el texto era lo fundamental. A partir de 1975 se dio un marcado papel a la visualidad, y con ello el carácter de la publicación cambió, más próximo a la tradición de las revistas culturales. Al mantener esa visualidad, la revista le dio un espacio al dibujo y a la caricatura, a géneros que requerían del contraste del blanco y negro, con lo que se convirtió en un documento de gran valor para la plástica cubana.

Aparecía también la sección "Colaboradores" que dialogaba, con esa imagen visual que presentaban los diferentes números. Graziella Pogolotti es quien inaugura la sección. Hoy día es un corpus de obligada referencia para estudiosos y críticos. Bernardo Callejas fue una persona que siempre trató de mantener esa línea de la revista.
La divulgación es uno de los núcleos problémicos fundamentales. La universidad tiene que tener un órgano que vincule la vida académica con la vida cultural y política del país, para unir así la educación y la cultura de alguna manera. Lo que no se divulga queda atrapado, estático, no se convierte en conocimiento. Hay muchos esfuerzos detrás de la revista, por lo que hay que darle un poco más de apoyo tecnológico.

Esteban Morales (1942)

En 1971 llego a la Facultad de Humanidades, con conocimientos de economía y derecho diplomático. Fui Director de la Escuela de Ciencias Políticas durante 2 años y en 1973 pasé a ser decano de la Facultad de Humanidades con sus 7 escuelas; además, atendía la Fragua Martiana y la Dirección de Extensión Universitaria.
En esos momentos la Dra. Luisa Campuzano era la directora de la revista y una de las primeras tareas que asumimos fue darle mayor coherencia al trabajo cultural dentro de la universidad, por consiguiente, tratamos de atender el trabajo de la revista. Entonces cobra una alta importancia la Dirección de Extensión Universitaria en la facultad y en la revista.
Y es cuando se nombra a la Dra. Nara Araújo como su directora. Fueron miembros de ella personalidades de nuestra cultura como Fayad Jamís, antes de ser agregado cultural de la embajada de Cuba en México.

En la revista aparecía reflejada toda la vida cultural, académica y científica de la universidad, así como todos los actos y eventos que se realizaban. En una parte importante de ella aparecían reflejadas todas las exposiciones que se hacían, junto a obras de teatro y otras manifestaciones del arte. Por esto, fue una etapa en la que se dio un gran impulso a la actividad cultural en general. La sección "Ámbito universitario" tenía precisamente como objetivo eso, no dejar que ninguna actividad propiamente de la plástica y del teatro dejara de ser reflejada en la publicación.
Desde el punto de vista formal y físico, la revista ha progresado; no obstante, debe recuperarse el papel que desempeñaba antiguamente. Es importante su divulgación entre el profesorado, y también que recoja la vida académica universitaria.

Nuria Nuiry (1933)

Ingreso en la Universidad de La Habana en 1951, a la cual ha estado ligada mi vida durante muchos años. Era una etapa muy politizada, y era una etapa muy cultural.
En el año 1966 regreso a la Universidad, a la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades. En ese año se retoma la revista Vida Universitaria, que se había suspendido. El entonces decano,

Carlos Amad, nos llamó una noche a su despacho y nos dijo: "Vida Universitaria es de ustedes", dirigiéndose a mí que era profesora de literatura y a un grupo de estudiantes de periodismo que se habían insertado en la Escuela de Letras como un departamento.

Se articulaban trabajos de la realidad de una etapa muy difícil, una etapa en vísperas de la zafra del setenta, de la ofensiva revolucionaria.

Algunos de los estudiantes de aquel momento tienen hoy un destacado papel en la vida pública intelectual de Cuba, digamos: Raúl Hernández Novás, Carlos Piñeiro, destacadas poetisas como Minerva Salado, publicistas como Miriam Rodríguez Betancourt y teatristas como Rosa Iliana Boudet y Rafael Hernández.

Graziella Pogolotti (1932)

En los años 50 fueron mis primeros vínculos directos con la revista Universidad de La Habana. De ella siempre he pensado que tiene que tener en el cuerpo central de su trabajo una orientación académica, orientada hacia la difusión de la investigación del claustro universitario, y que debe moverse en el rango de lo que acostumbramos a llamar humanidades.
Una revista universitaria necesita ser una de las vías en que la universidad participa, desde su perspectiva, en el desarrollo de la cultura de un país. Sus temáticas deben acercarse de alguna manera a las ramas de la creación artístico-literaria.

Mi vínculo más cercano con la revista Universidad de La Habana se produjo a partir del momento en que Ambrosio Fornet asumió la dirección de esa revista. Su designación fue excelente, no solo por la experiencia editorial que había acumulado, sino también por su procedencia del ámbito cultural; gracias a esto, podía tender ese puente tan necesario entre la universidad y la cultura, además de darle la influencia tan pertinente que lleva la mano de un editor.

La idea de dedicarle un espacio a las artes plásticas surgió de Ambrosio, de ahí también su fórmula práctica para llevarlo a cabo. Esta era una respuesta creativa ante la limitación y la pobreza de los recursos materiales de que disponía la revista.

Miriam Rodríguez (1947)

La revista es una publicación emblemática de la universidad y de nuestra cultura. Durante todo el período que he permanecido en ella, esta ha asumido una labor de sistematicidad, algo importante en las direcciones sucesivas que ha tenido.

Es importante cómo esta publicación dedicó números a artistas de la plástica, de manera que quien lograra coleccionarlos tendría un mural de esta manifestación y de los artistas más significativos de la época. Esta línea la revista no la ha perdido: el cuidado por lo formal, que también es contenido.

A partir del concepto bien entendido de masificación de la cultura, hay que entender que no se trata solo de hacer una revista para los universitarios, sino para todo el que quiera tener una vía de acceso y aproximación a la cultura.

Rogelio Rodríguez Coronel (1946)

La revista Universidad de La Habana es una carta de crédito en el mundo, como la institución universitaria más antigua de Cuba.

En términos globales, no es una revista que acoja la literatura artística. Está dedicada a ensayos, artículos de fondo, de apoyo en buena medida a la docencia.

El espacio de crítica literaria establece una valoración inmediata, aspirando a la permanencia de la crítica de libros o literaria. Es una revista de un alto grado de especialización dentro de la academia, dedicada al espacio de debate, de diálogo científico y académico.


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