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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.281 La Habana ene.-jun. 2016

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Por acá yo hago mi deber

 

Over Here I Do my Duty

 

 

FRANCISCA LÓPEZ CIVEIRA

Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

El siguiente artículo contiene un análisis sobre el pensamiento de José Martí, enmarcado en el desarrollo de la Guerra Necesaria y las proyecciones que consideró el apóstol debían estar presentes en la construcción de una nueva Cuba como nación soberana. Ello nos permitirá comprender la angustia con que Martí escribía a Mercado sobre el tema, indicando la importancia cultural, social e histórica que las Antillas, y en especial Cuba, debían ocupar en el mundo americano. Sin duda, Martí estaba consciente de que se trataba de una lucha a plazo fijo, un proyecto que se podía lograr si se hacía a tiempo.

PALABRAS CLAVE: Partido Revolucionario Cubano, cultura, independencia, patria, Antillas.


ABSTRACT

The following article provides an analysis on the thinking of José Martí, framed in the development of the Necessary War and projections considered the apostle should be present in the construction of a new Cuba as a sovereign nation. This will allow us to understand the anguish with which Martí wrote to Market on the subject, indicating the cultural, social and historical importance to the West Indies, and especially Cuba should occupy in the American world. Undoubtedly, Martí was aware that this was a fixed-term struggle, a project that could be achieved if done on time.

KEYWORDS: Cuban Revolutionary Party, culture, independence, patria, Netherlands.


 


El 18 de mayo de 1895 José Martí escribió una carta a su amigo mexicano Manuel Mercado que se ha asumido como su testamento político. En los párrafos iniciales de esa carta que nunca llegó a terminar, hoy muy recordados, Martí declara que todos sus esfuerzos habían sido y serían para impedir que los Estados Unidos se extendieran sobre las tierras de América mediante la anexión con Cuba. Sin embargo, es menos conocido que seguidamente el Maestro comunica sus planes inmediatos a Mercado, los cuales tenían suma importancia para organizar la dirección de la guerra en el futuro cercano; al tiempo que reclama el apoyo de México por su importancia para toda nuestra América.

En la carta referida Martí afirma que él buscaría un modo para que, de manera discreta, México auxiliara a los cubanos y, además, muestra incertidumbre sobre cuál sería su lugar en la forma organizativa en que se daría la revolución: "Pero he de tener más autoridad en mí, o de saber quién la tiene, antes de obrar o aconsejar". En aquel momento calculaba que podía demorar aún dos meses la constitución del gobierno "útil y sencillo" pero no quería tomar decisiones que, con la autoridad que entonces tenía, pudieran parecer "extensión caprichosa de ella". Él y Máximo Gómez seguirían al centro de la Isla para, según Martí: "deponer yo, ante la revolución que he hecho alzar, la autoridad que la emigración me dio, y se acató adentro". Asimismo debía renovar la asamblea de delegados "del pueblo cubano visible", o sea, "los revolucionarios en armas". A continuación Martí exponía su idea de los principios que debían fundamentar la forma de la dirección, pero sabía que en esto había diferentes criterios, por lo que no tenía certeza del resultado y de su lugar en la nueva forma organizativa, de ahí que, ante la interrogante de los acontecimientos que vendrían afirmó: "Sé desaparecer. Pero no desaparecerá mi pensamiento, ni me agriaría mi oscuridad" (Martí, 1963, t. 4, p. 169).

Al día siguiente de haber iniciado la misiva a Mercado murió Martí en combate. No obstante, dejó en su carta inconclusa ideas y afirmaciones fundamentales referidas en buena parte al lugar que ocuparía cuando se organizara el gobierno de la revolución. Por esto declara que no desaparecería su pensamiento al tiempo que expresa: "Por acá yo hago mi deber" (Martí, 1963, t. 4, p. 168).

La revolución y su dirección

Si bien no se puede citar un texto específico en el que Martí haya presentado todos los componentes del programa revolucionario que se proponía realizar, se pueden rastrear en esta carta algunas ideas esenciales acerca de la revolución que concebía, especialmente de sus métodos y fines. Lo que escribía aquel 18 de mayo a Mercado era el resultado de una prolongada y profunda reflexión acerca de la revolución en Cuba, del contexto, de los peligros, y de los propósitos inmediatos y mediatos. Casi dos meses antes, el 25 de marzo, Martí había redactado un documento fundamental conocido como "Manifiesto de Montecristi" cuyo título es El Partido Revolucionario Cubano a Cuba, que llevó su firma como Delegado del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y la de Máximo Gómez en su condición de General en Jefe y constituía un mensaje de unidad de la máxima dirección.

En el "Manifiesto…", que era un documento público y por tanto debía ajustarse a ese carácter, se plantean algunos asuntos de primera importancia desde el propio inicio. Al afirmar que "la revolución de independencia, iniciada en Yara después de preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra" (Martí, 1963, t. 4, p. 93), Martí hacía una distinción fundamental: la guerra era un medio para la revolución, pero no eran sinónimos, exactamente como lo había plasmado anteriormente en otros escritos. El artículo "Nuestras ideas", publicado en el primer número de Patria el 14 de marzo de 1892, tenía una afirmación tajante: "La guerra es un procedimiento político". Más adelante, en el artículo mencionado, expone las razones de ese carácter, explica por qué la guerra es inevitable, su organización y su obligatoriedad para resolver los problemas de Cuba; y hace otra afirmación de gran importancia: "El cambio de mera forma no merecería el sacrificio a que nos aprestamos; ni bastaría una sola guerra para completar una revolución cuyo primer triunfo solo diese por resultado la mudanza de sitio de una autoridad injusta" (Martí, 1963, t. 1,
pp. 315-322). Es decir, quien sería el delegado electo unos días después esclarecía tempranamente, hasta donde las circunstancias lo permitían, el sentido de esa revolución, que no podía ser un simple cambio de formas, sino que debía ser un cambio de esencias.

En la lucha ideológica frente al autonomismo y el anexionismo la solución revolucionaria debía asumirse y explicarse. Años atrás Martí había presidido la Comisión Ejecutiva creada en 1887 y había presentado en un documento, que circuló a antiguos y reconocidos dirigentes independentistas, que tenía como primer objetivo "acreditar en el país [.…] la solución revolucionaria" y, como segundo, organizar "la parte militar de la revolución" (Martí, 1963, t. 1, p. 218). Ahora, dentro del periódico Patria, tendría un medio para llegar a una mayor cantidad de receptores a quienes exponía que la revolución no podía tener por objeto "mudar de manos el poder habitual de Cuba, o cambiar las formas más que las esencias" (Martí, 1963, t. 1, p. 332).
En "Cuatro clubs nuevos", publicado en Patria el 14 de enero de 1893, Martí fue más explícito cuando escribió: "independencia es una cosa y revolución otra" y ejemplifica mediante los Estados Unidos, en donde "la independencia vino con Washington, la revolución con Lincoln". Para explicar el contenido de esa revolución para Cuba dice:

De España hemos de ser independientes. Y de la ignorancia en que España ha dejado a nuestro campesino precoz, y al cubano de padres de África. Y de los vicios sociales [.…] No podemos mudar el mundo en Cuba; ni injertarnos, de un vuelco político, la naturaleza angélica; ni esperar que, al día siguiente de la expulsión del gobierno de España quede Cuba purgada de los defectos de carácter que, pus a pus, nos fue ingiriendo con su sangre autoritaria y perezosa; ni hemos de resolver de un golpe los problemas acumulados por la labor de los siglos, y sostenidos por la condición egoísta y vanidosa de la naturaleza humana [….] El trabajo no está en sacar a España de Cuba; sino en sacárnosla de las costumbres. (Martí, 1963, t. 2, pp. 195-196)

Aquí Martí planteaba la subversión cultural como esencia del cambio revolucionario, idea que es congruente con su planteamiento en el ensayo Nuestra América, de enero de 1891, en el que señaló que "el problema de la independencia no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu". Idea que explicó al decir: "Con los oprimidos había que hacer causa común, para afianzar el sistema opuesto a los intereses y hábitos de mando de los opresores". La dificultad de lograr esto la representó con la metáfora del tigre que "espantado del fogonazo, vuelve de noche al lugar de la presa […] No se le oye venir, sino que viene con zarpas de terciopelo. Cuando la presa despierta, tiene al tigre encima. La colonia continuó viviendo en la república" (Martí, 1963, t. 6, pp. 15-23).

Martí había presentado a los cubanos esta idea de manera directa en uno de sus discursos fundacionales pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa el 26 de noviembre de 1891, conocido como "Con todos, y para el bien de todos". En esa ocasión dijo: "no buscamos, en este nuevo sacrificio, meras formas, ni la perpetuación del alma colonial en nuestra vida, con novedades de uniforme yanqui, sino la esencia y la realidad de un país republicano nuestro" (Martí, 1963, t. 4, p. 273). Asimismo en las bases del PRC quedó plasmada la idea en su artículo cuarto, donde se dice que el partido "no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales" el espíritu de la colonia, sino "fundar un pueblo nuevo y de sincera democracia" (Martí, 1963, t. 1, p. 279). Como puede apreciarse, durante los años de preparación de la nueva contienda, Martí analizó y explicó progresivamente su concepto de revolución, siempre ajustado a los medios y los posibles receptores y, de manera especial, evitando los obstáculos de la tarea que se había propuesto. Lo importante era dejar establecido que se trataba de una revolución, de un cambio de esencias, no de la simple salida de España.

Una de las cuestiones inmediatas a resolver a la altura de mayo de 1895 era la manera en que debía organizarse la dirección de la guerra. El núcleo dirigente formado por el delegado y el general en jefe respondía a la elección que se había realizado entre los emigrados fundamentalmente, pero ahora los tiempos eran diferentes. Aunque el PRC elegía al delegado y el tesorero anualmente a partir de los clubes o asociaciones que lo componían y el general en jefe había sido el resultado de la consulta a los "graduados en la guerra de Cuba", como había dicho Martí, ahora había que estructurar la dirección que debía establecerse en Cuba una vez entrado el país en la fase bélica. José Martí pensaba que no podía extender la autoridad que le había dado la emigración, por lo que este asunto debía decidirse en una "asamblea de delegados del pueblo cubano visible, de los revolucionarios en armas". En la carta, decía a Mercado su idea de cómo debía ser: "La revolución desea plena libertad en el ejército, sin las trabas que antes le opuso una Cámara sin sanción real, o la suspicacia de una juventud celosa de su republicanismo […] pero quiere la revolución a la vez sucinta y respetable representación republicana" (Martí, 1963, t. 4, p. 169). Era el gobierno "útil y sencillo" al que había hecho referencia.

Gómez, Martí y Antonio Maceo habían discutido los criterios acerca de la organización en La Mejorana unos días antes, el 5 de mayo. En esta tan controvertida reunión los términos de la discusión se polarizaron entre la concepción de Maceo y la de Martí, según la narración que este hace en su diario. De acuerdo con esas anotaciones Gómez le dijo que Maceo tenía como pensamiento de gobierno "una junta de generales con mando, por sus representantes, -y una Secretaría General", a lo que Martí acotó: "la patria, pues, y todos los oficios de ella, que crea y anima al ejército, como Secretaría del Ejército". Más tarde, cuando el Titán volvió sobre el tema en el momento en que estaban a la mesa, Martí planteó su criterio: "Mantengo, rudo: el Ejército, libre-y el país, como país y con toda su dignidad representado". El Apóstol anotó su reflexión acerca de esta discusión: "comprendo que he de sacudir el cargo, con que se me intenta marcar, de defensor cuidadanesco de las trabas hostiles al movimiento militar" (Martí, 1963, t. 19, pp. 228-229).

La manera en que debía desarrollarse la dirección del país había sido largamente pensada por Martí. En fecha temprana, en un Cuaderno de Apuntes posiblemente escrito en Guatemala, había anotado su consideración en relación con las posiciones contrapuestas de Céspedes y de la Asamblea de Representantes durante la Guerra Grande. A su juicio, Céspedes tenía un fin "rápido, único: la independencia de la patria. La Cámara tenía otro: lo que será el país después de la independencia. Los dos tenían razón; pero, en el momento de la lucha, la Cámara la tenía segundamente" (Martí, 2011, t. 5, p. 199) Sin dudas, Martí sometió a examen minucioso la experiencia de la década gloriosa para elaborar su propio proyecto. No es casual que en 1880 hubiera dicho:

Ya las armas están probadas, y lo inútil se desecha, y lo aprovechable se utiliza. Ya no se perderá el tiempo en ensayar: se empleará en vencer [….] La orilla en que se fracasó, se esquiva [….] Ya se conocen los peligros, y se desdeñan o se evitan. Ya se ve venir a los estorbos. Ya fructifican nuestras miserias, que los errores son una utilísima semilla. Ya ha cesado la infancia candorosa, para abrir paso a la juventud fuerte y enérgica. La intuición se ha convertido ya en inteligencia: los niños de la revolución se han hecho hombres. (Martí, 1963, t. 4, p. 183)

A partir de aquel análisis, Martí había concebido a lo largo del tiempo una forma organizativa en sus principios generales que exponía a Mercado en su carta de 1895. De todas maneras, no descartaba el debate pues, como decía en esta misiva, "en cuanto a formas, caben muchas ideas, y las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen". Por ello afirmaba que: "En mí, solo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la Revolución" (Martí, 1963, t. 4, p. 169). Sabía que sería una reunión donde se encontrarían diferentes criterios o proyectos, a la que él iría con el propósito de garantizar lo mejor para la Revolución.

El peligro mayor para nuestra América

Uno de los temas más complejos que abordó Martí en aquella carta fue el peligro estadounidense, no solo para Cuba, sino para nuestra América toda. En los párrafos iniciales habló de su deber de "impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América". Además, expresó que, con la anexión de Cuba, se abriría la de nuestra América al "Norte revuelto y brutal que nos desprecia" (Martí, 1963, t. 4, p. 169), por lo que la independencia cubana "cegaba" tal camino. La idea anterior se puede rastrear en varios trabajos de Martí a lo largo de los años preparatorios de la "guerra necesaria".

En la carta que escribió a Máximo Gómez invitándolo a dirigir el ramo de la guerra el 13 de septiembre de 1892, hablaba de la importancia de su ayuda a los cubanos que "quieren asegurar la independencia amenazada de las Antillas y el equilibrio y porvenir de la familia de nuestros pueblos en América" (Martí, 1963, t. 2, p. 164). Entre los momentos de mayor relieve en que expresó la idea del equilibrio que se podría alcanzar con la independencia de Cuba se encuentra la publicación en Patria, el 17 de abril de 1894, del artículo "El tercer año del Partido Revolucionario Cubano", que tenía como sugerente subtítulo "El alma de la Revolución y el deber de Cuba en América".

En este artículo, medular para ubicar el proyecto independentista cubano en su contexto continental y mundial, Martí expuso la importancia de la independencia de Cuba para el continente y, en aquella coyuntura, para el "equilibrio del mundo". A juicio suyo la posición geográfica de Cuba era muy importante en ese momento, pues su ubicación en el "fiel de América" la convertía en zona estratégica para los acontecimientos del futuro cercano y sus posibles alternativas:

En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder,-mero fortín de la Roma americana;-y si libres [….] serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su propio territorio [.…] hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo. (Martí, 1963, t. 3, p. 142)

Martí apreciaba, a partir del análisis de la época, de las relaciones internacionales y sus tensiones y, sobre todo, de su estudio de la sociedad estadounidense, los peligros que se cernían sobre los pueblos de nuestra América a partir del desarrollo de Estados Unidos y su evolución dentro del mundo de fines del siglo XIX. Debido a tales circunstancias entendía que la independencia de Cuba (y la de Puerto Rico) podía ser un factor de equilibrio para impedir la expansión norteña al resto del continente. No solo se trataba, como escribió en ese trabajo, de dos islas floridas que sacarían a la luz, sino de asegurar "frente a la codicia posible de un vecino fuerte y desigual, la independencia del archipiélago feliz que la naturaleza puso en el nudo del mundo, y que la historia abre a la libertad en el instante en que los continentes se preparan, por la tierra abierta, a la entrevista y al abrazo". A partir de este razonamiento, Martí hace una afirmación esencial: "Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son solo dos islas las que vamos a libertar" (Martí, 1963, t. 3, p. 142).

El análisis que presenta en el artículo de Patria se centra en la importancia de la independencia de Cuba (y la posible de Puerto Rico) para el equilibrio del mundo, eso explica su afirmación de que "un error en Cuba, es un error en América, es un error en la humanidad moderna". Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos" (Martí, 1963, t. 3, p. 142). Martí expresó también la urgencia de este asunto el 25 de marzo en su carta al dominicano Federico Henríquez y Carvajal, cuando le habló del sentido de servicio "a este único corazón de nuestras repúblicas", expresado en que las "Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán en equilibrio del mundo" (Martí, 1963, t. 4, p. 111).

La carta a Mercado, por tanto, expresa una concepción que elaboraba el Apóstol desde años atrás respecto al papel de Cuba y el peligro que representaban los Estados Unidos en el continente. En el citado ensayo Nuestra América había hablado de ese peligro a partir de "la diferencia de orígenes, métodos e intereses entre los dos factores continentales". En ese texto iluminador, Martí calificaba al "desdén del vecino formidable" como el peligro mayor para la América nuestra (Martí, 1963, t. 6, p. 21).

La independencia de Cuba era, por tanto, un servicio a toda nuestra América, por eso habló con su amigo Mercado acerca del apoyo que debía buscarse en México por esta causa. Como delegado del PRC, Martí había planteado la necesidad de buscar la ayuda americana a la causa cubana por la importancia que tenía para todos. Además, el presidente del club "10 de octubre" escribió en febrero mientras estaba en República Dominicana que: "cada ciudad de América sea una bolsa de la libertad de Cuba, que es garantía indispensable de la de nuestra familia de pueblos en el continente. Estamos haciendo obra universal" (Martí, 1963, t. 4, p. 77).

El propósito martiano expresado a Mercado en los primeros párrafos de su carta no era un plan idealizado, fuera de la realidad o de las posibilidades del momento, por el contrario, sus raíces estaban en el estudio de la época y en su entendimiento del tiempo histórico. No es casual que expresara que había que "impedir a tiempo" esa expansión. El citado artículo "El tercer año del Partido Revolucionario Cubano" contiene un análisis de época y la urgencia del tiempo que permite entender la angustia con que Martí escribía a Mercado sobre el tema. En una de sus partes señaló la "oportunidad, ya a punto de perderse", para el lugar que las Antillas debían ocupar en el mundo americano. Sin duda, Martí estaba consciente de que se trataba de una lucha a plazo fijo, un proyecto que se podía lograr si se hacía "a tiempo". En 1889, en ocasión de la Conferencia Internacional de Washington, escribió a Gonzalo de Quesada en relación con la independencia de Cuba y sus posibilidades en medio de aquel cónclave que tanto lo inquietó:

Aún se puede Gonzalo [….] El interés de lo que queda de honra en la América Latina, el respeto que impone un pueblo decoroso la obligación en que esta tierra está de no declararse aún ante el mundo pueblo conquistador lo poco que queda aquí de republicanismo sano y la posibilidad de obtener nuestra independencia antes de que le sea permitido a este pueblo por los nuestros extenderse sobre sus cercanías, y regirlos a todos: he ahí nuestros aliados, y con ellos emprendo la lucha. (Martí, 1963, t. 6, p. 122)

Para Martí había una condicional de tiempo, había posibilidades "aún", pero había que aprovechar ese lapso para realizar la obra, de ahí que insistiera en esa idea con bastante reiteración, a veces en tono angustioso, como el tono perentorio que empleó al dirigirse a los clubes del PRC en julio de 1893: "tratamos de vida o de muerte, y de aprovechar la última oportunidad para la independencia de nuestra patria, que peligraría para siempre acaso" (Martí, 1963, t. 2, p. 359). Este peligro, que dependía de los correctos preparativos de la guerra, hace que Martí opte por hacer una guerra breve, que debía desarrollarse "dentro del plazo angustioso en que las Antillas, veladas por un pueblo que solo las respetará en el decoro de la independencia productora" (Martí, 1963, t. 4, p. 316) podían disponer. Asimismo en el borrador de un discurso, evidentemente pensado para decir en Cayo Hueso, había afirmado: "No tenemos, no, tiempo de errar, ni es posible, en las matemáticas invisibles e implacables por que se rigen los pueblos, tomar más tiempo" (Martí, 1963, t. 4, p. 341). La misma idea estaba presente en la carta a su amigo mexicano cuando escribió: "Esto es muerte o vida, y no cabe errar" (Martí, 1963, t. 4, p. 160).

Martí sabía que no siempre podía decir públicamente todo su proyecto o sus propósitos más profundos, la discreción era parte fundamental para alcanzar el fin. En las Bases del PRC había planteado ordenar una guerra "generosa y breve", de "espíritu y métodos republicanos", para asegurar "la dicha durable de los cubanos y, en la vida histórica del continente, los deberes difíciles que su situación geográfica [de Cuba] le señala"; para que, desde la preparación, se fuera disponiendo el modo "para salvarse [la patria] de los peligros internos y externos que la amenacen" y había dejado escrito, además, que el Partido "cuidará de no atraerse, con hecho o declaración alguna indiscreta [….] la malevolencia o suspicacia" de los pueblos con quienes deben mantenerse relaciones cordiales (Martí, 1963, t. 1, pp. 279-280). El Delegado debió ser cuidadoso, especialmente en los documentos públicos como dirigente máximo del Partido, de ahí la muy conocida expresión escrita a Mercado: "En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin" (Martí, 1963, t. 4, p. 167). Se trataba de actuar con discreción para lograr el propósito mayor que había dejado explícito en múltiples documentos y que resumía en la carta que no llegó a concluir y, en ello, Martí hacía su deber.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

MARTÍ, JOSÉ (1963): Obras completas, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 26 t.

MARTÍ, JOSÉ (2011): Obras completas, Edición crítica, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 24 t.


 

RECIBIDO: 1/5/2015
ACEPTADO: 30/6/2015

 

 

Francisca López Civeira. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: flciveira@ffh.uh.cu

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