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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.281 La Habana Jan.-June 2016

 

ARTÍCULO ORIGINAL


José Martí: conocimiento, educación y ser humano

 

José Martí: Knowledge, Education and Human Being

 

 


FREDDY VARONA DOMÍNGUEZ

Facultad de Filosofía, Historia y Sociología. Universidad de La Habana, Cuba.

 

 


RESUMEN

El presente texto profundiza en algunas ideas de José Martí acerca de los conocimientos y la educación con el objetivo de demostrar su esencia desalienadora y de mejoramiento humano. Entre los resultados más importantes están la atención que le brinda al hecho de conocer el todo, las partes que lo componen, los detalles que parecen insignificantes, así como los vínculos ciencia-educación-libertad. Asimismo se concluye que los conocimientos para José Martí no solo tienen utilidad práctica y cognoscitiva, sino también desalienadora y de mejoramiento humano. Igualmente se reconoce que la vigencia de su ideario acerca de la educación se debe a los nexos que establece entre la labor educativa y las exigencias de la época histórica, cuya constante es la defensa de la patria.

PALABRAS CLAVE: alienación, ennoblecimiento, instrucción, mejoramiento humano, patria.


ABSTRACT

The present paper goes deep into some of José Martí's ideas about knowledge and education, aimed at showing its un-alienated essence and human improvement. Among the most important results, the attention provided to the fact of knowing the whole, the parts that compose it, and details which seem un-significant, as well as the links science-education-freedom. Likewise, the paper leads to the conclusion that for José Martí, knowledge is not only something of practical and cognoscitive helpfulness, but also un-alienated and of human improvement. Similarly, this work acknowledges that the validity of his ideas as to education is due to the links established between the educational work and the historic stage's demands, whose constant is the homeland's defense.

KEYWORDS: alienation, ennoblement, educational training, human improvement, homeland.


 

Estudiar las ideas de José Martí no es una faena simple, en primer lugar porque se trata de un pensador con una sabiduría vasta, un estilo de redacción complejo y una obra de considerable tamaño que abarca diversos géneros; a ello se debe añadir que durante años ha sido objeto de atención de disímiles especialistas, por lo cual es de gran amplitud y variedad el volumen bibliográfico en torno a él. No obstante, es sumamente estimulante profundizar en su ideario y específicamente en sus consideraciones y sugerencias acerca de los conocimientos y la educación, no solo por la valía intrínseca que poseen, sino por los nexos, no pocas veces implícitos, que él mismo establece con su concepción del ser humano. Vivificante es tal empresa, además, por el placer que se experimenta al leer sus escritos, ya sean artículos, ensayos, cartas o poemas, pero particularmente por la ganancia cognitiva que se logra y aún más por el enriquecimiento espiritual que se obtiene.

Como si no bastaran las anteriores razones para adentrarse en el presente tema, uno de los asuntos que hoy, a mediados de la segunda década del siglo XXI, atrae la atención de un número cada vez mayor de estudiosos desde diversas perspectivas es el de los conocimientos, sobre todo los científicos, en los cuales es importante y necesario atender no solo al presente y al futuro, sino también al pasado, incluso el no reciente, así como no perder de vista sus características. En este entramado es oportuno destacar que lo más importante no es la cantidad de conocimientos que exista, con una manera cada vez más dinámica y eficiente de producirlo, distribuirlo, emplearlo y almacenarlo, sino el beneficio que este reporte a los seres humanos; para decirlo con otras palabras: lo verdaderamente importante es su efecto desalienador y de mejoramiento humano.

Aparejado a lo anterior, en las actuales condiciones socioculturales, económicas, políticas y ecológicas cada vez más complicadas, crece la valía de toda idea y acción encaminada a que los seres humanos nos cuidemos, nos proporcionemos mejorías en las condiciones de vida, nos encaminemos a todo cuanto represente desarrollo integral, el cual incluye el despliegue de nuestras potencialidades y el perfeccionamiento físico y espiritual. En este empeño es imprescindible la educación. Acerca de ella cada hombre y mujer debe pensar mucho más y no olvidar que desde tiempos remotos se ha reconocido su importancia y necesidad, incluso por parte de personas de bajo nivel de instrucción.

Esos tres aspectos mencionados constituyen el universo de estudio del presente texto, cuyo objetivo es argumentar la esencia desalienadora y de mejoramiento humano de las ideas de José Martí en el área de los conocimientos y la educación, con la particularidad de que dichos núcleos teóricos se atienden no de manera aislada, sino relacionados.

Una mirada a la inteligencia y el ennoblecimiento humano

Uno de los aspectos que sobresale en el pensamiento de José Martí es la significativa importancia que le brinda a la inteligencia, aun cuando no la absolutiza en detrimento de otras facultades humanas. Entre las propiedades que de ella destaca el Apóstol cubano está la de tener poder para encaminar al ser humano rumbo al aprovechamiento de las disímiles posibilidades que aparecen en su vida cotidiana y, simultáneamente, al despliegue de la creatividad en todos los sentidos, pero no solo por eso, la estima con creces porque ve en ella una vía de infinita capacidad desalienadora(1) y de mejoramiento humano. No ha de asombrar que ya en 1875, con 22 años de edad, afirme que "el cultivo de la inteligencia, ennoblece" (Martí, 1975n, t. 6, p. 267).

A propósito del ennoblecimiento es oportuna una aclaración, aunque pueda parecer superflua. Por supuesto que para Martí ennoblecerse no tiene ninguna relación con la obtención de un título honorífico ni está vinculado solamente a la generosidad humana. Para el Apóstol dicha categoría, en su amplia y profunda concepción, está encaminada a enriquecer la espiritualidad de los seres humanos con los conocimientos científicos y humanísticos, las obras de arte y la literatura, las virtudes morales o los gustos cada vez más refinados. Todo lo cual es determinante en el mejoramiento de la convivencia, con la expedita finalidad de reforzar su esencia pacífica, que entre otros aspectos significa, según la visión contemporánea, elevar el grado de tolerancia, respeto y beneficios generales para todos y cada uno de los seres humanos.

No ha de perderse de vista que el ennoblecimiento en el pensamiento de José Martí no es un hecho abstracto ni una ideación fantástica e irrealizable, antes bien, significa llegar a tener mejores cualidades en el marco de lo alcanzable según el momento histórico y aún más allá, pues la longitud de su visión le permite andar el futuro y pensar en él sustentado en lucha continua contra todos los tipos de opresión y las limitaciones a las potencialidades humanas que surgen. De este modo, enlaza la utilización de la inteligencia a la lucha contra todo tipo de alienación y a favor del mejoramiento humano, así como rechaza cuanto vaya en contra de esos propósitos y de su realización, sea cual sea la fuente de su existencia o los móviles que los sustente. En el pensamiento martiano hacer que fructifique la inteligencia no solo significa acumular sapiencia o desarrollar capacidades intelectuales, es, más que otra cosa, moverse hacia el mejoramiento como seres humanos. Así en 1884, cuando habla sobre los colegios de Nueva Inglaterra, afirma que quien cultiva la inteligencia mejora su espíritu (Martí, 1975b, t. 8, p. 427). Los hombres y las mujeres continuamente aprenden, pero incrementan sus conocimientos no solo para saber más, sino también para afianzarse en el mundo donde viven. No ha de asombrar tampoco que en 1889 enfatice que "todo hombre tiene el deber de cultivar su inteligencia, por respeto a sí propio y al mundo" (Martí, 1975v, t. 18, p. 390).

Cuando Martí enlaza el cultivo de la inteligencia con el ennoblecimiento, alude al ascenso en la humanización con el consiguiente aumento de la diferenciación entre los seres humanos y la restante parte de la naturaleza, lo cual no implica una contraposición y mucho menos antagonismo de ningún tipo. Vale subrayar que para Martí el desarrollo de la inteligencia no es privilegio de determinadas personas, sino una condición propia del ser humano (Rodríguez, 2010, p. 25), por lo cual cada individuo tiene el derecho a cultivarla y a emplearla, así como a crear condiciones para tales fines. Es por esto que el Apóstol cubano no comparte la idea de que una razón ilustrada subordine a otra atrasada, primitiva, incapaz.

Los conocimientos en el ideario martiano. Una aproximación

A tono con el rango esencial humano y desarrollador que goza la inteligencia en el pensamiento de José Martí está el sitio fundamental que le confiere a los conocimientos, sobre todo de la naturaleza, como cuando sentencia: "A las aves, alas; a los peces, aletas; a los hombres que viven en la Naturaleza, el conocimiento de la Naturaleza; esas son sus alas" (Martí, 1975h, t. 8, p. 278). Según evidencian estas palabras, en el pensamiento martiano el saber (tanto su construcción, esparcimiento y adquisición, como su almacenaje y empleo) es parte consustancial del ser humano y una de sus cualidades esenciales. Mas esta afirmación no caracteriza con las debidas amplitud y profundidad las entrañas de la concepción martiana de los conocimientos, pues un elemento de extraordinaria valía es que para él son una fuerza capaz de atacar y erradicar muchos tipos de alienación y de transformar a los seres humanos para formar en ellos mejores cualidades. No pocas veces relaciona estrechamente esta cuestión con los cambios a efectuar en Cuba y nuestra América, como certifica cuando dice: "Conocer es resolver. Conocer el país, y gobernarlo conforme al conocimiento, es el único modo de librarlo de tiranías" (Martí, 1975w, t. 6, p. 18).

Sustento valedero de sus consideraciones con respecto al saber es el modo en que interpreta la cognición. Según su parecer, primeramente se debe examinar, porque asegura que el examen que cada cual realiza de lo que quiere conocer es la mejor y más confiable fuente cognitiva; luego, sin la mediación de ninguna separación, se debe reflexionar sobre lo observado (Martí, 1975o, t. 19, p. 362). Este criterio hoy puede resultar poco interesante porque no es novedoso, sin embargo, expone una consideración con respecto al conocimiento que en 1885 goza de una incalculable valía: "El conocimiento de los detalles es indispensable para la preservación de la grandeza" (Martí, 1975k, t. 13, p. 86). Amerita atender las palabras anteriores, pues no basta con conocer el todo, hace falta conocer las partes y la interacción entre ambos. No obstante, lo crucial y lo que le da asombrosa vigencia a su recomendación está en no menospreciar lo que puede parecer insignificante, porque nada es intrascendente, nada carece de valía, solo es preciso entender su importancia y su alcance con vistas al presente y al futuro. Esta modalidad de entender la adquisición del saber es característica de las mentes preclaras como la de Martí, que está abierta a todo conocimiento y a la aprehensión de la totalidad en lo singular: modalidad ajena a prejuicios y abierta a lo nuevo, mediante la cual puede abarcar la mayor cantidad posible de cualquier objeto o fenómeno, de modo integrado (Martí, 1975u, t. 8).

El conocimiento científico ocupa un sitio relevante en el pensamiento martiano. No se puede desestimar que en los años en que vive Martí en muchos países, sobre todo de Europa, ocurre una explosión del saber, y desputan muchas ciencias que se consolidan como tales. Vale apuntar que para él la "ciencia es el conjunto de conocimientos humanos aplicables a un orden de objetos, íntima y particularmente relacionados entre sí" (Martí, 1975p, t. 6, p. 234). Esta comprensión no presupone el modo positivista de concebir el conocimiento científico: alejado de su portador y henchido de frialdad, porque para el Apóstol cubano "el sentimiento es también un elemento de la ciencia" (Martí, 1975g, t. 4, p. 250).

Ya mencionamos que en cuanto al papel de los conocimientos y la atención que le dispensa como fuerza enaltecedora sobresale la importancia que le brinda a conocer la naturaleza; no exclusivamente para saber más de ella, sino para fortalecer la unidad entre los seres humanos y ella, porque ese es un modo de revelarse a sí mismo, de hacer visible lo invisible, de completar su existencia. Martí está convencido del papel de la ciencia en este propósito, ella puede proporcionarle a los hombres y las mujeres saber e incluso dominio de las leyes del desarrollo de la naturaleza.
Es oportuno incluir aquí una aclaración con respecto al uso de la antes mencionada palabra "dominio", porque según se puede entender en los textos de Martí esta palabra no lleva en sí la acepción de poder y con ella el derecho a explotar desmedidamente la naturaleza, lo cual sería esencialmente antagónico al amor que frecuentemente le profesa en sus escritos.(2) En la relación martiana ciencia-naturaleza dicho vocablo refiere conocer sin dañar.(3)

No hay lugar a dudas de que es afán suyo subrayar el empleo atinado de la sabiduría para hacer de los hombres y las mujeres seres cada vez más libres, entre otras causas, porque pueden actuar y pensar con mayor independencia y seguridad (Martí, 1975h, t. 8, p. 278; 1975l, t. 13, p. 27). Martí puntualiza, además, que "esta aplicación de la inteligencia que inquiere a la naturaleza que responde; este empleo despreocupado y sereno de la mente en la mente de la investigación de todo lo que salta a ella, la estimula y le da modos de vida; este pleno y equilibrado ejercicio del hombre, de manera que sea como de sí mismo puede ser, y no como los demás ya fueron" (Martí, 1975ac, t. 8, p. 287).

El único medio para que los seres humanos abran las alas que les brinda el conocimiento es impregnar la ciencia en la educación hasta convertirla en su nervio central, porque la obra educadora tiene que andar al compás de los tiempos en que se vive. Estas ideas están presentes en el texto de 1884 titulado "Maestros ambulantes", en el que asegura que "es necesario mantener a los hombres en el conocimiento de la tierra" (Martí, 1975u, t. 8, p. 289). No es superflua en este punto una aclaración: su propósito no era convertir a todos los hombres y mujeres en campesinos o limitarlos al trabajo agrícola o desestimar otros oficios y profesiones, sino que cada cual se encaminara a las raíces de la vida y su perdurabilidad.

La esencia desalienadora y de mejoramiento humano propia de las ideas martianas se hace totalmente evidente cuando en dicho texto afirma: "Los hombres crecen, crecen físicamente, de una manera visible crecen, cuando aprenden algo, cuando entran a poseer algo, y cuando han hecho un bien" (Martí, 1975ac, t. 8, p. 287). Asimismo ocurre cuando más adelante enfatiza las siguientes relaciones: bueno-dichoso, culto-libre, próspero-bueno, prosperidad-conocimiento-cultivo-aprovechamiento de la naturaleza. En este tejido relacional los conocimientos están enlazados a la libertad y la prosperidad, que incluye tanto la parte espiritual como la que se vincula con la posesión de bienes materiales capaces de propiciar mejorías en las condiciones de vida.

Martí no piensa solamente en lo espiritual, aunque para él este aspecto tiene una extraordinaria relevancia. Sabe que en la pobreza material pueden existir y florecer virtudes humanas, pero está consciente de algo que a veces se olvida o menosprecia: en esas condiciones las cualidades positivas pueden limitarse e incluso frustrarse con mayor facilidad y frecuencia.

A partir del papel básico y sumamente trascendente que tiene el saber considera que un "hombre ignorante está en camino de ser bestia" (Martí, 1975i, t. 19, p. 375). En el lado opuesto de los sabedores ubica a los ignorantes a los que caracteriza como propensos a la mezquindad, por eso apunta que "no hay nada más temible que los apetitos y las cóleras de los ignorantes" (Martí, 1975f, t. 5, p. 111).

La historia de la humanidad demuestra continuamente que los conocimientos no son la panacea universal ni el único remedio para avanzar en el camino del mejoramiento humano, pero ciertamente estos corrigen características negativas y pueden contribuir, a veces de una manera insospechada, a revertirlas, disminuirlas o atenuarlas y dar lugar a relaciones sociales dotadas de cortesía y propensas al entendimiento y la solución pacífica de los diferendos. Si se observa el asunto con un enfoque desalienador y de mejoramiento humano, uno de los factores que aumentan la importancia de los conocimientos es que estos propician que los hombres y las mujeres perciban la alienación, es decir, la opresión a la cual están sometidos, velada (que es la más opresiva e inhumana) u ostensible, y que contribuye, además, a concienciar la necesidad de luchar contra ella. Por esta razón los conocimientos constituyen una vía para que la humanidad alcance y fortalezca su liberación, vista como una obra perpetua que se opone a cualquier obstáculo o tipo de humillación y cosificación.

El conocimiento en el pensamiento martiano es una de las mayores virtudes y de las que con más énfasis habla. Sostiene Martí que con los conocimientos se revela la esencia de cuanto existe y se anda por los caminos de la enseñanza y del cumplimiento de las leyes. Para él, en el saber está la obra humana. Opina que el ser humano con su capacidad racional y afán cognoscitivo deviene interminable descubridor de sus fuerzas, e insiste en la potencia que es capaz de alcanzar cuando toma conciencia de cuánto puede lograr.

Ante la cruda realidad dada por el predominio de la ignorancia a pesar de los avances de la humanidad y a propósito de sus consideraciones acerca de los maestros ambulantes, en 1884 asegura que había que hacer todo lo posible para mostrar a los hombres y las mujeres la fuerza del conocimiento de la ciencia; además, agrega que con el empleo del saber era menester y oportuno aumentar la independencia personal y otras cualidades como la bondad, el decoro y "el orgullo de ser criatura amable y cosa viviente en el magno universo" (Martí, 1975u, t. 8, p. 289).

Martí vincula el saber con la praxis y dentro de ella, mediante un énfasis de considerables dimensiones, con la lucha por una patria poseedora de cualidades superiores, por lo que sostiene decididamente que "el mejor modo de defender nuestros derechos es conocerlos bien" (Martí, 1975i, t. 19, p. 375). Atiende los conocimientos, sobre todo los científicos, como algo más que peldaños ascendentes creados por la humanidad, por donde ella misma transita hacia niveles más elevados en sus relaciones con la naturaleza. Esto es así porque no pocas veces los tiene en cuenta en relación con la educación, cuyo núcleo son los seres humanos.

La educación: integración y amplitud en las ideas de José Martí

La esencia desalienadora y de mejoramiento humano que le impregna Martí a las relaciones entre el desarrollo de la inteligencia y la adquisición de nuevos conocimientos la extiende con profundos nexos a la instrucción y la educación. Estos valores los apoya en el amor al prójimo, a la patria y al trabajo propio como sustento de la dicha y la prosperidad, así como en la lucha contra cualquier poder dañino y por la posesión de elevadas cualidades, sobre todo morales e intelectuales, entre las cuales figuran la sinceridad y el pensamiento crítico y creativo.(4)

Para referir el haz de vínculos conocimiento-instrucción-educación en el pensamiento martiano es necesario precisar que Martí asegura que la instrucción se encamina al pensamiento y la educación a los sentimientos, aunque y en correspondencia con su espíritu integracionista apunta que ambas están ligadas de tal modo que la segunda no es, ni puede ser óptima, sin la primera, por lo cual las integra dialécticamente, y lo hace porque está convencido de que "las cualidades morales suben de precio cuando están realzadas por las cualidades inteligentes" (Martí, 1975i, t. 19, p. 375).(5)

El Apóstol expone en diversos textos, implícita o explícitamente, su concepción de instrucción y educación integradas, lo cual se debe a que concibe en conjunción los sentimientos y la razón, y aún más, pues relaciona dialécticamente ambas cualidades humanas entre sí y con la praxis. Sobre este fundamento puede comprenderse su siguiente interrogante: "¿No deberá ser toda la educación, desde su primer arranque en las clases primarias, [….] dispuesta de tal modo que desenvuelva libre y ordenadamente la inteligencia, el sentimiento y la mano de los niños?" (Martí, 1976c, p. 147).

Apoyado en dicha integración, no pocas veces Martí insiste en la necesidad y urgencia de varios aspectos instructivo-educativos, entre ellos, la apertura, el apetito del saber (que ha de ser continua y sistemática), así como el carácter obligatorio y perenne de su desarrollo, que aunque ha de tener obligatoriedad no debe ser impositivo, sino que debe apelar a la conciencia, a la interiorización. No debe perderse de vista su deseo de que haya debate acerca de todos los temas, porque si de algo está convencido es de la propiedad del diálogo para hacer florecer el interés y fertilizar el entendimiento (Martí, 1975ñ, t. 7, p. 155; 1976c, p. 128).

Educación amplia y variada

En su sustancioso artículo "Maestros ambulantes" José Martí expone con lucidez el carácter desalienador de la instrucción y la educación, pues estas, afirma, han de hacer crecer al hombre con los conocimientos y con la influencia en sus costumbres y hábitos para trabajar de un modo más eficiente y óptimo. La desalienación desde la educación adquiere verdadero sentido en tanto se tenga en cuenta a los seres humanos en su complejidad y multidimensionalidad.(6) Al mismo tiempo, exhibe la amplitud de sus ideas cuando afirma que estos mismos maestros habrían de llevar por los campos "no solo explicaciones agrícolas e instrumentos mecánicos; sino la ternura, que hace tanta falta y tanto bien a los hombres" (Martí, 1975u, t. 8, p. 288), y junto a todo ello, les llevarían otros conocimientos, por los cuales poco a poco los mismos hombres y mujeres del campo se irían interesando, gracias al apetito del saber que abrirían los maestros, porque, como había dicho en 1878: "La instrucción abriendo a los hombres vastos caminos desconocidos, les inspira el deseo de entrar por ellos" (Martí, 1975z, t. 7, p. 164).

Vale reiterar que en 1884, año pródigo en reflexiones sobre educación, Martí insiste en que se debe abrir vías a la instrucción-educación basada en los conocimientos científicos que doten a los hombres y las mujeres de herramientas para la vida, lo que no significa que anule las nociones sobre arte, literatura o religión, ni que esté en desacuerdo con el estudio de estas áreas del saber, solo pide que no sean las únicas, ni siquiera las priorizadas.

El deseo de Martí se concentra en buscar una instrucción-educación que se corresponda con las necesidades de los tiempos que corren. De tal suerte, en el mismo año 1884 define la educación como "la habilitación de los hombres para obtener con desahogo y honradez los medios de vida indispensables en el tiempo en que existen" (Martí, 1975b, t. 8, pp. 428-429). Por tal razón, no procede limitar su concepción de educación a un estricto utilitarismo, en tanto solución de problemas, pues, como puede verse en las anteriores palabras y en otras similares, educar es formar hombres y mujeres observadores de las normas y principios morales, específicamente de la honradez, pero que a su vez sean capaces de crear cuanto necesitan, para vivir sin limitaciones u opulencias. Ahora bien, como para que no se olvide, acentúa que la obra educacional no debe rebajar "las aspiraciones delicadas, superiores y espirituales de la mejor parte del ser humano" (Martí, 1975b, t. 8, p. 429), cuya condición de suprema se debe no solo a que es buena, sino a que también propicia en todos los sentidos el mejoramiento humano.

Este modo de concebir la instrucción-educación abre una intención que, aunque en su pensamiento no pocas veces está clara y explícita, no es menos cierto que forma parte de sus entrañas, de las más nutricias, consistente en la intención de lograr la formación integral de los seres humanos, que han de ser poseedores de conocimientos cada vez más amplios, variados y profundos, con la mayor espiritualidad. Con una carga metafórica se refiere a que se debe estudiar tanto los poemas griegos y latinos, como la composición de la tierra (Martí, 1975aa, t. 8, pp. 427-430; 1975r, t. 10, pp. 235-237). Esta posición martiana recuerda una idea que en Cuba se hizo muy conocida en los finales del siglo XX: la formación y desarrollo en cada persona de una cultura integral.

El Apóstol cubano ve el haz relacional instrucción-educación como un camino para incidir sobre los sentimientos, las costumbres y los hábitos para que el comportamiento sea cada vez más humano. Aquí es preciso insertar una acotación, pues de vez en cuando hay que abrir los conceptos. Así ocurre con el de humano, porque al usar frecuentemente las palabras se corre el riesgo de que la familiaridad les reste sentido o haga que el significado se distorsione y se torne vacío. Por eso insisto en que cuando digo luchar para que los hombres y las mujeres sea más humanos quiero decir que sean más solidarios, respetuosos, tolerantes, guiados por una mente abierta, crítica, creadora, entre otras cualidades positivas que han de encauzarlos a la eliminación de los obstáculos y a la creación de mejores condiciones de vida.

Educación y creatividad

No es una exageración decir que la esencia educadora no se ausenta ni un instante del pensamiento de José Martí a pesar de que existan momentos en los que no es notable la insistencia en tal aspecto de la vida humana, pero es que en su caso no es imprescindible la alusión directa, pues, si se leen con detenimiento y suma atención los textos del Apóstol cubano, no es difícil comprender que educa con cada frase. Ahora bien, sin la mínima pretensión de restarle importancia a nada de lo anteriormente expuesto, algo llamativo sobremanera en la concepción martiana de instrucción-educación es una sugerencia que hace pública en 1883 en su texto "Botes de papel", aunque puede estar expresada de diferente modo en otro escritos anterirores o posteriores, y es su convicción de que "no hay mejor sistema de educación que aquel que prepara al niño a aprender por sí" (Martí, 1975d, t. 8, p. 421), afirmación que en el siglo XXI tiene una total vigencia y constituye un principio básico no solo de la labor educativa en la infancia, sino también de todo el sistema educacional cubano. Por esa convicción más adelante sentencia: "Asegúrese a cada hombre el ejercicio de sí propio" (Martí, 1975d, t. 8, p. 421).

En el pensamiento de José Martí el haz relacional que conforman los conocimientos y la educación refleja la aspiración suya de que el ser humano se vea en la obra que él mismo ha creado y erige, así como que tome seguridad de sí con el reconocimiento de sus capacidades, pues, como certifica en una carta de 1893, "los hombres solo entienden aquello de que son capaces" (Martí, 1975e, t. 2, p. 464). Y si de seguir la huella martiana se trata, entonces es ineludible insistir una vez más en que todo este afán de Martí no es para crear súper individuos, sino para contribuir a la formación de hombres y mujeres quienes con su esfuerzo y creatividad conformen en la patria una sociedad y una cultura donde la lucha contra todo tipo de alienación y por el mejoramiento humano tenga una enorme importancia, Cada persona deberá pensar cómo conseguirlo, sin perder de vista el embate perpetuo a todo tipo de discriminación y violencia.

Utilidad de la educación

José Martí expone diáfanamente en 1892, plena época de madurez como pensador, la finalidad de la educación (en la cual ve integrada la instrucción) cuando asegura que "no es hacer al hombre nulo, [….] sino prepararlo para vivir bueno y útil" (Martí, 1975j, t. 5, p. 261). Ciertamente sobresale en esa afirmación el reconocimiento del sentido utilitario-práctico, pero no se queda en ese nivel, le incorpora lo utilitario-espiritual, el cultivo del alma, la belleza que ha de verse en las acciones de los hombres y las mujeres. Gran atención le dispensa el Apóstol cubano al universo espiritual.

Martí puntualiza otro de los rasgos desalienadores y de mejoramiento humano de su concepción de instrucción-educación: que un pueblo ignorante es débil y fácil de engañar, por lo cual es suceptible a ser esclavizado de cualquier manera, mientras que al instruirse alcanza una fuerza que no pocas veces supera a la fortaleza física, lo ayuda a luchar por su libertad, y lo impulsa continuamente a ampliarla. En armonía con ello sostiene que "un pueblo de hombres educados será siempre un pueblo de hombres libres" (Martí, 1975i, t. 19, p. 376).

Una muestra de flexibilidad y apertura mental en el pensamiento de Martí es que es una rareza hallar afirmaciones o reflexiones categóricas y cerradas, aunque las hay, una de ellas es cuando sentencia: "La educación es el único medio de salvarse de la esclavitud" (Martí, 1975i, t. 19, p. 376). Sin negar el cierre absoluto que lleva en sí la exposición de esta idea (que llega a superar con creces a lo largo de su vida, sobre todo al comprender que para alcanzar y ampliar la libertad había que luchar, incluso con las armas), es evidente la connotación desalienadora y de mejoramiento humano que le atribuye a la educación, esta habría de ser en definitiva habría de ser la que coronara la lucha antiesclavista una vez conquistada la independencia, pues no bastaba con liberar a los esclavos, era preciso arrancar el sentido de dependencia hacia las potencias europeas y norteamericana. Sobre esta base, muestra de muchas maneras que urgía educar, ante todo, a los cubanos (y a los otros latinoamericanos) como patriotas.

Como un gran entramado, Martí vincula el haz instrucción-educación a las transformaciones socioculturales necesarias en Cuba y toda nuestra América a fin de impedir la existencia de algún tipo de exclusión dada por la preferencia dispensada a una clase social. Como se ha dicho anteriormente, el mencionado haz para Martí es un derecho humano y como tal no representa ningún tipo de privilegio para nadie, por eso sin ambages declara su deseo de que "todas las clases de la nación, que es lo mismo que el pueblo, sean bien educadas" (Martí, 1975i, t. 19, p. 375).

Vale subrayar una vez más que la educación en el pensamiento martiano incluye la recepción de conocimientos y, de manera integrada y simultánea, la conducción y orientación de los educandos (no exclusivamente los alumnos, sino también todo ser humano bajo la influencia de la obra educativa). Esta, para que fructifique, debe ser continua, constante (Martí, 1975ab, t. 6, p. 260) y aún más, debe ser perenne, ya que, tal y como sentencia en 1889 "comienza con la vida, y no acaba sino con la muerte" (Martí, 1975v, t. 18, p. 390).

Sin hacer dejación de la constancia que se observa de diversos modos en su pensamiento, certifica que "educar es poner coraza contra los males" (Martí, 1975a, t. 23, p. 277) y "preparar al hombre para la vida" (Martí, 1975m, t. 8, p. 281).(7) Están claros para el Apóstol cubano dos aspectos claves: uno, que quienes no ejercitan su mente y, de hecho, no disfrutan con el ejercicio del pensamiento, están en el camino de volver a ser animales, por dedicarse únicamente a la satisfacción de sus instintos; dos (no lejos del anterior y sobre lo cual insiste de muchas maneras y casi continuamente), es imprescindible estimular a los seres humanos a que conozcan toda la obra humana que los ha antecedido para que sobre esa base se ubiquen al nivel de las exigencias de su tiempo.

Por eso acentúa no solo la perpetuidad de la obra educativa, sino también la asimilación, hasta que devenga convicción, de los deberes con la patria, que eran los que con mayor urgencia la vida de entonces colocaba frente a los cubanos. No está de más subrayar que dichos deberes no terminaban con la obtención de la independencia pues continuaban en un nivel superior, al alcanzar la soberanía, y que habrían de centrarse entonces en el afán de preservarla y de lograr cada vez mayor prosperidad en todos los sentidos.

Otras de las características que tiene la concepción de educación de José Martí, en correspondencia con la esencia desalienadora y de mejoramiento humano consustancial a su pensamiento, es que no solo es función de instituciones especializadas, sino también de toda la sociedad. Por ello la familia, los talleres, las fábricas, las granjas, las organizaciones sectoriales y los partidos políticos han de desempeñar su papel educacional. El fundamento de esta concepción está en la visión integradora de la cultura que tiene Martí, mediante la cual concibe estrechas interrelaciones entre sus niveles práctico y teórico, objetivo y subjetivo, material y espiritual, así como entre las no pocas veces denominadas dos culturas: la artístico-literaria y la científica.

Es de gran importancia subrayar que, a propósito de las escuelas de agricultura en los Estados Unidos de Norteamérica, en 1884 afirma que el trabajo manual desplegado en esas instituciones enseña al futuro agricultor a hacer lo que luego tendrá que llevar a cabo en su propio terreno. Al respecto apunta que desea para toda su gran patria, que es nuestra América, una educación natural, sana y directa, que se base en sus características y requerimientos; y sobre todo "privilegiar la educación agrícola con el fin de diversificar la producción, entregar materias primas para formar una industria nacional y exportar; romper la barrera entre el trabajo manual y el intelectual; salir de la educación escolástica y libresca; conocer lo nuestro" (Rodríguez, 2012, pp. 51-52).

Más adelante recomienda algo que no es superfluo mencionar aun cuando es muy conocido en Cuba; se trata de que detrás de cada escuela de agricultura debe existir un taller agrícola, donde cada estudiante aprenda trabajando y trabaje aprendiendo. Pero en este llamado hay un aspecto que no debe soslayarse y es que recomienda diferenciar los objetivos, procedimientos y contenidos de la educación urbana y la rural pues es contraproducente ignorar las especificidades (Martí, 1975s, t. 8, p. 369).

En el intercambio entre el trabajo y los conocimientos que tiene lugar en el proceso instrucción-educación cada ser humano se forma a sí mismo y adquiere conciencia de su valor, sobre todo de su capacidad para crear y transformar lo existente en su beneficio y en bienestar de la humanidad en su conjunto. "Producir satisface" (Martí, 1975c, t. 12, p. 242), afirma en 1889, a propósito de un comentario acerca de algunas instituciones educacionales norteamericanas, criterio que se corresponde con su idea de "quien quiera pueblo ha de habituar a los hombres a crear" (Martí, 1976c, p. 138). Sabias palabras, pues cuando los hombres y las mujeres crean algo, también obtienen noción de sus fuerzas y llegan incluso a sentirse capaces de impulsar la sociedad a niveles superiores y la cultura sobre la base de la conservación, transformación o eliminación de lo existente según convenga.

Cuando Martí reconoce en el año 1884 que del trabajo manual vienen ventajas físicas, mentales y morales (Martí, 1975ac, t. 8, p. 285) patentiza sus consideraciones con respecto a la educación científica, las cuales había formulado un año atrás y que consisten en lo siguiente: acabar con el aprendizaje memorístico; hacer de la educación una obra científica; dotar a la educación de un carácter práctico, que le propicie a los hombres y mujeres actuar sobre la naturaleza y obtener beneficios sin descuidar la atención a la espiritualidad, que no solo es para él lo que hoy frecuentemente se conoce como humanidades, sino también la libertad de credo religioso, sin que este dañe el desarrollo de la cultura en una época histórica nueva (Martí, 1975h, t. 8, p. 278).

El amor a la lectura: componente básico de la educación

Para que la educación rinda mejores frutos opina en 1886 que en cada ser humano se debe inculcar desde temprano el amor a la lectura, para que disfruten con ella y para formar en cada uno de ellos la convicción de que es útil porque fortalece el alma con la grandeza del conocimiento y los sentimientos que transmite. A tono con ello considera que "los libros consuelan, calman, preparan, enriquecen y redimen [.…] Leer es una manera de crecer, de mejorar la fortuna, de mejorar el alma, otra gran fortuna que debemos a la colosal Naturaleza" (Martí, 1975t, t. 15, p. 190). Por eso también apunta que la utilidad de enseñarles a escribir está en que sean capaces de desarrollar ideas (Martí, 1975x, t. 11, p. 85) y no se ha de limitar al dominio de reglas y a una correcta redacción.

En su artículo "Una universidad nacional" que data de 1886 opina que los seres humanos han de andar por los caminos de las bellas letras y han de buscar conocimientos sobre la historia, la filosofía y la naturaleza. Insiste en leer cuanto sea posible porque siempre se ha de buscar mayores fuerzas para aprender. No basta con una educación práctica ni con una súper especialización que convierta a hombres y mujeres en máquinas rutinarias y los encierren en un mundo personal que no los abre al conocimiento que existe fuera de ellos.

Seres humanos cultos: una finalidad de la educación que no ha de olvidarse

En el pensamiento martiano abundan los momentos que evidencian la atención a la labor difusora de los nuevos saberes como un camino para aumentar el nivel cultural, hecho este que se caracteriza, entre otros rasgos, por una considerable amplitud y variedad de conocimientos. La lectura de ensayos, artículos, cartas y otros escritos de Martí permite captar que para él ser culto es más que apropiarse de la cultura. El Apóstol cubano considera culto a quien rebasa el nivel cultural más elevado no solo con conocimientos encumbrados, sino, además, con una consistente capacidad creativa y crítico-transformadora, que le permita avizorar lo que necesariamente debe variarse o eliminarse, en dependencia de las cambiantes condiciones históricas. El hombre y la mujer cultos son esencialmente propensos a la eliminación de fuerzas alienantes, de ahí su sentencia: "Ser culto es el único modo de ser libre" (Martí, 1975u, t. 8, p. 289).

En lo concerniente al ser humano culto resultan interesantes tanto las ideas de José Martí al respecto, como las muestras de cultura que él mismo da con sus ideas, reflexiones y conclusiones sobre la filosofía, la política, el arte y la literatura, la ciencia, la sociedad, los pueblos con sus rasgos e identidad cultural, el pensamiento de ilustres pensadores, la obra de notorios intelectuales y hombres de acción, y la patria con sus necesidades. Todo esto a partir de la utilización de las fuentes cognitivas a su alcance, dentro de ellas, la lectura, las conversaciones y cuanta experiencia directa tiene en los lugares donde desarrolla las etapas de su vida: Cuba, España, México, Venezuela, Guatemala y Estados Unidos.

Las diversas fuentes cognitivas que llega a tener le permiten formar una concepción de instrucción-educación donde conjuga la asimilación creadora de lo universal con lo particular de los pueblos de nuestra América. Dicha conjugación da sentido integrador al destino que quiere para su gran patria (Pacheco, 2008, p. 54), particularmente al desarrollo socio-económico-político, pues la visión de lo externo condiciona, en una medida nada despreciable, que comprenda de un modo más profundo y abarcador las condiciones histórico-concretas de los pueblos ubicados al sur del Río Bravo y a partir de ellas, el rumbo a seguir: la unidad y, más aún, la integración.

Con una mirada atenta a lo que para otros pudieron ser detalles, Martí aprehende la cultura de los pueblos que visita y de otros que llega a conocer indirectamente, sobre todo mediante la lectura. Si la sapiencia de José Martí suele despertar admiración, respeto y otras tantas emociones agradables, así mismo puede ocurrir al pensar que su sabiduría y las cualidades positivas que construye con ella y gracias a ella las pone al servicio incondicional de la patria. Con su propio andar, el Apóstol cubano expresa que los seres humanos para ser cultos han de poseer una mente abierta, crítica, creativa, revolucionaria, que facilite poner su talento en correspondencia con el presente y el futuro cercano.

Asimismo un aspecto de extraordinaria importancia y que le brinda una gran vigencia a las ideas del Apóstol cubano acerca de la educación son los nexos que establece entre la labor educativa y las exigencias de la época histórica. Sobre esta base recomienda de muchas maneras que dicha actividad tiene que asimilar los desafíos y vencer los obstáculos que aparezcan, por lo cual bajo ningún concepto puede concebirse estáticamente, sino que tiene que variar en dependencia de las condiciones histórico-concretas. Acrecienta la importancia de sus ideas al ubicar la patria en el centro del tiempo que le fue contemporáneo: su independencia y el bienestar de quienes la forman, los cubanos, deviene así una tarea permanente, una constante, y no algo pasajero, transitorio. Todo tiene que ver con ellos, también la educación, la cual concibe como un quehacer perenne, que ningún cubano debe descuidar, imprescindible es para él que nunca sea separada de la lucha contra todo lo que represente alienación y que, simultáneamente, sea realizada con una finalidad imprescindible: lograr hombres y mujeres que sean mejores seres humanos.

 

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RECIBIDO: 3/6/2015
ACEPTADO: 22/7/2015


 

Freddy Varona Domínguez. Facultad de Filosofía, Historia y Sociología. Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: fvarona@ffh.uh.cu

 

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. Vale puntualizar que la desalienación es toda acción encaminada a eliminar o, por lo menos, a disminuir la alienación y que esta es el estado de oposición a los seres humanos (individual o grupalmente vistos) donde se conjugan las relaciones objetiva-subjetiva, consciente-inconsciente, espontáneo-forzado, material-espiritual, sico-bio-socio-cultural, entre otras. La alienación es de carácter dialéctico e histórico concreto, por lo que su manifestación puede ser muy variada (cultural, religiosa, económica, social, etcétera), pero siempre es de opresión, impedimento, degeneración, enturbiamiento, discriminación. La alienación es la antítesis del humanismo, el cual es esencialmente desalienador.

2. Esta posición martiana recuerda la necesidad de cambiar las relaciones de los seres humanos con la naturaleza que a finales del siglo XX fue enfatizada por varios autores, dentro de ellos el francés Edgar Morin, 1999, pp. 16-17.

3. En este sentido cabe perfectamente la concepción de educación para la paz, de cuyas dimensiones una es vivir en paz con la naturaleza (Rodríguez, 2014, p. 172).

4. En cuanto a la atención esmerada de Martí a la creatividad del individuo, coincido con Diego Jorge González Serra. Este aspecto lo han destacado además otros autores como Felicia Virginia Hernández Lorenzo y Omelio Rivero Villavicencio.

5. En 1892 al hablar de la Liga de Nueva York afirma que "quien dice educar, ya dice querer" (Martí, 1975q, t. 5, p. 252).

6. En este aspecto coincido con las autoras Carmen Alicia Martínez Muñoz y María Jimena Meneses Botina (2014).

7. Cfr también el texto "Peter Cooper", donde afirma: "Puesto que a vivir viene el hombre, la educación ha de prepararlo para la vida" (Martí, 1975y, t. 13, p. 53).


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