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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.283 La Habana July.-June 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

La oposición venezolana: entre elecciones y desestabilización

 

Venezuelan Opposition between Election and Destabilization

 

 

Willian Espronceda Rodríguez

Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos. Universidad de La Habana, Cuba.

 

 

 


RESUMEN


¿De qué manera la oposición venezolana ha canalizado su insatisfacción con el gobierno bolivariano? La combinación entre la vía electoral y la vía desestabilizadora, anticonstitucional y antidemocrática como formas para tratar de acceder al poder político, ha caracterizado a la oposición venezolana, según la coyuntura histórica y los dirigentes opositores que la promueven. El llamado a "La salida" del presidente constitucional Nicolás Maduro en el 2013, constituyó otro intento desestabilizador de la oposición.

PALABRAS CLAVE: democracia, golpe de estado, "La salida", política, oposición política venezolana.


ABSTRACT

What ways has Venezuelan opposition channeled its dissatisfaction with the Bolivarian government? By calling election and unconstitutionally and antidemocratically destabilizing the country in combination, depending on historical situations and opponents leading in such times, Venezuelan opposition has tried to seize power. The call for legitimate President Nicolas Maduro's "Exit" from office in 2013 was another destabilizing attempt by opposition.

KEYWORDS: Democracy, Coup d'état, "Exit", Opposition, Venezuelan Opposition.


 

 

Oposición política: conceptualización, tipología y abordaje teórico

Han existido diversas maneras para definir la oposición política. Algunos autores destacan la oposición como un actor político en minoría, otros señalan su papel conflictivo e institucional. Desde el punto de vista de sus límites, algunos han enfatizado la amplitud de la oposición teniendo como referente a los grandes movimientos opositores, no solo al gobierno sino también al sistema político y económico en su conjunto. En cambio, otros estudiosos han centrado su atención solamente, en la oposición partidista al gobierno, y donde se destaca el estudio sobre la oposición en las formas de gobierno parlamentarias.

Al margen de las diferencias, existe consenso en afirmar que la oposición política hace referencia a las actitudes y comportamiento político de grupos, clases y organizaciones en contra del poder político instituido, que tiene como fin el control, el establecimiento de los límites de acción del gobierno o la sustitución del poder político establecido de manera parcial o totalmente. Una definición ampliamente difundida es la Giampaolo Zucchini:

podemos definir la oposición como la unión de personas o grupos que persiguen fines contrapuestos a aquellos individualizados y perseguidos por el grupo o por los grupos que detentan el poder económico o político o que institucionalmente se reconocen como autoridades políticas, económicas o sociales respecto de los cuales los grupos de oposición hacen resistencia sirviéndose de métodos y medios constitucionales-legalistas o ilegales y violentos (Bobbio, Matteucci y Pasquino, 1991, p. 1084).

A pesar de la importancia reconocida por los politólogos que contiene el estudio de la oposición política, lo cierto es que ha tenido un tratamiento marginal por las ciencias sociales, en general, y por la ciencia política, en particular. El abordaje de las oposiciones políticas tuvo desde sus inicios un fuerte vínculo con las formas de gobierno parlamentarias, vinculado al examen de la democracia y la competencia política. Es, en este sentido, que el estudio de la oposición se vincula al origen y despliegue de la democracia liberal.

Las primeras investigaciones con cierta sistematización, sobre la oposición, se remontan a la década de 1950 con el inicio de la institucionalización de los partidos políticos parlamentarias en Europa. El llamado empirismo británico de La Escuela de Mancherster protagonizó estos primeros estudios. A la par, se publicaron los ensayos de Maurice Duverger sobre el sistema de partido, en los que se analizan parcialmente a la oposición política en el sistema bipartidista y multipartidista.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en muchos de los países occidentales se atenuaron las diferencias conflictivas entre los partidos políticos, por lo que se extendió la idea del fin de las oposiciones. Uno de los principales autores de esta tesis, Otto Kirchheimer, concluyó que el declive de la relación gobierno-oposición estaba vinculado a la decadencia de los parlamentos en virtud de la excesiva formación de coaliciones políticas, que condicionaban la débil influencia opositora al gobierno (Rodríguez, 2013, p. 5).

A pesar de las investigaciones mencionadas, no es hasta 1966, cuando, con la publicación del volumen Political Opposition in Western Democracies, compilado por Robert Dahl, el examen de la oposición política adquiere un status central como objeto de estudio. Este texto, aprovechando el método del análisis comparado y apoyándose en diversos estudios empíricos realizados en diferentes países occidentales, concluye que la oposición política varía su papel dentro del sistema político a partir de su competitividad, identificabilidad, cohesión organizacional, estrategias y objetivos.

A partir de estos propósitos planteados por las distintas oposiciones, Dahl (1966) establece las siguientes clasificaciones:

  • oposición no estructural (solo persigue determinados puestos en el gobierno);
  • oposición estructural limitada (se plantean reformas políticas de mayor alcance);
  • oposición estructural (pretende modificar sustancialmente el sistema político y económico).

A partir de la propuesta formulada por Dahl, en la que aquí solo nos referimos en una apretada síntesis, diversos autores han asumido su clasificación, otros han realizados críticas, ampliado o modificado la propuesta.

Uno de estos autores, Cazzola, afirmó que el planteo de Dahl era excesivamente descriptivo, no proponía un método investigativo y tenía la limitación desde el punto de vista de la clasificación, en su orientación casi exclusiva al sistema de partidos, quedando por fuera del examen otras oposiciones políticas. Otro autor, Von Beyme, pretendió ampliar la perspectiva de Dahl, al analizar la oposición no solo como actor de oposición al gobierno, sino, también, como un actor que en sí mismo contiene un comportamiento electoral, parlamentario, partidista e ideológico (Rodríguez, p. 7).

A finales de la década de 1960 y principios de 1970, Ionescu y Madariaga, constituyen otros referentes teóricos para el estudio de la oposición. Ambos autores entienden a la oposición como la más avanzada e institucionalizada forma del conflicto político.

En la década de los 80 del pasado siglo, comienzan a emerger una serie de investigaciones que trataban de explicar los factores condicionantes de la estabilidad o inestabilidad de las democracias liberales. Dentro de estos factores, O'Donnell y Schmitter centraron su atención en la oposición política como forma activa de relación con el gobierno en la elaboración de las políticas públicas.

A partir de 1990, los estudios sobre la oposición política como objeto privilegiado, comienzan a tener una atención mucho más cercana a la importancia que se le atribuye como actor político relevante en los sistemas políticos. Como señalara Cecilia G. Rodríguez, autores destacados en este sentido son: Klaus Von Beyme, quien enfatizó el papel institucional de las oposiciones políticas en 16 sistemas parlamentarios; Bingham Powell Jr., que resaltó la influencia de la oposición en los comités legislativos; y Giuseppe Ieraci, en su estudio comparado sobre la relación gobierno-oposición en diferentes países europeos (p. 8).

Estudios más recientes han tratado de refinar el papel de la oposición tratando de construir, como lo han hecho Altman y Pérez Liñán, basados en dimensiones de la poliarquía de Dahl, un índice de oposición efectiva con el objetivo de medir la oposición en el parlamento. Otro de los autores de obligada referencia en la actualidad, Gianfranco Pasquino, ha realizado diversos aportes en la construcción de una tipología y abordaje teórico de la oposición. Pasquino propone el rechazo al individualismo metodológico como método para entender a la oposición y asume el enfoque del neoconstitucionalismo, que destaca el papel de los actores políticos en el contexto de las diversas instituciones.

En el caso latinoamericano, el estudio sobre la oposición también ha tenido un tratamiento marginal. Las pocas investigaciones al respecto, como señalan Octavio Avendaño (2011) y Cecilia G. Rodríguez,(1) han surgido en la década de 1990 y han estado asociadas al crecimiento y éxito electoral de partidos de izquierda que pasaron de la oposición a ser gobierno.

La forma de gobierno presidencialista en los países latinoamericanos ha condicionado, en no pocos casos, su carácter obstruccionista que, "se puede graficar en la frase "no dejar gobernar" en la creencia de asegurar así el triunfo en la próxima elección presidencial. Este curso de acción ha sido muchas veces un factor clave en la ruptura democrática, pues la carencia de cooperación con el gobierno elimina la credibilidad y la legitimidad del sistema democrático" (Fernández).

En casos extremos, hablamos entonces de oposición desleal, concepto acuñado por Juan Linz para designar a aquella oposición que intenta llegar al poder por medios ilegales, no electorales, en ocasiones, mediante el golpe de Estado o el boicot.

Sin embargo, en el punto anterior habría que establecer una diferencia tácita cuando se trata de las oposiciones antisistémicas, que no participan en los mecanismos de acceso al poder político por considerarlo ilegítimo. Tal es el caso, por ejemplo, de movimientos revolucionarios que rechazan la democracia liberal como medio para el acceso al poder; por tanto, no podrían denominarse desleales, porque nunca fueron fieles al sistema que rechazan. Desleales son aquellas oposiciones que aceptando las reglas del juego democrático liberal, rompen el trato preconcebido cuando no son favorecidos electoralmente. De este último caso, a partir del triunfo de la Revolución bolivariana, participa la oposición en Venezuela, objeto de examen específico del presente artículo.

Oposición venezolana: conceptualización y caracterización

La identificación de la oposición venezolana, suele centrarse en los partidos políticos y recientemente en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Si bien estas organizaciones políticas juegan un papel protagónico, no constituyen, por sí mismas, el complejo entramado opositor a la Revolución Bolivariana.

La oposición a la Revolución Bolivariana ha estado conformada por una diversidad de actores que pudieran clasificarse teniendo en cuenta criterios geográficos, organizativos, tipos de actividad y nivel de influencia. Entre las más importantes se encuentran los partidos políticos, actualmente nucleados en organizaciones como la MUD, quien ejerce el actual liderazgo opositor. También encontramos, como parte de un concepto amplio de la oposición venezolana, a los medios de comunicación privados, parte de la jerarquía eclesiástica, una parte del movimiento estudiantil universitario, grupos de militares, organizaciones patronales como FEDECÁMARAS, en su momento parte de la Central de Trabajadores de Venezuela (CTV), y otras organizaciones civiles, como SÚMATE.

La permanencia en el tiempo de los actores que han conformado la oposición desde 1999 ha variado. Así, encontramos actores opositores coyunturales, como el grupo militar en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 o el movimiento estudiantil universitario de 2007; por otra parte, encontramos actores opositores permanentes, como los partidos políticos y medios de comunicación privados.

Dentro de los distintos actores opositores en la actualidad, la MUD se caracteriza por su alto nivel de liderazgo. A pesar de sus contradicciones internas, no existe otro actor opositor que pueda reemplazar, por el momento, su función líder en el escenario nacional opositor. Aunque también es cierto que, a partir de los hechos desestabilizadores vinculados al plan "La salida", figuras como María Machado y Leopoldo López han concentrado parte del liderazgo opositor fuera de la MUD.

La MUD es heterogénea en su composición, en los niveles de influencia interna, entre los diversos partidos políticos y dirigentes opositores. A la par, existen discrepancias entre los diversos actores por ejercer una hegemonía interna. Así, se encuentra por un lado, el partido Primero Justicia, que tiene en su currículo partidista ser el partido de mayor crecimiento electoral de los últimos años, poseer el candidato presidencial de las dos últimas elecciones presidenciales: Henrique Capriles Radonsky, y contar con un dirigente como Julio Borges, protagonista indiscutible de la actividad política opositora.
Por otra parte, encontramos al partido COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente) y Acción Democrática, este último con un renacer electoral, y con un dirigente opositor como Henry Ramos Allup, actual presidente de la Asamblea Nacional. Además, están el partido de Leopoldo López, Voluntad Popular, que ha ganado liderazgo en determinados grupos de la oposición desde su encarcelamiento; y el caso de María Corina Machado, que se caracteriza por su liderazgo personal y no pertenece a ningún partido opositor, sino a un movimiento político sin participación electoral denominado Vente Venezuela.

La oposición venezolana tiene de específico su carácter antisistémico de rechazo hacia la Revolución bolivariana. Es heterogénea en su nivel de influencia, grado de permanencia, papel que ocupa al interior de la oposición y sujeto que la realiza (dirigentes, instituciones, organizaciones). Esta última diferenciación ayuda a comprender que más que la existencia de una oposición política, existen oposiciones políticas, cada una con su propia lógica y relativa autonomía.

Se entenderá por oposición a la Revolución bolivariana, en sentido amplio, el tipo de pensamiento y comportamiento político, económico y social, a través de gobiernos extranjeros, organizaciones, grupos, instituciones e individuos -no necesariamente conectados entre sí-, que se oponen a la reproducción y/o profundización de la Revolución bolivariana, dentro y fuera de Venezuela.

La oposición en la Venezuela bolivariana: entre elecciones y desestabilización

El antecedente de la actual oposición venezolana lo ubicamos en el antagonismo a la rebelión cívico-militar protagonizada por el coronel Hugo Chávez, el 4 de febrero de 1992. Buena parte de la dirigencia política tradicional estuvo en contra de dicho alzamiento y de la posterior liberación de Chávez, bajo el gobierno del entonces presidente Rafael Caldera. Como es lógico, en ese entonces no se podría denominar oposición política, porque Chávez y su proyecto no estaban en el gobierno, pero sí oposición a esta figura política emergente y lo que representaba.

A fines de 1998 la oposición a Chávez y a su proyecto de país es desplegada durante la campaña presidencial por los fundamentales candidatos de los partidos tradicionales. Aquellos, al acercarse el final de los comicios, lograron un acuerdo unitario del que resultó la fundación del Polo Democrático,(2) opositor de la coalición partidista denominada Polo Patriótico, liderada por Chávez. Finalmente, este último obtuvo la victoria, lo que hizo evidente la pérdida de legitimidad del sistema partidista venezolano en la última década del siglo XX. Terminaba así la hegemonía dentro del sistema político venezolano, hasta entonces protagonizada, desde el Pacto de Punto Fijo,(3) por los partidos AD (Acción Democrática) y COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente).

De esta manera, el sistema de partidos venezolano pasó en el transcurso de una década [...] a ser caso obligado de estudio por su abrupto colapso. En menos de una década los partidos tradicionales, que detentaron el poder por casi cuarenta años, vieron sus cuotas de representación completamente minimizadas. Al mismo tiempo, partidos nuevos, con mensajes anti-sistema y de renovación, pasaron a ocupar estos nuevos espacios (Cyr, 2014, p. 2).

Así, la crisis de los partidos políticos tradicionales constituyó una expresión específica de la crisis del sistema de dominación y del agotamiento de la hegemonía de la clase dominante venezolana.
El sistema político venezolano, desde el Pacto de Punto Fijo hasta finales de la década del 90 del siglo pasado, fue una alianza de élite, con un consenso cualitativo "desde arriba" y un consenso cuantitativo o de masas, a través de un modelo de desarrollo populista sobre la base de la renta petrolera. Este pacto se desarrolló entre actores políticos con distintos niveles de influencia: partidos políticos y sus élites dirigentes, con el sector empresarial, sindical, el alto mando militar y clerical. Dentro de estos actores clave, los partidos políticos mantuvieron el protagonismo como mediadores entre aquellos, el Estado y la sociedad venezolana (Romero, 2012, p. 8).

El resultado electoral de los comicios presidenciales de 1998, con la victoria de Hugo Chávez, representó el triunfo de un proyecto alternativo y con él, el éxito de una nueva figura sin ataduras a la tradicional cúpula política. A la vez, "a diferencia de los resultados electorales anteriores, hubo polarización del voto, pero esta vez fue entre Chávez Frías y Salas Römer, que juntos concentraron el 96,17 % de los votos válidos, representando así la más alta concentración de los votos habida desde 1958" (Maingon, 1998). Así se intensificó la polarización político-electoral en Venezuela entre el chavismo y su oposición.

Este desplazamiento abrupto del poder político de la élite gobernante, detentadora de él durante 40 años, a las manos de una figura verdaderamente revolucionaria, explica, en parte, el motivo real de la obstrucción al gobierno chavista. Al quedar excluida de la toma de decisiones políticas relevantes a nivel nacional, la oposición venezolana ha intentado derrocar a la Revolución bolivariana por todos los medios posibles, incluidos aquellos fuera de los marcos legales y de las reglas de la democracia liberal. El ejemplo más notorio lo constituyó el golpe de Estado de abril de 2002.

El antecedente justificativo de este golpe puede ubicarse a finales de 2001, cuando el presidente Chávez aprobó una serie de leyes habilitantes, entre ellas: la Ley de tierras, de pesca y la Ley de hidrocarburos. De inmediato, la oposición venezolana, liderada por FEDECÁMARAS, la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), varios partidos políticos y medios de comunicación, hacen un llamado al paro nacional y a la desobediencia civil en evidente boicot político.(4)

Producido el golpe de Estado, se nombró un gobierno de transición y se suprimieron los demás poderes estatales. Mientras tanto, los medios de comunicación más importantes del país transmitían programas de entretenimiento y censuraban cualquier información sobre los acontecimientos. De esta manera, la oposición venezolana sellaba su deslealtad con la democracia liberal. No pudiendo ganar las elecciones para conformar la Asamblea Constituyente, la elección de la nueva Carta Magna, ambas en 1999, y la elección presidencial en el 2000, canalizó su descontento.

Apenas transcurridos seis meses de la derrota del golpe de Estado de abril de 2002, un grupo de militares, apoyado por sectores opositores, se insubordinaron, alentaron la desobediencia civil y exigieron, desde la Plaza de Altamira de Caracas, la dimisión del presidente Chávez. A penas dos meses después, la oposición venezolana volvió a intentar derrocar al gobierno democráticamente electo. Esa vez mediante un paro petrolero, que supuso una elevada pérdida económica para el país, acompañado de movilizaciones violentas y la incitación al conflicto desplegada por los medios de comunicación privada.

Tras ser contenido el paro petrolero en febrero de 2003, la oposición intentó destituir al presidente Chávez mediante un referendo revocatorio. Creyendo que el país estaba en una crisis total, que el presidente tenía muy bajos índices de popularidad y que los métodos violentos no daban los resultados esperados, los líderes opositores se aventuraron a canalizar su descontento, esta vez, mediante elecciones.

El resultado es harto conocido: el presidente Chávez ganó el revocatorio por amplio margen, lo cual dejó a la oposición frustrada, porque no podía entender por qué no había podido derrocar al gobierno chavista por ninguna de las vías implementadas: electorales o insurreccionales. Parte de la respuesta se encuentra en el enclaustramiento político-cultural y el constante autoengaño de la tradicional élite gobernante.

Los sectores medios y altos, conformados en los últimos veinticinco años en sus territorios urbanos incomunicados con los sectores populares, educados en sus colegios privados [...] Rodeados por un entorno familiar y de trabajo afín, donde los pobres son cada vez más una especie remota, terminan por confundir su realidad con la realidad, su país con el país. Los medios de comunicación se encargan de acentuar esta perversión, sobre todo en estos últimos años, donde un mundo parcial y deformado se presenta ante nuestros ojos cada vez que sintonizamos canales privados de televisión (Lander y López, 2004, p. 16).

En el 2005, apenas un año después del fracaso electoral del referendo revocatorio, la dirigencia opositora decide no participar en las elecciones parlamentarias, aludiendo una supuesta imparcialidad del árbitro electoral: el Consejo Nacional Electoral (CNE). Con esta decisión la oposición intentaba boicotear el proceso y se alejaba otra vez de las vías institucionales de acceso al poder político. Así, la postura obstruccionista y abstencionista de la oposición condicionó que la fuerza política chavista obtuviera la totalidad de los curules de la Asamblea Nacional.(5)

Tras reconocer el error político que supuso la abstención en las elecciones parlamentarias, la oposición decidió participar en las elecciones presidenciales de 2006 con una candidatura unitaria. El elegido, Manuel Rosales, no pudo vencer a Chávez, quien en ese momento obtuvo el porcentaje de votación más alto entre todas las votaciones efectuadas, desde que ganara en 1998 hasta sus últimos comicios realizados en 2012.

La dirigencia opositora participó electoralmente en el referéndum del 2007, en reacción a la propuesta de Chávez de reformar la Constitución. A pesar de haber ganado este referéndum por un estrecho margen, la oposición se percibe con fuerza electoral y se motiva a seguir el camino electoral como vía de resolución de su batalla contra la Revolución bolivariana.

Al año siguiente, en las elecciones regionales para elegir a gobernadores y alcaldes, la oposición gana cuatro gobernaciones y el Distrito Capital, mientras que el chavismo las restantes diecinueve gobernaciones. Es indiscutible el triunfo chavista, pero la oposición venció en tres de los más importantes Estados desde el punto de vista de densidad poblacional y económico, además del Distrito Capital y un número relativamente importante de alcaldías. Teniendo en cuenta que buena parte de la dirigencia opositora decidió no presentarse a las elecciones regionales de 2004, resulta innegable el aumento en el poder opositor regional. Así, esta elección reforzó la idea de que por la vía electoral la oposición podía obtener cuotas de poder político, a la vez que la ruta insurreccional y antidemocrática la había alejado de este.

En la consulta sobre la enmienda constitucional del 2009, la oposición decidió participar con la premisa de que con los años volvería a incrementar su porcentaje de votos y poder político. Sin embargo, la victoria chavista fue rotunda y la oposición tuvo que conformarse con la derrota y con la esperanza de ganar elecciones futuras. En las elecciones parlamentarias del siguiente año, la oposición obtuvo 67 diputados frente a 98 del chavismo. Aunque es cierto que obtuvo menos curules que la opción revolucionaria, comparado con las elecciones anteriores en las que se abstuvieron, medidos los votos uno a uno por separado, a nivel nacional la oposición casi igualó el número de votos obtenidos por los candidatos chavistas.

El panorama político en el 2010 había cambiado la correlación de fuerzas entre el chavismo y la oposición en cuanto a la representación política en alcaldías, gobernaciones y curules en la Asamblea Nacional. Poco a poco, la oposición fue ganando en el conocimiento de tácticas y estrategias para enfrentar al presidente Chávez y a la Revolución bolivariana. Sin desconocer que al interior de la MUD han existido discrepancias, muchas de ellas relevantes, es indudable que fue un paso de avance organizativo comparándola con el Polo Patriótico y la Coordinadora Democrática. Este saldo organizativo de la oposición, contribuyó al establecimiento de candidaturas unitarias y por tanto, al incremento sostenido del número de votos opositores y el consecuente aumento en las cuotas de poder político.
A pesar de ello, permanecía la Revolución bolivariana y Hugo Chávez como el presidente de Venezuela. Por tal razón, dos años más tarde, la dirigencia opositora volvió a cifrar sus esperanzas en las elecciones presidenciales y nombró como su candidato a Henrique Capriles Radonski. De manera similar que en elecciones precedentes, la oposición veía un país en crisis, a Chávez desgastado políticamente y por consiguiente, carente de liderazgo y posibilidades de vencer.

Lo cierto es que Chávez ganó nuevamente y la oposición vio frustrados sus planes. Tanto así, que en los comicios regionales de ese año la oposición retrocedió en el número de gobernaciones. Gobernaciones donde tradicionalmente el voto opositor era elevado presentaron una alta abstención. Este fenómeno abstencionista inédito en el votante opositor, tuvo, a manera de hipótesis, la frustración política causada por la pérdida en las elecciones presidenciales de 2012.

Ganada aquellas elecciones, la Revolución bolivariana se consolidó en las estructuras representativas del poder político, pero la enfermedad de Chávez constituía un peligro para el proceso revolucionario, a la vez que una esperanza para la oposición venezolana. Finalmente, el fallecimiento del líder de la Revolución bolivariana significó un cambio profundo en las percepciones sobre el mantenimiento, o no, del chavismo como fuerza política dominante.

La apuesta opositora, inmediatamente después del fallecimiento de Chávez, fue derrotar en las urnas a Nicolás Maduro, creían que la victoria opositora estaba asegurada; aunque por un margen estrecho, el excanciller Maduro ganó las elecciones. Con esta decisión electoral adversa, la dirigencia opositora decide desconocer el resultado electoral y estimular la desobediencia civil volviendo a la antigua conducta antidemocrática y violenta.(6)

Finalmente, el propio Capriles hace un llamado a la calma junto a varios dirigentes de la MUD. Otros dirigentes opositores, aunque se subordinaron al consenso, no estuvieron de acuerdo con paralizar las protestas violentas y meses después articularon otro mecanismo que denominaron "La salida".

"La salida": otra acción desestabilizadora opositora

La derrota opositora en las elecciones municipales del 8 diciembre de 2013 generó, en la mayoría del liderazgo opositor, un sentimiento de derrota. En principio, parecía que tales emociones se canalizarían con la reestructuración de la MUD, con el objetivo de perfeccionar la maquinaria electoral opositora. Este comportamiento político de la oposición, significaba la aceptación tácita de la legitimidad de la Revolución bolivariana y el liderazgo de Nicolás Maduro. Es decir, aceptaron que la Revolución es un sistema y no solo un proceso surgido a partir de la imagen Chávez.
Los resultados de estas elecciones contribuyeron a mantener una correlación de fuerzas favorables al chavismo. Sin embargo, a la par se gestaba el derrocamiento del Presidente con el plan conocido como "La salida". Es decir, mientras la MUD pensaba rearticularse como unidad opositora, dentro de los marcos democráticos liberales establecidos, algunos opositores intentaban nuevamente la desestabilización a la usanza de los años 2002-2003.

En este sector opositor radical, gestor del plan "La salida", se destaca Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma, quienes desde enero de 2014 comenzaron con la convocatoria y la realización de movilizaciones. En tanto, la actitud inicial de no afiliación a la estrategia desestabilizadora de estos opositores, asumida por Henrique Capriles, ha ganado críticas a su liderazgo, y ha condicionado la exacerbación de los problemas de unidad ya existentes en las filas opositoras.

Sin embargo, dentro de la oposición existían detractores de tales posturas, afirmando la similitud entre estas y aquellas que provocaron las derrotas en el período 2002-2005, por el contrario de lo sucedido cuando la oposición se organizó e intentó una "conexión" con la población mediante el diálogo y el convencimiento. Prueba de ello, según alegan, fue la victoria en el Referendo constitucional de 2007 y las victorias posteriores en el número de alcaldías y diputados a la Asamblea Nacional, así como en el crecimiento del porcentaje a nivel nacional.

El despliegue de "La salida" tenía como uno de sus objetivos tácticos generar un clima de desobediencia civil. Grupos violentos realizaron actos vandálicos, mas cuando los responsables de tales acciones eran detenidos, los medios de comunicación los tergiversaban y los presentaban como actos de represión que justificaban nuevos hechos de violencia. Al mostrar al gobierno como un poder opresivo y antidemocrático, se fundamenta la salida del presidente para lograr establecer la "democracia".

Parte de la estrategia desestabilizadora de la oposición se centró en la denominada Guarimba, término surgido en Venezuela asociado a la Guarida, este, a su vez, referido a las personas que se guarecen de un determinado peligro. Así desde el 2004 se designa en Venezuela, la forma violenta usada por la oposición venezolana a la Revolución bolivariana, de convertir urbanizaciones de clase media y alta en novedosos guettos. Con desperdicios, chatarra y hasta árboles talados trancan los accesos para evitar el tránsito de personas y vehículos con la finalidad de hacer visible la protesta de estos sectores ante la opinión pública. Estos cierres están acompañados por el uso indebido e ilegal de armas de fuego, francotiradores y armas caseras letales (Fraija, 2014, pp. 17-18).

Varias son las diferencias con momentos anteriores. La primera se refiere a la no-presencia física de Chávez. Estos sectores creyeron vulnerable el liderazgo del presidente Maduro en situaciones de desestabilización y fue uno de los errores políticos cometidos, porque lejos de parecer vulnerable, la dirección del Presidente realzó su liderazgo. Otra diferencia relevante estuvo en el apoyo de las Fuerzas Armadas al Presidente Maduro, cuestión que Chávez tuvo que enfrentar en el golpe de Estado. Además, la oposición estuvo dividida, lo que sin dudas le restó fuerza y capacidad de convocatoria. Capriles y los demás dirigentes de la MUD se encontraron en un dilema, o apoyaban públicamente a los radicales de Leopoldo y María Corina, o se deslindaban de ellos totalmente.
La desunión opositora estimuló desequilibrios internos en torno al liderazgo. El grado de aceptación de los representantes opositores osciló en función de los resultados de las luchas internas. Los dirigentes opositores presentaban dos campos de acción política: contra el gobierno bolivariano y contra ellos mismos. Por esto, es muy probable que Capriles haya percibido la destitución de María Machado de su curul en la Asamblea Nacional como beneficio propio.

A continuación sintetizamos las acciones opositoras llevadas a cabo por "La salida". Estas demuestran la preparación meticulosa, dentro y fuera de Venezuela, para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro:

  • Establecimiento de una matriz mediática en la que se mostró al gobierno reprimiendo a los manifestantes. Con ese objetivo se divulgaron fotos falsas.
  • Se presentó al gobierno como el responsable de los actos violentos al infiltrar grupos armados como colectivos.(7)
  • Se intentó convencer a la opinión pública nacional e internacional, de que existía una censura informativa por parte del gobierno nacional.
  • Ataque mediático a través de las redes sociales, un elemento novedoso.
  • Saboteo a sitios digitales de instituciones estatales.
  • Establecimiento de una matriz mediática internacional en la que se percibía una situación de ingobernabilidad, un gobierno represivo y antidemocrático, como supuesta justificación para una intervención externa.
  • Legitimación de las protestas opositoras a través de organismos internacionales, personalidades políticas y artistas con fama internacional.

Causas del fracaso de "La salida"

¿Por qué el plan "La salida" no tuvo el éxito esperado? En primer lugar, habría que mencionar la disciplina, la paciencia y conciencia de la coyuntura política actual del pueblo revolucionario y sus dirigentes, en especial, del Presidente Maduro. El no-enfrentamiento violento con los grupos desestabilizadores y terroristas, permitió que no se desatara el conflicto de forma incontrolada. Al inicio de los actos violentos algunos chavistas no entendieron esa estrategia, la acataban disciplinadamente, pero pensaban que el enfrentamiento directo a las bandas terroristas y a los opositores guarimberos era la manera de eliminar los actos desestabilizadores. El éxito de la estrategia de paz demostró las dotes de estadista del presidente Maduro.

Otra razón del fracaso de "La salida" lo constituyó la inexistencia de grandes movilizaciones por parte de las bases opositoras y de la participación de otros sectores y organizaciones como en el pasado. Esto demuestra que la convocatoria de los dirigentes opositores no tenía basamento real en amplias zonas de la sociedad. Su objetivo de animar grandes marchas, como en el período 2002-2004, no tuvo el éxito esperado.

La base opositora probablemente estuvo confundida. De una parte, algunos líderes opositores se mantenían cautelosos con el nuevo plan desestabilizador, mientras otros lo dirigían. Además, muchos opositores de base no apoyaron los actos violentos. Y por último, no existió un descontento de tal magnitud, que condicionara la movilización con el objetivo derrocar al gobierno por una vía antidemocrática. Asimismo, parte de estos opositores poseen memoria histórica, las estrategias desestabilizadoras no dieron los resultados positivos esperados.

El descontento de las bases opositoras, canalizado por la vía de la movilización no es un motor automático que se encienda o se apague desde la dirigencia opositora. En el convulso período 2002-2004, para la oposición en su conjunto, era más difícil aceptar una revolución, por lo que su capacidad para canalizar políticamente sus deseos era mucho menor que por la vía desestabilizadora.

De cierta manera, buena parte de la oposición, aun cuando se opone a la Revolución, ha aprendido a convivir con el chavismo, con el proyecto socialista. Cuando se realiza un análisis del discurso de los dirigentes opositores, se puede notar el reconocimiento de determinados logros de la Revolución, aunque no lo acepten explícitamente. Solo recordar algunos ejemplos. Al inicio, las Misiones Sociales fueron fuertemente atacadas, igualmente los Consejos Comunales y muchas otras políticas públicas que hoy la oposición ha naturalizado, conviven con ellas y todavía más, en ocasiones las apoya con un discurso demagógico. Vale tener a la vista el apoyo a las Misiones por parte de Capriles en la campaña presidencial de 2012. El tiempo ha pasado y con este las percepciones y modos de actuación de las bases opositoras.

Lo anteriormente expresado no pretende argumentar que ha disminuido el nivel de rechazo hacia la Revolución bolivariana por parte de los opositores, lo que sucede es que ha cambiado el modo de enfrentamiento, la vía de canalización del descontento y los límites de permisibilidad para con la Revolución bolivariana. Por ejemplo, la Ley de Precios Justos hubiera provocado un rechazo y una movilización mayor al inicio de la Revolución.

Habría que agregar, que los dirigentes de "La salida" no contaron con un amplio espectro de actores opositores como en el pasado. De una parte, un actor opositor tan importante como FEDECÁRAMAS, dialogó con el gobierno nacional, y todavía más, se establecieron acuerdos concretos y relevantes en temas económicos. Por otro lado el canal Globovisión y Venevisión no realizaron una campaña activa a favor de los opositores radicales, como era común en el pasado.

La Conferencia de Paz convocada por Maduro resultó a todas luces un éxito, marcó un punto de inflexión en la derrota a los planes desestabilizadores. La MUD y los sectores fascistas al interior de ella fueron los grandes perdedores. La sola aceptación para asistir a la Conferencia de Paz de sectores de la oposición, sobre todo del Presidente de FEDECÁMARAS, del Presidente de Empresas Polar y dueños de grandes medios, es una muestra de legitimación al Presidente Maduro. Si FEDECAMÁRAS tuviera una percepción de ingobernabilidad en el país, difícilmente hubiese asistido a la cita con el Presidente.

Lo anteriormente expresado no significa que FEDECÁMARAS no quisiera salir del gobierno y de la Revolución bolivariana, sino que no coincide con la vía desestabilizadora propuesta por los opositores de "La salida", al menos, en la coyuntura actual. En cualquier caso, habría que diferenciar la postura institucional y oficial de la oposición, de las acciones individuales y grupales de sectores de la burguesía venezolana que financian los actos desestabilizadores.

Otro elemento importante que condicionó la derrota de "La salida", fue el apoyo internacional recibido por Venezuela, y en especial, su gobierno bolivariano. El apoyo de los países latinoamericanos, tanto en la OEA como en UNASUR, dejaron a los opositores radicales aislados internacionalmente. La historia de América Latina ha cambiado, ahora son los sectores de derecha, los golpistas, quienes reclaman y critican a la OEA.

 

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RECIBIDO: 7/6/2016
ACEPTADO: 5/9/2016

 

 

 

Willian Espronceda Rodríguez. Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos. Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: william@cehseu.uh.cu


NOTAS ACLARATORIAS

1. Ambos autores enumeran algunos de los trabajos pioneros más sobresalientes sobre el estudio de la oposición en América latina: Ana Mustapic y Matteo Goretti (1992), Gobierno y oposición en el Congreso: la práctica de la cohabitación durante la presidencia de Alfonsín (1983-1989); Ana Mustapic (1996), Gobierno y oposición en un régimen presidencial; David Altman y Aníbal Pérez Liñán (1999), Más allá de la poliarquía: Una aproximación a la calidad de las democracias; Jaime Yaffé (2005), Al centro y adentro. La renovación de la izquierda y el triunfo del Frente Amplio en Uruguay; Margarita Jiménez Badillo (2006), La oposición parlamentaria en México. Su rendimiento en gobiernos de mayoría dividida.

2. El Polo Democrático constituyó la primera expresión unitaria opositora al chavismo, aunque su duración en el tiempo fue efímera, pues solo existió hasta el triunfo electoral de Hugo Chávez. El Polo Democrático, junto a la Coordinadora Democrática, constituyen los antecedentes de la actual Mesa de la Unidad Democrática (MUD).

3. El Pacto de Punto Fijo constituyó un acuerdo entre los partidos políticos AD, COPEI y Unión Republicana Democrática (URD), con la anuencia de la burguesía, el alto clero católico y las fuerzas armadas venezolanas. Este pacto fue firmado el 31 de octubre de 1958, tras el derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez y quedaron fuera de este el Partido Comunista de Venezuela y al Movimiento Integración Republicana. Uno de los puntos clave de este acuerdo era el compromiso de estos partidos a respetar los resultados electorales, lo que en la práctica representó un bipartidismo consensuado en AD y COPEI.

4. Este es un ejemplo clásico de la amplitud de la oposición en Venezuela, que no queda restringida exclusivamente a los partidos políticos opositores.

5. No pocos dirigentes opositores reconocen en la actualidad que la estrategia abstencionista y obstruccionista en dichas elecciones parlamentarias constituyó un error, sobre todo porque dejó el camino libre para la elección de la totalidad de los diputados chavistas, quienes posteriormente formularon las leyes del proyecto de la Revolución bolivariana sin oposición parlamentaria.

6. Recordar el llamado en televisión que hiciera Capriles a descargar en las calles la angustia provocada por el supuesto fraude electoral. Estas acciones incentivadas por los líderes opositores provocaron ocho muertos.

7. En Venezuela se denominan colectivos a todos aquellos grupos y organizaciones políticas o sociales que defienden un interés común. En este caso, la oposición culpó falsamente a colectivos ubicados en la Parroquia 23 de enero ubicada en Caracas.

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