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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.283 La Habana ene.-jun. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

El papel del marxismo originario en la creación de los fundamentos para una nueva sociología del trabajo

 

Role of Original Marxism in Establishing the Fundamentals of a New Sociology of Work

 

 

Carlos Cabrera Rodríguez

Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba.

 

 

 


RESUMEN

Análisis de algunos de los más importantes aportes del marxismo originario a la formación de los fundamentos para una sociología del trabajo. Se destaca cómo Marx, Engels y Lenin, desde su tiempo, produjeron avances en ese campo adelantándose a la ciencia sociológica burguesa de la época, lo que hoy constituyen aspecto de un innegable valor teórico y metodológico.

PALABRAS CLAVE: concepción materialista de la historia, marxismo originario, sociología del trabajo, taylorismo trabajo.


ABSTRACT

This paper examines some of the most important contributions of original Marxism to the establishment of the fundamentals of sociology of work. It stresses how Marx, Engels, and Lenin contributed to the advance in this science, with them being ahead of bourgeois sociology prevailing in their times. Such contributions are of undeniably great theoretical and methodological importance.

KEYWORDS: Materialist Conception of History, Original Marxism, Sociology of Work, Taylorism, Work.


 

 

Hoy día resulta muy difícil, por no decir imposible, excluir al marxismo originario del proceso de gestación de la sociología,(1) tanto desde el punto de vista histórico como desde el teórico-metodológico. Dentro de aquel, teoría y método se encuentran indisolublemente unidos, de forma tal, que la teoría se convierte en método de investigación de la sociedad, al tiempo que el método se organiza a través del sistema teórico que él mismo representa. Es por ello, que una fundamentación científica de la sociología en general, y de una sociología del trabajo en particular, solo puede alcanzarse con la ayuda del método dialéctico marxista, como forma de organización metodológica del proceso de conocimiento.

Los clásicos del marxismo ofrecieron excelentes obras con abundante material empírico. Por ejemplo, en su trabajo preparatorio de El Capital, Marx analizó con extraordinaria precisión y minuciosidad una enorme cantidad de datos económicos, particularmente los informes confeccionados por los inspectores fabriles ingleses (conocidos como Libros Azules), así como también diversas publicaciones en la prensa de su época sobre la situación laboral y el modo de vida de los obreros en los países capitalistas. Incluso, se constata el hecho que, cuando la información proveniente de la estadística oficial no cumplía con las expectativas de Marx, este (al igual que Engels y Lenin en su tiempo) organizaba sus propias investigaciones particulares. Un ejemplo de esto último lo constituyó el programa aprobado en el Congreso de Basilea, durante la Primera Internacional, con vista a indagar acerca de las características socioeconómicas que caracterizaban la situación de la clase obrera, sobre la forma en que esta se ocupaba laboralmente y el salario que percibía, asimismo, sobre la duración de la jornada laboral y las condiciones de trabajo en que los obreros desempeñaban su labor cotidianamente.

Un elocuente hecho que corrobora lo anteriormente señalado, lo constituyó el Cuestionario para los obreros, elaborado por Marx en 1881, a solicitud del editor del periódico Comentario Socialista, B.

Malón. Este cuestionario incluía cien preguntas que tocaban diversas áreas de la vida laboral de los obreros, tales como: las condiciones y características del puesto laboral, la duración de la jornada de trabajo, el ritmo (intensidad) del proceso productivo, el salario, su nivel y condiciones de vida, y otras. Ya para ese momento, Marx había acumulado una significativa experiencia acerca de las anteriores cuestiones, si se tiene en cuenta que ello había comenzado a hacerlo desde 1843, al estudiar una enorme cantidad de documentos y realizar entrevistas a campesinos y empleados. Esto le permitió llegar a la conclusión de la existencia de una contradicción entre el cuadro real del mundo, que reflejaba la mísera situación en que vivían y laboraban los vinicultores del Mosela, por una parte, y, por otra, la situación que caracterizaba al desempeño de aquellos vinculados a las cancillerías burocráticas. Desde aquellos tiempos Marx puso sobre la mesa un conjunto de cuestiones de orden metodológico, como las relacionadas con la influencia que podía causar la posición socio-clasista que adoptase el investigador, sobre la información primaria recopilada y los resultados por este alcanzados, en otras palabras, lo que hoy conocemos como uno de los escenarios que pueden conducir a situaciones de sesgo del proceso investigativo.

Un momento decisivo en este proceso de configuración de los fundamentos para una sociología del trabajo lo constituyó, indudablemente, la obra de Engels (1980) La situación de la clase obrera en Inglaterra. La misma se considera como la primera investigación sociológica en la que se puso a prueba el instrumental metodológico marxista aplicado al proceso de investigación social. Engels empleó en dicha investigación diferentes métodos: el análisis estadístico de la información, el de informes gubernamentales y parlamentarios y las publicaciones de prensa. Sin embargo, el método fundamental fue la observación, aplicada a las condiciones de vida y trabajo de los obreros, la cual él describe a partir de un conjunto de indicadores entre los que se encuentran la estructura de las viviendas, sus dimensiones, sus características higiénico-sanitarias, la cantidad de personas por piso, las distancias existentes entre las viviendas de los obreros y sus centros de trabajo, el monto de los salarios de los obreros, entre otros. Los resultados obtenidos por Engels fueron un material de indiscutible valor utilizado posteriormente por Marx al escribir su obra fundamental El Capital (1973a), al examinar los fenómenos de la diferenciación socio-clasista de la población, las desigualdades existentes en sus condiciones de vida, el carácter de la infraestructura social de las ciudades, las condiciones y el contenido de la actividad de trabajo de los obreros ingleses.

Ya desde el período inicial en que comienza la actividad mancomunada de Marx y de Engels, se configuró un cuadro general del esquema categorial que con posterioridad fue examinado por la teoría sociológica del trabajo desde un basamento teórico metodológico que, a su vez, instituyó su concepto sobre la comprensión materialista de la historia. Dentro de esta última, un lugar central lo ocupó la interrelación existente entre el modo de producción, la actividad de trabajo social como tal, y el modo de vida. Particularmente, en los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 (Marx, 1973b), se analiza la esencia social del trabajo como modo específico en que se expresa la existencia social del hombre. En esencia, comienzan a configurarse los principios que permitían interpretar el sentido y naturaleza de la actividad laboral en la sociedad burguesa. En el primer capítulo de La ideología alemana (Marx y Engels, 1979), los autores fundamentan una de las tesis principales en que se sustenta la teoría del trabajo: el modo de producción que permite diferenciar a una sociedad de otra no solo se manifiesta a través del proceso de reproducción física de los individuos sino, también, en el modo a través del cual se expresa la actividad vital de dichos individuos, o sea, a través de su modo de vida.

Una cuestión importante en el examen de los aportes del marxismo originario al proceso de configuración de una sociología del trabajo lo constituyó la estrecha relación que ellos consideraron existía entre las categorías de lo social y lo económico, en la génesis del proceso de funcionamiento de las sociedades basadas en el trabajo social. Lo económico y lo social no podían entenderse como realidades independientes en la existencia de la actividad de trabajo, sino como dos aspectos que de conjunto configuraban un todo. No era posible la existencia del trabajo como un fenómeno puramente social, separado de lo económico, y viceversa. En ello radicó una de las piedras angulares en que se sustentaría, en lo ulterior, la sociología del trabajo.

En el mismo texto, Marx y Engels, al referirse a conceptos como producción de los medios de vida, fuerzas productivas, forma de organización del trabajo, modo de producción, etc., en los que lo económico y social se configuraban como un todo único, argumentaron la "célula fundamental" de ese proceso, explicándola a través de la división social del trabajo y las formas de propiedad.

Engels enfatizaba el hecho que en la sociedad futura el régimen estatal se sustentaría a través de la autogestión popular, en la cual el fundamento laboral se sostendría en una asociación universal de productores. Lo expresado anteriormente resume las premisas de uno de los componentes fundamentales de una sociología marxista del trabajo, a saber, la participación de los trabajadores en la dirección de los procesos laborales y sociales en general. Esta cuestión alcanzó un entendimiento sociológico más acabado acompañada de un examen de la categoría "factor subjetivo" (factor subjetivo del proceso de trabajo que se manifiesta en las acciones de la fuerza laboral). Esta idea de los clásicos del marxismo se enmarca dentro de la concepción de estos acerca de que los procesos de dirección social en la transición al comunismo irían paulatinamente centrando su atención, no en una actividad de dirección subordinada a los intereses de las personas por sí solos, sino a una actividad de dirección que emana de la propia lógica de los procesos productivos.

Una etapa inédita y cualitativamente superior en la formulación de las bases para una nueva sociología del trabajo es la iniciada con la actividad teórica y política de Lenin en el período posterior al triunfo de la Revolución de octubre de 1917. Si a Marx y Engels les incumbió el examen de aspectos de índole sociológico general sobre el modo de producción capitalista, a Lenin corresponde la elaboración de nuevos métodos y enfoques concretos sobre la organización del trabajo socialista. La actividad teórica y práctica de Lenin abarcó un amplio círculo de problemas entre los cuales se encuentran: las cuestiones relacionadas con la dinámica de la dirección y gestión económica en la transición socialista, la organización del cálculo y control económicos, la organización de la estimulación de los sujetos vinculados a la actividad laboral, la educación en una nueva cultura y disciplina del trabajo, las cuestiones socio-psicológicas de los procesos de dirección, entre otros.
Resulta muy difícil abarcar en estas pocas páginas la amplia gama de aspectos estudiados empíricamente por Lenin. Por solo citar algunos ejemplos, se pueden mencionar: el análisis de documentos de la selección del intercambio epistolar presentado en El desarrollo del capitalismo en Rusia (1984); sobre la investigación de materiales estadísticos, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1961a); la posición política de los participantes del II Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), en Un paso adelante, dos pasos atrás (1961c); el estudio de las bases sociales de la prensa bolchevique, con la ayuda del examen de la tirada de la prensa; los datos sobre los ingresos de los obreros; las estadísticas sobre la Duma Estatal, etc.

Lenin no solo actualizó la teoría de Marx con conclusiones en correspondencia con su tiempo, sino que enriqueció la nueva experiencia histórica con otros contenidos. Los conocimientos constituidos a partir del triunfo socialista en Rusia cambiaron radicalmente los contenidos de los procesos de dirección de la producción, así como la propia naturaleza de la organización social del trabajo. Se trataba entonces de organizar y coordinar el trabajo en los marcos de todo ese extenso país. El sujeto de dirección y gestión del proceso de trabajo no lo constituían ya determinados individuos por separado, sino el Estado socialista. La organización planificada del trabajo social y la necesaria elevación de la productividad del trabajo fue visto por Lenin como la condición más importante para dinamizar el desarrollo de la base económica.

Lenin, conjuntamente con la planificación y el apoyo consciente de las diferentes proporciones económicas, examinaba otros elementos, los cuales conformaban los mecanismos de dirección planificada del trabajo: el empleo de los logros de la ciencia y la técnica, de los medios de la gran industria mecanizada, la creación de nuevas formas de organización del trabajo y de acercar los trabajadores a las mismas, la creación de una nueva disciplina con un nuevo contenido, la introducción de formas de control económico sobre la medida del trabajo y del consumo.

Corresponde también a Lenin haber elaborado una concepción teórica general sobre el desarrollo planificado de la gestión económica socialista. Ahora, esta se llevaba a cabo a través de todo un sistema de variables e indicadores, conformadores del instrumental que permite el desarrollo planificado de la economía y de los procesos sociales. El principio en que se sustentaba tal concepción era el centralismo democrático. El criterio en el que se basaba el pensamiento leninista y que corroboraba la veracidad de sus acciones lo constituía la práctica. La realización de una economía planificada debía ser examinada como uno de los aspectos fundamentales de su concepción general sobre la doctrina leninista de la construcción del socialismo y de la organización socialista del trabajo.
Entre las cuestiones que merecieron la atención de Lenin en torno a la nueva visión socialista del trabajo pueden señalarse: la observancia de una severa disciplina en el trabajo, la introducción del Cálculo Económico sobre la medida del trabajo invertido, el control obrero de la producción, la socialización de hecho del trabajo, la selección y designación de los cuadros, entre otras.

Un aspecto de indudable atención por parte del líder soviético fue lo concerniente a aplicar, al máximo posible, una nueva organización científica del trabajo. Resaltó su interés por conocer las posibilidades de aplicación de los últimos adelantos de la ciencia y la técnica del momento. Aun cuando no pudo materializar su deseo de escribir un tratado sobre este tema,(2) sí pudo crear toda una red de instituciones científicas para la investigación y la introducción en la práctica de los resultados que se fuesen obteniendo en materia de la organización científica del trabajo. Un ejemplo de lo anterior lo constituyó la creación en 1920, a solicitud de Lenin, del Instituto Central del Trabajo en Moscú, bajo la dirección del prestigioso científico A. K. Gastiev. Un importante mérito histórico de dicho instituto fue la creación de todo un sistema de ideas y postulados con un basamento científico, formados a partir de los principios metodológicos aportados por Lenin en varios de sus estudios y, también, a partir de los resultados de investigaciones experimentales desarrolladas en estos años en laboratorios e instituciones diseminadas por todo el país. Por acuerdo del Consejo de Trabajo y Defensa se definió como misión de dicho instituto: elaborar, demostrar y divulgar las bases de la organización científica del trabajo, la generalización de las experiencias de avanzada en ese campo y la coordinación de la actividad del resto de las instituciones subordinadas al mismo en el resto del país. En correspondencia con el papel decisivo que debía desempeñar, se le concedieron varias prerrogativas, entre ellas la posibilidad de dirigirse directamente al gobierno y la capacidad de convocatoria a nivel estatal de congresos y reuniones para la coordinación del trabajo.

En 1922, bajo la observancia de la institución científica y con la finalidad de preparar dirigentes calificados ante la creciente necesidad de estos en aquellos difíciles años para el poder soviético, se creó la Facultad de administradores. Igualmente, bajo su égida se elaboró un proyecto para crear la Universidad del Trabajo, con vistas a la preparación y calificación de cuadros de dirección, sin embargo, nunca pudo ser materializado.

La efectividad del trabajo del organismo se puso en evidencia en la preparación de obreros altamente calificados (en relación con estos fines fueron sustituidos programas de instrucción concebidos para 3-4 años, por otros nuevos que en un período de 3-6 meses lograban resultados superiores y disminuían los costos de los mismos más de 20 veces). Además, participó en la creación de nuevas tipologías relacionadas con los profesiones y las nuevas formas de organización del proceso productivo, de nuevas metodologías de proyección y planificación de la composición de los cuadros para las nuevas empresas y para la normatividad de la organización del trabajo.

La creación de una cultura proletaria del trabajo fue otro de los frentes que ocupó la atención de Lenin y del nuevo poder soviético. Ello constituyó un asunto extremadamente complejo en tales circunstancias. Para lograrlo se necesitaban modos y formas de concebir y gestionar las interrelaciones entre los hombres. La creación de una organización científica del trabajo en condiciones de secular atraso cultural era mucho más difícil que la lograda en los Estados Unidos en tiempos anteriores. No resultaba posible trasladar los métodos aplicados en aquel país a las condiciones del poder soviético, en tanto, la nueva disciplina y la organización científica del trabajo implicaban la creación de un nuevo tipo de relaciones sociales que no podían gestarse en los marcos del capitalismo, de aquí la complejidad que entrañaba cualquier paso.

Prueba del enfoque crítico-científico aplicado al análisis de la organización científica del trabajo, lo constituyó la relación establecida por Lenin con respecto al sistema Taylor. Lenin ofreció un análisis crítico y multilateral del taylorismo como propuesta burguesa para la organización científica del trabajo. A dicho análisis dedicó específicamente dos artículos: Un sistema "científico" de exprimir el sudor (1960) y, El Sistema Taylor hace al hombre esclavo de la máquina (1963). Sin embargo, en otros trabajos suyos utilizó varias ideas basadas en el análisis crítico a que sometió la concepción del taylorismo, como fue en El imperialismo, fase superior del capitalismo (1961a), Las tareas inmediatas del poder soviético (1961b), Cuadernos sobre imperialismo (1986), entre otros.

A primera vista, el análisis crítico de Lenin puede parecer sencillo y evidente. Para todo marxista resulta claro que el sistema Taylor, en calidad de variante de teoría social burguesa aplicada, posee un determinado contenido clasista orientado al recrudecimiento de la explotación de los trabajadores. Por otra parte, en este sistema se ve generalizada la experiencia realmente acumulada desde una visión burguesa, acerca de la organización y dirección del proceso de trabajo, la cual contiene algunas ideas y recetas de valor práctico-científico. En ello radica precisamente la visión dual que puede establecerse con respecto al taylorismo.

En no pocos casos, dentro de la literatura al respecto, se ha ofrecido una visión limitada de esta relación que Lenin establece del taylorismo y la experiencia burguesa acumulada en torno a la dirección empresarial. Una lectura restringida del enfoque leninista condujo en los años 20 del pasado siglo a un enfoque reduccionista del sistema Taylor. Una visión ideologizada y tergiversada de este fenómeno es la presentada por el sociólogo norteamericano M. Fein (1976), quien planteó que, mientras Marx condenó la división del trabajo en el capitalismo, Lenin, revisando a Marx, recomendó el empleo del sistema Taylor (1923, p. 495). En esencia Fein no solo tergiversa la naturaleza del enfoque marxista-leninista sobre la organización del trabajo, intentando con ello justificar al capitalismo y desacreditar el socialismo, sino que, incluso, no logra comprender el sistema Taylor, al reducirlo solamente a la división de las operaciones laborales.

Para Lenin, el sistema Taylor podía ser comprendido desde dos puntos de vista: sensu stricto y sensu lato. En el primer caso, podía entenderse al taylorismo como un conjunto de principios, métodos y puntos de mira sobre la organización y dirección del trabajo aplicados a un individuo aislado. En el sentido amplio, el taylorismo podía ser entendido como un fenómeno social específico, a través del cual se expresa un determinado enfoque burgués hacia el empleo de la ciencia y la técnica, con el objetivo de maximizar las ganancias a través de la elevación de la explotación de los trabajadores.

El enfoque leninista, crítico hacia el taylorismo, posee un significado de primer orden en la actualidad, en tanto la búsqueda de elementos de racionalidad en el sistema Taylor supone una permanente revisión de las valoraciones y puntos de vista existentes y el alejamiento de enfoques superficiales. Desde ese análisis es que consideramos que debe proyectarse el análisis del taylorismo; si se entiende no como una mera doctrina tecnocrática, sino como un determinado tipo de conocimiento sociológico, que no ignora los aspectos psicológicos y sociales. Aun cuando Taylor no pueda considerarse un profesional de la sociología, en su tiempo se ocupó de cuestiones y se planteó la solución de problemas de los que tradicionalmente se ha ocupado aquella ciencia. Puede señalarse que, aunque Taylor no emplea el aparato categorial de la sociología, si se analiza el contenido de sus ideas, se perciben ciertas similitudes con las teorías burguesas contemporáneas, relacionadas con los aspectos técnico-organizativos del proceso productivo.

Lenin previó que el taylorismo era un sistema que incrementaba la explotación, al tiempo que reflejaba las leyes objetivas de la producción capitalista propias de inicios del siglo XX. La necesidad de una especialización estrecha, la férrea vinculación del obrero con cada operación, una estandarización de los instrumentos, funciones y operaciones del proceso productivo, el incremento del aspecto monótono del trabajo, son todos aspectos que emergen de la propia naturaleza de la gran producción capitalista, tal como ya Marx había previsto.

El análisis crítico del taylorismo, como el de cualquier otra teoría, no resulta un hecho simple. Sin embargo, el enfoque leninista constituye un ejemplo de cómo proceder en el examen crítico de una teoría donde el análisis metodológico de la misma se combina en meridiana precisión con las condiciones histórico-concretas predominantes que le sirven de marco.

El significado de la obra de Marx, Engels y Lenin debe verse a través de la definición de los fundamentos teórico-metodológicos del conocimiento sociológico. Dentro de este, un lugar particular lo ocupa la sociología del trabajo, por cuanto en la comprensión y esclarecimiento de los aspectos socio-económicos del trabajo, como actividad social, el marxismo originario avanzó mucho más que la sociología burguesa.

La concepción materialista de la historia, conformada por Marx y Engels, y desarrollada por Lenin, cumple una doble función con respecto a la sociología del trabajo. Ofrece un cuadro general del mundo al tiempo que constituye también un poderoso sistema de conocimientos en permanente desarrollo y enriquecimiento que puede ser considerado una metasociología.

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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RECIBIDO: 17/1/2016
ACEPTADO: 31/3/2016

 

 

 

Carlos Cabrera Rodríguez. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: ccabrera@ffh.uh.cu

 

NOTAS ACLARATORIAS

1. Cuando hablamos aquí de marxismo originario nos referimos básicamente a la producción teórica de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin.

2. Se conoce que Lenin pidió que le seleccionaran materiales que abordaran el asunto. Se constata en el catálogo de la "Biblioteca V. I. Lenin" del Kremlin, donde se incluyeron materiales de varias conferencias científicas, trabajos de renombrados especialistas del momento, así como publicaciones periódicas de instituciones afines.

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