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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.284 La Habana jul.-dic. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Che Guevara en la encrucijada. América Latina en el traspatio

 

 

Che Guevara at the Crossroads. Latin America in the Backyard

 

 

 

Milena Hernández

 

Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), Buenos Aires, Argentina.

 

 

 

 


 

RESUMEN

La vigencia del pensamiento político y la praxis revolucionaria del Che suponen el motivo de discusión del presente artículo. Otra mirada a algunos de sus textos como Notas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana, o el ya paradigmático ensayo El socialismo y el hombre en Cuba, revelan la lectura guevarista de la teoría marxista. ¿Cómo asumir el marxismo hoy en América Latina, en medio de la mercantilizada sociedad consumista? ¿Cuáles son los aportes al marxismo hechos por Guevara y que mantienen singular vigencia para los movimientos de izquierda en la región, aún en medio de políticas diferentes a las que él vivió? Son algunas de las interrogantes que merecen atención y de las que ninguna reflexión en torno a su pensamiento puede escapar.

PALABRAS CLAVE: hombre nuevo, izquierda latinoamericana, marxismo, vigencia del pensamiento guevarista.


ABSTRACT
This paper is aimed at showing the validity of Che Guevara's political thought and revolutionary action. His reading of Marxist theory is understood by revisiting some of his works such as Notes for the Study of the Ideology of the Cuban Revolution, or the paradigmatic essay Man and Socialism in Cuba. How Marxism might be adopted in Latin America where consumerism and mercantilism prevail nowadays? What contributions did Guevara make to Marxism, which are still valid to left-wing movements in this region, despite of policies different from the ones adopted in his time? These are some questions to be answered when reflecting on his thought.

KEYWORDS: New Man, Latin American Left, Marxism, Validity of Che Guevara's Thought.

 

 


 

Con la doctrina de Marx ocurre hoy lo que ha ocurrido en la historia repetidas veces con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en su lucha por la liberación. En vida de los grandes revolucionarios, las clases opresoras les someten a constantes persecuciones, acogen sus doctrinas con la rabia más salvaje, con el odio más furioso, con la campaña más desenfrenada de mentiras y calumnias. Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de una cierta aureola de gloria para "consolar" y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de su doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de esta, envileciéndola.
Lenin (2006, p. 21)
(El resaltado es de Lenin)

A cincuenta años de su asesinato sucede con el Che lo mismo que con Marx. Fue Lenin uno de sus más grandes admiradores de Marx y fiel heredo de sus doctrinas. Fue el Che un gran admirador de Lenin y, al mismo tiempo, uno de sus más fervientes críticos. Al cumplirse veinte años de la llegada a Cuba de los restos del Comandante Ramón y del destacamento de refuerzo, corresponde a esta generación de revolucionarios de todas partes, pero sobre todo de América Latina, la Patria Grande, poner sobre los hombros el pensamiento y la praxis que legó de múltiples formas Ernesto Guevara de la Serna.

Muchos son los que apuestan por sustituir, olvidar, enterrar palabras, conceptos y referentes que simbolizan la ideología marxista. Algunos intentan que el comunismo, el proletariado y la revolución socialista pasen de moda o, a lo sumo, que de ellos se hagan cargo generaciones pasadas -algunas derrotadas-. Lo cierto es que, a más de cuatro décadas de su asesinato, Che Guevara reaparece en la simbología de los movimientos sociales emancipadores, en las organizaciones populares, en la iconografía de las manifestaciones políticas de carácter contrahegemónico, en la insurgencia de las banderas, los pósters, las camisetas, los tatuajes. Y también -aunque en menor medida- en las referencias teóricas, en las citas bibliográficas, en la prensa escrita de los partidos, en los órganos de difusión de las agrupaciones políticas.

Che Guevara interpela la conciencia de los más jóvenes, inquieta las certezas de quienes hoy peinan canas y aviva ese axioma impostergable de todos los pueblos del mundo: "si todos fuéramos capaces de unirnos [...] ¡qué grande sería el futuro, y qué cercano! (Guevara, 1967, p. 101).

Tal prerrogativa histórica, fruto del pensamiento de uno de los máximos exponentes del marxismo latinoamericano que diera el pasado siglo XX, ha sido relegada -si bien no olvidada- al terreno de lo postergable. Pareciera que en la agenda de las principales resistencias y movimientos populares contemporáneos, la revolución continental no estuviera en la mesa de discusión. El alcance político de las discusiones teóricas colocó en su lugar la lucha contra la injusticia social, la crítica al sentido común y la construcción de alternativas anticapitalistas, en un contexto signado por la disminución de las luchas de clases a escala mundial (Martínez, 2012, p. 28; Gambina, 2012, p. 166).

La recomposición del capitalismo, el desarrollo de su ofensiva estratégica, el desmontaje de las principales conquistas sociales obtenidas durante el siglo XX, el fortalecimiento y la efectividad de la gran guerra cultural mediática -en tanto elemento clave de la dominación mundial-, recuerdan la necesidad de priorizar las cuestiones trascendentales del poder y la organización en la lucha contra la hegemonía capitalista, a favor de la revolución internacional, social, popular, latinoamericana. Especialmente, convoca a mirar, con más agudeza que con esperanza, la tan aclamada muerte de la globalización neoliberal, sobre todo, si el futuro inmediato se presenta a partir de "la nada" heredada (García, 2016; 2017).

Según Álvaro García Linera, si "la globalización, como ideología política, triunfó sobre la derrota de la alternativa del socialismo de Estado, [...] lo que ahora está pasando es que ese único destino triunfante también fallece, muere. Es decir, la humanidad se queda sin destino, sin rumbo, sin certidumbre [...] es la nada de la historia" (García, 2016; 2017). Ante esta apreciación es legítimo disentir, al repensar con Lenin el horizonte que planteaba Marx y que rescataba el Che: la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente -premisa de toda sociedad equitativa y justa- es romper la maquinaria burocrática-militar del Estado.

Mientras para algunos continúa siendo un sueño irrealizable, una quimera, la posibilidad de vivir fuera de los límites o márgenes del sistema capitalista, para otros, la coyuntura actual refuerza las siguientes palabras de Lenin (2009):

Las formas de los Estados burgueses son extraordinariamente diversas, pero su esencia es la misma: todos esos Estados son, bajo una forma o bajo otra pero, en última instancia, necesariamente, una dictadura de la burguesía [...] [Al fin y al cabo,] la esencia de la teoría de Marx sobre el Estado solo la asimila quien haya comprendido que la dictadura de una clase es necesaria, no solo para toda sociedad de clases en general, no solo para el proletariado después de derrocar a la burguesía, sino también para todo el periodo histórico que separa al capitalismo de la "sociedad sin clases", llamémosle como queramos (p. 57).

En esta nueva etapa, la finalidad estratégica de la confrontación -si es auténticamente revolucionaria- habrá de sostenerse en la postura política del Che, la que supone, también, la apuesta por el marxismo; pues, "hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial [...] y [por tanto,] hay que batirlo en una gran confrontación mundial" (Guevara, 1967, pp. 99). Sea a través de los movimientos sociales, de los partidos políticos de izquierda que disputan espacios en la batalla electoral o de la coexistencia ideológica y heterogénea entre ambos actores políticos, lo cierto es que el parte aguas llamado Revolución cubana nos recuerda que "el revolucionario no puede sentarse en la puerta de su casa para ver pasar el cadáver del imperialismo" (Castro, 1962, p. 17).

Esta idea resalta la singularidad del triunfo revolucionario cubano al romper con la concepción "etapista", sustentada en la idea que el desarrollo de la ciencia y la técnica por sí mismas crearían las condiciones objetivas y subjetivas para abolir el capitalismo. Che Guevara analizó esta cuestión y concluyó que "la revolución puede hacerse si se interpreta correctamente la realidad histórica y se utilizan correctamente las fuerzas que intervienen en ella, aún sin conocer la teoría" (Guevara, 2013, p. 289).

Sin dudas, los aportes de los movimientos emancipadores y las organizaciones políticas señalan una notable contribución en la lucha por el cambio político y contra la ofensiva del capital transnacional sobre los trabajadores y sus diversas formas de organización (sindicatos, partidos, cooperativas, y demás). Para las clases populares resultó especialmente valiosa la desarticulación del sentido común impuesto por las clases dominantes al decir que, frente al triunfo del capitalismo sobre cualquier orden social "no hay alternativa", en un escenario coincidente con la ideología del supuesto "fin de la historia", el derrumbe del muro de Berlín y la caída del campo socialista (Gambina, 2012, p. 154).

En América Latina, ese escenario cerró el periodo inaugurado en enero de 1959 por la Revolución cubana, que ubicaba en su centro el choque violento entre revolución y contrarrevolución. El protagonismo de los nuevos movimientos sociales subrayó la polémica entre lucha electoral y reforma vs. lucha armada y revolución. Durante las décadas siguientes a 1989 los actores sociales se vieron ante la disyuntiva de ocupar el gobierno como un fin en sí mismo -siendo la vía electoral el método por excelencia-, o emplearlo para construir el poder popular desde abajo. Todo ello, frente a la ola neoliberal de carácter fascista que caracterizó el fin de siglo y que se extendió a los albores del siglo XXI como "el gigante de las siete leguas" (Martí, 1891, p. 133).

La presencia -si bien no confluencia- de sujetos revolucionarios de carácter regional, nacional y, en algunos casos, de signo mundial rescatan en su organigrama de tareas la lectura de los clásicos: Marx, Engels, Lenin, Trotsky, Gramsci, el Che, entre muchos otros. En particular, hay una revisión de los aportes gestados en la práctica política de actores claves para el enriquecimiento de un marxismo latinoamericano, que se propusieron convertir las sublevaciones populares en revoluciones sociales. Sin embargo, la actual división y fragmentación del sujeto social revolucionario, el rechazo a la política y a los partidos de izquierda inducido también por el imperialismo, llama la atención sobre, al menos, dos cuestiones trascendentales.

En primer lugar, resalta la capacidad de recomposición del capitalismo contemporáneo, potencia suprema en el terreno político y militar, capaz de sustentar una dominación mundial, sobre todo, en el ámbito cultural. En tanto sistema hegemónico orquestado por los Estados Unidos, su cabeza máxima, "nuestro enemigo, y el enemigo de América entera" (Guevara, 2013a, p. 223), mostraba desde los tiempos de Kennedy, y en plena Guerra Fría, la espina dorsal de su recomposición ideológica. En 1963 Gordon Chase, estrecho colaborador de la Casa Blanca, resaltaba en un memorándum altamente confidencial: "Hemos aprendido nuestra lección y no permitiremos "otra Cuba". Sin embargo [...] un acercamiento mostraría claramente a Castro que tiene una alternativa que tal vez no esté seguro existe, es decir, convivir con Estados Unidos según los términos de Estados Unidos. En segundo lugar, aun cuando rechazase nuestra oferta, aprenderíamos mucho" (Ramírez, 2013).

La doctrina de contrainsurgencia, desarrollada en el marco de la "respuesta flexible" como parte de las propuestas de la nueva administración en su lucha contra la expansión del "fantasma" comunista, partió de considerar como manifestaciones subversivas la mayor parte de los problemas sociales, entre ellas, la Nueva Frontera, la Alianza para el Progreso, la Nueva Política para África, el Gran Diseño para Europa. La represión desatada no se limitó a aniquilar las organizaciones revolucionarias que desarrollaban la lucha armada inspiradas en el modelo cubano, y en el ejemplo concreto de la guerrilla que lideraba Che Guevara en Bolivia, sino que se extendió a la destrucción de los partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones sociales y políticas de izquierda. La aplicación, a través de las dictaduras militares, de la Doctrina de Seguridad Nacional (DNS) de "nuevo tipo" o de "tercera generación", como también se le conoce, entendía que era a los Estados Unidos a quien correspondía combatir el comunismo internacional, cuyo centro era la Unión Soviética, y su representación regional, Cuba. La noción de "enemigo interno" que debían enfrentar los Estados latinoamericanos colocaba la subversión en cualquier persona, grupo o institución nacional que tuviera ideas opuestas a las de los gobiernos militares.

La reorganización del mapa político de América Latina durante las décadas de 1960-1980, sus efectos en el ámbito de la actividad y la subjetividad del militante se hicieron sentir a partir de la reformulación del Estado de bienestar y de una serie de reformas de corte neoliberal que legitimaron la ocupación de las instituciones estatales a través de golpes de Estado, el uso del terror como arma principal de dominación social. El papel protagónico que adquirieron las fuerzas armadas en la vida interna de cada país, el desmantelamiento de las organizaciones, los partidos y los movimientos identificados con la ideología marxista, el descabezamiento y aniquilamiento de los líderes, comandantes, secretarios generales y jefes revolucionarios, dio al traste con el neoliberalismo de Margaret Thatcher tras su ascenso al poder en 1979 y el conservadurismo de la administración Reagan en 1980.

Dadas las recientes asunciones presidenciales, el terreno ganado por la derecha neoliberal de corte fascista en este, su patio trasero, el retroceso de los proyectos políticos de corte progresista que en la actualidad se encuentran en el gobierno -cuyo ejercicio de poder siempre está en disputa-, las características de los actuales procesos políticos, sociales y económicos que tipifican el actual escenario en el continente, conviene recordar la necesidad de transformar esta mundializada sociedad de consumo. Un espacio cada vez más mercantilizado por el culto al dinero, facebookizado en las alianzas digitales, hegemónicas, antisubversivas, totalizantes y homogeneizador del pensamiento social, linkeador de sueños y expectativas.

En ese orden de cosas, la ofensiva lanzada por el imperialismo, en su afán expansionista y globalizador, sintetiza una de las grandes enseñanzas del Che Guevara: "De nada sirve el esfuerzo aislado, el esfuerzo individual, la pureza de ideales, el afán de sacrificar toda una vida al más noble de los ideales, si ese esfuerzo se hace solo, solitario en algún rincón de América, luchando contra los gobiernos adversos y las condiciones sociales que no permiten avanzar" (Guevara, 2013a, pp. 217). Los movimientos revolucionarios, los partidos políticos de izquierda, las organizaciones populares, los movimientos feministas, ecologistas, ambientalistas deben recordar que el carácter de la lucha es continental, que han de unirse en un esfuerzo único y colectivo. La sociedad en su conjunto ha de ser una gran escuela formadora de conciencia popular, subversiva, insurgente, revolucionaria, problematizadora, contrahegemónica, politizada y politizante. Ni el capital, ni el imperialismo descansan; su objetivo continúa siendo la dominación mundial a través del consenso, la violencia, la ideología y la represión.

El ejemplo militante y la filosofía de la praxis de Ernesto Che Guevara colocaron, al mal llamado "Tercer Mundo" y a su militancia auténticamente revolucionaria, en la encrucijada que toda conciencia obrera socialista en su lucha contra el capital debería tener frente a ese gran reto leninista que reclama lo que falta por hacer. La propia historia de vida y el legado revolucionario del Che forman parte de la resistencia internacional, continuidad de las luchas emancipadoras de nuestro continente. Sin embargo, no hay que olvidar su llamado a la solidaridad internacional, su apoyo incondicional a los procesos de liberación nacional, su crítica al inmovilismo. El Mensaje a los Pueblos del Mundo, la coherencia de sus acciones políticas e, incluso, su muerte en Bolivia, hacen de su estrategia revolucionaria el eslabón más alto de las luchas contra el capitalismo, siempre a favor del socialismo y del hombre nuevo.

En América Latina, "patio trasero" de los Estados Unidos, la actualización del neoliberalismo con otros rostros y matices, junto al encogimiento de algunas fuerzas políticas de izquierda y las visibles limitaciones de los gobiernos populistas, señalan la urgencia de construir organizaciones propias de la clase trabajadora que fundan en su seno una estrategia política contra el capital, expresión de la continuidad histórica de la lucha de clases y del pensamiento revolucionario. Al mismo tiempo, la resistencia organizada debe siempre proponer un proyecto hegemónico que incluya, dispute, pelee y, finalmente, integre la diversidad de posturas y posicionamientos comunes. Junto a ello, debe también promover y profundizar la formación teórica y política de sus miembros, trascender los marcos de las aulas universitarias, de las capas medias y de los referentes históricos exclusivos (Kohan, 2007). En ese marco, habría que considerar, tal vez, que el contexto actual impone la formación de cuadros políticos cuyo horizonte sea el proyecto socialista y su protagonista principal el hombre nuevo que va naciendo.

La historia de las revoluciones desde abajo y hacia la izquierda demuestra que una sublevación popular victoriosa permite derrotar a un gobierno derechista, pero el triunfo pleno de la revolución social implica, necesariamente, desplazar a las clases dominantes del poder e inaugurar una transformación histórica de la sociedad. Eso es el legado de la filosofía de la praxis y el marxismo en el Che Guevara: "la lucha de liberación contra un opresor externo, la miseria provocada por accidentes extraños, como la guerra, cuyas consecuencias hacen recaer las clases privilegiadas sobre los explotadores, los movimientos de liberación destinados a derrocar regímenes neocoloniales, son los factores habituales de desencadenamiento. La acción consciente hace el resto" (Guevara, 2003, pp. 37-38).

En estos cincuenta años de ausencia física -mas no espiritual- del Che Guevara, Tatu o Ramón, bien se hace necesario recuperar las experiencias históricas que elevaron a lo más alto su compromiso de lucha y su amor por la humanidad. Esto compele a todos. Las nuevas generaciones no pueden comenzar de cero. El trabajo político, popular, obrero y de masas precisa una práctica política que ejemplifique los principios revolucionarios así como el ejercicio de la crítica que realmente aporte a los proyectos emancipadores, y no la crítica burguesa, quien disfrazada de libertad de expresión o pensamiento libre confunde, oscurece y atrasa toda posibilidad de cambio real. Desde el marxismo se plantea una única salida, un único horizonte, un único destino. No es la "nada". Es, "¡O revolución socialista o caricatura de revolución!" (Guevara, 1967, p. 96).

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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RECIBIDO: 25/2/2016

ACEPTADO: 1/4/2016

 

 

 

Milena Hernández. Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: mileqba@gmail.com

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