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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.284 La Habana July.-Dec. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

 

Estados Unidos, el Black Power y el Tercer Mundo: un análisis de las implicaciones de la visita de Stokely Carmichael a Cuba, en agosto de 1967

 

 

United States, Black Power, and Third World: Analysis of the Implications of Stokely Carmichael's Visit to Cuba in August, 1967

 

 

 

Valeria L. Carbone

 

Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina.

 

 

 

 


 

RESUMEN

La visita de Stokely Carmichael a Cuba para el primer encuentro de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS), en 1967, tuvo una interesante repercusión en Latinoamérica y Estados Unidos. En un marco de quiebre total de las relaciones diplomáticas, políticas y económicas entre Washington y La Habana, en el contexto de la Guerra Fría, se produce este relevante encuentro político e ideológico. Se analiza la repercusión y las implicaciones de este viaje para la lucha de la comunidad afroestadounidense y la lucha antimperialista de los países latinoamericanos.

PALABRAS CLAVE: América Latina, anticolonialismo, antimperialismo, movimiento de derechos civiles, Organización Latinoamericana de Solidaridad.


ABSTRACT

Stokely Carmichael, a Black Power member, visited Cuba to attend The First Conference of the Latin American Organization of Solidarity (OLAS, according to its abbreviation in Spanish) in 1967. This politically and ideologically significant Conference was held after Washington broke economic, political, and diplomatic relations with Havana, and in the context of the Cold War. The visit had an effect on Latin America and the United States. Its implications for and repercussions on the African-American people's struggle, and anti-imperialist struggle in Latin American countries are analyzed.Keywords: Latin America, Anti-Colonialism, Anti-Imperialism, African American Civil Rights Movement, Black Power, Organization of Latin American Solidarity

KEYWORDS: Latin America, Anti-Colonialism, Anti-Imperialism, Civil Rights Movement, Latin American Organization of Solidarity.

 

 


 

Si Estados Unidos se mete con Cuba, los niños blancos la van a pelear solos. Y el resto de nosotros estaremos luchando, en casa, cualquier batalla entre Estados Unidos y Cuba
STOKELY CARMICHAEL (Carmichael citado por Reston, 1967a, p. 36)

Siguiendo en gran parte la línea expuesta por el ministro cubano Fidel Castro el pasado miércoles en la conmemoración del Movimiento de Liberación 26 de julio [...] los medios de comunicación en La Habana y en toda Cuba se han alineado con los negros en la lucha por los derechos civiles
JAMES NELSON GOODSEELL (Goodseell, 1967a, p. 2)

Estados Unidos a mediados de la década de 1960: el Movimiento por los Derechos Civiles, el Black Power y el nuevo liderazgo negro

Hacia mediados de la década de 1960, el Movimiento Afroestadounidense por los Derechos Civiles parecía haber alcanzado el cenit de un proceso histórico signado por décadas de militancia de la comunidad negra. La lucha y movilización para poner fin a la segregación racial y adquirir derechos cívico-políticos se habían intensificado en un marco de violencia y oposición a las estructuras de poder: sit-ins, freedom rides, boicots, piquetes, masivas campañas de empadronamiento, huelgas de inquilinos, arrestos masivos y marchas multitudinarias -cuyo epítome fue la multitudinaria Marcha sobre Washington por Trabajo y Libertad (1963)- que desafiaron al statu quo racial de una manera decisiva.

Ante la generalización y radicalización de un movimiento "no-violento" que contaba con creciente apoyo de la opinión pública y de los medios de comunicación, el Congreso se vio obligado a responder, por lo que sancionó las Leyes de Derechos Civiles de 1957, 1960 y 1964, las primeras desde finales del siglo XIX. Todas se prefiguraron como grandes promesas legales en relación a la integración escolar, los espacios públicos, los derechos electorales y la igualdad laboral. Sin embargo, en lo sucesivo, todas fueron ignoradas o pobremente puestas en práctica. Producto exclusivo de la militancia negra fue en 1965 que el Congreso aprobara una legislación más explícita y definitiva en relación a los derechos políticos de los negros: la Ley de Derecho al Voto.

Los años comprendidos entre 1954 y 1965 pasaron a representar la "época heroica" del movimiento por los derechos civiles, tanto en la memoria colectiva como en la erudición histórica. Sin embargo, tal caracterización eliminó del debate a organizaciones y figuras del periodo que fueron más allá de la lucha por los derechos civiles y que reclamaron radicales y estructurales transformaciones del sistema socioeconómico y político. En consonancia con esta tendencia, se culpó al fenómeno del Black Power (Poder Negro) de la crisis o (supuesto) "fin" de la no-violencia en pos de los derechos civiles, en lugar de ser visto como una alternativa (Peniel, 2006, p. 3).

Stokely Carmichael y el Black Power en los Estados Unidos

Si bien Stokely Carmichael no creó las condiciones para las transformaciones dentro del movimiento por los derechos civiles, ni es posible adjudicársele la creación de la acepción o noción del Black Power, sí sirvió de "carismático catalizador" para iniciar la fase de radicalización del movimiento (Stewart, 1997). Carmichael comenzó su militancia siendo aún estudiante de la escuela secundaria. Fue activista y líder de base (encabezó piquetes, sit-ins, marchas, freedom rides, campañas de empadronamiento electoral) y miembro activo del Congreso de la Igualdad Racial (CORE). Participó en la creación del primer partido político negro de Mississippi (el Lowndes County Freedom Organization) y, hasta mediados de 1967, fue, junto a Ella Baker, uno de los dirigentes más reconocidos del Student Non-Violent Coordinating Committee (SNCC), la organización de jóvenes militantes surgida del seno de la Southern Christian Leadership Conference (SCLC), organización de derechos civiles presidida desde 1957 por ministros de destacadas iglesias negras sureñas, entre ellos, el Reverendo Martin Luther King, Jr.

Haber militado bajo el liderazgo de King durante más de una década hizo evidente para Carmichael que la resistencia pasiva, la lucha por la integración y la búsqueda de conquistas a través del sistema político-institucional, solo podía resultar satisfactoria para unos pocos negros de clase media que contaban con otras herramientas y estaban en condiciones socioeconómicas para integrarse al sistema efectivamente. Por otro lado, para los negros pobres del sur rural y de los guetos urbanos la "integración" no solo era insuficiente, sino poco factible.

Carmichael y Charles Hamilton, ideólogos de una aggiornada noción de Poder Negro, definieron su verdadero significado en Black Power: The Politcs of Liberation in America (1967). Insistieron en que Black Power implicaba mucho más que autodefensa y resistencia armada, refería a la comunidad negra como colectivo "tomando cartas en el asunto -de y para las personas negras [...] Si fracasamos, nos enfrentamos a continuar siendo subyugados por una sociedad blanca que no tiene intención de renunciar voluntaria o fácilmente a su posición de privilegio y autoridad. [Pero] si tenemos éxito, ejerceremos el control sobre nuestras vidas política, económica y físicamente" (Carmichael y Hamilton, 1967, p. 7).

Era la lucha por una total autonomía política y económica para los negros, por el control de sus propias comunidades, organizaciones e instituciones, por lograr una mayor fortaleza también en lo social. Eso no significaba "meramente poner caras negras en cargos públicos. "Visibilidad negra" no es sinónimo de Poder Negro [...] El poder debe ser el de la comunidad y emanar de allí" (Carmichael y Hamilton, 1967, pp. 44, 46). En pocas palabras, Black Power implicaba autodeterminación negra y "negritud como identidad", "participación plena en el proceso de toma de decisiones que afecta la vida de los negros y el reconocimiento de sus virtudes como personas de raza negra" (Carmichael y Hamilton, 1967, p. 47).

El Black Power no apelaba a las políticas de "integración" como eran entendidas en los años 60 (en el sentido de cooptación y asimilación), como así tampoco a la idea de separatismo. Implicaba, en cambio, crear un sentido de orgullo, amor propio e identidad en los negros estadounidenses, que les permitiera aceptar su negritud como instrumento de la lucha por el poder y el debate político, económico y social. De esta manera, "de producirse la integración, [la sociedad] lidiará con personas que se encuentran psicológica y mentalmente saludables, con personas que tienen un sentido de su historia y de sí mismos como seres humanos completos" (Hamilton, 1968, p. SM22).

Dado que los negros estadounidenses eran objeto de colonialismo interno, en tanto máxima expresión del racismo institucional que histórica y sistemáticamente los había relegado a un lugar de subordinación, opresión, marginación e inferioridad, el Black Power se perfiló como un movimiento de liberación de características similares a los de los países del Tercer Mundo en el contexto de la lucha de los pueblos oprimidos contra el imperialismo y el colonialismo. Por ello, era absolutamente necesario establecer relaciones, conexiones y alianzas con ellos (Carmichael y Hamilton, 1967).

Pronto la idea del Black Power comenzó a ser vapuleada y distorsionada. Tanto desde dentro, como desde fuera del movimiento negro, se privilegió la caracterización de sectores conservadores que lo consideraron sinónimo de violencia, poder antiblanco, lucha antisistema, separatismo, racismo negro y clamores de supremacía negra. Fue en este marco en el que el máximo referente del Black Power emprendió una travesía militante a la prohibida cuna de la Revolución.

Las relaciones Washington-La Habana luego de la Revolución cubana

En el año 1959 la revolución liderada por Fidel Castro destronó al dictador pronorteamericano Fulgencio Batista. En un principio, el gobierno estadounidense observó con preocupado interés los asuntos de aquel país, de gran importancia por su situación geoestratégica y su relevancia económica. No solo tenía Estados Unidos desde 1903 en Cuba una base militar permanente ubicada en Guantánamo, sino que al momento de la Revolución, el valor de las inversiones estadounidenses en la Isla (en plantaciones de azúcar, minas, empresas de servicios públicos, finanzas y manufacturas) superaba el de los demás países latinoamericanos, además de recibir alrededor de dos tercios de las exportaciones de azúcar cubana y suministrar, aproximadamente, tres cuartas partes de sus importaciones (Domínguez, 1988, p. 184). Sirvan los siguientes datos para ilustrar esa información: en 1958 las inversiones totales estadounidenses ascendían a 1 001 millones de dólares, monto solamente superado en toda América Latina por Brasil (1 411 millones) y Venezuela (1 308 millones). Este volumen de inversiones, el mayor de Latinoamérica según la dimensión geoeconómica cubana, significaba el dominio del 42 % de la producción azucarera, el 47.2 % de las tierras dedicadas a este cultivo, el 90 % de los servicios eléctricos y telefónicos, el 50 % de los ferrocarriles y el 23 % de las industrias no azucareras. Otro de los rasgos característicos de esta dependencia era la alta concentración del comercio exterior dominado por Estados Unidos: el 72 % de las exportaciones y el 71 % de las importaciones se concentraban en aquel país (Carriazo, 1993, pp. 481-482).

Pero cuatro años después Cuba se había convertido no solo en una sociedad socialista orientada al modelo soviético, sino en un aliado diplomático, estratégico, comercial, económico y militar de la URSS, lo que provocó la ruptura definitiva de unas relaciones que habían comenzado a enfriarse tan pronto como Castro asumió el poder.(1) Estados Unidos aplicó tácticas de guerra económica y presión política: prohibió el comercio exterior con Cuba (exceptuando alimentos y medicamentos no subvencionados), declaró un embargo comercial (aún hoy vigente), favoreció la emigración en masa de cubanos y, en 1961, rompió -hasta diciembre de 2015- las relaciones diplomáticas con La Habana. Seguidamente, planificó ayuda secreta (reclutamiento, financiación, entrenamiento y proporción de apoyo logístico y armamentístico) a emigrados anticastristas para lo que se convertiría en la Invasión de Bahía de Cochinos (1961), llegando, incluso, a una alarma internacional y casi una guerra nuclear conocida como Crisis de los misiles en 1962. Cuba comenzó con su "exportación" de la revolución y Estados Unidos -en el marco de su política de contención global del comunismo- su doble estrategia complementaria de No a una segunda Cuba y la Alianza para el Progreso.

El gobierno de Lyndon Johnson (1963-1967) implementó políticas más agresivas hacia la isla caribeña: apeló al reforzamiento del embargo y al aislacionismo, al estrechamiento de lazos con aliados regionales a través de la Organización de Estados Americanos (OEA) que le permitiese implementar acciones hemisféricas y globales contra Cuba, y a operaciones encubiertas para derrocar a Castro desde el exterior (Dumbrell, 2004). Fue en este contexto que el gobierno cubano decidió organizar, entre el 31 de julio y el 8 de agosto de 1967, el primer encuentro de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS).(2) Al mismo, asistirían representantes de diversos movimientos revolucionarios, nacionalistas y antimperialistas de América Latina y otras partes del mundo (Vietnam y países de África) que compartían, en mayor o menor medida, las propuestas estratégicas de la Revolución cubana.(3)

La OLAS era una respuesta a las instancias de encuentro diplomático de las que Cuba era excluida en el marco de las relaciones interamericanas. Se prefiguró como la contra-cumbre de la OEA, que pronto celebraría un nuevo encuentro de Presidentes en Punta del Este, Uruguay (1967) y donde se buscaría profundizar tanto la integración de los países latinoamericanos con Estados Unidos (bajo la égida de propuestas como la Alianza para el Progreso primero y la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio -ALALC- después),(4) como el aislamiento de Cuba a nivel panamericano. La OLAS identificó claramente el enemigo a combatir -Estados Unidos- y se propuso defender "el derecho de los pueblos de oponerse a la violencia del imperialismo y responder con violencia revolucionaria. Es necesario unirse para coordinar y estimular la batalla de los pueblos explotados de América Latina" (OLAS, 1967).

La agenda preliminar, dada a conocer en febrero de 1967, proponía debatir temas tales como el estado de la lucha revolucionaria en Latinoamérica, las políticas y acciones imperialistas y colonialistas de Estados Unidos en la región, el rol de las oligarquías locales aliadas de Washington, el papel de la lucha armada y las distintas formas de lucha revolucionaria, y la importancia de lograr una solidaridad antimperialista regional e internacional (OLAS, 1967).

Con la participación de ochenta y cinco organizaciones, los aproximadamente 700 delegados, observadores e invitados participaron en actividades de discusión desarrolladas por distintos comités, los que marcaron la agenda y los temas principales (Granma, 1967a). En su primera declaración, la OLAS realizó un balance sobre las estrategias aplicadas hasta el momento y apostó por la lucha armada y la guerra de guerrillas como mecanismo fundamental para expandir la revolución. Otro aspecto en el que se hizo hincapié fue la política de solidaridad latinoamericana y tercermundista en la lucha contra el imperialismo y el colonialismo, y la necesidad de extender una "mano fraternal al propio pueblo de Estados Unidos", exhortándolo a combatir "la política represiva de los monopolios imperialistas". Especialmente, se apelaba a fortalecer vínculos con la comunidad negra estadounidense "que sufre a la vez la explotación de clase, miseria, desempleo, discriminación racial y negación de los más elementales derechos humanos, y constituye una importante fuerza a considerar en el contexto de la lucha revolucionaria" (OLAS, 1967). Bajo estas consideraciones, Carmichael fue invitado en representación de una comunidad negra que llevaba adelante su propia batalla en el corazón del poder imperial.

La retórica discursiva de Carmichael desde La Habana

Desde 1964, Estados Unidos se veía azotado por oleadas de disturbios y levantamientos protagonizados mayormente por personas negras, sobre todo, jóvenes y trabajadores desempleados. Más allá del detonante de turno, eran consecuencia de profundas y persistentes causas estructurales: abuso de poder de la comunidad blanca y falta de poder de la comunidad negra, represión policial, pobreza, desempleo, discriminación racial, racial pro?ling, exclusión política, y el constante y sistemático empeoramiento de las condiciones de vida, vivienda, salud y educación en los barrios más pobres, usualmente habitados por grupos étnicos como negros y latinos. A fines de julio de 1967 el epicentro de estos disturbios, los más violentos desde Watts (Los Ángeles, 1964), era la ciudad de Detroit.

En este contexto, Carmichael, un hombre que según el periódico Granma (1967a) representaba "lo mejor de la lucha del pueblo negro en Estados Unidos" (p. 2) y presentado por Fidel Castro como "uno de los más distinguidos líderes de los derechos civiles" (Reston, 1967), llegó a La Habana como delegado honorario.(5) Si bien formalmente no se encontraba representando a organización alguna, viajó acompañado de Julius Lester y George Ware, también miembros del SNCC. Carmichael fue recibido con honores, participó de todas las actividades e, incluso, tuvo una audiencia personal con Castro de tres días de duración, la que calificó como la experiencia "más educativa, más interesante y el mejor aprendizaje de mi vida pública" (United Press International -UPI-, 1967a, p. 15).

Los días que duró la OLAS estuvieron signados por infinidad de declaraciones de Carmichael, que plasmaron una fuerte y clara retórica destinada más a los oídos de la comunidad negra en Estados Unidos y al envío de mensajes al establishment norteamericano, que a entablar lazos de solidaridad, entendimiento y ayuda mutua con los representantes de otros movimientos de liberación presentes en la conferencia. Pero al mismo tiempo, esa seguidilla de declaraciones supo plasmar la ideología del Black Power en lo que a objetivos, tácticas y estrategias refería, de una manera en la que Carmichael no podría volver a poner sobre el tapete en ningún escenario ni espacio. El líder se dedicó a hablar de la importancia de la unión de los negros estadounidenses al movimiento de los restantes pueblos oprimidos del mundo en su lucha contra el enemigo común: el "capitalismo e imperialismo que nos oprime desde dentro y a ustedes los oprime desde afuera" (Granma, 1967b, p. 11) y se refirió a la lucha de los afroestadounidenses como una lucha en dos frentes: "contra el racismo y contra el capitalismo. [Porque] el racismo es consecuencia del capitalismo" (Goshko, 1967, p. A1).

Si los afroestadounidenses pretendían internacionalizar su lucha y seguir la política revolucionaria de crear "dos, tres, muchos Vietnam" (Guevara, 1967), debían primero admitir que "Detroit y New York también son Vietnam" (The New York Times, 1967d). Por esta misma razón, los negros no se levantarían en armas contra Vietnam, otro pueblo explotado y oprimido por la misma estructura de poder imperialista, sino contra la opresión en su propio país.

En una ocasión, interrogado sobre la posibilidad de efectivamente coordinar la lucha de los negros en Estados Unidos con las de los países del Tercer Mundo, Carmichael respondió: "nuestra presencia aquí [en Cuba] indica justamente eso [...] La lucha común de los pueblos en contra de Estados Unidos destruirá al monstruo" (Meluzo, 1967, p. 2). Sin embargo, su presencia en La Habana significaba más que ello. Implicaba el abierto apoyo a un gobierno y a una revolución condenada por la política exterior estadounidense. Carmichael no solo sostuvo que la comunidad negra en Estados Unidos tomaba a la Revolución cubana y a sus líderes como inspiración y modelos a seguir, sino que admitió que se encontraba en la Isla para aprender (The New York Times, 1967c, p. 22). Carmichael se refirió, más de una vez, a la necesidad de la adopción por parte de la comunidad negra de las tácticas propuestas por la Revolución cubana -la lucha armada (Méndez, 1970) y la guerra de guerrillas urbana (The New York Times, 1967a, p. 17; Los Angeles Times, 1967b, p. 10)- destacó que la revolución por la liberación ya se estaba llevando a cabo en territorio estadounidense y que debía concluirse "por cualquier medio que sea necesario" (Méndez, 1970). Y se atrevió a afirmar que una guerra de guerrilla ya se estaba llevando a cabo en suelo norteamericano: "En Newark aplicamos tácticas de guerra de guerrillas [...] Estamos preparando grupos de guerrilleros para nuestra defensa en las ciudades. El de estas rebeliones es un alto precio que hay que pagar. Esta lucha no será un simple enfrentamiento en las calles. Será una lucha a muerte" (The New York Times, 1967c, p. 22; Arkus, 1967, p. A8).(6)

La prensa estadounidense

En líneas generales, la prensa estadounidense no prestó gran atención a la OLAS, sino al rol que Carmichael tuvo en ella y a la razón ulterior de su presencia en la Isla. No informaron sobre el desarrollo de la conferencia tanto como se ocuparon de los pasos dados por Carmichael.(7) La prensa adoptó diferentes carices para informar sobre su estadía, actividades, reuniones y declaraciones. Al ser uno de los líderes afroestadounidenses más reconocidos del momento, y prácticamente en el auge de su popularidad, algunos periodistas apelaron al desprestigio de su figura, tratando de minimizar su protagonismo como referente de la comunidad negra. Así, mientras en Cuba era vitoreado y elogiado y su figura constantemente ensalzada (La Vanguardia, 1967a, p. 19), un periódico de renombre mundial como The New York Times lo descalificaba afirmando que el líder negro no hacía otra cosa más que "predicar un evangelio de odio y violencia" (The New York Times, 1967j, p. 6).

James Reston, periodista del reconocido diario The New York Times y cuyos reportes desde la Isla fueron republicados por incontables periódicos estadounidenses, afirmó en varios de sus artículos que Carmichael engañaba abiertamente a Castro y a los restantes revolucionarios comunistas sobre la condición y poder de los negros en Estados Unidos (Reston, 1967a, p. 36). En un intento por desacreditar el lugar que Carmichael ocupaba y lo que sucedía con la comunidad negra hacia 1967, Reston sostuvo que la política del Black Power: "no ha ganado apoyo popular entre los negros en Estados Unidos [...] [Carmichael] Se está pavoneando por La Habana como símbolo de los negros estadounidenses, la mayoría de los cuales han rechazado su liderazgo. Claramente [...] está operando por fuera de la estructura del movimiento de protesta afroestadounidense" (Reston, 1967a, p. 36).

Siguiendo esta misma línea, otros periódicos lo caracterizaron como un "líder extremista" (Goodseell, 1967b, p. 1), un militante que "se ha esforzado tal vez más que cualquier otro por alterar la armonía entre las razas" (Gadsden Times, 1967, p. 1). Esto contrastaba notablemente con la caracterización de periódicos afroestadounidenses que no dudaban en reconocer y destacar el rol de liderazgo de Carmichael en el movimiento negro de mediados de la década de 1960 (St. Petersburg Times, 1967, p. 9A).

La principal preocupación de Reston y de tantos otros periodistas, radicaba en la posibilidad de que Carmichael entablara vínculos y alianzas "con los comunistas revolucionarios radicales de Latinoamérica" (Reston, 1967a, p. 36). En otro de sus artículos, el periodista profundizó en esta preocupación y mencionó que incluso Castro reconoció, "con Carmichael parado a su lado", dichos vínculos "al tratar a los disturbios raciales en Estados Unidos como un frente en la guerra mundial por la liberación de los pueblos oprimidos".(8) Reston aseveró textualmente:

[Si bien] Castro no afirmó ni insinuó que la revolución de los negros en Estados Unidos esté dirigida o influenciada por los comunistas, vinculó las luchas en Detroit con la guerra en Vietnam y los levantamientos revolucionarios en Bolivia, Venezuela, Perú, Colombia y Guatemala, en tanto diferentes batallas en una lucha común contra el gobierno de Estados Unidos (Reston, 1967c, p. 23).

Con posteridad -para demostrar, además, la escasa comprensión que el periódico más popular tenía de la situación doméstica en su propio país-, el New York Times pareció considerar los disturbios urbanos en Estados Unidos -que hacía pocos días había calificado de incitados por el castrismo- como una "coincidencia que le ha caído como anillo al dedo al Primer Ministro Castro" y que ahora "es utilizada en términos revolucionarios" (The New York Times, 1967g, p. 36).

Lejos estuvo el New York Times de ser el único medio en enfocarse en la relación entre Carmichael y Castro, entre el movimiento negro estadounidense y la Revolución cubana, entre los disturbios urbanos y el comunismo. Si bien el mismo Castro afirmó que responsabilizarlo a él de los disturbios raciales en Estados Unidos era ridículo (UPI, 1967c, p. 14), muchos medios dedicaron páginas y páginas a hacer justamente eso.

The Washington Post, de la mano de los ultraconservadores Rowland Evans y Robert Novak, dedicó un extenso artículo a probar la alianza "de larga data" entre la SNCC y la Cuba de Castro. Según los periodistas, se remontaba al menos a 1964, era producto de la profunda "desilusión causada por Vietnam y el movimiento por los derechos civiles" y estuvo fomentada por el accionar de intelectuales "radicales" asociados con la Isla y la organización (Evans y Novak, 1967, p. A17). A pesar de admitir que no contaban con pruebas documentales que certificaran sus aseveraciones, especularon sobre el origen de los fondos económicos de la organización afroestadunidense y afirmaron contundentemente que "la tesorería de SNCC, vacía desde la desafección de sus contribuyentes liberales blancos, comenzó repentinamente a llenarse de nuevo. Muchos cercanos a SNCC creen que el dinero procedía de Cuba" (Evans y Novak, 1967, p. A17). Todo esto convertía a Carmichael y a SNCC, sin lugar a dudas, en el brazo armado de Castro en Estados Unidos.

Los Angeles Times, por su parte, publicó un artículo en el que, recurriendo a declaraciones de Castro, recalcó la idea de que los disturbios raciales en Estados Unidos eran el preludio de una revolución, y que en tanto potencial foco revolucionario, el líder cubano solicitaba todo el apoyo que pudiera otorgársele (Los Angeles Times, 1967d, p. 23). Esta idea de que el comunismo se encontraba detrás de los disturbios en Estados Unidos y que estaban incitados, conducidos y liderados por Carmichael y otros partidarios del Poder Negro, pero "subsidiados por algún país comunista" (La Vanguardia, 1967c, p. 21), fue aceptada y divulgada no solo por medios estadounidenses, sino por la prensa internacional.

Dado que para personajes como Paul Rogers (Representante Republicano por el Estado de Texas), no parecía haber dudas de que Carmichael era un instrumento del castrismo en Estados Unidos, no adoptar medidas punitorias contra él era como "dar carta blanca a la subversión cubana en Estados Unidos" (The Baltimore Afro-American, 1967, p. 1). La prensa estadounidense se dedicó a pedir sanciones, el retiro del pasaporte y la detención bajo cargos de traición y sedición para Carmichael (Los Angeles Times, 1967e, p. 8; Seelye 1967, p. 32; Ostrow, 1967, p. 1; The New York Times, 1967b, p. 42; Los Angeles Times, 1967c, p. D7;), "un profeta de la anarquía y la rebelión" (Gadsden Times, 1967, p. 1), quien con su viaje a Cuba había violado las leyes de embargo y de restricción de viajar a países con los que Estados Unidos había cortado relaciones diplomáticas.(9) Incluso, el congresista demócrata Joe Pool presentó una propuesta ante el Congreso para aprobar una enmienda constitucional que permitiera despojar a Carmichael de la ciudadanía (The New York Times, 1967e, p. 21), mientras que Leland Childs (senador del Congreso Estadual de Alabama) presentó una resolución en la que solicitaba prohibir su reingreso al país (Associated Press, 1967b, p. 3).

Mientras Carmichael dejaba el archipiélago antillano para continuar su travesía por distintos países, sus acompañantes fueron los primeros en padecer las ramificaciones de la aventura cubana. George W. Ware sufrió las peores consecuencias ya que su pasaporte fue revocado, se le acusó de sedición y, bajo esta causa, estuvo encarcelado sin posibilidad de pagar los 10 000 dólares de fianza. Además, afrontó la posibilidad (aunque fue luego exonerado) de pasar hasta 10 años en prisión (The New York Times, 1967i, p. 34).


Implicaciones y conexiones

Según Willard Edwards, en de The Chicago Tribune:

Carmichael hizo imposible para el Gobierno ignorar por más tiempo los peligros que Cuba representaba como base para la agresión y subversión comunista. Hizo un llamamiento para "internacionalizar la lucha", para realizar guerras como la de Vietnam en todo el hemisferio occidental. Carmichael evidenció que la OLAS es un intento de organizar, bajo dirección comunista, la revolución en las dos Américas (Edwards, 1967, p. 4).

Estas palabras de Edwards reflejaban las de un sinnúmero de políticos estadounidenses. Numerosos líderes hicieron hincapié en que el viaje de Carmichael era evidencia de la influencia de agentes externos, específicamente del comunismo, en los violentos disturbios urbanos y levantamientos que se venían sucediendo en Estados Unidos desde los veranos de 1963 y 1964. Armiestead Selden, representante demócrata de Alabama y presidente del House Subcommittee on Inter-American Affaires, exigió una investigación ante la "clara posibilidad de que ciudadanos estadounidenses formados por la guerrilla castrista, estén operando y aún operen para fomentar y explotar situaciones de disturbios en ciudades de Estados Unidos" (Gadsden Times, 1967).(10) Para Selden, las declaraciones y acciones de Carmichael en Cuba planteaban serias cuestiones relativas al verdadero alcance de la ayuda y asistencia de Castro a las rebeliones urbanas que azotaban a distintas ciudades estadounidenses.

A pesar de ello, la importancia de su viaje radicó en que, para muchos, simbolizó la incorporación de Estados Unidos, a través del activismo negro, en el proceso de lucha de los pueblos del Tercer Mundo: "el Poder Negro se conectó directamente con los movimientos de liberación de todo el mundo" (Ryan, 1967b, p. 16). Por ello, aún un año después el viaje de Carmichael a La Habana seguía siendo tema de debate y controversia. Incluso, a un mes del asesinato de Martin Luther King, Jr. (4 de abril de 1968) y de los violentos disturbios que se produjeron en todo el país como consecuencia, muchos medios compartían la opinión expresada por los periodistas Drew Pearson y Jack Anderson de que "Cuba azuzaba a Carmichael" (St. Petersburg Times, 1968, p 11A). Increíblemente, la culpa de los violentos disturbios producidos por la absoluta desazón e incredulidad de toda una comunidad por la muerte de uno de sus principales líderes la tenía Cuba.

Sin embargo, y como algunos medios finalmente concluyeron, más allá de ciertas simpatías ideológicas, lo cierto es que los disturbios urbanos no eran otra cosa que la expresión de los profundos problemas socioeconómicos y del racismo institucional del sistema norteamericano. Como expresó Walter Trohan en el Chicago Tribune:

Algunos [...] quieren responsabilizar los disturbios del verano en un liderazgo extranjero. Quieren culpar directa o indirectamente al comunismo y por lo tanto quitarle responsabilidad al gobierno de Johnson en un año electoral. Si bien los comunistas estadounidenses pueden estar aprovechándose de los disturbios, no han sido el motor de los mismos [...] Tampoco hay evidencia alguna de la intervención de Moscú o Pekín en los informes de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI). Algunos líderes del movimiento por los derechos civiles, como Stokely Carmichael, han visitado la Cuba comunista e incluso Rusia, pero no hay evidencia de que hayan recibido instrucción alguna para organizar revueltas (Trohan, 1968, p. 4).

Reflexiones finales

La visita a Cuba a mediados de 1967 del máximo exponente del Black Power en Estados Unidos tuvo implicaciones y repercusiones a diferentes niveles. En un contexto histórico dominado por la Guerra Fría, Carmichael se aventuró a la isla prohibida, quebrando tantos los parámetros de la diplomacia estadounidense como desafiando abiertamente su retórica de política exterior. Así, en un marco de total desencuentro político y diplomático entre Estados Unidos y Cuba, Carmichael se convirtió en un controvertido puente para la gestación de un peculiar espacio de encuentro político e ideológico, que expuso toda la profunda complejidad del momento histórico.

Por un lado, su visita a Cuba fue expresión del intento de establecer conexiones entre el movimiento afroestadounidense de los años sesenta y otros movimientos antimperialistas, nacionalistas y anticolonialistas del Tercer Mundo. Su presencia en la Isla puso de manifiesto las simpatías y referencias ideológicas entre un movimiento negro cada vez más radicalizado y el movimiento revolucionario cubano como modelo, pero también, el aval y respaldo que desde Cuba existía para la comunidad afroestadounidenses en la lucha por sus derechos. En el plano simbólico y retórico, implicó un principio de acercamiento (o al menos la intención) entre el movimiento revolucionario en América Latina y el movimiento negro en Estados Unidos. Para Castro, este "acercamiento revolucionario" era natural, ya que -como afirmó en su discurso de clausura de la OLAS- entre el "más maltratado y más oprimido de los sectores negros surgirá la vanguardia revolucionaria en el seno de Estados Unidos, justamente por ser los más maltratados, más explotados y más oprimidos" (Castro, 1967, p. 4).

Por otro lado, la visita del líder afroestadounidense exacerbó los peores temores de los sectores ultraconservadores. Como se manifestó incansablemente en la prensa norteamericana, reveló mucho más que el contacto y mutua admiración entre Carmichael y Castro. Era la más flagrante evidencia de la conexión entre el movimiento afroestadounidense y la Revolución cubana, de la influencia del comunismo en los disturbios raciales urbanos en Estados Unidos y de la infiltración de agentes comunistas adoctrinados por Castro en suelo estadounidense.

Todo ello dio paso a un endurecimiento de la diplomacia de las partes en conflicto y de la existencia de divergencias políticas e ideológicas al interior de cada una de ellas. La OLAS concluyó con profundas discrepancias en torno a la estrategia que los movimientos de liberación, nacionalistas y antimperialistas debían seguir. Hubo una explícita condena a la política de coexistencia pacífica de la URSS, de entablar negociaciones, intercambios y acuerdos con gobiernos latinoamericanos que se oponían al régimen cubano (Wheeler, 1967, p. 25; Castro, 1967, p. 2), y también a algunos "moderados" que se inclinaban por formas de lucha alternativas a la revolución armada, proponiendo en su lugar medidas de fuerza como protesta en las calles, manifestaciones y huelgas o la vía electoral (Associated Press, 1967a, p. 9; 1967c, p. 15). Según reportara The New York Times:

la política castrista de fomentar la guerra de guerrillas y revoluciones violentas en los países del hemisferio chocó con las órdenes de Rusia a los diferentes partidos comunistas tradicionales de buscar el poder a través de la política del Frente Popular [...] Castro impuso sus ideas heterodoxas en la mayoría de las delegaciones de 27 países de América Latina (The New York Times, 1967f, p. 36).

Con ello, la OLAS quedó internamente fragmentada. Los partidos comunistas de Venezuela y Colombia demandaron la realización de una nueva Conferencia para debatir sobre la política propuesta por Cuba para la región (Ryan, 1967a, p. 11). La respuesta a dicha demanda fue la presentación por parte de Cuba y otros países opositores a la propuesta de una moción para condenar a ambos países por traición (UPI, 1967b, p. 12).

Cuando la OLAS finalizó, Carmichael siguió su camino. En una travesía de cinco meses, llevó su militante retórica a Vietnam del Norte, Argelia, Egipto, Siria, Escandinavia, Dinamarca, Tanzania y Guinea. Sin embargo, ninguno de estos destinos, ni las declaraciones o discursos allí realizados, tuvo tanto impacto como sus disertaciones y actividades en la isla del Caribe. Ni siquiera los realizados en Vietnam, en el contexto de la larga y sangrienta guerra desarrollada por Washington desde hacía más de una década en ese país.

Cuando regresó finalmente a Estados Unidos, tuvo que afrontar las consecuencias. Tan pronto como pisó el territorio le quitaron su pasaporte. El Departamento de Estado solicitó al Congreso imponer sanciones de un año de prisión y una multa de 1 000 dólares por viajar a países prohibidos (como Cuba y Vietnam del Norte), mientras que, al mismo tiempo, dos miembros del Congreso también solicitaron su detención por violar distintas leyes (Associated Press, 1967d, p. 1). Incluso la junta ejecutiva de SNCC decidió tomar medidas, votando una resolución condenatoria de los dichos y acciones de su expresidente en el extranjero.

A pesar de lo que parecía un revés, el viaje de Carmichael tuvo un fuerte impacto tanto a nivel doméstico como en lo referente a la política exterior de Estados Unidos. Impulsó el debate no solo sobre los derechos de ciudadanos estadounidenses de viajar a países con los que el gobierno había cortado relaciones diplomáticas, sino sobre la posible influencia del comunismo en los movimientos sociales y políticos del periodo, que derivaría en una masiva campaña de vigilancia y violenta represión para exorcizar a los movimientos de protesta del germen comunista.


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RECIBIDO: 3/3/2016

ACEPTADO: 2/5/2016

 

 

Valeria L. Carbone. Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, Argentina. Correo electrónico: vcarbone.sit.ides@gmail.com

NOTAS ACLARATORIAS

1. Sobre el deterioro de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos en los primeros años de la revolución puede consultarse Carbone (2009).

2. La propuesta de creación de la OLAS sucedió luego de la Primera Conferencia Tricontinental de Solidaridad Revolucionaria (1966), la que había convocado a más de 500 delegados de 27 organizaciones revolucionarias, antimperialistas y de movimientos de liberación nacional de Asia, África y América Latina (OLAS, 1967).

3. Los países representados en la reunión fundacional fueron Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Guatemala, Guayana, México, Perú, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay y Venezuela (ABC, 1967, p. 28). Otros países participantes fueron Bolivia, Chile, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guadalupe, Haití, Honduras, Jamaica, Martinica, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Trinidad y Tobago, Surinam (Tellería, 1967, p. 4).

4. La ALALC fue una propuesta de integración económica latinoamericana promulgada por Argentina, Brasil y México, a instancias de los Estados Unidos, vigente entre 1960 y 1980.

5. En esta instancia, resulta importante destacar que Carmichael no era el primer afroestadounidense en viajar a la Cuba después de 1959. La Revolución cubana supo tener, desde sus orígenes, una relevancia central y consecuencias para el devenir del movimiento negro en los Estados Unidos, de la misma manera que Cuba se convertiría en un repositorio de apoyo afroestadounidense para el Tercer Mundo durante la era de los derechos civiles. Poco antes de la implementación del embargo y del fin de las relaciones diplomáticas entre ambos países, muchos intelectuales, entre ellos numerosos.

6. Newark era un gueto del estado de New York donde tuvo lugar un importante y violento levantamiento en julio de 1967 que terminó con 26 muertos y 1 500 heridos.

7. La única excepción encontrada fue un artículo de Tom Reston para The Harvard Crimson, en el que detalla los principales debates y cómo transcurrió la conferencia en La Habana (Reston, 1967).

8. Dos días después, el periódico volvió a mencionar la relación que Castro habría establecido entre la Cuba revolucionaria, la guerra de Vietnam y los disturbios en Estados Unidos: "as parts of a common struggle against the US government" (Matthews, 1967, p. 135).

9. Otros cargos que le imputaron fueron: "seditious conspiracy, for making threats against the President, for rebellion or insurrection and for advocating overthrow of the government" (Warde, 1967, p. 10).

10. Otros periódicos se hicieron eco de esta idea al afirmar que mientras su líder se encontraba en Cuba, los seguidores de Carmichael, "are engaged in revolution in Detroit and other large cities" (The Deseret News, 1967, p. A10). "To Carmichael this was a glorious call to American negroes to coordinate their revolution in the north with the efforts of armed guerrillas in the south" (Edwards, 1967, p. 4).

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