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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.284 La Habana July.-Dec. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

El sistema de partidos en la Venezuela actual. ¿Ruptura o continuidad del modelo tradicional?

 

 

Party System in Today's Venezuela. Breaking with or Maintaining the Traditional Model?

 

 

 

José René Valdés Díaz

 

Departamento de Filosofía y Teoría Política para las Ciencias Sociales y Económicas, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba.

 

 

 

 


 

RESUMEN

En el presente artículo se realiza un análisis teórico general de los sistemas de partidos, sus tipologías según el número de partidos relevantes, la distancia ideológica entre ellos, su nivel de institucionalización, su sinergia en relación con los restantes actores del sistema político y la posible transformación de un determinado sistema de partidos en otro. Sobre la base de esos presupuestos, se exploran los antecedentes históricos del actual sistema de partidos en Venezuela y se destaca el papel que debe corresponder al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), como partido que sustenta ideológicamente las propuestas de la Revolución Bolivariana. Asimismo, se examina también la actitud de la oposición desde la llegada al poder de Hugo Chávez hasta la actualidad, haciendo énfasis en la etapa posterior a su fallecimiento. Se analiza cómo se ha comportado el sistema de partidos venezolano con apoyo en los resultados de las últimas contiendas electorales. Se destaca que, luego de los resultados de las elecciones parlamentarias de 2015, se han presentado fuertes contiendas entre izquierda y derecha, entre los poderes ejecutivo y legislativo.

PALABRAS CLAVE: democracia, elecciones, hegemonía, partidos, sistemas de partidos.


ABSTRACT

In this paper, party systems, their types according to the number of relevant parties, ideological distance between these, degree of party institutionalization, synergy between parties and other actors in political system, and possible transformation of a given party system into another are theoretically examined. On the basis of these assumptions, historical background to the current party system in Venezuela is looked at, and the role supposedly played by the United Socialist Party of Venezuela (Spanish: Partido Socialista Unido de Venezuela, PSUV) which ideologically supports the Bolivarian Revolution is stressed. Attitude adopted by the opposition after Hugo Chávez won the Venezuelan presidential election for the first time in 1999 and until the present day is examined as well, with emphasis being put on the time after his death. The evolution of the Venezuelan party system is analyzed, on the basis of the latest election results. It is also stressed that, after Parliamentary elections held in Venezuela on 6 December 2015, the Right and Left and executive and legislative branches have clashed repeatedly and strongly.

KEYWORDS: Democracy, Elections, Hegemony, Political Parties.

 

 


 

Introducción

El estudio de los sistemas de partidos constituye un reto apasionante, tanto para filósofos como para historiadores y sociólogos, toda vez que ha sido materia poco abordada en su integralidad. Aunque en todo análisis sobre el sistema político en su conjunto o sobre sistemas electorales en particular siempre afloran, de uno u otro modo, el tema de los partidos políticos y su ordenación, los elementos que caracterizan su estructura, cantidad de partidos, las relaciones entre sí, tanto respecto a la magnitud de ellos como a sus fuerzas relacionales y sus ubicaciones respectivas, ideológicas y estratégicas, como elementos para determinar las formas de interacción y las relaciones con el medio circundante, con la base social y el sistema político. El análisis de los sistemas de partidos se concentra principalmente en tres ámbitos: génesis, estructura y función o capacidad funcional.

La tipología de los sistemas de partidos, predominante hasta mediados del pasado siglo en el mundo occidental, estaba basada esencialmente en el aspecto numérico, distinguiendo entre los sistemas multipartidistas, bipartidistas y monopartidistas, con cierto rechazo a este último y con énfasis en el rol del sistema electoral en la constitución del formato partidista. Como principal exponente de esta corriente de análisis se alza Duverger (1957), cuya obra se convierte en referente para cualquier estudio de este tema. Sartori (1992), más adelante, combinó la tipología numérica con criterios de competición e interacción entre los partidos políticos, tomando en cuenta también el aspecto dinámico y la posible transformación de un determinado sistema de partido en otro. En la actualidad, su tipología es la más utilizada. Se ha recogido, sobre todo, por su distinción entre un pluralismo moderado (con competencia centrípeta) y un multipartidismo extremo y polarizado (con competencia centrífuga). Si por un lado la teoría de Sartori es una revisión crítica de Duverger, por otro, trata de renovar y vigorizar su teoría, en el supuesto que los sistemas electorales son los elementos de mayor relieve para estructurar y transformar los sistemas de partidos.

A finales del propio siglo XX, además de las dos dimensiones de los sistemas de partidos señaladas como fundamentales por Sartori, se añade otra considerada de gran importancia para entender el posible efecto del sistema de partidos sobre el sistema político y la estabilidad democrática en los países subdesarrollados, particularmente en América Latina: el nivel de institucionalización. En esta, a su vez, se plantean como influyentes cuatro aspectos esenciales: estabilidad electoral, grado de compenetración social, legitimidad de los partidos y nivel de solidez organizativa.

Fuera del ámbito de análisis del mundo occidental, son destacados los aportes realizados por la teoría marxista leninista al estudio de los partidos. Carlos Marx recalcó la necesidad de que la clase obrera se organizara políticamente y se transformara en un partido político para alcanzar el poder. Engels, por su parte, enfatizó que los partidos políticos son el resultado de la lucha de clases y, a su vez, son las expresiones más o menos adecuadas a las clases y fracciones de clases (Marx y Engels, 1980). "Lenin (1960) elaboró la teoría del partido que fundamenta su necesidad en la construcción del socialismo y en su desarrollo, principalmente, en sus obras ¿Qué hacer? y Un paso adelante y dos pasos atrás. Gramsci (1962), en De Maquiavelo a Lenin, realizó un análisis amplio sobre los partidos, como medios de lucha política, expresión de la voluntad de acción e iniciativa de una clase, como una derivación orgánica de sus necesidades económicas o, mejor aún, como expresión eficiente de la economía" (Salinas, 2006, p. 2). Como puede apreciarse, es común en todas las consideraciones anteriores la visión clasista de los partidos políticos, eje cardinal para entender sus tipos y fines.

En Venezuela, los partidos de notables del siglo XIX, que giraron en torno a las clásicas tesis liberarles y conservadoras, se desvanecieron durante la larga dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935). Luego de su muerte, se inicia un proceso de apertura política en el que tienen sus antecedentes los partidos que dominaron el panorama institucional venezolano hasta época reciente. El devenir de esos partidos, y su actuación en la palestra política venezolana, ha estado también interrumpido en algunos periodos por otras etapas dictatoriales, civiles o militares. En general, la vida y desempeño del sistema de partidos como engranaje fundamental para el funcionamiento de la democracia, ha sido valorada como especialmente conflictiva en los últimos años, correspondiente con la etapa de la Revolución Bolivariana liderada por Hugo Chávez.

Según algunos analistas de la situación política venezolana (Azcargorta, 2001), con la aprobación de la Constitución del año 1999, que acabó con el financiamiento público que antiguamente había sostenido el sistema de partidos, se profundizó la crisis institucional que desde la década de los noventa venían padeciendo severamente los partidos venezolanos, se aprecia la constante aparición y desaparición de partidos políticos, así como la dependencia de los liderazgos individuales y personalistas, factores que se suman para contribuir a generar en el país un sistema de partidos multipartidista inestable y desinstitucionalizado. Esto propicia la tendencia hacia la hegemonía del partido que se encuentra en el poder y al resquebrajamiento de la democracia, pues el sistema de partido hegemónico denota, como una de sus particularidades fundamentales, una posición intermedia entre la situación no competitiva extrema representada por el sistema de partido único y el contexto de plena competencia electoral democrática.

Efectivamente está cambiando el colorario habitual del sistema de partidos en Venezuela, con el surgimiento de un partido que, sin abandonar la tradición electoral, responde ahora a los verdaderos intereses del pueblo. Son válidas, prima facie, las opiniones que advierten el paso a un sistema de partido hegemónico, e identifican al PSUV como tal, aunque no faltan los que consideran que tal paso atenta contra la democracia. En todo caso, atentaría contra la clásica democracia representativa, que ha demostrado su incapacidad de representar realmente intereses sociales de carácter popular, que contribuye a erigir la verdadera democracia: la participativa. Esta conduce a la realización de un nuevo proyecto social donde, cada vez más, la población ha ido ganando herramientas para controlar, cambiar o reestructurar los poderes que antes estuvieron lejos de sus manos.

El sistema de partidos en Venezuela. Orígenes y evolución

El origen de los partidos políticos venezolanos puede localizarse en los movimientos políticos, especialmente conservadores y liberales, que se desarrollan en ese país, al igual que en casi toda América Latina desde el siglo XIX, respondiendo a las divisiones sociales características de la etapa posterior a las luchas por la independencia y al proceso de construcción nacional. Sin embargo, los partidos de notables decimonónicos fueron prácticamente sepultados por la dictadura de Juan Vicente Gómez, sin que llegaran a ser partidos electorales, pues no hubo nunca en esa etapa verdaderas elecciones, por lo que funcionaron más bien como coalición de caudillos regionales.(1)

Al fallecer el dictador, asumió el poder Eleazar López Contreras, quien creó las condiciones para la celebración de elecciones en 1941, en las que obtiene el poder Isaías Medina Angarita. Se inicia así una apertura política en el país que da lugar a la aparición de Acción Democrática (AD), partido socialdemócrata fundado en ese propio año, que tiene sus antecedentes en el Partido Democrático Nacional nacido clandestinamente en la década anterior, y del partido demócrata cristiano, Comité de Organización Política Electoral Independiente, conocido por sus siglas COPEI, fundado cinco años más tarde, en 1946. El partido AD, se extiende desde sus orígenes a todo el territorio nacional y era considerado como un partido laborista y vinculado al Estado, mientras que COPEI era de origen estudiantil, se identificaba con los intereses del capital y la Iglesia (Molina y Álvarez, 2004).

En ese periodo existían también otras dos fuerzas políticas importantes. Una era el Partido Comunista de Venezuela (PCV), con acta fundacional del 5 de marzo de 1931, de orientación marxista-leninista e identificado con los intereses de la clase proletaria, que tiene sus antecedentes en el Partido Revolucionario Venezolano, originado en México en 1927 por un grupo de exiliados venezolanos. El otro partido era Unión Republicana Democrática (URD), básicamente personalista, con algunos rasgos programáticos de izquierda, que luego devino simplemente en partido electoralista.

El golpe de Estado de octubre de 1945, perpetrado por AD y un sector joven de la oficialidad del ejército, advino en medio de una expansión monetaria, que a su vez había propiciado una relativa armonía social por obra del poder adquisitivo del ingreso. Con este hecho se abren las puertas a las primeras elecciones del periodo democrático venezolano, en las que dominó totalmente el partido AD, con más del 70 % de los votos en las tres elecciones que se realizaron entre 1946 y 1948 para la Asamblea Constituyente, presidenciales, parlamentarias y municipales (Molina y Álvarez, 2004).

Dados esos resultados, algunos autores han caracterizado esta etapa del sistema de partidos venezolano como de partido predominante (Molina y Álvarez, 2004), siguiendo la clasificación de Sartori. Opinión totalmente desacertada, pues debe tenerse en cuenta que el sistema de partido predominante que señala ese autor se manifiesta como una subclasificación del sistema de partido único, en el sentido de considerarlo como una configuración del poder político en la que un partido gobierna solo, sin estar sujeto a la alternación, siempre que continúe obteniendo una mayoría absoluta en las elecciones (Sartori, 1992, p. 161). Sin embargo, el análisis de elecciones sucesivas de un mismo orden revela que lo abordado por el teórico no es congruente con lo ocurrido en Venezuela durante el periodo señalado, donde las sucesivas elecciones no se encaminaban a elegir representantes para una misma nomenclatura de poder, ni se trató de una posición predominante extendida en el tiempo, ni AD gobernó solo en esa etapa, pues otros tres partidos tuvieron presencia parlamentaria: COPEI, URD y el PCV, si bien el peso de la confrontación la llevaron AD y COPEI.

En esta etapa el sistema de partidos venezolano puede identificarse con un pluralismo moderado o limitado, en consonancia con Sartori, que caracteriza este sistema, dentro del multipartidismo, como aquel en que existen alrededor de cinco partidos, sin gran distancia ideológica entre ellos, orientados hacia el gobierno, disponibles para alianzas gubernamentales, en competencia centrípeta (Sartori, 1992, pp. 224-225).

El grado de institucionalización del sistema era aún débil, los partidos que lo integraban eran de poca experiencia y aún no se habían consolidado los apoyos electorales, debilidades aprovechadas por los adversarios del sistema establecido, especialmente las Fuerzas Armadas y la derecha católica, para perpetrar otro golpe de Estado, ocurrido en 1948, y que derrocó al escritor Rómulo Gallegos, gobernante electo desde 1947. Su posición fue ocupada por Carlos Delgado Chalbaud, asesinado poco después, asumiendo la presidencia Marcos Pérez Jiménez, hasta 1958. La interrupción de la evolución política por parte de la mencionada dictadura, unida a la movilización rural hacia las ciudades que se produce en esa etapa, disolvió muchas de las redes sociales que se forjaron en los años cuarenta e impidió la institucionalización de los partidos existentes.

En enero de 1958 es derrocada la dictadura de Pérez Jiménez por un amplio movimiento popular, que contó con el apoyo de los cuatro partidos políticos y los demás factores fundamentales de la vida nacional venezolana, a saber: sindicatos, empresarios, la Iglesia y la mayoría de los oficiales de las Fuerzas Armadas. Se estableció, entonces, la llamada Junta Patriótica, encabezada por el contralmirante Wolfang Larrazábal, restableciéndose las libertades civiles y políticas y convocando a nuevas elecciones generales.

La coalición de fuerzas sociales que había derrocado la dictadura era extraordinariamente heterogénea, por lo que las contradicciones se exacerbaron rápidamente. Sin embargo, el trauma que había provocado el gobierno de Pérez Jiménez al frustrar el primer intento de democracia competitiva y de partidos, llevó a intentar privilegiar el consenso por encima del conflicto, tratando de conseguir durante casi todo el año 1958 un candidato único para evitar que abortara nuevamente esa segunda transición hacia la democracia. Frente a la ausencia nunca resuelta de tal candidato, apenas un mes antes de las elecciones de ese año, el 31 de octubre de 1958, se firma el Pacto de Punto Fijo, así como un programa mínimo de gobierno. Por este pacto, los partidos AD, COPEI y URD se comprometieron a competir dentro de las reglas del juego democrático, a entrar en un gobierno de coalición, cualquiera que fuera el resultado electoral, y a gestionar la administración pública con base en el programa acordado. En el Pacto no participó el PCV, si bien sus representantes después firmaron la Constitución de 1961.(2)

Desde las elecciones de 1958 hasta 1973, el sistema de partidos continuó débilmente institucionalizado y presentaba una alta inestabilidad electoral. Surgieron y desaparecieron rápidamente organizaciones políticas nuevas y existía una tendencia a restablecerse como principal eje de confrontación política el enfrentamiento entre AD y COPEI, que se producía desde la década del cuarenta. El número de partidos relevantes, tomando en cuenta la participación en las elecciones, se mantuvo dentro del multipartidismo limitado.

Es de notar que los años sesenta estuvieron signados por el quehacer de importantes fuerzas políticas que se opusieron al sistema, surgieron las guerrillas y se fraccionaron partidos políticos, que finalmente abandonan el camino institucional y devienen en verdaderos movimientos revolucionarios. Una de esas organizaciones fue el PCV. La otra fue el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), fundado en 1960 por antiguos militantes del ala izquierda de AD que se separan de ese partido. Por ello, aunque existe una moderada distancia ideológica entre los partidos que compiten electoralmente, hay una fuerte oposición al sistema a través de las fuerzas no institucionalizadas, situación que persiste hasta el primer gobierno de Rafael Caldera (1969- 1974), periodo en que los partidos que habían emprendido la lucha armada se reincorporan a la vida institucional como fuerzas minoritarias. Así, ya en las elecciones de 1968 participa el PCV, bajo el nombre de Unión Para avanzar y en las posteriores elecciones con su propio nombre. En 1970 se divide dando origen al Movimiento al Socialismo (MAS), que se convertiría en la tercera fuerza política del país, generando un sistema de dos partidos y medio, aunque sus resultados electorales no sobrepasaban el 10 %.

Durante las elecciones de 1973, 1978, 1983 y 1988, se afianza el sistema bipartidista y la tendencia a la institucionalización, dominando el panorama político AD y COPEI. No obstante, se trata de un bipartidismo atenuado, pues si bien solo esos dos partidos representan opciones de triunfo en las elecciones presidenciales, el MAS se mueve entre el 5 y el 10 % de las elecciones parlamentarias. Salvo esa última fuerza política, no hay gran distancia ideológica entre los contendientes, ubicados en la posición de centro-derecha. La volatilidad electoral es reducida, pues AD y COPEI logran establecer una sólida red de lealtades partidistas que domina la vida social, dando lugar a lo que se conoció como partidocracia o partiarquía (Molina y Álvarez, 2004).

En la década de los ochenta se produce una crisis económica, cuya base estuvo en la aguda reducción del ingreso petrolero, la incapacidad de los gobiernos para atenuar sus efectos sobre la población, la insatisfacción creciente de las masas, la corrupción y el clientelismo se refleja en una pérdida de legitimidad de los partidos tradicionales, que fueron debilitando los habituales vínculos con sus bases (Roberts, 2001, p. 184). Lo anterior se transforma en una crisis abierta del sistema de partidos, que tiene su primera expresión electoral en los comicios de 1993.
El sistema de partidos venezolano, basado en el bipartidismo atenuado, nacido y afianzado a partir del Pacto de Punto Fijo, era considerado aún después de las turbulencias políticas de finales de los ochenta y principios de los noventa, como un sistema institucionalizado, según los estudios de Mainwaring (1999, p. 12). Sin embargo, la institucionalización de los partidos no es un proceso lineal, ni irreversible.

La crisis del sistema de partidos en Venezuela se basó, esencialmente, en dos variables fundamentales. Una de ellas relativa a la institucionalización de los partidos que controlaban de modo tan absoluto las campañas electorales, los procesos legislativos y las organizaciones civiles, que desestabilizaron la democracia y generaron desilusión al bloquear los canales informales que hubieran podido servir de cause a las demandas sociales. Al combinarse ello con el presidencialismo como régimen de gobierno, la partidocracia minó la flexibilidad y la rendición de cuentas propias de la democracia y estimuló el faccionalismo político dentro de los partidos. Los partidos dominantes entraron en un statu quo congelado, rígido, que no permitía adaptación a un contexto signado por el cambio económico y social (Roberts, 2001, p. 187).

La segunda variable analizada frecuentemente es el impacto económico y político del petróleo. El ingreso petrolero generó un Estado altamente intervencionista, ineficiente, con una economía de desempeño errático y un sistema de partidos significativamente clientelista.

El deterioro económico se transformó en abierta crisis política durante el periodo 1989-1994. Revueltas populares ante el ajuste macro económico acordado en 1989 con el Fondo Monetario Internacional, dos intentos de golpe de Estado en 1992, uno de ellos protagonizado por Hugo Chávez Frías, la destitución del Presidente de la República en 1993, acusado de corrupción, la aparición de altos niveles de abstencionismo y un creciente descontento frente a los partidos tradicionales de gobierno, son algunos ejemplos (Quintero, 2002).

Las elecciones de 1993 dieron al traste con el sistema de bipartidismo atenuado, no polarizado e institucionalizado que existía. Generaron un nuevo sistema multipartidista, de pluralismo polarizado y desinstitucionalizado. En esas elecciones, AD y COPEI, que habían alcanzado un 74 % en las parlamentarias anteriores (1988), alcanzaron apenas un 46 % de los votos. El espacio perdido por esos partidos lo ocuparon nuevos partidos de centro-derecha, como Convergencia, Causa Radical y el MAS, que mantuvieron su posición electoral con un 11 % (Molina y Álvarez, 2004, p. 21).

En los comicios del año 1998 participaron un total de 31 organizaciones políticas, número que contrasta con los 16 partidos políticos en las elecciones del año 2000. Después de la aprobación de la Constitución de 1999 y de la elección de nuevas autoridades al año siguiente, el número de partidos aumentó de manera significativa. En las elecciones presidenciales del año 2006 se registraron un total de 77 partidos políticos, de los cuales, 24 apoyaron la candidatura del presidente Chávez y 43 la del aspirante Manuel Rosales. Naturalmente, no todas las organizaciones que participaron en estos comicios tuvieron un peso electoral significativo, sin embargo, esta evidencia empírica apunta a sostener la idea de la existencia de un sistema de partidos excesivamente volátil y fragmentado (Azcargorta, 2001).

A partir de la toma del poder político por Hugo Rafael Chávez Frías, en 1998, en coalición para gobernar, en esta primera etapa, con los partidos MVR, Patria para todos, PCV, MAS, Podemos y Causa Radical, apoyado también, aunque en menor medida, por los movimientos sociales del país, comenzó un proceso de cambios revolucionarios con orientación hacia una transición socialista.

La polarización izquierda-derecha, sin gran importancia hasta esa década por haberse concentrado la tendencia de los partidos relevantes hacia la posición de centro-derecha, adquiere gran connotación a partir de 1993 y, especialmente, desde las elecciones de 1998. En el sistema de partidos actual, dentro del multipartidismo existente, pueden distinguirse dos bloques de fuerzas políticas, una a la derecha y otra a la izquierda. Sus componentes han variado de peso y hasta de siglas de una elección a otra, pero hay estabilidad en ambos sectores o bloques ideológicos, lo cual es un cambio significativo respecto al anterior bipartidismo "puntofijista". La constante aparición y desaparición de partidos políticos, así como la dependencia de los liderazgos individuales y personalistas, se sumaron para contribuir a generar en el país un sistema de partidos multipartidista inestable y desinstitucionalizado.

La aparición del PSUV y su papel en el modelo partidista venezolano actual

En ese contexto, surge el intento unificador desde las filas del gobierno nacional, de la creación del PSUV. Su propósito fue integrar a todos los partidos y organizaciones favorables al movimiento político impulsado por el presidente Hugo Chávez. Varios partidos revolucionarios, autodenominados así por su respaldo a la Revolución Bolivariana, dieron desde el comienzo total apoyo a la creación del Partido Socialista Unido, tales como el MVR, Unidad Popular Venezolana (UPV), el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), Liga Socialista, Movimiento por la Democracia Directa, Frente Cívico-Militar Bolivariano, Movimiento Tupamaro de Venezuela, el partido Unión y el Movimiento Independiente Ganamos Todos, entre los más significativos. Algunos partidos de izquierda como el PCV, Podemos y Patria Para Todos, apoyaron la línea programática e ideológica del PSUV, pero continuaron su quehacer independiente.

La creación de este partido para unir a la izquierda venezolana fue conocida inicialmente como propuesta de partido único, pero posteriormente se aclaró que el propósito no era crear un partido unitario sino unido, para así intentar no generar confusiones con los sistemas monopartidistas. Chávez reiteró su llamado a la unidad, puntualizando que los partidos políticos debían ser instrumentos para construir la Revolución Bolivariana y socialista, y no el fin para pretender adquirir y dividir el poder, mal empleándolo para sus propios intereses.

Voces opositoras han planteado que en los últimos años, especialmente con la creación del PUSV, el sistema de partidos en Venezuela pudiera estar evolucionando de un sistema múltiple de partidos hacia un nuevo tipo de estructura sistémica caracterizada por la preponderancia de una fuerza política que monopoliza el poder, pero que al mismo tiempo permite la existencia de otras fuerzas partidistas periféricas, para mantener un simulacro de pluralidad (Azcargorta, 2001). Esta línea de pensamiento intenta valorar negativamente la actuación del PSUV, sin entender de forma acertada que esa posible hegemonía es el resultado de una democracia de nuevo tipo, participativa, que toma en cuenta la verdadera identificación popular con el partido.

En cualquier caso, es innegable que la aparición del PSUV, con su tendencia unificadora de los partidos y movimientos que apoyan el proceso de tránsito hacia el socialismo propugnado por Chávez, incidió en el sistema de partidos. En primer lugar, porque redujo considerablemente el número de partidos y, en tal sentido, el sistema pierde su tendencia a la atomización para retornar al multipartidismo moderado. La distancia ideológica, no obstante, se polariza, pues el PSUV radicaliza la posición de la izquierda, mientras que el bloque opositor tiende cada vez más a las posiciones de derecha, antichavistas y proimperialistas.

El PSUV, ¿hacia un sistema de partido hegemónico?

La primera prueba eleccionaria que debió atravesar el PSUV llegó incluso antes de que fuera legalizado. Para la realización del referéndum constitucional de Venezuela de 2007, los aspirantes a militantes del PSUV formaron y se inscribieron ante el Consejo Nacional Electoral como adherentes al Bloque del Sí, es decir, favorables a la Reforma Constitucional. Este referéndum fue ganado, con escasa diferencia de votos, por la opción del No, apoyada por la oposición venezolana. La derrota en esta primera contienda electoral representó un bautizo negativo para el entonces gestante partido, incluso ocasionó múltiples críticas desde la izquierda venezolana hacia el PSUV. Todo ello afectó en mayor medida a las filas bolivarianas, por lo que hubo una verdadera evaporación del voto bolivariano, manifestándose en la abstención política de la base social revolucionaria. Se subestimó la implacable campaña de desinformación nacional e internacional lanzada por la oposición. Lamentablemente, dieron prueba de un exceso de optimismo pensando que la batalla electoral estaba ganada de antemano y no lograron movilizar a sus electores, ocasionando una abstención de más del 40 %, lo que se reveló perjudicial. A pesar del escaso margen de la pírrica victoria de la oposición, este resultó el primer revés electoral del presidente Hugo Chávez en diez años.

Tomando experiencia de lo anterior, en su segunda contienda electoral el PSUV obtuvo significativas victorias. Las elecciones regionales y municipales del 23 de noviembre de 2008 demostraron, una vez más, la popularidad del gobierno del presidente Chávez. En efecto, el PSUV ganó 17 estados de los 23 del país y 274 municipios sobre los 335 en juego, entre ellos 18 capitales regionales de 22, afirmándose como la primera fuerza política del país. Por su parte, la oposición perdió el control de dos Estados pasando de 7 a 5, aunque ganó la alcaldía de Caracas, capital del país.

La participación en las elecciones alcanzó el 65.25 %, cifra sin precedentes en las elecciones regionales. El PSUV ganó 1 400 000 votos con respecto al referéndum del 2 de diciembre de 2007 sobre la reforma constitucional, lo que representó un alza del 20 %, mientras que la oposición sufrió una baja del 10 % respecto al último escrutinio. La oposición continuó estando dividida y mantuvo el mismo discurso de aversión visceral hacia el gobierno. No disponía de un programa creíble y solo debía su supervivencia política a la fuerte campaña de apoyo orquestada por los medios privados, así como a la financiación de Washington (Lamraní, 2010).(3)

Con la nueva victoria del 2008, el PSUV decidió lanzar un referéndum a favor de una enmienda del artículo 230 de la Constitución, con el fin de derogar el límite de los mandatos presidenciales y permitir la reelección de Chávez en 2012. Para ello, el proyecto debería tener el respaldo de al menos el 30 % de los parlamentarios de la Asamblea Nacional o el 15 % de los electores inscritos. El PSUV decidió usar la vía parlamentaria, lanzando al mismo tiempo una campaña de recogida de firmas entre los electores. Lo anterior prueba una vez más la verdadera democracia participativa que se erige en Venezuela. No obstante, la oposición venezolana desarrolló su labor de desinformación, con la complicidad de los medios de comunicación occidentales, al intentar presentar esta enmienda como antidemocrática, obviando que el límite de los mandatos presidenciales no existe en numerosas democracias occidentales como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia o Portugal. Ese segundo Referéndum Constitucional, más limitado que el propuesto en 2007, se realizó el 15 de febrero de 2009 y esta vez, con la activa labor preparatoria del PSUV, gana la opción del Sí.

El triunfo de Chávez en las elecciones de 2008 consiguió dos importantes resultados: consolidar el PSUV y obtener avances sustanciales en los municipios, a costa de la oposición. Si se compara el número de municipios donde triunfó el Sí en el referendo de 2009, se encontrará una coincidencia con el número de municipios conquistados en 2008 por el PSUV. El Sí ganó en 286 municipios, el No en 48. En cuanto a resultados generales, el 54 % de los participantes votó por la opción del Sí, mientras que el 45 % optó por el No.

En mayo de 2010, se realizaron las elecciones primarias en el PSUV para elegir a sus candidatos a la Asamblea Nacional, proceso que tuvo lugar en el mes de septiembre. Las Elecciones Legislativas Nacionales de Venezuela de 2010 se llevaron a cabo para renovar todos los escaños de la Asamblea Nacional. Fue la primera elección realizada en vigencia de la nueva Ley Orgánica de Procesos Electorales, aprobada por la Asamblea Nacional en 2009 y la primera elección de tal naturaleza en que intervino el PSUV como partido. La participación fue de 66.45 %, casi el triple que en la elección legislativa anterior, cuando la oposición se abstuvo de participar, alegando falta de garantías, en un intento infructuoso de boicotearlas. Desde entonces el chavismo mantuvo el control total del parlamento y una de sus metas era conservar esa mayoría cualificada, lo que significaba la elección de al menos 110 diputados. No obstante, la coalición gobernante PSUV-PCV solo obtuvo la mayoría simple, 98 de los 165 escaños, perdiendo la mayoría absoluta de dos tercios, que mantenía desde el 2005. Por su parte, la oposición, agrupada bajo la coalición Mesa de la Unidad, obtuvo 33 diputados menos que el chavismo, aunque la diferencia en votos entre ambas fuerzas fue levemente inferior al 1 %. También destaca el bloque independiente de Patria para Todos, que obtuvo dos diputados, cuya importancia recae en que ese partido podía apoyar o evitar la aprobación de leyes habilitantes que requirieran de las tres quintas partes de la Asamblea, es decir, la mayoría absoluta de 99 diputados. No debe olvidarse que fue la primera experiencia de ese partido, que tuvo que enfrentarse a una oposición más organizada, unificada temporalmente para intervenir en las elecciones, y con evidente decisión de derrocar al presidente Chávez. El hecho de ganar la mayoría simple fue significativo, pues en las elecciones legislativas anteriores no hubo oposición, ahora hubo que enfrentarla, con todo su aparato logístico y el habitual apoyo foráneo.

La siguiente contienda asumida por el PSUV fueron las elecciones presidenciales de octubre de 2012. En ese momento ya se estaba en presencia de una organización política más madura, con la conducción de un destacado revolucionario, Diosdado Cabello, que junto a otros líderes logró movilizar significativamente a las fuerzas de izquierda. El carisma y la obra de Chávez, indudablemente, fueron también fundamentales en los resultados logrados. Se mantuvo la tendencia al incremento de votantes efectivos cuando se trataba de una disputa presidencial. Los sectores populares, tradicionalmente excluidos del juego político-electoral, habían sido estratos sociales prácticamente anulados en varias disputas de esta naturaleza, lo que trajo consigo la indiferencia y desidia de muchas personas, aspecto este último que presentó un cambio sensible, pues se multiplicó el número de votantes efectivos y decreció el número de abstenciones. Se logró una participación electoral de más del 80 %. Creció significativamente el número de votos del PSUV en relación a otros procesos; el principal partido de Venezuela casi logró igualar el número de votos totales que alcanzó la llamada Mesa de la Unidad. Votaron por el PSUV 6 287 638 electores, un 43.01 %. En general, el Presidente Chávez alcanzó el 43.67 % de los votos, frente a un 35.04 % de la oposición.

Venezuela volvió a dar al mundo una lección de democracia. Aquellos autores que desde la academia y los círculos de intelectuales de la nación venezolana subrayaban el debilitamiento de los mecanismos electorales en el país, pues, según su razonamiento, no cumplían con los requisitos democráticos de competitividad, equidad y libertad para garantizar el libre acceso, la permanencia y la alternancia en el poder, tuvieron en ese proceso electoral elementos que demostraron todo lo contrario, un país donde se consolida un proceso en constante cambio, pero que reivindica el poder del soberano: el pueblo.

Luego de las elecciones presidenciales de 2012 se realizaron las elecciones regionales. En esa ocasión, también el PSUV obtuvo la victoria. En las elecciones regionales el chavismo obtuvo 20 de las 23 gobernaciones en disputa. A pesar de ello, creció el número de abstenciones en las filas chavistas, quizás porque Chávez tuvo poca participación directa en la campaña previa debido a su enfermedad, lo que muestra la necesidad de perfeccionar el trabajo de base para lograr que la intención de voto y el voto efectivo se acerquen lo mayor posible. Como afirma Espronceda (2014): "Si se analiza solamente el porcentaje de votación adquirido por ambas fuerzas políticas, pudiera pensarse que el chavismo aumentó su porcentaje de votación histórica para este tipo de elecciones. Realmente el chavismo disminuyó su porcentaje de votación comparado con las elecciones regionales de igual tipo, lo que sucedió es que la oposición disminuyó su porcentaje de votación significativamente" (p. 3).(4)

Tras la lamentable muerte de Chávez en marzo del 2013, con apenas un mes de campaña, el PSUV asumió el difícil reto de movilizar a las fuerzas de izquierda en función de apoyar al candidato chavista, Nicolás Maduro, continuador del legado revolucionario en las nuevas elecciones presidenciales de abril. La oposición desplegó también toda su maquinaria, confiando en una segura extinción del chavismo sin su líder. Empero, la labor desplegada logró nuevamente minimizar el abstencionismo en las filas de izquierda y se logró la victoria, si bien la elección se ganó con apenas 1.49 % de diferencia. Maduro, como representante del chavismo y candidato del PSUV obtuvo un 39.70 % de los votos, frente a un 38.45 % alcanzado por la oposición. En análisis realizados al respecto, se evidencia un aumento del techo electoral de la oposición, que logró una mayor participación de votantes, mientras que el chavismo, aunque redujo el abstencionismo en sus filas, no pudo elevar el número de participantes en la elección (Espronceda, 2014, p. 5). Además, una variable nada despreciable fue la ausencia del líder histórico de la Revolución Bolivariana.

Las segundas elecciones después del fallecimiento de Chávez fueron las municipales efectuadas el 8 de diciembre de 2013. Si bien se realizaron para elegir solamente a los alcaldes y concejales, se les concedió una importancia trascendental. La oposición trató que el electorado asumiera estas elecciones municipales como un plebiscito hacia la gestión de gobierno de Maduro, tratando de evidenciar sus flaquezas y poniendo en tela de juicio la supervivencia de la Revolución Bolivariana. Para el PSUV y el gobierno bolivariano resultaba imprescindible el éxito en esas elecciones, justamente para demostrar lo contrario, es decir, tratar de desenmascarar la guerra económica y desestabilizadora de la oposición, mostrar la continuidad de la labor social desplegada y hacer palpable la reproducción permanente de la Revolución Bolivariana.

Acertadamente apunta Espronceda (2014) que esas elecciones municipales se situaron en un contexto económico de alta inflación, condicionado por la especulación y el acaparamiento como instrumentos de desestabilización interna desplegada por empresarios privados. Se trató por todos los medios de atraer hacia la fuerza opositora al electorado generalmente abstencionista, que no apoyaba abiertamente a ninguno de los dos grupos beligerantes ideológicamente, mediante un discurso inclusivo, de supuesto apoyo a las misiones sociales y con el compromiso de superar los errores en la gestión de gobierno nacional. Como respuesta el presidente Nicolás Maduro propuso varias leyes habilitantes, finalmente aprobadas por la Asamblea Nacional, que unido al despliegue operativo cívico-militar permitió contrarrestar la guerra económica opositora.

Finalmente, el Gran Polo Patriótico, liderado por el PSUV, obtuvo 242 alcaldías (72.24 %) y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) 75 alcaldías (22.39 %); el resto de las alcaldías fueron obtenidas por otros partidos políticos, de los cuales 13 poseen alianzas con el PSUV y las otras 5 alcaldía ganadas pertenecen a partidos que han tenido alianzas con la MUD. En cuanto al porcentaje general, en votos nacionales, de las principales fuerzas políticas, el chavismo obtuvo un 54 %, la oposición 44 % y un 2 % distribuido entre otros partidos.

En estas elecciones se mantuvo la tendencia chavismo rural/oposición urbana, ya señalada por varios analistas electorales. Quiere decir, entonces, que efectivamente la base social del chavismo y del PSUV está en los más humildes y desposeídos, lo que se evidencia en la superioridad de votos alcanzados, de manera ascendente, mientras más pequeños son los asentamientos urbanos.

Tanto en el número de alcaldías como en el porcentaje nacional de votos obtenidos, estas elecciones municipales favorecieron al PSUV como fuerza política y a la Revolución Bolivariana. No obstante, la oposición ganó un número importante de alcaldías anteriormente chavistas y mantuvo otras de singular importancia como Maracaibo en el estado Zulia y el Distrito metropolitano de Caracas. A pesar de ello, la pérdida con diferencia notable de un 10 % en el voto nacional de la oposición frente al chavismo, evidencia la inexistencia de un rechazo mayoritario al gobierno de Maduro y su gestión, así como la consolidación del PSUV.

Las elecciones legislativas de diciembre de 2015, constituyeron un nuevo reto; fueron, igualmente, las primeras parlamentarias a realizarse luego de la desaparición física de Chávez, poniendo a prueba una vez más el liderazgo de Maduro, quien ahora, además de Presidente, era el recién electo Secretario General del PSUV. La situación económica del país, producto esencialmente de la labor de socavamiento de la oposición, había descendido aún más, resultando casi asfixiante para el ciudadano común, y las medidas tomadas por el gobierno para paliarla no habían logrado efectividad, a pesar del arduo esfuerzo desplegado. A todo ello se une la campaña mediática permanente, desde dentro y fuera del país, orquestada por la burguesía venezolana y los Estados Unidos, que pregonaban que el gobierno no ha sabido satisfacer las necesidades del pueblo y debía cesar en sus funciones.

Así, el 6 de diciembre de 2015 las elecciones dieron lugar a una clara victoria de la oposición sobre la alianza bolivariana liderada por el PSUV. La oposición ganó 112 escaños con 58 % de los cerca de 74 % del electorado que votó. La coalición Bolivariana ganó 55 escaños y obtuvo 42 % de los votos. Esto proporcionó a la oposición 112 asientos o escaños, lo que sobrepasa una mayoría simple, y conduce a que la Asamblea Nacional esté controlada por la oposición, con lo cual podría aprobar leyes orgánicas, proponer reformas y enmiendas constitucionales, reemplazar a miembros del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el propio Consejo Nacional Electoral y demás poderes públicos; pero únicamente con la aprobación de otros órganos legales. No obstante, debe destacarse que el PSUV fue el más votado, alcanzando 51 escaños en el parlamento actual.

Las elecciones, como ha resultado usual desde 1998, se desarrollaron en paz y sin grandes contratiempos. Esto fue seguido por los resultados y la aceptación inmediata de ellos por Nicolás Maduro. El respeto por los resultados nunca estuvo en duda, lo que refuerza una vez más que el sistema electoral venezolano es transparente, justo y uno de los mejores del mundo. Sin embargo, como todo sistema puede tener fallas, provocadas por aquellos que intentan a toda costa obtener un resultado favorecedor, obviando cualquier tipo de ética o compromiso político con la democracia. Este fue el caso de la elección en Amazonas, donde la oposición compró votos y alteró el curso normal de expresión de la voluntad popular.

Frente a ello, las fuerzas de izquierda representadas por la alianza política que encabeza el PSUV impugnaron el resultado electoral de ese estado, logrando un fallo favorable del TSJ, que la oposición pretendió irrespetar pero que finalmente se impuso frente a las pruebas y evidencias presentadas, echando por tierra la mayoría cualificada supuestamente obtenida por la llamada Mesa de la Unidad. Si bien ello no cambia el resultado general, mejoró la posición de la izquierda y la correlación de fuerzas en la Asamblea Nacional, que en cualquier caso, debe atenerse a sus facultades y a lo refrendado en la Constitución.

Teniendo en cuenta la nueva posición preeminente de la oposición en la Asamblea Nacional, una de las tareas fundamentales que debió asumir la presidencia del país fue la toma de medidas encaminadas a resolver la situación económica, sin abandonar las misiones y tareas sociales que han logrado el crecimiento del nivel educacional, cultural y de salud del pueblo. Así, con el firme propósito de avanzar en el desarrollo económico productivo del país y poner fin a la guerra económica que viene golpeando al pueblo venezolano desde 2014, se perfila la creación de un Consejo Nacional de Economía Productiva.

Dicho Consejo quedó establecido mediante el Decreto de Emergencia Económica, presentado el pasado 15 de enero de 2017 al parlamento venezolano y al pueblo por el presidente Nicolás Maduro en su mensaje anual a la nación. En este discurso se destacó que el nuevo mecanismo económico permitirá el impulso, desarrollo y expansión de las fuerzas productivas para incrementar la generación de divisas internas, a fin de avanzar hacia la ruptura del rentismo petrolero y superar la coyuntura económica, agravada por la guerra no convencional de la derecha.

El PSUV ha jugado un papel protagónico en el diseño y puesta en práctica de estas medidas, teniendo en cuenta la doble condición de Maduro, como Presidente del país y Secretario General de dicha organización política. Los miembros del Consejo Nacional de Economía Productiva son militantes del PSUV y luchan por lograr resultados positivos, por hacer desaparecer las penurias económicas del pueblo, fundamentalmente propugnadas voluntariamente por el empresariado burgués venezolano.

Aunque en la composición actual de la Asamblea Nacional las fuerzas revolucionarias y chavistas constituyen minoría, la Revolución Bolivariana sigue pujante en las clases más populares y humildes, apostando por un país distinto, donde representados por el PSUV ocupen ellas el lugar hegemónico.

La posición hegemónica del PSUV, ¿realidad o ficción?

Según Sartori (1992), la esencia de un sistema de partido hegemónico radica en la imposición de un proyecto político a la sociedad por parte de una organización partidista que se apropia del Estado y monopoliza el poder en favor de unos intereses concretos, pero no de manera absoluta y total. Todo partido hegemónico trata de concentrar el poder, al mismo tiempo que permite la existencia de partidos secundarios o satélites opositores al régimen, con el fin de relajar las tensiones sociales producidas por su dominio sobre la sociedad. Esta especificidad lo coloca en una situación intermedia entre la situación no competitiva extrema representada por el sistema de partido único y el contexto de plena competencia electoral. El partido hegemónico se preocupa constantemente por evitar el control total de la sociedad y mantener un barniz democrático.

Las principales tendencias que se observan con el quehacer del PSUV, según la opinión de algunos analistas (Roberts, 2001, p. 183), parecieran apuntar a la construcción de un partido político que pretende monopolizar el poder, al mismo tiempo que permite la existencia de partidos de oposición periféricos o secundarios que no pongan en peligro su control político. Se trataría de un diseño institucional que asigna a las fuerzas de oposición un rol a jugar dentro del panorama electoral, mediante mecanismos que le permiten tener espacios para participar electoralmente en distintos comicios. No obstante, consideran que si la causa que explica el nacimiento de una postura hegemónica en Venezuela puede rastrearse en la debilidad institucional de sus partidos, los obstáculos que evitarían la consolidación definitiva de un partido hegemónico también podrían encontrarse en el mismo fenómeno. Por ejemplo, los contextos caracterizados por la debilidad institucional y asociativa del tejido social son propicios para el nacimiento de propuestas de contenido autoritario y de escaso valor democrático. Al mismo tiempo, la fuerte carga personalista que caracteriza este tipo de entornos sociales imposibilita la construcción de estructuras políticas que puedan perdurar en el tiempo, terminando inexorablemente fundidas a la imagen de un liderazgo del cual depende su propia supervivencia.

En realidad, según los resultados electorales del PSUV apuntados ad supra y teniendo en cuenta el papel protagónico que jugara su indiscutible líder Hugo Chávez Frías en todo el proceso de Revolución Bolivariana y continuado por Nicolás Maduro, podría afirmarse que no es desacertada la opinión de los estudiosos ya señalada, en el sentido de apreciar el papel hegemónico que pretende ocupar el PSUV dentro del sistema de partidos venezolano. Pero no resulta sensato su criterio de ver esta situación como una amenaza a la democracia, pues debe apreciarse la hegemonía en el sentido gramsciano, como logro de un consenso a nivel de la sociedad, por lo cual, en su programa y su práctica política se deben reflejar no solo los intereses de la colectividad que directamente representa, esto es, sus militantes, sino también los de la población mayoritaria. En ello radica precisamente la distinción entre hegemonía y dictadura, pues la dominación se logra mediante la legitimación, no a través del uso de la fuerza.

Refiriéndose a la crisis que hoy sufren los partidos políticos en América Latina, Atilio Borón (2003) destaca el particular caso venezolano y la hegemonía chavista en los siguientes términos:

En Venezuela, cuyo Pacto de Punto Fijo y prolija alternancia adeco-copeyana hizo que muchos la confundieran con el orden democrático emanado del pacto de La Moncloa, se produjo un fenomenal derrumbe político que puso en evidencia la fabulosa corrupción y el engaño sobre el cual se había construido aquel espejismo de democracia. El meteórico ascenso de Hugo Chávez y su impresionante legitimidad popular es un síntoma de la profundidad de esa crisis (p. 180).

Además, añade que, tal como lo recordara Aristóteles en La Política, un gobierno democrático debe necesariamente beneficiar a los pobres, por la simple razón de que en todas las sociedades conocidas hasta ahora estos constituyen la mayoría y la democracia es, según el filósofo griego, el gobierno de las mayorías en favor de los que nada tienen (Borón, 2003, p. 181). Por tanto, la Revolución Bolivariana y su partido son esencialmente democráticos, su hegemonía se basa precisamente en el apoyo popular, logrado porque se gobierna para el pueblo y por el pueblo, convertido en verdadero protagonista participativo del poder.

Como acertadamente arguye Acanda (2009), la obra de Antonio Gramsci tiene como eje teórico fundamental el concepto de hegemonía, destacando cómo la burguesía ejerce su dominio sobre el conjunto social porque es capaz no solo de imponer, sino de lograr que los restantes grupos sociales acepten ese dominio como legítimo, mediante la construcción de una intrincada malla de estructuras condicionadoras de las formas de actividad y pensamiento de los individuos. Logran su poder a través de la capacidad que despliegan para englobar y cooptar hacia sus intereses toda la producción espiritual. Así, la nueva hegemonía liberadora ha de tener como objetivo potenciar una sociedad civil que sea escenario de la acción creadora de los sujetos que la componen, antes explotados y desalienados, abriendo causes que permitan a esos grupos antes marginados construirse su propia subjetividad.

Precisamente a través de la democracia participativa, que busca la justicia social mediante un emancipador y revolucionario proyecto, el PSUV construye su posición hegemónica, no permitiendo satélites que lo acompañen en las campañas electorales para aparentar democracia y monopolizar el poder, sino mediante una concepción integral y sustantiva de la democracia. Hacia ese fin se dirigen los esfuerzos del PSUV, sin olvidar que para llegar a él será necesario luchar denodadamente contra la oligarquía derrocada, los partidos opositores tradicionales y nuevos, así como contra las propias flaquezas todavía presentes en sus propias filas, relacionadas con la corrupción que a veces reaparece en algunos dirigentes y militantes, el clientelismo que se pretende mantener a la usanza de los antiguos políticos, la lucha por ocupar posiciones de poder y obtener prebendas personales, el favoritismo y la autocracia en algunas decisiones.

El PSUV apuesta por una democracia real y posible en su país, que hunde sus raíces en la tradición venezolana y en las conquistas revolucionarias recientes. No juega las partidas más cruciales y estratégicas de la vida política con cartas marcadas, con suficientes garantías como para ser el ganador perfectamente previsible y aceptado por todos, apuesta su propia hegemonía con base en su quehacer popular y en el indiscutible apoyo que cada vez más recibe del pueblo.

Con el proceso de cambios revolucionarios de orientación socialista en Venezuela y la posición hegemónica que en este proyecto corresponde al PSUV, se transita hacia un nuevo sistema de partidos en ese país, que sigue siendo actualmente multipartidista, polarizado y desinstitucionalizado. A pesar de la derrota de las fuerzas chavistas en las pasadas elecciones parlamentarias de 2015, el PSUV no ha perdido su hegemonía numérica, pues los 51 escaños conseguidos indican que es el partido más votado. No obstante, la crisis económica, la percepción del electorado en relación con la inseguridad ciudadana y las campañas mediáticas de desestabilización no constituyen un escenario favorable para la posible hegemonía del PSUV. Pero a pesar de la difícil situación del país, puede enrumbarse hacia el establecimiento de un sistema de partido hegemónico, para bien de la verdadera democracia y de los intereses legítimos del pueblo, lo que a su vez, legitima el rol de este nuevo partido llamado a tan trascendental misión.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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RECIBIDO: 20/1/2017

ACEPTADO: 1/3/2017

 

 


José René Valdés Díaz. Departamento de Filosofía y Teoría Política para las Ciencias Sociales y Económicas, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: joser@ffh.uh.cu

NOTAS ACLARATORIAS

1. La actividad política entre 1830 y 1903, aproximadamente, estuvo liderada por el llamado Partido Liberal Amarillo y el Partido Conservador Nacionalista, ambos contaban con ejércitos armados y caudillos en diferentes regiones. Con las batallas de La Victoria y Ciudad Bolívar son derrotados los partidos tradicionales venezolanos. Se inicia, entonces, un periodo de aparente quietud política bajo la dictadura de Gómez (Fundación Nacional de Estudios Políticos Raúl Leoni, 2004, p. 32).

2. Esta Constitución fue la primera en establecer de forma expresa los partidos políticos en Venezuela, al regular en su artículo 114 el derecho de todos los venezolanos aptos para el voto de asociarse en partidos políticos y para participar, de forma democrática, en la orientación de la política nacional (Brewer-Carías, 2009).

3. En el propio artículo, el autor destaca que desde su llegada al poder en 1998, el número de votos que consiguió Chávez no dejó de crecer. En 1998, consiguió el 32 % de los votos en las elecciones regionales y un 41 % la oposición, con una abstención del 47.6 %. En 2000, la cifra pasó al 34 % y un 45 % para la oposición. En 2004, el líder bolivariano obtuvo el 68 % de los votos y un 21 % para la oposición. Así, de una alcaldía en 1998, Chávez pasó a 114 en 2000, 226 en 2004 y 264 en 2008.

4. El autor añade que el factor fundamental que explica la alta abstención del electorado tradicionalmente opositor en las elecciones regionales de 2012, fue el relacionado con la desmotivación de este sector opositor a partir de la derrota de su candidato Enrique Capriles con Hugo Chávez, apenas dos meses antes (p. 3).


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