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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.284 La Habana jul.-dic. 2017

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

 

La dinámica de los partidos en América Latina hasta el comienzo del siglo xxi: algunos elementos para el análisis de este proceso

 

 

The Dynamics of Political Parties in Latin America until the Beginning of the 21st Century: Some Aspects to Be Taken into Consideration when Examining this Process

 

 

 

José M. Salinas López

 

Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, Cuba.

 

 

 

 


 

RESUMEN

El artículo expone algunos elementos que son fundamentales para la comprensión de los procesos de evolución de los partidos políticos en América Latina, a la vez que se facilita una mejor comprensión de los actores en sus sistemas políticos. Asimismo, queda referenciado el estudio de las propuestas de Alcántara sobre los partidos en la región, teniendo en cuenta sus variables para determinar el origen y el modelo de periodización. Finalmente, se reflexiona sobre su grado de institucionalización, el debilitamiento del bipartidismo y la trasformación de los partidos tradicionales en diferentes variantes de partidos electorales.

PALABRAS CLAVE: partidos políticos, crisis, institucionalización, funciones de los partidos, sistema de partidos, modelos de partidos.


ABSTRACT

This paper presents some aspects which are fundamental to understanding evolution processes of political parties in Latin America, and gives a better insight into actors in political systems of the region. The study of Latin American political parties, their origins, and a model for their periodization, carried out by the Spanish professor Manuel Alcántara Sáez, was taken as point of reference. Degree of party institutionalization, weakening of two-party system, and transformation of traditional parties into different political parties are also examined.


KEYWORDS: Political Parties, Crisis, Institutionalization, Functions of Political Parties, Party System, Political Parties Models'

 

 


 

Introducción

Una mirada desde Cuba sobre sobre el desarrollo de los partidos políticos en América Latina resultó muy importante para el análisis y compresión de la dinámica entre derecha e izquierda en el tablero político de los países de la región. Además, permitió profundizar en la comprensión de las acciones de la oligarquía criolla y sus aliados externos, para impedir la presencia de sectores revolucionarios y progresistas en los gobiernos latinoamericanos.
Los partidos cumplen un papel importante en los sistemas políticos de las sociedades capitalistas porque desempeñan funciones sociales e institucionales. En lo social, realizan tareas fundamentales como la socialización política, movilización de la opinión pública, la representación de intereses y la legitimación del poder. Desde el punto de vista institucional, operan en labores de reclutamiento de élites para cargos públicos, organización de elecciones, composición de los parlamentos y son parte del funcionamiento del gobierno (Cotarrelo y Blas, 1986, pp. 308- 312). En las condiciones actuales, el modelo democrático liberal todavía es dependiente de estos actores en su paradigma de legitimación del poder político.

Existe el criterio generalizado en la ciencia política de que los partidos son mediadores entre el Estado y la sociedad civil. Sin embargo, consideraciones más recientes sostienen que esa relación ha disminuido. Con el avance del presente siglo, en la literatura se inició un análisis de mayor amplitud y complejidad que, sin refutar las funciones de mediación de los partidos políticos con la sociedad civil, se enfoca por determinar hacia dónde se direcciona esta mediación: si entre los principales partidos y el Estado o entre los principales partidos y la sociedad civil.

Por otra parte, los partidos, por medio de sus programas, desempeñan una función vital en los países capitalistas: reducir las exigencias que enfrentan los sistemas políticos mediante las ofertas que le proponen a los electores en sus programas, donde filtran y seleccionan las demandas que con menos costo económico y político pueden enfrentar si llegan al gobierno. También reducen las exigencias de la sociedad que presionan a los sistemas políticos por medios de la negociaciones, pactos, mediaciones, con los intereses de otros actores, instituciones, sectores sociales y organizaciones ubicados en la sociedad civil.

Muchos partidos proponen en sus programas temas de impacto electoral, que son importantes, pero que no implican elevados costos, por ejemplo, la seguridad ciudadana, el respeto a la orientación sexual, reajustes legales al consumo y control de una droga, el aborto, la transparencia en la gestión del gobierno, y demás. Pero no priorizan cuestiones esenciales para la sociedad latinoamericana como son reducir la pobreza, fortalecer el sistema de educación o garantizar un adecuado sistema de salud, acciones que implican un enorme gasto social y que violan las disposiciones del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Las funciones de los partidos en los sistemas políticos son vitales para la reproducción de las clases dominantes, por contribuir a la formación del consenso al interior y garantizar que los intereses generales de la burguesía prevalezcan por encima de intereses particulares dentro de ella. Existen leyes o normas jurídicas sobre los partidos políticos en cada país latinoamericano, lo que garantiza que actúen de acuerdo con las reglas del juego del orden político burgués.

Los grupos de presión y los nuevos movimientos sociales son más específicos y más limitados en sus demandas al sistema político. Los partidos son organizaciones que luchan por alcanzar el gobierno. Sus programas reflejan una visión de proyecto de país, tienen en cuenta a los distintos factores que contribuyen a la integración y estabilidad de su sociedad, una posición de interés nacional y otros aspectos esenciales de acuerdo con la naturaleza clasista del Estado al cual pertenecen. Esto supone que las demandas de los partidos al sistema político son más generales, de un mayor alcance social y de más complejidad que la de los grupos de presión y los movimientos sociales.

Como sostiene Alcántara (2001), los partidos constituyen un poliedro de tres caras: como asociación de miembros voluntarios, como acción de gobierno y como organización burocrática. Estas caras de los partidos se relacionan entre otros aspectos con su estructura interna, al rendimiento electoral y al rendimiento en las arenas de poder (p. 4).

Pero una visión externa de los partidos no permite evaluar a cabalidad su organización interna, estructura jerárquica, relaciones con los grupos de presión, vínculos con los sectores empresariales, acciones como gobierno, sus gestiones como oposición y cuáles son los mecanismos que utilizan para captar votos en un proceso electoral (Álvarez, 2006).

Entre los temas de análisis más significativos en el estudio de los partidos políticos en América Latina hasta el año 2000 se encuentran los siguientes:

1. La insuficiencia de estudios en la región.

2. Las variables establecidas por Alcántara sobre el origen de los partidos en el contexto latinoamericano.

3. La periodización propuesta por Alcántara para su estudio.

4. Institucionalización y limitaciones de los partidos.

5. El bipartidismo y la tendencia al multipartidismo.

6. Los partidos tradicionales y la conversión en modelos de partidos electorales.

La insuficiencia de los estudios de los partidos políticos en América Latina

Según Alcántara, el estudio de los partidos políticos en la región presentó varias dificultades, confinadas por las limitaciones de la democracia liberal, que afectó la comprensión del papel relevante de los partidos, lo que se tradujo en poco interés en su análisis. Esto provocó que fueran tratados, principalmente en el Cono Sur, desde una perspectiva nacional. Además, existe una escasa presencia de estudios globales comparados, mientras que los llevados a cabo tuvieron como centralidad los sistemas de partido y no su estructura interna. Del mismo modo, Alcántara (2001) considera que es a partir de 1980 que se despliega la observación, por ser el momento en que se produce una elevación de la competencia electoral en la región y se desataron ciertas maquinarias partidistas a nivel de país, las que comenzaron a funcionar regularmente (p. 8).

En el ámbito del estudio de los partidos existen dos dimensiones: la referida al sistema de partidos y la referente a su vida interna, es tradicional que en el análisis politológico se le conceda más importancia al primer aspecto que al segundo, aunque ambos están imbricados. Los autores, por lo general prestan más importancia al rendimiento electoral de los partidos y aquellos aspectos vinculados a los comicios. Pero las dificultades de las organizaciones partidistas para satisfacer las demandas ciudadanas en un escenario de crisis económica, apatía y desencanto por la política giró las investigaciones hacia los nuevos mecanismos de representación, como los movimientos sociales (Alcántara y Freidenberg, 2001, p. 24).

Se observa en los estudios sobre los partidos de la región un fuerte protagonismo de autores occidentales, entre los que sobresalen especialistas norteamericanos como Scott Mainwaring y Thimothy R. Scully, en Building Democratic Institution en Party System in Latin America (1996); Peter Mair de la Universidad de Oxford y Richard Katz de la Universidad John Hopkins entre los años 1992-1994, que aunque sus estudios se centraron en las sociedades desarrolladas son relevantes en la actualización de la teoría de los partidos. Asimismo destacan los politólogos españoles Manuel Alcántara y Flavia Friedenber, los que desde 2001 profundizaron en estudios globales sobre los partidos políticos en América Latina. La producción científica actual sobre estos actores en la región es abundante, pero no está a la altura de los autores de los países desarrollados que se enfrentan al asunto. Por otra parte, no es abundante la bibliografía sobre esta problemática con un enfoque marxista o de izquierda.

Los errores de los partidos de izquierdas son magnificados por los medios de comunicación, mientras que los errores de los partidos de derecha en los gobiernos son abordados con un bajo perfil por el poder mediático nacional y transnacional. Las fuerzas revolucionarias tienen que diseñar estrategias partidistas muy efectivas para lograr éxitos electorales y prolongar su permanencia en los gobiernos.

Determinación de las variables establecidas sobre el origen de los partidos políticos en la región

En Alcántara (2001), a partir de un análisis de autores clásicos en el estudio de los partidos políticos, se precisaron las siguientes variables sobre los orígenes de los partidos políticos en América Latina:

1. A partir de expresiones armadas y liderazgos caudillistas, que pueden ser personales o colectivos y, a la vez, cada uno de ellos puede adoptar un carácter civil o militar. Esta variable fue descrita por Michel, Duverger, Panebianco y Lawson teniendo en cuenta el origen de los partidos.

2. Según Duverger y Panebianco debe tenerse en cuenta si su núcleo fundador tiene un carácter central, dominado por la capital; si es periférico, dominado por algunas provincias o regiones; si el impulso nacional fue produciéndose de manera igual en todo el país o emergió de manera excepcional fuera del país.

3. La tercera variable fue tomada de Duverger, y tiene en cuenta si el origen del partido fue electoral en su momento inicial, que en el caso latinoamericano se proyecta con una gran homogeneidad al tratarse de la mayoría de los partidos surgidos para competir por el poder.

4. Alcántara utilizó en cuarto lugar la variable explicada por Duverger y Panebianco que atiende a si existió una motivación estrictamente interna a la hora de la creación del partido o, por el contrario, este fue claramente patrocinado por un agente externo, como los partidos comunistas y los partidos demócratas cristianos.

5. Asimismo, tomada de la misma fuente, Alcántara asume si existe una organización extrapartido de apoyo o, por el contrario, la plena soberanía del partido está totalmente aislada del patrocinio a cargo de una organización nacional. En América Latina las organizaciones de apoyo a los partidos fueron, en primer lugar la Iglesia Católica y la Masonería, posteriormente los sindicatos y las Fuerzas Armadas y, en tiempo más recientes, las organizaciones empresariales.

6. Finalmente, con el mismo texto base, se fundamenta el carácter del origen de un partido: si fue revolucionario, reformista o reactivo. Los partidos revolucionarios son definidos como aquellos que pueden ser civiles o militares pero que ejecutan trasformaciones sociales y económicas. Los reformistas son los que realizan cambios graduales e incrementalistas en una nueva coyuntura en un país. Por último, los partidos reactivos buscan una vuelta al pasado, intentando mantener el privilegio de una determinada clase social ante una convulsión política (Alcántara, 2001, pp. 4-5).

Por otro lado, Alcántara (2001) resumió en cuatro posibilidades las variables que dieron origen a los partidos en la región:

1. Un partido absolutamente nuevo, libre de ataduras y legados anteriores, emerge gracias a una coyuntura crítica específica, tanto en términos estructurales como de liderazgo.

2. Concierne a aquellos partidos cuyo nacimiento fue fruto de la segregación o escisión de otro.

3. Los partidos que quedaron conformados como integración en una unidad mayor de otros partidos.

4. Donde existió una situación mixta derivada de rasgos de otros partidos escindidos e integrados (p. 6).

Periodización del desarrollo de los partidos políticos en América Latina establecida por Alcántara

La periodización más reconocida sobre el desarrollo de partidos políticos en la región la ofrece Alcántara (2001), quien permite avanzar con ese análisis hacia los momentos actuales en el estudio de tales organizaciones políticas.

La periodización establecida por Alcántara puede ser discutible y adolecer de ciertas limitaciones entre las que se encuentran no hacer referencia a los partidos de izquierda y, en particular, a los partidos comunistas en algunas de las etapas que establece. Tampoco reconoce, en la etapa de periodización, qué le corresponde al impacto del neoliberalismo sobre los partidos, sin embargo desde la década de los 80 del siglo pasado ha tenido una fuerte huella sobre ellos. Tampoco destaca en su análisis, en el momento que le corresponde, el triunfo de la Revolución cubana, la cual tuvo un gran impacto regional en la izquierda y en el nacimiento de formaciones partidistas como el Frente Sandinista de Liberación Nacional en Nicaragua y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional en El Salvador, ambos con el apoyo de Cuba.

Alcántara establece una periodización dinámica de los partidos en América Latina hasta el año 2000, utilizando un intervalo de 25 años que representa una generación media (Alcántara, 2001, p. 5). Por esa razón, los actores quedaron divididos para su estudio en cuatro franjas temporales:

1. Los surgidos después de 1975 y que coincidieron con la llamada transición democrática.
2. Los creados de 1950 a 1975, en pleno auge del desarrollismo y de la modernización capitalista de la región.

3. Los surgidos de 1925 hasta 1949, momento de la aparición de concepciones populista en la política latinoamericana.

4. Los nacidos antes de 1925 donde quedan restos de partidos tradicionales del siglo XIX: Liberales y Conservadores, Clericales y Anticlericales y Unitarios y Federales, etc. (Alcántara, 2001, p. 8).

Después de 1975 y hasta el 2000
Después de 1975 se destacaron como partidos importantes los siguientes:

  • Bolivia: Acción Democrática Nacional, Conciencia Patria (CONDEPA) y la Unión Cívica Solidaria (UCS).
  • Brasil: Partido de los Trabajadores (PT).
  • Chile: Partido por la Democracia (PPD).
  • Ecuador: Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) y el Movimiento de Unidad Plurinacional Patchakutick (UPP).
  • El Salvador: Alianza Revolucionaria Nacional (ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) fundado en 1980, que en esta etapa no estuvo reconocido como partido.
  • Guatemala: Frente Republicano Guatemalteco (FRG) y Partido de Avanzada Nacional (PAN).
  • Panamá: Partido Revolucionario Democrático (PRD).
  • Perú: Cambio 90.
  • Venezuela: Movimiento V República (Alcántara, 2001, p. 8).

Alcántara y Friedenber destacan que al interior de esa etapa (1975-2000), en el periodo comprendido entre 1978 y 1980 existían cuatros escenarios en América Latina en la dinámica de los partidos políticos:

  • En el primer escenario se encontraban los países del Cono Sur donde el sistema de partido coincidía casi con el anterior a la dictadura.
  • En segundo lugar, la variante que recogía a aquellos países en los cuales los partidos nacidos en la segunda mitad del siglo XX mantenían una estructura muy sólida, como el caso del MNR en Bolivia, que convivió con nuevos partidos y en Ecuador, donde el Partido Socialcristiano y otros partidos anteriores a los gobiernos militares permanecieron junto a nuevos partidos.
  • En tercer lugar ponían de relieve los ejemplos de Paraguay, donde los partidos Colorado y Liberal continuaron su presencia después de la dictadura.
  • Por último, el cuarto escenario fue Brasil, en que los nuevos partidos surgieron como consecuencia de la desaparición de los partidos vinculados a la dictadura. El Salvador, con Alianza Revolucionaria Nacionalista y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional; y Guatemala, con el Frente Democrático para una Nueva Guatemala vinculado al legado de la guerrilla de ese país, el Frente Republicano Guatemalteco y el Partido de Avanzada Nacional (Alcántara y Friedenber, 2001, pp. 21-22).

De 1950 a 1975

Los partidos de la derecha destacaron por impulsar una modernización desarrollista. A la vez, surgieron diferentes partidos en algunos países de la región:

  • El Movimiento de Izquierda Revolucionaria en Bolivia.
  • Partido de Liberación Nacional y el Partido de Unidad Social Cristiana como sucesor del Calderonismo en Costa Rica.
  • El Partido Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Partido Liberal de Nicaragua,
  • Democracia Popular en Ecuador (DP) (Alcántara, 2001, p. 22).

En este periodo se ampliaron a nivel regional la Democracia Cristiana y la Socialdemocracia, las que fortalecieron sus redes partidistas con el apoyo de fundaciones alemanas, lo que no quiere decir que con anterioridad a esta etapa no existieran algunos de estos partidos.

Partidos creados entre 1925 a 1949
Entre los más relevantes partidos surgidos en esta etapa Alcántara (2001) sitúa a:

  • Partido Socialista Chileno.
  • Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido de Acción Nacional (PAN) en México.
  • El Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia.
  • Acción Democrática y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) en Venezuela.
  • El Partido Aprista en Perú (PAP).
  • El Partido Justicialista (PJ) en Argentina.
  • Partido Revolucionario Dominicano (PRD) (Alcántara, 2001, pp. 19 y 22).

Llama la atención que el autor no hace referencia a los partidos comunistas en esta etapa.

Partidos anteriores a 1925

Los partidos previos a 1925 engloban al resto de partidos de cariz tradicional decimonónico, anticlericales y a la familia de partidos socialistas, donde se destacan ocho partidos que están en la actualidad concentrados en cinco países:

  • Argentina: Unión Cívica Radical.
  • Colombia: Partido Liberal y Conservador.
  • Paraguay: Partido Colorado.
  • Uruguay: Partido Nacional.
  • Hondura: Partido Nacional y el Liberal (Alcántara, 2001, p. 18).

Esta genealogía revela que América Latina se encuentra dentro de las regiones con los partidos más antiguos. Los elementos metodológicos y teóricos desarrollados por Alcántara para esta periodización pueden ser utilizados para extenderla hasta 2025, si se tiene en cuenta que cada franja precedente se extiende por 25 años, tiempo que trascurrirá entre 2000 y 2025.

La institucionalización de los partidos políticos en América Latina

Al abordar el estudio de los partidos políticos en América Latina es importante tener en cuenta cómo se inicia su regulación jurídica, por cuanto este proceso deja constancia y registro de la formación de tales actores en diferentes momentos en la región.

El proceso de institucionalización de los partidos políticos en América Latina, en opinión de Zovatto (2006), se despliega en las siguientes etapas:

1. La primera denominada de "regulación temprana". Se extiende desde la segunda mitad del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. Esta regulación jurídica se da más bien en el ámbito de las leyes electorales, con dos excepciones: Uruguay en 1934 y República Dominicana en 1942, que fueron los primeros países en constitucionalizar sus partidos.
2. La segunda etapa se caracteriza por el proceso de incorporación o ingreso constitucional de los partidos políticos en América Latina. Abarca desde la Segunda Guerra Mundial hasta 1978, con la llegada de la llamada "Tercera Ola de Democratización" a la región. En esta fase se produce la incorporación de la regulación constitucional de los partidos en 12 países.

3. El tercer momento se inicia a partir de 1978 y llega hasta la actualidad. Se da un proceso de reformas constitucionales, promulgación de leyes electorales y, en algunos países, la adopción de leyes de partidos, que tienen como consecuencia una regulación más detallada de esas instituciones (p. 18).

La llamada Tercera Ola de Democratización fue para la politología occidental, y de los Estados Unidos en particular, un proceso en que se desarrollaron las maquinarias partidistas en América Latina. Según Huntington (1994) este proceso ocurre a partir de 1974 con el fin de las dictaduras portuguesas y los 15 años siguientes a este proceso, donde desaparecen los gobiernos no democráticos en diferentes partes del mundo como Europa, Asia y América Latina. En Europa se encuentran las trasformaciones políticas de Portugal y Grecia, en el propio 1974, España (1979), e incluye a los partidos surgidos después del derrumbe del socialismo en Europa oriental. América Latina se manifestó por la salida del poder de gobiernos militares en Ecuador (1980), Bolivia (1982) Uruguay (1984), Argentina (1983), Brasil (1974), El Salvador (1984) y, finalmente, en Chile con la instauración en 1990 de un gobierno civil después de la dictadura de Pinochet (Huntington, 1994, pp. 32-33). Este proceso de democratización en la región fue apoyado por EE. UU., después que impuso las dictaduras en estos países. Esa transición democrática también se produjo en Asia, pero en menor escala.

Según Regalado (2008), la llamada Tercera Ola fue:

El resultado con el que las dictaduras militares finalizaban el cumplimiento de sus objetivos, mientras que crecía el rechazo internacional a sus crímenes, el imperialismo empezó a promover, de manera global, casuística e intermitente, el mal llamado "proceso de democratización", que consistió en el restablecimiento de la institucionalidad democrático-burguesa pactada entre los gobernantes militares salientes y los partidos políticos tradicionales. El objetivo era sustituir las dictaduras militares por la democracia restringida. Y la imposición de restricciones constitucionales y legales a los nuevos gobiernos civiles, entre las que resaltan la Constitución chilena redactada por el encargo de Pinochet, con las leyes de obediencia debida, y que garantiza la impunidad de los gobernantes militares salientes, en Argentina caducidad, en Uruguay punto final (p. 19).

Álvarez Sabogal (2006), considera que la institucionalidad de los partidos políticos era débil mediante los siguientes elementos:

  • La inestabilidad y sucesivas crisis internas en la mayoría de los sistemas de partido que no respondían a las reglas preestablecidas del juego político, instituidas principalmente en sus constituciones.
  • La desvinculación entre lo propuesto jurídicamente en las normas fundamentales y lo que se contemplaba en sus realidades. Eso produjo una tensión constante entre el formalismo e informalismo de la política.
  • El desarrollo de un juego de poder en el que actuaban no solo actores internos, sino también actores externos que, en muchos casos, eran contendientes por el poder, con mayor influencia que los internos.
  • Los partidos políticos latinoamericanos eran, en su mayoría, caudillistas y muy vertebrados en torno a una personalidad.
  • El prevalecimiento de una cultura política débil en lo referente a la legitimidad del Estado, porque no se aplicaban las reglas de procedimiento que se seguían en la selección de los gobernantes y en la toma de decisiones. El Estado dependía en su legitimidad de su capacidad para ofrecer mejoras económicas a un conjunto de actores sociales y de su capacidad para ofrecer resultados (redistribuir ingresos), o de una combinación de ambas posibilidades, por lo que toda legitimidad se erosionaba rápidamente en periodos de ineficacia estatal (p. 5).

Debe destacarse que la institucionalidad de los partidos en América Latina se aplica de manera muy rigurosa a los partidos de izquierda cuando la infringen, mientras que los partidos de derecha parecen estar dotados de inmunidad cuando la contravienen.

El funcionamiento de los sistemas de partidos en América Latina y su tendencia al multipartidismo

El estudio de los sistemas de partidos en América Latina se despliega con más profundidad a partir del proceso de desaparición de las dictaduras militares entre los años 70 y 80 del siglo pasado.

Carlos Gervasoni (2004) ha establecido la existencia de tres modelos de sistema de partidos:

1. El primer modelo se sitúa a fines de los años 70 y comienzos de los 80. Está conformado por tres países que no interrumpen su sistema democrático: Costa Rica, Colombia y Venezuela, donde existía un fuerte bipartidismo.

2. El sistema de partidos donde se sitúan Chile, Argentina, Perú y Uruguay constituye el segundo modelo. Estos países tuvieron experiencias democráticas antes de los de golpes militares de los años 60 y 70 y recuperaron la democracia por la propia sobrevivencia de los partidos anteriores a las dictaduras. También se incluye al sistema de partidos de Brasil, que se configuró a partir de la ingeniería política-electoral del gobierno de la dictadura militar, la que obligó durante muchos años a la dirigencia política a integrarse al partido oficialista Arena o al opositor, el Movimiento Democrático Brasileño (MBD). El actual sistema brasileño se considera que es el resultado del estallido de esos dos grandes y heterogéneos conglomerados políticos.

3. El último modelo incluye a aquellos países que alcanzaron su sistema de partido con el desarrollo de la Tercera Ola, con nula o escasa democracia previa, como fueron El Salvador, Nicaragua, México y Paraguay (p. 2).

Como destaca Gervasoni en América Latina hay que tener en cuenta donde se ha afectado un partido y donde se ha afectado el sistema de partidos. Como ejemplo de la primera situación menciona al APRA en Perú con Alan García, donde en las elecciones de 1990 fueron ganadas por el outsider Fujimori. Como ejemplo de crisis del sistema de partidos pone a Venezuela, porque a inicio de los 90 la población se volvió en contra de los dos partidos tradicionales y Rafael Calderas, fundador de uno de aquellos, devenido outsider, ganó las elecciones en 1994 y en comicios posteriores obtuvo la victoria con una nueva organización política dirigida por Hugo Chávez (Gervasoni, 2004, p. 4).

Por otra parte, Manuel Alcántara y Flavia Friedenber (2001) establecen tres características fundamentales en un sistema de partidos:

1. El formato numérico del sistema de partidos: expresa una tendencia generalizada al multipartidismo, sobre todo en países donde existieron sistemas bipartidistas, y en el aumento de la presencia de coaliciones en muchos gobiernos sudamericanos.

2. La polarización ideológica de los partidos latinoamericanos a finales del siglo XX: los partidos se presentan en el poder legislativo más alejado a las posiciones de izquierda y la derecha y establecen fórmulas intermedias. Otros evocan rupturas con el sistema político o buscan funciones integradoras como El Salvador y Nicaragua, con la presencia de la guerrilla como expresión partidista en el sistema político. En Chile se proyecta la división que durante largos periodos vivió la sociedad en los tiempos de la dictadura, y México en el 2000 sufrió una transformación con la llegada del Partido Acción Nacional.

3. El apoyo social a los partidos políticos latinoamericanos: aunque los partidos latinoamericanos son objeto de rechazo por sectores de la población, no han podido ser reemplazados a la hora de representar las demandas de los ciudadanos, por lo que continúan siendo vínculos entre el régimen político y la sociedad (Alcántara y Friedenber, 2001, pp. 5-6).

Los países de la región, que tradicionalmente se caracterizaron por un franco sistema bipartidista, se fueron trasformando al multipartidismo. Algunos ejemplos son el quiebre de la dicotómica relación Liberal-Conservador en Colombia; la ruptura en Venezuela del sistema bipartita entre el COPEI y AD como resultado de la llegada al gobierno en 1994 de Rafael Caldera como representante de Convergencia, tras anular sus vínculos con COPEI, organización política de la que fue fundador. Posteriormente la llegada de Chávez al poder y la aparición de nuevos partidos de oposición al chavismo generaron un fuerte multipartidismo en ese país. En Uruguay el bipartidismo entre el Partido Nacional y Colorado fue interrumpido con la llegada al gobierno del Frente Amplio y el triunfo de esa alianza en posteriores elecciones. En Costa Rica el bipartidismo entre Liberación Nacional y el Partido de Unidad Socialcristiana se detuvo por primera vez en las últimas elecciones celebradas en el 2014 con la victoria electoral de Guillermo Solís Rivera, del Partido de Acción Ciudadana. Por último, en Honduras, en las elecciones del 2013 el bipartidismo entre el Partido Nacional y Liberal resultó muy desmejorado, si bien el Partido Nacional ganó las elecciones con su candidato Juan Orlando Hernández, el Partido Liberal quedó rezagado a un tercer lugar en lo referente a su caudal electoral. La formación política que alcanzó el segundo escaño fue el Partido Libertad y Refundación, con la candidata Xiomara Castro de Zelaya.

Emergencia de nuevos modelos de partidos y tendencia a la reducción de los partidos de masas

Los modelos de partidos en América Latina se han caracterizado por ajustarse a la realidad política de la región, a la necesidad de reproducirse a partir de un modelo de partido electoral. La clasificación de los partidos políticos establecida en 1954 por Duverger (1965) en partidos de masas y partidos de cuadro, en las condiciones actuales requiere de una revisión, sin dejar de reconocer el colosal aporte de este autor a la teoría de los partidos, independientemente del enfoque no marxista de su análisis.

Los modelos puros de partidos de masa y de cuadro han enfrentado un fuerte reto con los cambios ocurridos en la sociedad posteriores a los años 80. Algunos de los más sobresalientes son la caída del socialismo en la antigua Unión Soviética y en Europa oriental, el desarrollo de las nuevas tecnologías de comunicación, el neoliberalismo y su impacto en limitar las ofertas que los partidos ofrecen a la sociedad, el debilitamiento de los partidos con sus bases y la tendencia del electorado a votar más por líderes que por un partido, así como la necesidad de estas organizaciones políticas de atrapar votos para reproducirse y llegar al gobierno, independientemente de cualquier etiqueta política.

Peter Mair y Richard Katz (1997) sostienen que el desarrollo de los modelos de partidos de las democracias occidentales ha sido el reflejo de un proceso dialéctico donde cada tipo de partido genera una reacción, que estimula un nuevo desarrollo de los partidos, entre otro conjunto de reacciones.

A su vez, Pilar Gangas (2007), al referirse a la transformación de los partidos de cuadros y de masas a partidos electorales, argumenta lo siguiente:

Los partidos de cuadros surgieron antes del sufragio universal, organizados entorno a liderazgos de diversos grupos de notables, es decir, por personas de renombre social, vinculados a redes de influencia económicas, sociales y políticas, que se reunían informalmente para apoyar a un político o a un grupo concreto. No tenían amplias organizaciones de base estables, ni tenían que ganar el favor de electores anónimos, su funcionamiento político dependía en gran medida de las relaciones entre esos hombres, en un tiempo en que la mujer no participaba en la política [...] estaban vinculados a grupos parlamentarios, a partir de los cuales comenzaron a surgir grupos de influencia estable [...] con la ampliación del sufragio los notables fueron remplazados en la dirección del partido por políticos profesionales con el objetivo de ganar el poder y mantenerlo (Gangas, 2007, p. 1).

De lo anterior sale a la luz que los partidos de cuadros se caracterizaron por sus fuertes vínculos con los sectores poderosos de la burguesía, de propietarios y defensores del interés nacional de la clase dominante y no representaban a la mayoría de los electores. Estos partidos surgieron en el marco de un sufragio restringido. Con el transcurso del tiempo los partidos de cuadros sufrieron modificaciones al tener que competir con otros partidos para captar votos de toda la sociedad y para reproducirse como fuerza política.

En otro sentido, la imagen típica del organigrama de los partidos de masas es una pirámide con una gran base de afiliación, un estrato más estrecho de dirigentes intermedios y una pequeña cúspide, dirigida y controlada, en principio, por los niveles inferiores. En un partido de esas características, las bases debaten los asuntos del partido y participan en las tomas de decisiones (Gangas, 2007, p. 2).

Los partidos de masas en las democracias occidentales sufrieron un proceso de oligarquización y construyeron una burocracia interna que gobernaba a la organización, este tema fue estudiado por el sociólogo alemán Robert Michels (2008) en el análisis contenido en su libro Los partidos políticos, editado por primera vez en 1911. Si bien este aporte de Michels resulta de gran validez en el análisis de los partidos políticos, no se debe dejar de tener en cuenta que el autor fue militante del Partido Socialista Alemán, aunque se convirtió en renegado y enemigo de la teoría de los partidos comunistas. El politólogo estadounidense Seymour Martin Lipset (1973) señala en su introducción a la obra Los Partidos Políticos, editada en 1961 en Estados Unidos, su pesar por la simpatía de Michels por Benito Mussolini, el cual le ofreció personalmente la presidencia de la Universidad de Perugia en 1928 (Lipset, 1973, pp. 35-36).

Los partidos de masas son un modelo donde sus miembros se ubican en grupos sociales predefinidos y bien ligados a todos los aspectos de la vida del partido y su programa es coherente y lógicamente conectado. De aquí que la unidad partidista y la disciplina sean normativamente legítimas. Su caudal electoral está constreñido en el encapsulamiento del electorado en los grupos de subculturas que estos partidos representan. Los partidos de masas en el pasado representaban los intereses de clases sociales o de estratos sociales y se habían especializado en defender los intereses de los trabajadores, mientras que los partidos conservadores representaban a sectores acomodados de la sociedad (Mair y Katz, 1997, p. 2).

La necesidad de los partidos de obtener a toda costa la mayor cantidad de votos posibles en las contiendas electorales, unido a otros procesos sociopolíticos ocurridos en las sociedades industrializadas, principalmente en Europa, determinó el surgimiento a finales de la década de los 60 del siglo pasado de los llamados partidos Atrapa-Todo (Catch-All, por sus siglas en inglés). En Alemania, Otto Kirchheimer consideró que estos partidos generaron el resultado de los cambios ocurridos en Europa después de la Segunda Guerra Mundial: mejoría en el nivel de vida de la sociedad, que había reducido en cierta medida las contradicciones de clases, mayor secularización del electorado, cambios relevantes en los medios de comunicación y un estado de bienestar que favoreció que la democracia europea se extendiera a las clases medias. Si en el pasado algunos partidos se habían comprometido a representar a ciertos grupos concretos, ya no era una estrategia de éxito. En palabras de Gangas (2007):

Ante un electorado cada vez menos cautivo [a un partido] era necesario alterar la forma de hacer política y convencerlos en cada ocasión para que pudiesen votar [...] Los líderes políticos reaccionaron a los nuevos cambios dando lugar a un nuevo tipo de partido ajustado a la competición a través de los nuevos medios de comunicación social y el uso de los nuevos medios de propaganda, donde la imagen de los líderes se hizo cada vez más importante, acentuando la centralidad de estos, más abierto con los grupos de interés, reducían el papel de los afiliados en las bases de los partidos, que fueron más pragmáticos, más heterogéneos socialmente y con disminución del contenido ideológico del discurso (p. 3).

Los partidos de la izquierda y derecha tradicionales comenzaron a converger con el modelo Atrapa-Todo. Si bien continuaban teniendo sus miembros, ya no se encapsulan, sino que la afiliación partidista se convertiría en muchas de las afiliaciones que un individuo podría llegar a tener o mantener. Lo importante era reclutar miembros donde quiera que se encontrasen y sobre las bases de acuerdos políticos, más que sobre la identidad social. Fue, en parte, una estrategia electoral defensiva tomada de los partidos de masas, los que acentuaban más la movilización y retención de un ilimitado número de votantes que un selecto grupo, el partido adoptó una estrategia ofensiva, al intercambiar "efectividad en profundidad para una audiencia más amplia y un éxito electoral más inmediato" (Mair y Katz, 1997, p. 8).

La reducción de los partidos de masas representa un proceso de desideologizar tales actores. Esa tendencia resulta muy oportuna para los centros hegemónicos del capitalismo mundial, pero a la vez constituye un reto para los partidos de izquierda, que requieren de una ideología y organizaciones de bases fuertes para desarrollar un permanente trabajo político en lucha por llegar al gobierno o para mantenerse en él.

La emergencia del sistema de partidos cártel en los sistemas políticos

Los partidos cártel se habían desarrollado como modelo de partido desde los años 70. El término lo emplearon Mair y Katz entre 1992-1994. Lo innovador era su relación con el Estado, el partido sería un agente, es decir, trabajaría para él. Utilizarían recursos estatales para asegurar su supervivencia, a través de medios de financiamientos estatales. Según Gangas (2007):

En cualquier tiempo anterior los partidos habían asumido una separación clara respecto al Estado, el partido cártel la había roto convertido en agencia semiestatal [...] La interpenetración de estos partidos con el Estado [...] ayuda a estos a permanecer dentro del sistema y dificulta que entren nuevos partidos, contribuyendo de este modo a mantener el cártel que han formado los principales partidos. Unos pocos partidos se ponen de acuerdo para limitar la entrada de otros competidores a la esfera estatal, llegando a un cierto acuerdo sobre políticas públicas que todos los partidos relevantes respetarían y que dificultaría la entrada de nuevos partidos con éxito a la arena política, limitando de este modo la competición electoral [...] tienen un acceso privilegiado a los canales de comunicación regulados por el Estado (p. 5)

Jesús Rodríguez Alonso (2010) destaca entre los rasgos más sobresalientes de los partidos cárteles:

1. La naturaleza sistémica de este proceso, en lo jurídico, en el ámbito electoral, en la cultura política y en la manera informal en que resuelven los conflictos.

2. Los participantes dentro del mercado político controlan y tienen acceso al financiamiento público. Existen pequeñas diferencias que están dadas por las posiciones ideológicas de cada partido, pero esto no afecta mucho su financiamiento, sin embargo, en cuanto a los grandes temas nacionales sus discrepancias son mínimas.

3. La orientación hacia un alejamiento de la sociedad y una creciente simbiosis con el Estado.

4. El modelo ofrece ventajas holísticas para comprender algunos compor-
tamientos de partidos políticos, única alternativa para gestionar la política en términos de acceso al poder por vía electoral, de reclutamiento de actores políticos, recopilación de diversas demandas poblacionales y formadores de ciudadanos, aunque ello signifique el monopolio del poder, una creciente dependencia de recursos públicos y, en su momento, pueda degenerar en una democracia de arriba hacia abajo.

5. La "cartelización", para Mair y Katz, es el resultado de las sociedades desarrolladas, pero también aparece en las democracias en consolidación, donde se presenta como partido de masas y Atrapa-Todo, puesto que están consolidando su institucionalidad.

Los brasileños Adrián Abala y Soraia Marcelino Vieira (2014) consideran que la cartelización se observa en Chile, Colombia y, en menor medida, en México y Brasil, donde los principales partidos tendieron a producir mecanismos de producción y reproducción de dominación social y política con el afán de conservación de las prebendas del Estado, pareciendo así confirmar la tesis de Mair y Katz (1997) sobre la colonización del Estado por los partidos cartelizados (Abala y Marcelino, 2014, p. 165).

Los partidos cárteles representaron un modelo de partidos en los países desa-
rrollados y en las llamadas democracias consolidadas, pero muchos autores sostienen su presencia en América Latina de forma enmascarada en los marcos de los procesos de globalización, orientándose cada vez más a un alejamiento de la sociedad y a un mayor acercamiento de los partidos con el Estado.

En América Latina también aparecen los modelos de partidos outsiders. Que surgieron por medio de nuevos caudillos, con estilos de liderazgo independiente, y que buscaban directamente apoyo electoral mediante el uso de los medios de comunicación, en especial, de la televisión, en evidente desprestigio ante la población del político tradicional. Estos partidos fueron resultado de la indiferencia hacia los propios partidos, provocada por el desinterés ideológico, la racionalidad ciudadana para participar en los comicios y eventos electorales. A todo ello debe incorporarse que la participación presenta una elevada carga de interés personal por aquellos partidos que propongan la solución de problemas concretos, que intereses sociales basados en la pertenencia ideológica (Urrea, 2009). El ejemplo más típico de outsider en América Latina lo constituyó la llegada al gobierno de Fujimori, con Cambio 90 en el Perú.

Conclusiones

Son pocos los estudios actuales con enfoques globales sobre los partidos políticos en la región. Entre ellos sobresalen los realizados por Manuel Alcántara y Flavia Freidenberg (2001). Por otra parte, los autores latinoamericanos al referirse a esta problemática se enfocan en aspectos puntuales que están afectando el funcionamiento de estos actores, como son su limitada capacidad de representación política, el bajo nivel de institucionalización, la reducción de su base de apoyo social, la tendencia de un sistema de partidos al multipartidismo, y demás.

Los partidos en América Latina tienen orígenes diversos. Algunos surgieron por el apoyo de diferentes instituciones como la Iglesia, las fuerzas armadas, sindicatos, caudillos, grupos empresariales, otros, aparecen con una presencia nacional o en regiones periféricas. Por último, están los motivados por factores externos con el apoyo de partidos similares, como los demócratas cristianos y socialdemócratas .

En muchos países de América Latina los partidos se encuentran regulados constitucionalmente, o por una ley de partidos o, en otros casos, por la ley electoral. Pero su funcionamiento no siempre responde a las reglas establecidas de carácter jurídico, por lo que se establece una constante tensión en el funcionamiento entre lo legal y lo informal. En la región el sistema de partidos bipartidista continúa como tendencia transformándose en multipartidista.

En la literatura sobre los partidos políticos de la región también se representa la conversión de los partidos tradicionales en diferentes variantes de partidos electorales, los cuales se caracterizan por su pragmatismo, la no sustentación ideológica de sus programas y por promover temas orientados a captar votos en sus campañas electorales.

Resulta interesante la aparición de publicaciones que sostienen la presencia de sistemas de partidos cárteles en América Latina. Estos se caracterizan por tener un fuerte dominio sobre el Estado, bloquean a sus competidores, reciben financiamiento público y tienen canales que los comunican directamente con el gobierno.

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RECIBIDO: 22/9/2016

ACEPTADO: 1/12/2016

 

 

 

José M. Salinas López. Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de la Habana, Cuba. Correo electrónico:jmsalinas@ffh.uh.cu

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