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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.286 La Habana july.-dez. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

 

¿Crisis ecológica o crisis política?

 


Ecological crisis or political crisis?

 

 


Luis Rubén Valdés Díaz


Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba.

 

 

 

 


 

RESUMEN
¿Está asociada la crisis ecológica solo a fenómenos naturales? ¿Es resultado del proceso evolutivo de la naturaleza? ¿Es, acaso, resultado también de la crisis política y de gobernabilidad que se vive hoy en el mundo? Uno de los problemas más acuciantes a los que se enfrenta el mundo es la crisis ecológica. La humanidad está en riesgo de sufrir medulares transformaciones en su devenir como resultado de todos los cambios que hoy se producen en el medioambiente. Su hábitat está en peligro y es el ser humano su principal destructor. El modelo de desarrollo económico social extendido por el hombre ha provocado el cambio climático, la extinción de los recursos y de la biodiversidad, el hambre, la pobreza, las enfermedades, las guerras, un desarrollo cada vez más desigual que ha dividido a la especie en dos grupos: uno minoritario que controla la mayor parte de la riqueza y otro, mayoritario, que no disfruta a plenitud los resultados de lo que produce. El impacto que el hombre tiene sobre la naturaleza es el factor que más cuestiona el sistema de gobernabilidad mundial, el que no ha logrado integrar a los diferentes gobiernos (algunos de los cuales actúan de forma excluyente y competitiva en la búsqueda de acciones que generen políticas de gestión medioambiental) con acciones colectivas que ayuden a reformar el modelo de construcción social.

PALABRAS CLAVE: gobernabilidad, crisis medioambiental, desigualdad.

ABSTRACT
Is ecological crisis due to natural phenomena only? Is it a result of evolutionary processes in nature? Or is it, rather, a result of political crisis and crisis of governance which the world is going through at present? One of the urgent problems that the world faces is ecological crisis. The evolution of the human race is running the risk of essentially altering due to the ways the environment is being changed. Man´s habitat is in danger, and it is man himself who is destroying it. The model of social and economic development, which is used by human being, has caused climate change, exhaustion of resources, biodiversity loss, hunger, poverty, illnesses, wars, a more and more unequal development which has divided our species into two groups - a very wealthy minority, and a very poor majority. The negative human impact on the environment questions global governance which has not achieved cooperation among governments worldwide -some of them take an exclusive and competitive stance on adopting environmental friendly policies- to take collective action to reshape the current model of social development.

KEYWORDS: governance, Ecological crisis, Inequality.



 

 

 

 

Introducción
¿Es el ser más inteligente de la Tierra su propio verdugo y del planeta o acaso aún es portador de esperanzas? ¿Seremos capaces de readecuar nuestras formas de vida para conservar los sistemas naturales de los que depende el futuro?

A la primera pregunta la inmensa mayoría podrá responder sin contratiempos, y un alto porciento lo hará de manera positiva, pues la humanidad conoce que solo tiene dos opciones: salvarse o perecer. Pero cuando se analiza la segunda pregunta es posible comprender lo difícil que resultará para la humanidad salvar su hábitat y garantizar un futuro. Lo cierto es que ambas necesitan soluciones inmediatas, siempre atendiendo al cumplimiento de las normas y los preceptos que el ser humano se ha encargado de diseñar.

En Estocolmo, la Cumbre de la Tierra declaró:

El hombre es a la vez obra y artífice del medio que lo rodea, el cual le da sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente. En la larga y tortuosa evolución de la raza humana en este planeta se ha llegado a una etapa en que, gracias a la rápida aceleración de la ciencia y la tecnología, el hombre ha adquirido el poder de transformar, de innumerables maneras y en una escala sin precedentes, cuanto lo rodea. Los dos aspectos del medio humano, el natural y el artificial, son esenciales para el bienestar del hombre y para el goce de los derechos humanos fundamentales, incluso el derecho a la vida misma. ("Declaración de Estocolmo", 1972).

Desde que se promovió esta declaración han transcurrido cuarenta y cinco años, sin embargo, hay menos peces en los mares, se reducen los arrecifes de corales, se emite más dióxido de carbono a la atmósfera, se produce una mayor erosión de los suelos, continúa el proceso de elevación del nivel del mar y el peligro de desaparición de un número cada vez mayor de especies, incluyendo la humana.

El modelo de desarrollo diariamente es puesto en duda por el ecosistema de la Tierra, del cual depende toda vida y toda actividad económica. No existe ninguna criatura viviente que supere al hombre en la cima de la pirámide depredadora, es autodestructor, un asesino consciente del crimen que comete, por lo que se convierte en uno de los animales más temidos del mundo.

Voltaire puso en boca de los personajes de su historia El mundo tal como va (1748) la siguiente frase, de una gran vigencia en el mundo moderno: "-Inexplicables seres humanos -exclamaba-. ¿Cómo podéis reunir tanta bajeza y tanta magnanimidad, tantas virtudes y tantos crímenes?" (Voltaire, 2005).

El hombre moderno se ha convertido en victimario y víctima de sus propias acciones, en un ser que ha utilizado su inteligencia para crear y destruir, para salvar y matar. Este mundo moderno está lleno de incongruencias y absurdos. Gente sin casa y casas sin gente, ricos que cada día son más ricos y pobres que cada día son más pobres, más ciencia para curar y muchas más armas para matar, miles de seres humanos que mueren de hambre, mientras grandes transnacionales botan miles de toneladas de alimentos.
Es un mundo lleno de contradicciones, algunas de ellas naturales, que se generan independientemente a nuestra voluntad, necesarias, porque crean las transformaciones indispensables para que la vida fluya, aunque, por otro lado, crean preocupaciones porque sus manifestaciones pueden entorpecer ese fluir de la existencia humana. Estos fenómenos naturales (la lluvia, los sismos, los ciclones, etc.) han provocado en los hombres y mujeres un marcado interés por entenderlos, modificarlos y utilizarlos en su beneficio: "En el transcurso del desarrollo evolutivo, el hombre fue preparado por la naturaleza para soportar las diversas acciones del mundo exterior y para establecer contactos permanentes con los procesos variables que en el mismo suceden (Tsarfis, 1986, p. 11).

De la misma manera, en el mundo se generan otras contradicciones, no tan naturales y sí irracionales, como la que marca el inmenso abismo entre ricos y pobres, generadora de males como la avaricia, el odio, el miedo, el hambre, el vicio y la mentira, entre otras. Contradicciones que han contaminado el mundo interior del hombre con otros males como el suicidio, la falta de confianza, las frustraciones y la envidia (Licea, 2006). Y este mismo hombre, lleno de contradicciones, es el que tiene la misión de transformar el mundo exterior, el que está llamado a desarrollar y promover políticas que den solución a los conflictos que han sido generados por él mismo, que inciden sustantivamente sobre la naturaleza (también enferma) y que pueden acelerar su curso o alterarlo. De la solución de estos depende el futuro de la humanidad.

Para lograr tales transformaciones, el hombre, que es el principal agente transformador, debe tomar conciencia de la necesidad del cambio, debe modificar conceptos, corregir estrategias, desarrollar responsabilidad, debe lograr armonizar, primero que todo, su mundo interior, para lograr la armonía en el mundo exterior.

Fidel Castro, el 24 de febrero del 2013, en la intervención que desarrolló en la Sesión de Constitución de la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba, expresó: "La humanidad ha entrado en una etapa única de su historia. Los últimos decenios no guardan relación alguna con los miles de siglos que la precedieron (Castro Ruz, 2013).

A tenor con estas palabras puede reafirmarse que existe un periodo profundo de crisis mundial, caracterizada por una crisis ecológica -que no debe verse aislada de la crisis política que hoy vive la humanidad-, y a la que se supedita la crisis del actual modelo socioeconómico, causante de la existencia de ese grupo minoritario que controla la mayor parte de la riqueza que se produce y que cada día se separa más de ese otro grupo mayoritario de ciudadanos que no disfruta a plenitud los resultados de lo que produce.

Estos procesos y fenómenos no pueden ser atendidos de manera independiente, su evaluación y su solución tiene que ser vista, por su complejidad y diversidad, de manera integral. Algunos se empeñan en "cerrar los ojos" a lo que ocurre, o tratan de ver solo la crisis ecológica aislada, resultado de los propios cambios que la naturaleza, en su evolución, va sufriendo y desconocen intencionadamente la responsabilidad humana.

Es por eso que me propongo tener un acercamiento a la crisis ecológica en su relación esencial con la crisis política y la crisis socioeconómica que vive y ha generado la humanidad. Y aunque la extensión del trabajo no lo permite, intentaré demostrar que no existe crisis ecológica per se, sino una crisis política. Para ello, expongo las principales debilidades que enfrenta hoy el modelo sociopolítico y económico, las que deben ser superadas si queremos salvar nuestra única casa.

No puede hablarse de soluciones, porque no dependen de una o cien o mil ponencias o tesis de maestrías y doctorales. La solución al problema es harto sabida en manos de quien está. Mi única razón es continuar llamando la atención hacia los puntos en los que hay que concentrar los esfuerzos, hacia la necesidad de saltar todas las barreras ideológicas y políticas que separan para mancomunar los recursos en función de salvarnos. Es necesario lograr un nivel de gobernabilidad, no solo localmente o regionalmente, sino mundial.

Desarrollo
Nacidos en una época turbulenta, arrastrados al abrir los ojos a la luz por ideas ya hechas y por corrientes ya creadas, obedeciendo a instintos y a impulsos, más que a juicios y determinaciones, los hombres de la generación actual vivimos en un desconocimiento lastimoso y casi total del problema que nos toca resolver [...]. Establecer el problema es necesario, con sus datos, procesos y conclusiones. Así, sinceramente y tenazmente, se llega al bienestar: no de otro modo. Y se adquieren tamaños de hombres libres.

José Martí, "Cuadernos de apuntes 6" ([1881]1975)

Nuestra especie tiene, por su propia naturaleza, la necesidad de producir y reproducir su existencia. Este proceso de intercambio lo realiza a través del trabajo, utilizando diferentes medios con los que transforma los recursos que el planeta le brinda y que no puede consumir en la forma que los encuentra en el medio.

Para lograr extraer los recursos que le permitan satisfacer sus ya hoy "insaciables necesidades", el ser humano se ha inventado los más avanzados medios de trabajo, algunos de los cuales han constituido una verdadera arma de depredación.

"La naturaleza está para ser dominada", parece ser la concepción que impera en aquellos que se lanzan sobre ella para obtener todo lo que les garantice la opulencia. En un principio el ser humano se sintió vencido por ella, huía ante la aparición de cualquier fenómeno que no entendía y llegó a atribuirle orígenes sobrenaturales, dándole cabida a los dioses y a seres que asociaban con lo incomprensible o con el origen de temores.

Hoy la ciencia ha dado respuestas a la mayoría de los antiguos fenómenos y a otros nuevos que han surgido, los ha estudiado para poder entenderlos, prevenir sus efectos y utilizarlos para su beneficio. La ciencia ha desarrollado tecnologías que posibilitan continuar desentrañando los misteriosos enigmas que, durante milenios, permanecieron como tareas por resolver.

Por otra parte, el afán de satisfacer un insaciable consumismo se convierte en la motivación principal de las grandes transnacionales de la industria y el comercio. Asociada a la solución de problemas humanos está la obtención de jugosas ganancias que marcan, cada vez más, las diferencias entre el sector que controla la riqueza y ese otro sector, mayoritario, que la produce, pero que no puede disfrutarla a plenitud.

La humanidad desea una forma de vida con niveles de comodidades a los que no quiere renunciar, pero que tienen un costo y van determinando su destino. Según los datos que se ofrecen en los "Objetivos del desarrollo sostenible para el 2030", si la población mundial alcanza la cifra de nueve mil seiscientos millones de habitantes para el 2050, serán necesarios tres planetas para mantener el actual ritmo de consumo (Cepal, 2016).

Las políticas socioeconómicas depredadoras desplegadas han puesto en marcha el reloj de la vida en un sentido regresivo, ha vulnerado los parámetros ecológicos y lo lleva a una crisis que lo conduce, a su vez, al caos y a la autodestrucción. Su supremacía como Homo sapiens es incorrecta. Es la razón por la que debe prestarse atención, más que a la crisis ecológica, a la crisis del sistema político y socioeconómico que rige los destinos de la humanidad, si es que se quiere resolver lo que ya casi es inevitable.

El expresidente de Uruguay, José Mujica, en una entrevista concedida para el documental "Human", dirigido por el cineasta y artista francés Yann Arthus-Bertrand (2015), acotó dos aspectos esenciales que constituyen la esencia de este artículo: la existencia de la crisis ecológica que hoy atraviesa la humanidad es resultado de la crisis política que vive el mundo, es resultado de la no existencia de una voluntad política por parte de los máximos responsables de esta crisis general. Decía Mujica:

No hay crisis ecológica, hay crisis política. Hemos llegado a una etapa de la civilización en la que necesitamos acuerdos planetarios y miramos para otro lado. Nos encerramos en los chovinismos nacionales y en las preocupaciones de potencia de las naciones. Sobre todo, los países más fuertes, que son los que deberían dar el ejemplo.

No se puede decir que no hay recursos. Lo que no hay es la gobernanza política. Los gobiernos estamos preocupados por quién va a quedar en la próxima elección, quién se sienta en el sillón; estamos peleando por el gobierno y nos olvidamos de la gente, del problema mundial (Mujica en Arthus-Bertrand, 2015).

¿Qué es una crisis ecológica?
La ecología ha sido comprendida tradicionalmente como la ciencia que se dedica a estudiar la relación de los seres vivos y el entorno. No hay manera de poder hablar de uno sin el otro, pues el ser humano necesita, para poder existir, del medioambiente, tanto del natural como del creado por sí mismo.

Cuando hablo de medioambiente me refiero a los elementos del medio abiótico (energía solar, suelo, agua y aire) y los del medio biótico (organismos vivos) que integran la delgada capa de la tierra llamada "biosfera" (VV. AA., 2006) y que constituye el área de sustento y hogar de las plantas, animales y de todos los seres vivos, entre ellos, por supuesto, los seres humanos. Pero el medioambiente es más que la biosfera. Es, en realidad, un sistema bien complejo y dinámico, donde convergen y se interrelacionan lo ecológico, lo socioeconómico y lo cultural, que está sujeto a un ininterrumpido proceso evolutivo de la sociedad, así también todo el patrimonio histórico-cultural todo lo creado por el hombre. Por lo tanto, la interpretación de su contenido indica que su tratamiento debe caracterizarse por la integralidad y el vínculo con los procesos de desarrollo.

Existe un equilibrio natural entre estos elementos que han sustentado la vida. Equilibrio que ha sido alterado y que, por lo tanto, coloca la permanencia de la especie en un conteo regresivo, lo que hace evidente una crisis de incalculable envergadura.

Este es un planeta donde ha comenzado a escasear la materia prima, las tierras cultivables están desapareciendo, la fuente principal de energía que ha sustentado el desarrollo se está agotando y la escasez de agua amenaza con convertirse en el principal problema de la humanidad y causante de severos conflictos sociales. Lo anterior condujo a que en el análisis perspectivo de los Objetivos del Desarrollo Sostenible hasta el 2030, se considerase que para el 2050 al menos una de cada cuatro personas viva en un país afectado por la escasez crónica y reiterada de agua dulce. Hoy más del 40 % de la población mundial está afectada por la escasez de agua, cifra que debe aumentar (CEPAL, 2016). A todo ello debe sumarse la progresiva desaparición de las relaciones sociales, la cultura y el patrimonio histórico cultural, como resultado de los conflictos sociales, económicos y políticos por un nuevo reparto territorial en busca del control de los recursos que se agotan. Definitivamente, eso responde a una crisis medioambiental que, a su vez, se traduce en una crisis de la cultura, las relaciones sociales, la convivencia pacífica y el desarrollo sustentable.

Diferentes autores y especialistas han esgrimido variadas razones para fundamentar las causas que condujeron a la humanidad hasta este punto y, aunque no dejan de tener parte de razón en sus análisis, se alejan, objetivamente, de las factores esenciales. Creo necesario reflexionar sobre algunas de ellas.

Desde el surgimiento de la humanidad la tecnología ha marcado la diferencia entre aquella y el resto de los seres vivos del planeta, al colocar a la especie humana en la cúspide de los agentes transformadores de la naturaleza en beneficio de su propio crecimiento y satisfacción de sus necesidades. Es indiscutible que el crecimiento de la población mundial y la acción depredadora sobre la naturaleza con la tecnología desarrollada están agotando los recursos para sustentar a esa creciente masa poblacional. Pero, ¿son en realidad el desarrollo tecnológico y el crecimiento de la población mundial las causas esenciales de la actual crisis medioambiental? Así lo creen los especialistas citados por Tanuro (2012), en su artículo "Las fases del desarrollo de la crisis ecológica capitalista":

Algunos concluyen por ello que la actual crisis ambiental no es más que la reproducción en mayor magnitud y a escala global de estas crisis ambientales locales del pasado, el resultado lógico de un "engranaje de la técnica" que va del dominio del fuego al de la energía atómica (admitiendo que esta pueda ser "dominada"), pasando por la domesticación de otras especies animales y la invención de la agricultura. En otras palabras, el progreso humano -cuantitativo y cualitativo- sería inevitablemente destructivo.
Esta visión ha sido popularizada desde hace varias décadas por muchos autores, como Hans Jonas, Jacques Ellul o, más recientemente, André Labeau. Todos ellos acusan a "la técnica" de ser responsable de la degradación del entorno. Tanto para Ellul como para Lebeau, el "sistema técnico" que existe desde los primeros pasos de la humanidad posee una lógica propia que es incompatible con los límites naturales.

En ese mismo artículo Tanuro señala que otros especialistas plantean (evidentemente con un criterio maltusiano), que la naturaleza está "enferma de humanidad" y, por lo tanto, ven el crecimiento poblacional como el motor principal de la destrucción del medioambiente.

Estos planteamientos, aunque no son descartables en su totalidad, tampoco son absolutos, pues mucha de la tecnología que se utiliza, lejos de contribuir al desarrollo, agrede las bases de este y, por lo tanto, ponen en contradicción a la naturaleza con nuestra especie al presentarse la baja disponibilidad de recursos como resultado del crecimiento poblacional. Un ejemplo que se puede analizar es el desconocimiento del envejecimiento poblacional como uno de los factores que ponen en riesgo un desarrollo sostenible y la exigencia de estimular la natalidad, para poder sustituir ese sector poblacional que deja de ser económicamente activo.

Por otro lado, está la posición adoptada por algunos organismos internacionales -desde la década de los ochenta del pasado siglo- que lejos de presentar un análisis real de las causas de la situación de crisis medioambiental, la han ignorado y han terminado, al decir de Tanuro (2012), dándole un "respaldo ideológico" al neoliberalismo económico. Asimismo, continúa Tanuro diciendo que en el año 1983 el ex Secretario General de la ONU, Javier Pérez de Cuellar, basándose en la resolución 8 del documento final de la 102 reunión de la Asamblea General, pidió a la que en aquel entonces era Ministra de Noruega, la señora Gro Harlem Brundlant, que se creara una comisión encargada de las cuestiones del medioambiente y el desarrollo. Esta comisión adoptó el nombre de Comisión Mundial sobre Medioambiente y el Desarrollo, la que hizo público, en 1987, un estudio de gran impacto que se conoció como "Nuestro futuro común", más conocido como el "Reporte Brundlant". ¿Cuál fue el acierto y cual la limitación de ese informe?:

Si bien el reporte indicó que la mala distribución de recursos, la dependencia económica en combustibles fósiles y el hacinamiento eran los problemas estructurales del deterioro ecológico global, no presentó ninguna reflexión acerca del sistema causante de este desarrollo no sustentable y, por lo tanto, al omitir ese análisis da por sentado el sistema económico y su enmarañada estructura que deriva en una gran parte de los problemas ambientales que enfrentamos hoy en día (Tanuro, 2012).

Pero, además, el informe propone un esquema de crecimiento basado en la economía capitalista de mercado liberal y enfatiza que todos los problemas medioambientales podían resolverse en ese contexto. Este es uno de los elementos que sustentan el criterio de Tanuro del respaldo ideológico al neoliberalismo económico y que se convirtió en una idea repetida ad aeternum por los ideólogos del capitalismo.

Lo implícito en la defensa de las leyes del mercado a toda ultranza es la conservación del sistema imperante en el mundo, sin reconocer que es la causa esencial de todo el descalabro socioeconómico, político y ecológico que hoy sufre la humanidad; es evitar el debilitamiento de las bases de la subsistencia de ese sector minoritario que controla la mayor parte de la riqueza que se produce en el mundo. La respuesta a la inevitable pregunta de por qué continúa negándose la crisis, es que con la incredulidad se trata de ocultar la construcción de una economía dominante, el despliegue de muchos recursos en función de "deslumbrar" al mundo con esa triada mágica producción-distribución-consumo.

No son pocos los que han entrado a desarrollar una ofensiva contra lo que se considera causa real de los problemas globales del mundo contemporáneo, desde las ciencias, la política, la religión, el arte, entre otros. Aunque el tema de la crisis de la ecología y de los problemas medioambientales tomó fuerza sobre todo a partir de la década del setenta del siglo xx, ya desde mucho antes las preocupaciones por la relación de la naturaleza y la sociedad estuvieron presente en los análisis de muchos estudiosos, como por ejemplo Marx y Engels. Estos dos pensadores siempre estuvieron al tanto de los avances científicos de su tiempo, lo que se demuestra en el discurso de Engels ante la tumba de Marx, que se cita en el artículo "Capitalismo y crisis ecológica global": "No es por casualidad que Engels, en su discurso ante la tumba de Marx, dijera que "Para Marx, la ciencia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria". Ambos mostraron una preocupación por los elementos de crisis ecológica que ya se expresaban en su tiempo, como el empobrecimiento de los suelos de la agricultura" (Juan, 2015).

Es significativo, como bien se señala en el artículo referido, que ambos teóricos mostraron en diferentes momentos una preocupación por las manifestaciones de crisis ecológica que ya se reflejaban en la época, como el empobrecimiento de los suelos. El autor del trabajo cita una referencia que aparece en el tomo III de El Capital: "Todo el espíritu de la producción capitalista, orientada hacia la ganancia monetaria inmediata, se halla en contradicción con la agricultura, que ha de tener en cuenta el conjunto permanente de las condiciones de vida de las sucesivas generaciones humanas que se van encadenando" (Juan, 2015). Se observa en este análisis un enfoque hacia lo que hoy se denomina "desarrollo sostenible", además, el señalamiento del papel que juega la concepción económica capitalista en el logro de su objetivo esencial: el aumento de la riqueza, en detrimento de la naturaleza.

Más adelante Engels retoma ideas ya expresadas en el tomo I de la misma obra, un revelador fragmento donde Marx refleja la doble acción perniciosa de la producción capitalista sobre el obrero y el suelo y su noción del progreso económico destructivo del medioambiente: "La producción capitalista no solo destruye la salud física de los obreros, sino que, además, altera los intercambios naturales entre el hombre y la tierra [...] todo progreso en la agricultura capitalista es también un avance en el arte de esquilmar el suelo" (Juan, 2015).

Dentro de las diversas reflexiones hechas por muchos especialistas acerca de las causas de la crisis ecológica y medioambiental, no puede pasarse por alto la del Papa Francisco a través de la Carta Encíclica Laudatus Si, "El cuidado de la casa común", emitida por la Santa Sede el 24 de mayo del 2015.
Francisco, con una gran objetividad, señala y critica el actual modelo socioeconómico imperante, exponiéndolo como el causante de las principales consecuencias que hoy sufre la humanidad en el orden medioambiental:

Muchos de aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas, tratando solo de reducir algunos impactos negativos del cambio climático. Pero muchos síntomas indican que esos efectos podrán ser cada vez peores si continuamos con los actuales modelos de producción y de consumo. Por eso se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de dióxido de carbono y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable (Papa Francisco, 2015).

Aquí se vuelve imperioso retomar las ideas del expresidente de Uruguay, José Mujica, cuando explicaba que no existe crisis ecológica, mas sí crisis política y que cuando la humanidad necesita acuerdos planetarios, los poderosos miran hacia otro lado (Mujica, 2014).

La política es esencial para el análisis de cualquier fenómeno o proceso de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, pues atraviesa transversalmente cada acción humana y es, sin lugar a dudas, la fuerza más poderosa del hombre, utilizada para construir o destruir según quien la esgrima.

Los problemas ecológicos por sí solos no se pueden resolver. Necesitan de la política para diseñar las estrategias a seguir y los recursos a utilizar para darle solución. La responsabilidad de esto es de los gobiernos y, de su voluntad política, depende que se puedan desarrollar estrategias integrales para darle solución a los problemas medioambientales de hoy. Y esto es lo que precisamente ha estado faltando.

Desde el Protocolo de Kyoto (1997) hasta la reunión de París (2015), se han establecido 20 acuerdos, pero solo en 2015 la casi totalidad de los países miembros de la ONU (193 estados miembro), algunos de los cuales eludieron el Protocolo de Kyoto (China, Estados Unidos, India y Rusia), acordaron trabajar para mantener la temperatura media de la tierra por debajo de los 2º para finales de este siglo, lo que constituye un avance significativo (Newsletter Eco Avant, 2015). Lo paradójico de ese acuerdo es que la decisión de cuánto gas de efecto invernadero se va a reducir por cada país quedó al buen arbitrio de cada gobierno. Es evidente que existe, desde el punto de vista medioambiental, una falta de voluntad política para darle solución a los problemas que hoy afectan a la humanidad.

Como ya he dicho ad supra, la desigualdad económica y social que hoy vive el mundo se acompaña también de una desigualdad ambiental. Los efectos del cambio climático no se reflejan igual en el centro del continente africano que en Japón.

Para completar los desbalances, esa carencia de voluntad política refiere, sobre todo, a los más poderosos. El ejemplo por antonomasia es Estados Unidos, y no en vano, ya que es el máximo protagonista del descalabro climático, el segundo país más emisor de gases de efecto invernadero, solamente antecedido por China. En la reunión del G-20 celebrada en Alemania en 2017, Norteamérica logró imponer sus exigencias y se sacaron de la agenda de la reunión dos puntos, uno de ellos, el medioambiente. El Secretario del Tesoro de Washington, Steven Mnuchin, en una conferencia de prensa que ofreció al término de la reunión, ante una pregunta de los medios se limitó a declarar que el tema no le incumbía. Aunque el ejemplo más importante que pueda brindarse sobre la posición norteamericana en este asunto es su retirada de los acuerdos de París, anunciada por su presidente Donald Trump apenas asumida su presidencia en el 2017.

¿Son estas acciones y declaraciones resultado de una ignorancia total del tema? No, está más que evidenciado que la necesidad de proteger los intereses de las grandes transnacionales, de no afectar la esencia de la política neoliberal, proteger el mercado, sus ganancias y las arcas del 1 % más favorecido del mundo, constituyen las verdaderas razones que impelen a la administración Trump a darle la espalda a la crítica situación que se desarrolla en el mundo en materia medioambiental, y llegar a afirmar públicamente la absurda idea de que los seres humanos no tienen nada que ver con las afectaciones al cambio climático.

¿Cómo lograr, entonces, implementar las políticas correctas que contribuyan a la preservación de nuestro hábitat en estas condiciones? No creo que sea necesario escribir nada nuevo al respecto. Omnis scripsi est. Lo que sí está evidenciado es que se necesita la voluntad política de los Estados para implementar todas las estrategias que se generen, y, por ejemplo, derivar los recursos financieros y materiales que se utilizan para la fabricación de armas de exterminio masivo, hacia aquellos países subdesarrollados que no cuentan con recursos para implementar políticas medioambientales. Recordemos que hoy el mundo invierte en la carrera armamentista 1,7 millones de millones de dólares. Estados Unidos, según informe de su propio presidente en la 72 sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, invertirá, durante el mandato Trump, setecientos mil millones de dólares en gastos militares.

Existe un problema evidente de gobernabilidad en el orden medio ambiental. Los organismos internacionales, los países más desarrollados, no logran adecuados acuerdos planetarios, por lo que las demandas de la mayoría de la sociedad mundial no se satisfacen y, cuando esto ocurre, la gobernabilidad está en peligro. Los problemas migratorios se incrementan, crece la concentración de la población en aquellas zonas menos afectada por el cambio climático, lo que, a su vez, desencadena una intensificación de la pobreza, el hambre, las enfermedades y los conflictos sociales.

Conclusiones
En estos apuntes queda precisado que existen factores indispensables para solucionar los conflictos medioambientales que exceden la simple voluntad de la especie y se resume en las decisiones de los gobiernos del mundo, más que en el ciudadano común. Sin embargo, son esas causas políticas las impiden la implementación de medidas efectivas en términos climáticos. Diferentes organismos y organizaciones, como el Programa de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente, llaman la atención sobre cuestiones como:

  • el cada vez más profundo desarrollo desigual;
  • mayor polarización de la riqueza, que lleva a que se incremente la disparidad entre ricos y pobres (la eliminación de la pobreza es un factor indispensable para lograr ganar la batalla del hombre contra sus propias ansias de consumo desbordado);
  • insuficiente extensión del desarrollo tecnológico, que amplía también la brecha entre los países desarrollados y los subdesarrollados;
  • desenfrenado consumismo generado por el capitalismo y que va en detrimento de los recursos naturales, en especial de los países subdesarrollados, fuentes históricas de materia prima para la industria capitalista;
  • falta de voluntad política de los gobiernos para poder desplegar acciones que generen estrategias de cambio sustanciales, dirigidas a borrar las barreras económicas, ideológicas y políticas que hoy dividen la humanidad, y a lograr acuerdos planetarios que igualen las acciones entre todos los países, para intentar, al menos, mitigar las acciones del cambio climático y sacar a la humanidad de la crisis ecológica.

Pero, primero que todo, hay que lograr resolver la crisis política y de gobernabilidad que hoy enfrenta el mundo. Concluyo con las reflexiones de José Mujica expresadas en una sesión especial del Consejo Permanente de la OEA: "La fuerza de esta civilización es tremenda, la multiplicación de riqueza es tal que el hombre tiene fuerza, como especie, para cambiar la suerte del planeta a favor de la vida, pero debe enamorarse de ella y entender que por encima de lo nacional está la vida en el planeta" (Mujica, 2014).

 

 

 

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA


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RECIBIDO: 22/6/2017

ACEPTADO: 31/8/2017

 

 

 

 

 

Luis Rubén Valdés Díaz, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: lruben@ffh.uh.cu

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