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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.286 La Habana jul.-dic. 2018

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

 

Presencia y límites de la influencia del lobby proisraelí en la administración Obama

 


Presence and Boundary Influence of the Lobby pro-Israeli in the Obama Administration

 

 


Willian Espronceda Rodríguez


Departamento de Sociología, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba.

 

 

 

 


 

RESUMEN
Estados Unidos es el país por excelencia de los grupos de presión. El poder de influencia de estos grupos es notorio en la toma de decisiones políticas. El lobby proisraelí se destaca por su presencia activa en el Congreso y Ejecutivo estadounidense. Durante la administración de Barack Obama el grupo de presión proisraelí ha tenido un papel fundamental sobre la disposición de decisiones, pero, al mismo tiempo, ha encontrado ciertos límites a su influencia. La evidencia de los límites del lobby proisraelí, a pesar de las presiones ejercidas, se puso de manifiesto en la no intervención por parte de Estados Unidos en Irán y su incapacidad para contener el acuerdo nuclear entre ambos países.

PALABRAS CLAVES: AIPAC, grupo de presión, Irán, Israel.

ABSTRACT
The United States is the country for excellence of lobbyists, the power of influence of these groups is notorious in political decision-making. One of these groups: the pro-Israeli lobby stands out for its active presence in the U.S. Congress and executive. During the administration of Barack Obama, the influence of the pro-Israeli lobby has not been the exception. At the same time, however, this pressure group has found certain limits to its influence on American policymakers. Evidence of the limits of the pro-israeli lobby was evident in America's non-intervention in Iran, despite lobby pressures. Nor was the pro-Israeli lobby able to contain the nuclear agreement between the Obama administration and Iran.

KEYWORDS: AIPAC, lobby, Iran, Israel.



 

 

 

 

Introducción
En el sistema político estadounidense los grupos de presión o lobbies, se encuentran legalmente organizados, con acceso a la formulación en la toma de decisiones, influencia en las campañas electorales, el Congreso y la Casa Blanca. Las vías de influencia de estos grupos varían entre sí en diversidad, amplitud y efectividad.

La magnitud del impacto de los grupos de presión depende, en buena medida, del grado de diversidad y alcance de las vías de influencia, del nivel de organización, financiamiento y de la aceptación de sus intereses como si fueran intereses públicos; así también, del ejercicio de una efectiva actividad de cabildeo y de una débil oposición a sus propuestas por parte de otros grupos de presión. El lobby proisraelí se encuentra entre los grupos de presión con gran amplitud y diversidad de vías de influencia, hasta el punto de ser percibido como uno de los más poderosos e influyentes dentro del sistema político estadounidense.

El lobby proisraelí es uno de los que posee mayor diversidad de su actividad de influencia, para ello cuentan con uno de los grupos de presión más influyentes en Washington: el Comité de Asuntos Públicos Israelo-Estadounidense (American Israel Public Affairs Committee, AIPAC). Además, posee una alta organización política en la comunidad judía, una eficaz coordinación de grandes sumas de dinero para las campañas electorales, influyentes tanques pensantes, intelectuales y políticos neoconservadores, medios de comunicación y la activa participación del moviendo religioso denominado "sionismo cristiano". Para el presente artículo, sin embargo, no se hará referencia a esa amplia y diversa influencia del lobby proisraelí, sino que se abordará el vínculo que se ha establecido entre el aludido lobby, en especial el AIPAC, y el presidente Barack Obama. Para ello, primero se realizó una breve aproximación a los grupos de presión en EE. UU. y luego, la necesaria identificación de las características fundamentales del lobby proisraelí.

Surgimiento y despliegue de los grupos de presión en el sistema político estadounidense
Los primeros antecedentes de los actuales grupos de presión en Estados Unidos (finales del siglo xviii) fueron las asociaciones y grupos políticos que se organizaron con objetivos proindependentistas. Una vez lograda la independencia, el objetivo de las distintas clases y grupos políticos se centró en el debate constitucional. En las décadas de 1830 y 1840 surgieron algunas asociaciones religiosas y grupos antiesclavitud; en la década de 1860 surgieron otros como los artesanos, los grupos de granjeros (Grange), organizaciones fraternales y, posteriormente, entre 1880 y 1890, emergieron las asociaciones de negociantes. Sin embargo, no fue hasta el periodo comprendido entre 1910 y 1920 que esos grupos adquirieron las características que definen en la actualidad a sus homólogos: grupos formalmente organizados que ejercen cabildeo en los centros de decisiones políticas con el objetivo de hacer valer sus intereses.

El surgimiento de los grupos de presión en Estados Unidos estuvo marcado por actos de corrupción que condujeron al cuestionamiento de sus actividades. Sin embargo, los grupos no han podido ser eliminados legalmente, pues como se recoge en "La Primera Enmienda de la Constitución": "El Congreso no aprobará ninguna ley por la cual se establezca oficialmente una religión o se prohíba el libre ejercicio de alguna; se coarte la libertad de expresión o de prensa, o se restrinja el derecho del pueblo a reunirse pacíficamente y solicitar al gobierno la reparación de agravios" (Q. Wilson, 1992, p. 408). Por ello, los grupos de presión declaran "que ellos mismos constituyen un ejercicio de libre pensamiento, expresión, petición y reunión" (Charles, 1991, p. 110).

Sobre la actividad de estos grupos, y de la participación ciudadana en general, se produjeron fuertes debates en el período constitucional. James Madison, en el número 10 de El Federalista, afirmó que algunas de las calamidades de la sociedad de su época se encontraban en la influencia de los grupos o facción, como él los denominó: "estos efectos se deben achacar, principalmente si no en su totalidad, a la inconstancia y la injusticia con que un espíritu faccioso ha corrompido nuestra administración pública". Sin embargo, al mismo tiempo afirmaba: "pero no sería menor locura suprimir la libertad [de las facciones] que es esencial para la vida pública" (Q. Wilson, 1992, p. 420).

El sistema político estadounidense es particularmente vulnerable a las presiones y/o influencias de los grupos de presión por varias razones. La primera de ellas es el carácter legal de los grupos de presión. Estos grupos no operan en secreto, salvo algún acto de soborno o incumplimiento de las normas legales que regulan su actuación, sino que actúan libremente en los pasillos del Congreso, en citas o eventos con el Presidente, en los medios de comunicación y en intercambios con el público en general.


Otra de las razones se refiere a las costosas campañas electorales que en Estados Unidos exigen de amplias y diversas fuentes de financiamiento, cuestión esta que aprovechan los grupos de presión para influir en los candidatos. También habría que agregar la limitada representación de los partidos políticos para encausar los diversos intereses sociales, cuestión que los grupos de presión saben aprovechar.

Para lograr influir en los diversos centros de decisiones políticas, los grupos utilizan el cabildeo: lobbying(1) como vía de acceso a las decisiones políticas. El término cabildeo a menudo contiene una carga peyorativa y, con frecuencia, es asociado con acciones ilegales, actos corruptos y resquebrajamiento de valores morales en los políticos y administrativos. Esta animadversión hacia la actividad del cabildeo no es infundada, pues en la historia de los grupos de presión y su relación con el poder político, no son pocos los casos en que los políticos han sido influidos por estos grupos mediante métodos ilegítimos.

Según Dion (1967): "[las] dos principales características del sistema político norteamericano que condicionan la organización y las actividades de los grupos, son indeseablemente el federalismo y [...] la separación de poderes" (pp. 76-77). En consecuencia los grupos de presión en los EE. UU. concentran sus esfuerzos en los poderes legislativos, ejecutivos y en la Suprema Corte de Justicia.

El Congreso es lugar clave en la influencia de los grupos, allí se toman muchas de las decisiones políticas que les conciernen a sus intereses. Aunque la presentación de los proyectos de leyes (bills) concierne solo a los Senadores y Representantes, los grupos de presión intervienen en su redacción y, muchas veces, brindan información detallada sobre el tema a tratar que no poseen los legisladores. Cuando esto sucede no puede hablarse de presión política por parte de los grupos, sino, más bien, de una confluencia de intereses.

El poder ejecutivo, y dentro de este el Presidente, constituyen fuente de acceso clave de los grupos de presión por varios motivos. El Presidente posee iniciativa legislativa, dirige la burocracia de la Casa Blanca, ejerce su prerrogativa presidencial de nombramiento y juega un papel fundamental en la formación de la opinión pública nacional.


Barack Obama y los grupos de presión

En el 2008, el entonces candidato presidencial Barack Obama prometió al electorado lo siguiente:

Les digo a los cabilderos corporativos que se acabaron los días en los que establecían la agenda en Washington, los cabilderos no han financiado mis campañas y, desde mi primer día como presidente, pondré en marcha la reforma más radical desde el punto de vista ético en la historia de Estados Unidos. Vamos a implantar un gobierno más abierto, más responsable y más sensible a los problemas del pueblo americano (citado por Thurber, 2010, p. 9).

De la misma manera, en un discurso en Virginia, Obama hizo referencia al poder destructivo de los grupos de presión: "Vamos a cambiar la manera en la que se trabaja en Washington. No van [los cabilderos] a secuestrar a nuestro partido. No van a secuestrar nuestra Casa Blanca. No van a ahogar las opiniones del pueblo americano" (citado por Thurber, 2010, p. 9). Y refiriéndose al financiamiento en la campaña electoral declaró: "Sufro del mismo pecado original de todos los políticos, tenemos que recaudar dinero. Pero mi argumento ha sido y seguirá siendo, que la influencia desproporcionada de los cabilderos y sus intereses particulares son un problema en Washington y en las capitales estatales" (citado por Thurber, 2010, p. 10).

El relativo rechazo de Obama hacia los grupos de presión no solo fue retórica, sino que, además, se concentró en acciones políticas en el Congreso y en la Casa Blanca. Durante su periodo senatorial (2005-2008) ayudó en la reforma del Senado para regular y aumentar la transparencia entre los cabilderos y políticos, mediante la Ley de Liderazgo Honesto y Gobierno Abierto del 2007 (Strauss, 2011, p. 15). Ya en el ejercicio de la presidencia B. Obama emitió varias órdenes ejecutivas con el objetivo de limitar la influencia de los grupos de presión en la formulación de las políticas públicas. La primera orden fue firmada el primer día de su presidencia, así trataba de demostrar su rechazo a la desproporcionada influencia de los cabilderos, sobre todo, en la Casa Blanca.

Entre las regulaciones de la mencionada orden ejecutiva, se encuentra la prohibición del personal saliente de la Casa Blanca para registrarse como cabildero antes de transcurrido un periodo de dos años. En el caso de que este personal fungiera previamente como cabildero, dicha regulación prohíbe el establecimiento de contactos con el funcionariado que esté ejerciendo en el área específica de su interés como grupo de presión. A la vez, la orden ejecutiva prohíbe la entrega de regalos por parte de los cabilderos e intenta lograr que la contratación de los funcionarios públicos de la administración tenga como criterio válido la competencia profesional y no las conexiones políticas. Así, Obama ordenó que cada personal asignado a trabajar con él firmara un compromiso permanente aceptando las reglas descritas.


Esta orden ejecutiva decretada por Obama ha sido aceptada por unos y criticada por otros. Los partidarios de su defensa alegan a su favor las normas y límites relativos que ha establecido hacia los grupos de presión. Las críticas pueden dividirse en tres: un primer conjunto en que se encuentran las asociadas al rechazo de la existencia misma de estos grupos, las relacionadas con el alcance que aún posee esta orden ejecutiva en el establecimiento de un verdadero límite a la desproporcionada influencia de los grupos de presión en el sistema político; y por último, a la no diferenciación entre los diversos grupos, algunos de los cuales han sido afectados, a pesar de contar con demandas legítimas socialmente aceptadas.

Por ejemplo, el Congreso de Organizaciones Industriales (Congress of Industrial Organizations -CIO-) y la Federación Estadounidense del Trabajo (American Federation of Labor -AFL- ) (este último el mayor conglomerado sindical estadounidense y considerado unos de los grupos de presión más influyentes) fueron dos de los críticos de las medidas ejecutivas de Barak Obama. Estas organizaciones consideran que las normativas impuestas a los grupos de presión que asesoran a instituciones gubernamentales deberían aplicarse solamente a aquellos grupos con intereses particulares que se benefician de los gastos del gobierno.

Según Bob Bauer (2014), esta última crítica hacia la orden ejecutiva de Obama teóricamente pudiera ser pertinente, en la medida que la directiva trata por iguales a grupos de presión diferentes: tanto los que presionan al gobierno y poseen intereses particulares como los que tratan de influir con intereses públicos comunes a toda la sociedad. Sin embargo, inmediatamente agrega que nadie ha resuelto el problema que implica establecer un juicio de valor válido para diferenciar los grupos de presión legítimos de los no legítimos.

Ante la defensa de la orden ejecutiva, B. Bauer (2014) plantea que dicha regulación se encuentra en el contexto de la forma de hacer política en Washington y, por tanto, durante la administración del presidente Obama no cambiaría, en lo fundamental, la cultura política en EE. UU. Ergo, la orden ejecutiva es lo que debe esperarse de cualquier reforma: lo que puede.

El 27 de enero de 2009, una semana después de que Obama asumiera la presidencia de su segundo mandato, el Secretario del Tesoro Timothy Geithner, anunció una serie de restricciones para los grupos de presión en relación con la Ley de Estabilización Económica de Emergencia. Las regulaciones fueron diseñadas para limitar la influencia potencial de los cabilderos en las inversiones estatales y darle una mayor transparencia al proceso inversionista, que debía estar basado en la prioridad nacional y no en los intereses privativos de los grupos de presión.

El 20 de marzo del mismo año, la Casa Blanca emitió un memorándum delineando restricciones a los cabilderos sobre los fondos de estímulo que establece la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009. En la presentación del memorándum, el propio presidente Obama planteó que con la aplicación de esa ley se pretendía garantizar la distribución responsable de los fondos y, con ello, favorecer una mayor transparencia pública y la rendición de cuentas de dicho gastos. Al mismo tiempo, resaltó que los factores a tener en cuenta para el otorgamiento de los fondos deben estar relacionados con la pertinencia de los proyectos, y no con la influencia o presión de los cabilderos.

El 23 de septiembre la Casa Blanca anunció una nueva política para restringir el número de grupos de presión registrados a nivel federal que desempeñan funciones de asesoría en instituciones gubernamentales. Según Strauss (2011) Norma L. Eisen, Asesor Especial del Presidente, declaró que si bien se reconocen las contribuciones de algunos de los grupos de presión que se verán afectados, es un hecho de que en los últimos años estos grupos han condicionado fuertemente la agenda nacional, sesgada a favor de sus intereses. Aunque, al mismo tiempo, declaraba que la Casa Blanca no intentaba eliminar la legítima participación de los grupos presión, pues son una expresión de la democracia.

La Casa Blanca emitió otro memorando el 18 de junio de 2010. En esta nueva disposición se impedía cualquier nombramiento o reelección de los grupos de presión registrados a nivel federal con asesoría en las instituciones gubernamentales. Así, superaba el anterior memorándum de septiembre de 2009, en el que solo hubo determinada restricciones en la existencia de los grupos de presión (Strauss, 2011).

Todas estas medidas de carácter jurídico para limitar el poder de influencia de los cabilderos en la Casa Blanca, provocaron el rechazo inmediato de distintas organizaciones y grupos de presión. Así, la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union -ACLU-), Ciudadanos por la Responsabilidad y la Ética en Washington (Citizens for the Responsibility and Ethic in Washington -CREW-) y la Liga Americana de los Grupos de Presión (American League Lobbyists -ALL-), enviaron cartas al presidente Obama y comunicados a la prensa manifestando su inconformidad. En esas protestas manifestaron la supuesta violación de sus derechos civiles, amparados en el derecho que poseen los ciudadanos estadounidenses de solicitar ayuda del gobierno como plantea la Primera Enmienda de la Constitución (Strauss, 2011).

El lobby proisraelí y sus vías de influencia
Mearsheimer y Walt (2007) precisan que el lobby proisraelí se constituye en una amplia y dispar coalición de individuos y organizaciones que trabajan activamente para conformar la política exterior estadounidense e imprimirle una dirección claramente proisraelí. Esta coalición no es un movimiento único dotado de una cúpula de liderazgo central, ni una conspiración o conciliábulo, sino que actúa de la misma forma que cualquier otro grupo de interés (p. 189).

Existe consenso entre los académicos y políticos estadounidenses en que el AIPAC es el grupo de presión de mayor eficacia en la conformación de la política exterior de EE. UU. hacia el Medio Oriente. Este grupo de presión ha ejercido su influencia a través de una diversidad de vías, tanto en la rama legislativa como en la ejecutiva, en esferas claves de influencia:

a. En las campañas electorales, a través un elevada recaudación de fondos financieros, un gran apoyo por parte de la comunidad judía hacia los candidatos proisraelíes y la ventaja de contar con una base electoral disciplinada y con alta participación en los estados claves.
b. En el Congreso ha logrado participar activamente en la toma de decisiones mediante la redacción de proyectos de leyes, el mantenimiento de relaciones positivas con los congresistas y la coordinación efectiva de estos con la comunidad judía.
c. El ejecutivo del AIPAC ha logrado articular una fuerte relación con la presidencia y ha mantenido vínculos con funcionarios proisraelíes ubicados en puestos claves.

En esta amplitud del lobby se han ubicado a distintos actores: neoconservadores, tanques pensantes, el movimiento sionista cristiano y los medios de comunicación. Todos ellos, aunque diversos en su modo de actuación, tienen un objetivo común: favorecer al Estado de Israel.

En el caso del sionismo cristiano,(2) aunque su objetivo no ha sido ejercer una influencia directa en la toma de decisiones en la política exterior estadounidense hacia Israel, como sí lo ha sido para el AIPAC, ha desempeñado un papel clave en la difusión de ideas favorables al sionismo; sobre todo en el sector evangélico. Además, los sionistas cristianos han tenido éxito en la vinculación de la práctica religiosa con el activismo político, en un contexto donde la apatía política es usual en el comportamiento electoral del elector estadounidense.

La diversidad y amplitud de las vías de influencia del lobby proisraelí, se vio reforzada con el surgimiento de los neoconservadores, quienes han dedicado una parte importante de su actividad intelectual y política a tratar de beneficiar al Estado de Israel.(3)

La influencia neoconservadora en la política exterior de Estados Unidos se ha debido, por una parte, a su despliegue a través de un conjunto de importantes tanques pensantes, dentro de los cuales el compromiso hacia el Estado de Israel es notable; y, por otra, a la influencia ejercida por un grupo de neoconservadores que durante el gobierno de George Bush ocuparon puestos claves en la toma de decisiones en política exterior.

Algunos de los más influyentes tanques pensantes proisraelíes son los siguientes:

  • Instituto Washington para la Política de Oriente Próximo (WINEP): fue fundado en 1985 por la directiva de AIPAC. La ex secretaria de Estado Condoleeza Rice afirmó: "este lugar realiza una importante labor [...] las ideas y análisis que se producen aquí son particularmente valiosas en la actualidad" (WINEP, 2011).
  • Centro para la Política de Seguridad (CSP): tiene fecha de fundación en 1988 por el neoconservador Douglas J. Feith (Secretario Adjunto de Defensa en la administración de George Bush). Hhan participado entre otros, los influyentes neoconservadores Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz y John Bolton.(4)
  • Instituto de la Empresa Estadounidense (AEI): fue fundado en 1943 por el judío Irving Kristol, uno de los padres fundadores del neoconservadurismo.
  • Proyecto para un Nuevo Siglo Americano (Project for a New American Century -PNAC-): fue creado en 1997 bajo la Presidencia del destacado neoconservador William Kristol y teniendo como nómina a exmiembros de la administración de George Bush: Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bush, Richard Perle y Dick Cheney.

Desde otro ámbito de actividad del lobby proisraelí, también se han creado organizaciones que se dedican exclusivamente a difundir en los medios de comunicación mensajes a favor del Estado de Israel o a rastrear los contenidos mediáticos que considera hostiles hacia él. Todo es parte de la estrategia para conformar una opinión pública favorable a los intereses israelitas y mantener su relación privilegiada con EE. UU.(5) A la vez, aunque no son parte del lobby, existen grandes conglomerados mediáticos donde buena parte de las acciones son propiedad de judíos.

El capital judío tiene fuerte presencia en la Time Warner, considerado el mayor conglomerado de los medios de comunicación; en segundo lugar, La Walt Disney Company; seguido en la lista por Viacom, que produce y distribuye programas de televisión para las tres redes más grandes. También hay presencia judía en los diarios The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal. El judío Lawrence Kirshbaum dirige la división de publicaciones de AOL-Time Warner, una de las mayores distribuidoras de revistas del país, entre las que se encuentran Time (Khashram, s. f.; 2005 y Pierce, 2003).


AIPAC en la Casa Blanca
Aunque concentrado en el Capitolio, espacio por excelencia de los grupos de presión, AIPAC también despliega parte de sus esfuerzos cabilderos en la Casa Blanca. Las vías por las cuales ejerce su influencia también son varias: financiamiento en las campañas presidenciales, presencia de personal proisraelí en puestos claves e influencia de su base electoral en las campañas presidenciales.

En cuanto a las elecciones presidenciales, la relevancia del voto judío se maximiza en las elecciones cerradas, las presidenciales de 1960 es un caso ilustrativo. Kennedy, candidato demócrata, recibió el 82 % del voto judío, el que finalmente lo ayudó en la victoria electoral, pues su ventaja en las urnas sobre el candidato republicano, Richard Nixon, apenas fue de un punto porcentual. El propio Kennedy, consciente de ello, expresó: "Sé que he sido elegido gracias a los votos de los judíos americanos. Les debo mi elección. Dígame lo que debo hacer por el pueblo judío" (Garaudy, 2002, p. 81).

Asimismo, el voto judío adquiere mayor relevancia debido a su concentración en estados claves como New York, New Jersey, Florida, Massachusets, Maryland, Connctitut y California, que, a su vez, se encuentran entre las principales entidades abstencionistas. Estos factores están unidos a la gran cohesión y disciplina en el voto de los judíos estadounidenses, que se expresa en la alta participación electoral, la que ampliamente sobrepasa el 50 % de participación en las urnas del resto del electorado a nivel nacional.

El financiamiento en las campañas electorales constituye otra de las vías claves de AIPAC para ejercer influencia en la Casa Blanca. Para ello mantiene una presencia activa en el financiamiento de las campañas electorales, no como donantes, sino como coordinador de grandes sumas de dinero para los candidatos afines a sus políticas en relación con Israel y el Medio Oriente.

Utilizando varias fuentes de información, entre ellas testimonios de antiguos congresistas, los profesores universitarios estadounidenses Mearsheimer y Stephen (2007) llegaron a la conclusión de que, la vía utilizada por el AIPAC para influir en las campañas electorales se establece a través de la conexión que logran los cabilderos entre las fuentes de financiamiento y los candidatos. Afirman Mearsheimer y Stephen (2007):

AIPAC examina a los candidatos potenciales y concierta los encuentros que puedan tener con los donantes y fuentes de financiamiento potenciales, además de proporcionar información al número cada vez mayor de CAP proisraelíes [...] también lleva la cuenta de las votaciones en el Congreso y pone estos registros a disposición de sus miembros, de modo que cada cual pueda decidir a qué candidatos o a qué Comité de Acción Política (CAP) prefiere respaldar" (pp. 258-259).

Al tomar en consideración la cantidad de dinero aportado por la comunidad judía, los numerosos Comités de Acción Política (CAP) proisraelíes y el bajo porcentaje de la población judía, la sobrerrepresentación judía en las campañas electorales se hace evidente (The National Jewish Population Survey, 2003).

La presencia de AIPAC en la Administración Obama
Con posteridad al anuncio de su candidatura, Obama pronunció en la Conferencia política anual de AIPAC en Chicago su primer discurso de importancia sobre política exterior; de esta manera hacía manifiesta la importancia que le atribuía al influyente lobby y a la seguridad del Estado de Israel, a la vez que garantizaba el financiamiento para su campaña.

En ese discurso ante 7 000 delegados, el entonces candidato Demócrata prometió que en el caso de ser elegido presidente "jamás asumiría ningún compromiso que pusiera en riesgo la seguridad de Israel [y] haría todo cuanto estuviera a mi alcance para detener a Irán" en su búsqueda de armamento nuclear. Además, se comprometió implementar un memorándum de entendimiento, para proveer a Israel treinta mil millones de dólares en asistencia a la seguridad en los diez años siguientes (Near East Report, 2008, p. 71).

Desde la campaña electoral Obama se fue nucleando con figuras sionistas como David Axelrod, Jefe de la Política Estratégica desde el 2002 y arquitecto de su campaña presidencial, y con Bettilu Salzman, hija del multimillonario sionista Phillip Klutznick Salzman quien afirmó que no iba "a apoyar a alguien que se oponga a Israel y a lo que representa. [Obama] Acierta en todas las cuestiones relativas a Israel. Está exactamente en el mismo lugar que Clinton [Hillary], quizá de forma más firme. Es un pensador más claro" (Petras, 2009a).


La base financiera de Obama incluyó a algunos de los más ricos judíos estadounidenses, entre ellos Lester Crown, quien afirmara: "Desde el momento que me encontré con él, las veces que hablamos sobre Israel, y lo hicimos en varias ocasiones, siempre fue un ardiente patrocinador de la posición defensiva de Israel, de la posición de Israel en relación a la seguridad" (Petras, 2009a).

Con el ascenso a la presidencia de Obama, los neoconservadores proisraelíes de la administración de W. Bush dejaron de ocupar los puestos claves en el ejecutivo, por lo que parecía entonces que la política proisraelí, al menos desde dentro de la administración, se atenuaría. Sin embargo, otras caras y nombres han reemplazado a los neoconservadores y su política proisraelí, por lo que la posición favorable a Israel se ha mantenido con Obama.

El nombramiento del sionista Dennis Ross como máximo responsable de la política exterior estadounidense hacia el Medio Oriente, ratificó la continuidad proisraelí de la administración Obama. Después de participar como enviado especial de la administración de William Clinton hacia Oriente Próximo, Dennis Ross se integró al tanque pensante proisraelí nombrado Washington Institute for Near East Policy (WINEP) fundado por AIPAC.

Dennis Ross participó como asesor de Clinton en la Cumbre de Camp David, y aunque estaba a favor de una solución biestatal entre israelíes y palestinos, su propuesta no rebasó los límites aceptables de los líderes israelíes. Se ha hecho público por participantes en aquellas conversaciones el papel sesgado e intencionado de la delegación estadounidense a favor de Israel en el proceso de negociación, fue evidente la simpatía de Dennis hacia este, lo que, por supuesto, no estaba divorciado de la postura de Clinton y del Congreso (Mearsheimer y Walt, 2007, pp. 277-278).

Un vínculo directo de Ross con Israel se realizó a través de su cargo como Presidente del Instituto para Planificación de Políticas del Pueblo Judío (Jewish People Policy Planning Institute), financiado por la Agencia Judía. Este tanque pensante ubicado en Jerusalem, mantiene una postura de rechazo total a un acuerdo negociado con Irán. En un informe publicado por esta institución acreditado por Ross, se abogó por un bombardeo aéreo israelí preventivo contra Irán en el caso de que Estados Unidos y Europa no lo hicieran primero (Petras, 2009b).
Otro de los sionistas claves en los inicios de la administración fue Rahm Emanuel, quien ocupó el puesto de Jefe De Gabinete de la Casa Blanca durante la Administración Obama. De origen israelí, Emmanuel participó como voluntario en la Guerra del Golfo, en 1991, lo que garantizó la defensa de Israel de un posible ataque preventivo de Irak. En la administración de George H. W. Bush fue uno de los artífices del ALCA, posteriormente un activo funcionario de Bill Clinton y cerebro de la candidatura de Hillary Clinton. Su vínculo directo con el lobby se ejecutó a través de su membresía en el WINEP.

Algunos sionistas que ocuparon puestos claves durante la administración Obama fueron:

  • Richard Holbrooke: enviado especial de Obama para Afganistán, presidió el grupo especial United Against a Nuclear Iran.
  • George Mitchell: enviado especial de Obama para la resolución del conflicto israelo-palestino, pertenece al grupo sionista Bipartisan Policy Center.
  • Dan Shapiro y Puneet Talwar fueron colaboradores de política sobre Oriente Próximo en el Consejo de Seguridad Nacional. Shapiro elaboró el primer discurso pronunciado por Obama ante la Conferencia Política Anual de AIPAC y Talwar fue miembro del gabinete de Joe Biden cuando era senador.
  • Eric Lynn: designado para un puesto en la Casa Blanca relacionado con la política para el Oriente Próximo. Comenzó su carrera como becario de AIPAC y continuó como miembro del gabinete del congresista Peter Deutsch, este último, uno de los más comprometidos con Israel.
  • James Steinber y Jacob Jack fueron colocados como delegados de Hillary Clinton en el Departamento de Estado.
  • Cass Sunstein fue nombrado Jefe de la Oficina de Información y Asuntos Normativos de la Casa Blanca, órgano esencial de la propaganda de la administración.
  • Rand Beers: consejero del Departamento de Seguridad Nacional. Fue el principal asesor de Seguridad Nacional de John Kerry en su campaña electoral de 2004.
  • Lee Feinstein: asesor principal de Hillary Clinton.
  • Mara Rudman: asesora de Obama en política exterior.
  • Susan Rice: firmante de un documento elaborado por el WINEP que clamaba un embargo y un eventual ataque a Irán. Fue nombrada por Obama como representante de EE. UU. ante la ONU
  • Joe Biden: vicepresidente de EE. UU. Afirmó públicamente que es sionista.

No solo destacados sionistas ocupan puestos claves en la administración, sino que el acceso de voces disidentes en relación con una postura pro-Israel es bastante difícil. La dimisión, por haber mantenido puntos de vista diferentes, del veterano diplomático y funcionario de inteligencia, Charles Freeman, para dirigir el Consejo Nacional de Inteligencia (NIC), constituyó un ejemplo notorio.

En su carta de renuncia al nombramiento, Freeman acusa al lobby proisraelí de orquestar una campaña difamatoria en contra de su gestión como diplomático en China y Arabia Saudita y sobre sus puntos de vista sobre Israel. Las presiones sobre Freeman se ejercieron a través de diversas críticas en diferentes medios, en la que AIPAC jugó un papel central. Además, se movilizaron una serie de congresistas, entre los que se destacaron los senadores judíos-sionistas Schumer y Leiberman, mientras ningún funcionario de la administración Obama apoyó públicamente el nombramiento ni desmintió la campaña en contra de Freeman (Petras, 2009).(6)

La salida de los neoconservadores sionistas de la administración de George W. Bush no disminuyó significativamente su influencia en los puestos claves de la Casa Blanca. Otros nombres, también sionistas, con vínculos con AIPAC ocuparon no pocos de los antiguos puestos en la administración de Obama. La política bipartidista de AIPAC demuestra que la política exterior de Estados Unidos hacia Israel y el Medio Oriente es esencialmente estatal.

Los límites de AIPAC ante Obama y el Congreso
La influencia y la presión del lobby proisraelí, en especial de AIPAC, tiene sus límites: la discrepancia en torno a la política a seguir por Estados Unidos, Irán es el mejor ejemplo. Para AIPAC, como también para Israel, Irán representa su principal amenaza.

La importancia que le atribuye AIPAC a Irán se demuestra en la relevancia que le otorga en su conocida página web <http://www.aipac.org>. El tema iraní ha estado permanentemente como imagen noticiosa e informativa en un lugar privilegiado de la página de inicio del sitio. En ella, AIPAC ratifica su oposición inflexible al sistema político iraní y a su programa nuclear, del cual concluye, que su intención es la obtención de armas nucleares. Esto último, unido a los supuestos contactos de Irán con las organizaciones de Hezbolá y Hamas le hacen concluir que Irán es el principal patrocinador estatal del terrorismo y que sigue siendo la mayor amenaza, a largo plazo, para los intereses de Estados Unidos y de Israel en Oriente Medio .

Como consecuencia de la enorme importancia que el lobby le confiere a Irán, se movilizó en los pasillos del Congreso y la Casa Blanca, financió campañas en los medios masivos y trató de moldear la opinión pública según sus intereses. Sin embargo, el lobby ha demostrado no ser todopoderoso; el intento frustrado de AIPAC de una intervención militar (http://www.aipac.org/home) de EE. UU. contra Irán y la firma del acuerdo nuclear entre Irán, Estados Unidos y otras cinco potencias mundiales, ha confirmado los límites reales del lobby.
En el 2012, durante la 112.ª sesión del Congreso, 32 senadores presentaron una resolución en la que explícitamente apoyaban al presidente Obama si este decidía un ataque preventivo contra Irán. En tal sentido, Joe Lieberman, uno de los patrocinadores de dicha resolución, y ferviente aliado del lobby proisraelí, expresó que "la resolución no es una autorización para utilizar la fuerza militar. Pero sin duda es, creo yo, un mensaje al presidente Obama para que sepa que si él decide, como Comandante en Jefe, proceder en cualquier momento a un ataque militar contra las instalaciones de armas nucleares de Irán, por la seguridad nacional de EE.UU., entonces puede esperar un amplio apoyo bipartidista del Congreso" (El Mostrador, 2012).

Al mismo tiempo, Lindsey Graham, otro de los patrocinadores y fiel proisraelí, después de expresar que no debe olvidarse que los líderes iraníes desean eliminar al Estado de Israel, afirmó lo siguiente: "Creo que las sanciones aún pueden funcionar, pero solo funcionarán si los iraníes creen que la opción militar está sobre la mesa" (El Mostrador, 2012).

Un caso paradigmático de la relación de AIPAC con los legisladores lo constituyó la carta enviada a Obama por los congresistas Steny Hoyer y Eric Cantor. En dicha carta, fechada en el 2012, se manifestaba el deseo de que el Presidente se expresara explícitamente sobre la posibilidad real de un ataque a Irán y, cosa curiosa, al final de la misiva aparecían el acrónimo AIPAC. Si fue un olvido o no quitar el nombre de AIPAC, todavía está sin aclarar.

También en el año 2012, senadores de ambos partidos firmaron una carta dirigida a Obama para que este iniciara una guerra contra Irán. Un exmiembro de AIPAC, M. J. Rosenberg, expresó que él había sido el promotor de dicha carta y que AIPAC, por medio de los legisladores Bob Menéndez y Roy Blunt, circuló una carta con el objetivo de sabotear las negociaciones entre el P5 +1 e Irán sobre la cuestión nuclear.(7)

Al no lograr una intervención militar en la nación persa, AIPAC se concentró en boicotear las negociaciones del acuerdo nuclear entre la administración Obama e Irán. En este intento por quebrantar las negociaciones, AIPAC estimuló primero, y acompañó después, un proyecto de ley contra Irán patrocinado por los senadores Marcos Kirk y Robert Menéndez.(8) Un portavoz de AIPAC, Marshall Wittman, escribió en un correo electrónico: "nuestra principal prioridad es detener el programa nuclear de Irán, y en consecuencia, estamos comprometidos en la construcción del proyecto de ley auspiciado por Menéndez-Kirk" (Kampeas, 2014).

El intento de AIPAC para sabotear las negociaciones con Irán no pudo concretarse por dos razones. La primera se relaciona con el insuficiente apoyo de los congresistas demócratas. La carencia de apoyo de ambos partidos, unido a la oposición presidencial, el grado de influencia del lobby se vio disminuido. Históricamente, AIPAC se ha autodefinido como bipartidista, sin embargo, en su labor de oposición al acuerdo iraní se inclinó hacia el Partido Republicano como refugio ante la distancia Demócrata. Esta estrategia como grupo de presión fue criticada por Tom Dine, ex directivo ejecutivo de AIPAC: "Esto será un revés si AIPAC se permite volverse republicano y permite que el debate continúe en su forma partidista [...]. El debate partidista se escapó de AIPAC y perdió su ventaja bipartidista" (Hirschfeld, 2015).

La otra razón que impidió la aprobación del proyecto de ley contra Irán estuvo en la firme negativa del propio Presidente de Estados Unidos. En el discurso del Estado de la Unión Obama afirmó con claridad: "si este Congreso me envía ahora un nuevo proyecto de ley de sanciones que amenaza con descarrilar estas negociaciones, lo vetaré. Por el bien de nuestra seguridad nacional, tenemos que darle una oportunidad de éxito a la diplomacia" (Obama, 2014).

Con la amenaza del veto, Obama hizo manifiesta su oposición a AIPAC y todo lo que ello implicaba, lo que demostró una vez más los límites en el cabildeo de AIPAC, tanto en el Congreso como en la Casa Blanca. Así lo reconoció Morris Amitay ex Director Ejecutivo de AIPAC: "la relación de AIPAC con la Casa Blanca nunca ha sido color de rosa" (Kampeas, 2014).

En un discurso pronunciado en la American University, Barak Obama denunció a los opositores del acuerdo con Irán de realizar actos de cabildeo y distribuir alta sumas de dinero, para divulgar en los medios la misma retórica agresiva que llevó a Estados Unidos a la guerra contra Irak. Es cierto que Obama no mencionó a AIPAC, pero es evidente su clara alusión (Obama, 2015).

Finalmente, AIPAC no pudo revocar el acuerdo establecido con Irán, pues los votos de congresistas afines a su política no fueron suficientes. En cambio, para la Administración Obama la reafirmación del acuerdo significó un éxito en política exterior, a la par que un triunfo en política interna, en tanto logró derrotar a sus contrincantes republicanos, mayoría en ambas cámaras, y a la poderosa influencia de AIPAC.

Consideraciones finales
La relación de la administración Obama con los grupos de presión en general y con el lobby proisraelí en particular, demuestra la compleja relación entre poderes en el sistema político estadounidense. La visión de unos grupos de presión todopoderosos o la contraria, grupos de presión con influencia dependiente del interés nacional representado por el Estado, son perspectivas deficientes que no expresan la complejidad, la pluralidad de intereses en disputa y los contextos específicos en el que se desarrolla la formulación de las políticas gubernamentales.

La existencia de la Primera Enmienda de la Constitución Estados Unidos, hace que el gobierno no haya podido resolver la contradicción que supone la aceptación de los grupos de presión y la desproporcionada influencia que ejercen estos en la toma de decisiones políticas. Esto es que, por un lado existe consenso entre los académicos y políticos en que el ejercicio de cabildeo es consustancial a la democracia y, por otra parte, su propia existencia genera efectos indeseados, como la corrupción y la sobrerrepresentación de determinados grupos de presión con intereses específicos.

Si bien es cierto que la administración de Barak Obama impuso límites a la influencia de los grupos de presión, sobre todo en la Casa Blanca, también lo es que estas medidas son insuficientes para regular la desproporcionada influencia de los intereses particulares de diversos grupos de presión influyentes. La causa última que explica el privilegio de unos grupos de presión en el acceso al poder político, sobre los demás grupos y el interés público general, no radica en la falta de regulación, sino en la diferenciación jerárquica en la estructura social de la sociedad estadounidense.

Mientras unos pocos grupos tengan un poder político excesivo en comparación con el resto de la sociedad, se mantendrá la desproporción en la influencia de los grupos de presión, a pesar de las distintas regulaciones que se establezcan. Centrándose en estos grupos e individuos poderosos en la sociedad estadounidense, Charles Wright Mills (1987) escribió:

Como los medios de información y poder están centralizados, algunos individuos llegan a ocupar posiciones en la sociedad norteamericana desde las cuales pueden mirar por encima del hombro a los demás, y con sus decisiones pueden afectar poderosamente los mundos cotidianos de los hombres y las mujeres corrientes. No son producto de su trabajo; crean o suprimen trabajo para miles de individuos, no están limitados por simples responsabilidades familiares, pues pueden eludirlas. Quizás viven en muchos hoteles y muchas casas, pero no se sienten obligados hacia ninguna comunidad; no necesitan meramente satisfacer las exigencias del día y de la hora, sino que crean en alguna parte esas exigencias y hacen que los otros las satisfagan […]. Los individuos de la minoría poderosa no son gobernantes solitarios. Consejeros y consultores, portavoces y creadores de opinión pública son con frecuencia quienes capitanean sus altas ideas y decisiones. Inmediatamente por debajo de la minoría están los políticos profesionales de los niveles medios de poder, en el Congreso y en los grupos de presión" (p. 12).

En el caso del objetivo fundamental del lobby proisraelí: la ayuda sobredimensionada de EE. UU. hacia Israel, la administración Obama significó una continuidad con matices. Si esta ayuda se debe en lo fundamental a las presiones y/o influencia de AIPAC y demás grupos y organizaciones del lobby, es algo que escapa a los objetivos de este artículo. Sin embargo, lo que sí ha quedado constatado es la presencia activa del lobby en la Administración Obama. Además, se argumentó cómo ese grupo de presión ha logrado articular una estrecha relación con la Casa Blanca, al mantener vínculos con funcionarios proisraelíes ubicados en puestos claves del gobierno.

Al mismo tiempo se demuestra que la administración de Barack Obama, junto a la mayoría de miembros del Congreso, le ha impuesto determinado límites al lobby. En esa compleja relación entre el gobierno de EE. UU. y el lobby proisraelí en las que se entretejen presiones, influencias y convergencias de intereses, se formulan e implementa la política exterior estadounidense hacia el Medio Oriente.

 

 

 

 

 

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Wright Mills, Ch. (1987): La élite del poder, Fondo de Cultura Económica, México D. F.

 

 

 

 

 

RECIBIDO: 25/12/2017

ACEPTADO: 3/2/2018

 

 

 

 

 

Willian espronceda Rodríguez, Departamento de Sociología, Facultad de Filosofía e Historia, Universidad de La Habana, Cuba. Correo electrónico: willianespronceda@gmail.com.

 

NOTAS ACLATORIAS
1. El origen del término inglés lobbying proviene de las actividades que realizaban los grupos de presión en los salones o vestíbulos (lobbies) del Congreso sobre los miembros del gobierno, con el objetivo de influir sobre ellos con el fin de lograr sus intereses.
2. El movimiento sionista cristiano no se encuentra disperso, sus miembros se han aglutinado en una serie de organizaciones con el fin de apoyar al Estado de Israel: Cristianos Unidos por Israel (Christians United For Israel -CUFI-), Embajada Internacional Cristiana de Jerusalén (International Christian Embassy in Jerusalem -ICEJ-), Coalición de Unidad Pro Israel (Coalition of Unity Pro Israel), Amigos Cristianos de las Comunidades Israelíes (Christians Friends of Israelis Communities -CFIC-), la Fraternidad Internacional de Cristianos y Judíos (International Fellowship of Christians and Jews -IFCJ-) y Soporte para Israel (Stand for Israel), entre otras organizaciones de menor influencia.
3. El documento titulado "A Clean Break: A New Strategy for Securing the Realm" [Una ruptura limpia: una nueva estrategia para garantizar la seguridad territorial], fue elaborado por un conjunto de neoconservadores sionistas encabezado por Richard Perle, quien fuera posteriormente alto funcionario del Pentágono en la administración de G. Bush.
4. Meyssan (2011) es un estudio importante de la CPS que permite entender el origen y comportamiento hasta la actualidad.
5. El Comité por la Exactitud en la Información sobre Oriente Próximo en Estados Unidos (CAMERA), es una de las organizaciones del lobby encargada de mantener una estricta vigilancia sobre los comentarios, artículos o cualquier mensaje en los medios que se sea considerado hostil a Israel.
6. James Petras: "El régimen de Obama, la Configuración del Poder Sionista y el Oriente Medio".
7. P5 + 1: Grupo de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia), además de Alemania, que participaron en las negociaciones del tratado nuclear con Irán.
8. No es casual el apoyo de Marcos Kirk y Robert Menéndez a la causa de AIPAC. Según el Center for Responsive Politic's Open Secrets Website, estos senadores reciben cientos de miles de dólares al año para favorecer al Estado de Israel. Además, cada uno de sus Estados incluyen concentraciones de votantes proisraelíes que los ayudan en sus candidaturas (Merry, 2013).

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