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Universidad de La Habana

versión On-line ISSN 0253-9276

UH  no.288 La Habana jul.-dic. 2019  Epub 01-Sep-2019

 

Artículo Original

Milenio III. Encrucijadas actuales de la civilización. Reflexiones sobre algunos aspectos de la cultura contemporánea

Millennium III. Present dilemmas of the civilization. Reflections on some aspects regarding contemporary culture.

Roberto Medina1  * 

1Universidad de La Habana

Resumen

La globalización y la fragmentación se han convertido en motivos de intensos debates académicos a comienzos del nuevo milenio, al considerarse con mucho temor que los procesos de globalización arrasan las identidades. Responden ambos, en realidad, al modo de darse las fuerzas civilizatorias, por lo cual se reclaman mutuamente necesarios e interdependientes, y conforman en su polaridad una indisoluble unidad de acción. Lo nuevo -pues han estado presentes a lo largo de la historia- es la dimensión alcanzada por dichos cambios, provocando actualmente la formación de una sociedad cada vez más plural, donde los fragmentos adquieren preponderancia, decididos a no retroceder en el reconocimiento de su identidad con el avance de las nuevas fuerzas emergentes; mientras los mecanismos conformadores de las estructuras globalizadoras se afirman en su enfrentamiento o han ido modificando su fuerza y el modo de ejercer su poder, manifestados en muchos aspectos del arte, la cultura y la sociedad. La intención inmanente de la acción de la globalización en el nuevo milenio, más allá de las reorganizaciones que aún estén por verse, tiene como fin último sobrepasar con mucho la escala internacional para comprender al globo terráqueo, con la finalidad y la resultante de ir conformando la sociedad humana una entidad planetaria en su conjunto, no definitiva en sus formas de manifestación, siempre abierta a su reestructuración, decidida a funcionar como tal a esa macro-escala donde los fragmentos intervengan como una parte constitutiva fundamental.

Palabras clave: globalización; fragmentación; entidad planetaria

Abstract

Since the beginning of the new millennium, globalization and fragmentation topics have caused acute academic debates. It is fearfully considered that globalization processes wreck the identities, generating resistance phenomena. Both actually respond to the way in which civilizing forces appear. They mutually demand to be necessary and interdependent, conforming an indissoluble unity of action. As they have always been there throughout history, what is new is the length those changes have reached. This can actually cause the development of a pluralistic society where fragments become preponderant. They are determined, not going back in their identity respect, which is related to the breakthrough of emerging forces. On the other hand the mechanisms creating the globalizing structures confirm their confrontation or have modified their force and the way to exercise power. Both are declared in their new way of acting, regarding many aspects connected to art, culture, and society. The purpose of the immanent intention of the globalization action in the new millennium is to go above the international scale, to understand the globe. The final issue is to form the human society as a global entity. Working at a macro-scale, it should be opened to its own restructuring. That is where fragments intercede as an essential part; which is not exempt from tensions and has no definitive forms.

Keywords: globalization; fragmentation; global entity

Introducción

El objeto de análisis principal de este ensayo es la presencia consustancial de dos procesos, aparentemente antitéticos, sin embargo, altamente interconectados e interdependientes. Ambos constituyen el basamento de la reestructuración profunda en los cambios civilizatorios del nuevo milenio.

Esos dos procesos que desde hace algún tiempo ocupan parte del debate cultural actual son la globalización y la fragmentación, los cuales han adquirido un nivel de reflexión notable por las discusiones generadas. En esa disputa teórica se libra un combate entre los centros intelectuales concentradores del poder y los centros emergentes de mayor impacto contemporáneo. Los primeros se ven compulsados a actuar como agentes de la globalización, y los otros como portadores culturales de las visiones correspondientes a los fragmentos, aunque las posiciones varían mucho internamente en cada uno de ellos. Lo que expondré a continuación es el resultado de sostenidas reflexiones personales sobre los cambios de las sociedades y sus culturas.

Debo dejar establecido de antemano, que la globalización y la fragmentación, cada una por separado y en su accionar conjunto, no son inherentes exclusivamente a la contemporaneidad. Al considerarlas en sentido abarcador, se podrá percibir que operan en diferentes latitudes a lo largo del transcurrir de la historia desde la más remota antigüedad y lo seguirán haciendo.

Desarrollo

Un nuevo estado del mundo ha comenzado a gestarse progresivamente después de la Segunda Guerra Mundial con la descomposición del sistema colonial y de manera especial, durante los cambios ocurridos en las décadas del sesenta, setenta y ochenta, acentuada su dinámica transformación en las dos últimas décadas de ese siglo xx. Es de esperar que continúe esa marcha transformadora a lo largo del siglo xxi y por varios siglos más, pues parece responder a un cambio sustancial que atraviesa la reorganización estructural general del macro sistema-mundo a través de un proceso de diversificación. Dicha transformación aparece condicionada por la creciente y abarcadora interconexión mundial con enlaces de extensas magnitudes territoriales, a través de formas de intervención tan diferenciadas que exigen fundamentar una visión de cuáles son y serán las cualidades determinantes a nivel de sus manifestaciones, del por qué esas transformaciones transcurren ante los ojos de todos en el momento presente de la humanidad en los albores del milenio III de nuestra era, y de cuáles son las perspectivas de su acción en el futuro. En eso nos detendremos.

Interesante resultan las semejanzas de esos procesos a muy diferentes escalas en la sociedad humana desde lo micro a lo macro, incluidas las interconexiones entre naciones, una de sus más notorias maneras de hacerse manifiesto; lo cual permite entrever cualidades generales operando en diferentes campos, de modo que el sistema-mundo, altamente complejo y no unitario, deja reconocer procedimientos de enlace en una gran diversidad de sus manifestaciones. De hecho, la interconexión ha pasado a ocupar un papel sumamente importante. A ella se vinculan un sinnúmero de factores de mediación.

Los profundos cambios de la modernidad a la postmodernidad ocurridos en el paso de las postrimerías del siglo xx al xxi se han hecho sensibles en muy diversos aspectos y escalas, manifestados en las formas de organización e interacción de todos los elementos participantes. El apogeo del fragmento que lo caracteriza se da en numerosos aspectos: en el abierto paso de las categorías de pensamiento fuerte a categorías más maleables, a niveles teóricos y prácticos en las diferentes ramas del saber y de la sociedad en su conjunto; así como el giro de la perpetuación de valores sacralizados desde la perspectiva de un grupo dominante, favorecido y exclusivo, a la tendiente pluralidad de perspectivas en competencia; del dominio exclusivo de los grandes centros culturales al surgimiento de nuevos centros en pugna por alcanzar visibilidad y fuerza, dando lugar a una accesibilidad de mayores oportunidades para otros. Del tránsito del mundo unificado, reductor de las otredades, al mundo plural; del absolutismo de los conceptos imbuidos de una legitimación a la precariedad y quiebra en sus atributos de legitimación; de la axiología dominante reductora de las demás a la axiología múltiple.

Además, pasar de verdades objetivas a la des-objetivación de esas verdades y su demoledora deconstrucción; de lo estable a lo dinámico; de fuerzas sujetadoras de los fragmentos a fuerzas expansivas de estos; de la imagen fuerte del sistema cerrado a su flexibilización, con su apertura a saberes múltiples interconectados; de obras de arte y literarias con estructuras centradas, cohesivas, unitarias, a su dispersión por aparición de una sorprendente pluralidad de focos de atención estructural dentro de la misma obra.

Como si fuera poco, la transformación se extiende al paso de las minorías aplastadas, a las pugnantes minorías emergentes; de la anulación de derechos y voluntades de los otros a la pugna por legitimar la diversidad de derechos, deseos y voluntades de la alteridad, a través de un proceso de diferenciación y reconocimiento dentro del concierto general; de la reducción de modelos culturales dominantes a la proliferación de una disparidad de modelos culturales; del capital cultural dominante a la participación de capitales culturales marginales y desiguales que han logrado acceder a planos de importancia. Por consiguiente, de sistemas auto-limitantes hacia sistemas expansivos; de las normas definidas a la quiebra de las normas y la irrupción de normas flexibles desde múltiples perspectivas de los diversos intereses en juego; de la tiranía totalizadora excluyente, a la pluralización revitalizadora, inclusiva; de las estructuras de poca diferenciación interior, a estructuras con alta diferenciación interna; del mundo de lo Uno al mundo de lo Múltiple.

Esa fragmentación de lo unitario en cualquiera de sus formas va acompañada de nuevos modos de integración, de enlaces acelerados y dinámicas cambiantes, como si las imperfecciones comunicativas fuesen resolviéndose internamente y creando nuevos modos de interacción efectiva en esos enlaces. Incluidos, como parte legítima de los mismos, los enlaces entre las naciones, las cuales han pasado de ser tendentes a la unicidad y sobrevivencia, a la cada vez mayor interdependencia, no en aras de ser necesariamente reductoras de las más débiles, sino de una participación, con el propósito de comportarse entre iguales, o menos desproporcionadas, con el reacomodo de las cargas y responsabilidades en sus relaciones. Todo esto, bajo la presencia de cambios acelerados.

Puede afirmarse que los procesos de diferenciación van acompañados de la generación de agrupaciones globalizadoras. Nada extraño hay en esto. Ambos procesos van de la mano, son las dos caras de una misma moneda. Escrutar cómo intervienen y en su relación es un modo adecuado para observar, detectar y comprender en qué medida operan como casos específicos de la acción general, en tanto ambos son macro-procesos siempre presentes a escala de la sociedad humana, y puede, que tal vez sea observable a escala del Universo en las formas de reorganización de la materia y la energía, aspecto este último que sugiero sea objeto de análisis por expertos en esos campos de la ciencia.

Esos cambios generales han tenido notoria repercusión en la obra de arte como parte significativa de la cultura, al pasarse de las formas establecidas y perpetuadas, legitimadas, a la precariedad de esas formas; de la obra única a la reproducción seriada; de la obra de arte aurática a la pérdida del aura; de la obra original orgullosa de serlo, a procedimientos de apropiación, donde la originalidad del creador está ponderada, más que por lo nuevo, por el énfasis en la sagacidad de la articulación y la combinatoria de sustratos culturales, materiales y códigos diferentes, precedentes y/o contemporáneos. Observable a la vez en el paso de la estabilidad del texto artístico, a la abierta disposición de la transformación física o interpretativa del texto por sus re-apropiadores y/o receptores; de los géneros artísticos reconocibles, bien diferenciados, a su hibridación e interpenetración; de la definición conceptual con precisión del objeto artístico, a la difuminación conceptual por des-definición de sus márgenes; de los estrechos marcos del campo artístico y estético a su abrupta expansión.

Están surgiendo grupos y culturas alternativas en muchas partes del mundo, cuyas prácticas no oficiales van abriéndose hacia su representatividad política y cultural. Esos fragmentos adquieren cierta preponderancia y parecen estar decididos a no retroceder fácilmente en ese ascenso a su reconocimiento y afirmación. La sola presencia de ellos y su fuerza creciente ponen en crisis al pensamiento totalizador del centro, de determinados centros, los cuales habían sido sucesivamente dominantes a través del largo período abarcado por la modernidad.

En determinados momentos, por estallidos, estos márgenes adquieren una fuerza notoria y salen a pugnar por sobresalir, evidenciando con cuánta inutilidad, a la larga, se han desplegado los denodados esfuerzos de los centros de poder por acallarlos y quebrarlos. Eso indica con claridad que el dominio totalizador de esos centros no se ejerció de un modo totalmente absoluto, anulador, por cuanto al menos una parte de las zonas marginales, siguieron diferenciándose en su interior, muchas veces calladamente, abriéndose camino cuando las circunstancias particulares y generales posibilitaron su eclosión y su asomo.

Atendiendo a esto, la verdadera crisis de la modernidad se iría gestando paulatinamente en su propio seno, con grandes dificultades y no en todas partes por igual. La iría socavando a pesar de esa ilusa pretensión de universalidad y permanencia de la modernidad, deseando dejar vedadas y silenciadas las zonas de conflicto.

La retracción de los antiguos centros es el resultado de un complejo proceso de correlaciones de fuerzas diferentes, una vez dejada atrás la época de sus viejas oportunidades, desde las cuales habían cercenado abiertamente el derecho de las otredades. Este es un largo camino contemporáneo y futuro, no exento de explosividad y de retrocesos, porque no se da de una vez y con igualdad de fuerzas en todas partes. Es como si la sociedad en su transcurrir histórico se comportara, para decirlo en imagen, a manera de la efervescencia de las aguas en estado de ebullición. Unas burbujas salen a flote, convulsionan las aguas, mostrando toda su energía y potencia, para ceder posteriormente a la emergencia de otras nuevas, las cuales buscan ocupar un lugar y altura sobresaliente, cercana a aquellas, aun cuando las precedentes no hayan dejado de manifestarse. Piénsese con calma cuán correspondiente puede ser esa imagen de la ebullición, aparentemente tan simple, para caracterizar a los procesos históricos de la humanidad desde tiempos muy remotos hasta el presente, revelando ser anunciadora de cómo pueden seguir dándose en el futuro.

En cuanto al periodo actual en el tránsito de fines del siglo xx al recién comenzado siglo xxi -y ocurrió a su modo en el pasado-, las marginalidades emergentes quieren ser reconocidas en igualdad de oportunidades y alcanzar el legítimo derecho a la plenitud con su explosivo afán de ascensión. En el fondo, su mayor aspiración es la de convertirse en otros centros, limitar el poder ejercido por los antiguos, y convivir con aquellos, los cuales ya refrenados en su acción, dejen existir y fortalecer a los emergentes en la conformación de una estructura notoriamente policéntrica a nivel macro-social e internacional como resultado de la creciente fractura de los espacios sociales y culturales, para dar lugar a nuevos espacios muy diferentes, conformados por la agitación y dinamismo de varios de esos nuevos centros.1

En consecuencia, especialmente a finales del siglo xx ha ocurrido un cambio crucial en la cultura humana, al pasarse de las concepciones de sistemas cerrados a sistemas abiertos y a estructuras más a tono con los avances en los estudios en las maneras de organizarse y manifestarse la materia según las ciencias duras; y en los avances formulados en correspondencia de analogías notables con los modos de darse los procesos según las ciencias sociales. Las estructuras estables, cerradas, otrora expresión y sustento del pensamiento conceptual dominante, han cedido ante un mundo cada vez más fragmentado y cambiante. Los mecanismos conformadores de estructuras globalizadoras han modificado su fuerza, sus esferas de dominio y el modo de ejercerlo, ante el avance de las nuevas fuerzas emergentes.

En la actualidad se ha hecho visible progresivamente un cambio evidente respecto a las grandes totalizaciones caracterizadoras del periodo de la modernidad, con el paulatino ascenso de los márgenes a nivel de fuerzas contestatarias, entusiasmadas y fortalecidas en un creciente poder competitivo frente al poder de los antiguos centros, los cuales se acostumbraron durante mucho tiempo a ejercer con exclusividad su poder, ahora obligados a intervenir de forma compartida y no sin repulsa e intentos de reafirmación, ante el reclamo de las diversas marginalidades emergentes.

No han de sorprender estas circunstancias y considerarlas totalmente nuevas, porque históricamente, a escala global, no ha existido de modo sincrónico un solo centro de cultura de importancia en el mundo en los diferentes momentos históricos, sino a la vez una multiplicidad de ellos. Eso sí, unos más poderosos que otros, próximos o distantes geográfica y culturalmente entre sí, con sus consiguientes áreas y esferas de influencia.

Lo nuevo en el presente es la dimensión de dichos cambios dentro de las estructuras sociales, provocando la formación de una sociedad internamente plural; o mejor, pugnando por alcanzarla, pues las sociedades internamente plurales, con toda la legalización de derechos de las partes constitutivas, es más que una realidad tangible, una aspiración a acercarse en el futuro. Esa parece ser la tendencia según los síntomas manifestados por la sociedad actual.

La creciente complejidad estructural de los sistemas de cualquier índole (sociedad, cultura, arte) conduce al surgimiento de varios centros organizadores, reguladores del comportamiento general de los sistemas. Antiguamente el dominio de los enlaces entre ellos era más sencillo y directo. En el presente resultan mediatizados, incluida la creciente diferenciación y complejidad de las esferas del saber entrelazadas por una sostenida acción de interpenetración, cuyos campos de información crecen a una velocidad exponencial, imposibles de ser abarcados por un sujeto a lo largo de su vida, pues siempre se encontraría desfasado del acelerado y supra-exponencial desarrollo informativo.2

Podría pensarse con angustia, desde el cuadro escatológico mostrado en los acalorados discursos actuales, que la globalización entraña en sí misma la destrucción y arrasamiento de la diferenciación. Todo lo contrario, la presupone como un componente y momento fundamental. Ambos procesos, lo global y lo fragmentado son fenómenos interdependientes. Conforman en su polaridad una unidad de acción en la inversión de sus manifestaciones. Por demás, no son definitivos. Se alternan entre sí, e incluso coexisten en el amplio horizonte de la realidad social y cultural.

Son procesos reversibles en la medida en que oscilan en su paso transitorio hacia el fenómeno opuesto, siempre creando modos diferentes de ser, nunca volviendo a sus manifestaciones anteriores. Eso significa que siguen la flecha del tiempo, generando maneras diferentes. Son procesos en sístole y diástole, es decir, de ensanchamiento y concentración. Cuando se manifiesta uno se repliega la acción del otro. No por eso cuando uno está presente el otro no, porque se dan en diferentes áreas geográficas, temporales y culturales. En alguna medida pueden estar presentes en su diversidad, a nivel de grandes territorios.

Por la naturaleza misma de los procesos de la sociedad y su cultura, no ha de ser posiblemente nunca conseguida la homogeneidad totalizadora que tanto inquieta a los pensadores actuales. Una humanidad totalmente homogénea en formas de organización social, económica, política y cultural no ha de ser posible alcanzarla, porque como condición necesaria e insoslayable para su funcionamiento integrador, demanda la diferenciación e interacción funcional.

Desde tiempos remotos ambos procesos van enlazados, y afloran con gran ímpetu en determinados periodos y áreas geográfico-culturales diferentes. Pero no son fenómenos exclusivos de la contemporaneidad en los albores del milenio III de nuestra era, aun cuando en la manera en que irrumpen en la polémica de los discursos científicos, filosóficos, económicos, sociológicos y culturales de hoy, pudieran hacerlos parecer originados y circunscritos al mundo actual. Son procesos fundamentales, manifestados a escalas y complejidades distintas a lo largo de milenios en la historia conocida de la humanidad, e inherentes a los procesos civilizatorios.

A nuestro juicio, ambos procesos, valorados en muchos casos desde alarmantes perspectivas de temor, o por el contrario con sostenida aprobación, deben dejar de ser satanizados o exaltados de modo prejuiciado por unos y otros. En su lugar, se ha de verlos como fenómenos muy extendidos, coetáneos, que se reclaman mutuamente necesarios e interdependientes, acompañando a la historia de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Verlos solo en las implicaciones de su dimensión política, como numerosas voces sostienen, es sumamente reductor dada la amplitud general de sus manifestaciones, inherentes a los procesos civilizatorios en cualquier parte del orbe que se mire, en el presente, el pasado y el porvenir.

¿Qué ha ocurrido en el mundo contemporáneo provocando un gran revuelo en el cual están inmersas estas dos nociones? Han estallado en las ciencias y en los saberes en general, los métodos unitarios, cerrados, propios de los sistemas de bordes definidos. En su lugar, se ha producido una expansión de los campos. Los bordes se flexibilizan, dejan de ser murallas de separación. Por porosidad y procesos de ósmosis crean entre sí una red de enlaces complejos y variables, todo lo contrario de las estructuras fijas en los sistemas cerrados.

Algo aceptado y ya nada sorprendente, aunque inicialmente muy impactante, fue la aparición hace solo algunas décadas en las ciencias y la cultura en general, de una multiplicidad de esferas insospechadas del saber, resultado del proceso de diferenciación, de parcelación del conocimiento, de la multiplicación de especializaciones. Pero también se observa una estrecha relación con el proceso opuesto: el surgimiento de complejos enlaces entre saberes, entremezclados en hibridaciones de límites imprecisos, los cuales son objeto de amplias discusiones teóricas.

A esa interpenetración contribuyen los métodos científicos entre esferas del saber anteriormente diferenciadas, pues han dejado de ser propios de una esfera para prestárselos entre varias. Es el nacimiento de disciplinas en el seno de otras ya instituidas y el entrelazamiento entre ellas, a modo de una entreverada red de vínculos entre conocimientos. Ese proceso actualmente muy activo y en pleno desarrollo, marca uno de los profundos cambios epistemológicos en los albores del nuevo milenio, con la intensificada formación de red de redes de saberes entrelazados. Quiero insistir con esto en que la globalización y la fragmentación no son propiamente antitéticos a la manera de la lógica dicotómica favorecida por la modernidad, sino que ambos están indisolublemente unidos. Forman parte de mega-procesos encargados de construir y reconstruir no solo los procesos etno-culturales de pueblos y naciones, pues su campo de acción es mucho más amplio.

Además de la interpenetración de saberes, se pone actualmente énfasis en la necesaria complementación de trabajos interdisciplinarios y cruzamientos transdisciplinares entre entidades diferenciadas, para lograr un alcance mayor. Mediante esa integración que son en el fondo procesos de globalización, se alcanza un gran cuerpo de partes ordenadas e interdependientes, las cuales tributan entre sí para lograr un producto integrado, respondiendo a un plan común.3

La nueva era comenzó en el fragor del siglo xx. Se propaga para alumbrar un nuevo siglo, pero también un nuevo milenio, donde los cambios seguirán acentuándose, dejando atrás muchas maneras de ser, abriéndose a otras diferentes por venir. Al respecto, las cada vez más gigantescas formaciones económicas y financieras continúan su marcha, poseedoras de una creciente complejidad, a partir de englobar infinidad de micro-estructuras no homogéneas que se funden o reestructuran, extendiéndose cada vez más, formando redes a escala supranacional; escala que se ha convertido, no solo para lo económico y financiero, en uno de los signos más acusados de las profundas y renovadoras transformaciones de la sociedad en este cambio de siglos.

Se dará de forma cada vez más sostenida y promulgada, la integración de amplias regiones dentro del territorio de una nación y entre diferentes naciones, contiguas o no, atendiendo sobre todo a esferas económicas; y al entretejido de las naciones en formas ramificadas, en las cuales las recientes creaciones de macro-asociaciones económicas, políticas y culturales, apenas son formas incipientes en la complejidad y alcance de lo que mostrará su manifestación integrada en venideros siglos. La interconexión es decisiva en este proceso, con la aparición y desarrollo de modalidades de redes de flujos comunicativos entre los elementos participantes.4

Esas ganancias están sujetas a inestabilidad y consiguientes regresiones en determinados momentos. Pueden durar años o décadas para dar lugar posteriormente a recomposiciones con el desarrollo de nuevos sistemas de enlaces energizados, con dinámicas de flujos de intercambio muy diferentes entre sí. Lo importante es verlas en su dinámica de cambios, de sucesivos reacomodos.

Destaco la existencia de corrientes profundas de gestación en los modos de accionar las fuerzas sociales que tienden en la etapa presente a dar preponderancia a amplios procesos globalizadores, es decir, al establecimiento de redes de tejidos y conglomerados, junto a la emergencia también paralela de lo fragmentario, al surgimiento de diferenciaciones internas, dejando como saldo un cambio profundo en el panorama de fuerzas actuantes en el mundo actual y en el porvenir. No obstante, mucho queda por recorrer al milenio, y pueden sucederse situaciones modificadoras profundas, pues la historia humana demuestra que nada definitivo se logra cada vez, y todo lo ascendente y floreciente encuentra a su vez un ocaso y cambios, después de un periodo de esplendor.

El supra-sistema social humano

La verdadera intención subyacente, diría inmanente de la acción de la globalización en el nuevo milenio, tiene como fin último sobrepasar con mucho la escala internacional, para comprender al globo terráqueo o propenso a ello, con la finalidad y la resultante de conformar la sociedad humana una entidad planetaria en su conjunto, decidida a funcionar como tal a esa enorme macro-escala. Eso no significa en modo alguno la conformación de una unificación monolítica y sin contradicciones, a pesar de que busque marchar como un todo integrado porque las identidades culturales particularizan las formas de ser y de comportarse los grupos humanos, decisivos en la conformación y actuación del cuadro poliédrico general. Debe desecharse totalmente la idea de arruinarse definitivamente las diferenciaciones internas por los efectos globalizadores. Es lo contrario. Otras diferenciaciones y sus consiguientes identidades afloran en el marco de las convulsiones sociales.

La conformación de enormes redes tentaculares que engloban esferas muy diversas y zonas tan vastas de la vida material y espiritual contemporánea denota el surgimiento de cualidades nuevas en los procesos civilizatorios que transcurren en la actualidad, cuya dinámica expansión conlleva a considerar con claridad su proyección hacia el futuro, para irse creando progresivamente, según mi propuesta, una mega-civilización. Tendiente a intentar funcionar como un organismo unificador, integrado por grandes áreas culturales cercanas en historia y tradiciones.

Sería una sociedad extendida por los confines del globo terráqueo, cuya actuación tendería progresivamente a irse integrando en un todo único, semejante al funcionamiento unitario de un organismo, lo que denomino la conformación de un macro-organismo de naturaleza bio-social humana a escala planetaria, propenso a actuar como una macro-unidad, con muchos niveles internamente diferenciados en integración y diferenciación.

Las mega-zonas conformadas por los continentes, cuyas historias culturales han sido diferentes, intervendrán en esos procesos de macro-integración como enormes territorios que en buena medida conservarán sus diferencias culturales, en modo alguno barridas en sus respectivos interiores por los intentos de aproximación funcional.

Las mismas diferencias culturales entre los continentes y en su seno interno, condicionarán el no-arribo a una estructura estable y definitiva, homogeneizadora. Es inherente la mutabilidad permanente a ese macro organismo planetario. Los reacondicionamientos culturales de sus áreas internas y con eso de todas las esferas implicadas, constituyen una de sus cualidades distintivas como cuerpo social en permanente estado de transformación, sin llegar a establecer una entidad cerrada y definitiva.5

En modo alguno ha de pensarse que el progresivo ascenso en la complejidad estructural de la civilización encauzada hacia esa mega-civilización con más altos niveles de interrelación en las modalidades de su fragmentación y de sus enlaces globalizadores, se produzca sobre presupuestos del ordenamiento tranquilo y armónico de las partes. En el trayecto, irán apareciendo numerosas zonas de conflicto y fricciones, en un movimiento sometido a agitados cambios en su naturaleza.

Las tensiones internas serán muchas y sucesivas, provocando conflictos sociales, económicos, culturales, políticos y conceptuales de toda índole. Dando cierta inestabilidad a los alcances, los cuales se manifestarán, estabilizados con fuerza en determinados lugares, y en otros susceptibles a la impermanencia, en el avance a la conformación de un supra-organismo-social-humano constantemente mutuante, pues la sociedad humana será siempre un eterno replanteo de lo alcanzado hasta ese momento.

Vislumbramos el arribo a nuevos niveles de integración, con la conformación en períodos sucesivos de gigantescos supra-sistemas estructurales de una altísima complejidad que manifestarán entre los aspectos caracterizadores el desarrollo de numerosas mega-ciudades con monumentales y vastísimas plataformas urbanas de enormes densidades poblacionales, dejando muy atrás el modo de ser de las actuales, resultado de ciudades enlazadas conjuntamente de modo arborescente en la propensión seguida hacia su articulación en interacciones de continuidad y discontinuidad territorial, promoviendo la efectividad funcional o en parte disfuncional entre ellas.

Tendrán lugar incongruencias y grietas en su funcionamiento operacional como una unidad internamente diversa, porque la pretensión de operar como un todo único es más una finalidad hipotética, un ideal a formularse racionalmente que una realidad a ser alcanzada finalmente de un modo equilibrado en la intervención de las partes constituyentes. Las tensiones y lo resbaladizo de las estructuraciones logradas en ese tránsito dejarán margen a la formación sucesiva de nuevas realidades reodenadoras de lo existente en cada momento.

No obstante esos contratiempos, la sociedad en su conjunto debe ir encontrando formas en que dicha creciente complejidad estructural se organice sobre principios de una marcada sencillez, re-articulando sus componentes en estructuras más dinámicas y funcionales, haciendo más sencillos sus modos de enlace con el gasto mínimo de energía, que las haga sorprendentemente efectivas a pesar de su extensión territorial, de la inmensidad poblacional que comprenda, de la multiplicidad de vías de comunicación y de grupos sociales que intervendrán futuramente con sus específicos intereses, tradiciones y necesidades diversas.

Asumir la condición de una humanidad acercándose a conformar potencialmente un «organismo social planetario», lejos de ser impropio y el signo de una condición biológica, a la manera de las concepciones científicas reductoras de lo social a lo natural aparecidas en el siglo xix y la primera mitad del xx, puede marcar por el contrario, una deriva conceptual importante, de enorme impacto y alcance en el pensamiento social y cultural, cuya perspectiva está todavía por desentrañar. Esta visión tiene asiento en el análisis de los avances en el pensamiento científico respecto a las maneras efectivas de organización de las más diversas formas de vida de los organismos en la naturaleza, caracterizadas por la extraordinaria capacidad de sus respectivas flexibilidades adaptativas; flexibilidad que debe ir ganando nuestra especie en sus elaboraciones teóricas y en su aplicaciones prácticas, aplicadas al terreno de lo social.

En su manera de funcionar estará de manera constante la reorganización diferencial y funcional de ese gran supra-organismo-social de envergadura planetaria, con la presencia interior de numerosas variaciones y particularidades. Responde a procesos muy profundos e inevitables, por detrás de la decidida contribución y participación de individuos y grupos sociales. Es decir, con independencia de esas acciones humanas que hacen aflorar nombres ensalzados, rostros reconocibles y matices específicos en la historia mundial, intervienen corrientes de transformación supraindividuales que empujan y encauzan las modificaciones como impulsos direccionales, fuerzas motrices de la naturaleza humana supra individual y grupal que estremecen a la sociedad.

Ese carácter supraindividual y a su vez supra-social, que tal vez para algunos pudiera sorprender y hasta escandalizar en mi propuesta, creo responden a propulsiones de un nivel más amplio y abarcador, condiciones propiamente inmanentes del movimiento social de la especie humana que proyectan los cambios hacia verdaderos mega-procesos de una extensión inusitada.

Aunque no se quieran y se opongan los hombres por momentos haciéndoles resistencia, la sociedad se sacude empujada por la acción de esos impulsos internos, generando los cambios civilizatorios más profundos. Eso es reconocible en el accionar casi inevitable y relativamente acelerado en que históricamente de manera recurrente se dan los cambios más globales, alcanzando una dimensión generalizada. Se comportan como olas expansivas, propagadas a través de grandes extensiones, incluyendo naciones y regiones. Esos cambios provocados de una manera profunda y abarcadora pueden apreciarse en las esferas de lo político, de lo social, y en lo artístico-estilístico como modo específicos de lo cultural.

Esa ola de cambios se proyecta en direcciones próximas, con matices en sus derroteros específicos por el peso de la historia particular de cada una de esas regiones afectadas. Pero no cabe duda que se propagan los cambios como una onda gigantesca, involucrando pueblos, regiones y naciones, provocando cambios epocales decisorios. Marcan pautas separadoras de un periodo a otro, reconocibles en la cultura en los grandes cambios estilísticos ocurridos en los dos milenios anteriores antes de nuestra era y en los dos transcurridos, en los cuales las fuentes históricas permiten apreciarlo mejor.6

Por mucho que se quiera ver a los sucesos históricos movidos por acontecimientos particulares, circunscritos, según el modo tradicional de ver lo histórico, lo verdaderamente cierto es que por encima de eso, arrasan a su paso a una velocidad histórica notablemente rápida, vistos a gran escala. Aunque entre los testimonios de su manifestación temprana y la de los tardíos medie un buen número de décadas. No importa, ese es un lapso corto en lo histórico.

Eso significa que los procesos de globalización que hoy en día transcurren y preocupan a muchos como expresiones de la época actual constituyen fuerzas civilizatorias inevitables que atraviesan el tiempo desde tiempos remotos. Seguirán distinguiendo el avance histórico de la humanidad y el avance exponencial de su complejidad, sobre los principios de ir ajustándose a una economía funcional para el mejor funcionamiento general del sistema-mundo, sin que esto signifique posiblemente nunca el arribo a estados decididamente armónicos, aunque tiendan los hombres a proponerse idealmente ese alcance.

La conformación de gigantescas áreas culturales que ya tienen su asiento en el momento histórico actual: Asia, Europa, África, y América, con diferencias marcadas en el interior de las mismos, irá conformando subregiones geográfico-culturales cada vez más diferenciadas, buscando sucesivas integraciones y rearticulaciones de acuerdo a su evolución histórica. Es precisamente la precedencia histórico-cultural de las mismas, la que irá estableciendo las pautas de su acercamiento e integración interna.

En el futuro adoptarán novedosas formas de enlace. Internamente se verán agrupados en subsistemas que se propongan un fin común. Su naturaleza geográfico-cultural de historias relativamente cercanas será un componente fundamental en su creciente diferenciación y agrupación, condicionada por muy diversos tipos de enlaces entre afines, y de separación respecto a otros.

El siglo xxi indudablemente será el siglo de Asia, de su progreso acelerado en muchos órdenes, provocando un cambio en las relaciones de fuerza con respecto a Europa y América. Un protagonismo acelerado se levantará en esta zona y de seguro sabrá aprovecharlo muy bien, pero no estará demasiado distante en siglos la emergencia del potencial de África como una nueva zona de esplendor económico, aparejado al ímpetu tecnológico y la emergencia de formas de urbanización y culturas peculiares, condicionadas por los saberes ancestrales africanos transferidos a claves ultramodernas; siendo esa zona. hoy muy retrasada respecto al resto del mundo, la emergente y conformadora del replanteo futuro del mapeo de nuevos centros gravitacionales a aflorar, encargados de transformar el sistema-mundo.

Habrá siempre el establecimiento de integraciones e interconexiones entre naciones, regiones y zonas de naturalezas culturales muy diferentes a partir del surgimiento de ciertas necesidades de actuar de conjunto con determinados fines, propósitos e intereses, en los cuales cada parte sacará determinadas ventajas, no por eso proporcionalmente equivalentes. De alguna manera se han ido formando y actuando de ese modo las áreas culturales desde milenios atrás, y deberán seguir comportándose así porque parece ser el modo natural de proceder los enlaces, produciendo agrupaciones globalizadoras y fragmentaciones varias en su devenir.

La conformación de los grandes bloques económicos7 existentes y en formación, aun cuando responden a coyunturas epocales del mundo de hoy, no se debe a circunstancias históricas pasajeras. Es la consecuencia directa de esos emergentes cambios que afloran con gran fuerza en el presente.

Las contingencias de su creación y destino podrán variar, resultar inestables y ocurrir retrocesos en determinados momentos, pero esas macro-integraciones que han comenzado a surgir, englobando en interrelaciones estrechas a regiones inmensas en los albores del milenio III, no se apagarán. Será de las tendencias a persistir y desarrollarse ampliamente en la conformación del sistema-mundo, no definitivo, no permanente en su forma de ser. Sin que se produzca una compactación y homogeneización reductora final, ni estructuras estables, definitivas. La durabilidad de las mismas dependerá de los alcances y peculiaridades de dichas transformaciones.

Podrán apreciarse igualmente procesos de desintegración de lo alcanzado en las etapas históricas precedentes, sin embargo, la tendencia integradora general encaminada a la planetarización, no se interrumpirá en su avance. Esa línea directriz se mantendrá, como ha ocurrido a lo largo de decenas de milenios en la historia de la conquista del planeta por nuestra especie, la cual sigue el destino biológico-social de un impulso propio, muy diferente de las otras especies que existen y han existido en la tierra.

Son agentes invisibles esos procesos de movimientos, decisivos a nivel de macro-regiones y de épocas, porque arrastran consigo a individuos, grupos, pueblos y naciones en un empuje dinamizador de acentuada transformación. Esos mega-procesos acompañan y condicionan los más profundos cambios de época. Son los verdaderos agentes capitales que operan con fuerza en el trasfondo de la historia humana.

El momento histórico actual es solo un tránsito en el alcance de procesos encaminados a integrar mega-territorios, colindantes o no, inclusive entre zonas situadas en regiones distantes del mundo. Responden a los movimientos civilizatorios principales, por tal razón se llevarán a cabo en el curso de este siglo y siguientes con gran fuerza. Se consolidarán y serán modelos de referencia en formas de entrelazamiento, con sus consiguientes diferenciaciones y variaciones en la conformación de otras estructuras ajustadas a los nuevos tiempos por venir, según sus contextos de acción.

Los modos particulares del accionar humano visible juegan un papel de primer orden en los cambios de época y confieren matices particulares a esas transformaciones, pero propongo y sostengo el ser esos las cabezas visibles, porque son los agentes supraindividuales, las gigantescas fuerzas que como masas de lava van diluyendo las formas anteriores, haciéndolas caducar, y hacen participar a inmensas regiones de esos cambios, casi al unísono, o en tiempos relativamente próximos a la macro-escala de la historia. Esas son las fuerzas más determinantes de los cambios históricos en la cual se enrolan los modos particulares de darse las acciones humanas.

Los hombres las considerarán desde su perspectiva como si fuesen el resultado de objetivos expresamente buscados por pensadores, políticos, grupos sociales y naciones. Pero más allá de eso, lo cual es sin duda también cierto, ese es solo su modo de aparecer y manifestarse. Detrás de esos indudables impulsos estarán actuando de una manera más oculta y determinante esos mega-procesos, de los cuales esas personalidades y naciones serán sus portavoces, los modos de manifestarse, de hacerse visibles a los hombres el poder de esas energías civilizatorias. En el trasfondo son las acciones últimas de los mega-procesos civilizatorios los que producen los más abarcadores cambios organizativo-estructurales del sistema-mundo.

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Notas aclaratorias

1. El problema está en esos casos, en que algunos fragmentos pugnen en su gestación por instituirse en centros dominantes, y delirantemente se enceguezcan para volverse totalizadores, excluyentes de otras miradas, ejerciendo de ese modo su tiranía, una nueva, en su intento de someter a las demás perspectivas. Operando bajo el temor de serle arrebatada su nueva condición de centro.

2. Respecto al individuo en la contemporaneidad, bajo esta nueva situación, todo el universo de saberes se expande a su alrededor. Si el sujeto está colocado e inmerso en las circunstancias de emergencia de esos cambios con la capacidad de abarcar esa macrovisión y de operar con ella, ese desborde cognoscitivo significará una ampliación del poder de su mirada. Otra cosa, muy diferente, ocurre si no dispone de un pensamiento favorable a abarcar de modo claro la actuación de esa diversidad en sus procesos de integración.

3. Un hecho curioso reafirma su acción integradora porque los tiempos actuales se caracterizan por la construcción de equipamientos tecnológicos e instrumentos científicos de alta precisión como los más recientes telescopios o la construcción de naves espaciales, tripuladas o no, para citar solo unos ejemplos, o grandes edificaciones y reconstrucciones de zonas de las ciudades, donde intervienen infinidad de agencias, empresas productivas y científicas, sin que ello entrañe la pérdida de la identidad de cada una de ellas en esa sinergia organizativa con fines de alcanzar proyectos mayores de integración. Cada una de las agencias está encargada de investigar y/o construir determinados componentes a articular de manera reunida y cohesionada como partes inseparables de un todo, sea un diminuto instrumental científico, tecnológico, o se trate de gigantescos equipamientos; con una total efectividad en su funcionamiento como una unidad, una vez realizado su ensamblaje.

4. El caso de la Unión Europea o los más recientes en los continentes de Asia y América solo son leves apuntes, apenas esbozos de a dónde se irán encaminando esas gigantescas inter-vinculaciones en el futuro en múltiples redes interconectadas y coexistentes, creando un mapa de distribución de vínculos muy complejos en diversidad de aspectos, sin que impliquen alcances de estabilidad a largo plazo.

5. El arribo a estratos de comportamiento supra social de maneras más integradas no conllevará a la formación de estructuras definitivamente fijadas, sino a la ulterior revulsión de las mismas, a reorganizaciones de su naturaleza, en un camino propenso hacia integraciones más complejas con sus correspondientes de interacciones informacionales. Esa creo, es la tendencia general que avizoramos en la evolución general de la sociedad humana y de su cultura en el tercer milenio de nuestra era, pese a los estallidos y fragmentaciones de las grandes unidades conformadas en el pasado y las que aún se producirán en el decursar histórico futuro, que producirán variedades zonales dentro de ese gran complejo y multi-diverso sistema-mundo planetario.

6. Observables a través de los estudios arqueológicos de poblaciones y culturas desaparecidas, cuyos testimonios materiales de diverso tipo permiten trazar los comportamientos en áreas generales y más circunscritas donde tuvo lugar su existencia. Incluso establecer posibles influjos entre áreas cercanas y distantes, y sus variaciones de acuerdo al estudio de las tipologías de sus restos materiales.

7. Un gran peso de la integración lo tienen las integraciones económicas. Ellas impulsan consigo efectos sociales y culturales porque son interactuantes entre contextos culturales diferenciados.

Recibido: 23 de Noviembre de 2018; Aprobado: 04 de Enero de 2019

*Autor para correspondencia: robertojmedina168@gmail.com

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