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Universidad de La Habana

versão On-line ISSN 0253-9276

UH  no.292 La Habana jul.-dez. 2021  Epub 05-Jun-2021

 

Artículo original

La era Trump y los retos del ambientalismo en Estados Unidos

The Trump Era and the Challenges of Environmentalism in the U. S.

Luis Rubén Valdés Díaz1  * 
http://orcid.org/0000-0003-3144-0095

1 Departamento de Filosofía y Teoría Política para las Ciencias Sociales, Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

El inicio de la presidencia de Donald Trump puso a funcionar de inmediato parte de las promesas hechas durante su campaña. Una de ellas era el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático. Esta decisión agravó la posición crítica de Estados Unidos en su incidencia con la emisión de gases de efecto invernadero y la sobreexplotación de las reservas de combustibles fósiles, a la vez que obstaculizó aún más la labor del movimiento ambientalista estadounidense. En este artículo se realiza un análisis de las acciones del gobierno de Trump que se oponen a todas las políticas que para el enfrentamiento al cambio climático han generado diferentes instituciones científicas y no gubernamentales en Estados Unidos, en especial el movimiento ambientalista. Como resultado, se hace una relación de los principales retos a los que tiene que enfrentarse este movimiento y cómo se recrudecen con esa administración.

Palabras clave: crisis ambiental; movimientos sociales; negacionismo; políticas ambientales

ABSTRACT

The beginning of Donald Trump's presidency immediately put to work part of the promises made during his campaign. One of them was the withdrawal of the United States from the 2015 Paris Agreement on climate change. This decision aggravated the critical position of the United States in its incidence with greenhouse gas emissions and overexploitation of fossil fuel reserves, while further hindering the work of the U.S. environmental movement. In this article, an analysis is made of the actions of the Trump administration that oppose all the policies for confronting climate change that have been generated by different scientific and non-governmental institutions in the United States, especially the environmental movement. As a result, a list is made of the main challenges that this movement has to face and how they are intensified by this administration.

Keywords: environmental crisis; social movements; negationism; environmental policies

Tenemos que recordar que la gran tarea de nuestro tiempo va más allá del cambio climático. Debemos mostrar una mayor altura y amplitud de miras. De lo que verdaderamente se trata, si somos sinceros con nosotros mismos, es de transformar todo lo relacionado con el modo en que vivimos en este planeta.

Rebecca Tarbotton.

INTRODUCCIÓN

Desde que la periodista y escritora científica Rachel Carson, en su libro La primavera silenciosa, de 1960, advirtiera a la sociedad norteamericana del peligro que estaba corriendo la fauna natural como resultado de la acumulación de pesticidas en las aguas naturales, que provenían de los agentes químicos utilizados para la protección de las cosechas agrícolas de los insectos, se comenzó a despertar en la sociedad estadounidense una gran preocupación acerca de su medioambiente, que generó movimientos dentro de la comunidad a favor de su protección, y llegaron a lograr una influencia tal, que el Congreso de los Estados Unidos comenzó a promulgar legislaciones dirigidas a proteger y conservar el medioambiente. Ya en la década del setenta del siglo pasado, el Gobierno Federal aprobaría leyes y reglamentos que restringirían y disminuirían la contaminación de las aguas y las emisiones atmosféricas. Esto sirvió de base para la creación, posteriormente, de la Agencia de Protección Ambiental. De la fecha a acá, ¿qué ha sucedido? ¿Es la posición antiambiental del gobierno de Donald Trump una ruptura o una continuidad de la política ambiental de los gobiernos norteamericanos? ¿En qué condiciones se encuentran los movimientos ambientalistas para enfrentarse a la engrasada y poderosa maquinaria del poder?

A la luz de los acontecimientos actuales, los problemas ambientales adquieren una connotación especial que va exigiendo acciones eficaces, pues el futuro de la humanidad depende de ello. Es indispensable repensar muchas aristas de las relaciones entre los seres humanos y entre estos y la naturaleza, del comportamiento ético, de la maduración de valores personales, sociales y ambientales, de las relaciones económicas y políticas que permitan construir un mundo más justo y sobre todo sostenible.

Hoy domina un pensamiento ético utilitarista y antropocéntrico que supone al ser humano en la cúspide de la evolución, por lo que puede disponer de todo según sus ambiciones y predilecciones. Esto nos obliga a cambiar los patrones de producción y consumo, lo que incluye también un cambio en los procesos de toma de decisiones sobre el desarrollo humano, aspectos que se deben democratizar.

En el logro de estos objetivos, vale mucho la acción de los movimientos ambientalistas que se han desarrollado por todo el mundo, pero sobre todo la concientización de cada uno de los gobiernos de la necesidad de desplegar acciones y recursos que permitan, no hacer desaparecer el cambio climático, pues ya comenzó, pero sí mitigar sus daños y lograr la adaptación a las nuevas condiciones que se imponen. Además, es necesario tomar conciencia de que hoy lo que nos ocurre es, en lo fundamental, responsabilidad de cada uno de los habitantes de este planeta.

Esta es una tarea esencial y un reto para el ambientalismo y para el gobierno de los Estados Unidos, en especial, que durante más de un siglo ha sido el principal causante del calentamiento global. Al ambientalismo en este país y en el mundo entero se le impone el desafío de intentar modificar estilos de vida y de consumo, que han llevado a la humanidad a un enfrentamiento tenaz entre la agotada naturaleza y su ser viviente más inteligente. Pero, sobre todo, el mayor desafío que tiene es su enfrentamiento a un sistema político que refrenda esa cualidad de vida y de consumo y que representa los intereses de la industria de la energía fósil.

DESARROLLO

En la revista española Economía Digital (ED), en su edición del 6 de noviembre del 2016, se acude a la experta opinión de Noam Chomsky, apenas 48 horas antes de las elecciones de los Estados Unidos: «“Una de las mayores crisis a la que nos enfrentamos es la amenaza de la catástrofe medioambiental”, alerta el intelectual y activista político norteamericano. La posición de Trump es muy clara: no hay cambio climático y tenemos que aumentar el consumo de combustibles fósiles, incluyendo el carbón, que es el más agresivo para el medioambiente» (Chomsky: «Trump llevará el mundo al desastre si gana las elecciones», 2016). Esta declaración la hizo en el marco de una conferencia titulada Crisis de la emigración, auspiciada por United Nation University. Según Chomsky, en el programa electoral de Trump se precisa que «deberíamos eliminar la legislación medioambiental, abandonar las negociaciones de París y negarnos a ayudar a los países pobres». Estas palabras de Donald Trump en plena campaña ya eran una muestra de lo que enfrentaría el pueblo estadounidense y el mundo con su elección como presidente.

Durante la presentación de su campaña presidencial, el tema ambiental prácticamente estuvo ausente de sus intervenciones, a no ser para denostar sobre él y desmentir todos los argumentos científicos que se han expresado. Y aunque los votantes estadounidenses mostraron su preocupación por el cambio climático, los sondeos a pie de urna mostraron que estas opiniones influyeron muy poco en los votos, especialmente en el caso de Trump, pues sus votantes calificaron como sus temas críticos la inmigración, la política exterior, el terrorismo y la economía (Dolsak y Prakash, 2017).

De las sesenta promesas que hizo el magnate-presidente durante su campaña, una parte mayoritaria se refería a la inmigración, la economía y la política exterior. Tres de ellas se acercaban a los temas ecológicos y de energía, y no precisamente para avalar el cambio climático. Dos de esas promesas no están dentro de las cumplidas en los primeros cien días de su mandato, pero se encuentran en marcha. Una es la referente a la anulación de la asignación de los pagos a la ONU para combatir el cambio climático, y la otra, aunque aparece en el acápite de energía, es, evidentemente, otro paso atrás en la lucha que se desarrolla por disminuir la emisión de gases de efecto invernadero: la anulación de las restricciones que Barak Obama había establecido para la extracción de combustible fósil, lo que derogó con un decreto firmado el 28 de marzo de 2017. Dentro de las cumplidas se encuentra la aprobación para la realización de los megaproyectos energéticos de Dakota Access y Keystone XL, lo que reafirmó con la firma de un decreto el 24 de enero de ese mismo año.

La asunción de Trump a la presidencia puso de inmediato al mundo en un compás de espera en virtud de todas las promesas hechas durante su campaña, una de las cuales, junto a la construcción del muro en la frontera con México, anunció enseguida: Estados Unidos abandonaría el Acuerdo de París. De esta forma, se hacía valedera su promesa de retirar todo aporte financiero a la ONU para luchar contra el cambio climático.

La revista internacional La Vanguardia (2017), publicada en Barcelona, se hizo eco de este anuncio hecho por el presidente y compiló un total de ocho frases, incluyendo la del anuncio, que resumen su posición e intransigencia ante el cambio climático:

  • «Nos estamos saliendo, pero vamos a empezar a negociar y veremos si podemos llegar a un acuerdo que sea justo. Y si podemos será genial, y si no podemos, pues ya».1

  • «Fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh [famosa por su industria siderúrgica], y no a los de París».

  • «El Acuerdo Climático de París es simplemente el último ejemplo de Washington entrando en un acuerdo que perjudica a Estados Unidos, en beneficio exclusivo de otros países y que deja a los trabajadores estadounidenses, a quienes amo, y a los contribuyentes, con los costes en términos de pérdida de empleo, salarios, fábricas cerradas y menos producción económica».

  • «Con un crecimiento interno del 1 %, las fuentes de energías renovables pueden satisfacer parte de nuestra demanda interna. Pero, con el crecimiento del 3 % o 4 %, que espero, necesitamos todas las formas de energía estadounidense disponibles. O nuestro país estará en grave peligro de sufrir caídas de tensión y apagones».

  • «El acuerdo implica una redistribución de la riqueza de Estados Unidos hacia otros países».

  • «Trabajaré para que Estados Unidos siga siendo el líder mundial en temas ambientales, pero bajo un marco justo y donde las cargas y responsabilidades sean compartidas por igual entre todas las naciones alrededor del mundo».2

  • «Incluso si el Acuerdo de París se implementara completamente, con el cumplimiento total de todas las naciones, está estimado que reduciría dos décimas de un grado para el 2100. Piense en ello, solo esto. Una cantidad diminuta, diminuta».

El presidente Trump no está solo en esta cruzada; es acompañado por un grupo de apocalípticos jinetes que se sientan en sillas importantes del Senado y del Congreso, dignos representantes de la vertiente negacionista del cambio climático que se ha estado desarrollando en los Estados Unidos y que ha alcanzado más fuerza a partir de la asunción al poder de Trump: el actual director de la Agencia de Protección Ambiental, Scott Pruitt, el senador republicano y presidente del Comité Ambiental del Senado, James Inhofe, y los senadores Marco Rubio y Ted Cruz, destacados entre otros personeros integrantes de la agencia medioambiental y del Comité Ambiental del Senado.

El director de la Agencia de Protección Ambiental, Scott Pruitt, es un connotado antiambientalista, reconocido desde su época de gobernador de Oklahoma, periodo durante el cual impugnó, en catorce ocasiones, a la misma agencia que hoy dirige. Negar totalmente el cambio climático no ha sido su principal posición, sino decir que el ser humano no es el responsable de las afectaciones al medioambiente. Aunque, para hacerle honor al presidente que lo dirige, también ha mostrado una posición errática en este criterio, pues reconoce públicamente la responsabilidad de los seres humanos en el cambio climático, pero plantea que el alcance de su incidencia es aún objeto de debate: «Déjenme decirles: la ciencia nos dice que el clima está cambiando y que la actividad humana de cierta forma afecta en ese cambio […] Pero la capacidad de medir con exactitud el grado y la extensión de este impacto, y qué hacer con ello, son objeto de continuo debate y diálogo, y así debe ser» («Actividad humana incide en cambio climático»: Scott Pruitt, 2017). Su posición no puede ser de otra manera; por un lado, están los irrebatibles argumentos que la verdadera ciencia del clima está dando sobre las causas del cambio climático, de ahí su reconocimiento en estos momentos. Pero deja también la duda de que sea totalmente así, lo que responde a que debe mantener una posición que también contente a sus amigos del petróleo.

Oliver Milman (2017) expone que la Casa Blanca, el Congreso y la agencia medioambiental, desde que Trump asumió la presidencia, han dado pasos decisivos para desmantelar todo lo que el gobierno de Obama había hecho en materia de enfrentamiento al cambio climático y refiere que el principal argumento esgrimido es que algunas de las medidas propuestas por el gobierno anterior tienen un alto costo económico, sobre todo para la industria del carbón. Se cita al que fue asesor científico de la Agencia de Protección Ambiental durante el gobierno de Obama, Tom Burke. Él indica:

Las acciones impulsadas por Trump frenarán los avances que se han hecho hasta ahora. […] Tras trabajar con comunidades afectadas y en lugares con agua contaminada, no creo que el público piense que ya tenemos un medioambiente protegido y que podemos bajar la guardia. […] Es obvio que la Agencia ha cambiado de rumbo y ahora se ha posicionado a favor de la industria. Tal vez no sea malo para algunos empresarios, pero me preocupa el impacto que esto puede tener sobre la salud de millones de personas. […] La misión de la Agencia es proteger el medioambiente y la salud de la población, no los beneficios de las empresas. La situación actual es muy preocupante. (citado por Milman, 2017)

Milman (2017) también presenta una cronología de los retrocesos que en materia ambiental ha supuesto el gobierno de Trump y que reafirman la errática, pero bien pensada, política antiambientalista, la cual se pone de manifiesto además en otras acciones que ha propuesto desarrollar y que afectan, en sentido general, al medioambiente en los Estados Unidos. Una de ellas es el controvertido muro que pretende levantar en la frontera con México para frenar el flujo migratorio desde ese país. La inmensa mayoría de la sociedad se preocupa, con razón, por las afectaciones que su política antimigratoria deja en las familias latinoamericanas que buscan llegar al «país de los sueños», pero pocos se han detenido a evaluar el impacto medioambiental de esta decisión.

Innumerables especies de la flora y la fauna de ambos territorios utilizan esos pasos fronterizos para su subsistencia y reproducción. Desde el conocido correcaminos hasta el cactus saguaro verán afectadas su prevalencia con ese muro (Sullivan, 2016), así mismo el jaguar americano y el oso negro, que necesitan aparearse con su par mexicano. Todo el ecosistema que ha existido en ese territorio verá afectada su existencia. Según el experto y biólogo de vida silvestre de la Universidad de Oregón, Dr. Clint Ups, las especies de ambos lados han estado moviéndose en uno y otro sentido en un periodo que se extiende entre 3 y 20 millones de años (Sullivan, 2016).

Todas las acciones del gobierno de Trump han estado dirigidas a garantizar su programa económico, migratorio, nacionalista, pero para nada le preocupa el medioambiente, lo que constituye un asidero importante para aquellos sectores de la economía de Estados Unidos que se ven afectados por cualquier medida que vaya a reducir la emisión de gases de efecto invernadero y que implique reducir sus ingresos. Este gobierno ha impulsado las acciones antiambientales que, desde mucho antes, desarrollaban instituciones con un determinado basamento «científico» para responder a los intereses de los sectores ya mencionados e intentar desmentir los argumentos que científicos y personalidades mundiales, como el Papa Francisco, a través de su encíclica Laudatus Si, aportan sobre los cambios que se producen en el clima mundial.

Trump se declaró contrario a la pronunciación de Obama de considerar el cambio climático como un problema de seguridad nacional, por los conflictos que este podrá generar a partir de la escasez de agua y las migraciones (Greshko, 2017). En el informe que sobre Seguridad Nacional presentó Trump, en diciembre de 2017, anotaba:

Las políticas climáticas seguirán dando forma al sistema de energía mundial, [y] el liderazgo de Estados Unidos es indispensable para contrarrestar el plan de energía contrario al crecimiento que perjudica a la economía y a los intereses de seguridad energética de Estados Unidos […] Teniendo en cuenta la futura demanda de energía a nivel mundial, gran parte del mundo en vías de desarrollo necesitará combustibles fósiles, así como otras formas de energía, para impulsar sus economías y sacar a su gente de la pobreza. (Greshko, 2017)

Programas auspiciados por el gobierno de los Estados Unidos se han dirigido a velar, no por las consecuencias que la crisis medioambiental está trayendo para esa parte del mundo más vulnerable en materia de pobreza, hambre y enfermedades, sino por las posibles reacciones violentas que pueda generar el cambio climático y cómo estas pudieran afectar su seguridad nacional. Así tenemos a la Universidad de Maryland que, en colaboración con el Pacific Northwest National Laboratory del Departamento de Energía, se ha dedicado a evaluar los riesgos de desórdenes civiles vinculados al cambio climático. Ese programa, de 1,9 millones de dólares en tres años, desarrolla modelos tendientes a anticipar lo que podría suceder en las sociedades ante diferentes escenarios de cambio climático (Nafeez Mosaddeq, 2014).3

El ambientalismo en los Estados Unidos. Sus principales retos

Los clásicos del marxismo le daban a la naturaleza gran importancia, por ser ella el hábitat natural de los seres vivientes de la tierra y, en particular, del ser humano. Así lo indicaban Engels y Marx (1981):

No nos dejemos llevar del entusiasmo ante nuestras victorias sobre la naturaleza. Después de cada una de esas victorias, la naturaleza toma su venganza. Bien es verdad que las primeras consecuencias de estas victorias son las previstas por nosotros, pero en segundo y en tercer lugar aparecen unas consecuencias muy distintas, totalmente imprevistas y que, a menudo, anulan las primeras.

Esa ha sido la preocupación de los movimientos ambientalistas que se han desarrollado por el mundo desde hace varios siglos y que han tenido que, para preservar su medio, enfrentarse a los intereses económicos más poderosos e implacables que despliegan su poderío para borrar, desmentir y humillar a todo y a todos los que insisten en la necesidad de acciones urgentes para salvar a nuestra tierra.

De esta lucha contra los poderes industriales, empresariales, mediáticos y gubernamentales no ha estado exento el ambientalismo en los Estados Unidos. A pesar del optimismo martiano de la fe en el ser humano, no se puede dejar de reconocer que los retos a los que se enfrentan son grandes y poderosos y muy difíciles de vencer, pues la maquinaria capitalista se ha encargado de mantener engrasadas todas sus armas, no obstante las grietas que se observan en su funcionamiento. Esta lucha a favor del desarrollo de políticas públicas ambientalistas por parte de los gobiernos estadounidenses tiene su fundamento en datos irrebatibles aportados por los científicos del mundo, que demuestran la responsabilidad de Estados Unidos en la afectación medioambiental y en especial en el cambio climático.

¿Cuáles son los principales retos a los que se enfrenta el ambientalismo en los Estados Unidos? En mayor o menor medida, el movimiento ambientalista en el mundo se enfrenta a estos retos, sobre todo los grupos de América Latina, que han tenido que sufrir, además, el asesinato de algunos de sus principales exponentes. Estados Unidos es el centro de la mirada del mundo por el papel que desempeña en la geopolítica mundial. Y aunque en regiones del mundo como Europa las acciones a favor de la protección medioambiental reciben un mayor apoyo de las instituciones estatales, lo que haga Estados Unidos es importante.

El principal reto de todos es el orden económico existente y las élites de poder que lo representan. Las ganancias de las grandes transnacionales dependen del nivel desenfrenado de consumo. Las necesidades del ser humano cada vez son mayores, pero es significativo que estas sean desmesuradas. Hoy se incita a consumir más de lo que realmente se precisa. La diferenciada huella ecológica que cada habitante del planeta está dejando exige hoy más de un planeta para satisfacerla. Michael Lowy, citado por Atilio Borón (2012), recuerda: «En la sociedad actual se desarrollan muchos deseos artificiales, creados por el sistema, el fetichismo de la mercancía, la obsesión consumista y el bombardeo publicitario».

El segundo reto consiste en la resistencia económica resultada de los patrones ya descritos, que impide el establecimiento de nuevas propuestas como la llamada economía circular, que propone hacer un uso más racional de los recursos de los que disponemos y reciclarlos, con el objetivo de lograr un mayor aprovechamiento y, por lo tanto, lograr la sostenibilidad económica que se necesita. Los grandes intereses económicos aupados por el gobierno constituyen una fuerte barricada difícil de enfrentar. Hay que tener en cuenta, además, que la brecha cada vez más grande que se abre entre ricos y pobres, la desigualdad económica que genera el sistema dentro del propio Estados Unidos, pone a los más pobres en el escaño que los caracteriza también como desiguales ambientales, por lo que enfrentan las consecuencias de la crisis medioambiental en una franca desventaja.

Otro reto al que debe enfrentarse el ambientalismo es la resistencia cultural que existe, no solo en Estados Unidos, sino también en muchos países del mundo, y que impide también establecer cambios en los niveles de producción y consumo. El sistema económico imperante ha generado una gran y hegemónica industria cultural que establece patrones de consumo y estilos de vida muy difíciles de modificar. El mundo hoy es casi un agujero negro, por la manera desenfrenada de consumir todo producto que la industria cultural hegemónica diga que es necesario e imprescindible para vivir.

Además, hay un creciente urbanismo. Cada vez las ciudades son mayores, se le roba más espacio a la naturaleza, se le eliminan sus pulmones y se produce una concentración de la población que contribuye a elevar los niveles de la llamada contaminación invisible, que es la que se genera en las grandes concentraciones urbanas como resultado, sobre todo, de la emisión de gases que crea el tráfico excesivo, el uso de medios que emiten gases refrigerantes de efecto invernadero y la desaparición paulatina de los espacios verdes, entre otros.

El empoderamiento ciudadano constituye uno de los retos ambientales más importantes. Ya no es solo que cada ciudadano participe en procesos eleccionarios para elegir a los representantes que deberán ser sus voces en los gobiernos. Hay que lograr una participación más activa y decisoria. Es necesario que, en cada comunidad, cada ciudadano actúe en la preservación de su entorno. Es importante enfrentarse al individualismo que genera el actual sistema económico y que convierte a las personas en entes que necesitan competir para ser mejores y que se consideran la única especie sobre la tierra.

Otro obstáculo es la resistencia a los cambios tecnológicos. La gran industria de la energía fósil, la del petróleo, la del carbón y la del gas, reconoce las ventajas del uso de tecnología que se base en la energía renovable, pero las afectaciones que en el orden económico financiero suponen su uso constituye el principal argumento para no aceptar su implementación. A esto se suma la falta de voluntad política, manifestada abiertamente hoy en el gobierno de Trump, para desarrollar políticas integrales que contribuyan al cumplimiento de los acuerdos emanados de París. Todas las acciones que la Casa Blanca, el Congreso y la Agencia de Protección Ambiental despliegan van en contra de la aplicación de medidas para la adaptación y la mitigación del cambio climático. El creciente negacionismo ambiental que se desarrolla dentro de los círculos políticos, industriales, e incluso científicos, y que cuentan con todos los recursos para poder desplegar acciones que incluyan las amenazas a científicos climáticos, la desacreditación de los programas científicos y ambientalistas y el boicot a cualquier ley que intente promover medidas a favor del enfrentamiento al cambio climático, supone un adversario muy poderoso.

Por tanto, se destaca la ausencia de una visión científica y la ecología política como el arma teórica práctica fundamental para enfrentar los retos que se imponen hoy al ambientalismo. El empoderamiento ciudadano solo es efectivo si se logra la participación responsable de todos los individuos. El ser humano debe tener la capacidad de dar forma a su coexistencia y decidir su participación responsable en la consecución de la sociedad sostenible. La ecología política esgrime diferentes principios básicos, como la responsabilidad, la solidaridad, la unicidad, la participación y la pluralidad. Es necesaria para descubrir los mecanismos generadores de desequilibrio ecológico, reflexionar críticamente sobre los valores que genera el actual sistema económico imperante y, a partir de una evaluación objetiva, dar propuestas que permitan construir una sociedad sostenible. Las ciencias sociales deben influir en estas acciones, algo que se hace difícil cuando muchos de los departamentos de ciencias sociales de las universidades estadounidenses son financiados por el Departamento de Defensa para investigar a favor de sus intereses. Por último, es un reto contundente la no existencia de un programa ambientalista integral, unitario, que conduzca a los diferentes movimientos a desarrollar acciones más efectivas y sistemáticas que contribuyan a generar una mayor conciencia ambientalista dentro de la sociedad.

CONCLUSIONES

¿Está el ambientalismo en Estados Unidos en condiciones reales de enfrentarse a una poderosa maquinaria donde confluyen la Casa Blanca, el Congreso, la actual Agencia de Protección Ambiental, los grandes intereses de las industrias de la energía fósil, las instituciones que responden a estos grandes intereses, el movimiento negacionista ambiental, el poder mediático, el estilo de vida americano y las instituciones seudocientíficas auspiciadas por estos grandes intereses para negar la acción de los seres humanos sobre el cambio climático? Es evidente que la lucha es dura. Todo el movimiento ambientalista del mundo espera que en el país más poderoso de la tierra y, como hemos visto, el principal contaminador ambiental históricamente, se desplieguen acciones contundentes para adaptarnos y mitigar un fenómeno que ya es una realidad. Mientras Trump y toda esa caballería apocalíptica continúen en una posición intransigente, muy poco se podrá hacer por el futuro destino de la humanidad.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Notas aclaratorias

1 En este punto debemos recordar que el controvertido presidente, que niega hoy el cambio climático y mañana deja entender que lo reconoce, está exigiendo para mantenerse en el Acuerdo una renegociación de los convenios tomados en París acerca de la disminución de la emisión de gases entre un 26 % y un 28 % y de la colaboración financiera de 100 mil millones de dólares para las medidas de enfrentamiento al cambio climático, pues considera que no son justas para los Estados Unidos.

2 Olvida aquí el señor Donald Trump que su país ocupa el segundo lugar en el mundo en la emisión de gases de efecto invernadero y que lo que sí no es justo es que los países más pobres tengan que responsabilizarse con una carga que no les corresponde.

3 Este programa forma parte del proyecto Minerva Research Institute, que trabaja en este y otros proyectos desde 2008 (López y Rivas Pacheco, 2014).

Recibido: 21 de Junio de 2020; Aprobado: 01 de Julio de 2020

* Autor para la correspondencia: lruben@ffh.uh.cu, valdesdiaz2014@gmail.com

Conflictos de intereses

El autor declara que no existen conflictos de intereses.

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