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Universidad de La Habana

On-line version ISSN 0253-9276

UH  no.293 La Habana Jan.-Apr. 2022  Epub Mar 03, 2022

 

Artículo original

Los costos familiares del acompañamiento educativo en tiempos de COVID-19. Reflexiones desde el contexto cubano

The Family Costs of Educational Accompaniment in Times of COVID-19. Reflections from the Cuban Context

Niuva Avila Vargas1  * 
http://orcid.org/0000-0002-1992-7936

Annia Almeyda Vázquez2 
http://orcid.org/0000-0002-0147-3737

Solanch García Contino3 
http://orcid.org/0000-0002-6433-4566

1 Departamento de Sociología de la Universidad de La Habana, Cuba.

2 Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, Cuba.

3 Dirección de Formación de Pregrado de la Universidad de La Habana, Cuba.

RESUMEN

El contexto de la COVID-19 ha impuesto nuevas dinámicas a la vida en casi la mayor parte del orbe. Entre los ámbitos que más ha impactado se encuentra el espacio privado con varios cambios y transformaciones. Tal es el caso de la familia y los procesos educativos desarrollados en ella. Esta nueva realidad ha le exigido a nuevas tareas a cumplir, muchas veces en condiciones que no son las más favorables. El Estado ha apoyado la continuidad de la educación, pero el espacio familiar y su nueva realidad no han tenido la misma atención. La educación en casa demanda tiempo, habilidades cognitivas y pedagógicas, infraestructura, un ambiente agradable para el estudio y especialmente la implicación de varios miembros de la familia. La realidad indica que esta tarea recae fundamentalmente en las madres. Este trabajo reflexiona acerca de los costos familiares que emanan de la educación formal en casa.

Palabras clave: curso; estudio; hogar; teleclases

ABSTRACT

The COVID-19 context has imposed new dynamics on life in most parts of the world. Among the areas that have had the greatest impact is the private sphere, with various changes and transformations. Such is the case of the family and the educational processes developed within it. This new reality has required new tasks to be fulfilled, often in conditions that are not the most favorable. The State has supported the continuity of education, but the family space and its new reality have not received the same attention. Home education demands time, cognitive and pedagogical skills, infrastructure, a pleasant environment for study and especially the involvement of several family members. Reality indicates that this task falls mainly on mothers. This paper reflects on the family costs that emanate from formal home education.

Keywords: course; study; home; videoclasses

INTRODUCCIÓN

El año 2020 y lo que ha transcurrido del 2021 se han caracterizado por el transcurso de días atípicos para casi la totalidad de los países. La pandemia ha impuesto un cambio radical en la cotidianidad de los individuos al significar para algunos solo un cambio, pero para otros, mayores exigencias en sus prácticas diarias. La multiplicidad de medidas asumidas por las autoridades, por las familias y por los individuos hacen de este periodo un tiempo novedoso marcado por cambios en los distintos niveles, desde el espacio macro hasta el microsocial. Es precisamente en este último donde se quiere enfatizar a partir de las reformas que se han producido en la dinámica del hogar y de la familia en cuanto a tareas a cumplir, su distribución, efectos del exceso de tiempo en el hogar, hábitos de consumo y condiciones para afrontar esta nueva realidad.

Una de las medidas que más ha incidido en el espacio familiar, sin dudas, ha sido el aislamiento físico, los periodos de cuarentena y con ello el cierre de los centros educativos. En junio de 2020, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (2020), solo un grupo reducido de países aún mantenían sus centros abiertos, mientras que otros 123 ya habían cerrado sus escuelas.

Esta disposición si por una parte ha permitido una mayor probabilidad de cuidados para los infantes, por otra ha significado aumento prolongado del tiempo físico de estos en los hogares y cuidado de manera casi exclusiva de sus necesidades por parte de la familia. Entre estas atenciones se encuentra la educación formal, pues los hogares se convierten en el espacio escolar y los familiares en educadores. Sin embargo, estas tareas se deben realizar en un periodo en el cual el trabajo como tradicionalmente lo conocemos se ha transformado dando lugar a una multiplicidad de formas que muchas veces en vez de flexibilizar la vida, provoca el efecto contrario. Esto es consecuencia de un incremento, derivado de una mayor estadía en casa, de actividades domésticas a realizar, a las cuales se suman las emanadas del empleo mismo. Además, ha disminuido la presencialidad de aquellos familiares no cohabitantes (fundamentalmente abuelos o padres separados) que intervenían en el cuidado de los más pequeños, lo que acrecienta la sobrecarga de las personas responsables de los hijos. Esto nos muestra contextos muy diversos del cómo se experimenta la convivencia con los infantes en el hogar en las actuales circunstancias, que dan cuenta de situaciones adversas o no, y que median el papel que desempeñan las familias en la educación de sus hijos.

En este escenario se esperaría que fuese la figura de la mujer sobre la cual recayesen las máximas responsabilidades del hogar, del cuidado y la educación de los infantes. Esto se justifica por la mayor presencia que esta tiene en las estadísticas de la región latinoamericana y caribeña en horas dedicadas al trabajo no remunerado, tareas domésticas y cuidado. Las cifras anuncian que ellas dedican el triple de horas a estas tareas, respecto a los hombres, mientras que son visiblemente reducidas las que destinan a su autocuidado, ocio y desarrollo personal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2020; Comisión Económica para América Latina y el Caribe y Organización Internacional del Trabajo, 2020).

El confinamiento ha significado paralización de procesos y actividades, sin embargo, las acciones de reproducción de la vida se mantienen y, lo que es más preocupante, se han complejizado y han aumentado a causa de las especificidades de la situación pandémica. Según López Mourelo (2020), «en el caso de las trabajadoras que realizan tareas de cuidado de personas, es probable que se vean obligadas a cumplir jornadas más extensas debido al cierre de escuelas, centros de atención y otros espacios de cuidado» (p. 5).

Nuestro país también atraviesa la misma situación y después de más de un año de confinamiento con periodos de flexibilización, en estos momentos las familias se encuentran abocadas al acompañamiento educativo para el vencimiento de los objetivos curriculares de los estudiantes. Sin bien esta etapa pudiera fomentar sus potencialidades, también pudiera visualizar desigualdades en el cumplimiento de sus funciones, especialmente la educativa.

El siguiente trabajo parte de reflexionar acerca de las características de la educación formal en los hogares durante el confinamiento y los costos familiares que conlleva dicha actividad, entendidos estos como los recursos que tienen las familias para su cumplimiento: tiempo, habilidades pedagógicas, infraestructura, nivel de escolaridad, etc., entre las cuales las desigualdades de género se presentan como la mayor inequidad en el proceso.

PENSAR LA EDUCACIÓN EN CASA DURANTE EL DISTANCIAMIENTO FÍSICO

El 23 de marzo de 2020 se anunciaba a través del programa televisivo Mesa Redonda, la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles de enseñanza del país, exceptuando los círculos infantiles. Unos días más tarde, el 30 del propio mes, comenzaron a transmitirse por el Canal Educativo las denominadas teleclases. En ellas se concentraban todas las asignaturas, además de las orientaciones a las familias sobre cómo utilizar el material docente. El curso escolar 2019-2020 quedó así interrumpido debido a la situación epidemiológica, con el 71,05 % del cumplimento del plan de estudio (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 2021).

La transmisión de las teleclases en esta primera etapa1 constituyó una de las principales medidas para dar continuidad al curso escolar desde los hogares, lo que fue complementado con otras tareas dirigidas por diversos actores en distintos niveles (Tabla 1), de manera que se destaca el empleo de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) como soporte importante a las medidas.

Tabla 1 Acciones de apoyo a las teleclases 

Vías de apoyo Acciones
Medios televisivos -Empleo de los canales provinciales de televisión como complemento a las teleclases. -Lenguaje de señas y otras facilidades para la enseñanza especial. -Divulgación de anuncios de bien público y promoción del uso de materiales complementarios al estudio. -Diseño de programación específica según tipo de educación y para la formación y superación de los docentes.
Recursos tecnológicos de apoyo a la enseñanza -Elaboración de aplicaciones informáticas para computadoras y móviles, habilitación del portal Cubaeduca.cu, libres de costo para la familia. -Apertura de un servicio nacional de tutoría en red permanente para atender a estudiantes y familias. -Atención por variadas vías a estudiantes con necesidades educativas especiales y para brindar ayuda psicopedagógica.
Acciones desde la dirección del Ministerio de Educación (MINED) -Alternativas territoriales para atender, por parte de los docentes, a los estudiantes y las familias. -Canales estrechos de comunicación semanal entre la ministra de Educación con las direcciones provinciales y de información a la población en espacios de la televisión nacional. -Preparación y orientación a los equipos metodológicos provinciales y municipales por videoconferencias.

Fuente: elaboración a partir de UNICEF (2021, pp. 4-5).

En palabras de la ministra de Educación esto fue posible

porque contamos con un sistema nacional de educación bien estructurado que cuenta con un Instituto Central de Ciencias Pedagógicas (ICCP), la empresa Cinesoft, el Portal CubaEduca, comisiones de disciplina y fuertes alianzas de trabajo con las universidades, otros centros de investigación, la mayoría de los organismos de la Administración Central del Estado, y el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT). (Perera Robbio, 2021)

Mientras que en el MINED se pudieron emplear alternativas para retomar las clases con apoyo de la televisión nacional, las propias complejidades de la educación superior no permitieron continuar con los cursos de cada especialidad hasta meses más tarde. Los centros de enseñanza superior, atendiendo a sus propias características, el alcance de las carreras que en ellos se estudian y las condiciones epidemiológicas del territorio, se reajustaron para el cierre del curso 2019-2020 y el inicio del 2020-2021. Por tanto, las universidades a lo largo del país han estado trabajando en distintas etapas para continuar los diversos procesos que en ellas se producen, entre los que se encuentra el ingreso a la educación superior. Este vio alterado su cronograma y se postergaron tanto la realización de los exámenes de ingreso como el otorgamiento de las carreras (Alonso Falcón, Arce Montero y García Acosta, 2020; «Cinco provincias cubanas no realizarán exámenes de ingreso a la universidad en primera convocatoria», 2020; «Ratifican las fechas de las pruebas de ingreso a la universidad», 2020).

Así como los niveles precedentes encontraron en los canales nacionales de televisión la vía para continuar el curso escolar, las autoridades universitarias han empleado otras que permiten que la totalidad del estudiantado pueda acceder a los contenidos y evaluaciones que les corresponden. Por tal razón, dispositivos móviles, telefonía fija, tabletas, computadoras de escritorio y laptops fueron imprescindibles para sostener una educación a distancia, fundamentalmente digital y/o en línea. Durante el año trascurrido, desde marzo de 2020 hasta el momento, se han buscado alternativas institucionales como la plataforma EVEA (Entorno Virtual de Enseñanza-Aprendizaje), libre de costo para estudiantes y profesores. Se ha ampliado la búsqueda de estrategias individuales y grupales entre los propios estudiantes para socializar la bibliografía, las guías de contenido y el resto de la información brindada por los distintos claustros. Actualmente se realizan coordinaciones con los Joven Club de Computación de todas las provincias del país y con la Red de Salud de Cuba (Infomed) para favorecer el acceso a esta plataforma educativa de los jóvenes y sus gestores.

Sin lugar a dudas, diseñar, montar e implementar un curso a distancia y migrar todos los cursos a educación no presencial en pocos meses, con todas las complejidades que conllevan los procesos que transcurren en la educación superior, ha sido tarea difícil para los claustros y directivos; sin embargo, se debe mirar más allá. La posibilidad de iniciar o continuar estudios universitarios en el nuevo contexto ha puesto en tensión no solo al sistema de educación superior, sino a los propios estudiantes y con estos a sus familias. A estas últimas les ha tocado contribuir con el soporte emocional, tecnológico, de conectividad y apoyar en todo lo concerniente al estudio de sus hijos.

Si por una parte las autoridades de ambos ministerios han puesto a disposición determinadas facilidades, como herramientas para continuar e iniciar los cursos básicamente a distancia, por otra la diversidad de las realidades familiares y las especificidades de cada educando lleva a preguntarse cómo pueden vencer los contenidos curriculares los estudiantes con el acompañamiento familiar y en qué condiciones las familias están cumplimentando este acompañamiento.

La tarea de educar y acompañar los procesos educativos en la familia se complejiza cuando coinciden en un mismo espacio familiar dos o más estudiantes a los que se les debe dedicar tiempo y recursos, en un contexto de agotamiento social donde el hogar se ha convertido al mismo tiempo en escuela, centro laboral y de reproducción de la vida diaria y espacio de ocio. Especialistas cubanos apuntan a la posible sobrecarga de estas tareas en la figura de las madres, a las inequidades en las posibilidades para desempeñar las funciones educativas familiares y en las desiguales condiciones de partida que han tenido algunos estudiantes para afrontar las nuevas modalidades de estudio (Jiménez, Sarduy y Jiménez, 2021). Todo ello deberá ser evaluado, así como los impactos que pudieran tener en las trayectorias educativas de los escolares.

RECURSOS PARA ENSEÑAR EN FAMILIA: EDUCAR TIENE ROSTRO DE MUJER

Una de las aristas que debe visibilizarse en esta situación atípica es el costo familiar de los recursos diversos que demanda la acción de educar, así como los costos emocionales del cuidado para las personas que lo desempeñan (Valdés, 2020). Cuando nos referimos a los recursos, como se expresó en las palabras iniciales del artículo, estamos aludiendo a las dimensiones tiempo, infraestructura, ambiente adecuado para el estudio, habilidades pedagógicas, nivel de escolaridad, etc. Son medios que se ponen a disposición del estudiante y que son importantes para el clima escolar hogareño y el éxito de este.

Como señalara una investigación entre jóvenes cubanos: «la situación de confinamiento influye negativamente en las emociones de estos jóvenes y en sus condiciones para estudiar, ya que les obliga a desarrollar esta actividad en un escenario diferente al habitual, con métodos que quizás no son tan efectivos para ellos» (Almeyda Vázquez et al., 2020, p. 77). En el caso de los más pequeños otra investigación apunta que «en las circunstancias impuestas por el distanciamiento físico, en las que los niños se encuentran fuera de las rutinas escolares y alejados de sus compañeros de clase, crecen las demandas por recibir contenidos no solo profundos, sino también amenos y atractivos» (Jiménez, Sarduy y Jiménez, 2021, p. 6).

Por tanto, para los procesos educativos resulta imprescindible contar con herramientas desde el punto de vista del aprendizaje y de su soporte. Ello media la atención, el interés, la motivación y la comprensión de los contenidos. La enseñanza de los infantes y jóvenes demanda para la familia al menos un mínimo de gastos: de tiempo, de materiales educativos, de alimentación, de infraestructura, etc.

Podría afirmarse que otro de los condicionantes de desigualdad para la atención a las demandas educativas son los recursos de cualquier tipo de los que disponga la familia destinados a la actividad (tiempo, conocimientos e instrumentos). Estos medios transversalizan los resultados en el aprendizaje y una vez más evidenciarán las desigualdades en las que se cumple la función de educar (Avila y Morejón, 2020). Un ejemplo de ello es el gasto privado en que se incurre para poder apoyar la educación, el cual «está determinado por variables que tienen una distribución desigual dentro de la sociedad y provoca, a su vez, desigualdades adicionales, relativas al tipo de trayectoria educativa de los individuos» (Calero, 2007, p. 13).

Según los planteamientos de investigadores que abordan esta temática, se puede decir que los costos familiares en educación tienen una incidencia diferenciada por grupos sociales. A medida que se aumenta en la jerarquía social aumentan los aportes que hacen las familias, «la inversión que realiza un hogar con muy bajo nivel de renta es 5 veces inferior al que consagra una familia de muy alto nivel de ingresos» (Lassibille y Navarro, 1997, pp. 66). Por tanto, podemos identificar la tenencia de recursos como una variable clave en la generación de desigualdades en los procesos educativos y «aunque en una publicación del MINED se comenta sobre el aprovechamiento docente como resultado de las teleclases, definitivamente no todos los niños tuvieron las mismas condiciones de partida para desarrollar esa modalidad de clases» (Dujarric, Alfonso y Vázquez, 2020, p. 52).

Muchas familias se han pronunciado por las redes sociales y en diversas instancias para agradecer el haber retomado las clases; sin embargo, en sus propios comentarios expresan las preocupaciones que el proceso de formar en casa ha derivado. Las insatisfacciones e inquietudes se concentran en el entorno de las diferencias en las capacidades de aprendizaje de los infantes, la necesidad de las clases presenciales para el aprendizaje, la ausencia de recursos materiales y de tiempo y el reconocimiento de la falta de habilidades de los adultos en casa para afrontar la educación (Álvarez Ponce, 2021; Peña Herrera, 2021).2

En este último tema constan evidencias sobre la diversidad de situaciones que existen en las distintas familias: «hay quienes están acompañando a sus hijos en asuntos tan complicados como aprender a leer y a escribir, mientras otros han optado por pagar a repasadores particulares para que les “ayuden” a los muchachos con las asignaturas básicas» (Peña Herrera, 2021). Esto último no denota solo incapacidad para el ejercicio de su papel formador, sino precisamente la capacidad que pueden tener algunas para hacer frente a este gasto.

Las investigaciones más recientes dan como un hecho importantísimo el uso de los servicios de los repasos o clases particulares, pero también señalan que estos gastos favorecen a un grupo de familias en detrimento de otras que no pueden o que deben esforzarse más para satisfacer esta demanda académica (Almeyda Vázquez et al., 2016; Domínguez, 2016; Almeida, 2017; Pardini, 2018).

Las medidas que orientan quedarse en casa y el traslado de los procesos educativos a esta han olvidado algo importante: ¿en qué condiciones se encuentran las familias cubanas para ello?, ¿existen arreglos en su interior para hacer frente a la tarea de asumir la escolarización de los hijos?

Los aportes que las familias puedan brindar a sus hijos se traducen en un estado de bienestar favorable para el aprendizaje y la formación integral. Pero ello está condicionado primero por valoración de lo que significa estar educado y segundo, y no menos importante, por los recursos y condiciones de los que disponga el seno hogareño. A su vez, «la adquisición de estos recursos estará en correspondencia con los contextos socioeconómicos en que el infante se desarrolle y con los que los padres y madres puedan contar, lo que constituye una nueva carga y preocupación para las madres, que se agrava, por encima de 50% de los casos, cuando converge más de un infante en el hogar» (Cala Montoya, 2012, p. 239).

Esto último es muy importante porque, como es tendencia, son las mujeres, específicamente las madres y en menor medida las abuelas, hermanas y tías, las que han asumido las nuevas dinámicas en el hogar. Por tanto, se puede decir que el escenario de formación en casa se torna complejo cuando se analiza la distribución de las tareas relacionadas directamente con los hijos y precisamente las educativas. Las actuales condiciones sanitarias y las medidas que se han tomado para su control «traen consigo para un grupo de personas: jornadas de trabajo en casa más largas y con mayor carga. Dentro de este grupo las cuidadoras3 asumen un número mayor de horas, en ausencia de descanso semanal, no tienen cambio de actividad lo que se mezcla con las tensiones que provoca esta crisis» (Avila y Morejón, 2020, pp. 71-72).

Como soporte a la medida de paralizar las clases presenciales en el país, a las madres trabajadoras cuyos hijos estuvieran en la educación primaria o especial se les procuró un tratamiento de protección laboral. Este les permitiría cesar su trabajo beneficiándose el primer mes con el 100 % de su salario y a partir del segundo con el 60 % de este. Sin embargo, esta medida, a pesar de significar una seguridad laboral y favorecer la garantía de seguir obteniendo un salario parcial, «en su formulación […] esconde un enfoque patriarcal que sigue concibiendo el cuidado como un asunto de mujeres» (Romero, 2020, p. 22).

Al realizar un balance sobre los procesos que la pandemia afectó, uno de ellos fue los cambios en la intensidad y las características de los quehaceres al interior del hogar. Como se ha comentado, de los más recurrentes en la literatura fue la atención a los niños y sus actividades docentes, ya que se trasladaron al espacio privado actividades de la educación formal (Dujarric, Alfonso y Vázquez, 2020; Rodríguez, 2020) en un contexto en el que la familia debe atender a los adultos mayores y a las personas vulnerables a la enfermedad, reforzar la higiene y limpieza del hogar, buscar alimentos, entre otras tareas. El peso de estas ocupaciones recayó especialmente en las mujeres que en no pocos casos deben simultanear sus actividades domésticas con el teletrabajo (Lara, 2020), por lo que se convierte a la vez en trabajadora pública, trabajadora doméstica, cuidadora, maestra y otras funciones que desempeñará según lo específico de su situación.

La dinámica de los cuidados y responsabilidades en el hogar y para con los hijos se modificó con la pandemia y con el llamamiento de las autoridades a una mayor estancia en el hogar. Algunas investigaciones al respecto señalan que, a pesar de ser una oportunidad para una práctica equitativa de las responsabilidades domésticas, lo que se ha producido es la reproducción del trabajo femenino en estas (Dujarric, Alfonso y Vázquez, 2020), algo que se afianza si se tiene en cuenta el comportamiento que han mantenido las cifras durante los últimos años.

Como evidencia la Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género ENIG-2016 (Centro de Estudios sobre la Mujer y Oficina Nacional de Estadística e Información, 2018), en Cuba las mujeres entre 15 a 74 años, como promedio, dedicaban 1,01 horas semanales a las tareas del hogar y de cuidados, frente a 0,53 que dedican los hombres.

Según los análisis de población, en el país coexisten diversas estructuras familiares y en muchas de ellas las mujeres continúan reproduciendo su papel de cuidadoras y encargadas de las tareas asociadas al aprendizaje. En este escenario una experiencia como la educación en casa irrumpe para trastocar la dinámica funcional de cada familia. Es una tarea que aún no concluye.

UNA PAUSA PARA COMENTAR

Como ya es frecuente en las publicaciones y pronunciamientos de las autoridades pertinentes, hay un reconocimiento a entender la pandemia de la COVID-19 no solo como una afectación a la salud. Estamos ante una crisis sanitaria que ha desatado una crisis social mayor que la que conocíamos antes del 2020, en la que las brechas de acceso al bienestar se han expandido.

En el caso de la educación y los estudiantes podríamos decir, entonces, que si estos últimos no han sido afectados por la enfermedad misma, sí lo han sido por sus impactos. En la región muchos de ellos viven en condiciones de precariedad, a lo que se suma la interrupción de servicios esenciales como la educación, lo cual incrementa las desigualdades educativas que ya eran evidentes en la etapa prepandemia.

En estos momentos excepcionales las familias han tenido que asumir funciones como la educación de manera casi exclusiva en condiciones no siempre favorables. El cierre de los centros educativos, de los sistemas de cuidado infantil, la necesidad de permanecer en el hogar y por consiguiente la responsabilidad en todo momento de la atención a los hijos comienzan a ser preocupaciones extras para padres y madres, especialmente para estas últimas. Ellas no logran conciliar sus necesidades personales ni su realización profesional y laboral con las tareas familiares. Esto significa una sobrecarga física y mental agravada por un contexto social y familiar en el cual no se vislumbra una corresponsabilidad hacia los hijos ni en las tareas domésticas.

En Cuba durante la COVID-19 también se han visualizado desigualdades en el ejercicio de la función educativa, que afectan en un mayor porcentaje a las mujeres y complejizan los cuidados formativos hacia los más pequeños. Por tanto, existen otros riesgos no visibles de esta pandemia, que se pueden encontrar en los entornos de la familia. Esta ha asumido, muchas veces sin condiciones, el papel que se le ha asignado como educadora de los infantes.

A las ciencias sociales les tocará acompañar el periodo que sobrevendrá a la pandemia, evaluar los impactos y hacer recomendaciones a las autoridades encargadas para minimizarlos. Aún es muy pronto para predecir en su totalidad cuáles son las afectaciones que en el plano educativo dejará en los estudiantes cubanos, sin embargo, tanto docentes como investigadores están conscientes del inmenso reto que nos deja la COVID-19 en materia de educación.

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Contribución de las autoras

5Niuva Avila Vargas: redactó la introducción. Llevó a cabo el análisis y la redacción del cuerpo del trabajo.

6Annia Almeyda Vázquez: redactó las conclusiones. Ejecutó el análisis y la redacción del cuerpo del trabajo.

7Solanch García Contino: ejecutó el análisis y la redacción del cuerpo del trabajo.

Received: April 12, 2021; Accepted: April 22, 2021

* Autor para la correspondencia: niuva17883@gmail.com

1 En la primera etapa de cierre de los centros educativos en marzo las teleclases se emitieron en el Canal Educativo. Sin embargo, en el segundo cierre que comenzó con la provincia de La Habana, las clases no se dieron de manera simultánea, pues el inicio del curso 2020-2021 fue diferente atendiendo a la fase epidemiológica en que se encontraba cada territorio. Para ello se utilizaron los telecentros provinciales que permitieron simultanear varias parrillas televisivas en ritmos distintos del curso escolar.

2 Estas ideas se reflejan en los comentarios enviados por los usuarios del portal Cubadebate, con motivo de ambos artículos.

3 Se feminiza el término, pues las cifras evidencian que genéricamente las personas que desempeñan el papel de cuidadores son mujeres. En primera instancia la madre, seguida por las abuelas y luego las hijas y esposas.

Las autoras declaran que no existen conflictos de intereses.

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