Introducción
La cada vez mayor preocupación por los problemas que afectan a las parejas y que se derivan del convulso e incierto devenir social, hace necesario profundizar en su estudio con una perspectiva científica e innovadora, que precisa tener en cuenta las actuales visiones que explican las emergencias en los fenómenos complejos. Esta necesidad en más de una ocasión trasciende la disciplina como especificidad, sobre todo en las ciencias sociales, en las que muchas respuestas a diferentes problemas científicos se encuentran únicamente en la interdisciplinariedad, multidisciplinariedad o transdisciplinariedad, es decir en el entrelazamiento de saberes, característicos de la innovación científica.
En la actualidad, por lo tanto, cada vez con mayor frecuencia las propuestas científicas dignifican la innovación como categoría, que además se distingue por una importante participación en todas las esferas sociales y por una alianza indisoluble con la propia ciencia. Como expresaron Alcazar y Bochkor: «es un proceso social interactivo, distribuido y sistémico» (2016, p. 177).
El objetivo principal de este trabajo es definir la relación de pareja como realidad socialmente inclusiva y compleja, resaltando el significado innovador de su estudio desde la interdisciplinariedad y asumiendo para ello una perspectiva compleja.
Diferentes autores reconocen el carácter complejo de la relación de pareja, mientras que otros le otorgan la mayor importancia a los múltiples cambios en su estructura, en su formación o en la forma de funcionamiento (Caillé, 1992; Sager, 2009; Zinker, 2005), otros a la consideración de la pareja como sistema complejo en constante cambio y relación con un contexto histórico, cultural y social en el cual se establece (Arés Muzio, 2000; Ceberio, 2007; Díaz-Loving, y Rivera, 2010).
En este estudio se le otorga un valor fundamental a la consideración de la pareja como una nueva creación, ya que su estructuración es evidente que no resulta de la suma de dos personalidades y el resultado es una unidad que emerge de las interacciones de sus miembros. Lo anterior induce a reconocer el valor de las emergencias, tema que ha adquirido renovada fuerza a raíz del desarrollo de los estudios sobre sistemas complejos, tornándose muy importante por las implicaciones que tiene para la percepción del ser humano, sus interacciones y su lugar en la naturaleza y en la sociedad.
Importancia de la innovación científica en los aspectos teóricos que definen la relación de pareja
La innovación científica forma parte de la innovación en su sentido más amplio, siendo una resultante de un proceso evolutivo no exento de conflictividad, ya que coexiste con las propias contradicciones del desarrollo social. Tal y como expresa su denominación, está circunscrita al ámbito de las ciencias, en cualquiera de sus etapas y manifestaciones, las cuales pueden transitar desde construcciones teóricas hasta elaboraciones de instrumentos y metodologías científicas, colindando también con la esfera tecnológica, por lo cual existen los términos «innovación científico-técnica» o «tecno-ciencia», en dependencia del aspecto en el cual recae el énfasis de la innovación. Por tanto, en el caso de las investigaciones sobre salud, tanto física, mental como relacional, innovar es también algo más que desarrollar medicamentos, dispositivos o formas de diagnóstico y tratamiento, considerándose esencial la generación de conocimientos teóricos que le impulsan.
Como categoría insertada en el enfoque CTS+I (Ciencia, Tecnología, Sociedad + Innovación), la innovación científica caracterizada por un profundo compromiso social que responde al curso que ha tomado la ciencia en su desarrollo y del cual a su vez es partícipe, no existiendo una única forma de hacer ciencia ni de innovar, como tampoco una única relación entre ciencia e innovación.
Aunque en la conformación de la innovación científica concurre en un proceso más general de estructuración, está presente con más o menos fuerza en los diferentes momentos del desarrollo. La innovación científica está sujeta también a una alianza entre ciencia y sociedad, desde donde es generadora de conocimientos, de resultados empíricos y tecnológicos con una fuerte articulación al conocimiento científico. La ciencia se distingue entonces, por una interacción en todas las esferas sociales por medio de un proceso de retroalimentación en el cual se potencia el entrelazamiento de saberes, para responder a las demandas y problemáticas y así dialogar con los diferentes problemas científicos desde la diversidad de conocimientos y herramientas, presentes en el potencial innovador de la sociedad.
Hoy se observa una mayor interdependencia entre las actividades científicas y los factores externos de carácter social, económico o político, propiciando un tipo de investigación que muchas veces, no necesariamente, es coincidente con los intereses académicos.
Existe consenso en el hecho de que la innovación genera nuevos saberes, superación de paradigmas convencionales y respuesta a retos. En ocasiones, las investigaciones están orientadas a la solución de problemas, a la satisfacción de necesidades, pero también al aprovechamiento de oportunidades. Este es el caso de la reformulación de la relación de pareja como concepto, que además de ser un desafío y una demanda social, también cuenta con un contexto favorable para su evolución teórica, debido al caudal de conocimientos que ofrecen los estudios sobre sistemas complejos.
Al decir de Bonilla (2015): «La posibilidad de generar conocimiento requiere de espacios libres de deliberación, los mismos que son limitados por lógicas normativas y por interpretaciones unívocas del saber» (p. 1). Es decir, una visión creativa desde el momento inicial de la investigación también puede ser de gran importancia, aun cuando la innovación esté presente con fuerza en cualquiera de las otras etapas. El momento de generar conocimiento es parte de un proceso innovador muy profundo, de hecho, muchas de las herramientas e instrumentos que se elaboran parten de esa creación teórica que es resultado de cambios paradigmáticos generados con el fin de responder de manera elocuente y efectiva a la crisis del conocimiento. Las estructuras lógicas y el modo de conocer, conceptualizar, dar sentido a las interpretaciones y justificaciones de la realidad, son las que en última instancia inducen a replantear una nueva visión epistemológica y metodológica con un referente paradigmático nuevo.
Como ya se ha expresado el punto de partida en una investigación puede ser determinante en el devenir de un estudio y sus resultados, si bien no todas las investigaciones transitan con iguales requerimientos. Por tanto, la innovación teórica es imprescindible para el desarrollo de cualquier tema, ya que la misma es fuerza motriz en el tránsito hacia niveles de impugnación, debate y reflexión que son necesarios para el desarrollo.
Ante los diferentes problemas científicos, la innovación también puede ser promotora de una contextualizada eficiencia cognitiva, coherente con la complejidad social.
Aspectos teóricos en el estudio de la pareja desde una visión innovadora
El hecho de visibilizar la relación de pareja como realidad compleja invita a una aproximación desde una perspectiva innovadora. El engranaje de interacciones que generan las propiedades de este tipo particular de vínculo, retan la capacidad de cuestionamiento del investigador, el cual debe asumir con flexibilidad el caudal cognoscente y, de esta manera, otorgarle el merecido crédito al hecho de que, como expresan Núñez y Montalvo (2013):
El aprendizaje se considera un vehículo clave de la innovación. De este modo, innovar es aprender a producir y usar conocimiento nuevo o aprender a combinar y utilizar los existentes, en nuevas formas, ante viejos y nuevos problemas. Tal enfoque asume la innovación como un fenómeno interactivo, en el que confluyen factores sociales, políticos, institucionales y culturales (p. 29).
Lo que se entiende por relación de pareja y las articulaciones que son tenidas en cuenta para su definición, constituyen en esta propuesta los pilares de una construcción teórica propositiva, que se ampara en la interdisciplinariedad como recurso de la innovación científica. Desde el punto de vista teórico, partimos de la consideración de que cuando se estudia la relación de pareja, se está tratando con un evento fundacional y cambiante en cualquiera de sus formas, una relación que se estructura con propiedades relacionales diferentes a las que poseen sus miembros por separado. Es esencialmente diversa, ya que sus componentes llevan implícito el cambio y la ruptura de lo normativo y restringido. «Aunque dependiente de una expansión cultural y social, el amor no obedece al orden social: desde que aparece, ignora esas barreras, se estrella contra ellas o las rompe. Es un “hijo bohemio”» (Morin, 1997, p. 16). Presentar la relación de pareja desde una diversidad compleja muestra el desafío que implica una visión vincular flexible en sí misma y en relación con realidades aparentemente ajenas e inconexas, que se articulan en una experiencia compleja, interactiva y emergente. Admitir la variabilidad de este tipo de relación nos ha llevado a colocar a la creatividad en un sitio honorífico, facilitado por el valor de lo singular y la superación de lo diferente como desviación o degradación respecto a lo hegemónico.
La relación de pareja entendida aquí en una dimensión social diversa, incluye toda una gama de formas relacionales que muchas veces caen en un marginalismo contemplativo. Acoger lo diferente como parte de una novedad transformadora y compleja, puede constituir un importante facilitador al reflexionar sobre el hecho de que cualquier construcción social es una emergencia interactiva y multidimensional, resultante del intercambio con un entorno al cual se está unido y del cual se es independiente a la misma vez. El desarraigo de criterios exclusivistas y tendientes a lo patológico proporcionan una visión más amplia en el descubrimiento de interacciones que distantes de lo conocido, promueven singulares niveles de funcionalidad con una perspectiva que aporta argumentos interesantes y novedosos en cuanto al origen de lo no esperado.
Las emergencias locales a su vez, viviendo en un mundo tan complejo, pueden transportar en diferentes direcciones el influjo de los cambios, independientemente de otras realidades contribuyentes al devenir. Este hecho se manifiesta cada día más, ya que hoy la pareja vive en un escenario de movilidad cultural como no ha habido otro, en el cual los estilos relacionales se insertan indistintamente a través de las redes y medios de comunicación acrecentando el cuestionamiento, la conflictividad y las contradicciones.
Ante lo normativo y aceptado socialmente, se erigen versiones rebeldes de la misma realidad que la enriquecen, la transforman y que a su vez son consecuencia dúctil de lo superado, asegurando al final una sucesión estructural. Es precisamente esta capacidad de transformación con mayor o menor resistencia, la que garantiza que tanto la relación de pareja como la familia perduren.
La posibilidad de cambio, involucra a una pareja inmersa en crisis, que absorbe modificaciones desde el punto de vista económico, jurídico, educacional y cultural; todo lo cual da lugar a un replanteo en la perspectiva de género, roles y estructuraciones ajustables a estos cambios. Tal y como expresa Morin (1999) en los momentos en que se agudiza la complejidad se produce una proyección de incertidumbre y aleatoriedad que agudiza la resistencia. Esta resistencia está presente también en el reconocimiento e inclusión de lo diverso en la visión que prevalece respecto a la relación de pareja y cuya superación implica una profunda renovación.
Por otra parte, los espacios de interacción, precisan para su estudio de concepciones dinámicas y del entendimiento de las transformaciones como una sucesión de eventualidades, como plantea D. Najmanovich (2001): «Desde una visión centrada en la dinámica vincular, el cambio como devenir, como transformación, se ubica en el centro del espacio cognitivo» (p. 108).
La diversidad no incluida e ignorada es en sí misma agente de cambio, ya que tiene también intrínsecamente el potencial de la transformación, que se expresa en ocasiones abrupta e inesperadamente, como constancia de puntos de bifurcación que se proyectan en la realidad exponencial en determinado tiempo-espacio. Esto hace que se observen con relativa sorpresa la emergencia de configuraciones relacionales contrarias y coexistentes.
Por lo tanto, un acercamiento al estudio de la pareja de forma esencialmente inclusiva, nos remite a una complejidad y diversidad de eventualidades y configuraciones muy heterogéneas. Cabe aclarar que esta complejidad a la que nos referimos «no es ni una mera diversidad o multiplicidad indiferente de posiciones o tendencias, ni un exceso de diferencias que es necesario reducir para quedarnos con lo que nos une» (Sainz, 2002, p. 5). Al incursionar en la relación de pareja como diversidad social, estamos lejos de creer que se trata de una variedad de expresiones relacionales particulares, inconexas, generadoras por demás de inútiles distinciones que nos impiden identificar una realidad en su totalidad y que nos incapacitan para extraer de esa complejidad lo concluyente. Por el contrario, esta realidad es una sugerencia para el entendimiento de que «todo contribuyente es imprescindible en toda unidad y en toda división, ya que la complejidad es la correlación de diferentes fuerzas de fuerza diferente» (Sainz, 2002, p. 5). Por lo tanto, la relación de pareja con su particular forma de manifestación, abarca desde lo biológico sexual hasta lo imaginario como manifestación de la subjetividad humana, todo ello traspasado por la cultura.
Al revisar los estudios existentes encontramos multiplicidad de conceptualizaciones, algunas acentúan determinadas características y omiten otras, conectando y desconectando regularidades y particularidades que incluso en ocasiones parecieran despojar este evento de su naturalidad y plenitud. A pesar de lo cual hoy contamos con un bagaje importante de contribuciones que identifican esta forma de relación con descriptores circunscritos a una de sus modalidades o a varias de ellas. Algunas nociones claves a tener en cuenta en el estudio sobre el tema las encontramos en autores como Giddens (2000) y Moreno (2008), los cuales han reconocido transformaciones importantes en la constitución de parejas en la actualidad, sobre todo de occidente, identificando en ellas la tendencia a una representación igualitaria, horizontal, respetuosa de la individualidad, en la que los propios actores deciden las normas que configuran su vínculo. La confluencia en el escenario relacional de una modalidad de este tipo de relación de pareja con otras bien distantes es una constancia de la complejidad coexistente descrita ut
supra.
Incluso, una de las configuraciones más convencionales, como lo es el matrimonio, tampoco escapa al influjo de la transformación. Tanto así, que ya en el 2007 en la reunión de especialistas Futuro de las Familias y Desafíos para las Políticas Públicas, convocada por la CEPAL, Durán expresaba:
Las parejas, como un tipo específico de familia, están cobrando creciente importancia humana y social. Se mantienen tanto dentro de las familias consolidadas a través del matrimonio o por la convivencia en un mismo hogar, como fuera de ellas. En algunos países se ha comenzado a reconocer el carácter familiar e incluso matrimonial de las parejas del mismo sexo, que conviven de modo estable. Las familias del futuro serán muy diferentes de las actuales, tanto en América Latina como en el resto del mundo. Seguirán existiendo relaciones especialmente intensas y solidarias entre grupos de personas, aunque sobre bases sociales bastante diferentes (Durán, 2007, p. 1).
El ideal emancipatorio indudablemente abarca una creciente aspiración común, que con visibles aristas manifiestas exhibe un amplio campo de lucha y conflictividad entre aspectos distintivos de otros tipos de configuraciones. La lucha por la igualdad de derechos y oportunidades sociales para la mujer, conjuntamente con el desarrollo económico social, también ha propiciado logros, con contradicciones y grandes desafíos, hacia una tendencia a la amplificación del amor como aspecto importante en la estructuración relacional. Barberá y Martínez (2004) le otorgan gran importancia a la capacidad de establecer relaciones amorosas íntimas y consideran que la intimidad forma parte del desarrollo socioemocional de las personas, en tanto que capacidad de relación con los demás y con uno mismo, en la que la intimidad se concibe como la forma en que se dan a conocer las dimensiones más profundas de nuestro ser. Esto ubica a la relación de pareja en un nivel de implicación psicosocial, que va más allá de la modalidad del vínculo y sí de su importante función en el desarrollo del psiquismo humano.
Existen diferentes tipos de parejas: el noviazgo, el matrimonio, la pareja matrimonial estructurada a partir de la compraventa, la pareja casual, la pareja adolescente, las parejas homosexuales, la pareja a distancia, la poligamia, etc. En algunas tradiciones culturales la pareja no presenta como objetivo principal la vida amorosa, ni el crecimiento personal, ni la felicidad, sino simplemente la procreación o el mantenimiento de castas y clanes, sin embargo, en otras se acentúa el amor, la comunidad de intereses, los proyectos de vida y las compatibilidades.
La sociedad humana, contexto y pretexto de la relación de pareja en su pluralidad y contradicción, existe como sistema de identidades. Ese pluralismo compone un escenario de variedad espléndido para el entendimiento de las interinfluencias a las que está sometida la pareja y de las que ninguna sociedad está exenta, debido entre otros aspectos a la hibridación cultural que asimila procederes, asentándolos en contextos que difieren a los de su origen, generando así prácticas novedosas que agudizan la complejidad.
Algunos autores le otorgan una atención especial al estudio de la pareja matrimonial, asociada o no a la legalidad, pero que desde su especificidad incluso hace surcos que refuerzan la relación de pareja como exilio de la tensión generada por lo normativo, lo cual constata una voz heterogénea y compacta en el entramado social.
No obstante, el matrimonio por su valor como constructo esencial de la sociedad, y sin sobrevalorarlo por encima de otras formas de relación de pareja, ha requerido, y requiere, una atención especial y diferenciada. En algunos estudios se ha tratado el término metafórico de «mercado matrimonial» con el cual se hace referencia al espacio de intercambio de ofertas y demandas, que acciona para valorizar el capital económico, cultural, social o simbólico a los fines de optimizar la elección de una pareja; siendo entonces un mercado fragmentado por la edad, la etnia, la clase social, la cultura, el nivel educativo, la localización residencial, etc. (Kalmijn,1998, p. 395-421).
La relación de pareja, además, extiende sus fronteras a vínculos casuales e informales, donde lo acordado no contempla el compromiso ni la estabilidad relacional. También al periodo inicial de la relación y al noviazgo, el cual ha estado influido por grandes transformaciones y complejas pautas socioculturales, así como a una variabilidad en cuanto al tiempo y la forma de su manifestación, muy visible sobre todo en determinadas sociedades del occidente donde la velocidad de los cambios ha quebrantado normas y paradigmas que en algunos casos permanecen solo como recuerdo de comportamientos que caracterizaban a una o dos generaciones atrás. Es interesante cómo el cambio del significado del noviazgo posibilita desatar la formalización antes del matrimonio, implantando nuevos contenidos en el imaginario popular, como lo es el distintivo «amigos íntimos». Incluso cada vez con mayor frecuencia se observan noviazgos de convivencia, los cuales se diferencian a su vez del matrimonio sin papeles por la intencionalidad y modalidad de la relación.
Las relaciones adolescentes también se diferencian significativamente en dependencia de la cultura y el nivel de desarrollo socioeconómico, tanto en cuanto al momento de inicio de las relaciones de parejas, en términos de edad, como a las modalidades, ritualizaciones y patrones de relación que presentan.
En la actualidad, se suma a esta multiplicidad de realidades las relaciones homo- y bisexuales con o sin hijos y con o sin estatus legal, pero con igual riqueza en su diversidad estructural y funcional. Este hecho ha ido transitando paulatinamente del marginalismo a una inclusión social cada vez mayor que ha favorecido también al concepto de matrimonio homosexual, ubicando estas uniones en un escenario reconocible. Para algunos autores la importancia de estas transformaciones estriba fundamentalmente en el hecho de que este cambio les otorga a las relaciones homosexuales una base estable para la creación y organización de y en la sociedad.
Por otra parte, según Landwerlin (2004), el crecimiento constante del número de hogares unipersonales y rupturas conyugales no puede considerarse como un indicador de la pérdida de atractivo de la pareja, sino de que estas realidades, como señala Kaufmann y Gil Aluja (1993) son debido a que la vida en pareja se ha tornado más difícil, ya que los niveles de exigencia son mayores, pero no de que la pareja haya perdido atractivo y sentido en la sociedad actual, ni entre las nuevas generaciones. El anhelo de autodeterminación y de independencia, según algunos estudios, no impide el deseo de comprometerse en un proyecto de vida común. La individualización, la aspiración a vivir la propia vida, en sentido general, no supone el fin de los vínculos de pareja, sino más bien su redefinición.
Una prueba más de la crisis de la pareja se expresa en la emergencia de las uniones en las que se niega explícitamente un compromiso formal con el otro miembro de la pareja en un proyecto de vida compartido para el futuro, también el incremento del divorcio tras un periodo de convivencia cada vez más corto y la disminución de matrimonios legales que se ve compensado por el aumento paralelo de uniones sin papeles. Es decir, se ha mantenido una continuidad en la formación de la pareja, pero indiscutiblemente estamos ante cambios esenciales y profundos.
Además, la consideración de la relación de pareja como realidad compleja nos acerca a la idea de que: «la autoorganización implica la interconexión o interrelación de varios elementos, como consecuencia y resultado del establecimiento de esas interrelaciones, se produce la emergencia de una estructura global y sistémica» (Prigogine, 1987, p. 291) Esta visión obliga a tener en cuenta las relaciones: parte-todo, unidad-diversidad y sistema-organización-interacciones. Todo ello pensado como concurrencia, complementariedad y antagonismo, partiendo de la concepción de Morin de entender la complejidad sistémica como un macroconcepto complejo (Ciurana, 2007, p. 123).
En las relaciones de pareja, la complejidad está presente en el cumplimiento de principios que dictan que: «una relación es más que la suma de sus miembros, el todo es menos que las partes, las partes son eventualmente menos, el todo es menos que el todo, el todo es insuficiente, incierto y conflictivo» (Ciurana, 2007, p. 124).
El enfoque de la complejidad hace visible la emergencia como la irrupción de lo nuevo, en cuyo orden y solo en él, habitan las características que pertenecen a este nuevo nacimiento. Según Morin:
en el sentido ascensional/arquitectural, las cualidades emergentes globales de las organizaciones de lo bajo se convierten en cualidades elementales de base para la edificación de las unidades complejas del nivel superior, las cuales producirán nuevas emergencias que a su vez se convertirán en elementos para el nuevo nivel superior y así sucesivamente (Morin, 1980, p. 110-111).
El modo de sostenimiento de la relación de pareja implica, por tanto, la modificación de los constituyentes, comportándose como dinamizador de la individualidad. La misma se manifiesta como superación respecto al estatus o nivel individual. En el nivel constitutivo se produce un empalme, con expresiones en el macro universo vincular, mediante procesos combinatorios que son expresión de una singularidad. Solo desde la particularidad de la relación se puede determinar lo que es relevante o indiferente para su manutención como entidad creativa, en el interior se define la connotación del entorno o su modo particular de operatividad, así como cuáles aspectos de la individualidad serán potenciados y cuáles no. Según de la Huerga y Maté Sanz (2015): «La pareja es un sistema interaccional, abierto y autopoiético que se organiza en virtud de códigos y se dinamiza en función de la comunicación» (p. 46). Tomando como referente la teoría sobre sistemas sociales y comunicación de Luhmann (1991), podemos afirmar que la pareja es un sistema abierto estructuralmente y cerrado operativamente y por tanto la invisibilidad de los procesos obliga a formular propuestas aproximadas del fenómeno interconectivo de la relación.
El estudio de la relación de pareja demanda de una conceptualización que abarque el potencial real de esta singular forma de interacción humana, la cual puede ser entendida como:
una unidad funcional e interactiva de gran complejidad que potencia lo subjetivo de manera particular, dinamizándose por medio de la comunicación. Los componentes personológicos, relacionales y sociológicos juegan un importante papel en su estructuración, mantenimiento y equilibrio. Cuenta con mecanismos específicos de clausura y diferenciación, como son la selectividad, reciprocidad, intimidad e intensa emotividad, la satisfacción compartida, su carácter sexual y psicológico. La relación de pareja a su vez se autoorganiza a partir de su distinción, lo cual le hace mantener una organización interna por medio de un proceso evolutivo ininterrumpido de acoplamiento estructural. La dinámica relacional, se compone de una modalidad ajustada por un conglomerado de coincidentes características vinculares y un cambiante proceso de ajuste y aprendizaje determinado por lo divergente. Es el subsistema base de la familia y su dinámica es relevante como constituyente social (Rodríguez, 2016, p. 45).
Conclusiones
El engranaje entre innovación, relación de pareja y complejidad se torna premisa al proponernos visibilizar una relación de pareja como eventualidad socialmente inclusiva, considerando para ello indicadores emergentes, los cuales pueden representar un aporte en el estudio de la relación de pareja. La posibilidad de entrelazamiento de categorías es una expresión más del potencial de enlace que tiene la innovación y de la relación que ella misma propicia entre los descubrimientos y sus beneficios para el ser humano, asimilando todo el arsenal de conocimientos adquiridos en las etapas anteriores. En este sentido, la psicología, heredera de su propio desarrollo, ha sido enriquecida también por descubrimientos e investigaciones de diferentes disciplinas, como es el caso de la filosofía, la cibernética, la sociología, la biología y, también, el enfoque de la complejidad, todo lo cual ha servido de antesala para una vinculación innovadora del tema relación de pareja y complejidad.