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Revista Cubana de Educación Superior

versión On-line ISSN 0257-4314

Rev. Cubana Edu. Superior vol.34 no.1 La Habana ene.-abr. 2015

 

ARTÍCULO ORIGINAL

 

Cuba: nuevas perspectivas para las ciencias sociales

 

Cuba: New Perspectives for Social Sciences

 

 


Boris Tristá Pérez, Enrique Íñigo Bajo, María Carla Figuerola Domenech


Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior (CE PES), Universidad de La Habana,Cuba.

 

 

 


RESUMEN
Las ciencias sociales en Cuba muestran en su desarrollo un conjunto de fortalezas y retos en perspectiva, tanto en lo relativo a su solidez como comunidad, como en su relación con la sociedad en su conjunto y las instancias de Gobierno. En la actualidad, el contexto de transformaciones socioeconómicas que tienen lugar en nuestro país, apunta a la necesidad de continuar fomentando una actitud dialógica entre las diversas disciplinas e instituciones científicas en el campo de lo social; mantener una postura crítica acerca de las realidades que estudian; así como fortalecer su capacidad propositiva. Lo anterior requiere una mayor toma de conciencia por parte de los decisores de política con respecto al papel de los cientistas sociales en las diferentes etapas del desarrollo de la política social. Al propio tiempo, se reclama una mayor visibilidad de sus aportes desde las prioridades de política científica.

PALABRAS CLAVE: política científica, política social, retos.


ABSTRACT
Social Sciences in Cuba show in their development a set of strengths and challenges in terms of perspectives, either in their firmness as a community, as well as in their relation with society, in general, and government agencies. At present, the economic transformations' context in our country leads to the need of an ongoing fostering of a dialogue attitude among the different scientific disciplines and institutions in the social field, to keep a critical stand regarding the reality being studied, as well as strengthening their positive capacities. Such requires a better awareness on the part of the policy makers regarding the roles of social scientists in the different stages of the social policy development. Likewise, there is a need for a better visibility of its contributions as from the scientific policies' priorities.

KEYWORDS: scientific policy, social policy, challenges.


 

 


Antecedentes

A lo largo del siglo XVIII se manifestaron en la Isla de Cuba una serie de acontecimientos de carácter sociocultural que, en gran medida, contribuyeron al desarrollo de la intelectualidad criolla. Primeramente, la introducción de la imprenta hacia 1720 posibilitó la divulgación de las ideas en una escala significativamente superior. En segundo lugar, la fundación en 1728 de la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de La Habana constituyó un momento muy importante en el desarrollo de nuestra cultura, aunque se estructuró sobre la base la filosofía escolástica, y en los primeros tiempos el espíritu del libre pensamiento le era ajeno.

También debe señalarse la apertura de nuevos colegios, entre los cuales se destacó el Colegio de San Basilio el Magno (1722), así como el Real Colegio -Seminario de San Carlos y San Ambrosio- (1773). Este último tuvo como propósito inicial la formación de clérigos y se convirtió muy pronto en abanderado de las nuevas ideas ilustradas, al concentrar las mentes más preclaras de nuestra intelectualidad criolla entre sus maestros y discípulos.

En cuarto lugar, debe mencionarse el comienzo de la circulación del Papel Periódico de La Havana en octubre de 1790. Originalmente funcionó como anunciante del arancel de precios al por mayor; informaba sobre compras y ventas, entrada y salida de barcos, insertaba poesías y artículos sobre educación. Muy pronto devino vehículo indispensable de la sociedad criolla culta para divulgar los avances científicos y filosóficos, así como se tornó en espacio siempre abierto a la polémica y la crítica social.

Por último, resulta importante la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País en 1793, que esbozaría gradualmente un sentido de cubanidad. En el mismo año de su fundación, acordó destinar fondos para la creación de la biblioteca, lo cual representó un momento también importantísimo en la formación de nuestra cultura.

Todos estos acontecimientos socioculturales fueron conformando paulatinamente la definición de una personalidad propia de la sociedad criolla, su solidez cultural, el surgimiento de ideales patrióticos y la concientización -en el sector ilustrado de esta sociedad- de la necesidad de establecer reformas que coadyuvaran a un mejoramiento sustancial de las condiciones económicas y socioculturales del país.

En este empeño de formar un pensamiento nacional, corresponde un papel destacado al padre José Agustín Caballero (1762-1835), que puede ser considerado el precursor del iluminismo cubano. Su labor pedagógica e intelectual transformó el discurso social cubano en un discurso auténtico, preclaro, amante de la razón y, sobre todo, vinculado a las urgencias económicas de la Isla y a las necesidades prácticas de la sociedad cubana de la época. Su obra Philosophia electiva significó una ruptura con los patrones escolásticos y una apertura al pensamiento más avanzado de la época. En la "Disertación Primera" de este texto declara: "Es más conveniente al filósofo, incluso al cristiano, seguir varias escuelas a voluntad, que elegir una sola a que adscribirse".(1)

La actividad intelectual de Caballero, a fines del siglo XVIII y principios del XIX, contribuyó decisivamente a preparar los basamentos ideológicos de la patria y de la conciencia cubana sobre bases sólidas. Si su legado escrito es de máxima significación, la huella que dejó de manera directa sobre sus discípulos del Seminario de San Carlos labra con firmes cimientos toda una generación de cubanos, que luego contribuiría decisivamente a la preparación ideológica de nuestra independencia del yugo colonial.

Discípulo del padre Caballero y también profesor del Seminario de San Carlos y San Ambrosio fue el padre Félix Varela (1788-1853). Su gran herencia como pensador y pedagogo fue ante todo enseñar un método para pensar, lo cual minaba los basamentos ideológicos del colonialismo español y señalaba el camino por el cual podían conducirse los ideales independentistas. Muchos serían los ejemplos que pudieran referirse sobre el valor y la significación histórico-social de su ideario político, ético y patriótico, expuesto fundamentalmente en las páginas del diario El Habanero y en otros escritos políticos, así como en sus Cartas a Elpidio, las cuales constituyen un legado a nuestra juventud, con una vigencia extraordinaria en muchos de sus planteamientos.

La síntesis del pensamiento social cubano corresponde a José Martí (1853-1895), cuya prédica lo convierte en Apóstol y su acción en Héroe Nacional. En su prosa y su verso aparecen entrelazadas sus variadas preocupaciones en el campo de la ética, la política, la sociedad, la pedagogía, la moral cívica, el patriotismo, el medioambiente, la discriminación social; todas ellas vinculadas a su concepción del mundo -eminentemente humanista e iluminista- que ha sido síntesis del mejor pensamiento clásico universal, y, a la vez, heredera de la línea trazada por los más altos exponentes del pensamiento social cubano.

Su pensamiento encierra un cosmos de aprehensiones múltiples, irradiado por una filosofía con profundo sentido ético-cultural para el mejoramiento humano. Una filosofía que hace del hombre y la naturaleza una unidad inseparable, así como una nueva visión de la cultura como eje estructurante de la política, la ética, la estética, el derecho, entre otros. Para Martí, la política solo funciona realmente cuando está sustentada en la cultura y es expresión genuina de ella. Encarna una cultura cubana, latinoamericana, universal y antimperialista, que echa suerte con los pobres de la tierra.

Martí representa la cúspide que cierra de manera brillante el desarrollo alcanzado por el pensamiento cubano del siglo XIX, al tiempo que deja abiertos nuevos cauces por donde fluyen los manantiales que conducen al enriquecimiento de nuestro patrimonio intelectual y práctico más precioso.

En las primeras décadas del siglo XX, el desarrollo de las ciencias sociales está marcado por la impronta de Don Fernando Ortiz (1881-1969). Aunque nacido en Cuba, fue en parte educado en Europa. Esto le permitió una formación académica más completa, al entrar en contacto con las corrientes más avanzadas de los inicios de ese siglo. Sin lugar a dudas, representó uno de los principales precursores en el movimiento de renovación de las ciencias sociales en nuestro país, pues además de su extraordinario aporte a los estudios etnológicos, brindó sólidos elementos conceptuales de carácter sociológico e histórico y contribuyó a la modernización del conocimiento científico en esa área.

En su obra fundacional Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940), introduce el concepto de transculturación, que expresa el entrelazamiento de la cultura africana con la española y la aborigen.

Un libro capital de Ortiz es El engaño de las razas, publicado originalmente en 1945, el cual constituye un ensayo de desmitificación. Con implacable rigor científico, abundante documentación, enjundiosas confrontaciones conceptuales y contundencia expositiva, desmonta uno por uno todos los mitos que pretenden acuñar la existencia de razas humanas. Desmiente las clasificaciones somáticas y psíquicas, fulmina tabúes y prejuicios. Concluye que "los colores epidérmicos son insuficientes para distinguir a unos hombres de otros", y comparte la esperanza de que "todos los seres humanos, dignamente humanos, debieran ayudar a la buena faena de ir desvaneciendo esos fantasmas enemigos que son las razas, doblemente inhumanos, tanto por irreales como por crueles".(2)

Durante toda la primera mitad del siglo XX, las ciencias sociales en Cuba recibieron la influencia del pensamiento vigente en Europa y América Latina, a través de las visitas de importantes especialistas de esas regiones y por la estancia de cubanos en España y México fundamentalmente, lo que, sin discusión, marcaría entre nosotros un hito importante en el desarrollo de estas disciplinas.

Sin embargo, si se realiza un balance del periodo hay que señalar necesariamente que fue a través del quehacer de determinadas figuras y de unas pocas instituciones y dependencias que se logró avanzar en el campo de las ciencias sociales, pero sin alcanzar una verdadera comunidad científica en el campo. Según consideración de José Luis Martín: "De conjunto, el cuadro de la investigación en la esfera social en Cuba en 1958 era el de una fuerte acumulación de ensayo social, en gran medida brillante por su agudeza y belleza y un muy escaso número de investigaciones científicas concentradas en el terreno de la antropología y la sociología".(3)


Ciencias Sociales y Revolución. Primeras aproximaciones

La llegada de la Revolución, triunfante y popular, constituyó una nueva oportunidad para la participación de las ciencias sociales en la transformación de la realidad cubana, de acuerdo con el proyecto colectivo que se inauguraba. En el discurso de sus principales líderes, el proyecto revolucionario dedicó desde sus inicios un lugar importante a las ciencias y consideró la necesidad de potenciarlas para que, a su vez, aportaran al desarrollo nacional.

Es interesante apuntar que esto no implicaba una negación de logros pasados, sino que se reconocía la historia y tradiciones del pensamiento social cubano más progresista como cimientos de la nueva sociedad. Puede apreciarse así un encuentro entre la voluntad política de promover el desarrollo de la ciencia y su democratización, y el compromiso social y profesional de los actores de ese sector que permanecieron en el país -en su mayoría estudiantes y profesores universitarios-. En ese sentido, la década del sesenta y en alguna medida los primeros años de los setenta, están marcados por una efervescencia romántica, en la que la articulación entre gobierno y ciencia operaba de forma prácticamente directa. Se iniciaba así un proceso de construcción -que se sabía largo- de capacidades científicas nacionales con una consciente orientación de respuesta a las necesidades sociales, donde la Universidad se distinguía como un actor primordial.(4)

Con la cristalización de la Reforma Universitaria de 1962 -su preparación se inició en 1959- queda definido el papel de las universidades como "expresión revolucionaria y destacamento revolucionario"; comunicadora del "raciocinio con el rigor científico y […] la iniciativa con la responsabilidad"; "comprometida […] con la verdad, con el pueblo y con la Revolución",(5) en relación directa y franca con el Gobierno revolucionario, alejada del chauvinismo -por tanto, abierta a la colaboración internacional- y dominando a la par la orientación ideológica del marxismo-leninismo con la profesión.

Es notorio cómo en el documento programático se señala además el carácter permanente del proceso reformista como "función dinámica, un proceso continuo de adaptaciones y reajustes, que debe seguir muy de cerca el incesante flujo del progreso humano […], que no se detiene jamás, como una actitud perpetua de superación y renovación".(6) A nuestro entender, esta frase no solo indica una dirección de trabajo institucional, sino que también se proyecta hacia una concepción política de la ciencia, donde se entrelazan el seguimiento de tendencias en el desarrollo del conocimiento y su contextualización nacional como bien para la acción colectiva.

Necesariamente, la ciencia con ese alto grado de conciencia social, política e ideológica, que se comienza a defender desde el espíritu de época de los sesenta, delinea con precisión el papel orientador que desempeñan Estado y gobierno como actores de la política científica del país. Esta fue una etapa donde, casi a diario, se personaban los principales líderes revolucionarios en la Universidad de La Habana para generar debate y solicitar determinados estudios.(7) Para las ciencias sociales, fueron años de gran profusión de trabajo investigativo y formador, donde el estudiantado y el claustro universitario se unieron en la asunción de tareas de diversa índole, en un esfuerzo por caracterizar el cuadro social y económico cubano heredado del capitalismo.

Un hecho descollante de este periodo inicial fue la fundación de la Academia de Ciencias de Cuba (ACC) en 1962. Este acontecimiento puede considerarse relativamente avanzado en relación con el nivel de institucionalización de las ciencias en otras latitudes. La ACC representó el órgano rector de la política científica nacional hasta 1975. A ella se adscribían centros e instituciones científicas y, al mismo tiempo, se incluían las ciencias sociales.

Por estos años surgieron colectivos y centros de investigación y docencia para el análisis de disciplinas que hasta entonces no habían contado en nuestro país con un desarrollo acorde a sus notables potencialidades. Tal es el caso de los Institutos de Filosofía, Etnología y Folklore; Arqueología; y Literatura y Lingüística en la Academia de Ciencias de Cuba (ACC); así como los departamentos de Sociología y Filosofía en la Universidad de La Habana.

Dos aspectos adicionales pueden mencionarse acerca de esa intención democratizadora del conocimiento, que acompaña a las urgentes transformaciones del país:

  • La publicación de la colección Ediciones R (Ediciones Revolucionarias): sus volúmenes recogían obras de muchos teóricos sociales clásicos y del momento. También se rememoran la Colección Estudios del Instituto Cubano del Libro (ICL), las producciones de la recién creada Editorial Ciencias Sociales y las de Casa de las Américas. Con este esfuerzo bibliográfico, las ciencias sociales tuvieron ocasión de difundir con una amplitud no conocida hasta ese momento en el país, a autores diversos con honda influencia en los enfoques y corrientes predominantes hasta entonces.
  • El intercambio sistemático logrado a través de las visitas de muchos intelectuales relevantes con distintas orientaciones epistemológicas e ideológicas, pero cuyo denominador común era la simpatía por el proceso revolucionario que se iniciaba en Cuba.


A pesar de todo lo expuesto, aun cuando puede plantearse un salto cualitativo en la inserción de las ciencias sociales, no puede hablarse de una definición formal y precisa de una política científica general que las contuviera. No obstante, existieron ideas orientadoras, plasmadas en discursos y ciertos documentos sectoriales o institucionales, que reflejaban una coincidencia común con respecto al rol de las ciencias en la sociedad. En ese sentido se rescata aquella frase iluminadora donde Fidel sintetizaba el papel de las ciencias en la superación del subdesarrollo: "el futuro de Cuba tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento".(8)

Con la celebración del I Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) se abre un escenario diferente en la política científica cubana, con claras repercusiones en el desarrollo de las ciencias sociales. La misma abarcó fundamentalmente la segunda mitad de la década del setenta y los primeros años de los ochenta.

La cita partidista contribuyó a consolidar la Revolución en el poder en la perspectiva de una institucionalización más completa y planificada de la sociedad cubana, la cual se estableció sobre la base del balance de errores y aciertos transcurridos hasta entonces y, en alguna medida, tomando ejemplo de modelos de organización predominantes en el campo socialista, principalmente en la Unión Soviética. Como antecedente, debe indicarse que las relaciones entre ambos países se habían fortalecido desde la etapa anterior, y llegaron a un punto significativo en 1972, con la entrada de Cuba en el Consejo Mutuo de Ayuda Económica (CAME), organismo multilateral formado por naciones con semejante orientación ideológica al marxismo-leninismo y que abrazaban el socialismo como opción política.

A raíz del Congreso del PCC se aprobaron las Tesis y resoluciones, contentivas de los principales lineamientos para los distintos sectores de la política social y económica cubana.(9) En relación con la política científico-técnica (PCT), cabe apuntar que su acercamiento a las ciencias sociales resultaba patente, pero limitado. En una primera mirada al documento final, se observa que solo una pequeña cantidad del volumen de páginas dedicadas a las ciencias trata el tema de lo social. Un examen más detallado permite apreciar que las ciencias sociales aparecen también de forma implícita en la problematización de algunas cuestiones del ámbito natural y tecnológico, pero en general su abordaje y definición resultó insuficiente.

En el texto se identificaron las principales líneas de trabajo científico y tecnológico. Formuladas como objetivos específicos de la política, aparecen aspectos relacionados con la mecanización del sector agropecuario, el desarrollo industrial, las comunicaciones, cuestiones relativas a la elevación de la salud humana, entre otros. Esto puede explicarse debido a la clara impronta de las fuerzas económico-productivas en la aceleración del desarrollo social. De la observancia de dicha ecuación dependía en gran medida la soberanía nacional y la perdurabilidad de nuestro proyecto social.

En los sectores referidos también se advierte una cierta prioridad para la agenda de los estudios sociales más pertinentes de entonces, tales como las condiciones de vida del sector social campesino y obrero, y los impactos de las transformaciones que progresivamente se introdujeran en esos contextos, por solo citar ejemplos. Además, se recogieron otras áreas propias de la investigación social en dos objetivos específicos:

  1. La dirección de la sociedad y las investigaciones sociales.
  2. La formación comunista de los escolares.(10)


El primero incorporaba elementos que incidían en el perfeccionamiento de la estructura y funcionamiento de la sociedad de cara a su dirección científica y la construcción del socialismo, como se expresa en el documento. Entre estos, se denotan temáticas como: familia, psicología social, formas de la conciencia social, modo de vida, participación de las masas en la gestión estatal, cultura e historia nacional, manifestaciones religiosas, y demás.

Por su parte, el segundo apuntaba al estudio de metodologías científicas para la educación intelectual y moral de los escolares en sus distintos niveles de formación -de básica a superior-, entendidos como sistema. Articulado a lo anterior, se enfatizó en el estudio de la formación docente y la dirección de las instituciones de enseñanza. Como expresión de la relevancia concedida a estas tareas, se sugiere la creación de centros de investigación pedagógica.

En el mismo año 1976 la fundación del Comité Estatal de Ciencia y Técnica es notoria en el plano institucional de la referida política. De alguna manera sustituía a la ACC en la planificación y conducción de la PCT conforme la organización centralizada alrededor del Estado. Como derivación, se incrementó el número de instituciones científicas en el país, entre ellas las sociales, ya no solo adscritas a las universidades y a la Academia, sino también a organismos ramales de la producción y los servicios.

Entre sus encargos figuraba también la creación de un Sistema Nacional de Información Científico-Técnica, que dispusiera resultados de investigación nacional e internacional al alcance de los tomadores de decisiones a los distintos niveles. Los estudios resultantes tenían entre sus características su orientación aplicada, una combinación de rigor científico -muchas veces basado en el análisis cuantitativo de los objetos- y cierta parcelación disciplinar.

Esta PCT tuvo efectos desiguales sobre las ciencias sociales. Con frecuencia se señala que se postergó el abordaje científico de algunas problemáticas de la realidad cubana; sin embargo, el obstáculo principal radicó en la adopción del materialismo dialéctico e histórico "como concepción del mundo y ciencia de la sociedad".(11) Si bien como postura epistemológica y filosófica constituye un referente indispensable -como se indicaba desde el decenio anterior-, su sobregeneralización limitaba su apertura a ser irrigado desde otros enfoques, teorías y recursos metodológicos contemporáneos que también demostraban su capacidad de aporte en la comprensión de la realidad social.

En consecuencia, favorecido por las nuevas redes de inserción creadas con países afines, en un primer momento las ciencias sociales cubanas incrementaron su dominio de la teoría acogida desde una crítica fundamentada. No obstante, como efecto conexo con lo anterior, ciertamente se redujeron los espacios de diálogo con otras alternativas cuyo signo político difería del nuestro.


Hacia una nueva institucionalidad

El arribo de los ochenta inauguró un nuevo contexto en el desarrollo de las ciencias sociales cubanas, que abarcó el quinquenio de 1985 a 1990 aproximadamente. Coincidió con la realización del Tercer Congreso del PCC en 1986; este dio lugar al llamado Periodo de rectificación de errores y tendencias negativas que abarcó todas las esferas de la vida social, económica y política del país. La organización resultante de la etapa anterior mostraba dificultades en la gestión de la ciencia y síntomas de verticalismo. En la práctica, el balance de los resultados de investigación obtenidos evidenciaba duplicidades y su uso en la toma de decisiones era insuficiente. Como indicador positivo, se remarcó el aumento sostenido de la población con escolaridad superior y doctoral.

Se ensayó así un nuevo esquema organizativo de las ciencias sociales por parte de la más alta dirección del país, mediante los programas nacionales. Estos aglutinaban a las instituciones científicas y algunas facultades universitarias en torno a una problemática general, a las cuales se asignaban determinados objetivos y tareas de investigación por un espacio de al menos cinco años. Una parte significativa de los investigadores y docentes del campo social se involucraron en esta estrategia. El volumen de conocimiento generado contribuyó a consolidar variadas líneas de trabajo científico, en torno a las cuales el país ganó una capacidad de referencia que ha perdurado hasta hoy.

El primero fue el Programa Nacional de Juventud, el cual abordó cuestiones del desarrollo sociopsicológico de los jóvenes en Cuba -familia y sexualidad, valores, participación política, educación y desarrollo moral, identidad nacional, creatividad, grupos informales y uso del tiempo libre, entre otros-. Se distinguieron los resultados de acuerdo con sectores sociales -estudiantes, obreros, profesionales u otros- y sus zonas de residencia -rural o urbana.

A continuación le sucedió el Programa Nacional de Cuadros del Estado. Aquí se identificaron algunas brechas de género en la incorporación de las mujeres a puestos de dirección, se valoró la comunicación jefe-subordinado en las instituciones laborales, se exploró la adaptación laboral de los jóvenes, se estudiaron los niveles de vida y aspiraciones de los directivos, y muchas cuestiones más.

A menor escala, pero con amplia profusión de resultados, se llevaron a cabo novedosos programas de estudio sobre el modo de vida socialista en Cuba y sobre la familia cubana, ciertamente como puntos de continuidad con esferas de la realidad social señaladas como prioritarias desde 1976. En el ámbito de la historia, la cultura y la economía se obtuvieron resultados de impacto social.

Como cuestión de gran interés, se hace referencia a nuevos flujos editoriales que facilitaron la comunicación de resultados y la difusión de la ciencia hacia la sociedad. Se comenzaron a publicar nuevas revistas científicas, aumentó la disponibilidad de textos y compilaciones de autores cubanos, los que introdujeron miradas propias de la realidad desde una posición más crítica respecto de otros enfoques y del periodo anterior.
Igualmente, los espacios de debate en forma de encuentros científicos nacionales e internacionales proliferaban, auspiciados por las sociedades científicas que se creaban hacia la fecha. Otro aspecto importante es que la mirada hacia América Latina comenzaba a rescatarse con mayor fuerza que en momentos anteriores.

Además, la base institucional del sistema continuó creciendo, pues algunos institutos de la ACC se venían descomponiendo en otros, conforme su productividad lo exigió. A modo de ejemplo ilustrativo, se coloca el Instituto de Ciencias Sociales (ICSO), del cual emergieron varios centros de investigación con un papel destacado en esta época y una intención cada vez más tendiente a la multidisciplina.

Algunos autores han calificado este periodo como renovación crítica o edad dorada de las ciencias sociales cubanas, según los matices que se constatan desde la evolución de diferentes disciplinas.(12) Pudiera tomarse esta idea como corolario de la madurez alcanzada por las ciencias sociales hasta entonces, pero el eje de su influencia en la política social del país no mejoró drásticamente.

En ese sentido, la participación de investigadores en la gestión de dirigentes continuaba limitada a la realización de estudios y recomendaciones, no obstante es innegable una mayor disposición al diálogo entre ambos. Con un carácter principalmente diagnóstico -descriptivo o explicativo-, la mayoría de las investigaciones continuaba durmiendo en anaqueles de bibliotecas y oficinas, y aunque muchas incluían interesantes intervenciones transformadoras, no eran siempre empleadas más allá de la consulta ocasional de algunos dirigentes y la sistemática de los investigadores.


Un nuevo espacio de amenazas y oportunidades

El decenio de los noventa se convirtió en un parteaguas entre los sueños y certezas construidos hasta entonces. Comenzaba con la caída del campo socialista y la desintegración de la URSS, el recrudecimiento del Bloqueo como intento por acelerar la autodestrucción de la Revolución Cubana y el inicio de la crisis económica conocida como Periodo Especial. Todo esto significó un verdadero reto en el panorama nacional para las ciencias sociales.

Vaticinando la situación, en 1991, el IV Congreso del Partido tuvo la peculiaridad de dirigirse mucho a las ciencias -principalmente naturales- como una tabla de salvación. Se confiaba en que las capacidades cognoscitivas creadas con la Revolución elevarían la competitividad de productos del país en el mercado donde debían reinsertarse. Como parte de ese proceso, se promovió el Polo Científico del Oeste, dedicado a la industria biotecnológica en el campo de la salud; así como el Polo de Ciencias Sociales y Humanidades, como instancia de diálogo entre las diferentes instituciones del país -fundamentalmente las capitalinas para la canalización de resultados a la dirección del Estado y el Partido.

Sin embargo, ante la crudeza de la crisis, se imponía la emergencia de la vida cotidiana.(13) En su cara negativa, se experimentó la emigración de muchas personas en busca de mejoras laborales. Los sectores económicos emergentes como el turismo, así como los emprendimientos con formas de propiedad no estatal y empresas mixtas, fueron destinos atractivos para una parte de la fuerza laboral calificada, al proveer de ciertas ventajas salariales y/o mercancías para vadear la escasez. Otro factor de fluctuación laboral de importancia que incidió en el desarrollo de las ciencias sociales fue la emigración interna hacia la capital y la externa hacia múltiples destinos. Además, lógicamente se redujo la disponibilidad de recursos con qué hacer; se perdió una parte no despreciable de los posicionamientos obtenidos hasta los ochenta en cuanto a revistas, espacios de intercambio y publicación de literatura científica.

Paradójicamente, para los estudios sociales este contexto encarnó un repliegue relativo y una oportunidad a aprovechar. Como expresa Mayra P. Espina, el signo de la época vino dado por "un tránsito desde unas ciencias sociales evaluadoras de lo existente hacia unas [que fueran] promotoras de nuevas alternativas".(14) De otro lado, hubo un reconocimiento por la máxima dirección del país del papel que las ciencias sociales debían desempeñar en la comprensión de los fenómenos negativos remergentes a raíz de la crisis.

Por ese camino, se modificó la agenda y se incorporaron temas nuevos, insuficientemente explorados o que requerían nuevos abordajes. Entre ellos figuraban:

  • Pandemia del VIH/SIDA.
  • Medioambiente.
  • Sociedad civil.
  • Participación popular.
  • Equidad en las relaciones raciales, de género y generacionales.
  • Religiosidad emergente y relaciones Iglesia-Estado.
  • Impactos de las políticas sociales y de la restructuración.
  • Subjetividad social.
  • Desigualdades.
  • Prostitución.
  • Violencia social.
  • Emigración.


Al mismo tiempo, se descorrió la cortina a corrientes teóricas y metodológicas ya establecidas, cuya entrada al escenario social cubano resultaba tardía, así como a otras totalmente novedosas. Un elemento central es cómo se propendió a apropiarse críticamente de estas miradas, sobre la base de los núcleos sólidos del marxismo y en integración con él.(15)

No obstante, la amplitud de las investigaciones se vio afectada por la escasez de recursos que imposibilitaba realizar exploraciones a escala nacional. Se concentraba así el estudio en La Habana y, en menor medida, en las cabeceras provinciales. Con frecuencia no se trascendían los estudios de caso y otras aproximaciones con métodos cualitativos. Si bien se reconoce el valor de estas apuestas, se opina que los enfoques de investigación son complementarios y no excluyentes, por lo que se hace necesario recuperar, en la medida de las posibilidades, los análisis de tendencias poblacionales basados en métodos estadísticos.

Todo ello transcurrió en paralelo a una reinserción internacional de las ciencias sociales cubanas; se estableció un vínculo más cercano con América Latina y otras regiones del Sur, y con países desarrollados como España, Suecia, Canadá, entre otros. En ese sentido, también es relevante la participación en redes de trabajo internacional que promovieron apoyos para la formación académica y la intervención social. El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), algunas ONG radicadas en la región, los proyectos y convenios tratados con organismos de Naciones Unidas evidencian la idea anterior.

La PCT experimentó cambios importantes, en cuanto a hecho institucional se refiere. Como parte del reordenamiento de los organismos centrales del Estado, se fundó el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) en 1994, bajo la dirección de la Dra. Rosa Elena Simeón, quien comprendía adecuadamente el papel de las ciencias sociales y apoyó su reimpulso. Esta institución remplazaba de sus funciones al Comité Estatal de los años setenta y debía interactuar de manera más cercana con la ACC.

La formación profesional tampoco quedó atrás. Se rescataron disciplinas como la Sociología, primero como especialidad y después como carrera propiamente. En esta etapa, si bien la tasa de matrícula de la educación superior tendió a descender, se promovió la educación de posgrado con la defensa de tesis doctorales y la apertura de las primeras maestrías en ciencias, muchas de ellas con perfil multidisciplinar.

Así se recibió el año 2000, en un proceso de paulatina recuperación económica y de desarrollo para las ciencias sociales por nuevas rutas. La primera mitad de esa década contuvo claros puntos de continuidad con el periodo precedente. Un acontecimiento apreciable de la misma fue la aprobación de las Resoluciones 132 y 133 de 2002 por el CITMA, referidas a la política científica de las ciencias sociales y humanísticas y a la creación del Consejo Superior de Ciencias Sociales.

Entre las finalidades de la N.º 132 estaba el fomento de enfoques multi, inter y transdiciplinarios en el ámbito de las ciencias sociales; además de su incorporación a los proyectos de otros que lo requiriesen. Como metodologías de trabajo se declaraba la promoción de la investigación-acción, así como otros recursos para el análisis prospectivo y la evaluación de procesos; sin descuido de la investigación fundamental para el desarrollo teórico-conceptual del campo. Asimismo, se formalizó un grupo de áreas de resultado clave, orientadoras para la confección de las agendas científicas particulares.

La introducción de resultados en la práctica social y en el proceso educativo de grado y posgrado se convirtió en un elemento medular por el que la política debía velar. De igual modo, debía suscitar espacios y publicaciones -nacionales e internacionales- proclives a una cultura de debate y crítica, informados en la comunidad académica, que facilitaran el intercambio de saberes entre centros y disciplinas. Comprensiblemente, la entrada de Internet y las tecnologías informáticas en el quehacer cotidiano, supusieron también una mención a la garantía de la seguridad informática y la protección de la propiedad intelectual.

Con la Resolución N.º 133, el Consejo se crea como órgano de asesoría y coordinación ministerial en la implementación de la PCT, para el desarrollo e introducción de los resultados científicos conforme los dictámenes de la política. Se compuso con integrantes de otros ministerios y organismos, con los cuales se encargaba de conformar las demandas de investigación, para luego elaborar programas nacionales, ramales y territoriales de las ciencias sociales y humanísticas; para ello también se conformaban las comisiones temporales dispuestas al efecto. En añadidura, al Consejo se confirió la responsabilidad de otorgar el Premio Nacional de Investigación en las Ciencias Sociales y Humanísticas.

De gran trascendencia para el desarrollo de las ciencias sociales fue la Batalla de Ideas,(16) en cuyo marco se llevaron a cabo diversos programas sociales de amplio impacto. Entre ellos, se destacaron el Programa de Formación de Trabajadores Sociales, el de Universalización de la Educación Superior(17) y el de Instructores de Arte. En su mayoría buscaban la captación de jóvenes desvinculados del estudio y el trabajo en el país, así como el involucramiento de estudiantes del nivel medio de enseñanza, para convertirlos en activistas sociales que personalizaran la labor humanista de la Revolución en la atención a las necesidades acumuladas durante el Periodo Especial. Se recurría para ello a la fórmula de combinación estudio-trabajo, siempre defendida en el pensamiento social cubano.

Numerosos profesores universitarios de las ciencias sociales atendieron los procesos de formación de estos jóvenes, al participar en la docencia directa, la tutoría de su actividad práctico-investigativa y la actualización de fuentes bibliográficas. Al mismo tiempo, el trabajo desarrollado por aquellos jóvenes constituyó un insumo de gran valor para enriquecer y profundizar los estudios sobre la sociedad cubana.

Hacia 2006 comienza una nueva etapa -aún en curso- en el desarrollo de las ciencias sociales, con el inicio de un proceso de reinstitucionalización de nuestra sociedad, en la búsqueda de mayor productividad económica, racionalidad y sostenibilidad del modelo socialista cubano.


Las ciencias sociales cubanas y la globalización del conocimiento

En un mundo donde el conocimiento se globaliza cada día más, es imposible una mirada aislada a los distintos sectores de la ciencia nacional. La relación con este conocimiento globalizado tiene dos aristas importantes a las que no escapan las ciencias sociales en Cuba. La primera de ellas es la influencia de este conocimiento globalizado en el desenvolvimiento de la actividad científica en el país, lo cual incluye dos aspectos: la definición de los campos temáticos prioritarios y los enfoques teóricos, epistemológicos y metodológicos que conducen a un conocimiento válido.

Si bien la existencia de una comunidad internacional de científicos que oriente los intereses prioritarios de las ciencias sociales y los enfoques más adecuados para su estudio puede considerarse un hecho positivo, las asimetrías existentes en la producción científica determinan la aparición de grupos hegemónicos que -en su pretensión de un conocimiento universal- están desvinculados de las dinámicas locales, tanto sociales como económicas, étnicas, políticas, tecnológicas, ambientales y culturales.

En el Informe mundial de la ciencias sociales elaborado con auspicio de la Unesco en 2010, se señala:


En el decenio de 1998-2007, solamente en América del Norte se produjo más de la mitad de los artículos sobre ciencias sociales registrados en la base de datos Thomson Reuters SSCI. Europa viene en segundo lugar, con casi el 40 % de los artículos sobre ciencias sociales publicados en todo el mundo. En lo relativo a las citas, la internacionalización de la investigación en ciencias sociales en los países en desarrollo toma la forma, principalmente, de una creciente dependencia de los estudios e investigaciones producidos en Europa y América del Norte. Así pues, la internacionalización tiende a reforzar el carácter central del Norte.(18)


Por otra parte, aunque siempre ha existido una resistencia a estas hegemonías, la subordinación de la ciencia nacional a las corrientes de investigación del mundo desarrollado -mainstream-, constituye en la mayoría de los casos la única forma de acceder a los mercados de la ciencia académica -de proyectos, de prestigio, de valoración de resultados, de propiedad intelectual y otros- que caracterizan al neoliberalismo predominante; lo cual conduce a la supeditación de los objetivos nacionales de investigación a intereses específicos de los países dominantes, con el fin de obtener algún financiamiento.

En este sentido, vale la pena recordar lo señalado por Hinkelamert hace más de veinte años:


La determinación de los temas de investigación científica ya no se efectúa en el interior de las sociedades latinoamericanas. Se trata ahora de convencer a instancias burocráticas en Norteamérica y en Europa Occidental, de la conveniencia de investigar determinados objetos de la sociedad latinoamericana. Donde no se logra convencer, los temas propuestos no pueden ser tratados. Aparece una dinámica que muchas veces enajena la investigación latinoamericana de los problemas que efectivamente tendría que tratar.(19)


La segunda implicación del conocimiento globalizado es la capacidad de influencia de la ciencia nacional sobre las corrientes principales. En este sentido, las ciencias sociales cubanas han tenido desventajas significativas, derivadas de tres aspectos fundamentales:

  • La prioridad concedida a los problemas de la realidad nacional en la política científica del país limita el acceso a las publicaciones que pretenden un conocimiento de validez universal, de interés para lectores solventes, pues en esta época de pensamiento neoliberal las publicaciones científicas también constituyen un negocio.
  • La diferenciación con respecto a los enfoques teóricos, epistemológicos y metodológicos entre las ciencias sociales cubanas y los centros hegemónicos de poder resulta de la herencia marxista y de transformación social, a la que no estamos dispuestos a renunciar, y que necesariamente conduce a diferencias en las interpretaciones de la realidad y más aún, en la presentación de propuestas para la solución de distintos problemas sociales.
  • La utilización de los resultados de las ciencias sociales para la actividad mediática contraria al proyecto social cubano ha conducido a un determinado nivel de confidencialidad en los resultados de muchas investigaciones sociales que se realizan en el país para evitar que sean amplificados y utilizados para denigrar a la Revolución Cubana.

Todo esto ha determinado una mayor presencia de las ciencias sociales en las publicaciones nacionales, aunque están limitadas por problemas económicos y porque aún persisten en sus políticas editoriales sesgos convencionales y esquematizados en cuanto a qué se publica y qué no.(20) Así, todavía se constata poco la presencia en el mundo editorial cubano de asuntos como: el perfeccionamiento del sistema educativo; los procesos de marginalidad, delito, corrupción; impacto y dinámica de la fuerza de trabajo calificada y no calificada; estudios sobre la familia, juventud, migración y análisis sociodemográficos. Al respecto, se conocen estudios realizados en universidades y centros de investigación. En general, tienden a publicarse temas que evidencian buenas prácticas de intervención social, como muestras puntuales de la producción y la praxis en este campo de investigación científica.

Los elementos considerados anteriormente, unidos a las condiciones difíciles en que se realiza nuestro contacto con la ciencia internacional, por los límites para el intercambio académico con los Estados Unidos y, en distintos momentos, con países de Europa, así como para el acceso a agencias financistas que se han derivado de las políticas de presión sobre Cuba, y el insuficiente financiamiento para acceder a publicaciones de corriente principal, han tenido un impacto negativo sobre el desarrollo de la ciencias sociales en Cuba. Al mismo tiempo, han fomentado un pensamiento más independiente de los centros de poder hegemónicos y, en consecuencia, una mayor apertura a diversas corrientes del conocimiento que, tal vez inconscientemente, refleje la herencia de la filosofía electiva del padre José Agustín Caballero.


Ciencias sociales y formulación de políticas

El manejo de los asuntos públicos deviene cada vez más en una cuestión técnica, de ahí que los que formulan políticas requieran, en mayor medida que antes, de la información y el asesoramiento de científicos sociales. A pesar de esto, en muchas ocasiones los especialistas en dichas ramas y los formuladores de políticas no trabajan en una misma perspectiva cronológica, ni comparten intereses similares.

Desde la perspectiva cronológica, las diferencias se derivan de la posición de cada uno de ellos en cuanto a las urgencias con que operan: el político, urgido a dar respuesta a la coyuntura; el cientista, relativamente con más tiempo para el análisis y acicateado por el necesario desarrollo del conocimiento. A su vez, desde el punto de vista de los intereses, existe el criterio de que el obstáculo mayor para que los resultados de las ciencias sociales impacten más, radica en el hecho de conservar abordajes disciplinares en los problemas sociales, cuando la creciente complejidad de la realidad demanda enfoques más abarcadores e interdisciplinarios en el orden epistemológico como metodológico. Sin embargo, esta contradicción parece deberse a la amenaza que supone la mirada interdisciplinaria a los espacios académicos de reconocimiento personal, consolidados con las estructuras tradicionales, y que en general tampoco responden a las necesidades de las instancias decisoras.

Por otra parte, las comunidades científicas han establecido estándares sobre la veracidad y valor de los resultados, demandan una mayor inversión en tiempo y recursos, sin ofrecer la promesa de aparente "recetario determinista" de las ciencias naturales. En esa dirección, los decisores de política han optado por instituciones enfocadas en analizar de forma compleja y asertiva las situaciones, y ofrecer propuestas relativamente fundamentadas sin el rigor científico. Tal es el caso de los equipos consultores y los denominados think tanks. Surge así la paradoja de que parte del conocimiento utilizado en estos proviene del mundo académico, con una organización y uso diferentes.

Además, el éxito de cualquier política dependerá, en última instancia, de su impacto en la población destinataria, lo que involucra pensamientos e intereses diversos, así como imprevistos en la mayoría de los casos. Más aún, debe considerarse que esta aceptación solo tiene significación en la propia práctica política. Según Joan Subirats "el hecho que el contexto en el que se produce el análisis sea democrático nos garantiza solo que la gente esté presente y que, en principio, pueda intervenir, no que exista consenso sobre lo que deba o no hacerse".(21)

Las ciencias sociales cubanas no han estado exentas de muchos de los problemas planteados anteriormente, en su relación con los formuladores de políticas. En entrevista concedida al diario Granma, Lina Domínguez, Viceministra del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), señalaba: "todavía se adoptan decisiones sin aprovechar el caudal de conocimientos que, en los más disímiles temas de la sociedad cubana actual, tienen los centros de investigación; ni oír las propuestas y diagnósticos de los especialistas".(22)

En línea con lo anterior, la Dra. María I. Domínguez, Directora del Centro de Investigaciones de Psicología y Sociología del CITMA, aportaba las siguientes consideraciones: ""Lo más difícil es cambiar la mentalidad humana", reza una vieja frase muy traída por estos días que -aún a riesgo del cliché- bien pudiera aplicarse a las calladas exclusiones de las ciencias sociales en Cuba, durante un proceso revolucionario del que han sido juez y parte".(23) A su vez, señaló que una buena parte de la investigación en Cuba padece de "academicismo" y "fragmentación";(24) esto es, que resulta muchas veces incapaz de presentar sus resultados en un lenguaje asequible para públicos más amplios, y se le critica una baja capacidad propositiva en momentos en que se experimenta un reordenamiento de las relaciones de producción, distribución, cambio y consumo.

Sin embargo, parece ser que se avizora una nueva relación entre científicos sociales y formuladores de políticas en el país. Ya en los Lineamientos sobre la política económica y social del Partido y la Revolución, aprobados en 2011 durante el VI Congreso del PCC, se expresa el interés por el desarrollo de las ciencias sociales como parte integrante de las propuestas para el desarrollo del país. Así, en el acápite V, donde se establecen cuestiones esenciales referidas a la política de ciencia, tecnología, innovación y medioambiente, el lineamiento 137 establece: "Continuar fomentando el desarrollo de investigaciones sociales y humanísticas sobre los asuntos prioritarios de la vida de la sociedad, así como perfeccionando los métodos de introducción de sus resultados en la toma de decisiones a los diferentes niveles".(25)

Es significativo además, que dentro del Consejo de Ciencia y Tecnología de la Comisión de Implementación de los Lineamientos, se haya creado la Comisión Permanente de Ciencias Sociales, como apoyo a este proceso.(26) En el discurso con motivo del aniversario 55 del triunfo de la Revolución, el Comandante Raúl Castro resaltó también el llamado expreso a los cientistas sociales cubanos, para cimentar teóricamente el proyecto de construcción del socialismo en Cuba, sus asideros y sus problemáticas.

Esta aproximación puede generar ciertas tensiones que deben ser cuidadosamente observadas, para evitar tendencias oportunistas, donde pueda utilizarse la ciencia para justificar la política. La ciencia debe ser una contraparte dialéctica, capaz de revelar contradicciones e insuficiencias y proyectarse más allá de la coyuntura, para desarrollar pronósticos y predecir el futuro.

Por otra parte, las complejas decisiones, que en el terreno económico social se están tomando en la actualidad, exigen una superación más efectiva de las barreras disciplinares e institucionales. Con este fin, se debe continuar reforzando una actitud dialógica y crítica que trascienda los nichos y parcelas de poder académico disciplinar, y aborde los problemas sociales en su complejidad. Al decir de Galia Figueroa "quedan también por superar sectarismos y fragmentaciones; ganar en la habilidad de construcción de consenso; así como en el logro de espacios que lo propicien; trabajar en enfoques transdisciplinares y en la integración de campos del conocimiento".(27)

De ahí también la necesidad de poner mayor énfasis en el logro de aportaciones relevantes y contextualizadas, con una fundamentación rigurosa a las problemáticas examinadas, y difundirlas de manera comprensible a una amplia parte de la población. En adición, resulta importante no limitar su presencia al momento consultivo, sino favorecer una mayor proyección de los profesionales del conocimiento social en fases de introducción, seguimiento y evaluación de políticas sociales en las cuales participan. Es necesario "romper con las expresiones manidas, con los eslóganes o clichés, que definitivamente son un obstáculo, una barrera, para entrar en la densidad y complejidad de la realidad en la cual vivimos".(28)

Otra cuestión vital radica en atizar la discusión a nivel epistemológico acerca de los saberes generados en contraste con los necesarios, a fin de consensuar criterios en torno a objetivos comunes que defiendan la articulación compleja entre todo y parte, unidad y diversidad.

En Cuba, por el sistema sociopolítico que defendemos, la interpretación y recomendaciones provenientes de las investigaciones sociales resultan medulares para la sostenibilidad y desarrollo de la nación. Si bien se requieren profundas transformaciones económicas en el camino hacia nuestra opción socialista, todo lo concerniente a las transformaciones de la subjetividad y su influencia decisiva en el avance o no del proceso, debe recibir la atención que merece.
Las realidades personales y sociales no son reductibles a parámetros de racionalidad; su comprensión incorpora necesariamente cuestiones que no pueden expresarse dentro de dichas lógicas, como las imágenes, los estereotipos, las emociones y otros factores.

Cuba posee un aval de investigadores y especialistas con elevada calificación y compromiso científico y social -agrupados en instituciones de prestigio- que han realizado valiosos estudios y han llevado a la práctica social, desde su alcance, un grupo significativo de experiencias de transformación. Ellos insisten con fuerza en la necesidad del diálogo, el debate, el perfeccionamiento y la superación de los retos y desafíos que enfrentan. Al respecto, Fernando Martínez Heredia afirma:


Es necesario y urgente un pensamiento social que sea idóneo para analizar en toda su complejidad la situación actual y las tendencias que pugnan en ella, los instrumentos, las estrategias y tácticas, el rumbo a seguir y el proyecto. Y que contribuya al único modo en que en última instancia es posible el socialismo: el despliegue de sus fuerzas propias y sus potencialidades, y la capacidad dialéctica de revolucionarse a sí mismo una y otra vez. Sería suicida suponer que un pragmatismo afortunado nos salvará: la sociedad socialista está obligada a ser a partir de su praxis, su opción y su conciencia, a ser organizada y, si es posible, planeada. Es necesario elaborar una economía política al servicio del socialismo para la Cuba actual y la previsible, y desarrollar en todos sus aspectos un pensamiento social crítico y aportador, capaz de participar con eficacia en la decisiva batalla cultural que están librando abiertamente el socialismo y el capitalismo.(29)

 

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 

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RECIBIDO: 10/12/2014
ACEPTADO: 16/3/2015

 

 


Centro de Estudios para el Perfeccionamiento de la Educación Superior (CE PES), Universidad de La Habana,Cuba. Correo electrónico: btrista@cepes.uh.cu

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NOTAS ACLARATORIAS

1. José Agustín Caballero: Philosophia electiva, p. 86.

2. Fernando Ortiz: El engaño de las razas, p. 67.

3. José Luis Martín: Investigación social en Cuba, p. 144.

4. Cfr. Jorge Núñez Jover: Conocimiento académico y sociedad. Ensayos sobre política universitaria de investigación y posgrado.

5. Juan Marinello: Dos discursos sobre la Reforma Universitaria, p. 8.

6. Consejo Superior de Universidades: La Reforma de la Enseñanza Superior en Cuba, p. 22.

7. Cfr. Jorge Núñez Jover: Ob. cit.; Carolina de la Torre: "Historia de la psicología en Cuba: cincuenta años de psicología-cincuenta años de Revolución".

8. Olga Fernández: "Las ciencias sociales y humanísticas en la transición socialista en Cuba. Apuntes para el análisis", p. 2.

9. Cfr. Partido Comunista de Cuba: Tesis y resoluciones. Primer Congreso del PCC.

10. Cfr. ibídem, pp. 448-449.

11. Ibídem, p. 436.

12. Cfr. José Luis Martín: Ob. cit.; Mayra P. Espina: La hora de las ciencias sociales en Cuba; María E. Segura: "Tendencias del desarrollo en la enseñanza de la Psicología en Cuba desde inicio del siglo XVIII hasta el triunfo de la Revolución en 1959"; Carolina de la Torre: Ob. cit.

13. Cfr. Carolina de la Torre: Ob. cit.

14. Mayra P. Espina: Ob. cit., p. 12.

15. En las ciencias sociales cubanas nunca dejó de observarse -incluso en algunos estudiosos del marxismo en su interpretación soviética- aquella actitud de "philosophia electiva" que acuñara José Agustín Caballero, rebautizado como eclecticismo saludable o electivismo (cfr. Mayra P. Espina: Ob. cit.; María E. Segura: Ob. cit).

16. Acción política de la Revolución Cubana donde se desarrolla un debate de carácter ético en defensa de sus avances en la justicia social, de la integridad nacional y el internacionalismo. Se acompaña por un conjunto de programas (más de doscientos) que se llevan a cabo en las diferentes esferas de la sociedad y que ha contribuido a la realización de importantes cambios positivos en la calidad de vida de los cubanos. Surgió a partir del secuestro del niño cubano Elián González por la mafia miamense en 1999.

17. Como parte de este programa, se crearon las llamadas sedes universitarias municipales (SUM), las cuales también acogieron las carreras ofertadas a los estudiantes que continuarían estudios superiores en los restantes Programas.

18. Unesco: Informe Mundial sobre las Ciencias Sociales. Divisorias del conocimiento, p. 9.

19. Franz J. Hinkelammert: "La libertad académica bajo control en América Latina", p. 133.

20. Cfr. Galia Figueroa: "Ciencias sociales, retos y debates a inicios de siglo".

21. Joan Subirats: "Repensar la ciencia política, repensar las ciencias sociales en los nuevos escenarios. Efectos en los formatos de evaluación académica y de financiación de la investigación", p. 79.

22. Lina Domínguez: "Cuba: las ciencias sociales y las reformas", p. 1.

23. María I. Domínguez: "Ciencias sociales en Cuba: ¿hacia dónde vamos?", p. 1.

24. Cfr. ídem.

25. Partido Comunista de Cuba: Lineamientos de la política económica y social del Partido y la Revolución, p. 22.

26. Las comisiones creadas fueron: Ciencias de la Dirección, Ciencias Económicas y Ciencias Sociales. Esta estructuración advierte cierto desbalance o fragmentación en la distribución de sus campos de atención.

27. Galia Figueroa: ob. cit., p. 208.

28. Víctor M. Moncayo: "Las ciencias sociales desafiadas por el nuevo orden capitalista", p. 45.

29. Fernando Martínez: "Ciencias sociales cubanas: ¿el reino de todavía?", p. 2.

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