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Revista Cubana de Educación Superior

versión On-line ISSN 0257-4314

Rev. Cubana Edu. Superior vol.35 no.2 La Habana mayo-ago. 2016

 


ARTÍCULO ORIGINAL


Proceso de evaluación institucional de la calidad en las universidades dominicanas, en armonía con las tecnologías de la información y las comunicaciones

 

Institutional Evaluation Process of Quality in Dominican Universities, Harmonizing with ICTs

 

 

Félix Augusto Martin Farias Campos

Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de República Dominicana, Santo Domingo.

 

 


RESUMEN

En este artículo se valora la condición pluridimensional y compleja de la evaluación de la calidad, asumida de la propia complejidad de la calidad. Se ofrece una breve visión filosófica y sociológica de la educación para mostrar que su función es formar a los profesionales que demanda la sociedad; en este sentido, el uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones en la evaluación de la calidad de la educación superior evidenciaría la correspondencia entre esta última y sus fines. Se concluyó que la implementación de un modelo de evaluación de la calidad en República Dominicana debe ser diseñada considerando siempre la misión social de las universidades y su compromiso de aportar a la sociedad profesionales de calidad. Este modelo debe ser capaz de describir en forma objetiva el nivel de desarrollo alcanzado por la institución en el proceso de formación de sus egresados.

PALABRAS CLAVE: calidad, criterios de evaluación, fines de la educación superior, modelo de evaluación, uso de las TIC.


ABSTRACT

The present article assesses the multidimensional and complex condition of quality evaluation, assumed by the qualities' complexity itself. A brief philosophical and sociological vision is provided in terms of education to show that its function is to form professionals demanded by society; in this sense, the use of ICTs in higher education quality's evaluation would prove the correspondence between the latter and its goals. It was determined that the implementation of a quality evaluation model in the Dominican Republic should always be designed regarding the social mission of universities and their commitment to provide society with qualified professionals. This model should be able to objectively describe the level of development reached by the institution in the process of formation of its graduates.

KEYWORDS: quality, evaluation criteria, evaluation model, higher education goals, ICT's usage.


 

 

Introducción

Al analizar el tema de la calidad, es preciso tomar como punto de partida una definición que oriente la estructura del trabajo científico que se realiza. Entender la naturaleza de la calidad de la educación superior es un asunto filosófico, por lo que no se tratará extensivamente en este trabajo. Es necesario señalar la importancia que tiene para cualquier estudioso de la educación superior comprender el tema de la calidad en toda su complejidad, sin dejar de lado los factores que inciden en su consecución en un proceso educativo.

Cuando se observa la literatura y las experiencias de algunos países en materia de calidad, se puede notar que se han utilizado modelos de evaluación construidos solo sobre uno de los aspectos que la componen. En esos casos se ha asumido que existe calidad en una institución por su reputación o porque se dispone de los recursos académicos o financieros adecuados, o bien se ha juzgado que hay calidad de acuerdo con los resultados obtenidos por la institución solo en una de sus funciones intrínsecas, o por el valor individual de los contenidos académicos, o por la apreciación del valor agregado de la educación ofrecida, es decir, por lo que el estudiante aprende durante su permanencia en la institución. En otros casos se ha identificado la calidad como la mayor o menor satisfacción de los estándares fijados por las instituciones evaluadoras o las agencias de acreditación o por la satisfacción manifiesta de los empleadores de los egresados.

De la idea anterior se deduce que la evaluación de la calidad en una institución de educación superior asume la propia complejidad de la calidad, razón por la cual en el abordaje de esta actividad se impone considerar lo pluridimensional del tema. Para lograr esto último, en el presente ensayo se expone de manera sucinta la visión filosófica y sociológica de la evaluación de la calidad en educación superior, así como la apreciación teórico-metodológica de su práctica.

Desarrollo

En su transitar histórico la filosofía de la educación ha asumido diversas concepciones, tal es el caso de la fe como base teórica de la formación y la educación. De igual manera, existe un espectro de reflexiones de carácter teórico que han llegado a obrar alguna influencia en la praxis educativa, como sucedió con los aportes realizados en este ámbito por las ideas o teorías de Jean Piaget y Lev Vigostky, entre otros.

Al tratar el tema de la filosofía de la educación se deben considerar los elementos de los que se ocupa la filosofía pura como esenciales: el ser, el conocimiento, el pensamiento, la sociedad, el hombre, la moral y la belleza. Así, la filosofía de la educación enfoca su interés en cada uno de estos elementos constitutivos y los estudia, ya de forma individual, ya de manera conjunta.
La filosofía trata de explicar la relación entre el hombre y el mundo circundante: la realidad. Se trata de una reflexión de la interrelación del hombre con el mundo natural y el construido por él: la sociedad. Por ello, la filosofía trata de explicarle al hombre la razón de ser de todo cuanto le rodea y reflexiona sobre la relación de este con su realidad: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento como elemento motor de su accionar.

En su actividad, la filosofía de la educación analiza la interrelación humana con su realidad -material e ideal, objetiva y subjetiva-. En su alcance, integra lo sustancial y lo funcional; en su abordaje, utiliza el método dialéctico. Tiene como dimensiones fundamentales lo ontológico, lo gnoseológico, lo lógico, lo axiológico, lo antropológico y lo praxeológico. Sus funciones son concientizar y racionalizar, así como optimizar y perfeccionar la actividad social de los hombres; su finalidad general es propiciar la superación con la promoción de la esencia y la existencia del hombre.

Existe una actividad humana particular, estipulada a las instituciones educativas para favorecer la formación del hombre. Con tal fin existe todo un sistema educativo, en el que sobresalen tres elementos: el educando, el maestro y el contenido. Entre estos componentes existe una interacción permanente. Si bien lo tradicional es que esta interacción ocurra en el salón de clase, en los últimos años la relación espacio-tiempo ha cambiado radicalmente en los procesos educacionales a todos los niveles. Sin embargo, la idea esencial permanece intacta, por lo que se puede decir que los medios se han diversificado pero los fines no.

Al respecto, plantea Gerardo Ramos Serpa (2002):

La Filosofía para la educación dejará de ser un simple pasatiempo, una ocupación erudita sin relevancia práctica, una declaración de principio acerca de las finalidades de la educación, una enumeración memorística de políticas o deseos en este campo, para convertirse en medio para comprender mejor, fundamentar más profundamente y elevar la eficiencia y eficacia de la labor educacional. (p. 6)

En la actualidad, vivimos en una sociedad que en la que todas sus manifestaciones demandan calidad; lograrla constituye una necesidad y un problema a la vez, que a pesar de su importancia social, se encuentra aún sin resolver en muchas áreas. Este es uno de los motivos por los que la calidad de la educación es un tema que en los últimos años ha atraído la atención de los expertos.
Lo que ocurre con la noción de calidad también sucede en lo tocante a la calidad de la educación, porque el concepto es relativo, subjetivo e impreciso.

La voluntad por mejorar la calidad de la educación tiene como destinatarios finales a los estudiantes, pues son ellos quienes han de ser beneficiados con el mejor funcionamiento de los centros docentes. Se pretende conseguir que los alumnos, de acuerdo con sus posibilidades, aprendan más y mejor, aprendan a aprender por sí mismos, desarrollen el deleite por el estudio, el deseo de saber más, y alcancen progresivamente una madurez personal, social y moral que les permita actuar de forma responsable y autónoma en la vida.

Pero, al centrar la definición en el alumno como único favorecido por la educación, se comete el error de ignorar la sociedad en la que está inserto este y a la que beneficiará de manera directa o indirecta. Es por ello que la calidad de la educación debe ser asumida como un concepto pluridimensional, cuya definición debe incluir la determinación de sus componentes y la selección de aquellos comportamientos que pueden ser considerados como indicadores de tales componentes. Por ser pluridimensional, su estudio exige considerar una concepción teórica que permita asumir una definición y un contexto para su aplicación, y que incluya las características de los actores del proceso y los resultados que esta aplicación genere, como producto final u objetivo.

Al hacer una interpretación empírica de la educación, se puede afirmar que, ante la necesidad de trasmitirle sus conocimientos a sus descendientes para la propia subsistencia del grupo, el hombre desarrolló la educación de la forma más natural, mediante la trasmisión a sus semejantes de conocimientos adquiridos por la simple experiencia.

La educación es, en esencia, la actividad social que autodesarrolla la sociedad misma. Al respecto, el doctor Blanco Pérez (2014), en su libro Introducción a la sociología de la educación indica:

Es una verdad universalmente reconocida que la educación constituye una de las funciones más importantes de la sociedad. De hecho, no es posible concebir el desarrollo de la humanidad, ni su propia historia, si no se hubiera asegurado, de una u otra forma, la transmisión de la experiencia anterior a las nuevas generaciones, si no se hubieran encontrado los medios y las vías para trasladar, de ancianos a jóvenes, de padres a hijos, la herencia cultural contenida en los instrumentos de trabajo, las técnicas y habilidades, las tradiciones y conocimientos. A partir de lo adquirido se logró el crecimiento económico y cultural de la sociedad y se aseguraron las bases para la continuidad del progreso social. (p. 45)

Aun cuando la educación, en su forma más tradicional y en su forma presencial y expositiva, coloca al maestro como centro del proceso educativo, cabe destacar que, con el tiempo, se han desarrollado modalidades educativas que privilegian el autoestudio y la autoformación profesional del individuo. En la actualidad existen en el mundo varias universidades que promocionan, desarrollan e implementan estas modalidades educativas, por eso hoy la educación va mucho más allá de la transmisión de conocimientos del maestro al alumno.

La sociología, como madre de las ciencias sociales, estudia cada actividad de la sociedad. Por ser la educación la más connotada de las actividades de cada grupo social, son muchos los pensadores que han realizado estudios al respecto. El doctor Blanco Pérez (2014) señala:

Las relaciones entre la educación y la sociología deben analizarse en dos planos diferentes entre sí: en primer lugar, la influencia de la sociedad como base objetiva del proceso de educación del individuo, con el fin de lograr su integración al contexto social; en segundo lugar, la influencia de la educación en el proceso de desarrollo de la sociedad, entendiendo a la primera tanto como factor del progreso económico y científico-técnico de la sociedad, como también factor de desarrollo de la cultura, de los valores éticos y, en definitiva, del crecimiento espiritual de la misma sociedad. (p. 46)

Es así como la sociología de la educación describe las características de la interacción entre sociología y educación, lo que permite apreciar además la importancia sociológica de la educación y la importancia educativa de la sociología.

Por ser la educación el motor del desarrollo de la sociedad y luego de considerar que desde 1998, con las declaraciones de la cumbre mundial sobre la educación superior celebrada en París, el concepto de calidad de la educación empezó a ocupar un lugar importante en las agendas educativas de todo el mundo, es entonces propicio tener una visión sociológica de la calidad de la educación.

En los tiempos actuales, una sociedad no debe desarrollarse sin que ese avance responda a los estándares mundiales que la globalización establece; por ello, la educación a la que ha de aspirar debe ser, esencialmente, una educación de calidad, que sea capaz de garantizar a cada grupo social insertarse de manera exitosa en la interacciones que impone la globalización. Así, la calidad de la educación que logre una sociedad será determinante para el éxito del grupo y la suerte individual de cada uno de sus individuos, en su relación con el resto del mundo.

La tecnología moderna se fundamenta en los conocimientos científicos, en tanto que la ciencia maneja cada vez más los progresos tecnológicos. En la actualidad no es posible hablar de desarrollo tecnológico sin referir la participación de los conocimientos científicos, como tampoco es posible hacer ciencia sin el apoyo de la tecnología que provee los equipos y procedimientos necesarios a los investigadores para sus trabajos en la creación de nuevos conocimientos.

Se puede afirmar, entonces, que la ciencia y la tecnología están ligadas por una estrecha relación. Aun cuando las actividades vinculadas a uno u otro campo presentan una diferencia dialéctica, en el mundo moderno sin ciencia no hay tecnología, así como sin tecnología no se podría hacer ciencia.

Las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) constituyen el vehículo que ha transportado los componentes para desarrollar la infocultura que hoy exhibe la sociedad moderna. Estas tecnologías están transformando la sociedad en su conjunto, de tal manera que los grupos sociales han hecho imprescindible el dominio de la gestión de la información, lo que a su vez ha generado un cambio en las relaciones laborales, económicas, culturales y sociales, que han terminado por cambiar también la forma de pensar de los individuos.

En este nuevo contexto social, la infraestructura tecnológica ha definido los niveles de desarrollo de los países. Aquellos que no han incorporado las TIC en sus diferentes sectores se encuentran marginados respecto del resto; esa diferencia en cuanto a niveles de acceso, uso y apropiación de tecnologías fue llamada por el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, "brecha digital". Las TIC facilitan el acceso a grandes volúmenes de información en tiempos infinitamente pequeños, mediante canales o vías de comunicación inmediatos y variados, sincrónicos y asincrónicos, que permiten conectar e intercambiar información entre dos puntos del mundo, desconociendo tiempo y distancias, así como almacenar grandes cantidades de información en pequeños dispositivos.
La difusión y el uso de las TIC en sus tres formas, sonido, data y video, han penetrado las estructuras de los sistemas educativos y han cambiando de manera drástica sus procesos, al permitir tanto a quien aprende como a quien enseña, disponer de una abundante y variada cantidad de recursos en el espacio en que se desarrolle el acto educativo.

Su utilización trasciende de los sistemas educativos a toda la sociedad y hoy forma parte de su cultura. No hay modo de concebir el mundo actual sin la cultura de las TIC y el consiguiente uso de la informática. En este contexto, cada integrante de un grupo social, sin importar su actividad, debe conocer cómo se genera, almacena, transforma y transmite la información en sus múltiples manifestaciones, y cómo se accede a ella, para no estar al margen de la actividad natural de la sociedad moderna.

La formación de los profesionales de la docencia obviamente no escapa a tal dinámica y la nueva visión de la formación de los docentes debe dar al traste con la insuficiente relación entre este proceso y la labor investigadora-innovadora a la que está obligado el profesor, en busca de cambiar la concepción de la enseñanza como algo simple, donde se transmite una ciencia caracterizada por la reducción del aprendizaje a ciertos conocimientos científicos, por otra que incluya aspectos tecnológicos, sociales e históricos.

Los docentes constituyen, con su accionar, el motor del acto educativo, al determinar no solo la velocidad de su desarrollo, sino también las características de este; por eso la calidad de un sistema educativo debe comenzar por la formación de sus formadores. Si la aspiración es que el sistema, al ser evaluado, presente calidad en todos sus componentes, entonces se debe atender de manera especial el más complejo y determinante de sus componentes: los profesores y su formación.

Este trabajo presenta una propuesta de evaluación de la calidad de las instituciones de educación superior y por ello relaciona cada uno de los actores del proceso educativo con una concepción sociotecnológica de la calidad, que se inicia con un cambio en la formación de los futuros profesionales de la docencia.

La ciencia puede concebirse, en lo fundamental, como un sistema de conocimientos que modifica cierta visión del mundo real y que enriquece la representación de este en el cerebro humano. Todo proceso de investigación debe permitir obtener nuevos conocimientos que, a su vez, ofrezcan nuevos medios para administrarlos y que -mediante su aplicación práctica y productiva- puedan propiciar la transformación del mundo y ser fuente de riqueza. Hoy la práctica de la ciencia se presenta como una profesión debidamente institucionalizada, portadora de su propia cultura y con funciones sociales bien identificadas (Núñez Jover, 2004). Es sustancial una buena formación científica, pero también lo es una cultura social que logre fomentar en la población una actitud responsable en relación con el desarrollo científico tecnológico y su repercusión social. Sobre esa base, la ciencia debe ser vista como un proceso social; vale decir, una práctica que integre factores psicológicos, sociales, económicos, políticos y culturales, siempre permeados por valores humanos.

En el proceso de formación de profesionales docentes es preciso relacionar "qué se enseña" con el "cómo se enseña", y ambos con el "para quién se enseña". En ese proceso debe involucrarse la investigación como herramienta de trabajo cotidiano, para que la sociedad pueda tener un profesor innovador y crítico que promueva las modificaciones y adecuaciones curriculares que se requieren hoy.

Solo cuando los profesionales de la docencia comprendan la importancia y el alcance social de la TIC, habrán interiorizado la esencia del problema de la ausencia de lo social en las cuestiones de la ciencia de la educación, de su efecto en la enseñanza y de las consecuencias que esto puede llegar a tener en los discentes.

Para vencer las dificultades que puede presentar un proceso de evaluación de la calidad en las instituciones de educación superior como el que promueve este ensayo, es necesario asociarlo a una adecuada formación del profesional de la docencia, que no esté basada en el tratamiento de elementos particulares, sino en programas de aplicación global y en la participación de los docentes en la investigación de los problemas que le plantea su propia actividad profesional. Se hace necesaria una formación docente que esté orientada a propiciar la reflexión colectiva; o sea, una estrategia que involucre al profesorado en la investigación de los problemas de la enseñanza y de las ciencias que resultan de su actividad docente, en armonía con los estudios sobre el uso de las TIC.

La formación de profesionales de la docencia en condiciones de enfrentar los retos impuestos por los cambios educacionales que la sociedad de hoy demanda debe contener elementos de los sistemas de conocimientos que exhiban las habilidades y los valores correspondientes con ese objetivo, así como plantearse la inserción de los contenidos curriculares, dentro de los cuales se abordarían los cambios y el impacto social de la ciencia, con inclusión de las innovaciones tecnológicas generadas por determinados conocimientos y sus consecuencias sociales en la toma de decisiones relacionadas con lo científico-tecnológico (Macedo, 2001).

Al enfocar las observaciones a propósito de la calidad de la educación superior como un problema de la actualidad, es imprescindible establecer las relaciones históricas entre educación superior y uso de las TIC, desde una orientación interdisciplinaria, a partir de la concepción del uso de las TIC y de la ciencia de la educación como procesos sociales.

Esto presupone un sistema encaminado a la aplicación de leyes, teorías, conceptos y principios básicos de la ciencia, sin perder de vista sus aspectos tecnológicos e históricos-sociales, a los que debe sumársele la estimación del impacto social provocado por el desarrollo científico tecnológico y sus consecuencias sociales. Esto significa enfocar el problema de la calidad de la educación superior como una estrategia de desarrollo social, que se inicia en la formación misma de los futuros profesionales de la docencia (Adúriz-Bravo e Izquierdo Aymerich, 2002). La aceptación de un determinado sistema de habilidades como componente estratégico en la formación de futuros profesionales de la docencia debe incluir valores científicos como creatividad, objetividad y sentido crítico. Es fundamental en ese proceso formativo unificar los esfuerzos de los educadores en torno a la conexión de los contenidos curriculares con los usos de las TIC, de modo que la organización de la enseñanza contenga un aprendizaje activo y una docencia participativa, en un modelo de educación constructivista que aborde paralelamente los elementos de carácter conceptual y los de contenido social, en armonía con una utilización moderna de las TIC.

Las contradicciones entre las exigencias formativas de los futuros profesionales de la docencia y el desarrollo de su actividad profesional evidencian la importancia de involucrar a los docentes en las transformaciones curriculares que buscan hacer cambios en la práctica social, lo cual es necesario para lograr su implicación en la construcción de nuevos enfoques en la educación científica que agreguen el uso moderno de las TIC.

Cada país desarrolla su propia cultura científica, en correspondencia con su nivel de desarrollo o la importancia que le otorgue a esta actividad, de donde provienen las particularidades que deben considerarse al estudiar la política científica y tecnológica de cada grupo social, su realidad y el camino de desarrollo social que haya seleccionado. En ese contexto, los procesos educativos trascienden al futuro, en particular en la educación superior, que constituye un espacio donde se concretan las múltiples perspectivas del desarrollo social, con el fin de alcanzar la formación integral de profesionales consecuentes con el proyecto social de su país.

Lo anterior implica que la universidad, como institución social, debe dirigir su trabajo a alcanzar resultados sobresalientes en la formación de profesionales que creen e introduzcan tecnologías, innoven e investiguen, al tiempo que mantengan el desarrollo y la extensión de la cultura, así como su participación comprometida con la sociedad; es decir, debe trabajar para la excelencia a fin de reafirmar su relevancia y pertinencia social.

En este sentido, la evaluación de la calidad de la gestión universitaria constituye un tema de importancia y actualidad, al que han dedicado sus estudios numerosos académicos e investigadores en varios países, quienes han brindado una serie de aportaciones teórico-prácticas que han permitido conocer las principales orientaciones de los procesos de evaluación de la labor educativa universitaria, con el propósito de contribuir al perfeccionamiento del quehacer de la educación superior.

La realidad actual de la educación superior latinoamericana está afectada por un aumento considerable de la matrícula, que supera con creces la capacidad de admisión de las instituciones de ese nivel.

Cada día los jóvenes latinoamericanos son más conscientes de las oportunidades que ofrece la profesionalización a la movilidad social y, por tanto, exigen mayor flexibilidad en los sistemas de acceso a la educación superior, aun cuando esas expectativas de movilidad no se cumplan una vez graduados. Por ello, se requiere una participación especial de las universidades y los docentes en el estudio de esta situación, máxime en tiempos de la sociedad de la información y la comunicación.

Sin embargo, la flexibilización de los sistemas de acceso a la educación superior con el interés de responder a las exigencias sociales puede enmascarar una disminución de la calidad de esas instituciones y, por tanto, de la calidad de sus egresados. De ahí la importancia de mantener procesos de evaluación de la calidad que aseguren la confiabilidad de los resultados de cada institución.

Aunque la calidad de la educación superior siempre ha sido importante, la conferencia mundial celebrada en París marcó el punto de partida para que los estudiosos de la educación superior y los sistemas de cada país concibieran definitivamente el aseguramiento, fomento y mantenimiento de la calidad como las actividades más relevantes del quehacer educativo del nivel superior.

En el artículo 11 de las declaraciones de la Conferencia Mundial sobre la Educación Superior (1998) se plantea lo siguiente:

a. La calidad de la enseñanza superior es un concepto pluridimensional que debería comprender todas sus funciones y actividades: enseñanza y programas académicos, investigación y becas, personal, estudiantes, edificios, instalaciones, equipamiento y servicios a la comunidad y al mundo universitario. Una autoevaluación interna y un examen externo realizados con transparencia por expertos independientes, en lo posible especializados en lo internacional, son esenciales para la mejora de la calidad. Deberían crearse instancias nacionales independientes, y definirse normas comparativas de calidad, reconocidas en el plano internacional. Con miras a tener en cuenta la diversidad y evitar la uniformidad, debería prestarse la atención debida a las particularidades de los contextos institucional, nacional y regional. Los protagonistas deben ser parte integrante del proceso de evaluación institucional.
b. La calidad requiere también que la enseñanza superior esté caracterizada por su dimensión internacional: el intercambio de conocimientos, la creación de sistemas interactivos, la movilidad de profesores y estudiantes, y los proyectos de investigación internacionales, aun cuando se tengan debidamente en cuenta los valores culturales y las situaciones nacionales.
c. Para lograr y mantener la calidad nacional, regional o internacional, ciertos elementos son especialmente importantes, principalmente la selección esmerada del personal y su perfeccionamiento constante, en particular mediante la promoción de planes de estudios adecuados para el perfeccionamiento del personal universitario, incluida la metodología del proceso pedagógico, y mediante la movilidad entre los países y los establecimientos de enseñanza superior y entre los establecimientos de educación superior y el mundo del trabajo, así como la movilidad de los estudiantes en cada país y entre los distintos países. Las nuevas tecnologías de la información constituyen un instrumento importante en este proceso debido a su impacto en la adquisición de conocimientos teóricos y prácticos.

Si bien es cierto que a partir de las declaraciones hechas en esta conferencia el tema de la calidad pasó a la mesa de trabajo de las universidades, los logros alcanzados en términos de su elevación no son tan visibles como para prescindir de una evaluación que determine quién posee o no este preciado componente en sus procesos académicos.

En los últimos tiempos diferentes enfoques y modos de instrumentación de programas relacionados con la evaluación de la calidad han ganado espacio en el contexto universitario latinoamericano y, de manera particular, en República Dominicana. Por ello, con el propósito de contribuir con esa actividad, surge la propuesta de la creación de un modelo para la medición de la calidad en el sistema universitario dominicano. Por medio de ese trabajo se propone valorar los problemas sociales de la ciencia que componen la actividad de la evaluación, con inclusión de las reflexiones en torno a las concepciones actuales sobre la calidad de la educación en el contexto del uso de las TIC en los procesos docentes de la educación superior.

Latinoamérica es un terreno aún fértil para los estudios de evaluación de la calidad de la educación. En la medida en que la educación superior aborda su protagonismo en la cultura, el conocimiento, la ciencia y la tecnología, se convierte en una fuerte gestora de servicios a la sociedad. Por consiguiente, sería imposible abordar el caso de República Dominicana sin hacer referencia al marco geográfico al que esta pertenece.

Estudiar la ciencia de la educación, en cualquier contexto, significa poder percibir el lugar que ocupa esta categoría en la sociedad y la cultura. Esta se concibe como una forma específica de la actividad del hombre, de su conducta dirigida a la satisfacción de las necesidades materiales o espirituales, específicamente las relacionadas con la creación, la difusión y el uso de conocimientos; además se valora como una actividad generadora de su propia cultura y con una ubicación histórico-lógica y socialmente determinada.

Según Núñez Jover (2004) la ciencia y la técnica, en su impetuoso andar, irrumpen en la vida del hombre, e influyen en su pensamiento, sus intereses, sus necesidades y sus valores, lo que varía de acuerdo con las particularidades socioeconómicas concretas.

Al profundizar en el camino transitado por los estudios de las evaluaciones de la calidad educativa del nivel superior, resulta importante su comprensión como campo de trabajo, donde se pretende entender el fenómeno tecno-científico en su contexto social, con especial atención a sus aplicaciones sociales.

Un estudio de la evaluación de la calidad y el uso de las TIC en la educación superior actual de República Dominicana permite notar la proximidad que esta última ha alcanzado con respecto a los propósitos prácticos que inciden en el desarrollo tecnológico y, como consecuencia, en la innovación. Por otro lado, se puede apreciar que cada vez es más notable el soporte tecnológico que tienen las investigaciones científicas. Lo anterior explica que las fronteras entre la ciencia y la tecnología se hacen cada día más estrechas; vale decir, que la evaluación de esa relación debe incluir la complejidad ciencia-tecnología.

Reflexionar en torno al uso de las TIC en la educación superior implica analizar esta categoría en su compleja relación con la sociedad, cuya base es la comprensión del dominio del hombre sobre la naturaleza, teniendo en cuenta racionalidades, valores e intereses que se encuentran sujetos a cierto determinismo social; pero que, a su vez, influyen directamente sobre la organización social y las relaciones interpersonales, porque abarcan conocimientos, destrezas e ideologías. Por tanto, el uso de las TIC debe ser comprendido como un proceso social, una práctica que integra factores psicológicos, sociales, económicos, políticos y culturales, siempre influidos por la presión social del grupo.

En consecuencia, la evaluación institucional de la calidad en la educación superior debe destacar la intrínseca relación entre la ciencia de la educación y el uso de las TIC. Sin embargo, al penetrar en el conocimiento de las evaluaciones de la calidad, se advierte que el término no anula las particularidades de la ciencia y la tecnología, más bien destaca que las necesidades técnicas intervienen de modo progresivo en el desarrollo del conocimiento científico; y en sentido inverso, la selección de teorías y programas de investigación condiciona algunas formas de acción instrumental que envuelven el uso de las TIC.


Un modelo para evaluar la calidad de la educación superior dominicana, concebido desde el debate contemporáneo de las ciencias, debe ser analizado en relación con el estudio del uso de las TIC, lo que hace ineludible realizar algunas reflexiones sobre proceso de evaluación de la calidad de la educación superior en el marco del mencionado debate.

La ciencia no debe ser pensada como un ente aislado, sino como una actividad que se desenvuelve en el contexto de la sociedad e interactúa con sus variados elementos. Desde esa perspectiva se plantean en un primer plano los nexos ciencia-sociedad.

Es conocido por los estudiosos de la educación que Latinoamérica requiere de sistemas de evaluación de la calidad que acrediten y certifiquen instituciones y programas, para permitir que los usuarios del servicio de la educación superior puedan tener a mano elementos para la toma de decisiones, cuando de seleccionar un centro o un programa de calidad se trate, pues el crecimiento desordenado de los sistemas educativos de la región ha permitido que muchas instituciones de educación superior se establezcan sin la calidad adecuada y, en consecuencia, ofrezcan programas de formación profesional sin la calidad pertinente.

Por consiguiente, la formación del profesional, en coherencia con las demandas de la sociedad de hoy, constituye el centro de atención y preocupación de la sociedad en sentido general, lo que armoniza con la idea de que la ciencia es una empresa colectiva y no una actividad de individuos aislados que buscan la verdad sin más intereses que los cognitivos.

Actualmente constituye un desacierto concebir la ciencia desligada de los elementos sociales con los que se relaciona y de los valores de la moral, la educación, la ideología y la cultura. Apropiarse del hecho científico implica también valorarlo desde una perspectiva social.

En ese sentido, el estudio de la evaluación de la calidad de la educación superior dominicana constituye un tema de importancia y actualidad, sobre todo desde el punto de vista educativo y social. Son variadas las investigaciones y los diseños de guías que han brindado aportes teóricos y prácticos que enriquecen los procesos de evaluación de la calidad de la educación superior, en momentos en que Latinoamérica recibe el impacto de la globalización mundial.

El crecimiento vertiginoso de la educación superior en América Latina ha estado acompañada de falta de controles y regulaciones. A esto se suma la participación del sector privado, que trata a las instituciones de educación superior como empresas, lo que provoca la aparición de escenarios contradictorios, en los cuales los principios de la educación entran en conflicto con los fines de las empresas. La preocupación por la desacertada formación de profesionales que ha venido acompañando el crecimiento de ese sector de la educación ha hecho necesaria la creación de instituciones acreditadoras de la calidad.

Se conoce que Perú, Colombia y Chile iniciaron las labores de acreditación de la calidad en Latinoamérica, con la disposición de instituciones nacionales para ello. En la actualidad la totalidad de los países de la región ha puesto de manifiesto su preocupación por evaluar sus instituciones y programas educativos y ha destinado esfuerzos y recursos con ese fin. Conjuntamente con la preocupación por evaluar la calidad educativa en América Latina se ha incrementado la inquietud por evaluar el funcionamiento de los sistemas educativos, en la mayoría de los casos para propiciar una mejora en la gestión de los diferentes proyectos que constituyen los referidos sistemas.

En el caso de República Dominicana no se han establecido aún agencias acreditadoras de la calidad, pero existe una preocupación consensuada por la necesidad de sus servicios. Por esta razón, el diseño de un modelo de evaluación de la calidad para las universidades dominicanas constituye un gran aporte que pretende ser el punto de partida de la creación de una cultura social sobre la medición de la calidad de las instituciones formadoras de profesionales, lo que constituirá una significativa contribución al desarrollo del país.

El desarrollo de la sociedad del conocimiento ha traído consigo nuevas exigencias a todas las actividades sociales, de las que no escapa la educación superior con su principal misión: formar profesionales para el desarrollo de la sociedad. Los nuevos paradigmas de la actual sociedad del conocimiento, con sus enfoques no tradicionales, evidencian que el mundo puede aspirar en las próximas décadas a una educación superior de calidad accesible si se utilizan racionalmente las metodologías y los recursos tecnológicos con los que la sociedad del conocimiento ha impactado el quehacer educativo.

En función de lo anterior, el presente trabajo busca enunciar los elementos teóricos-metodológicos a tener en cuenta, con vistas a diseñar un modelo de evaluación institucional de la calidad para República Dominicana, cuya implantación posibilite certificar la calidad de determinadas instituciones en armonía con los elementos que caracterizan la era digital.

Lo antes planteado está en consonancia con lo que expresó al respecto Castro Díaz-Balart (2001): "La perspectiva de la universidad, hay que empezar por entenderla con una función formadora y como un elemento de generación de valores, pues cada vez es más corto el ciclo de vida de los conocimientos adquiridos por el estudiante en relación con su vida profesional. Se prepara al hombre para el futuro y no tan solo para el presente" (p. 327). Ello también significa formar a los profesionales con las habilidades, los conocimientos y las destrezas exigidos por el mercado laboral actual, gracias a los cuales podrán ofrecer soluciones creativas a los problemas sociales que les presenten sus ejercicios profesionales. Esta formación pretende que, además, desafíen los cambios, por su capacidad permanente para aprender y exhiban la flexibilidad necesaria para desempeñar variadas ocupaciones, afrontar las movilidades profesionales que les planteen las circunstancias y adecuarse en el menor tiempo posible a nuevas condiciones de trabajo.

Resulta importante argumentar la trascendencia social que tiene para las instituciones de educación superior contar con una certificación que muestre el nivel de calidad, no solo con el nivel que desarrollan la ciencia de la educación en su proceso educativo, sino también con el que forman a los profesionales que les aportan a la sociedad; de manera que las instituciones educativas estén en condiciones de ofrecer respuestas a los cambios emergentes que, en el orden social, permitan a los egresados desempeñarse con eficiencia en los nuevos escenarios que la vida les presente.

El proceso de evaluación de la calidad, como todo proceso de la ciencia al servicio del desarrollo social, descansa sobre todo en actos de opción y prioridad, que exigen una interacción invariable con un gran número de sujetos, organizaciones, grupos e instituciones.

La dinámica y los cambios que emergen de la problemática actual de la educación superior en República Dominicana y en toda la región conllevan a modificaciones estructurales de gestión del proceso de enseñanza-aprendizaje de gerenciamiento institucional, y de la mirada filosófica antropológica de las instituciones de este nivel, para disponer de un instrumento que brinde un diagnóstico veraz y participativo de la calidad de la gestión institucional que permita su mejora continua. Esos mecanismos son dinámicos y permanentes, y ofrecen información confiable, válida para coadyuvar a mejorar la gestión institucional y la calidad del servicio social que brindan las instituciones.

El mejoramiento de la calidad de la gestión institucional se orienta a ofrecer las condiciones necesarias para el cumplimiento de las funciones cardinales de las instituciones de educación superior, cuya finalidad principal -por mandato de la Ley 139-01, que regula la educación superior dominicana- es la formación profesional (docencia), la investigación científica y tecnológica (investigación) y la extensión universitaria.

La mejora de las condiciones para el cumplimiento de las funciones de las instituciones de educación superior se encuentra estrechamente ligada a los procesos internos de gestión de las instituciones y sus unidades académicas; de modo que el perfeccionamiento de la gestión institucional en su totalidad debería impactar en la calidad de los servicios académicos ofrecidos, lo cual debe ser verificado con la evaluación institucional de la calidad.

Por tanto, la evaluación de la gestión institucional implica concebir a las instituciones como entes dinámicos, vivos, capaces de crecer y evolucionar, de re-crearse a sí mismos, de movilizarse hacia la articulación eficiente de sus procesos internos para el logro de los propósitos declarados en su proyecto educativo.

Al examinar la relación sujeto-objeto en la evaluación de la calidad de la educación superior, resulta necesario entender a este último no como un ente aislado, sino como una entidad activa que asimila y se apropia de la cultura científica procesada y arraigada socialmente, y que en el proceso de interacción establece relaciones sociales, que han favorecido, en algunos casos el proceso de la evaluación, pero en otros lo ha limitado.

Si bien de acuerdo con la naturaleza del proceso científico de la evaluación de la calidad educativa, puede considerarse como sujeto a la sociedad en su conjunto, resulta necesario abordar las relaciones sujeto-objeto utilizando el llamado enfoque estratificado. Por ello se hace referencia a las particularidades que deben caracterizar la relación entre evaluadores y evaluados, presentes en cada proceso de evaluación.

La relación sujeto-objeto desempeña un papel esencial en cualquier proceso de evaluación de la calidad educativa. En lo que respecta a la problemática tratada en este ensayo, el éxito en el direccionamiento de la evaluación de la calidad educativa depende, en gran medida, de la relación que se logre establecer entre el sujeto evaluador, conductor del proceso, y el objeto evaluado; relación que implica una ética profesional del evaluador, un conocimiento profundo del modelo de evaluación y una adecuada comunicación entre ambos, para evitar valoraciones subjetivas carentes de rigor científico, cuyos resultados podrían ser de exigua credibilidad.

Conclusiones

La evaluación de la calidad de la educación superior dominicana es un espacio fecundo para los estudios de ciencias de la educación, que permitirá observar la relación entre ciencia de la educación y tecnologías de la información y la comunicación, así como reconocer su compleja integración y su relación con la sociedad.

Una de las funciones principales de la educación superior es la producción científica y esta requiere ser comentada en su estrecha articulación con los variados contextos sociales en que se aplica. Por ello, resulta de gran provecho para el desarrollo social establecer el direccionamiento académico de la aplicación de un modelo de evaluación de la calidad universitaria en correspondencia con el desarrollo social de los centros de educación superior a evaluar y su relación con las demandas sociales profesionales del mercado laboral en que se implementa el modelo.

Desde una perspectiva social, es necesario fundamentar la orientación académica de la implementación de un modelo de evaluación de la calidad en la educación superior dominicana, a partir de la utilización racional de los criterios que componen los instrumentos de evaluación, considerando siempre la misión social de las universidades y su compromiso de aportar a la sociedad profesionales de calidad.

Los centros de educación superior deben implementar metodologías que les permitan conducir acertadamente la formación de sus estudiantes, con el fin de que los egresados exhiban una calidad profesional que ponga de manifiesto la trascendencia social de la labor de las universidades y su elevado compromiso institucional y social. El modelo de evaluación de la calidad debe ser capaz de describir, con la mayor objetividad posible el nivel de desarrollo alcanzado por la institución en el proceso de formación de sus egresados, para de esa forma contribuir al diseño de planes de mejora que permitan garantizar el incremento continuo de la calidad y la pertinencia de sus programas de formación.

El modelo de evaluación de la calidad que se defiende favorece el uso de las TIC y pretende evaluar la universidad en la realidad de su gestión de conducir la formación del futuro egresado universitario, de acuerdo con proyectos de vida sólidos, coherentes con las demandas sociales del mercado laboral y en correspondencia con las exigencias internacionales de calidad de los estudios superiores.

La implementación de un modelo de evaluación de la calidad de la educación superior dominicana sitúa en un primer plano la responsabilidad social de los evaluadores externos como científicos, los cuales tienen la obligación moral de tomar conciencia de su papel en la sociedad. Esto está determinado, en gran medida, por el profesionalismo que logre alcanzar el resultado de sus esfuerzos.
El trabajo científico en pos de cimentar la aplicación de un modelo de evaluación de la calidad de la educación superior dominicana está cargado de manifestaciones éticas y en ese contexto el científico evaluador debe estar consciente de cómo su trabajo puede contribuir al desarrollo de la sociedad.

Por otra parte, el trabajo científico contemporáneo confirma, una vez más, que la ciencia es una empresa colectiva que se enriquece a través de la discusión entre profesionales, quienes, aunque pertenezcan a distintas ramas del saber, deben compartir paradigmas de investigación que resulten a fines con la naturaleza del objeto de investigación, coincidente en este caso con el objeto de la evaluación.

En este ensayo se ha pretendido develar las relaciones sujeto-objeto de la evaluación institucional de la calidad de la educación superior, a partir de la concepción de ambos como entes activos que se apropian de la cultura científica de la evaluación, elaborada y consolidada socialmente, lo que se aprecia de forma explícita en las relaciones entre evaluador y evaluado.

Las relaciones entre los expertos evaluadores y las instituciones evaluadas constituyeron la piedra angular sobre la que se diseñó la investigación -de la cual es producto este trabajo-, de acuerdo con los papeles que desempeñan cada uno de estos elementos en el logro del objetivo propuesto: la implementación de un modelo de evaluación de la calidad de la educación superior dominicana.

 

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RECIBIDO: 25/5/2015

ACEPTADO: 12/1/2016

 

 

Félix Augusto Martin Farias Campos. Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología de República Dominicana, Santo Domingo. Correo electrónico: farias@tricom.net

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