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Revista Cubana de Medicina Tropical

Print version ISSN 0375-0760On-line version ISSN 1561-3054

Rev Cubana Med Trop vol.48 no.3 Ciudad de la Habana Setp.-Dec. 1996

 

Editorial

La Academia de Ciencias en Cuba: 135 años de reflexión y promoción en la ciencia y la sociedad

Cuando, el 19 de mayo de 1861, celebraba su primera sesión constitutiva la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, quedaba abierto en la historia de la ciencia en Cuba un nuevo período. Culminaba a la vez un largo proceso de gestación institucional iniciado en 1826, con la aprobación de la iniciativa por una asamblea extraordinaria compuesta por médicos, químicos y naturalistas habaneros, convocada expresamente a ese fin. Encargado de redactar el petitorio oficial a las autoridades coloniales españolas había sido el insigne precursor doctor Tomas Romay, autor del primer artículo médico en el país en 1797, quien habría de terminar su fructífera vida sin poder asistir a la realización de tal empeño, pues falleció en 1855.

No obstante esta dilatada gestación, la primera Academia de Ciencias en Cuba habría de constituir la primera sociedad ilustrada de su tipo en las Américas, en medio de un contexto nacional que habría de dejarla fuertemente vinculada a las por entonces ya emergentes manifestaciones de la conciencia nacional cubana. El solo hecho de haber sido tal institución el marco propicio en que desenvolviera sus inquietudes y desvelos Carlos J. Finlay, bastaría para considerarla un precedente extraordinario de los esfuerzos científicos de la Cuba de hoy. Pero ella dio acogida, además, aotras personalidades que brillaron también con relieve universal, como Felipe Poey y Alvaro Reinoso.

Finalizada en 1898 la guerra libertadora con la intervención no solicitada de las tropas norteamericanas y frustados los denodados esfuerzos independentistas de varias generaciones, con posteriori

dad a la instauración de la llamada República en 1902, la Academia conservó la misma estructura y organización, pero entró en un período de declinación y pareció por momentos casi desaparecer, ahogada por el envilecimiento de las autoridades de la época, generalmente corruptas e indiferentes a los valores del saber, que ningún esfuerzo serio hicieron por apoyar realmente ésa o cualquier otra manifestación de un quehacer científico nacional. Sería ese período el de las valiosas individualidades dentro y fuera de la Academia, que como Pedro Kourí Esmeja, fundador en 1937 del Instituto de Medicina Tropical, devinieron objetivamente defensores de la dignidad intelectual de la nación y abrieron, a base de puro sacrificio personal, el camino de la investigación en el país.

En 1962, el proceso revolucionario cubano creó la Comisión Nacional para la Academia de Ciencias de Cuba y por primera vez la Academia adquirió un alcance efectivo al nivel nacional y se abrió un período fundacional en que surgieron en el país, bajo su égida, no pocas instituciones, especialmente en los campos de las ciencias naturales, exactas y sociales, que se sumarían al gigantesco despegue de la actividad científica impulsada por el proceso revolucionario.

Más adelante, como parte del proceso de institucionalización del estado revolucionario, en 1976, con la ley 1323 de la Organización de la Administración Central del Estado, la Academia de Ciencias de Cuba quedó establecida como un Organismo con el status de Instituto Nacional. En 1980, al transferírsele a la Academia las funciones de organismo rector de la ciencia y la tecnología al nivel nacional, la Academia adquiere rango ministerial.

En 1994, con el proceso de perfeccionamiento de la Administración Central del Estado cubano, las estructuras administrativas y las funciones rectoras de la Academia hubieron de refundirse junto a las de la Comisión Nacional de Medio Ambiente y Recursos Naturales y de la Secretaría Ejecutiva de Asuntos Nucleares, en el actual Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente de Cuba.

En consecuencia, en abril de 1996, por el Decreto-Ley 163, la Academia se establece en su carácter actual, integrada por científicos de relevantes méritos, representantes a título personal, con carácter honorario y en condición de Académicos, de la comunidad científica nacional. El propio Decreto-Ley, que la adscribe al actual Ministerio y la reconoce como continuadora de aquélla fundada en 1861, puntualiza su carácter independiente y consultivo en materia de ciencia, así como su competencia para establecer vínculos de trabajo con instituciones afines, nacionales y extranjeras, estatales o privadas, así como con organismos e instituciones internacionales, gubernamentales o no, para el cumplimiento de los objetivos y funciones que le vienen asignadas.

La Academia ha cumplido, como se ve, un complejo ciclo institucional dentro del Estado Revolucionario, partiendo de aquella institución pionera de 1861. De sus avatares durante la época colonial en la que sólo el tesón y la perseverancia de nuestros primeros hombres de ciencia le permitieron sobrevivir, queda la memoria fundadora, imperecedera, que sentó un precedente histórico en las tierras del nuevo mundo. La Academia logró subsistir a pesar de la desidia y el abandono de los gobiernos de la república mediatizada y sus Anales son testimonio de la lucha tenaz de las mejores ideas de dignidad nacional y rigor científico por salir adelante en medio de no pocas incomprensiones, presiones políticas o brotes de sumisión al vecino imperial. Relanzada, enaltecida y jerarquizada como institución rectora por la Revolución, la Academia retoma hoy sus más puras formas organizativas, bajo el auspicio de las propias estructuras que contribuyó a gestar, como expresión superior de la potencialidad científica nacional creada por el proceso revolucionario.

Sus objetivos principales son, contribuir al desarrollo de la ciencia cubana y a la divulgación de los avances científicos nacionales y universales, prestigiar la investigación científica de excelencia en el país, elevar la ética profesional y la valoración social de la ciencia, así como estrechar los vínculos de los científicos y sus organizaciones entre sí, con la sociedad y con el resto del mundo.

Entre sus más caras aspiraciones, se encuentran las de promover el más amplio debate y el análisis crítico para perfeccionar continuamente el trabajo científico, prestigiar y difundir los mejores ejemplos de servicio al país y a la humanidad por nuestros científicos de antes y de ahora, manteniendo siempre la ética del trabajo científico en el plano que su elevada responsabilidad demanda.

Al momento actual, se ha concluido el proceso de definición de sus Estatutos y Reglamento y la Academia se vuelca hacia las instituciones de investigación del país, las Universidades y Sociedades Científicas, se propician esfuerzos conjuntos en función de sus objetivos de trabajo y en preparación de la renovación parcial que deberá tener lugar en 1998, conforme a sus normas estatuarias, con la atracción a su seno de nuevos valores humanos de la comunidad científica nacional.

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