Introducción
La producción de cuyes en Ecuador es, generalmente, una actividad rural, en la que predomina el sistema de crianza tradicional-familiar. El cuy constituye uno de los platos más tradicionales de los Andes ecuatorianos y su elaboración representa una fuente de trabajo para cientos de campesinos. De ahí que sea considerado por la ONU y la FAO como una fuente de seguridad alimentaria para la población mundial con escasos recursos económicos (Rosales-Jaramill et al., 2018).
Los cuyes son animales monogástricos, herbívoros. Su fisiología digestiva se caracteriza por una fermentación post gástrica cecal (Canto et al., 2018). Diversos han sido los trabajos de investigación que se han desarrollado acerca de la alimentación del cuy (Choez y Ravillet, 2018), con el propósito de evaluar su efecto en los parámetros productivos (tasa de preñez y de partos, tamaño de la camada, morbilidad de madres y gazapos, peso posparto de las madres, tasa de crecimiento para engorde, peso al sacrificio y calidad de la canal, entre otros).
La alfalfa fresca (Medicago sativa L.), la cebada (Hordeum vulgare L.), la avena (Avena sativa L.) y el trigo (Triticum vulgare L.) constituyen la base principal de la alimentación de este mamífero, ya que aportan importantes cantidades de energía y proteína a la dieta (Alvarado-Zuta, 2017). Diversos trabajos de investigación se han propuesto obtener alimentos adecuados a los requerimientos nutritivos de estos animales para lograr óptimos niveles de producción. El uso de gramíneas y forrajeras arbustivas tropicales (Meza-Bone et al., 2014), el forraje seco de mucuna ENT#091;Stizolobium deeringianum L. Medik.ENT#093; (Valenzuela-Rocha, 2015), las raíces y el follaje de la yuca ENT#091;Manihot esculenta CrantzENT#093; (Paillacho-Sánchez, 2017), así como la inclusión de frijol de castilla (Vigna unguiculata L. Walp) como ingrediente en raciones para crecimiento-engorde (Choez y Ravillet, 2018), figuran entre las fuentes alimentarias que pueden cubrir las necesidades nutricionales de esta especie. Se incluyen también el uso de diferentes proporciones de harina de sangre de bovino (Bazán-García et al., 2016) y los rastrojos de plantas o cultivos como la maca ENT#091;Lepidium peruvianum ChacónENT#093; (Castro-Bedriñana et al., 2018), entre otros alimentos.
Las necesidades de alimentación y nutrición de los cuyes varían de acuerdo con las etapas de su ciclo de vida (lactancia, crecimiento y reproducción). Sin embargo, en todas se requiere proteína, energía, fibra, vitaminas, minerales y agua. De ahí que la producción y rentabilidad de la crianza de cuyes dependerá de las fuentes de alimentación (Castro-Bedriñana et al., 2018).
A partir de lo anterior, esta investigación tuvo como objetivo evaluar el comportamiento de los indicadores productivos en Cavia porcellus (Cuy), alimentados con cinco especies forrajeras, durante la etapa crecimiento-ceba.
Materiales y Métodos
Características del área de investigación. El estudio se realizó en la finca Gupancay, propiedad de la familia Macancela-Urdiales, situada en la vía antigua a San Juan del Cid, km 61/2 en la parroquia San Juan, cantón Gualaceo, provincia del Azuay, Ecuador. La finca posee un área total de 9 ha y está ubicada en una zona de topografía montañosa, a una altitud de 2 400 msnm, en un suelo Vertisol. La precipitación media anual es de 1 100 mm, distribuida durante todo el año. La temperatura media es de 17 °C (tabla 1).
Diseño experimental y tratamientos. Se utilizó un diseño experimental totalmente aleatorizado con cinco tratamientos y 15 animales por tratamiento, cada uno se consideró una repetición. La duración del período experimental fue de cuatro meses (16 semanas) y se correspondió con la etapa crecimiento ceba.
T1-Medicago sativa L. + balanceado
T2-Alnus acuminata Kunth + balanceado
T3-Cenchrus purpureus (Schumach.) vc. Morado + balanceado
T4-Tithonia diversifolia (Hemsl.) A. Gray + balanceado
T5-Saccharum officinarum L. + balanceado
Características y manejo de las especies forrajeras. Cada especie se manejó según las características del cultivo:
M. sativa (alfalfa). Leguminosa, frecuencia de corte del forraje entre 50 y 60 días.
acuminata (aliso). Betulácea, planta arbórea, con tres años como promedio de haber sido plantados.
purpureus cv. Morado (king grass morado). Gramínea, frecuencia de corte del forraje entre 50 y 60 días.
T. diversifolia (botón de oro). Asterácea, frecuencia de corte del forraje entre 50 y 60 días.
S. officinarum (caña de azúcar). Gramínea, plantación con dos años de establecida, sin corte de homogenización.
Los forrajes se cortaron en el horario de la mañana y se trocearon con una máquina picadora F-150 (4 mm tamaño del corte) para homogenizar los alimentos.
Manejo y alimentación de los animales. Se utilizaron cuyes machos, al destete, similares en edad (15±3 días) y peso (381 g), de la raza mestiza. Se identificaron con aretes de aluminio y se distribuyeron al azar para conformar grupos homogéneos. Recibieron una dieta conformada por forrajes (según el tratamiento) y el concentrado. El balanceado se ofertó en el horario de la mañana, mientras que las especies forrajeras se troceaban y se distribuían en tres momentos del día (mañana, tarde, noche). Los animales se sometieron a un período de adaptación de 15 días, previos al período experimental.
Mediciones. De cada especie forrajera, se tomaron tres muestras de 500 g durante el período experimental. Se trasladaron al laboratorio de ciencias químicas de la Universidad de Cuenca para determinar su composición bromatológica, según la técnica de la AOAC (2016): materia seca (MS), materia orgánica (MO), proteína bruta (PB), fibra bruta (FB), ceniza (CEN), calcio (Ca), magnesio (Mg) y fósforo (P). Para la determinación de la digestibilidad in vitro de la materia orgánica (DMO), se utilizó la técnica de KOH.
Consumo de alimento. Se determinó mediante una prueba de oferta-consumo-rechazo (determinado por la diferencia del alimento suministrado en el día y el desperdicio registrado al día siguiente) con una frecuencia semanal.
Peso vivo y ganancia de peso. Los animales se pesaron con frecuencia mensual. Se utilizó una balanza digital marca Century®, con capacidad máxima de 10 kg y precisión de ± 0,5 g. Se cuantificó la ganancia de peso acumulada para el período. La ganancia media diaria (GMD) se expresó en gramos/animal/día, a partir de las diferencias de peso vivo, inicial y final.
Conversión alimentaria (CA). Se calculó estableciendo la relación entre el consumo de alimento y la ganancia de peso, según la fórmula:
Rendimiento de la canal (RC). Se determinó al considerar el peso de la canal caliente con respecto al peso vivo del animal al momento del sacrificio. Se incluyó cabeza, patas, vísceras (corazón, hígado y riñón). Se utilizó la fórmula:
Análisis estadístico. Los resultados se registraron en una base de datos Excel. Se utilizó análisis de varianza simple, con previa comprobación de los supuestos de homogenidad de varianza (Test de Levene) y distribución normal (Shapiro-Wilk). Para la comparación de las medias, se empleó la dócima de Tukey para un nivel de significación de p < 0,05 mediante el paquete estadístico IBM SSPS®, versión 10.0.1 para Windows.
Resultados y Discusión
La tabla 2 muestra la composición bromatológica de las especies forrajeras evaluadas. Los valores de MS, PB y FB se corresponden con los indicadores bromatológicos descritos para M. sativa (Aguilar-Quintana, 2017), Saccharum spp. (Salazar-Ortiz et al., 2017), T. diversifolia (Rivera et al., 2018) y C. purpureum (Vivas-Quila et al., 2019).
La mejor composición bromatológica fue para M. sativa y T. diversifolia, con valores de PB de 20 y 21 %, respectivamente. Ambas especies representan un potencial para la alimentación de los cuyes, al considerar que este indicador es de los más importantes, ya que sus requerimientos nutricionales pueden variar entre 14 y 22 % en dependencia de la fase de su ciclo productivo (gestación, lactancia, crecimiento), como señala (Alvarado-Zuta, 2017).
A. acuminata mostró los menores valores de proteína, y los más altos de FB y MO, mientras que la digestibilidad in vitro de la MO fue baja con respecto a las demás forrajeras (59,3 %).
Los valores más altos de CEN, Ca, P y Mg fueron para T. diversifolia y M. sativa. Según Gualoto-Lata (2018), los minerales cumplen múltiples funciones en el organismo, entre ellas las estructurales, fisiológicas y catalíticas, siendo las más importantes la formación de los huesos y los nervios.
En la tabla 3 se muestra el peso vivo inicial y final, la ganancia de peso total y la conversión alimentaria. Los mejores resultados productivos fueron para los tratamientos que utilizaron M. sativa y T. diversifolia. Los valores más bajos se registraron en S. officinarum y A. acuminata, con diferencias significativas (p<0,001).
Los valores de peso vivo final en las especies forrajeras oscilaron entre 1 100 y 1 500 g/animal. Estos son similares a los informados por Camino y Hidalgo (2014), quienes evaluaron una dieta mixta a base de balanceado, vitamina C (70 mg/100 g de alimento) y rastrojo de brócoli (Brassica oleracea L.). Sin embargo, fueron superiores a los informados por Andrade-Yucailla et al. (2015), al evaluar tres niveles de sustitución (25, 40 y 55 %) de forraje verde de lpomoea batatas L. (camote/boniato) en dietas para cuyes durante las etapas de crecimiento-ceba en la región de la Amazonia ecuatoriana. Estos autores informaron valores entre 910-1 050 g/cuy.
Los resultados del peso vivo final para el tratamiento con S. officinarum estuvieron entre los más bajos, pero fueron superiores a los referidos por Toro-Molina et al. (2017), quienes utilizaron 15 % de bagazo de esta planta (935,2 g). También fueron mejores a los obtenidos por Avalos-Sánchez (2010), al evaluar cuatro niveles de inclusión de caña fresca picada (20, 40, 60 y 80 %), en ambos casos en dietas mixtas con M. sativa durante el crecimiento-ceba.
Los valores registrados en esta investigación para la ganancia de peso total en el período fueron superiores a los informados por Sánchez-Laiño et al. (2009), quienes evaluaron tres gramíneas tropicales (Panicum maximum1 Jacq., Zea mays, S. officinarum) más concentrado durante el engorde de cuyes mejorados en el litoral ecuatoriano. Estos autores obtuvieron valores de 478,5; 521,9 y 398,3 g/período, respectivamente.
La GMD de los animales fue similar a lo informado por Meza-Bone et al. (2014), al evaluar gramíneas (P. maximum; Pennisetum sp.) y arbustivas forrajeras tropicales (Morus alba L., Erythrina poeppigiana (Walp.) O.F.Cook, Hibiscus rosa-sinensis L.) ad libitum en la alimentación de cuyes en Quevedo, Ecuador. Sin embargo, resultaron inferiores a los 10,5 g/animal/día referidos por Yamada et al. (2019) en la evaluación de los parámetros productivos de dos líneas cárnicas de cuyes (genotipos mejorados) en la costa central del Perú, con régimen alimentario basado en maíz chala forrajero, afrecho de trigo y agua fresca.
Se encontraron diferencias significativas (p > 0,001) en la conversión alimentaria promedio entre los tratamientos M. sativa, T. diversifolia y C. purpureus con respecto a S. officinarum y A. acuminata (tabla 3). Estos resultados son similares a los informados por Guevara y Carcelén (2014) cuando evaluaron el efecto de probióticos en cuyes mejorados para la etapa crecimiento y engorde. También coinciden con los referidos en el estudio de Andrade-Yucailla et al. (2015) sobre la evaluación de gramíneas adaptadas a la región amazónica.
Al evaluar el rendimiento de la canal (tabla 4), los valores estuvieron entre 71 y 75 %. Los mejores resultados se encontraron en M. sativa, T. diversifolia. Le siguieron C. purpureus y S. officinarum. En estudios de Camino y Hidalgo (2014), estos autores obtuvieron rendimientos de las carcasas similares a los registrados en este trabajo, con valores de 72 y 73 %, al evaluar diferentes alternativas de alimentación (concentrado en forma de pellet y harina y concentrados con restricción de la oferta de forraje, respectivamente). Sin embargo, los resultados del presente estudio superaron ligeramente a los de Canto et al. (2018), quienes evaluaron el efecto de la suplementación con probiótico (Lactobacillus) en dietas de M. sativa y concentrado, y obtuvieron valores entre 70 y 72 %.
Los animales que consumieron el forraje de T. diversifolia mostraron mayor eficiencia en su conversión de alimento a carne, sin diferencias significativas en cuanto al rendimiento de la canal, por lo que se podría inferir que esta especie tiene el mismo efecto nutricional que M. sativa, pues tampoco se encontraron diferencias significativas entre ambos tratamientos para el peso vivo y la ganancia de los animales.
Los indicadores productivos se vieron muy afectados en A. acuminata, si se comparan con el resto de las forrajeras. En este comportamiento pudieron influir los menores porcentajes en el aprovechamiento del forraje, así como los bajos contenidos de proteína y altos niveles de fibra, características que califican a A. acuminata como un recurso local con limitaciones para la alimentación de los cuyes.
Conclusiones
El mejor comportamiento para las variables ganancia de peso, conversión alimentaria y rendimiento de la canal se obtuvieron en los tratamientos que incluyeron M. sativa y T. diversifolia en la dieta de los cuyes. Estas especies forrajeras tuvieron un porcentaje de proteína bruta por encima del 20 %.