INTRODUCCIÓN
En el mundo existen, aproximadamente, mil millones de cabras, y su población se ha más que duplicado durante las últimas cuatro décadas. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAOSTAT, 2018), más de 90 % de las cabras se encuentran en países en desarrollo. Asia tiene la mayor proporción de la población caprina del mundo con respecto a otros continentes, lo que representa 55,4 % de la población mundial de cabras, seguida de África. Este continente cuenta con gran diversidad de razas indígenas, adaptadas a diferentes condiciones agroclimáticas y geográficas, inclusive a las altas temperaturas de las zonas de desierto. Según Skapetas y Bampidis (2016) , los caprinos constituyen los animales más antiguos entre los domesticados, y una de las especies más utilizadas para la producción de carne en el mundo. Cerca de 95 % del total de efectivos se halla en los países tropicales en vías de desarrollo, localizados en África y Asia.
Alsacia et al. (2017) informaron que en la República de Mozambique, la agricultura y cría de animales constituyen la fuente de ingreso y empleo de aproximadamente 85 % de la población que habita las áreas rurales. Más del 95 % de los efectivos caprinos (alrededor de cuatro millones) se encuentran en manos de pequeños productores, los que generalmente utilizan la cabra para la producción de carne y para obtener ingresos adicionales, por lo que este animal desempeña una función socioeconómica y cultural importante, ya que los excedentes se venden o intercambian por otros productos y además, contribuyen a financiar los gastos de la salud, educación, fiestas y ceremonias tradicionales.
A pesar de que este recurso genético, patrimonio de Mozambique, representado por las razas Landim y Pafuri, realiza tradicionalmente enormes contribuciones a la seguridad alimentaria y nutricional de este pueblo, continúa siendo un desconocido, si se considera el reducido número de estudios de que ha sido objeto, situación por la que Mozambique no cuenta con programas para su conservación y mejora.
A partir de los antecedentes descritos, el objetivo de este estudio fue caracterizar los indicadores del comportamiento reproductivo y productivo del ganado caprino Landim mozambicano, en el planalto de Angónia, Mozambique.
MATERIALES Y MÉTODOS
Ubicación de la zona de estudio. El trabajo se desarrolló en la Estación Zootécnica de Angónia, que se encuentra en el planalto del mismo nombre, localizada en el extremo norte-nordeste de la provincia de Tete, a una altitud que varía entre 700 y 1 655 m s.n.m.
Características edafoclimáticas. Los suelos son de tipo Ferralítico, entre rojos y rojos castaños, de textura pesada, profundos y moderadamente bien drenados, con ligera o fuerte lixiviación y buena capacidad de retención de agua. El clima de la zona es templado húmedo, influenciado por la altitud. Los valores de precipitación varían de 725 mm a 1 149 mm. Se concentra 90 % de las lluvias entre noviembre y principios de abril. La temperatura promedio anual es de 20,9 oC (INE, 2017).
Procedimiento experimental. El rebaño lo conformaron 135 cabras, seis sementales, 114 crías y 95 animales en desarrollo de la raza mozambicana Landim, manejados como rebaño único, en áreas abiertas de pastos naturalizados, durante ocho horas diarias. No recibieron agua en el pastoreo ni suplemento energético-proteico en las naves de alojamiento.
Mediciones. Se evaluó el comportamiento de algunos indicadores reproductivos (edad y peso de incorporación a la reproducción, edad al primer y segundo parto e intervalo entre partos). También se analizaron indicadores productivos (peso al nacimiento, a los treinta días de edad, comparando el sexo, a los seis meses, al año, al año y medio, a los dos años, a los dos años y medio de vida, así como la ganancia media diaria (GMD) en estos períodos. Se utilizaron datos registrados del rebaño de la estación durante ocho años.
El peso vivo de las crías al nacimiento se estimó con una pesa de 10 ± 0,01 kg de capacidad. Posteriormente, hasta el destete, se usó una de 25 ± 0,02 kg. Para el peso vivo de las reproductoras, se utilizó otra de 100 ± 0,05 kg. El destete se realizó a los 120 días de edad.
Análisis estadístico. Los datos se tomaron de las fichas individuales de cada animal. Para determinar la influencia del trimestre del parto en el peso al nacimiento, se realizó un análisis de varianza de clasificación simple. La comparación entre medias se hizo mediante la prueba de Duncan. Para el estudio del comportamiento del peso al nacimiento y a los 30 días de edad, en ambos sexos, se realizó una prueba de T-student. Todas las variables se procesaron con el paquete estadístico SPSS® 23.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
La tabla 1 muestra aspectos relativos a la incorporación a la actividad reproductiva del rebaño de cabras en estudio. La pubertad se alcanzó con una edad promedio de 621 días (20,7 meses de edad), con amplio rango de variación, entre los 16 y 24 meses. Esto condiciona que el primer parto ocurra entre los 21 y 26 meses de edad. El peso de incorporación también es muy variable, con valores mínimos y máximos, que varían entre 24 y 40 kg, respectivamente, para un promedio de 31,3 kg.
Los valores registrados, de edad y peso a la incorporación indican un recurso genético nativo, que no se ha sometido a proceso de selección alguno y con gran influencia del ambiente. Este se caracteriza por un clima con temperaturas muy frías y baja disponibilidad de pastos, lo que condiciona que las cabras presenten pobre desarrollo somático y neuroendocrino, lo que provoca un alargamiento del período para iniciar la actividad reproductiva. Meneses (2017) aseguró que en la actividad reproductiva de las razas tropicales de menor estacionalidad tienen gran influencia la temperatura y la alimentación.
Las cabras europeas y las del continente americano muestran, en sentido general, edades de incorporación mucho menores. Algunas de las razas caprinas, reconocidas como propias en los Estados Unidos, presentan el primer celo a los seis meses. Sin embargo, la variabilidad es muy grande, en dependencia de las condiciones climáticas y de tenencia (Sponenberg y Edmundson, 2016).
En la América insular también se observa variabilidad. Valerio et al. (2010) informaron que las cabras dominicanas recibían su primera cubrición a los 6,5 meses de edad. Naves et al. (2016) refirieron 9,5 y 12,5 meses para la incorporación reproductiva de las cabras criollas de Haití y Guadalupe, respectivamente. Chacón-Marcheco et al. (2016) afirmaron que la cabra criolla cubana alcanza la pubertad entre 9,5-12,5 meses.
En Oaxaca, México, Echavarría-Cháirez et al. (2013) señalaron que las cabras de esa región pueden llegar a la pubertad a los 10 meses, aproximadamente, con peso promedio de 19,0 kg, y que su primer parto lo realizan cerca de los 15 meses de edad. En América del Sur, en Argentina, el ciclo reproductivo de los caprinos se inicia cuando alcanzan los 28 kg de peso o cumplen un año de vida (Mate, 2018). Vargas-Bayona et al. (2016), en caprinos criollos de Colombia, indicaron valores más próximos a los registrados en este trabajo, donde la primera concepción fue a los 15 meses, mientras que los partos se lograron a los 20.
El período entre el primer y segundo parto también fue prolongado. En este estudio, tuvo un valor promedio de 12,4 meses. Dicho comportamiento muestra la imposibilidad de obtener tres partos en dos años, que es la aspiración de los capricultores a nivel internacional. En las cabras criollas cubanas, el tiempo que transcurre entre el primero y segundo parto promedia poco más de los nueve meses (Chacón-Marcheco et al. 2016). En las cabras criollas colombianas, Vargas-Bayona et al., (2016) señalaron que este período dura 396 días. Un intervalo mucho más corto (8,5 meses) informaron Naves et al. (2016) para las criollas de Guadalupe.
En la tabla 2 se analiza el comportamiento de los pesos al nacimiento y a los treinta días de edad, así como las GMD de las crías.
Tabla 2 Comportamiento del peso al nacimiento y a los 30 días de edad en ambos sexos.

GMD: ganancias medias diarias de peso
El cabrito Landim nace con peso promedio de 2,1 kg, sin diferencias entre las hembras y los machos. Este valor es similar a lo informado para múltiples razas caprinas a nivel internacional. Echavarría-Cháirez et al. (2013), en cabritos de Oaxaca, indicaron peso al nacimiento en parto único entre 2 y 3 kg, mientras que en partos múltiples los valores disminuyen de 1-2 kg. Naves et al. (2016) informaron 2,2 y 2,5 kg de promedio para cabritos criollos nacidos en Guadalupe y Haití, respectivamente. Estas cifras son ligeramente superiores a las registradas en esta investigación. También son mayores los valores referidos por Rosa et al. (2016), en cuanto al peso medio de cabritos de la raza colorada argentina (sin discriminar por tipo de parto), quienes señalan valores de 2,7 ± 33,0 g. En este caso, los machos superaron en 14,0 % el peso de las hembras. Vargas-Bayona et al. (2017) en razas cárnicas colombianas registraron pesos superiores a los 3 kg (3,9 y 3,5 kg), en machos y hembras, respectivamente.
A los 30 días de edad, los cabritos Landim alcanzaron un peso medio de 4,9 kg, con diferencias significativas a favor de los machos (5,1 kg) con respecto a las hembras (4,6 kg), que equivalen a 7,5 % más en los primeros. A esa misma edad, los cabritos criollos de Guadalupe resultaron ligeramente más pesados que los Landim, con peso promedio de 5,3 kg, según los valores indicados por Naves et al. (2016).
El valor promedio que se obtuvo de la GMD para los cabritos de ambos sexos fue de 0,095 kg, con diferencias significativas a favor de los machos, que ganaron a las hembras 0,101 kg, por solo 0,086 kg. Cifras muy superiores a las encontradas en este estudio (0,143 ± 0, 051 kg/día) hallaron Rosa et al., (2016), aunque hasta los 60 días de edad, en cabritos colorados de Argentina. Fernández et al., (2016) informaron para las razas españolas Murciano Granadina, Blanca Celtibérica, Retinta y Verata, un valor promedio que varió entre 0,125 y 0,175 kg/día. Mientras, en los criollos de Guadalupe, este indicador se comportó en 0,107 kg como promedio, en animales de 10 a 30 días de edad; en 0,077 kg entre los 30 y 70 días, y en 0,084 kg desde el nacimiento al destete (Naves et al., 2016).
Por el presumible efecto que las condiciones edafoclimáticas imperantes en el planalto de Angónia pudieran provocar en el desarrollo de la gestación y, por consiguiente, por su influencia en los pesos al nacimiento, se realizó el análisis del comportamiento de este indicador, teniendo en cuenta el trimestre del año en que se efectuó el parto (tabla 3).
Tabla 3 Influencia del trimestre del año en el peso al nacimiento.

Letras diferentes en la misma columna difieren significativamente, según Duncan (p ≤ 0,05)
Este análisis demostró que los mejores pesos al nacimiento los obtuvieron los cabritos nacidos en los trimestres primero, segundo y cuarto, con un comportamiento significativamente superior (P ≤ 0,05) a los que nacen en el tercero. Este comportamiento se puede deber a que en el planalto de Angónia, las lluvias se concentran entre noviembre y abril, cuando las temperaturas son más elevadas, lo que propicia el mayor crecimiento de los pastos. Sin embargo, durante los meses de duro invierno (junio, julio, agosto y septiembre), con temperaturas muy bajas, el régimen de precipitaciones prácticamente se hace nulo y la disponibilidad de alimento para animales como la cabra, criada en pastoreo, es tan baja que apenas le permite satisfacer los requerimientos para mantenerse.
Lo anterior significa que en las gestaciones que transcurren entre mayo y septiembre, las madres no adquieren los nutrientes necesarios para satisfacer los requerimientos para el crecimiento del feto o de los fetos, y se afecta así el indicador peso de los cabritos en el momento del parto. Meneses (2017) consideró que las necesidades para la gestación van aumentando exponencialmente desde la concepción hasta el parto, y que el mayor desarrollo fetal ocurre en los últimos 50 días del proceso, por lo que es necesario el aporte conjunto de nutrientes en la ración. Sahlu et al. (2004) proponen que una buena dieta para cabras lecheras en última fase de gestación debería aportar entre 2,5-2,75 Mcal de EM/kg de MS y entre 120-140 g de PB/kg de MS. Para conseguir estos aportes energéticos y proteicos con la dieta de preparto, las fórmulas deben incluir forrajes con alta palatabilidad (leguminosas) y excelente calidad. Esto es: altas digestibilidades de la materia orgánica y niveles adecuados de concentrados en la dieta.
En la tabla 4 se presenta la evolución de los pesos de los animales en crecimiento, desde el nacimiento hasta los 2,5 años de edad.
Se evidenció un descenso gradual en las ganancias diarias, a medida que aumentó la edad de los animales, por lo que el peso máximo (36,40 kg) se alcanza cuando llegan a los dos años y medio. A partir del segundo año de vida, las ganancias no sobrepasaron los 0,022 kg diarios como promedio, lo que evidencia la baja tasa de crecimiento que muestran estos animales en las condiciones de crianza descritas anteriormente. Es importante tener en cuenta el comportamiento de estos animales, que se mantienen la mitad del año pastando en lugares con muy poca disponibilidad de pastos naturales, lo que limita su inquisitiva conducta alimentaria, con un instinto marcado de escoger para consumir su dieta, y por discriminar entre partes de una planta o partículas de alimento que parecen idénticas (Mate et al., 2018).
En Brasil, Caldas et al. (2011) monitorearon cabritos mestizos (Boer x razas nativas) y cabritos nativos puros, alimentados con leche materna, pastos y sales minerales a voluntad. Estos autores obtuvieron valores de peso vivo y GMD superiores a los logrados en este trabajo. Los cabritos mestizos, que nacieron con 3,2 kg de peso vivo, alcanzaron 5,8 kg a los 30 días de edad; 9,6 kg a los 60 y 14,2 kg a los 90 días. Presentaron GMD promedio de 0,122 kg desde el nacimiento hasta los tres meses de edad; mientras que los cabritos de razas nativas, que nacieron con 2,3 kg de peso promedio, lograron 4,1 kg a los 30 días; 7,0 kg a los 60 y 10,6 kg a los 90 días, con GMD promedio de 0,092 kg en la etapa. Aunque estos últimos presentaron tasas de crecimiento inferiores a los mestizos de Boer, sus resultados superan a los encontrados en este estudio con la raza Landim.
El peso promedio en los animales adultos estuvo aquí entre los 33,7 y 36,4 kg, para las edades entre dos y dos años y medio, respectivamente. Esto corrobora la baja tasa de crecimiento que manifiesta esta raza con respecto a la Saanen, Alpina y Boers. Valores de pesos cercanos a estos informaron Sponenberg y Edmundson (2016) en la raza local estadounidense San Clemente (30 y 45 kg en hembras y machos, respectivamente). Esta raza, como la Landim, no se ha sometido a ningún programa de mejora, ya que su rebaño, de aproximadamente 357 hembras y 204 machos, solo se mantiene para su conservación. Sin embargo, otra raza local estadounidense, la Tennessee Goat o Myotonic Goat, cuyo propósito es de carne, presenta ejemplares hembras con peso entre 30 y 50 kg y, en algunos rebaños, puede llegar hasta 70 kg. También obtiene pesos muy elevados la española Negra Serrana, cuyas hembras alcanzan entre 50-60 kg, y los machos entre 80-90 kg (Fernández-de-Sierra et al., 2016).
Conclusiones
La cabra Landim, mantenida en el planalto de Angónia, mostró bajo comportamiento reproductivo, lo que se manifiesta por el inicio tardío de su vida reproductiva y el alargamiento del intervalo entre el primer y segundo parto. Esto conduce a menor cantidad de partos y lactancias, con relación a la mayoría de las cabras europeas y americanas. Desde el punto de vista productivo, muestra bajo potencial, que se refleja en bajo peso vivo a los dos años de edad, con GMD promedio de solo 0,038 kg durante la etapa estudiada.