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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión impresa ISSN 0864-2125versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.11 n.2 Ciudad de La Habana mar.-abr. 1995

 


Página Cultural

Música y medicina

Miguel Lugones Botell1 y Tania Yamilé Quintana Riverón2
  1. Especialista de I Grado en Ginecología y Obstetricia. Policlínico Docente "Jorge Ruiz Ramírez". Ciudad de La Habana.
  2. Especialista de I Grado en Medicina General Integral. Policlínico Docente "Jorge Ruiz Ramírez". Ciudad de La Habana.
Motivado, entre otras cosas, por el artículo publicado con este mismo título en esta revista, por el ya fallecido profesor Fernández Mirabal1 es que he decidido escribir algo más sobre el tema.

Fue José Martí, a quien no se le escapó nada de lo humano y lo cotidiano, por no decir también de lo grande y lo trascendental, quien en 1878 expresó: "La música es la forma más bella de lo bello, es el hombre proyectado más allá de sí mismo...", para más adelante añadir: "... Gratísima, como un murmullo de libertad y redención". Y ya ahí, en ese concepto martiano, vemos cómo relaciona a la música con algo capaz de redimir, que es poner término a alguna adversidad y que por tanto produce bienestar. Pero si tenemos presente que fue Martí quien dijo que donde estuviera lo bello "aparece la luz, la fuerza, la alegría"2 y al considerar a la música como la expresión máxima de lo bello, está implícito —y explícito, por qué no— que ésta es capaz de producir bienestar ¿alguien lo duda? Pero no todo comienza ahí, sino que tiene, como casi todas las cosas, sus antecedentes, que aquí datan de miles de años.

Nuestros antecesores incorporaron instintivamente la música a sus ritos curativos y aún en la actualidad, en algunos lugares, las tribus primitivas la continúan utilizando en sus artes médicas. La cultura moderna, por su parte, también reconoce la facultad que tiene para aliviar los males físicos y mentales.

Ya en la antigüedad, los médicos le atribuían influencias sedantes o excitantes, según la personalidad del paciente o el carácter de la pieza. Celso, el patricio romano, en el primer siglo de la era cristiana, recomendaba la música en el tratamiento de las enfermedades mentales. De la misma manera. Avicena, mil años más tarde, recomendaba en su Canon: "Música agradable, particularmente si induce el sueño" como analgésico.

A pesar del hecho de que sus posibilidades terapéuticas no han sido exploradas en su totalidad, se sabe que la música ejerce su acción fisiológica mediante estímulos psíquicos. La música atrae la atención del oyente en tal grado que excluye otros estímulos, inclusive los dolorosos o desagradables, hecho que fue aprovechado por Mesmer, quien recurría a la música de arpa para inducir estados hipnóticos. Aparentemente, el hombre carece de suficiente número de neuronas para responder plenamente a todos los estímulos que le llegan simultáneamente. En consecuencia, si la música domina la atención, el número de neuronas que permanecen sin estimular es insuficiente para que el individuo pueda reaccionar en forma apreciable al dolor o al miedo. Según una hipótesis, este fenómeno conduciría a una verdadera elevación del umbral del dolor, con la analgesia consiguiente.3

La experiencia sugiere que hay formas psicopatológicas de reaccionar a la música y que las personas que sufren trastornos mentales pueden responder de manera distinta a la normal; estas respuestas pueden clasificarse y hasta predecirse. Si la capacidad del enfermo para reconocer el tono de la música y los sentimientos que este provoca en él tienen valor en el tratamiento, es concebible que se pueda predecir dentro de límites razonables la respuesta de un grupo de enfermos.4

La simpatía hacia la música que se observa en los niños que padecen de autismo parece estar íntimamente relacionada con su trastorno mental. Se plantea por los investigadores que reaccionan a la música con una preocupación profunda y desusada. Tienen una memoria mecánica para la melodía y, en algunos casos, recurren al canto como medio de comunicación cuando otras formas de contacto social son rechazadas.4

Según la teoría psicoanalítica, la música es aceptable para el yo, el ego y el superego, por lo que integra estos 3 niveles de la personalidad. Sobre los pacientes con trastornos emocionales actúan el tono, el ritmo, el movimiento, el contraste y la intensidad. Según los psicoanalistas, además de atraer la atención, la música modifica la disposición y estimula la imaginación y el intelecto.

En algunas personas, ciertos tipos de música parecen provocar descargas corticales que se traducen por convulsiones epilépticas. Este trastorno aún no está bien comprendido. Se señala en este sentido que la música instrumental y rápida es más peligrosa. Generalmente los accesos no comienzan inmediatamente después de iniciada la música, sino que los sonidos irritan el sistema nervioso, lo que va seguido de manifestaciones físicas que terminan en la aparición de convulsiones.

Investigaciones realizadas señalan que, en general, la música despierta en los psicóticos reacciones afectivas adecuadas, como en las personas normales, pero los esquizofrénicos y los maníacos cometen más errores que las personas normales y las que sufren de depresión, al identificar el tono de una composición musical. Los esquizofrénicos no sólo confunden el tono de la composición sino que frecuentemente parecen gustar de los temas tristes, mientras que las personas normales y las que sufren depresión muestran aversión hacia dichos temas.

El miedo a las operaciones constituye con frecuencia una fuente de trastornos emocionales en pacientes hospitalizados, aun en casos de cirugía menor. Por su acción calmante, la música es un recurso valioso en la preparación preoperatoria del paciente, aunque se señala que es importante elegir el tipo de música, pues pueden obtenerse resultados opuestos a los deseados. El uso de la música como coadyuvante de la anestesia y en la convalecencia reduce la necesidad de medicación preoperatoria y posoperatoria, facilita la inducción de la anestesia y contribuye a eliminar los efectos secundarios en el posoperatorio.

En nuestro país se utiliza la música desde hace años en el Instituto de Investigaciones Fundamentales del Cerebro (UNIFUNCE) con resultados favorables5 hasta en trastornos logopédicos y motores resistentes a otros tipos de terapia.

La posición del médico con respecto a la música es muy singular: no sólo se interesa en ésta por placer personal sino también por su utilidad terapéutica. Muchos médicos se dedican activamente a la música, aspecto ya señalado exhaustiva mente por el profesor Mirabal.1 Hasta en exámenes de pase de año de residentes hemos visto hacer mención a la música. ¡ Tan vinculada está con la medicina ! Recordamos un examen práctico que realizaba el profesor Fernández Mirabal, gran amante de la música, como ya se habrán imaginado, cuando la residente, que discutía un síndrome ictérico, si mal no recuerdo, dijo: no sé, profesor todo es tan oscuro y confuso... y el profesor le contestó: "Menos tu vientre", haciendo alusión a la canción de Serrat, del mismo título.

Nadie duda de los efectos de la música sobre los diferentes estados de ánimo, hasta dónde llegan sus efectos, quizás aún no se sepa, pero muchos han acudido a ella en momentos difíciles. El trovador cubano, Silvio Rodríguez, lo definió muy bien, en su canción titulada "Soy como soy" al decir: "Se que hay dolores que no curarán ni la más esmerada canción..." ¿Le reconocemos también efecto limitado? Tema para meditar y reflexionar...

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

  1. Fernández Mirabal JE. Música y medicina. Rev Cubana Med Gen Integr 1989;5(1):156-9.
  2. Lugones Botell M. Martí, la medicina y las ciencias. Rev Cubana Med Gen Integr 1992;8(4):389-92.
  3. Goldman IB. Eye, ear, nose throat month. J Am Med Womens 1956;35(2):663.
  4. Simon B. Music in medicine. J Nerv Ment Dis 1951;114(3):66.
  5. Núñez Betancourt A. La música como terapia. Periódico Granma, 1992 jun 19.
Recibido: 11 de julio de 1994. Aprobado: 10 de septiembre de 1994.

Dr. Miguel Lugones Botell. Policlínico Docente "Jorge Luis Ramírez". Calle 25 No. 5414 entre 54 y 56, municipio Playa, Ciudad de La Habana, Cuba.

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