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Revista Cubana de Medicina General Integral

Print version ISSN 0864-2125On-line version ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr vol.12 no.3 Ciudad de La Habana May-June 1996

 

 

Página Cultural

El primer premio nobel de medicina y fisiología

José Antonio López Espinosa 1

  1. Licenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Departamento de Procesamiento de la Documentación. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas. Ciudad de La Habana.

El 10 de diciembre de cada año, se reúnen en Estocolmo, Suecia y en Oslo, Noruega, distinguidas personalidades y autoridades de la política, la ciencia y la cultura para discernir y adjudicar los Premios Nobel a quienes han hecho la contribución más importante a la paz y a los que más se han destacado en los terrenos de la literatura, la física, la química, la economía, la medicina y la fisiología. Los hombres, mujeres e instituciones agraciados con tal distinción, son portadores de uno de los más altos honores que se conceden en el mundo, y pasan a formar parte de un selecto grupo, al que oficialmente se reconoce como el que ha brindado los mejores servicios a la humanidad.1

El primer profesional de la salud que obtuvo el premio nobel de medicina y fisiología, otorgado en 1901, fue el bacteriólogo alemán Emil Adolph von Behring, nacido en Hansdore, Prusia Oriental, el 15 de marzo de 1854.

Dada la modesta economía de su familia y la región donde transcurrió su niñez, tal parecía que Behring estaba destinado a dedicarse al pastoreo durante toda su vida. Sin embargo, uno de sus maestros en la enseñanza primaria reparó en su talento y consiguió que recibiera educación médica gratuita bajo la promesa de que ejerciera en el ejército. Fue por ello que después de graduarse en 1880 tuvo que servir como médico militar, hasta 1889 que comenzó a trabajar en el Instituto de Enfermedades Infecciosas de Berlín, fundado y dirigido por Robert Koch, descubridor del bacilo patógeno de la tuberculosis y ganador del premio nobel en 1905.2

En ese centro de investigación, Behring descubrió en 1890 que era posible producir inmunidad contra el tétanos en un animal, al inyectarle dosis graduadas de suero sanguíneo proveniente de otro animal que tuviera la enfermedad. Una fracción del suero del animal inmunizado -a la cual Behring llamó antitoxina- podía entonces utilizarse para lograr una inmunidad, al menos temporal, en otro animal.

El investigador se preguntó luego si esta técnica podía aplicarse igualmente contra la difteria, enfermedad que en aquel tiempo representaba una muerte casi segura para quienes la padecían, especialmente la población infantil. Así, llegó a demostrar también que el suero de animales inmunizados contra toxinas diftéricas atenuadas podía inocularse con fines preventivos o terapéuticos en otros animales.3

Después de probar la efectividad del remedio en seres humanos, Behring comenzó a producirlo en gran escala en 1892 y a comercializarlo a partir de 1894. El éxito de su antitoxina diftérica no sólo radica en que garantiza la inmunidad, sino también en su capacidad de ayudar a vencer la enfermedad una vez iniciada. Los resultados obtenidos ante el tétanos y la difteria, lo indujeron a establecer los fundamentos de la llamada sueroterapia y a enunciar la conocida Ley de Behring, según la cual "el suero sanguíneo de un sujeto inmunizado contra una enfermedad infecciosa, tiene la propiedad de inmunizar igualmente a otro sujeto en cuya sangre se inocula".4

Estas importantes contribuciones del científico, fueron los factores que inclinaron la balanza a su favor para ser agraciado con la medalla y la retribución en metálico correspondiente al primer Premio Novel de Medicina y Fisiología.5 Por ellas obtuvo, además, un premio de 25 000 francos de la Academia de Medicina de París y otro de 50 000 francos, compartido con el también bacteriólogo francés Pierre Paul Emile Roux, de la Academia de Ciencias de la misma ciudad.6

Un importante colaborador de Behring en los experimentos para aislar el bacilo del tétanos, fue el bacteriólogo japonés Shibasaburo Kitasato, cuya labor en tal sentido ha dado lugar en más de una ocasión a diferentes criterios en cuanto al verdadero merecedor del Premio Nobel de Medicina y Fisiología de 1901. Si bien el artículo publicado por ambos en 1890 sobre la antitoxina del tétanos significó un paso de avance relevante en el surgimiento de la inmunología como nueva disciplina, hay expertos que consideran que hay justas razones por las que Kitasato tuvo que ceder ante Behring como acreedor a la honrosa distinción: por una parte, cuando se trata de un trabajo en colaboración, el comité de selección del Premio Nobel lo otorga a la persona que ha logrado el descubrimiento más importante. Por otro lado, a finales del siglo XIX, el contagio por difteria costó miles de vidas humanas en Europa y en América, y Behring dio a conocer la antitoxina de dicha enfermedad en un artículo donde aparece como autor único.7

También se afirma que su colega y compatriota, el biólogo Paul Ehrlich, quien fuera luego ganador del Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1908 por su contribución a la quimioterapia, hizo probablemente la mayor parte del trabajo real necesario para el desarrollo de la técnica de la antitoxina diftérica. Sin embargo, la idea fue de Behring y a él se le reconoció el mérito.2

Con independencia de cualquier criterio contradictorio en cuanto a la autenticidad de la obra de Behring, no hay duda alguna, ni siquiera de parte de sus detractores, de que al morir en Marburgo, Prusia renana, el 31 de marzo de 1917, dejó una huella imperecedera de consagración al mejoramiento y la estabilidad de la salud del hombre, que lo han hecho acreedor de la gratitud de toda la humanidad. 

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