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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión impresa ISSN 0864-2125versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.19 n.2 Ciudad de La Habana mar.-abr. 2003

 

Estrictamente confidencial

Miguel Lugones Botell1

En el Juramento de Hipócrates puede leerse: "... Todo lo que habré visto u oído durante la cura o fuera de ella en la vida común, lo callaré y lo conservaré siempre como secreto, si no me es permitido decirlo. Si mantengo perfecta e intacta fe a este juramento, que me sea concedida una vida afortunada y la futura felicidad en el ejercicio del arte, de modo que mi fama sea alabada en todos los tiempos; pero si fallara al juramento o hubiera jurado en falso, que ocurra lo contrario."1

Como puede verse, desde la antigüedad el hecho de la confidencialidad en el ejercicio de la medicina, quedaba protegida por juramento, y no solamente se limitaba a los aspectos meramente clínicos, sino a todo lo que era inherente a la dignidad de la persona y el respeto que esta merece. Este juramento puede considerarse hoy en día el Primer Código de Ética Médica, que impuso, durante siglos, la práctica del secreto médico. Muchas han sido las leyes, códigos, decretos, etc., que cada país ha establecido en este sentido para garantizar la confidencialidad profesional, y entre ellas podemos citar el llamado Código de Ginebra, que es casi similar al de Hipócrates: "Guardaré el secreto de aquel que confíe en mí, incluso después de la muerte del paciente." (Código de Ginebra, 1983).

La evolución de la ciencia médica desde entonces hasta nuestros días marca un abismo en cuanto a su desarrollo. Hoy existe gran desarrollo en los medios de comunicación, los archivos de las historias clínicas, las investigaciones que se realizan y que pueden llegar a hacerse en diferentes lugares distantes de donde se está atendiendo al paciente, el trabajo en equipo, y en nuestro país, la atención comunitaria, con su máxima expresión: el Médico y la Enfermera de la Familia.

Resulta evidente que la salud de una persona constituye uno de los aspectos más íntimos relacionados con ella. La persona debe y tienen plena confianza en los profesionales de la medicina, pero ante una situación de salud determinada, ¿está siempre decidida a decirla? No podemos olvidar que existen muchas enfermedades y situaciones médicas que tienen gran connotación social. Por ejemplo, el embarazo en edades precoces, las infecciones de transmisión sexual (con su máxima expresión en el SIDA), la lepra, y otras más, no son bien admitidas en el marco familiar y social. En este sentido, como se sabe, existen enfermedades de declaración obligatoria, por peligro a terceras personas.

Ante estas situaciones surge un dilema: ¿Hasta dónde le está permitido al profesional mantener el secreto, respetando el legítimo derecho de intimidad de una persona?

Si partimos del criterio de que con nuestro silencio vamos a ocasionar perjuicio para el paciente o para otras personas, en caso, por ejemplo, de enfermedades contagiosas, no es admisible guardar nuestro secreto. Por fundamental que parezca, el derecho moral del paciente al respeto de su integridad y autonomía no es absoluto, pues cuando ese derecho entra en conflicto con el de la integridad de otras personas surgen limitaciones lógicas en ese sentido.2 También algunas situaciones médicas pueden comprometer en mayor o menor medida el secreto profesional: enfermedades profesionales, accidentes del trabajo, etc. También hay situaciones de índole laboral en que es necesario revelar algunos aspectos y sería en los casos de médicos forenses cuando sea necesario determinar la(s) causa (s) de muerte, actuar como perito, juez instructor, etc.

La intimidad y la privacidad tienen en la actualidad una concepción fundamental en la práctica de la medicina. El concepto de la medicina y de la relación médico-paciente tiende al reconocimiento de este como un agente responsable que debe tener un papel activo en la toma de decisiones médicas en todo aquello que le atañe. En este contexto nace la bioética médica, la cual centra su temática en el paciente, la asistencia a ellos, las investigaciones médicas con la aplicación de nuevas tecnologías y el predominio de nuevas concepciones y patrones morales en las relaciones entre los médicos y los pacientes.

La bioética ha influido en el desarrollo de la deontología médica en el mundo entero. Muestra de ello lo constituyen algunas formulaciones contenidas en aquellos documentos deontológicos que fueron producidos o enmendados con posterioridad al surgimiento y difusión de la bioética.3 En este contexto se inscribe la aprobación por la XXXIV Asamblea Médica Mundial en 1981 de la "Declaración de Lisboa. Derechos del Paciente", en la que se recoge, sucintamente, el derecho del paciente a, después de ser adecuadamente informado sobre el tratamiento, aceptarlo o rechazarlo, y a morir con dignidad.4

Hay otros aspectos a considerar en el ejercicio de la medicina y podemos señalar 2 que consideramos importantes:

  • El diagnóstico precoz de enfermedades genéticas: A este aspecto debe dedicársele una atención especial en el capítulo de la confidencialidad profesional. De todos es conocido la gran connotación familiar y social que tienen estas enfermedades, muchas de las cuales no tienen tratamiento específico alguno en la actualidad. Aquí la confidencialidad hay que entenderla como el derecho a la información y a la prevención. De acuerdo con el avance tecnológico, muchas de estas pueden ser diagnosticadas precozmente antes del parto, lo que le brinda la posibilidad de evitar el nacimiento de estos niños y esta alternativa se les brinda en muchos lugares del mundo, incluyendo nuestro país. Solamente se requiere el consentimiento de la pareja, previamente informada, y conocedora del trastorno genético, para acceder o no a la interrupción de estas gestaciones.
  • La medicina preventiva: Está muy relacionada con el epígrafe anterior y tiene mucho que ver con la razón de ser de la medicina en la Atención Primaria de Salud.

¿Está en riesgo la confidencialidad médica?

Es evidente que la medicina ha incorporado a su práctica diaria múltiples elementos que de cierta manera atentan o amenazan lo confidencial de su ejercicio. Las nuevas tecnologías de avanzada, aplicadas cada día con más frecuencia a la práctica diaria, constituyen un ejemplo. Podemos citar las técnicas de reproducción asistida, donde en la mayoría de las veces, se marca la obligación del anonimato, pero se reconoce que los niños, en el futuro, tienen derecho a pedir información sobre los donantes.

El trabajo médico en equipo debe garantizar que se mantenga el derecho de intimidad. Aquí habría que introducir un nuevo concepto, y sería que ya el secreto estaría limitado a un equipo reducido de personas relacionadas muy directamente con el paciente; sería un secreto compartido, de confidentes imprescindibles, que están obligados a guardar discreción.

Igualmente el desarrollo de la Informática, con el almacenamiento de datos acerca de los pacientes, propicia que puedan ser abordados con relativa facilidad por otras personas, lo cual pone en peligro la intimidad del secreto profesional. Lo mismo ocurre con los archivos de las historias clínicas.

La investigación merece una consideración aparte porque es mucho lo que se investiga en la actualidad para poder continuar realizando progresos en cada una de las especialidades médicas. En este sentido, creo que se debe ser muy riguroso en cuanto a que siempre debe contarse con el consentimiento por escrito de las personas involucradas en una investigación. Los datos a revelar deben ser anónimos, si no se tiene la autorización y el consentimiento del paciente para incluirlo en la divulgación. Igualmente, la publicación de casos importantes deben conservar el anonimato establecido, de forma tal, que no puedan identificarse a los titulares, salvo que estos hayan dado su consentimiento para la publicación, aspecto este que habitualmente no se contempla.

Elementos de gran interés que no tienen que ver con el acto médico en sí, pero que tienen mucha vigencia en la actualidad, son los diferentes medios de comunicación social, que constituyen, sin lugar a dudas, una fuente incalculable de información, y se relacionan directamente con las diversas realidades reveladas. Aquí hay que considerar 2 aspectos que tienen mucha importancia; uno es la necesidad y el derecho que tiene el paciente a la privacidad y a estar solo en determinados momentos, y el otro, es la conveniencia de darle divulgación a algunos logros obtenidos en el ejercicio de la medicina (pongamos, por ejemplo, la operación exitosa de un trasplante de órganos, etc.). En este sentido, también hacemos énfasis en los datos y la información que el médico, principal protagonista y responsable del diagnóstico y del tratamiento del paciente, puede y debe brindar a la prensa, información que debe hacerse en términos generales.

Hay ejemplos en el mundo de periodistas que han asistido a un evento trascendental y han priorizado su ejercicio profesional (tomar una foto, por ejemplo), antes que socorrer a un paciente en un accidente, sobre todo, si llega antes que la ayuda médica. Hasta ahí llega la importancia del tema que nos ocupa, la necesidad de darle importancia primordial a la dignidad y a la identidad de la persona, por encima de otras circunstancias.

La pobreza en algunos países parece privar del derecho a la vida privada a muchas personas. En este sentido, fotógrafos y reporteros están a la caza de la imagen de mayor interés para divulgar una situación determinada de injusticia. Del otro lado estaría el otro grupo, también buscando por la prensa, constituido por personas famosas, artistas, etc., en que muchas veces se pone su intimidad al descubierto.

Consideraciones finales

El concepto inicial de que el médico tiene el deber de respetar el derecho de cada persona a su intimidad debe ser el principio rector de la confidencialidad médica. Este criterio, a principios del tercer milenio, aunque mantiene toda su vigencia, se ve sometido a muchas condicionantes que, tanto dentro de la medicina, como fuera de ella, pueden poner en peligro la confidencialidad y el secreto profesional, y que hemos tratado de esbozar en este trabajo de manera muy sucinta, pero sin dejar de mencionar lo que consideramos más importante.

Los principios de intimidad, autonomía y respeto a la integridad de la persona son necesarios, pero no totalmente suficientes para preservar la integridad de la persona enferma. Es indispensable que la entereza moral respete los matices y las sutilezas del derecho moral a la autonomía. Por tanto, el médico debe ser una persona que tenga la virtud de la integridad, una persona que no solo acepte el respeto de la autonomía de otros como principio o concepto, sino también en la que se pueda confiar para que interprete su aplicación con la máxima sensibilidad moral.5

En un mundo de pleno desarrollo científico y social, solamente un aspecto debe predominar en nuestra práctica médica diaria, y es que la convicción ética en nuestro trabajo y la confianza inherente en la relación médico-paciente, son las que con seguridad harán predominar el éxito de mantener viva la intimidad, la identidad y la dignidad de nuestros pacientes. Esa es la salvaguarda definitiva de la integridad personal de nuestros pacientes.

 

Referencias bibliográficas

  1. Castro Bachiller de R. Juramento hipocrático. En: Caduceos y juramentos médicos. Cuad Hist Salud Pública. 2000;(76).
  2. Pellegrino DP. La relación entre la autonomía y la integridad en la ética médica. Bol Sanit Panam 1990;108(5 y 6):385.
  3. Pérez Cárdenas M, Flores RJ, Singh CC, Paredes RG. Ética médica y bioética. Perspectivas filosóficas. En: Lecturas de filosofía, salud y sociedad. La Habana: Editorial Ciencias Médicas 2000:140-1.
  4. -----Ética médica y bioética. Perspectiva filosófica. En: Lecturas de filosofía, salud y sociedad. La Habana: Editorial Ciencias Médicas, 2000:152.
  5. Pellegrino DP. La relación entre la autonomía y la integridad en la ética médica. Bol Of Sanit Panam 1990;108(5 y 6):388.

Recibido: 5 de julio de 2001. Aprobado: 20 de septiembre de 2002.
Dr. Miguel Lugones Botell. Policlínico Docente "26 de julio". Calle 72 #1313, municipio Playa, Ciudad de La Habana, Cuba.


1 Especialista de II Grado en Ginecología y Obstetricia. Policlínico Docente "26 de Julio", Playa.

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