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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr v.23 n.1 Ciudad de La Habana ene.-mar. 2007

 

Reflexión sobre los trastornos de ansiedad en la sociedad occidental

Martha González Ceinos1

Resumen

Los trastornos de ansiedad constituyen la forma más prevalente de enfermedad psiquiátrica en la sociedad occidental, y sin embargo, la gran mayoría de los pacientes que sufren estos trastornos no son correctamente identificados ni reciben un tratamiento adecuado. El capitalismo, así como la falta de responsabilidad para asumir decisiones, conllevan al estrés del individuo.

Palabras clave: Ansiedad, depresión, capitalismo.

La ansiedad es una emoción displacentera que implica el presentimiento de la disolución del yo. Mientras el miedo va dirigido hacia un objetivo determinado, la angustia se presenta como indeterminada y carente de objeto.

La angustia y la ansiedad son conceptos difícilmente diferenciables. En realidad se trata de matices de la misma expresión. La angustia es más física, más inmovilizante y más sobrecogedora; mientras que la ansiedad es más psíquica, y es vivenciada con inquietud y sobresalto.1,2

Desarrollo

La ansiedad sirve para movilizar las operaciones defensivas del organismo, y tiene un papel tan esencial como el dolor como instrumento de supervivencia. Además, la ansiedad no excesiva es la base del aprendizaje y de la motivación para obtener placer y evitar el sufrimiento. En términos generales, la ansiedad normal es menos acentuada, más ligera y no implica una reducción de la libertad personal; en cambio, la ansiedad patológica es desproporcionada con la situación, o se presenta en ausencia de cualquier peligro ostensible, se vivencia más corporalmente, compromete el funcionamiento del individuo y lo impulsa frecuentemente a pedir ayuda médica.3

Es importante conocer la distinción conceptual y práctica entre la ansiedad normal y la ansiedad patológica (tabla 1).

TABLA 1. Ansiedad normal y patológica

Ansiedad normal

Ansiedad patológica

Más ligera

Más profunda, recurrente o persistente

Función adaptativa

Deterioro del funcionamiento psicosocial y fisiológico

Menos corporal

Más somatizada

Surge dentro del ámbito personal de la libertad

Implica reducción de la libertad

Aunque los trastornos mentales caracterizados por la presencia de ansiedad como síntoma predominante se conocen desde la antigüedad, la decisión de agruparlos en categorías diagnósticas específicas corresponde primordialmente a Freud.4,5 En 1894 él describió la neurosis de angustia, que constituye la expresión más simple del trastorno neurótico, en el que el supuesto conflicto no se encuentra disfrazado, desplazado o simbolizado.

Tradicionalmente la neurosis de ansiedad comprende tanto los síntomas de ansiedad persistentes, como los casos caracterizados por la aparición de ataques inesperados y súbitos de angustia. Esta afirmación del carácter unitario de los síndromes de angustia, junto con el planteamiento psicodinámico, se ha mantenido en términos generales hasta la pasada década.6,7

La clasificación de la Asociación Americana de Psiquiatría en 1980 replanteó la ordenación de los trastornos de ansiedad sobre bases conceptuales radicalmente distintas. En este nuevo enfoque se abandona el término neurosis, que implica compartir una causa común: el conflicto inconsciente que conduciría al empleo inadecuado de los mecanismos de defensa. En lugar de esta supuesta etiología, el DSM-III basó la clasificación en la presencia de síntomas comunes. Esta clasificación distingue 2 categorías básicas de la neurosis de angustia clásica: el trastorno por ansiedad generalizada y el trastorno de pánico.

En el primero de ellos la alteración emocional es de carácter más o menos persistente con tendencia a la cronicidad, mientras que en el segundo se trata de crisis recurrentes de angustia que surgen espontáneamente.

La edición 10ma. de la Clasificación Internacional de Enfermedades recoge también estas 2 categorías y agrega una nueva: el trastorno mixto de ansiedad y depresión, que abarca estados mixtos, cuyos componentes no son lo suficientemente graves o persistentes como para clasificarlos en diagnósticos diferentes.8,9

Se trata de trastornos bastante comunes en la población occidental.2,10 La prevalencia a 6 meses es de 2,05-2,30 % para el trastorno de pánico, y de 6,4 % para el trastorno por ansiedad generalizada. Ambos trastornos tienen un comienzo juvenil, generalmente en la tercera década de la vida. El trastorno de pánico es más frecuente en el sexo femenino (2,5 a 1), mientras el trastorno por ansiedad generalizada muestra similar frecuencia en ambos sexos.

Es importante señalar que se calcula que entre un 15 y un 20 % de la población mundial padece, o padecerá a lo largo de su vida, problemas relacionados con la ansiedad con una importancia suficiente como para requerir tratamiento. La mejoría espontánea, es decir, sin consulta ni tratamiento, de los problemas de ansiedad es improbable, y en cualquier sociedad occidental se produce en muy pocos casos. En la mayoría de los pacientes la ansiedad tiende a mantenerse, e incluso a extenderse y generalizarse. Tratar de sobreponerse a base de fuerza de voluntad, como piensan algunas personas, no es efectivo. Querer que los síntomas desaparezcan no da resultado, no es suficiente. Lo más conveniente es tratarse lo antes posible para modificar hábitos conductuales consumistas, que conllevan a la degeneración y la pérdida de valores de los seres humanos.11 La gran mayoría de los casos mejora siguiendo el tratamiento adecuado.

Por ejemplo, la etapa juvenil en el 78 % de la sociedad occidental, está constituida por un exceso de consumismo y de aptitudes exigentes. Basándonos en que la ansiedad es la más común y universal de las emociones, y que la edad pre-adolescente y adolescente es la etapa de fijación de la personalidad, podemos indicar que si el individuo no adapta bien (su persona) a sus acciones y/o emociones, no podrá enfrentarse en el futuro a la cantidad de peligros que durante los años han amenazado al ser humano, y los mecanismos psicofisiológicos que preservan su integridad, no serán desarrollados. Hay 2 respuestas eficaces: la huida o la lucha.

En la sociedad occidental se ha comprobado que los jóvenes están funcionando como dispositivos antirrobo defectuosos, es decir, con mecanismos de huida que se pueden manifestar psicopatológicamente en forma de trastornos fóbicos y/o de ansiedad. Por lo tanto, podríamos indicar que el consumismo y las situaciones potenciadoras del capitalismo, no son convenientes para el desarrollo integral de los jóvenes. En relación con la lucha, esta sería la capacidad desarrollada por los individuos para enfrentarse a los conflictos externos e internos.

En relación con las causas tenemos:

  1. El psicoanálisis ha prestado particular atención al estudio de los pacientes con síntomas de ansiedad. Bajo esta perspectiva, la angustia es considerada como un signo para el ego que se encuentra en una situación de peligro.
  2. Desde la perspectiva bioquímica, la comprensión de los mecanismos biológicos que median las manifestaciones cognitivas y patofisiológicas de la ansiedad ha sido posible gracias al descubrimiento del complejo receptor de benzodiazepinas-GABA y a los avances en el conocimiento de la neurotransmisión noradrenérgica y serotoninérgica.5,12
  3. Investigación genética:
    • Los estudios familiares han constatado una mayor prevalencia de la ansiedad generalizada y del trastorno de pánico, en los familiares de primer grado de los probados con los respectivos diagnósticos.13
    • El método de los gemelos ha sido también empleado para dilucidar la influencia de los factores disposicionales frente a los factores ambientales en el desarrollo de los estados de ansiedad. La investigación nos indica una diferencia sustancial a favor del grupo univitelino en el porcentaje de parejas concordantes, es decir, afectadas por el mismo trastorno, lo cual apoyaría la hipótesis del papel determinante de la herencia. Este enfoque fue utilizado por Slater y Shieldstr bajo el concepto de neurosis de ansiedad, que comprobaron una notable diferencia entre el porcentaje de concordancia de ambas muestras gemelares.10,14

En relación con la clasificación hablaríamos de:

  1. Trastorno por ansiedad generalizada.1,6 Este se caracteriza por un sentimiento de ansiedad de carácter persistente, insidioso y generalizado. La ansiedad, síntoma base de este trastorno, por lo general se acompaña de sensación de tensión interna y dificultad para relajarse. Esta tensión frecuentemente puede producir temblor de manos en reposo, e incluso durante los movimientos intencionales.

En la gran mayoría de los casos se detecta una hiperactividad del sistema nervioso autónomo o vegetativo que regula la actividad visceral. Los pacientes se quejan con frecuencia de cefalea, descrita como una banda apretada que rodea la cabeza asociada a sensación de mareo. Otras veces es una sensación de inestabilidad o la manifestación de que no es posible sujetar la cabeza. Son quejas comunes también la visión borrosa a consecuencia de la dilatación pupilar, la disminución de la salivación y la excesiva sudoración, especialmente en manos, pies, axilas y cara. Otros síntomas frecuentes son los relacionados con la hiperactividad vegetativa del aparato digestivo (sensación de peso en el estómago, náuseas, retortijones abdominales), cardiovascular (palpitaciones) y urinaria (mayor frecuencia en las micciones). Constituyen también molestias típicas los hormigueos en los miembros, los dolores musculares erráticos, la pesadez en piernas o brazos, la fatigabilidad precoz, la palidez facial, el insomnio de conciliación, la irritabilidad y un vago sentimiento de zozobra, impaciencia, preocupación y aprensión.

  1. Trastorno de pánico.1,15 El síntoma básico de este trastorno es el ataque de angustia. Se trata de un episodio de angustia intolerable, de comienzo brusco, de breve duración y carácter espontáneo, no ligado a sucesos claramente identificables. Los síntomas característicos están constituidos por combinaciones variadas de sentimientos de aprensión, miedo o terror, junto a manifestaciones físicas que van desde síntomas cardiovasculares y respiratorios, hasta molestias abdominales, pasando por sensaciones de mareo, sudoración, temblor, hormigueos y escalofríos. En algunos casos el paciente refiere sentimientos de extrañeza referidos a sí mismo o a su entorno.

El paciente interpreta los síntomas que le agobian de forma insospechada, como manifestaciones de una enfermedad física grave, y consecuentemente acude con frecuencia a los servicios médicos de urgencia o a las consultas de diversos especialistas, según el síntoma dominante en el cuadro clínico. Obviamente, los resultados del examen médico, así como las pruebas de laboratorio, resultan normales.

Con la repetición de los ataques, el paciente desarrolla un nivel de ansiedad anticipatoria generado por el miedo a sufrir otra crisis. En un porcentaje alto de casos surge una conducta de evitación fóbica al rehuir el sujeto aquellas situaciones en las que le resultaría difícil encontrar una salida si apareciese un nuevo ataque (ambientes muy concurridos, transportes públicos, atascos de circulación, alejarse de casa, etc.). Se establece así la agorafobia, que limita considerablemente la actividad social y laboral del sujeto, y contribuye a aumentar el sufrimiento personal.

El curso de la enfermedad es bastante variable. Hay pacientes que muestran un curso periódico, con temporadas de manifestaciones floridas separadas por largos intervalos libres de clínica relevante. En otros casos la evolución resulta caprichosa e imprevisible, y surgen episodios agudos de angustia sin regularidad cronológica. En términos generales puede estimarse que la mitad de los pacientes sigue una evolución crónica.

Los enfermos con trastornos por ataques de angustia presentan un mayor riesgo para las enfermedades somáticas, en particular para la úlcera gastroduodenal y la hipertensión arterial. Se ha calculado que el riesgo de morbilidad y de muertes prematuras es 3 veces mayor que en la población general, y es también mayor el riesgo de suicidio. Con frecuencia abusan del alcohol y de los medicamentos sedantes, que, al ser insuficiente su efecto ansiolítico para el control de las crisis, conducen a un incremento de la dosis y a la instauración de una conducta de dependencia. En esta situación, el diagnóstico de trastorno de angustia es difícil de establecer, ya que se encuentra enmascarado.

Hay una serie de enfermedades que presentan habitualmente angustia como parte de su sintomatología, incluso en muchas ocasiones, el aspecto emocional constituye el rasgo más relevante del cuadro clínico. El médico puede así dejarse llevar solo por la apariencia de la clínica ansiosa, y no valorar la alteración somática que la sustenta. Resulta, por tanto, imperativo, proceder a un examen físico completo para establecer un diagnóstico definitivo y formular el tratamiento adecuado. Entre estas enfermedades es preciso considerar el hipertiroidismo, el feocromocitoma, la tetania, el prolapso de la válvula mitral y la epilepsia temporal.

Un factor tóxico, habitualmente medicamentoso, puede ser la causa de un estado ansioso, acompañado o no del síndrome confusional. El efecto más ansiolítico lo producen las anfetaminas y, con menos frecuencia, los fármacos antidepresivos, sobre todo en los primeros días. Se comportan también como ansiógenos la nicotina, la cafeína y la cocaína.

A pesar del solapamiento frecuente de los 2 síndromes, ansioso y depresivo, hay diferencias significativas entre ambos grupos en muchos rasgos clínicos, en el curso y en el resultado terapéutico (tabla 2).

TABLA 2. Diferencias entre trastorno de ansiedad y depresivo

Ansiedad
Depresión
Estado de ánimo centrado en el futuro
Estado de ánimo centrado en el pasado
Predomina la hipervigilancia
Predomina el enlentecimiento
Mantenimiento de intereses
Pérdida global de intereses
Comienzo generalmente precoz
Comienzo habitualmente tardío
No ritmo circadiano
Frecuente agravación matutina
Insomnio de conciliación
Insomnio tardío
Mejoría con tranquilizantes
No mejoría con tranquilizantes

Las manifestaciones sintomatotógicas de la ansiedad son muy variadas, y pueden clasificarse en diferentes grupos:

  • Físicos: taquicardia, palpitaciones, opresión en el pecho, falta de aire, temblores, sudoración, molestias digestivas, náuseas, vómitos, "nudo" en el estómago, alteraciones de la alimentación, tensión y rigidez muscular, cansancio, hormigueo, sensación de mareo e inestabilidad. Si la activación neurofisiológica es muy alta pueden aparecer alteraciones del sueño, la alimentación y la respuesta sexual.
  • Psicológicos: inquietud, agobio, sensación de amenaza o peligro, ganas de huir o atacar, inseguridad, sensación de vacío, sensación de extrañeza o despersonalización, temor a perder el control, recelos, sospechas, incertidumbre y dificultad para tomar decisiones; en casos más extremos, el suicidio.
  • De conducta: estado de alerta e hipervigilancia, bloqueos, torpeza o dificultad para actuar, impulsividad, inquietud motora, dificultad para estarse quieto y en reposo. Estos síntomas vienen acompañados de cambios en la expresividad corporal y el lenguaje corporal (posturas cerradas, rigidez, movimientos torpes de manos y brazos tensión de las mandíbulas, cambios en la voz, expresión facial de asombro, duda o crispación, etcétera).
  • Intelectuales o cognitivos: dificultades de atención, concentración y memoria, aumento de los despistes y descuidos, preocupación excesiva, expectativas negativas, pensamientos distorsionados e importunos, incremento de las dudas y la sensación de confusión, tendencia a recordar sobre todo cosas desagradables, sobrevalorar pequeños detalles desfavorables, abuso de la prevención y de la sospecha, interpretaciones inadecuadas, susceptibilidad, etcétera.
  • Sociales: irritabilidad, ensimismamiento, dificultades para iniciar o seguir una conversación, en unos casos, y verborrea en otros, bloquearse o quedarse en blanco a la hora de preguntar o responder, dificultades para expresar las propias opiniones o hacer valer los propios derechos y temor excesivo a posibles conflictos.

No todas las personas tienen los mismos síntomas, ni estos la misma intensidad en todos los casos. Cada persona, según su predisposición biológica y/o psicológica, se muestra más vulnerable o susceptible a unos u otros síntomas. Algunos de ellos solo se manifiestan de manera significativa en alteraciones o trastornos de la ansiedad. En casos de ansiedad normal se experimentan pocos síntomas, normalmente de poca intensidad, poca duración y son poco incapacitantes. La ansiedad normal y proporcionada, así como sus manifestaciones, no puede ni deben eliminarse, dado que se trata de un mecanismo funcional y adaptativo. Se trata de saber convivir con la ansiedad, sin perder la operatividad. Sin embargo, algunas personas que han sufrido trastornos por ansiedad, sobre todo si han sido muy severos o incapacitantes, están tan sensibilizadas que tienen después dificultades para tolerar la ansiedad normal, e incluso distinguirla de la patológica.16,17

Después de esta reflexión nos podemos dar cuenta de que la ansiedad forma parte de nuestra cultura, pero que las bases de una sociedad no capitalista influyen directamente en la tolerancia y la capacitación para desarrollarla. El problema no es el síntoma, sino las personas y su propia incapacidad para ser felices. Debemos de pensar en hacer el bien y en ayudar para evitar el aumento de enfermedades que puedan llevar a la destrucción de la raza humana.

summary

Reflexion on the anxiety disorders in the Western society

The anxiety disorders are the prevailing form of psychiatric disease in the Western society; however, most of the patients suffering from these disorders are not correctly identified, and they do not receive an adequate treatment. Capitalism, as well as the lack of responsibility lead to the individual's stress.

Key words: Anxiety, depression, capitalism.

Referencias bibliogrÁficas

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Recibido: 19 de septiembre de 2005.    Aprobado: 26 de noviembre de 2006.
Dra. Martha González Ceinos. Centro Médico. C/ Dr. Areilza Nº 56 1º D. 48010, Bilbao, España. E mail: papagayo@euskalnet.net
www.psicologia-psiquiatria.com

1Doctora en Medicina y Cirugía. Psicoterapeuta. Máster en Salud Pública, en Psicoterapia Analítica Grupal y en Atención Primaria. Profesora de la Universidad del País Vasco.

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