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Revista Cubana de Medicina General Integral

versión impresa ISSN 0864-2125versión On-line ISSN 1561-3038

Rev Cubana Med Gen Integr vol.31 no.3 Ciudad de La Habana jul.-set. 2015

 

PÁGINA CULTURAL

 

Centenario de la desaparición física de Carlos J. Finlay

 

Centenary of the passing of Carlos J. Finlay

 

 

Lic. José Antonio López Espinosa,I Dr. René Faustino Espinosa ÁlvarezII

I Cátedra “Alexander und Wilhelm von Humboldt”. Universidad de La Habana. Cuba.
II Facultad de Ciencias Médicas “10 de Octubre”. Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Cuba.

 

 


 

 

Según consta en el certificado de defunción con el número de inscripción 479, firmado por el doctor Antonio Díaz Albertini Mojarrieta con fecha 21 de agosto de 1915, Carlos J. Finlay Barrés falleció a las 5:45 de la tarde del día anterior en su residencia de la calle G No. 23 de El Vedado, La Habana, víctima de un síncope de media hora de duración. En el referido documento se agrega a esta causa directa de su muerte la arteriosclerosis como causa indirecta.1

Ya desde 1909 el científico cubano había padecido de una trombosis vascular que lo obligó a abandonar de modo permanente la oficina y el laboratorio, así como a dejar vacío su lugar en las instituciones científicas. Como alguien que escogió su destino por verdadera vocación, Finlay se mantuvo durante toda su vida consagrado a la ciencia, a la cual sirvió tanto en las elaboraciones teóricas como en la aplicación práctica de sus no pocas creaciones y conquistas. Sólo el imperativo de esa prolongada vida de trabajo y más trabajo lo hirió en lo que fue lo más sensible de su ser, su cerebro, fue que pudo doblegarlo. Si bien logró reponerse ligeramente de aquella crisis, no fue ya más aquel hombre dispuesto a entablar y mantener ‒durante más de 50 años de trabajo sin reposo‒ una lucha incesante contra las enfermedades. En virtud de esa perseverancia, el entonces anciano enfermo había dejado ya para la posteridad una obra que, además de enaltecer a su patria y a todo el continente americano, favoreció el progreso y la civilización en todo el mundo.

En este contexto vale mencionar que el bien ganado calificativo de “benefactor de la humanidad” otorgado al sabio cubano, no se debe justificar simplemente por el aporte tan valioso que significó el descubrimiento del vector causante de la fiebre amarilla y la difusión de las estrategias para combatirla y prevenirla. Su hallazgo tuvo todavía mayor alcance, porque de hecho se convirtió en la teoría metaxénica de transmisión de enfermedades infecciosas de personas enfermas a individuos sanos por medio de vectores biológicos de cualquier tipo.2,3 Algo demostrativo de la veracidad de esta afirmación es que, una vez aplicados los resultados del trabajo científico de Finlay para librar al mundo del terrible azote amarílico, éstos sentaron las bases para el estudio y control de otras epidemias como las del paludismo, el dengue, la enfermedad de Chagas y otras.

Sobre la vida y obra de Finlay ha sido mucho lo que se ha investigado y escrito desde finales del siglo XIX hasta la época actual. Con independencia de que en algunos textos se ha tratado de usurpar la gloria que sólo a él corresponde por su indiscutible y grandiosa contribución a la conservación y la calidad de la vida humana,4 también es cierto que en la mayoría de ellos, sobre todo en los de la autoría de connotados científicos cubanos de varios períodos, se hace justicia en ese sentido y se reflejan en detalle sus altos valores como hombre de paso firme en el cumplimiento del compromiso que él mismo se autoimpuso para con la ciencia médica, y como loable ejemplo de personalidad integral.2,3,5-7 Esto ha quedado bien demostrado en su prolífica producción como escritor desde 1864 hasta y 1912 donde, además de los 187 trabajos que redactó como artículos de revista referentes a la historia, etiología, profilaxis, tratamiento y otros aspectos relativos a la fiebre amarilla, escribió otros 60 que abordan disímiles temas. A ese respecto procede apuntar que fue Finlay quien, el 8 de febrero de 1863, comunicó en la sesión de ese día en la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana el primer caso de bocio exoftálmico que se observó en Cuba, trabajo publicado el año siguiente en la revista órgano de la corporación.8 También es procedente recordar que a él corresponde la autoría de la primera obra divulgada en el país por medio de la misma revista sobre la metodología de la investigación,9 que expuso en la sesión solemne celebrada en esa Academia el 19 de mayo de 1876. En esta relación no se puede pasar por alto su importante libro de 432 páginas “Patología y terapéutica del aparato lenticular del ojo”,10 surgido de la traducción que hizo del alemán al español del texto del tomo V del “Tratado de Oculística”, escrito por los famosos profesores germanos Alfred Graefe y Theodor Saemisch y publicado también en 1876. A juzgar por los nombres de sus autores, con este texto se garantizaba la difusión de los conocimientos sancionados por la ciencia de aquella época respecto a las doctrinas y las aplicaciones prácticas en cuestiones de Oftalmología, hecho que refleja el alcance de la importancia de la traducción de Finlay.

Los ejemplos anteriores bastan para demostrar que la fecunda producción de literatura científica de Finlay fue más abarcadora en cuanto a cantidad y temas de lo que puede parecer a simple vista. A los 187 trabajos salidos de su talento como artículos de revista se agregan otras 77 contribuciones en forma de libros y folletos, escritos en español, inglés, francés y alemán publicados en Cuba, los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Los asuntos que trató en el gran total de 264 trabajos que firmó como autor en todas las modalidades documentarias mencionadas ascendieron a 32, con destaque, por supuesto, de la fiebre amarilla. Otras cuestiones que abordó con relativa frecuencia fueron el cólera, las oftalmopatías, el beriberi y la tuberculosis pulmonar.11

En el contexto de este trabajo, cuyo objetivo es honrar una vez más la memoria del sabio cubano, esta vez en el centenario de su desaparición física, resulta propicia la oportunidad para divulgar algunas sentencias breves y doctrinales, surgidas a partir de su producción científica, que se proponen como reglas en la ciencia médica, o sea, como aforismos relacionados con su genial hallazgo, a fin de que constituyan otra demostración de su inmortalidad. En cada caso se informa sobre el lugar y el momento en que Finlay las manifestó.

“Sabido es que sólo la hembra del mosquito es la que pica y chupa la sangre, mientras el macho se sustenta con jugos vegetales, principalmente los dulces; pero hasta ahora no he visto señalado en los autores que han escrito sobre el asunto la circunstancia de que tampoco la hembra pica antes de haber sido fecundada por el macho”.

Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 14 de agosto de 1881.


“La albuminuria no es una condición sine qua non de la fiebre amarilla, por más que su manifestación deberá considerarse siempre como uno de los síntomas más significativos, y muchas veces bastará por sí sola para el esclarecimiento del diagnóstico”.

Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, 31 de enero de 1884.


“Es posible que al verificar su picada, el insecto se aproveche de las aberturas naturales que le ofrecen los conductos excretores de las glándulas sudoríparas, para llegar con facilidad a las capas profundas del corion, sin tener que horadar las capas córneas de la epidermis”.

Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, 29 de febrero de 1884.


“Desde el punto de vista de la sintomatología y del pronóstico, considero que todos los casos de fiebre amarilla pueden distribuirse en las tres modalidades siguientes: primera forma no albuminúrica; segunda forma albuminúrica simple y tercera forma melanoalbuminúrica”.

Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 11 de marzo de 1888.


“It may be inferred that the only protection provided by nature against a severe attack of Yellow Fever consists in the partial or total immunity which results after a previous attack, however mild its outward manifestations may have been”.

VIII Congreso Internacional de Higiene y Demografía, Budapest, 1ro. al 9 de septiembre de 1894.


“En la raza blanca se considera que, en iguales circunstancias, los forasteros oriundos de climas septentrionales son atacados más severamente que los de países más cercanos a los trópicos”.

Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, 1 de junio de 1895.


“Si se tuviese ya la certeza de que los mosquitos trasmiten la fiebre amarilla o la malaria, todos los esfuerzos se estimarían pocos para concertar medios de protección contra estos insectos”.

Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 13 de noviembre de 1898.


“El poder de trasmitir la fiebre amarilla del Stegomya no se debe estimar como si fuera una manifestación funcional adicional a favor de este insecto, sino por el contrario, como la falta de potencia germicida del veneno que segregan sus glándulas cuando se compare con la potencia que ejerce el veneno de otros insectos chupadores de sangre”.

Asociación Médico Farmacéutica de la Isla de Cuba, 12 de febrero de 1903.


“El germen patógeno de la fiebre amarilla se ha resistido hasta ahora a todos los intentos de hacerlo perceptible a la vista y, por esta circunstancia cuando, aunque invisible en la sangre de los enfermos, atraviesa los poros de un filtro de porcelana, se supone con razón su existencia ultramicroscópica, al menos durante esa fase de su desarrollo”.

Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana, 19 de julio de 1906.


Con los anteriores apuntes se ha tratado de brindar merecido tributo de respeto y admiración a un cubano universal, a quien a lo largo de los últimos cien años se ha encargado la historia de rendirle honores y de otorgarle las más elevadas muestras de gratitud, desde aquella tarde del 21 de agosto de 1915 cuando, en la despedida de sus restos mortales, el entonces Secretario de Sanidad, doctor Enrique Núñez Palomino manifestó:

“Si grande y patriótica fue la obra de muchos cubanos que vivieron, lucharon y murieron por la independencia, tan grande y patriótica como ella resultará ante la historia la gigantesca labor del doctor Finlay”.12


Estas palabras mantienen la misma vigencia de hace un siglo atrás, por cuanto con el transcurso del tiempo es cada vez más reconocido el rol excepcional que desempeñó Finlay para la ciencia. Su gran visión práctica y su afán por salvar a la humanidad de la enfermedad y la muerte, le permitieron abrir nuevos cauces en función del conocimiento y la lucha contra otros males trasmisibles por vectores biológicos. Por eso integra e integrará siempre el selecto grupo de hombres nunca olvidados por la gratitud humana de cualquier generación. El ejemplo de su modestia, de su gran previsión científica, su perseverancia y su deseo infinito de preservar la vida serán un eterno aliciente para fraguar y mejorar de modo constante las condiciones de un mundo suspendido en los sempiternos sueños de los creadores de los valores humanos y que, a pesar de las grandes conquistas de las ciencias biológicas y médicas y de los portentosos recursos de que se dispone para mejorar la salud y la calidad de vida, mantiene la mayor parte de sus habitantes viviendo en la miseria y a casi la totalidad sufriendo el temor de posibles catástrofes que lo puedan convertir en inhabitable.

¡Gracias Finlay, por tu legado a la humanidad!

 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Díaz Albertini A. Certificado de defunción del doctor Carlos J. Finlay. La Habana: Secretaría de Sanidad y Beneficencia; 1915.

2. López Sánchez J. Finlay. El hombre y la verdad científica. La Habana: Editorial Científico-Técnica; 1987.

3. López Sánchez J. Carlos J. Finlay. His Life and Work. La Habana: Editorial José Martí; 1999.

4. Domingo P. Cuba, los Estados Unidos y España en el descubrimiento de la fiebre amarilla. An Med Cir. 1966;46(198):369-84.

5. Domínguez F. Carlos J. Finlay. Su centenario (1933), su descubrimiento (1881), estado actual de su doctrina (1942). La Habana: Cultural; 1942.

6. Rodríguez Expósito C. Finlay. La Habana: Editorial Librería Selecta; 1951.

7. Finlay CE. Carlos Finlay y la fiebre amarilla. La Habana: Editorial Minerva; 1942.

8. Finlay CJ. Bocio exoftálmico. An Acad Cien Med Fis Nat Habana 1864;1:21-27.

9. Finlay CJ. La verdad científica, la invención y su correctivo. An Acad Cien Med Fis Nat Habana 1876-1877;13:36-44.

10. Finlay CJ. Patología y terapéutica del aparato lenticular del ojo [traducción del alemán]. Habana: Imprenta de G. Montiel y Ca; 1876.

11. López Espinosa JA. Introducción al estudio bibliométrico de la bibliografía activa de Carlos J. Finlay. ACIMED 2003;11(5) [citado Mar 2015]:[aprox. 7 p.]. Disponible en: http://bvs.sld.cu/revistas/aci/vol11_5_03/aci06503.htm

12. Núñez E. Discurso en el acto de despedida del duelo durante la inhumación de los restos mortales del Dr. Carlos J. Finlay. San Benef 1915;20:130-1.

 

 

Recibido: 3 de mayo de 2015.
Aprobado: 20 de mayo de 2015.

 

 

Lic. José Antonio López Espinosa. Cátedra “Alexander und Wilhelm von Humboldt”. Universidad de La Habana. Cuba.

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