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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.24 n.1 Ciudad de La Habana ene.-jun. 1998

 


Escuela Nacional de Salud Pública

Serie: Precursores y forjadores de la salud pública cubana. Dr. Emilio Martínez Martínez (1864-1948)

Elena López Serrano1

El prestigio alcanzado por la salud pública cubana en el momento actual, tiene sus antecedentes hace casi 2 siglos, cuando hombres de la talla del doctor Tomás Romay Chacón, considerado el iniciador del movimiento científico cubano, inició la vacunación antivariólica en el país en 1804.

En el siglo XIX ya se conocía la necesidad de formar a los futuros médicos con conocimientos profundos en materias de higiene, por los azotes epidémicos y la diversidad de enfermedades transmisibles que existían en todo el territorio.

Los sanitarios cubanos se destacaron por sus conocimientos científicos y dedicación al trabajo. Muchos de ellos son conocidos internacionalmente y sus aportes a la salud pública se aplican en otros países.

Entre esos sanitarios se encuentra el doctor Emilio Martínez Martínez, destacado no sólo en esa especialidad, sino también como profesor, médico asistencial e iniciador de la especialidad de garganta, nariz y oídos, con cátedra en la Escuela de Medicina de la Universidad de La Habana y luchador tenaz contra el cáncer. En todas esas actividades obtuvo logros muy meritorios y reconocimiento a su trabajo.

Nacido en La Habana, de padres españoles, al cumplir 5 años de edad, junto con su familia se trasladó a los Estados Unidos.1

Hacía un año ya que había comenzado la guerra por la independencia y las inquietudes políticas existentes hicieron que se iniciara un movimiento de emigrantes hacia otros países.

Durante los años de lucha armada en Cuba permaneció la familia Martínez Martínez en territorio norteamericano, por lo que toda la primera enseñanza del joven Emilio la realiza en las escuelas públicas de Baltimore, entre 1870 y 1875 y la segunda enseñanza en Grammar Scholl, estudios que tuvo que interrumpir por la muerte de su padre, cuando de nuevo la familia se trasladó a la Patria.

En Cuba se graduó de Bachiller en Arte en 1882 con notas de sobresaliente. Ese mismo año matriculó en la Escuela de Medicina. Muchas fueron las dificultades económicas de la familia, lo que hizo que el joven estudiante decidiera trabajar para costearse los estudios; así ocupó una plaza en el laboratorio de la escuela de San Francisco de Sales, donde había terminado el bachillerato.

Los estudios prácticos de medicina los realizó en el Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, del cual siempre guardó un agradecido recuerdo para sus profesores de quienes dejó escrito elogios, por la dedicación y nivel científico que ellos profesaban.

Terminó la Licenciatura en Medicina y Cirugía en 1887. Su tesis de grado la tituló "Profilaxis de la Fiebre Amarilla" con la cual obtuvo Premio Extraordinario y en 1889 el título de Doctor con la tesis "Ictero grave primitivo. Su curabilidad", también con el Premio Extraordinario en el grado.

Investigador, Científico y Profesor

Desde sus años de alumno de medicina se apasionó por descubrir las incógnitas que existían en el campo de las ciencias médicas.

Gran observador y analista profundo, dejó escritas reseñas impresionantes de lo que vio y vivió en los hospitales donde hizo su práctica docente.

Al finalizar la Licenciatura trabajó con el doctor George Sternberg que se encontraba en Cuba, con el cual realizó estudios sobre el posible agente etiológico de la fiebre amarilla. Al regresar a los Estados Unidos solicitó se mantuviera la colaboración de Emilio Martínez como auxiliar de laboratorio, la cual continuó en el Hospital John Hopkins de Baltimore.

El tiempo de permanencia en tierras foráneas la aprovechó el Lic. Martínez para escribir su tesis doctoral.

Junto con todas esas actividades conoció en el propio hospital al profesor Mac Kenzie, laringólogo de fama internacional que despertó en el interés por esa especialidad a la que dedicó la mayor parte de su vida profesional y en la que hizo aportes a la medicina nacional (fue el que introdujo en Cuba la intubación laríngea para el tratamiento de la difteria, en los primeros años del presente siglo); también fue el primer cubano en observar un caso de difteria tratado y curado con el suero de Behring.

Sus inquietudes científicas lo llevaron a trasladarse a distintas ciudades en otras latitudes en busca siempre de lo nuevo a favor del enfermo. Así, en Londres, Inglaterra, en la clínica privada del doctor Saint Clair Thomson, se familiarizó con una nueva técnica aplicada por dicho doctor en el tratamiento del cáncer de las cuerdas vocales por la tirotomía.

En Berlín, Alemania, el reconocido profesor Gerick inició la laringectomía y el doctor Martínez se trasladó a esa ciudad donde había remitido un paciente cubano, para ser tratado por medio de la nueva técnica, que él mismo aplicó.

En Cuba se utilizaba la extirpación de la laringe con anestesia general, con un alto índice de mortalidad por broncoaspiración. En Madrid, España, el doctor Tapia, famoso laringólogo introdujo un nuevo método con la aplicación de anestesia local, con resultados altamente satisfactorios y el doctor Martínez también tuvo la prioridad de conocer y aplicar el nuevo método en el país.

Ya a mitad de su fructífera vida, con apasionamiento se dedicó a la lucha contra el cáncer. Desde años anteriores venía laborando para aliviar la sintomatología terrible que este mal produce. Perteneció al grupo de fundadores de la Liga contra el Cáncer en Cuba, donde fue uno de los miembros más activos y entusiastas en todas las obras desarrolladas por esa organización.

En el año 1929 creó el Instituto del Cáncer, que por su tenaz dedicación logra mejoras progresivas en la atención a los pacientes ingresados, utilizando lo último que como tratamiento se aplicaba en el mundo: alcanza condiciones materiales mejores al ampliar en muchos casos y construir, en otros nuevas edificaciones que proporcionan una mejor estadía institucional a los aquejados de ese mal.

Para divulgar los nuevos descubrimientos y llevar información científica a todos los médicos, funda y dirige el Boletín de la Liga contra el Cáncer en el año 1926, publicación de méritos suficientes para considerarla un apoyo de gran valor para el perfeccionamiento de los especialistas dedicados a esa enfermedad.2

Su interés por la docencia la muestra desde su más temprana juventud. Recordemos que al iniciar su carrera decide trabajar para ayudarse económicamente y la actividad elegida es la enseñanza.

Durante los estudios de pregrado, en los 4 primeros años fue alumno ayudante y desde esa posición su apoyo a los compañeros de estudios fue valioso, pues transmitió las lecciones y conocimientos prácticos que sus profesores le impartían. Llegó a estudiar taquigrafía para poder más fácilmente y con mayor exactitud transcribir las lecciones que se les iban ofreciendo.

En el año 1900, por oposición, obtiene la cátedra auxiliar de Microscopía y Química Clínica y Patología Médica; logra así satisfacer un anhelo de su vida, ingresar en el cuerpo docente de la Escuela de Medicina.

Al comenzar sus clases en el laboratorio pide mejorar las condiciones del local y logra, primero, reubicar físicamente el laboratorio en el primer piso del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes con mayor amplitud y mejor acceso de los pacientes y, segundo, confeccionar junto con el doctor Leonel Plasencia Montes, el Manual Práctico de Microscopía y Química, al que le dedicaron largos meses de trabajo y cuya versión definitiva fue adoptada como libro de texto oficial para la cátedra desde el año 1907.

No sólo se preocupó por la formación de los futuros médicos, sino también de los indispensables auxiliares de ellos, las enfermeras; ayudó activamente en la organización y redacción del reglamento de las Escuelas de Enfermería en el año 1901, además de ser asesor y profesor de ellos durante mucho tiempo.

Por Decreto Número 601 del Gobernador Provisional, con fecha 23 de mayo de 1907, fue nombrado Martínez, mediante ejercicios de oposición, Profesor Titular de la cátedra de enfermedades de la laringe, oídos y fosas nasales de la Escuela de Medicina.

Por el prestigio alcanzado en largos años de infatigable quehacer, ocupa la máxima dirección de la escuela, al ser nombrado Decano en el mes de enero de 1923.

Organizador y Salubrista

Tuvo la suerte el doctor Emilio Martínez de adentrarse en la investigación de la etiología y desarrollo de enfermedades consideradas azotes de nuestra isla y del mundo, desde época tan temprana como el período de la licenciatura de sus estudios profesionales.

El tiempo que laboró al lado del doctor Sternberg, fue para él la puerta abierta que lo hizo adentrase en la problemática social de muchas enfermedades.

Ya graduado en el año 1891 obtiene por oposición una plaza de Médico Municipal: fue situado en diferentes barrios de la capital. En los años que ocupó dicha plaza, pudo observar las condiciones higiénicas de la ciudad y cómo el estado de pobreza de la población con sus secuelas de desnutrición y hacinamiento en zonas insalubres, eran condicionantes para la propagación de enfermedades transmisibles.

Contra esa realidad luchó y trató desde muy limitada posición sensibilizar a las autoridades sanitarias para mejorar las deterioradas condiciones del medio, agravadas en años sucesivos por las luchas independentistas y la no atención del gobierno colonial, lo que hizo que su amor por la Patria lo llevara a colaborar en favor de la independencia, desde su cargo de Inspector interino del "Marine Hospital Service" del puerto de La Habana, entre los años de 1895 a 1897.3

Este servicio fue creado por el gobierno norteamericano para atender a los marineros enfermos y vigilar el estado sanitario y brotes epidémicos en diferentes países estratégicos.

Desde ese puesto es que el doctor Martínez colabora con los revolucionarios ya que por su cargo tenía libre acceso a los barcos surtos en el puente habanero, condición que aprovechó para servir de correo a la Junta Revolucionaria de New York al facilitar la información necesaria por medio de cartas y documentos que entraban y salían del país. Por esta causa emigra de nuevo con su familia hacia Estados Unidos, hasta la salida definitiva de los españoles de Cuba.

Conocido su interés por los problemas de higiene, en 1901 el Gobierno Interventor lo designa para que se traslade a Washington a estudiar Medicina Sanitaria, lo que le sirvió en los años subsiguientes para ocupar honrosamente los cargos más importantes dentro de la dirección sanitaria del país.

En 1905, es nombrado vocal de la Junta Central de Beneficencia de Cuba. Durante muchos años sus conocimientos clínicos y epidemiológicos fueron de inestimable valor como miembro de la Comisión de Enfermedades Infecciosas: escribió numerosos trabajos sobre esas enfermedades en diversas publicaciones científicas como fue la Revista de Medicina Tropical creada por el gran sanitarista, gloria de Cuba, doctor Juan Guiteras Gener.

En el año 1921, el doctor Guiteras nombra a Emilio Martínez Director de Sanidad de la República de Cuba y desde ese cargo despliega una actividad incansable para tratar de mejorar las condiciones sanitarias del país. En ese año se producen brotes de viruela en diferentes zonas de la isla, principalmente en la parte oriental.

El recién nombrado Director de Sanidad organiza personalmente la campaña contra la epidemia en Victoria de las Tunas, Manzanillo, Camagüey y Viñales, esta última localidad situada en la provincia de Pinar del Río.

Otra epidemia amenaza a la Habana, esta vez es la peste bubónica y el doctor Martínez ordena medidas drásticas para combatirla, como lo fue la decisión de inundar varios comercios de La Habana Vieja, donde se habían detectado cientos de ratas; a pesar de las fuerzas críticas emitidas contra esa medida y la oposición de los comerciantes de la zona afectada, logra el objetivo perseguido, evita la propagación de la enfermedad.

En 1936 ocupa la posición más elevada dentro de la organización sanitaria cubana, el de Secretario de Sanidad y Beneficencia, cargo en el que logró resultados muy positivos a pesar de los pocos meses que lo desempeñó. Muchas fueran las acciones que llevó a cabo, pero destacamos la resolución que dictó al disponer que: el fondo contra epidemias, que se nutría de las multas por infracciones sanitarias, estuvieran bajo la supervisión de la Junta Nacional de Sanidad; dichos fondos adquirieron un volumen de reserva extraordinario, después de aplicada esta medida.

Al comenzar a crearse organismos autónomos dentro de la organización sanitaria, se opuso a esta medida y se mantuvo firme en su concepto de que todos los departamentos y organizaciones relacionadas con la salud pública debían mantenerse como una unidad bajo un solo mando.

Es por ello que al proponerse la creación del Consejo Nacional de Tuberculosis como organismo autónomo, no refrendó como Secretario de Sanidad y Beneficencia dicho decreto y en su lugar firmó el entonces secretario de gobernación. Por ese motivo hizo dejación de su cargo como máximo rector de la sanidad cubana.

Toda esta vida de trabajo y estudio recibió múltiples honores y reconocimientos de sociedades nacionales y extranjeras.3

En 1889, ingresa como miembro titular en la Sociedad de Estudios Clínicos de La Habana; socio fundador de la Sociedad de Medicina Tropical, 1908; Presidente del II Congreso Médico Nacional en 1911 y Presidente de Honor del III Congreso Médico Nacional, 1917; representó oficialmente a la sanidad cubana en el Congreso Internacional de OTL, celebrado en París en 1922; académico de número de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, 1923; condecorado con la orden Honor y Mérito de la Cruz Roja de Cuba y orden de la Legión de Honor de Francia, ambas en 1936; Presidente de la sección de cancerología en el VII Congreso Médico Panamericano celebrado en La Habana, 1937 y en 1946, condecorado con la Orden Finlay, la más alta distinción que otorgaba la sanidad cubana.

Hasta muy pocos días antes de su fallecimiento, 8 de diciembre de 1948, estuvo concurriendo a su querido "Instituto del Cáncer".4

En el año 1918 los graduados de ese curso le pidieron al profesor Emilio Martínez unas palabras de despedida para imprimir en su álbum de graduado. Dejó escrito el doctor Martínez:

"Mis alumnos me piden unas palabras de despedida y yo gustoso les daré una sola EFICIENCIA."

Creemos que ésta sola palabra engloba la grandeza de este sanitarista cubano.

Referencias bibliográficas

  1. Petit, AM. Centenario del nacimiento del Dr. Emilio Martínez y Martínez, 1864-1948. Cuad Hist Sal Púb 1965;(3):153.
  2. Ortega Verdes L. Oración "Juan Guiteras" 1960. El Dr. Emilio Martínez. Bol Liga Contra el Cáncer. 1960;30:33-44.
  3. Puentes Duany N. Dr. Emilio Martínez Martínez, su familia, su vida y su obra (1864-1948). Rev Méd Cubana 108-140. Separada en Archivos del Historiador del MINSAP.
  4. Martínez M. Necrología. Bol Sec San Benef 1949;52(1-6):31-4.

Recibido: 25 de febrero de 1997. Aprobado 10 de abril de 1998.

Dra. Elena López Serrano. Escuela Nacional de Salud Pública. Calle 146 entre 25 y 31, Cubanacán, Playa, Ciudad de La Habana, Cuba.

1 Investigadora Auxiliar. Facultad de Salud Pública.

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