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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.26 n.2 Ciudad de La Habana jul.-dic. 2000

 

INVESTIGACIÓN

Facultad de Salud Pública. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana

Un enfoque teórico-metodológico para el estudio de la violencia

Dr. Rafael Araújo González1 y Lic. Guillermo Díaz Llanes2

RESUMEN

Se propone una aproximación a la comprensión de la violencia y sus determinantes macrosociales, microsociales e individuales, a partir de un enfoque sistémico que toma el concepto de actividad como elemento metodológico fundamental, a la vez que establece su concreción en los niveles más generales como modo de vida y en el individual como estilo de vida.

Descriptores DeCS: ESTUDIOS EPIDEMIOLÓGICOS; PROBLEMAS SOCIALES; VIOLENCIA; ESTILO DE VIDA.

La violencia, a pesar de no constituir una enfermedad en el sentido tradicional de su comprensión, donde el elemento etiológico-biológico desempeña como regla un papel fundamental; en sentido social, constituye un problema de salud y un importante factor de riesgo psicosocial, dada la magnitud del daño, invalidez y muerte que provoca, con consecuencias múltiples y diversificadas en el nivel social, psicológico y biológico.

En la comprensión de los determinantes del proceso salud-enfermedad humano, múltiples interpretaciones han existido, desde la clásica que confiere mayor protagonismo a los procesos estrictamente biológicos, hasta las más modernas que consideran el importante papel que desempeñan los procesos psicológicos y sociales en la producción de la salud o la enfermedad. De este modo, el análisis de los determinantes de cualquier problema de salud objeto de estudio o análisis, debe ser presidido por un enfoque holístico integrador, donde la concepción de la actividad, constituye un elemento metodológico fundamental.

La naturaleza cambia de forma con la actividad humana, creándose una segunda naturaleza, la naturaleza humanizada en la cual está inmerso el propio hombre. De modo que a través de la actividad humana se transforma no solo la naturaleza que rodea al hombre, sino también el propio hombre en el proceso de su existencia. Pero la actividad, en su sentido más general es toda relación del hombre con el mundo, de modo que existe una "actividad biológica humana expresada como activismo dirigido de los sistemas vivos, surgido sobre la base de sus relaciones con el medio circundante con el fin de autoconservación", y una actividad psicológica y sociocultural que forman parte integrante del proceso general de actividad humana. De este modo, la actividad humana comprende procesos biológicos, psicológicos y socioculturales que se presentan a través de un conjunto de múltiples interacciones.

Visto así de modo todo abarcador, es en la actividad humana donde tiene lugar el proceso salud-enfermedad humano,1 y de esta interacción resulta todo problema de salud del hombre. En este sentido, la violencia constituye un problema de salud humano, que, además de ser un factor de riesgo de muchas enfermedades y problemas de salud, está determinado por múltiples interacciones sistémicas de carácter biológico, psicológico y social, que se entrelazan en una red de interacciones contenidas en la actividad humana.

La actividad humana como concepto abstracto que refleja toda relación del hombre con el mundo, encuentra su concreción en el modo de vida, que no es más que la actividad humana en distintas esferas de la sociedad, es decir, en la esfera productiva o laboral, educativa, recreativa, formativa, sexual, etc. Es a través de estas actividades que la actividad humana abstracta alcanza un determinado nivel de concreción que hace operacionalizable el concepto de actividad sustantivado bajo el concepto de modo de vida.

Por supuesto, que el modo de vida tiene manifestaciones peculiares en el nivel social o de toda la sociedad, y manifestaciones más particularizadas en el nivel de determinados grupos humanos ya sea la familia, el grupo de trabajo, el grupo de amigos, el grupo de recreación, entre otros. De manera que la actividad humana en diferentes esferas de acción se va concretando en niveles de manifestación de la actividad con características y peculiaridades propias en cada caso.

Las diferentes manifestaciones de la actividad humana en el nivel individual se conocen con el nombre de estilo de vida individual, que peculiariza sus características específicas en el nivel del individuo. La integración de todos estos elementos en el orden teórico nos permite construir una matriz estructural de razonamiento que contiene no sólo los diferentes componentes de la actividad humana en esferas, sino también los distintos niveles concretos en los que se manifiesta esta actividad con singulares características.

Toda esta estructura teórica, se convierte en un importante instrumento metodológico para el abordaje de cualquier proceso salud-enfermedad o problema de salud, de la cual no escapa, el análisis o estudio de la violencia como problema de salud.

En la comprensión de los determinantes del fenómeno violencia como problema de salud debe tenerse en cuenta que en él toman parte tanto procesos estrictamente biológicos, hasta procesos psicológicos y sociales que participan en su producción. Un estudio de la literatura acerca del tema muestra que la alimentación inadecuada, dietas basadas en azúcares e hidratos de carbono refinados, así como la ausencia de vitamina C o la intoxicación por plomo pueden provocar un aumento en la velocidad de destrucción neuronal y ello conducir a determinadas manifestaciones de violencia.2 Pero las variaciones biológicas que tienen lugar en el organismo no ocurren de manera espontánea en la gran mayoría de los casos, y en el caso específico de las conductas violentas, las condiciones que agreden o violentan la estructura biológica y psíquica de los individuos, tienen lugar solo a través de conductas fijadas por la estructura socioeconómica y sociocultural de la sociedad y de los grupos humanos, así como de las conductas personales de los individuos. De manera que la biología, y hasta la propia psiquis humana, está mediatizada por la actividad sociocultural del hombre que no tiene una expresión estrictamente personal o individual, sino que debe ser analizada en el contexto grupal y social en que se desenvuelven los distintos individuos.

Por otro lado, la conducta violenta tiene entre sus elementos de contenido, manifestaciones e implicaciones fundamentalmente psicológicas emocionales, que tampoco deben estudiarse al margen de los condicionantes grupales y sociales en que se desenvuelven. El espectador participa emocionalmente de la acción del héroe frente a la pantalla, mientras el electroencefalograma muestra que las ondas alfa siguen el ritmo del movimiento del acto.3 De modo que los procesos biológicos y psicológicos asociados al fenómeno violencia, se realizan solo y a través de la actividad sociocultural del hombre condicionada grupal y socialmente.

La prevalencia de alcoholismo, drogadicción, la baja autoestima, conducen a sus miembros a fungir como victimarios de violencia. Condiciones socioeconómicas y culturales en el nivel social, predeterminan valores y conductas grupales que luego alcanzan su expresión más concreta en el nivel individual, pero, en este sentido, de forma casi predeterminada. Así, la producción de violencia está determinada por condiciones individuales, grupales, sociales, históricas y culturales.2

La determinación estrictamente social de la violencia, está caracterizada entre otras cosas, por las peculiaridades del nivel de desarrollo de los países y las regiones. Así, en los países desarrollados la tendencia mayor de manifestaciones de violencia se encuentra en los crímenes contra la propiedad, mientras en los países en desarrollo, en la violencia contra las personas.3

En el nivel de la determinación social de la violencia, esta se presenta como una estrategia de lucha contra el dominio y mantenimiento del poder. En este sentido, su manifestación más fuerte aparece como la violencia de las clases en el poder basados en fuerzas organizadas por el Estado representada en la fuerza de los órganos legislativos y judiciales, que tienen su impacto de una u otra manera en los dominios general, particular e individual de la vida social.3

No obstante, las fuerzas del Estado no son ni con mucho, las únicas manifestaciones de violencia que se expresan en el nivel social. Las contradicciones que emanan del enfrentamiento de intereses entre grupos sociales y de poder, constituyen importantes fuentes generadoras de violencia. Tal es el caso de las pugnas, muchas veces cruentas, que existen entre grupos mafiosos, paramilitares, guerrilleros, y hasta grupos dentro del propio ejército, que por su carácter complejo y enmarañado son difíciles de desentrañar y entender.

Por otra parte, el hambre provoca frustración y aumenta la probabilidad de reacción violenta de las personas. Unido a ello, el analfabetismo y la subescolarización, características de las estructuras sociales subdesarrolladas, imposibilitan el acceso a recursos intelectuales y educativos que podrían servir de base a una adecuada adaptación al medio.

En un nivel más bajo de la estructura social, la convivencia en la familia como reproductora de cultura o de violencia (como muchas veces sucede), se transforma, de un medio de educación y formación para la vida en una escuela para aprender violencia como forma "eficaz" de solucionar conflictos.4 Así, en una estructura de formación de valores como la construcción social de género, están contenidas relaciones de poder-subordinación a que marcan la impronta de una estructura de conducción de las acciones para la actuación. La violencia matrimonial tiene sus raíces en 3 elementos fundamentales: la construcción social de género, la legitimación social del uso de la violencia y por último, en la doble moral trasmitida desde lo social. También en el nivel de la familia tiene lugar un tipo de violencia hacia el niño, de conformidad con viejas concepciones educativas que le permiten a los padres el derecho de ejercerla. En este nivel, las motivaciones personales pueden considerarse secundarias frente a la determinación colectiva a partir del papel que ejercen los valores y los patrones culturales preestablecidos.4

La génesis de estas dificultades generalmente puede situarse en circunstancias externas de carácter económico-social que hacen proliferar a las llamadas familias empobrecidas. Como regla, la pobreza conlleva a la transmisión de deficiencias educativas, pesimismo y resentimiento hacia el ambiente que resulta hostil o represor, provocando un nivel de frustración que aumenta la probabilidad de reacción violenta entre los miembros,4 que a su vez funciona como modelo para los hijos.

En otro lado de la estructura social, la escuela muchas veces se convierte en un espacio donde se exhiben continuamente conductas violentas, en ella continúa el aprendizaje de violencia iniciado en el seno familiar, y se convierte a su vez en un espacio reforzador de la discriminación social de que son objeto las familias empobrecidas, al etiquetar a los niños que de ellas provienen como malos estudiantes, y por ende hacerlos víctimas del olvido educativo.

Estas condiciones favorecen el desmembramiento familiar precoz y la filiación a grupos en los que prevalece un sistema de valores que privilegia el recurso de la fuerza como método por excelencia para el logro de objetivos inmediatos. Estos grupos se convierten en una importante red de apoyo a la violencia, principalmente causados por la motivación de la participación y la pertenencia espontánea dentro de ellos.

Situados en una perspectiva biológica, si bien las pruebas de heredabilidad de la violencia en el hombre son aun fragmentarias, la consistencia que transculturalmente muestra el predominio de los varones como perpetradores de violencia y los elevados niveles plasmáticos de testosterona que los diferencia de las mujeres, hacen suponer una relación entre la violencia y algunos determinantes hormonales. Por otra parte, la identificación de áreas corticales asociadas a la violencia resulta prometedora en cuanto al esclarecimiento de áreas asociadas a la violencia resulta prometedora en cuanto al esclarecimiento de la influencia cortical en la conducta agresiva.2

La concreción de la violencia en el nivel individual se materializa en el estilo de vida, que resulta la manifestación estable y empíricamente contrastable de la actividad en ese nivel.5 El estilo de vida va a ser la resultante de la interacción entre el modo de vida en los niveles macro y micro sociales y la biología, regulados por la personalidad del sujeto mediante la instancia superior de toma de decisiones, que organiza la compleja relación funcional entre sus diferentes instancias o subsistemas, entre los que se encuentran el de las necesidades y motivos individuales, el de imagen del mundo, las relaciones, las normas y los valores sociales y el de reflejo de sí mismo.

Desde la perspectiva de la regulación psíquica individual, la violencia va a participar en la determinación de la salud en 2 sentidos, por una parte, las emociones negativas que induce (temor, ira, ansiedad y depresión), intervienen en el mecanismo interno de producción de enfermedades de diversa índole, en sujetos con estilos neuróticos de adaptación, ya cronificados.5

Por otra parte, la validación social de la violencia como vía para el éxito, determina su impregnación en diversos subsistemas de la personalidad que al participar de forma relevante en la toma de decisiones del sujeto, dan como resultado un estilo de vida obstaculizador de la salud, en tanto expone al individuo y a los grupos al daño y la muerte.

La pobreza provoca un efecto negativo en la esfera motivacional del sujeto, principalmente a través de las deficiencias educativas, que lo privan de la información y las habilidades cognitivas que permiten complejas elaboraciones en las que pueden involucrarse altos valores sociales que, dado su carácter abstracto y su expresión funcional mediata, necesitan de un elevado dinamismo y una gran estabilidad motivacional, de manera que el individuo orienta su actividad hacia la búsqueda del placer que emana de la satisfacción de necesidades inmediatas como única alternativa. En tal sentido, las necesidades y motivos asociados a la supervivencia, para ser satisfechos encuentran en la conducta agresiva una vía idónea de expresión funcional inmediata.

La carencia de tal sistema de normas y valores restringe además el contenido de la imagen del mundo, subsistema de la personalidad comprometido con el "ensayo" en el plano interno de la toma de decisiones y sus posibles consecuencias, concediendo relevancia a las conductas que propician la satisfacción inmediata de sus necesidades, pese al daño social que puedan proferir.

Estas limitaciones en el contenido y la expresión funcional de la esfera motivacional, son en parte responsables de la presencia de una autoestima fundada básicamente en la autoeficacia para la consecución de los motivos antes mencionados, de manera que el éxito a expensas de la violencia, al elevar la autoestima, sirve como reforzamiento a dicha conducta; mientras que la frustración ante el fracaso, aun cuando disminuye la autoestima, puede también aumentar la probabilidad de reacción violenta.

De este modo, se van integrando los diferentes elementos determinantes de la conducta violenta en el nivel social, que, conteniendo en sí misma procesos biológicos y psicológicos, ellos no tienen lugar sino solo a través de la acción sociocultural del hombre, la cual tiene determinaciones macrosociales, grupales e individuales. Un enfoque integral de intervención hacia la conducta violenta, debe tener en cuenta, no solo los componentes biológicos, psicológicos y sociales, sino también las peculiaridades sociales, grupales e individuales de su determinación.


SUMMARY

The paper sets forth an approach to the understanding of violence and its macrosocial, microsocial and individual determinants on the basis of a systemic approach that takes the concept of activity as a fundamental methodological element and at the same time establishes the materialization of violence as a way of life at most general levels and as a life style on an individual basis.

Subject headings: EPIDEMIOLOGIC STUDIES; SOCIAL PROBLEMS, VIOLENCE, LIFE STYLE.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  1. Araújo González R. El problema de la determinación del proceso salud-enfermedad. Análisis crítico para su evaluación. Rev Ateneo OPS, 1994;2(2-3):14-25.
  2. Ver. La violencia . Rev Muy interesante, 1993; 12(6):18.
  3. Campaña; A. Hacia una cultura no hegemónica de la violencia. Madrid Edt. Díaz de Santos 1997:32-47.
  4. Bell, NW, Vogel, E: Toward a framework for functional analysis of family behavior, New York: The Free Press 1994:34-49.
  5. Pérez Lovelle, R. La psiquis en la determinación de la salud La Habana: Editorial Científico Técnica. 1989:57.


Recibido: 11 de noviembre de 1999. Aprobado: 1 de marzo del 2000.
Dr. Rafael Araújo González. Facultad de Salud Pública, Ave. 31 esq. 146, Playa 1600, Ciudad de La Habana, Cuba.
 
 

1 Doctor en Ciencias Filosóficas. Profesor Titular.
2 Máster en Psicología de la Salud. Profesor Asistente.
 
 

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