SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.28 número1El archivo de historias clínicas: Cuestión de espacioEvaluación de la calidad de la atención médica integral a trabajadores del municipio Santiago de Cuba índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.28 n.1 Ciudad de La Habana ene.-jun. 2002

 

Ministerio de Salud Pública

La globalización económica neoliberal y su incidencia en la salud

Carlos Pazos Beceiro1

“ Hoy es mayor la inseguridad y la pobreza. Se pretende imponer la globalización a nuestros pueblos como camisa de fuerza que nos impida la aplicación de políticas nacionales diferentes a las que dictamina el Norte. La privatización total y la apertura comercial a cualquier precio, se nos presentan como las únicas fórmulas posibles de éxito económico. La deuda externa del Tercer Mundo, que ya apenas se quiere mencionar, sin embargo crece, y junto al intercambio desigual constituye hoy el primer obstáculo para el desarrollo. Su monto actual es superior a la cifra alucinante de 1,5 billones de dólares. Crece el desempleo y el desarrollo social se sacrifica despiadadamente...”

Fidel Castro

Resumen

El presente artículo sintetiza el concepto de la Globalización Económica Neoliberal con sus nefastas consecuencias en las condiciones de vida y en las posibilidades de un desarrollo sostenible de la población mundial. Expone las teorías económicas que precedieron a la Globalización, especialmente el llamado pensamiento único, exponente extremo del neoliberalismo, sus principales características, instrumentos y estrategias, así como las organizaciones internacionales que la sostienen y la imponen. También expone los mecanismos de la llamada reforma estructural económica y continúa con el trágico panorama económico y social que confronta el mundo actual al mostrar datos estadísticos que lo corroboran. En el campo de la salud plantea indicadores y cifras impactantes que muestran las iniquidades que el imperante sistema económico mundial determina. Analiza la desestimación del precio ecológico con la pérdida de la biodiversidad que trae la aparición de nuevas enfermedades letales y el resurgimiento de otras medievales. Analiza también la privación de recursos vegetales nutricionales y medicamentosos. El artículo finaliza con recomendaciones para alcanzar los objetivos esenciales en materia de salud y para el desarrollo sostenible de la Humanidad.

DeCS: ECOSISTEMA; DESARROLLO SOSTENIBLE; ECONOMIA/tendencias; POLITICA DE SALUD; INDICADORES DE SALUD; CONDICIONES DE SALUD.

Antecedentes

Muchas han sido las señales precursoras de ese fenómeno contemporáneo denominado “globalización”, aunque coincidimos con muchos autores en conferirle a la llamada “caída del Muro de Berlín”, un especial símbolo dentro de este proceso universal que rige la médula de la vida económica, política y social de la humanidad, ya insertado en su Tercer Milenio.

Ese hecho de gran trascendencia, puso fin de forma virtual, al menos externamente, a la confrontación de dos bloques, Este y Oeste, los que durante cuatro décadas mantuvieron una tensa e implacable “guerra fría”, la que no obstante su atribuida algidez, situó al género humano al borde de su desaparición en varias ocasiones, por las posibilidades de que se produjera un holocausto nuclear.

A partir de ese momento, los países del antiguo campo socialista europeo iniciaron una rápida y sorprendente transición hacia una economía de mercado, que junto al resto del Orbe, y ante la ilusión de la creación de un nuevo mundo sin fronteras, se le invitó a participar de un modelo global, cuyos principios debían ser obligatoriamente los de aquella economía.

Por otra parte, el mundo ya se encontraba desposeído de un fuerza obrera homogénea e interrelacionada, la que se había difuminado por los avances tecnológicos, por los grandes movimientos laborales y por los paros obreros; a lo que se añadía la presencia de una nueva burguesía con características más dinámicas, que propiciaba la ampliación del sector de los servicios y de grandes grupos de intermediarios; así como el surgimiento de una clase media difícil de definir y de ubicar, con intereses e ideologías muy contradictorios.

Paralelamente a esta situación, los Estados, que habían jugado siempre un papel regulador entre el mercado y los intereses económicos nacionales, fueron perdiendo vigencia y haciéndose obsoletos, convirtiéndose progresivamente en simples administradores de los dictámenes del mercado. La dilución de las fronteras económicas fue fortaleciendo y multiplicando a los mercados, pues mientras hace apenas 20 años, solo el 50 % de la población mundial participaba en el comercio internacional, en 1999 lo hacía ya más del 90 % -sin dudas- ¡había nacido la globalización!1

Concepto

Se han dado muchas definiciones de globalización. Particularmente a nosotros nos complace por su sencillez, la que nos ofrece Joaquín Estefanía: “La Globalización es la principal característica del poscapitalismo. Se trata de un proceso por el que las economías nacionales se integran progresivamente en la economía internacional, de modo que su evolución dependerá cada vez más de los mercados internacionales y menos de las políticas económicas de los gobiernos. Ello ha traído mayores cotas de bienestar en muchos lugares, pero también una obligada cesión de poder de los ciudadanos, sin debate previo, sobre sus economías y sus capacidades de decisión, en beneficio de unas fuerzas indefinidas que atienden al genérico de mercados. La Globalización será pues, otro hito histórico, tras la caída del socialismo real, y la autoanulación de los paradigmas alternativos al capitalismo. Esta globalización, que enlazará dos milenios, es una realidad parcial, pues no llega a amplias zonas del planeta como, por ejemplo, el continente africano; alguien ha denominado también a este proceso: mundialización mutilada.”1

Creemos importante señalar que la mundialización del desarrollo científico-técnico de la humanidad es por otra parte, un hecho incontrovertible, inherente además a la esencia y a la capacidad constructiva del ser humano, pero jamás podrá justificar las imposiciones que la economía de mercado determina en el mundo actualmente, confundidas bajo la gran sombrilla que ese desarrollo, así como el de la informática y el de las comunicaciones, le han deparado al universo.

Los economistas más críticos de la Globalización, enfatizan sus consecuencias, fundamentalmente las de desmantelar el estado de bienestar, sacrificando una política racional en aras de una economía imprevisible, y creando una incompatibilidad absoluta entre la eficiencia y la justicia. Sin embargo, la respuesta que más responde al criterio de la verdad en estas discrepancias, la dan los hechos que confronta el ser humano bajo la Globalización, además de las aseveraciones de prominentes hombres del mundo económico y político desarrollado, acerca de los peligros y proyecciones futuras de aquella.

Sobre este último aspecto resulta muy evidente la opinión de Shimon Peres, Ex-Primer Ministro de Israel: “...Las instituciones públicas ya no pueden permitirse sufragar los servicios sociales. Parece que cualquier actividad que pueda producir dinero pasa a ser privatizada, y que lo que queda en manos del gobierno, la asistencia sanitaria o la educación, cuentan cada vez más. Por ello, la mayoría de los gobiernos tiene déficit, mientras que la mayor parte de las compañías obtiene beneficios. ¿Qué hay de la justicia social?...”2

Las doctrinas económicas

La Economía ha sido sustentada a través de la historia por diferentes doctrinas, tanto por verdaderos precedentes científicos e ideológicos como por corrientes y tendencias económicas que contribuyeron de manera decisiva a su desarrollo. La Globalización Económica Neoliberal no ha sido una excepción al respecto, por lo que creemos indispensable realizar un pequeño resumen de sus bases y antecedentes doctrinales históricos y de los períodos más trascendentes de su desarrollo contemporáneo.

El liberalismo, con la famosa obra de Adam Smith, “La riqueza de las naciones”, publicada en 1776, el mismo año de la independencia de Estados Unidos, abre la era de la “revolución industrial,” defendiendo en ella el orden natural de las cosas y su superioridad sobre el de los hombres, y separando el estudio de la Economía Política como una ciencia en sí, por lo que su autor fue sin dudas, el Padre de la Economía Clásica. Recomendó la libertad de comercio y el ejercicio de la competencia, aunque fue un acerbo crítico del monopolismo colonial. Sin embargo, no pudo prever los cambios de la “revolución industrial” ni de la naturaleza y el uso del dinero.

Tres fueron sus discípulos principales: el francés Jean Baptiste Say, creador de la famosa ley de la oferta y la demanda; el británico Robert Malthus, quien advirtió a la humanidad de los futuros peligros sobre el crecimiento de su población en progresión geométrica, mientras que los alimentos lo harían aritméticamente, vaticinio que le hizo ser uno de los científicos más mal interpretados por las generaciones que le sucedieron; y el también británico David Ricardo, el más prominente de los tres; el primer economista en presentar una teoría cuantitativa del dinero y de la distribución de la riqueza, quien no se limitó como sus predecesores a la reproducción exclusiva de aquella. Ricardo sostuvo además, que el valor de los productos estaba determinado por el total de trabajo necesario para su producción. Según Marx, Ricardo “...obliga a la ciencia a explicarse... es por lo que descubre y proclama el antagonismo económico de las clases – tal como lo revela el antagonismo interno – haciendo aflorar en la Economía las raíces de la lucha histórica y de la evolución...”, Es por ello que muchos admiten que si Adam Smith fue el fundador del liberalismo económico, David Ricardo fue el motor de la teoría de Karl Marx.

El marxismo constituyó sin lugar a dudas, la doctrina económica más integral, dotada no solo de una absoluta base científica, sino que abarcó una completa estructura filosófica, sociológica y política. En ella Marx analizó los fenómenos sociales a través de sus clases componentes y de las contradicciones entre ellas en el seno de los procesos de acumulación del capital; interpretó la historia como una sucesión de luchas de clases, analizada dialécticamente, que la llevaría finalmente a una sociedad sin clases sociales. Desde el punto de vista económico disintió de los economistas clásicos, en particular de Ricardo, acerca de la inevitabilidad de alcanzar el poder económico por otro medio que no fuese la propiedad privada de los medios de producción. Planteó la continua capacidad productiva del capitalismo, con su ilimitado lanzamiento de bienes hacia el mercado, que llega a extenuar y agotar la mano de obra, con la subsiguiente elevación de los salarios por un lado, y la disminución de las ganancias por otro; que se compensan solamente con un aumento inmediato del desempleo y con una caída de los salarios. Y también previó, la tendencia capitalista a la concentración monopolista de la propiedad.

El inexorable peso de los años mostró imprevisiones y errores en la aplicación práctica del marxismo, entre los que se señalan: su pronóstico de que los cambios revolucionarios de los sistemas socioeconómicos se producirían de forma prioritaria en los países más desarrollados económicamente, ya que ocurrió todo lo contrario. Además, el socialismo no se preparó para hacerle frente a la burguesía moderna, sino a los restos del feudalismo y de la aristocracia más ineficaces. Tampoco pudo Marx imaginar que la sociedad de tránsito que debía preceder a la sociedad final sin clases, sería permeada por un burocratismo infernal y por grandes rasgos de corrupción en muchos de los países en que aquella se instauró.

El keynesianismo se debió a uno de los más influyentes economistas ingleses del segundo cuarto del siglo XX: John Maynard Keynes, quien fue perfilando gradualmente su pensamiento económico, hasta llegar a su conocida obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”, que hizo su aparición en 1936, y en la cual a pesar de que su autor provenía de la escuela de Adam Smith y de sus sucesores, trató de explicar una doctrina intermedia entre el extremo capitalismo y el extremo comunismo, en la que intentó ofrecer una solución “equilibrada” entre ambos, como paliativo de los problemas económicos presentes en ese período; fundamentalmente del desempleo, y de su causa primordial: la insuficiencia de la demanda. Fundamentalmente, su teoría se basaba en que la reducción de los jornales en medio del desempleo podía ser una forma de estimular de nuevo la creación de empleos, mediante un efecto favorable en la exportación y en la demanda total.

Para ello propuso diversos tipos de medidas, algunas dirigidas a intensificar el consumo; otras a estimular la inversión privada, sobre todo con la ayuda de créditos bancarios y con la disminución de las tasas de interés y la realización de inversiones por parte del Estado, cuando las privadas resultaran insuficientes; por lo que evidenció que su doctrina nació para atenuar los excesos del liberalismo económico y sus principales consecuencias: el empobrecimiento por el desempleo, y la falta de protección de los trabajadores al llegar a una edad avanzada o al enfermarse. De forma paralela, pretendía, con estas medidas, la contención de las explosiones obreras y sociales en los períodos de paro, y propiciaba para lograrlo, la utilización de presupuestos para apoyar la demanda y los empleos.

Con la gradual subida de los precios en la década del 70, el keynesianismo no pudo ofrecer las soluciones adecuadas para subsanarla, fundamentalmente porque esta doctrina había sido creada para mitigar el paro y el desempleo, pero no para enfrentarse a la inflación.

El moneytarismo alcanzó su clímax durante los gobiernos de Ronald Reagan en Estados Unidos y de Margaret Thatcher en el Reino Unido, en la década del 80 del pasado siglo, período conocido en ambos países como “la revolución conservadora”. Esta teoría, liderada por Milton Friedman, planteó rígidamente como premisa que los precios estables y el control del suministro de dinero garantizaban la economía de cualquier país al utilizar como instrumentos de control a los intereses. Sin embargo, la realidad de esa década: estancamiento e inflación (estanflación), con una significativa disminución de la actividad económica mundial, negó las bondades proclamadas por esta tendencia económica, y en los propios Estados Unidos, un estudio realizado en 1992 por el Instituto de Política Económica, exponía sin tapujos las consecuencias del “reaganismo” en la población norteamericana después de una década de su gobierno:”...La mayoría de los americanos están trabajando muchas más horas por un salario más bajo y por una menor seguridad... y la gran mayoría está peor en muchos aspectos que en los años 70...”3

En relación con el período post-Thatcher, el director de una firma de inversiones de Estados Unidos, observaba en el propio año 1992, lo siguiente: “...Las perspectivas son tristes debido a la insuficiente inversión en la economía física del Reino Unido...”, haciéndose así eco de su contrapartida japonesa, quien había expresado a su vez: “...Pensamos que le tomará un gran tiempo a la economía del Reino Unido para recuperarse...”3

En las últimas décadas del siglo XX, el liberalismo más conservador aceptó que se hacía imprescindible para él, recuperar el panorama intelectual político-económico a escala mundial; el que por años había sido patrimonio casi exclusivo de la “izquierda”, causa en parte, del pragmatismo del capitalismo. El adalid de este nuevo conservadurismo fue el trotskista norteamericano Irving Kristol, quien resumió sus ideas fundamentales en su libro “Reflexiones de un neoconservador”.

El resultado de estos nuevos pensamientos fue el neoliberalismo, defendido con métodos escolásticos por liberales y conservadores, bajo una serie de slogans: “Disminuir al Estado es agrandar la civilización”; “El liberalismo conduce a la democracia”; “Siempre habrá desigualdades, pues forman parte de la naturaleza humana”; “Privaticémoslo todo”; y muchos otros.

Los núcleos de la génesis intelectual de esta nueva doctrina fueron los llamados “Think Tanks” (tanques de pensamiento), virtuales grupos de estudio de esta ideología, entre los que sobresalieron: el Hoover Institute of War, Revolution and Peace de la Universidad de Stanford, el Manhattan Institute for Policy Research, fundado en 1978 por William Casey, quien fuera después Director de la CIA, entre muchos más en Estados Unidos. En Europa existía desde 1947 la Sociedad Mont Pelerin de Suiza, fundada por Friederich von Hayek, considerado el “Padre del Liberalismo Económico”, y recipiente del Premio Nobel de Economía; y en el Reino Unido se destacó el Institute of Economic Affairs, presidido por Arthur Seldon.

Una vez finalizada la llamada “guerra fría” al desaparecer el campo socialista europeo, y con la consolidación de un mundo unipolar, la hegemonía del neoliberalismo hizo que se continuara desarrollando esta ideología hasta niveles insospechados, inmerso el mundo en una economía globalizada y sustentada por un pensamiento único, “absoluto, irrefutable e incuestionable”, al decir de Estefanía, “...El pensamiento único trata de construir una ideología cerrada; no remite exclusivamente a la economía, sino a la representación global de una realidad que afirma, en sustancia, que el mercado es el que gobierna y el Gobierno quien administra lo que dicta el mercado...”4

El pensamiento único se ampara en algunos éxitos parciales como el control de la inflación, pero por otra parte, ha multiplicado las desigualdades en el planeta y ha yugulado otras alternativas de solución, al aducir múltiples argumentos, entre ellos, el de no estar sustentadas sobre auténticas bases científicas. Pero sobre todo, al obviar absolutamente la participación social y el sentido fundamental de comunidad, imprescindibles para el verdadero desarrollo económico, pierde el trascendente sentido político y ciudadano para lograrlo, y lo reduce a una estrecha y sectaria visión técnica que se materializa en la nefasta situación socio-económica que confronta la mayoría de la humanidad en la actualidad.

Efectos contradictorios de la globalización

La llamada globalización o mundialización económica neoliberal, se ha desarrollado en el contexto de una verdadera revolución científica mundial de la tecnología de las comunicaciones y de la computación, que a su vez ha transformado radicalmente los medios de divulgación de la información, con trascendentes consecuencias para la economía y para el gobierno globales. Al mismo tiempo, el rápido intercambio de elementos culturales y de estilos de vida y de sistemas entre los diferentes países, ha aportado a estos múltiples posibilidades de estímulo, y también de desestabilización. Entre estas últimas podríamos citar, la absorción del “consumismo” por sociedades con un ínfimo desarrollo económico.

En relación con la propia información, existen grandes desbalances relativos a su acceso y a los medios de distribución de su tecnología básica. Así, por ejemplo, unos dos mil millones de personas carecen todavía de acceso a la energía eléctrica; y en los inicios de la década del 90 del pasado siglo, Bangladesh, China, Egipto, India, Indonesia y Nigeria, juntos, poseían menos conexiones telefónicas que Canadá, que cuenta solo con 27 millones de personas.5

No obstante, las fronteras económicas se han hecho más porosas, y aunque los Estados mantuvieran su soberanía, la fuerza arrolladora de la economía de mercado ha ido minando el poder de los gobiernos, en particular sobre el movimiento del dinero y de la propia información, por lo que se ha debilitado gradualmente la autoridad estatal y su capacidad de incidencia en los asuntos económicos internos de sus respectivos países.

Por otra parte, el consumo en el nivel internacional llegó hasta lugares remotos, pero acompañado de forma inevitable de un consumismo irracional. Además, el flujo de capitales hacia países emergentes de Asia, América y Oceanía, se produjo como supuestos factores de crecimiento económico y como paliativos de la deuda externa, casi siempre bajo condiciones muy onerosas, pero la triste realidad fue muy diferente, pues es una falsa apreciación identificar al crecimiento económico con un desarrollo sostenible, y la deuda externa permanece y permanecerá impagable, como lo ratifican los datos aportados por el Banco Mundial acerca de las 41 naciones más pobres del mundo, las que en 1996 tenían una deuda en su conjunto de 205 mil millones de dólares; de 210 mil millones en 1999, y cerraron el año 2001 con más de 215 mil millones, según datos aportados durante la celebración en La Habana en ese año, del III Encuentro Internacional de Economistas sobre Globalización y Problemas del Desarrollo.

Otra falacia es el considerar a la globalización como un elemento absoluto y equitativo de los intercambios económicos y del flujo financiero; existen sobradas pruebas de ello, como es el caso del continente africano, en donde los inversionistas no están interesados, y este coloso territorial se hace noticia diariamente por sus guerras, por sus hambrunas, por sus sequías o por sus espantosas migraciones, pero nunca por una esperanza objetiva para su real desarrollo.

La globalización masiva de capitales y su feroz incidencia en los paros obreros, en el debilitamiento progresivo de los Estados y en la relación general del valor-trabajo, va horadando paulatinamente la cohesión social en todas las latitudes. Incluso en Estados Unidos existen muestras evidentes de estas realidades, incluyendo su repercusión en el salario de sus obreros, como muestra el ejemplo dado por Lester Thurow, director de la Sloan School of Business Management del Massachusetts Institute of Technology, quien aseguró que el 80 % de la fuerza de trabajo en ese país, ha visto declinar sus salarios en la década del 90, mientras que el PIB se elevó en un tercio, y comentaba Thurow al respecto: “...Probablemente ningún país ha tenido nunca movimientos tan grandes en la distribución de salarios sin haber pasado por una revolución o sin haber perdido una guerra...”6

Crecimiento económico versus desarrollo sostenible

La contradicción fundamental entre crecimiento económico y desarrollo sostenible parte de las dimensiones físicas de la economía y del ecosistema donde se desarrolla. La primera es un subsistema abierto del ecosistema terrestre, que es sin dudas finito, cerrado y que no crece. Por otra parte, hablar de crecimiento es referirse a una categoría cuantitativa, mientras que hacerlo de desarrollo implica una categoría cualitativa. El ecosistema terrestre se desarrolla pero no crece; en tanto el subsistema económico puede detener su crecimiento aunque continúe desarrollándose. Es por ello que desarrollo sostenible es aceptable desde el punto de vista económico, siempre que se trate de desarrollo sin crecimiento.

Resulta evidente en el mundo actual la presencia y el incremento constantes de los desperdicios humanos que degradan letalmente el ambiente: tóxicos químicos, compuestos de metales pesados, residuos nucleares y el ilimitado uso de la energía fósil, los que evidencian los límites del crecimiento global; los más trascendentes son los siguientes:

  • La apropiación de la biomasa humana, como calculó Vitousek en 1986, por lo que la economía del hombre –directa o indirectamente– utiliza en la actualidad el 40 % del producto neto primario de la fotosíntesis; y que a causa de la duplicación de la población mundial en los próximos 40 años, utilizará el 80 % de aquella, y poco tiempo después, el 100 %.7
  • Los cambios climáticos, por la acumulación atmosférica del dióxido de carbono y fundamentalmente causados por la economía humana basada en el consumo de combustibles fósiles, así como por la presencia de otros contaminantes (cloro-fluorcarbono, metano, óxido nitroso), que exceden la capacidad absortiva de la biosfera, produjeron en 1990 un aumento de la temperatura ambiental de 1,25 grados Farenheit en comparación con un siglo atrás.

Contribuye también a estos cambios la otra gran fuente de emisión de carbono –la deforestación– pues con el crecimiento económico sin límites en busca de más tierras, se disminuyen las zonas boscosas en proporciones alarmantes. Así, todos los años se deforesta en el mundo un área equivalente a la superficie del Reino Unido. A este ritmo ya se había removido en el año 2000, el 65 % de las zonas forestales pertenecientes a las áreas tropicales húmedas.8

  • La ruptura de la capa de ozono, por la emisión de cerca de un millón de toneladas de clorofluocarbono anualmente, ha alcanzado un área cercana a la extensión de América del Norte. Entre las nefastas consecuencias de este fenómeno se encuentran: la intensificación de los casos de cáncer de la piel por la acción de la radiación ultravioleta B y sobre todo, la incidencia de trastornos irreversibles en el balance normal de la vegetación del Orbe.
  • La degradación de la tierra, fundamentalmente de su productividad, a causa de la erosión de los suelos, de la salinización, de la desertificación, y de otros daños ambientales producidos por el hombre, han hecho que se perdieran en los últimos 30 años, 480 mil millones de toneladas de humus vegetal, esencial para la producción de alimentos.8
  • La pérdida de la biodiversidad, a causa del carácter irracional de las actividades económicas desarrolladas por los seres humanos, lo que ha ocasionado el arrasamiento de más de 168 000 kilómetros cuadrados de bosques tropicales por año.8

Resulta evidente que si somos incapaces de mantener bajo control todas las especies que necesitamos en nuestro ecosistema para sobrevivir, mucho menos podremos lograr la preservación de la biodiversidad sin detener previamente el crecimiento económico anárquico que realiza el ser humano en todos los lugares ocupados en la actualidad por otras especies.

Por todo lo anteriormente expuesto, nos parece increíble seguir escuchando hablar de crecimiento sostenible, cuando la economía mundial da signos inequívocos de inestabilidad, y a veces hasta de un colapso inminente, inmersa en un ecosistema finito y no creciente.

El carácter intrínseco de la globalización

Ya hemos hablado de las bases ideológicas que sustentan la globalización neoliberal y a su última versión: el pensamiento único. Como toda concepción doctrinal, se apoyan en una determinada base tecnológica, presidida en este caso por el carácter inmaterial de la producción, el que facilita a su vez, una absoluta indiferencia frente a su costo ecológico. Esta base reside también en el gran desarrollo informativo de los medios de producción, en la rápida y eficaz transferencia de conocimientos y de gestión de los flujos financieros, así como en la estandarización de los mercados.

Ahora bien, la globalización requiere de buenos instrumentos para materializarse, representados principalmente por una tríada: la iniciativa privada, las instituciones bancarias y financieras internacionales y los Estados.

En medio de la II Guerra Mundial en 1944, se produjo la famosa Conferencia Monetaria y Financiera de Naciones Unidas en Bretton Woods, donde surgieron las instituciones financieras internacionales que serían las encargadas posteriormente de aplicar bajo la llamada “estabilización macro-económica” del mundo, las reformas estructurales necesarias para entronizar y consolidar la globalización neoliberal. Las principales fueron: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). En 1947 se celebró en Ginebra una reunión donde participaron 23 países capitalistas para la creación del Acuerdo General Sobre Comercio y Tarifas (GATT), ratificado en 1948, con el objetivo de “reducir las barreras mundiales para el comercio”; y en 1995 se creó la Organización Mundial de Comercio.

La ratificación de los acuerdos del GATT viola los derechos fundamentales de la gente en las áreas de las inversiones extranjeras, en cuanto a la biodiversidad y a los derechos de la propiedad intelectual. Por su parte, la Organización Mundial de Comercio regula el comercio mundial en beneficio de los bancos internacionales y de las corporaciones transnacionales, y “supervisa” la observancia de las políticas nacionales del comercio.

Existe una división de tareas entre el FMI y el BM en cuanto a la llamada reforma estructural económica, la que es apoyada fundamentalmente por este último, cuyas medidas principales son las siguientes: liberalización del comercio; desregulación del sector bancario; privatización de las empresas estatales y de la tierra cultivable; reforma de impuestos; enmarcadas en dos slogans: “alivio de la pobreza” y “buen gobierno”.

El ajuste estructural de la globalización inclusive conduce a una forma de “genocidio económico”, manipulado consciente y deliberadamente por las fuerzas del mercado, cuyos programas afectan de forma directa a más de 4 mil millones de personas. Por otra parte, existe una “simbiótica” relación entre la reforma macroeconómica y la administración de la deuda externa. Según Chossudovsky, “...El repagar la cantidad principal de la misma se defiere, mientras que se fuerza el repago de sus intereses, por lo que la deuda es trocada y un nuevo dinero es prestado a naciones en punto de bancarrota para permitirles pagar sus intereses vencidos de viejas deudas en prevención de incumplimientos...Los acreedores aceptan reprogramar solamente si las naciones deudoras mantienen las condicionales de la política adjunta a los acuerdos del préstamo...”10

Globalización: Panorama del mundo actual

Si admitimos como resultado acumulado de la experiencia histórica que el criterio más objetivo de la verdad es la praxis, no existe entonces mejor exponente de las consecuencias de la globalización que la situación socioeconómica imperante en la humanidad hoy día.

Ya insertados en el Tercer Milenio, con una economía mundial de billones de dólares, vergonzosamente una cuarta parte de la población del orbe padece de una severa pobreza, lo cual indica el más rotundo fracaso de la política económica neoliberal que de forma global impone sus designios a la humanidad.

Pero no se trata solo de la pobreza en sí, sino de las onerosas desigualdades presentes en el mundo de hoy, en el que el 20 % de los habitantes del planeta están prácticamente excluidos de la gran explosión del consumo, y donde también una quinta parte de los habitantes de los países de mayor ingreso, hacen el 86 % del total de los gastos en el consumo privado, y la quinta parte más pobre, solo un insignificante 1,3 %; lo que expresado de otra forma, la quinta parte más rica de la población mundial, consume el 45 % de toda la carne, y la quinta parte más pobre solo el 5 %; el primer grupo consume el 58 % del total de la energía, y posee el 74 % de todas las líneas telefónicas, mientras que el segundo grupo, lo hace en menos del 4 % y en solo 1,5 % respectivamente.11

Las privaciones de la población mundial son realmente inaceptables: así, de los 4 600 millones de habitantes de los países en desarrollo, más de 850 millones son analfabetos; casi 1 000 millones carecen de acceso a las fuentes de agua mejorada, y 2 400 millones no tienen acceso a los servicios sanitarios básicos. Más de 30 000 niños mueren a diario por causas evitables, y cerca de 1 200 millones de personas viven con menos de 1 dólar al día. Pero este triste panorama ya no es exclusivo del Tercer Mundo; en los países miembros de la Organización para la Cooperación en Desarrollo Económico, más de 130 millones de personas padecen de pobreza de ingreso; 34 millones se encuentran desempleados y la tasa media de analfabetismo funcional de adultos alcanza el 15 %.12

Los apologistas de la globalización magnifican la integración que esta hace de los mercados de consumo a escala mundial, “abriendo nuevas oportunidades para todos”, pero omiten las tremendas desigualdades que dicho fenómeno está creando a los consumidores, por las cuales la mayoría de ellos quedan excluidos por la carencia de ingresos, por lo que se les crean además nuevos problemas en la protección de sus derechos, entre los que se encuentran la exaltación y el estímulo que se hace a través de los medios de propaganda para que la mayoría adopte modelos en el nivel de consumo acordes con los estilos de vida de los ricos y famosos.

Otra desigualdad muy evidente es la que se produce entre el ingreso y la riqueza. En el año 1960, el 20 % de la población mundial que vivía en los países más ricos, poseía 30 veces el ingreso del 20 % más pobre; y 35 años más tarde, el primer grupo tenía ya 82 veces el ingreso del segundo.13

En el Informe Sobre Desarrollo Humano del 2001, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), publicó los resultados del estudio realizado por Milanovic, en el que compara a las personas más ricas y más pobres del mundo, lo que evidencia los grandes desniveles existentes globalmente entre ambos grupos poblacionales. Entre las principales desigualdades señaladas se encuentran las siguientes:14

  • En 1993 el 10 % más pobre del mundo tenía solo el 1,6 % del ingreso del 10 % más rico.
  • El 1 % más rico de la población mundial recibió tanto ingreso como el 57 % más pobre.
  • El 10 % más rico de la población de Estados Unidos (unos 25 millones de personas) tuvo un ingreso combinado superior al del 43 % más pobre de la población mundial (unos 2,000 millones de personas).
  • Alrededor del 25 % de la población del mundo recibió el 75 % del ingreso mundial (USD).

Estas desigualdades alcanzan niveles increíbles cuando se analiza la concentración de la riqueza de los llamados “ultrarricos”. Así, se ha determinado que las 225 personas más ricas del mundo poseen una riqueza combinada superior a un billón de dólares, equivalente al ingreso anual de los 2 500 millones de personas más pobres del planeta; y aún más, las tres personas más ricas del orbe reciben activos superiores al PIB combinado de las poblaciones de los 48 países menos desarrollados del mundo. Pero lo más impactante en relación con la riqueza de esas 225 personas, resulta el conocer que con solo el 4 % de ella se podría lograr y mantener acceso universal a la enseñanza básica para todos; atención básica de salud para todos; agua limpia y saneamiento para todos; atención de salud reproductiva para todas las mujeres; y alimentación suficiente para todos.13

Otro factor, el aumento del consumo incontrolable, que se traduce inevitablemente en degradación ambiental mediante el ciclo: superproducción-consumo-eliminación de desechos, contribuye a que el mundo presente cada vez más, una escasez progresiva de recursos renovables para sostener el ambiente y al género humano. El indetenible afán de un rápido “crecimiento económico”, con la desestimación del costo ecológico por parte del proceso globalizador económico neoliberal, lleva indefectiblemente a una crisis de dichos recursos, imputable en lo fundamental a la deforestación, a la degradación de los suelos y a la desertificación.

En la última década se han talado 154 millones de hectáreas de bosques tropicales, tres veces la superficie de Francia, con un ritmo anual de un área equivalente a la de Uruguay. Y en los últimos 54 años se ha degradado más de la sexta parte de la tierra productiva del mundo, el 80 % de ella perteneciente al Tercer Mundo. Por otra parte, como resultado del bombeo excesivo de las aguas subterráneas y del agotamiento de las acuíferas, se redujo la disponibilidad total del agua en el 43 % entre 1950 y 1995.13

La criminal capacidad destructiva del ser humano ha llegado a amenazar alrededor del 12 % de las especies de mamíferos; el 11 % de las especies de pájaros; y el 4 % de las especies de peces y reptiles. Ha hecho desaparecer además, entre el 5 y el 10 % de los arrecifes coralíferos, y el 50 % de los manglares del mundo; admitiéndose que el 34 % de las costas del orbe corren peligro de degradarse completamente.13

Cuando tomamos conciencia real de la situación que confronta la humanidad hoy día, y se intenta que aceptemos como ideal a la base económica neoliberal que la determina, recordamos la sentencia de David Korten: “La perversidad moral del liberalismo económico se hace quizás más evidente, cuando lo considera un éxito económico, en un mundo en el cual más de mil millones de personas viven en una absoluta privación, van a la cama cada noche hambrientos, y sin un mínimo adecuado de ropa y de albergue”.15

Pero además, las privaciones trascienden el plano material y llegan al de la cultura; cuando tres mil de los seis mil idiomas reconocidos en el mundo están en peligro de desaparecer, y con ellos todo su patrimonio civilizador. Aquellas llegan también a lesionar las libertades políticas y civiles, como ocurre con los millones de refugiados existentes en la actualidad; así como a coactar la libertad del tiempo creador del ser humano, particularmente la de la mujer rural en el Tercer Mundo, la que tiene que emplear de 6 a 8 horas diarias solo en la búsqueda de leña y de agua.13

La globalización y la salud

La salud es sin dudas el elemento más apreciado por los pueblos, y de forma paradójica el más carencial para la mayoría de la humanidad; deficiencia íntimamente asociada al incremento de la pobreza, y por carácter transitivo a las consecuencias del sistema económico neoliberal que impera en el mundo.

La historia de la Conquista en nuestra América es un triste precedente de lo que ocurre en materia de salud en la actualidad. En aquella época existían más de dos mil pueblos en la región amazónica solamente, con una población superior a los siete millones de habitantes, la que se ha reducido hoy día a solo dos millones al ser diezmada por las enfermedades traídas por los conquistadores, como el sarampión, la viruela y la influenza, entre otras, además por la brutalidad de la explotación socioeconómica a la que fue sometida.

¿Y cuál es el panorama de la salud que presenta el mundo unipolar en que vivimos, ya iniciado el Tercer Milenio?

Las principales estrategias de la globalización: privatización indiscriminada, agricultura exportable, rápido crecimiento económico, desregulación y la gradual disminución de la vigencia de los estados en los asuntos económicos de las naciones, han incidido negativamente en todos los factores determinantes en las condiciones de salud: presupuestos, programas de desarrollo, nutrición, situación sanitaria, y en muchos otros; que se evidencian en los indicadores de salud más importantes, además de la angustiosa situación general de pobreza en las que aquellas están enmarcadas.

Al exponer de forma comparativa algunos de los principales indicadores de la salud entre los países llamados “en desarrollo” y los industrializados, se ponen en evidencia las grandes desigualdades que ocasiona el injusto orden económico impuesto por la globalización.

Uno de los indicadores más importantes de la salud es la tasa de mortalidad infantil, la que está asociada a diferentes factores como la salud materna, el acceso a los servicios de salud y su calidad, las condiciones socioeconómicas, el status de pobreza, y el estado de las acciones y de las prácticas de salud pública. Así, en 1995, esta tasa era de 67 por mil nacidos vivos en los países en desarrollo, y de 109 en los clasificados como los más pobres, frente a una tasa de solo 7 en los países más desarrollados. Mucha relación guarda con estas diferencias el producto interno bruto (PIB) –per cápita, en USD– de los tres grupos de países antes mencionados, con cifras de 1023, 233 y 24 300 respectivamente; así como la esperanza de vida al nacer (EVN), con 62, 52 y 77 años para cada uno de ellos.16

Son muchos los indicadores que muestran las deficiencias nutricionales, entre los que se hallan: los nacimientos de bajo peso (NBP), con el 19 % para los países en desarrollo; 23 % para los menos desarrollados; y con solo el 6 % para los países industrializados. En cuanto a los niños con grave insuficiencia de peso (NGIP), los porcentajes son 10, 14 y 0, respectivamente; mientras que los de emaciación moderada-grave (EMG), son de 9, 10 y 0. Los niños con cortedad de talla moderada-grave (NCTMG), presentan diferencias tan acentuadas como 39 %, 50 % y 0, respectivamente.16

Los indicadores generales de la población relacionados íntimamente con su salud, ofrecen también grandes diferencias entre los tres grupos. Así, mientras los países industrializados poseen el 100 % de acceso al agua potable, los países en desarrollo alcanzan solo el 71 %, y los menos desarrollados el 55 %. El índice referencial para el acceso a un saneamiento adecuado, es del 100 % en los países industrializados, y del 40 y 35 % en los dos grupos restantes. En cuanto al acceso de la población a los servicios de salud en general, los tres grupos de referencia presentan porcentajes de 100, 80 y 48, respectivamente.16

En relación con la mujer, existen indicadores que muestran desigualdades en materia de salud, como son las siguientes: la tasa de mortalidad materna (TMM), por 100 mil nacidos vivos, con diferencias abismales entre los países industrializados con 13, y cifras de 477 y 1 052 para los países en desarrollo y para los menos desarrollados; o el porcentaje de partos atendidos por personal especializado, que es de 99 en los países industrializados, de 53 en los países en desarrollo y de solo 29 en los menos desarrollados.16

En el mencionado Informe Anual del PNUD correspondiente al 2001, se explica el procedimiento para la obtención del índice de desarrollo humano (IDH), basado en tres indicadores esenciales de las diferentes naciones: expectativa de vida, nivel educacional e ingreso per cápita, cuyos resultados se exponen de acuerdo con un orden numérico de 162 países clasificados por su grado de desarrollo, de mayor a menor, y agrupados en tres categorías: de alto desarrollo (no. 1 al 48); de desarrollo medio (no. 49 al 126); y de bajo desarrollo (no. 127 al 162).

De esta lista de países ordenados por su IDH analizaremos comparativamente cuatro de ellos: Noruega, con el no. 1 en la relación; Perú, con el no. 73; Haití, con el no.134; y Burkina Faso con el no. 159; y los indicadores de salud siguientes: Porcentaje de la población con acceso a medicamentos esenciales; número de médicos por 100 mil habitantes; y gastos en salud per cápita en USD.14

En relación al primer indicador, se evidencia la desigualdad existente entre el no. 1 del IDH, Noruega, un país europeo muy desarrollado, con el 100 % de su población con acceso a medicamentos, y los números 73 y 159 del mencionado índice, Perú, nación latinoamericana y Burkina Faso del continente africano, respectivamente, pertenecientes ambas al llamado mundo en desarrollo, en las que solo el 60 % de sus poblaciones tienen esa posibilidad, mientras que para Haití, país caribeño de reconocida extrema pobreza, con el no. 134 en la lista del IDH, dicho acceso solo alcanza el 30 %.

En cuanto a la cantidad de médicos por 100 mil habitantes de esas mismas naciones, la desigualdad entre ellas es aún mucho mayor: la de Noruega es 4,3 veces la de Perú; 51,6 veces la de Haití y 137,6 veces la de Burkina Faso. Y en relación al per cápita en gastos de salud, las diferencias entre esos mismos países en comparación con la misma Noruega, son de 8,8; 40,4 y 68,5 veces respectivamente.

Acceso y recursos de salud de cuatro países según su IDH

No.IDH País
Población con acceso a medicamentos esenciales (%) 1999
Médicos por 100 mil hab.1990-99
Gastos en salud per cápita (USD) 1998
1 Noruega
100
413
2 467
73 Perú
60
93
278
134 Haití
30
8
61
159 Burkina Faso
60
3
36
IDH: Índice de desarrollo humano Fuente: Tabla 6 – Compromiso con la salud: acceso, servicios y recursos.Informe del PNUD – Año 2001

 

Un aspecto impactante relativo a la injusta distribución de la riqueza en el planeta y a su incidencia en la salud, es la falta de interés en el desarrollo socioeconómico de determinadas áreas y comunidades, unida a la discriminación de las sociedades indígenas, muy comunes en nuestra América Latina, como es la relación entre altas tasas de fecundidad y de mortalidad infantil, como las encontradas en Perú durante el censo de 1993 entre los Campa-Ashaninkas, con una fecundidad de 8,1 hijos por mujer y una tasa de mortalidad infantil de 99 por mil nacidos vivos; o la mortalidad materna en la población indígena de Guatemala en 1994, que fue 83 % más elevada que la tasa nacional; o el suicidio, que se convirtió en un problema de salud para los pueblos guaranikiowa de Mato Grosso do Sul y Tikuna del Alto Solimoes de la Amazonia brasileña. Resulta igualmente trágico lo informado por Bolivia en 1993: que el 20 % de sus niños indígenas mueren antes de cumplir un año de edad, y el 14 % de los que sobreviven, mueren antes de alcanzar la edad escolar.17

No existen dudas acerca de que el empeoramiento de la salud a escala mundial guarda una estrecha relación con el empobrecimiento de la humanidad en los últimos años, cuyo incremento fue del 35 % en 1980.17 Las condiciones generales impuestas a la población mundial para enfrentar esta situación, las que generaron un gran estrés, violencia e incertidumbre, hizo que en 1990, cinco de las diez primeras causas de discapacidad en el mundo fueran psiquiátricas; la depresión mental fue la más frecuente.17

Otro hecho evidente de la coincidencia de las consecuencias de la pobreza con otros factores incidentes en detrimento de la salud, ha sido la coexistencia en un mismo organismo del VIH y del bacilo de la tuberculosis. Dos de cada mil personas con la primoinfección tuberculosa desarrollan el SIDA; mientras que hasta el 80 % de los infectados por el VIH pueden contraer tuberculosis,17 enfermedad históricamente relacionada con factores deficitarios de alimentación, de condiciones de vida y de atención médico-sanitaria.

Mencionábamos anteriormente que una de las características más sobresalientes de la globalización era sin dudas, su indiferencia respecto al costo ecológico, como resultado de su actividad económica incontrolable; y como una de sus consecuencias directas, por su incidencia en la degradación del ambiente y de una industrialización mal planificada, ha hecho reaparecer enfermedades medievales como el cólera, que desde el comienzo de la epidemia en Perú en 1991 hasta 1996, se diseminó por 21 países, con un saldo nefasto de más de un millón de casos y cerca de 12 mil muertes, datos que responden exclusivamente a reportes oficiales,17 por lo que se estima que estos sean solo una fracción de la triste realidad.

Se supone que el mecanismo que desencadenó la epidemia comenzó cuando un carguero proveniente de China vertió lastre con agua contaminada en las costas peruanas, donde el vibrión colérico floreció en un medio de algas enriquecido con fósforo y nitrógeno procedente de fertilizantes, y de aguas de albañales. Ulteriormente, esas algas fueron filtradas e ingeridas por peces, moluscos y crustáceos, los que fueron finalmente consumidos por la población.

Durante años la teoría más aceptada en cuanto al cambio de las acciones patogénicas de los virus y bacterias, ha sido la de su capacidad de mutación; sin embargo, cada día se reconoce más, la incidencia de la actividad humana social, económica y ambiental, en los cambios de los elementos patógenos que propician sus acciones oportunistas en el desarrollo de diferentes procesos patológicos, como ha ocurrido con la enfermedad de Ebola-Marburg, con la fiebre del valle de Rift, con el síndrome respiratorio por hantavirus, con la fiebre oxopouche, y en los casos de la fiebre amarilla, entre otros.

Por otra parte, el incremento o el resurgimiento en los países del Tercer Mundo de muchas enfermedades transmisibles como el cólera, la fiebre amarilla y la malaria, están directamente relacionados con factores deficitarios en los presupuestos para la salud de esas naciones. Así, en América Latina ha empeorado la prevalencia de la malaria y del dengue. La aparición de plagas de peste bubónica y neumónica en la India en 1994, fue reconocida como “...La consecuencia directa del empeoramiento de la infraestructura de salud pública y de sanidad, que acompañó la compresión de los presupuestos municipales y nacional, bajo el programa de ajuste estructural apadrinado por el FMI y por el BM en 1991...”10

Pero uno de los factores más importantes en el incremento de muchas enfermedades transmisibles, entre las que se incluyen las mencionadas con anterioridad, es la pérdida sistemática de la biodiversidad, producida precisamente por la demencial degradación ambiental que determinan las actividades desarrolladas por el hombre en su afán de lograr un desarrollo económico ilimitado y sin control alguno.

Esta actividad destructiva hace disminuir de forma constante la presencia de predadores naturales para el control de los vectores de distintas enfermedades, así como las especies vivas tropicales que se utilizan como quimioterápicos, de las cuales se pierden miles anualmente; trágica realidad, pues además, 10 mil de ellas como mínimo, poseen propiedades anticancerígenas, y uno de cada cuatro medicamentos que el hombre consume procede del reino vegetal, mientras que, inconcebible paradoja, según la FAO, se talan diez árboles por cada uno que se planta, y esta razón llega a ser de 29:1 en el continente africano.8

El resultado final a escala mundial de esta triste realidad es bien claro: un incremento de la exposición a organismos patógenos, con una disminución de los mecanismos para su control; que facilitan la emergencia y reemergencia de enfermedades que determinan elevados índices de morbilidad y de mortalidad; a todo lo cual se le añade, en la mayoría de los casos, la presencia de unos servicios de salud cada vez con menos recursos y capacidad para enfrentar esta situación.

Por lo que se concluye que a reserva de los factores que hemos analizado sobre las posibilidades efectivas para alcanzar un desarrollo sostenible, dentro de las reglas y dictámenes de una economía de mercado, se hace imprescindible continuar una lucha sistemática por el mejoramiento socioe-conómico de la humanidad.

Son muchos los objetivos esenciales que hay que conseguir para obtenerlo, y entre ellos, la priorización de acciones que puedan garantizar el derecho a la salud de la población mundial entre los que se subrayan los siguientes:

  • La mitigación de la pobreza.
  • Una distribución más equitativa de los recursos.
  • Priorización de la salud en los presupuestos nacionales.
  • Incremento de la educación general y de la cultura de los pueblos.
  • Incremento de la información a la opinión pública mundial.
  • Exigencia del respeto al costo ecológico de las acciones económicas.
  • Perfeccionamiento de la formación de recursos humanos, de la colaboración mutua y de la cooperación internacional en materia de salud.
  • Fortalecimiento del papel del Estado en las funciones fundamentales socioeconómicas de cada nación.

Un verdadero desarrollo humano sostenible tiene que concederle prioridad a los hombres y mujeres del mundo en primer orden; a la protección del entorno donde inevitablemente deben vivir; al mantenimiento de la biodiversidad que les garantizará la vida y la subsistencia; a las opciones sociopolíticas y al sistema económico que les permita una vida plena dentro de un entorno de paz, de equidad y de igualdad de posibilidades para todos.

Para ello se hace inaceptable un sistema económico que margina a la humanidad no solo de un desarrollo socioeconómico medularmente justo, sino de la propia vida.

Summary

The present article synthetizes the concept of Neoliberal Economic Globalization with its ominous consequences for living conditions and for the possibilities of a sustainable development of the world population. The economic theories preceding Globalization, specially the so-called unique thinking, maximun exponent of neoliberalism, its main characteristics, instruments and strategies, as well as the international organizations supporting and imposing it, are approached. The mechanisms of the denominated structural economic reform as well as the tragic economic and social panaroma prevailing in today’s world are dealt with on giving statistical data that show the inequalities caused by the economic system ruling the world. The understimation of the ecological price with the loss of biodiversity that brings about the appearance of new diseases and the resurgence of some others from the medieval times is analyzed. The privation of vegetable nutritional and medicinal resources is also analyzed. Finally, recommendations are given to attain the essential goals in the health field and the sustainable development of mankind.

Subject headings: ECOSYSTEM; SUSTAINABLE DEVELOPMENT, ECONOMICS/trends; HEALTH POLICY; HEALTH STATUS INDICATORS, HEALTH CONDITIONS.

Referencias bibliográficas

  1. Estefanía J. La nueva economía: la Globalización. Madrid. 1996: 10-13.
  2. Los Angeles Time Sindicate. Reflexiones sobre el fin de siglo. Publ. Rev. Vanguardia. Madrid. 1998:17.
  3. Chomsky N. Year 501: The Conquest Continues. Black Rose Books. New York. 1992: 55, 280.
  4. Estefanía J. Contra el Pensamiento Único. Rev. El País. Madrid. 1997: 14.
  5. The Report of the Commission on Global Governance. Our Global Neighborhood. Oxford University. New York. 1995:31.
  6. Cown B. Millenial Fever. New Energies for IPPNW in Questing World Peace. Worcenter, 1996:4.
  7. Vitonsela PM. Human Appropiation of the products of photosynthesis. Bio Science 37. 1986:4.
  8. Leger Sivard R. World Military and Social Expenditures. Washington D.C. 1991. 5-12,29.
  9. Goodland R. Growth has reached its limits. The case against global economy. San Francisco: Sierra Club Books, 1996:214.
  10. Chossudovsky M. Policing Countries Through Loan Conditionalities. The Globalisation of Poverty. Third World Network, Penang 1997: 51, 72.
  11. PNUD. Informe sobre el desarrollo humano: 1998. Mundi Prensa. México. 1995:2.
  12. PNUD. Informe sobre el desarrollo humano: 2001. Mundi Prensa. México, 1995:11,12.
  13. PNUD. Informe sobre el desarrollo humano: 1998. Mundi Prensa. México, 1998:29,30, 49, 54,55.
  14. PNUD. Informe sobre el desarrollo humano: 2001. Mundi Prensa. México, 2001: 21, 162-5.
  15. Korten D. The Mythic Victory of Market Capitalism. The case against global economy. San Francisco: Sierra Club Books, 1996:185.
  16. UNICEF. Estado mundial de la infancia. New York: UNICEF; 1997:98.
  17. OPS. La Salud de las Américas. Vol. 1. Washington DC: OPS; 1998:2, 98-9, 131, 150, 201.

Recibido: 3 de abril de 2001. Aprobado: 22 de octubre de 2001
Dr. Carlos Pazos Beceiro. Ministerio de Salud Publica, Ciudad de La Habana, Cuba.

1 Profesor Titular del Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. Asesor del Ministerio de Salud Pública de Cuba. Miembro At-Large de la Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear (IPPNW). Organización recipiente del Premio Nobel de la Paz. Premio de la Paz “Albert Schweitzer”.

 

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons