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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.28 n.1 Ciudad de La Habana ene.-jun. 2002

 

Facultad de Salud Pública

Henry E. Sigerist y la medicina social occidental

Enrique Beldarraín Chaple1

Resumen

Se analiza la labor del famoso médico e historiador suizo, radicado en Norteamérica desde la década de los años 30, fundador de la escuela moderna de análisis sociológico de la historia de la medicina. Se expone su actividad docente e investigativa en la Universidad Johns Hopkins, su visión temprana de la medicina soviética y la tarea de su difusión en el mundo occidental; su condición de iniciador de las corrientes de la medicina social en Estados Unidos y de notable personaje del mundo de la docencia y la investigación dentro de este campo de las ciencias.

DeCS: HISTORIA DE LA MEDICINA; BIOGRAFIA; MEDICINA SOCIAL/historia; MEDICOS/historia.

Desarrollo

En 1911 matriculó Filología Oriental en la Universidad de Zurich. Se trasladó a Londres para continuar estos estudios y comenzó el aprendizaje del idioma chino, con la finalidad de conocer todas las civilizaciones orientales. Interesado en abordar estos estudios de una forma integral, regresó tiempo después a Zurich, donde tomó cursos sobre ciencias que se impartían a los matriculados en estas especialidades y a los de Medicina. De ahí surgió su inclinación por estudiar esta última acerca de la cual comentó posteriormente que nunca tendría que arrepentirse, porque la Medicina es, sin dudas una de las disciplinas académicas más fascinantes y la que faculta al estudiante para conocer, tanto las más elevadas manifestaciones de la vida humana, como los profundos misterios que la rodean.1

Sigerist se graduó de Doctor en Medicina en Munich en 1917. En uno de sus escritos, narró cómo se interesó por la Historia de la Medicina: “una vez cuando estaba en Munich, a mediados del año académico, me sentí repentinamente cansado del hospital y de la medicina y comencé a faltar a clases y a emplear el tiempo en visitar museos y galerías de arte por el día y a asistir por la noche a teatros y a salas de concierto. Recorría inquieto las calles, cuando accidentalmente me encontré con un amigo que ese día partía para Venecia. Decidí acompañarle y pasar varias semanas viajando por Italia. Había olvidado totalmente la Medicina y estaba sumido en un mundo de Historia y Arte. Una tarde que estaba en la Plaza de San Marcos, sentí un irresistible deseo de visitar un hospital, y allí, por primera vez, se me ocurrió que la historia de las ciencias podría ser campo para conjugar todas mis ambiciones. Lleno de júbilo regresé esa misma noche a Munich. A la mañana siguiente reanudé mis obligaciones hospitalarias con gran entusiasmo y, por la tarde, fui a la biblioteca donde encontré la Revista “Isis”, editada por George Sarton, que poco tiempo antes había aparecido, así como diferentes publicaciones de Karl Sudhoff. En los días siguientes me formulé el plan de estudiar los distintos períodos de la historia de la medicina y de las ciencias y leí los más importantes textos sobre la materia”.1

Durante la Primera Guerra Mundial fue movilizado como médico del ejército y en esa época se consolidó su interés por la Higiene Pública. Su principal labor fue combatir la epidemia de influenza; durante varios meses recorrió el país e hizo estudios epidemiológicos sobre esta enfermedad, con lo que entró en contacto con las distintas clases sociales, en especial con los trabajadores. “Estos soldados anónimos –decía– se convirtieron en sus maestros, pues le hicieron comprender multitud de problemas que no había conocido antes, ello le permitió comprobar cuán poco sabía del mundo en que vivía”.1 Esta etapa, según sus propias palabras, le permitió “comprender el carácter imperialista de la guerra y valorar en su real significación a la Revolución Rusa”.1

Sigerist y la historia de la medicina

Su interés por la historia de la medicina crecía por momentos, pero como consideró que no estaba bien preparado para iniciar estas investigaciones, se trasladó a Leipzig en 1919, para trabajar con Kark Sudhoff.

El Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Leipzig era en esa época el centro indiscutible de las investigaciones sobre la historia de nuestra ciencia. Había sido fundado en 1905 por Sudhoff y recibía investigadores de todo el mundo, que bajo su dirección realizaban los estudios y publicaban los textos en que trabajaban.1,4

De 1919 a 1925 Sigerist se mantuvo en continuo intercambio con Sudhoff, de quien dijo que más que maestro fue como un padre.4 En 1921, a los 30 años, ya se sentía lo suficientemente preparado para aceptar un puesto académico y fue designado docente privado de la Universidad de Zurich. Cuando Sudhoff se retiró en 1925, su Cátedra y la Dirección del Instituto le fueron ofrecidas.

Así, a los 34 años, se convirtió en director del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad de Leipzig, institución pionera en la investigación historicomédica.4 A partir de ese momento, el objetivo de su trabajo fue mantener el prestigio y el alto nivel del Instituto, sobre la base de sus ideas y líneas de investigación, las que orientó básicamente en el enfoque sociológico de la historia de la medicina. Su libro “Man and Medicine”, escrito en este período, plasma estos criterios sociológicos en el análisis de los problemas de la medicina.2,1,9 Por otra parte, desarrolló una sensible y vibrante comunidad intelectual formada por numerosos estudiantes y jóvenes médicos que no tenía precedentes en relación con las actividades del Instituto.

Fue en esta época cuando concibió escribir una historia de la medicina con un enfoque nuevo, diferente, eminentemente sociológico, e inició una larga etapa de preparación que lo transformó en un gran humanista poseedor de una cultura enciclopédica.

En 1927 tuvo su primer encuentro con William H. Welch, que marcó el inicio de una colaboración y de una amistad que se enraizó con el tiempo y desencadenante de su posterior establecimiento en Norteamérica. En ese entonces, Welch se proponía organizar el Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkins.

En 1931, dos años después de inaugurado el Instituto, fue invitado a pronunciar conferencias; después de una de ellas dictada en Boston, donde estaba presente Harvey Cushing, famoso neurocirujano y prominente bibliófilo, quien se entusiasmó tanto con sus disertaciones, que le envió un telegrama al doctor Welch, donde le proponía al doctor Sigerist para trabajar en el Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad John Hopkins.4 Esto era en fecha tan temprana como el 30 de octubre de 1931. El 27 de noviembre, cuando estaba Sigerist en Minneapolis para pronunciar conferencias, hecho que coincidió con una reunión de la Sociedad de Historia de las Ciencias, el doctor Welch le anunció que la Universidad Johns Hopkins le ofrecía la Cátedra de Historia de la Medicina, lo cual fue una gran sorpresa para él. En 1932 sucedió a William Welch en la dirección del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkins, creado hacía poco tiempo. Desde ese puesto siguió el patrón y la inspiración del que ya existía en Leipzig. Sigerist convirtió al Instituto en un centro nacional de Historia de la Medicina en Estados Unidos, y logró nuclear a todos los viejos y jóvenes investigadores.4

Era una época en la que en Estados Unidos existía un creciente interés por resolver urgentes y graves problemas sociales de la medicina, en que el Comité sobre el Costo de la Atención Médica estaba en el apogeo de sus actividades.

De su gira por Estados Unidos obtuvo la información necesaria para escribir una obra, considerada durante muchos años como básica para el conocimiento y la comprensión del sistema de salud norteamericano, a saber, “American Medicine”,10 donde realizó una investigación histórica y sociológica, y demostró objetivamente que la historia médica es también medicina.

Su labor al frente de la Cátedra “William Welch”, del Instituto de Historia de la Medicina de la Universidad Johns Hopkins, creó una escuela, cuyos alumnos y amigos formaron lo más significativo de los historiadores médicos posteriores a él en Norteamérica. Reorganizó la Asociación Americana de Historia de la Medicina,1,2,4 y le dio a los grupos locales el status de Sociedades integrantes, para estimular el interés por los estudios históricos, creó la Medalla “Osler” y las Conferencias “Garrison”.1 Fundó además una revista, primero como sección del Boletín del Hospital Johns Hopkins y más tarde como una publicación especializada: el Boletín de Historia de la Medicina.4

Interés por la medicina social

Su inquietud intelectual, no solo la demostró dentro de las bibliotecas o los claustros magistrales de la docencia, sino en sus numerosos viajes, pues fue un infatigable viajero en los que lo observaba todo con aguda pupila, por lo que convirtió estos recorridos en investigación y aprendizaje. Así, su curiosidad lo llevó a la Unión Soviética y, cuando conoció su sistema de salud, se convirtió en su entusiasta divulgador y reconoció sus aportes a la medicina mundial.

“Los estudios que he hecho durante tres veranos en la URSS, -dejó escrito- fueron quizás los más inspiradores de toda mi carrera. Admito francamente que estoy impresionado por todo lo que vi, por el esfuerzo honesto de una nación entera para darle atención médica a todo el pueblo.11

En su libro “Socialized Medicine in the Soviet Union”11 (Medicina socializada en la Unión Soviética), en su segunda edición “Medicine and Health in the Soviet Union” (Medicina y Salud en la Unión Soviética), hizo un estudio amplio y comprensible de la historia, la estructura y el funcionamiento del sistema de salud soviético, describió su transformación y lo propuso como un sistema de salud mundial, como el estado final de la larga evolución histórica de los servicios de salud. Este libro lo convirtió en un ídolo de los estudiantes y jóvenes médicos progresistas.

Tomó la decisión de divulgar entre la clase médica norteamericana los valores del sistema de atención médica soviético y sus éxitos, y los presentó como un nuevo paradigma en la medicina social; creó con la ayuda de importantes científicos norteamericanos la American Soviet Medical Society, que presidió el Profesor Emérito de Fisiología de la Universidad de Harvard Walter B. Cannon, amigo y admirador de Pavlov.4 La promoción del conocimiento mutuo y la comprensión entre los pueblos, era su modo de ayudar al intercambio cultural y científico. Esta asociación tuvo su revista: “The American Review of Soviet Medicine”, pero ambas dejaron de existir cinco años después de iniciados sus trabajos.

Sigerist se convirtió en un gran orador, conferencista y comunicador en programas de radio, en la prensa escrita, y en revistas de gran circulación como Atlantic Monthly, PM, Science and Society y New Masses. El 30 de enero de 1939, TIME publicó su retrato en la portada y lo calificó como el historiador de la medicina más importante del mundo y la mayor autoridad en el país en relación con los seguros de vida obligatorios y las políticas de salud.8

Sigerist concebía la historia, no solo como una forma de evaluar el pasado, como el dato curioso o erudito, como materia estática, muerta, sino como una disciplina viva, que deja entrever las fuerzas que se mueven en la sociedad. Con el análisis de los hechos pasados, se pueden sortear errores y ayudar a alcanzar un nivel más perfecto de nuestra organización, que para él era sinónimo de bienestar humano. Realmente, dada su formación múltiple y excepcional, dio una visión distinta y novedosa de la historia de la medicina.

En su obra monumental “A History of Medicine: primitive and Archaic Medicine”,12 presentó a la historia de la medicina como una rama de la historia de la civilización, de la historia de la sociedad humana en sus distintas y sucesivas estructuras economicosociales en su lucha contra los procesos patológicos, por la promoción de la salud, la prevención de las enfermedades y la rehabilitación del individuo.

Comprendió como nadie el valor de estos conceptos sociales aplicados a la medicina y los llevó al análisis histórico de la comprensión de nuestra ciencia; vio además a la historia de la medicina como una fuente inagotable de conocimientos sobre el arte de curar, como evolución de teorías y costumbres populares, refrendadas por prácticas milenarias. Nunca opuso al análisis de estas corrientes populares la visión del científico contemporáneo etnocéntrico. Incursionó además en el problema de la enfermedad desde el punto de vista sociológico: el más urgente problema médico social de su época, el seguro social contra la enfermedad.

Creyó ver en el avance tecnológico una de las contradicciones básicas de la organización social de su época: la incapacidad de utilizar los enormes avances técnicos de la ciencia, por la injusta e inadecuada organización social, en beneficio de la humanidad, para la solución óptima de los graves conflictos sociales. Salvar esta contradicción entre lo tecnológico y lo social fue un rasgo esencial de su pensamiento, dominado por la idea de poner en función de las grandes masas del país y del mundo los últimos avances de la ciencia y de la tecnología, para ayudar a solucionar sus problemas.

Creía firmemente que si se aplicaban los avances técnicos de la ciencia en toda su extensión, la humanidad no padecería escasez de alimentos, ni de vestidos; que el trabajo sería fuente de felicidad y la vida del hombre se prolongaría considerablemente y se vería libre de enfermedades. Si esto no es factible ahora, es porque falta una adecuada organización social, que haga posible la utilización al máximo de estos avances tecnológicos.1

Se dio cuenta en el análisis de los fenómenos que englobaba al mundo de los servicios de salud, de las limitaciones que la estructura social imperante le imponía. Sin ser un marxista militante, llegó por el camino del análisis de la ciencia a concebir el socialismo como una forma superior de vida para el hombre.

La medicina social en la producción literaria de Sigerist

Como ya he dejado escrito, Henry E. Sigerist fue además un gran publicista, que utilizó para divulgar sus ideas todos los medios a su alcance. Primero fueron las conferencias, que las desarrolló durante toda su vida. Pero estas tienen como limitante que el auditorio es numéricamente reducido y dependen de las características del lugar donde se imparten; aunque como ventaja principal tienen que su público está formado por una audiencia motivada por el tema, con algunos conocimientos sobre él, que participan en ella especialistas en la materia, es decir, un público iniciado y habitualmente se desarrolla al final un debate que puede ser fuente generadora de nuevos puntos de vista sobre el fenómeno abordado. Pero Sigerist tenía necesidad de darle una difusión amplia a sus ideas, sobre todo la necesidad de que los especialistas, los dirigentes políticos y económicos de la sociedad y la población en general comprendieran las bondades de la medicina socializada, como último escalón y, a la vez, el más desarrollado de la evolución de los sistemas de salud y de la atención médica. Por eso pasó rápidamente de la sala de conferencias a la prensa plana. Sus ideas comenzaron a divulgarse en periódicos de gran circulación y en revistas y luego en programas radiales, donde logró una audiencia de millones de personas. Su multifacética personalidad le permitió moverse en los tres medios a la vez, sin abandonarlos y además trabajar en la producción científica, con la redacción de artículos y libros.

Los más importante de su producción científica en el campo de la medicina social fue indudablemente su libro publicado en 1937 “The Socialized Medicine in the Soviet Union”,11 que ya comenté anteriormente, pero también se destacó “American Medicine”,10 que fue publicado primero y se ha convertido en un clásico para el conocimiento y el análisis de los sistemas de salud en Estados Unidos.

En 1938 escribió el artículo “Medicina socializada” para la Yale Review14 donde decía:”...el pueblo tiene derecho a la atención médica y la sociedad tiene la responsabilidad de cuidar a sus miembros. Un sistema ideal de atención médica debe ser organizado alrededor de centros de salud, cada uno con un hospital y un departamento de salud pública, conectado con pequeñas estaciones locales de salud, atendidas por médicos generales, enfermeras y técnicos. Los médicos de las estaciones locales de salud, deben organizar comités de ciudadanos para realizar encuestas de salud, tareas de educación para la salud y realizar una variedad de actividades sociales y de salud. Cada ciudadano debe tener una asistencia médica gratuita, los médicos, como los demás trabajadores de la salud, deben recibir un salario..”14

Esta es una tesis importante y visionaria para la época y el lugar en que se concibió y desarrolló. Así en 1938, Sigerist se manifestó como el principal teórico de la medicina socializada en el hemisferio occidental; además su diseño del sistema de servicios de salud tiene un enfoque epidemiológico extraordinario y, aunque no lo dijo, abordó un sistema de atención médica, donde dio una importancia fundamental a la atención primaria y a las actividades de promoción de salud. Es una posición muy progresista, muy avanzada y su sistema tiene muchos puntos de contacto con los sistemas de salud socialista. Por supuesto, que estas teorías eran demasiado fuertes para imponerse en el sistema de salud norteamericano. Pero tienen una extraordinaria vigencia en el marco teórico de los sistemas de salud actuales.

En ese mismo año 1938, publicó en la revista Science and Society su artículo “Ciencia y democracia”15 y en 1939, en Atlantic Monthly “Las Realidades de la Medicina Socializada”.16

En la década de los años 30 lanzó el mensaje acerca de la necesidad de la intervención del Estado en los programas de asistencia médica, que era compatible con la visión de los médicos liberales del país, que pensaban que los servicios médicos podían ser más eficientes y racionalmente organizados; en ocasiones, emergían como el portavoz de estos grupos, promotores de una medicina socializada y entusiastas del sistema soviético.

En 1940 apareció en la revista New Masses “What happened to the health program” (¿Qué pasa con el programa de salud?).17 Todos estos artículos tienen su antecedente en el libro “Man and Medicine”,9 que había publicado en 1931 cuando trabajaba en el Instituto de Historia de la Medicina de Leipzig. En él se refería a las complejas y recíprocas relaciones entre médico, paciente y sociedad, y muchos problemas sociales contemporáneos, como la medicina y los seguros médicos, la legislación de higiene social, etcétera.

Su artículo “Medicine and Human Welfare” apareció en 1941,18 en el que amplió las conferencias que impartió durante 1938 en el ciclo “Terry Lectures” en la Universidad de Yale, y las que dictó en 1940 en el ciclo de conferencias “Messenger Lecturer” en la Universidad de Cornell. Las conferencias de ambos ciclos salieron de la imprenta con el título “Civilization and desease” (Civilización y enfermedad)19 en 1943. Aquí aparece ya una nueva historiografía, pues incorporó a su análisis histórico su particular visión política y social; incluyó dos capítulos sobre las determinantes materiales y económicas de la enfermedad. Los que unió a otros nueve sobre los factores culturales de los que ya se había ocupado largamente en Leipzig.

En 1944 redactó “The University at the Crossroads”, publicado en 1946.20

El regreso a Europa

En los años 40, tras la Guerra Mundial, comenzó la etapa de la guerra fría y en Estados Unidos la del llamado macartismo. En ese período Sigerist comenzó a ser atacado como comunista y recibió estocadas de la Asociación Médica Norteamericana, al ser criticado por un grupo de estudiantes de medicina de la Universidad Johns Hopkins, perteneciente a los círculos más reaccionarios de la sociedad estadounidense. También fue declarado como inadecuado por la Comisión del Servicio Civil Gubernamental, lo que le impidió ocupar cargos públicos.4 Como resultado de todo esto empezó a declinar su popularidad en los medios científicos y sociales estadounidenses.

Cuando las tensiones sociales se agudizaron, decidió abandonar Estados Unidos y regresar a Europa. Se trasladó a Suiza y se instaló en la parte italiana, en una villa apacible de Ticino, con vista a un lago. Allí pasó los últimos años de su vida y escribió lo que el tiempo le permitió sobre su obra cumbre Historia de la Medicina, de la cual llegó a publicar el volumen I, pues dejó inconcluso el volumen II.12,13

A raíz de la partida de Sigerist, y no obstante las condiciones que la provocaron, su gran amigo y patrocinador, Alan Gregg, director de la División de Ciencias Médicas de la Fundación Rockefeller, escribió: “Por encima de todo, Sigerist nos hizo conscientes del hecho de que la medicina es el estudio y la aplicación de la biología en una matriz que es al mismo tiempo histórica, social, política, económica y cultura...”24

Pero desde Suiza, hizo algunos viajes, entre ellos a Londres, donde visitó la biblioteca de Warburg, a la que no acudía desde 1935. Entonces comenzó a interesarse por el sistema de salud británico, cuyo gobierno laborista se vio en la necesidad de ampliar y profundizar el sistema de seguridad social. Sus visitas culminan con las Conferencias de Health-Clark en 1952, pronunciadas en la Escuela Londinense de Higiene y Medicina Tropical, publicadas en 1956. Estas conferencias constituyen el último de sus libros editados en vida.

Tras su muerte en 1957, una década después de abandonar Estados Unidos, se editó parte de su obra inédita y se compiló la ya publicada, que estaba dispersa.

Leslie Frank dio a la imprenta en 1958 “Medical sociology: the contribution of Dr. Henry E. Sigerist” (Sociología Médica: la contribución del Dr. Henry E. Sigerist).25

En 1960, Félix Martí Ibañez editó: “Henry E. Sigerist. On the history of medicine” (Henry E. Sigerist en la historia de la medicina)26 y Milton Roemer, “Sigerist on the sociology of medicine” (Sigerist en la sociología de la medicina).27 En 1966 Genevieve Miller publicó “A bibliography of the writings of Henry E. Sigerist” (Bibliografía de las obras de Henry E. Sigerist)28 y su hija, Nora Sigerist Beeson, “Henry E. Sigerist: autobiographical writings” (Henry E. Sigerist: escritos autobiográficos).29 Es muy interesante el artículo del notable salubrista y epidemiólogo norteamericano Milton Terris sobre las contribuciones de Sigerist a la organización de los servicios de salud modernos, publicado en 1975.30

A partir de 1978, Lloyd Stevenson, editor del Boletín de Historia de la Medicina, decidió dar a la estampa una serie de suplementos denominados “Henry E. Sigerist supplements”.

Epílogo

Para los cubanos hay un hecho singular relacionado con este maestro de la historia de la medicina y de la medicina social, Cesar Rodríguez Expósito, Historiador del Ministerio de Salubridad y Asistencia Social cubano desde 1951, y posteriormente Historiador del Ministerio de Salud Pública hasta su muerte ocurrida el 2 de junio de 1972, le había enviado el número de los Cuadernos de Historia Sanitaria titulado “La obra y la gloria de Finlay reconocidos en el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina”.31 En carta dirigida a Rodríguez Expósito,* fechada el 24 de marzo de 1955, Sigerist le comenta: “Ud me ha convencido de que es a Finlay y no a Walter Reed a quien se debe el descubrimiento del modo de transmisión de la fiebre amarilla”. Con ello también hizo él justicia a nuestro ilustre científico.

* Carta original de Henry E. Sigerist al señor Cesar Rodríguez Expósito, en el archivo particular del profesor doctor José López Sánchez, en francés el original, poseo una fotocopia de ella.

Summary

The work done by the famous Swiss doctor and historian, who lived in North America since the 1930s and founded the modern school of sociological analysis of the history of medicine is dealt with. His teaching and research activity at Johns Hopkins University, his early vision of the Soviet medicine and the task of spreading it in the Western world are approached here. His condition as an initiator of the currents of social medicine in the United States and as an outstanding personality in the world of teaching and research within this field of sciences is also shown in this paper.

Subject headigns: HISTORY OF MEDICINE; BIOGRAPHY; SOCIAL MEDICINE; PHYSICIANS/history.

Referencias bibliográficas

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  4. Fee E., Brown T. The reinassance of a reputation. En: “Making medical history. The life and times of Henry E. Sigerist”, Baltimore: The Johns Hopkins University. 5-11.
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  6. Fee E. Pleasures and perils of prophetic advocacy: Socialized Medicine and the Politics of American Medical Reform. En: “Making medical history. The times and the life of Henry E. Sigerist”. Baltimore: The Johns Hopkins University, 197-228.
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  31. Hurtado Gatés F, Abascal H, Rodríguez Expósito C. La obra y la gloria de Finlay reconocidos en el XIV Congreso Internacional de Historia de la Medicina. Cuad Hist Sanit 1955;(7).

Recibido: 25 de mayo de 2000. Aprobado: 3 de junio de 2000.
Dr. Enrique Beldarraín Chaple. Facultad de Salud Pública. Ciudad de La Habana, Cuba.

 

1 Médico. Especialista de I Grado en Epidemiología.

 

 

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