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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.29 n.1 Ciudad de La Habana ene.-mar. 2003

 

Los trabajadores de la salud y la paz

La larga y rica experiencia acumulada por la humanidad pudiera resultar insuficiente para el cabal mantenimiento de su vida, amenazada por gran diversidad de factores que comprometen seriamente su estabilidad y supervivencia.

Y precisamente de eso se trata; de la existencia de un mundo actual sometido a un sistema económico neoliberal que lo transforma día a día, en una entidad absolutamente injusta y no viable, integrada por una minoría rica, poderosa y próspera, y por una mayoría pobre, subdesarrollada y carente de poder, que la hace progresivamente más inestable. El resultado directo de ello es el incremento global de la pobreza, de la falta de salud y educación y la carencia de un desarrollo integral a nivel mundial. Y como consecuencia de la existencia de un mundo unipolar, el sometimiento de la humanidad por parte del gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica (EE.UU.), la potencia más grande del orbe, a la amenaza irrestricta y unilateral del uso de su enorme poder militar para la consecución de sus fines políticos, ideológicos y fundamentalmente económicos, tomando como pretexto las criminales acciones terroristas realizadas contra su país el 11 de septiembre del 2001.

La solución para evitar que se repitan esos abominables actos no puede ser la proyección de un interminable y demencial programa de violencia y de agresiones indiscriminadas al nivel mundial, como las supuestas guerras preventivas, sin previa negociación, consenso internacional o aviso, donde se afectaría sobre todo a su población civil. Ya Afganistán está pagando cruelmente las consecuencias de esa vesánica política con cerca de 4 000 muertos, con más de 4 millones de refugiados, con el 98 % de sus bosques productivos arrasados, y con una nación desintegrada. La impunidad del Gobierno de los EE.UU. con sus planes bélicos basados en el fin del derecho a la neutralidad, la legitimación de los ataques preventivos para responder a cualquier amenaza real, irreal o inventada, la admisión de poder utilizar cualquier tipo de armas, incluyendo las nucleares, que podrían llevar a la humanidad a un holocausto, se sustenta en nombre de ''la guerra al terrorismo'', cuyas verdaderas causas se ocultan y distorsionan con una gran falacia, muy en particular al propio pueblo norteamericano, así como los impredecibles conflictos de baja intensidad como el bloqueo a Cuba. Pero además, se sufre en el Tercer Mundo otra guerra terrible de consecuencias inimaginables: la Guerra del Hambre.

Es evidente que el mundo confronta actualmente una catástrofe material, pero también de índole ética. Uno de los principios morales imprescindibles para el desarrollo de la vida humana es la defensa incondicional de la paz, magistralmente definida por Benito Juárez, como ''el respeto al derecho ajeno'', condición inalienable para las garantías intelectuales, conductuales y jurídicas del ser humano, por lo que la guerra y la negación del derecho humano a su supervivencia, a su salud y a su desarrollo, así como a la conservación del patrimonio cultural acumulado a través de su historia, representan la violación más grosera de esa prerrogativa y la carencia de los principios éticos que deben presidir la actividad cotidiana del hombre.

Si bien constituye una responsabilidad de todos el mantenimiento y la aplicación de esos principios éticos, no es menos cierto que los trabajadores de la salud poseen un específico compromiso vocacional y profesional en la lucha por la conservación de la vida y de la salud del ser humano. Esto les confiere en el seno de la sociedad, una buena posición para ejercer influencia sobre sus conciudadanos, gobernantes, líderes y hacedores de decisiones, y les otorga un prestigio y poder virtual entre la población de su esfera de acción, lo que les convierten en un efectivo educador y en un exitoso activista de cuanta iniciativa constructiva, antibelicista y conciliadora de conflictos sea necesario realizar.

Por otra parte, no sólo los profesionales de la salud, sino todos los científicos tienen el deber ineludible de luchar fielmente por el bienestar y el desarrollo de la humanidad y no contribuir en lo más mínimo con lo que favorezca su desestabilización y mucho menos su aniquilamiento; recordemos al respecto la advertencia de Albert Einstein a la hipócrita ambivalencia de muchos científicos en cuanto a su contribución a la carrera armamentista: ''...Debemos darnos cuenta de que no podemos trabajar simultáneamente para la guerra y para la paz... Cuando tengamos puro el corazón y el espíritu, sólo entonces tendremos valor para superar el miedo que se ha adueñado del mundo...''

Ese debe ser el corazón y el espíritu que debemos ofrecer al mundo en estos difíciles momentos.

Dr. Carlos Pazos Beceiro


N. E. Véase en este número el artículo "Momento y contexto de la violencia en Colombia", de Saúl Franco Agudelo.


 

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