SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.30 número3Participación social en el campo de la saludApuntes sobre la búsqueda de una epistemología sin imposturas índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

  • No hay articulos citadosCitado por SciELO

Links relacionados

  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO

Compartir


Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.30 n.3 Ciudad de La Habana jul.-sep. 2004

 

Harvard School of Public Health, Boston, USA

Sorpresas, errores y dudas*

Richard Levins1

En la década del treinta, el marxista británico J.D. Bernal llamó a la creación de una ciencia de las ciencias, volcando los métodos científicos hacia ella, para poder determinar conscientemente cómo desarrollar la ciencia y crear su agenda.

Un evento como este de hoy, solo aparentemente reconoce a un individuo. Pero todos sabemos que los reconocimientos individuales también lo son para las compañeras/os y colectivos de compañeras/os, que comparten colaboraciones, expediciones, seminarios, tertulias, encuentros, y presuponen un proceso largo. Veo aquí a compañeras/os con quienes he trabajado durante 40 años, los hijos de algunos de ellos, y también una nueva generación de científicos cubanos. Con todas las emociones de esta ocasión, existe la tentación de caer en reminiscencias nostálgicas. Voy a resistirla. Casi, porque me doy cuenta que puedo utilizar mi propia experiencia tanto en la ciencia como en la política para acercarme al tema de hoy. Uso ambos tipos de experiencias porque en el fondo se parecen: en la ciencia como en la política nos esforzamos en entender el mundo para cambiarlo. Aprovecho este evento para examinar algunos aspectos de la autorreflexión de la ciencia.

La sorpresa es inevitable en la ciencia porque estudiamos lo desconocido como si fuera lo conocido. Lo desconocido se parece mucho a lo conocido, de modo que la ciencia es posible. Pero también difiere de lo conocido de modo que la ciencia es necesaria y el sentido común no basta. Durante mi vida la ciencia me ha deparado muchas sorpresas:

  • Los gases nobles como el argón y el neón pueden formar compuestos;
  • La evolución puede ocurrir en saltos, por simbiosis, la fusión de organismos de relación remota;
  • Existe más variación genética dentro de poblaciones humanas que entre ellas;
  • El universo contiene una nueva materia, materia negra, que influye en la gravedad pero no la hemos identificado todavía;
  • Las enfermedades infecciosas no han desaparecido.

Todas las teorías científicas resultan ser falsas a la larga, limitadas en su alcance, restringidas a un solo nivel de un sistema de muchos niveles, estáticas cuando deben ser dinámicas, confundiendo cosas que son distintas.

Las teorías emergen de modelos. Los modelos son construcciones intelectuales que creamos para estudiar el objeto original de interés, porque son más manejables. Un buen modelo debe ser realista, general, y preciso, pero no es posible satisfacer todos estos criterios a la vez. Por lo tanto abstraemos el objeto de la realidad, limitando la extensión del modelo, su escala, y los fenómenos incluidos. Después tenemos que averiguar si los resultados son propiedades de la realidad o del modelo.

Dado que todos los modelos son abstracciones de la realidad, es fácil encontrar deficiencias y lagunas en las teorías. En este sentido todas son falsas. Pero algunas teorías son relativamente acertadas, nos acercan a la realidad, y cuando las abandonamos, dejan detrás mucha información y métodos de investigación. Otras teorías están terriblemente equivocadas desde el principio. Hay que saber diferenciarlas. Más adelante discutimos la proposición que la inevitabilidad de errores implica la obligación de la crítica. Mientras tanto es suficiente sugerir que en cualquier campo, las teorías no son eternas sino tienen ciertas expectativas de vida características, o medias vidas como isótopos radiactivos, y debemos estar abiertos a preguntas tales como ¿bajo cuáles circunstancias pudiera quebrarse la segunda ley de termodinámica?

La ciencia tiene una naturaleza doble. Por un lado, la ciencia es el desenvolvimiento del conocimiento genérico humano. En la medida que la humanidad interrelaciona más profundamente con el resto de la naturaleza, en nuestros esfuerzos por la producción, exploración y saneamiento, aprendemos más. Y en la medida que reflexionamos sobre esa actividad de aprender y corregimos errores, nuestras conclusiones son más acertadas.

Pero también es esta una actividad social dirigida por los dueños de la ciencia quienes determinan los recursos disponibles, el reclutamiento y formación de los científicos, la agenda de la ciencia, lo que ella cuestiona y lo que se da por sentado, los métodos aceptables y las soluciones a problemas que se consideran legítimos, los planteamientos que se reciben con respeto, y aquellos que se reciben con carcajadas. Por eso, el patrón del conocimiento e ignorancia no está dictado por la naturaleza sino por la sociedad. Hay que enfrentarse con ambos lados de esa contradicción. Esta doble naturaleza ha permitido la formación de escuelas de pensamiento en torno a un lado o al otro de la contradicción en el mismo corazón de la ciencia.

Si uno acepta solamente la ciencia como el crecimiento del conocimiento, cae en el “cientifismo”, la doctrina que insiste en la verdad objetiva de la ciencia sin reconocer sus raíces sociales y sus limitaciones históricas, no puede criticar las ideas corrientes desde la óptica histórica, y queda esclavo a las modas populares en la ciencia. La aportación positiva ha sido en la lucha contra el oscurantismo y en la defensa de la evolución contra el creacionismo, la exigencia de evidencia frente a aseveraciones autoritarias. Pero ella también tiende a despreciar los conocimientos de otras culturas o clases, o ideas que no se pueden verificar en el laboratorio o que todavía no están bien formuladas.

El posmodernismo parte del segundo lado de la contradicción. Afirma que existen muchas perspectivas en torno a un problema, que no existe un punto de vista “privilegiado”, que ningún principio es universal, porque en cada situación, y en cada lugar, son diferentes. Insiste en el pluralismo como el estado preferido tanto en la ciencia como en la política. Con esta óptica, todas las teorías y todos los puntos de vista son iguales. Los aportes positivos del posmodernismo son como el contrapeso a la arrogancia de los países capitalistas avanzados. Rescata el valor de la ciencia y la medicina asiáticas, africanas y americana indígenas. Respeta los puntos de vista de los oprimidos, de clases subordinadas, de las mujeres, de razas y etnias excluidas.

Pero si paramos ahí con la sencilla observación de que existen diferentes puntos de vista, quedamos en lo superficial y por lo tanto nos equivocamos. Es necesario examinar el porqué de los diferentes puntos de vista para entenderlos, de dónde vienen, cuáles son sus profundidades y sus cegueras.

Considerando la astronomía, sus diferentes perspectivas históricas y geográficas, tanto sus diferencias como sus semejanzas, están arraigados en la realidad. Los astrónomos babilónicos, chinos, mayas y griegos dividieron el cielo en diferentes formas, con diferentes agrupaciones de estrellas, diferentes mitos y lo explicaron. Pero la realidad se impone: todos coincidieron en hallar un año más o menos de 360 días, y las diferentes constelaciones son igualmente útiles para la navegación.

Cuando las controversias entre científicos se deben a intereses económicos o de clase, tenemos debates falsos. Así fue en los debates sobre la biología de raza o el maltusianismo, y es así en los conflictos ambientales o sobre el uso de medicamentos. En general los científicos más destacados del siglo xix y la primera parte del siglo xx aceptaron las ideas de la superioridad racial y justificaban la esclavitud y el imperialismo. Otros hoy en día afirman que los comportamientos humanos actuales bajo el capitalismo son naturales, arraigados en nuestros genes por la evolución. Se ha encontrado que si un estudio de la eficacia de una droga está subvencionado por una corporación farmacéutica, es cuatro veces más probable que concluya que la droga es buena. En estos casos el debate científico es un disfraz para la contienda social. Una buena guía en situaciones así, es establecer como hipótesis, que cada teoría es falsa si promueve, justifica o tolera la injusticia.

Todo conocimiento viene de la experiencia y la reflexión sobre esta experiencia a la luz del conocimiento previo. Lo que diferencia la ciencia moderna es cómo segrega recursos, instituciones y gente para organizar la experiencia con el fin de averiguar. Muy concientemente hemos desarrollado métodos para evitar los errores caprichosos y aleatorios: hay que fregar los frascos bien; no debes dividir entre cero; en pruebas clínicas ni los pacientes ni el observador deben saber quiénes reciben el medicamento y quienes el placebo. Las diferencias entre grupos experimentales deben estar controladas y los resultados sometidos a pruebas estadísticas.

Posturas éticas refuerzan las técnicas: Hay que juzgar una teoría por la evidencia; la evidencia debe ser pública, accesible y honesta; un experimento debe repetirse en diferentes lugares; la estadística debe determinar si las diferencias observadas son reales. El llamado “método científico” ha funcionado más o menos bien contra errores individuales. Pero no ofrece ninguna protección contra los prejuicios compartidos por una comunidad científica entera. Y en la actualidad, cuando la ciencia es cada vez más una mercancía, no podemos confiar en la honestidad de todos los trabajos; el costo enorme de alquilar tiempo en un radio telescopio o apoyar estudios sobre formaciones naturales o intervenciones de salud previene la repetición; la urgencia de llevar a cabo un proyecto y el apuro para patentar un producto menosprecia los posibles peligros que involucra, la competencia para patentes y el papel cada vez mayor de la investigación militar, socavan la naturaleza pública de la ciencia.

Aquí puedo insertar como ejemplo de diferentes puntos de vista, según posiciones sociales, la diferencia de mi perspectiva como visitante de Cuba, y la de ustedes, cubanos con quienes trabajo y discuto. Como norteamericano, vivo 50 semanas del año en un país avanzado pero atrasado, en el mismo centro del imperialismo moderno. Después, monto en mi máquina de tiempo y durante dos semanas estoy en una sociedad atrasada pero avanzada, una demostración viva de nuevas posibilidades para toda la humanidad. Esta condición de mi vida tiene consecuencias epistemológicas:

  1. Mientras ustedes viven la vida cubana como un proceso continuo, para mí es discontinuo, con saltos de año a año. Los cambios que veo me parecen abruptos y llaman mi atención. Tengo que preguntar mucho para ponerme al tanto. Desde la limpieza de las calles, la reducción de la frecuencia de apagones y el estado de la libreta, a los chistes corrientes, el desenlace de la TV-novela del año pasado, las preocupaciones mayores de la gente y su experiencia con los agro-mercados. Busco explicaciones.
  2. Hay cosas que ustedes ya dan por sentado pero que para mí son muy llamativas. Por ejemplo el hecho que el aborto es legal, accesible y gratis es muy natural dentro del contexto cubano, no es una cosa que se proclama diariamente o que señala con frecuencia a los visitantes; pero no es así en mi país donde este derecho elemental, está hostigado y amenazado por la violencia y la legislación.
  3. Observo la realidad cubana pero no la vivo. Desde mi perspectiva de allá, el individualismo, la avaricia, la ineficiencia o indiferencia, el burocratismo y la testadurez, todas las virtudes burguesas, no son muy interesantes. Las tengo en casa en abundancia. A diferencia de ello, en Cuba –el humanismo, la colectividad, el internacionalismo, las visiones más integrales del mundo– son más importantes para mí y para mi país, porque señalan posibilidades. Pero ustedes, enfrascados en la vida cotidiana, se fijan en lo que hay que resolver, no en lo ya resuelto. El hecho que la tasa de mortalidad infantil en Cuba es muy por debajo del resto de América, no pesa tanto mientras uno espera la guagua.
  4. Soy más viejo que casi todos ustedes y tengo memorias que para ustedes son solamente cuentos.

No es que una perspectiva sea acertada y la otra falsa, ni es sencillamente que hayan diferentes perspectivas como conclusión definitiva. Pero conociendo la realidad de nuestras perspectivas y el porqué de ellas, las dos partes, podemos hablar y adquirir una visión más rica que la aceptación pasiva de que existan diferencias.

El hecho de que culturas o ambientes sean diferentes y creen diferentes perspectivas, es solo un momento en el desarrollo de la ciencia. Desbarata las fórmulas universales simplistas. Pero no paramos allí. Después examinamos el patrón de las diferencias, por qué la dinámica del ecosistema de un bosque pluvial es diferente a un manglar, cuál es el efecto de la escala espacial o temporal en la biodiversidad, cómo el tipo de organismo o sociedad afecta el comportamiento, por qué “la misma” cosa no es la misma en diferentes contextos. Buscamos los patrones de diferencia, los límites de validez de un planteamiento, y llegamos a otro nivel de universales, los universales de la no universalidad, y así sucesivamente en la hélice dialéctica, de momentos de generalización y momentos de diferenciación.

El llamamiento hacia el pluralismo también tiene su lugar contra la intolerancia y el dogmatismo. Pero hace falta un contexto histórico, un lugar para el pluralismo, la duda, y la controversia, que se sitúan al frente del avance de la ciencia, y un reconocimiento de la zona fronteriza de las preguntas que no podemos contestar, y de lo desconocido, que es el límite entre lo que conocemos bastante bien y las preguntas que ni siquiera se nos ocurren hacer. Por eso, el pluralismo y la duda son características permanentes de la ciencia. Pero si la zona de duda y del pluralismo gira siempre en torno a las mismas cuestiones, indican la no salud de una ciencia, su estancamiento. Las dudas surgen cuando una sorpresa conduce a la quiebra de una teoría, o cuando una contradicción aceptable por un tiempo se hace inaceptable y hay que confrontarla. Pero después tenemos que recoger los pedazos.

Errores. Cuando ya tuvimos los medios para esperarla, una sorpresa no es solamente una sorpresa sino un error. Así sucedió con la doctrina de la transición epidemiológica.

La transición epidemiológica es la doctrina, muy popular hace 30 años, de que con el desarrollo económico (léase capitalista) las enfermedades infecciosas iban a desaparecer y la medicina moderna se centraría en las enfermedades crónicas y degenerativas. Un cirujano general de los Estados Unidos de América dijo en 1976: “Ya es tiempo de cerrar el libro de las enfermedades infecciosas.” Departamentos de Epidemiología eliminaron de sus programas los vectores, o la microbiología del agua, para concentrarse en el cáncer o en las enfermedades cardíacas. Aun en aquel tiempo, ya habían aparecido la encefalitis equina del este, la enfermedad de Lyme y la enfermedad de Chagas, y pronto llegaron el SIDA, el “Toxic Shock Síndrome”, la enfermedad de los legionarios, los virus hanta y ebola, la criptosporidiosis, las enfermedades hemorrágicas de Bolivia, Venezuela y Argentina, la fiebre de Lassa, la enfermedad de la vaca loca, el síndrome agudo respiratorio severo (SARS), la influenza aviaria, quizás unas 30 enfermedades nuevas. Enfermedades que se creyeron conquistadas resurgieron: la malaria, el cólera, la tuberculosis y la fiebre amarilla. Está claro que la comunidad de la salud pública se equivocó.

Pero no es suficiente señalar el hecho de un error. Nos toca explicarlo. ¿Por qué fue que una comunidad tan inteligente como nosotros y bien educados en nuestro campo, cometimos un error tan grande?

Si examinamos este hecho histórico encontramos que el error fundamental es que plantearon el problema de las enfermedades infecciosas muy estrechamente:

Vieron que durante uno o dos siglos la incidencia descendía, la viruela estuvo al punto de eliminarse, la polio y la malaria retrocedían, y la lepra ya era una cosa rara. Pero su visión se limitó a un período muy corto y un área geográfica –Euro-Norteamérica– muy limitada. Un examen de la historia humana a largo plazo hubiera señalado otro panorama: las enfermedades surgen y retroceden con cambios sociales, demográficos y ecológicos.

  • Se limitaron a una sola especie, la nuestra. Los médicos no hablaban con los fitosanitarios y muy poco con los veterinarios, de modo que no vieron el patrón semejante en otros grupos: la influenza aviaria, la fiebre porcina africana, leucemia felina, los virus moribili en la vida silvestre y doméstica, creo que debo decir los virus en la morbilidad de la vida silvestre y doméstica, pero no se si existen esos moribili…., la tristeza del cítrico, el mosaico dorado del frijol, siguieron patrones similares. Podemos generalizar: el parasitismo es un fenómeno universal entre los seres vivos. Hasta las bacterias tienen parásitos porque es un modo de vida factible para muchos grupos. Los parásitos siempre están probando los límites de sus nichos ecológicos, buscando ampliar su rango. Mientras más abundante una especie mayor, el número de especies que la utilizan. Y nosotros somos la especie de mamífero más abundante. Por lo tanto, en vez de la doctrina de la transición epidemiológica, deberíamos considerar como regla que cada cambio en la vegetación, el asentamiento, la demografía, las relaciones sociales y económicas, la migración, o el clima, es también en principio un cambio epidemiológico. Por ejemplo, la extensión del riego agrícola crea ambientes para los mosquitos y caracoles; la producción de granos crea ambientes para roedores, la urbanización facilita enfermedades que requieren poblaciones densas. La epidemiología ecológica nos prepara para enfrentar estos cambios.
  • Fue muy estrecho en términos de disciplinas, desconociendo la ecología y la evolución. Manifestó una gran fe en los antibióticos aun cuando ya se veía la adaptación de los microbios a las drogas, y los insectos a los plaguicidas. Por lo tanto, aun cuando ya se tenían casos de resistencia, no aceptaron la resistencia como inevitable, como un momento en la co-evolución de nuestra especie con el mundo microbiano.
  • Sin examinar la economía política de la salud, aceptaron acríticamente la idea de que el desarrollo capitalista traería la prosperidad y el acceso universal a todas las tecnologías médicas avanzadas.
  • Dividieron el mundo en dicotomías falsas-genética/ambiental, fisiológico/psicológico, infeccioso/crónico, biológico/social y otros. Ya sabemos que algunas condiciones crónicas y degenerativas involucran también a infecciones, como Chlamydia en enfermedades del corazón, Helicobacter pylori en las úlceras pépticas, el virus de papiloma humano en el cáncer cervical, o el prion de la vaca loca.

Una vez que reconocemos que el error en cuanto a la transición epidemiológica se debió a una estrechez, podemos hacer más explícito en nuestro pensamiento el ideal dialéctico de Hegel de que la verdad es el todo. Claro, no podemos ver el todo. Pero el planteamiento de Hegel nos insta a hacer la pregunta más amplia que podamos hacer, tan grande que cruce los límites de las disciplinas corrientes, tan grande que quepa una solución. Ello nos recuerda que aun después que hemos formulado el problema ampliamente, hay algo más allá, que nos puede sorprender.

Cabe entonces preguntarnos, ¿cómo es que otros organismos enfrentan el cambio y la sorpresa? Hemos encontrado cuatro modos de enfrentar el cambio:

  1. La detección y la respuesta. Para que resultase eficaz, es necesario que la detección sea acertada, la respuesta adecuada y la demora mínima.
  2. La predicción. Muchos organismos vivos se preparan para el invierno no cuando se enfrían, sino cuando la duración del día disminuye. No es que se adapten a la duración de la luz, sino que la información astronómica es más confiable que la temperatura como predicción del frío. Tenemos predicciones a corto y a largo plazo: un brote de malaria predice más casos de malaria. A más largo plazo, un aumento de mosquitos Anopheles predice la malaria. O unas lluvias fuertes después de una sequía predice mosquitos. A más largo plazo no pudimos predecir que la extensión del riego puede conllevar a un aumento de mosquitos, o que la siembra de grandes extensiones de monocultivo traería plagas, o que los salarios insuficientes, y la escasez iba a promover el individualismo y el crimen.
  3. La tolerancia amplia. Eso es lo que los genetistas agrícolas llaman la resistencia horizontal que prepara a la especie para lo que viene, sin tener que saber qué vendrá. La buena nutrición es una forma de resistencia horizontal contra la infección, la biodiversidad contra las plagas. Y la profundización de la educación en la Batalla de Ideas defiende a Cuba contra todas las variantes de la propaganda enemiga.
  4. La prevención. Aquí el organismo altera su ambiente para que el cambio dañino no llegue.

En la realidad, los organismos dependen de una estrategia mixta, una combinación de métodos para enfrentar el cambio. La defensa contra la infección incluye la inmunidad celular, la inmunidad humoral, la inflamación y otros mecanismos. La protección fitosanitaria depende de varias líneas de defensa: la geometría de la siembra con métodos de policultivo; los depredadores generalistas que siempre están presentes pero cuyas poblaciones no responden mucho a un brote; los parásitos especializados que sí responden a la plaga pero solamente después de una demora; las infecciones de los insectos como hongos; y por fin la intervención directa humana.

En la ciencia una estrategia requiere que aun cuando se planifiquen las prioridades investigativas nacionales, siempre haya una reserva (quizás 5 o 10 % del esfuerzo) para investigaciones no planificadas, emprendidas por la iniciativa de los investigadores, sin la necesidad de convencer a los colegas de que ellas tienen méritos.

No es suficiente reconocer que hemos cometido errores. Hay que buscar el patrón del error, por qué se cometieron. Si no podemos aprender de nuestros errores, no vale la pena consumarlos.

Como sugerimos, en el caso de enfermedades nuevas, el error básico fue la estrechez. Otra causa común de error es tomar como estático lo que varía:

  • La teoría de la evolución rompió con la idea de que las cosas están como están porque siempre han estado así y han de permanecer así. Este concepto se ha difundido por todas las ramas de la ciencia desde la física y la geología hasta la fisiología y el comportamiento.
  • Los continentes no han estado siempre en su configuración actual. Con el concepto de placas continentales podemos empezar a entender la paleo-climatología y las distribuciones geográficas de los organismos de la tierra.
  • Hasta la velocidad de la luz, el constante más constante de la física, no es tan constante sino ha variado durante la evolución del universo.
  • Los biólogos sabían que los organismos manifiestan ciclos diurnos de actividad, y fue muy natural buscar qué controla los ciclos. Pensaban en el ciclo de día y de noche. Pero animales mantenidos en la oscuridad mantienen sus ciclos. Quizás son de rayos cósmicos, pero lo cierto es que animales en los fondos de pozos o en cuevas también manifiestan un comportamiento cíclico. Por fin resultó necesario reconocer que la fisiología animal por sí sola tiene ritmos endógenos, influidos por el ambiente y sostenibles sin factores periódicos externos.
  • Desde el tiempo de Harvey, la medicina concebía el sistema circulatorio como una red de plomería. Las placas de aterosclerosis fueron concebidas como moho, y cuando el tubo estaba tapado por completo, no había solución alguna. Hoy sabemos que se trata de una materia viva, en intercambio metabólico con la sangre, lo que abre muchas posibilidades para la prevención y la terapia.
  • Las neuronas del cerebro no están fijas una vez que se forman. Rehacen sus conexiones continuamente y pueden regenerarse después de heridas.

Pero la tentación de tratar las cosas como constantes es tan sugestiva, que tenemos siempre que recordar durante la investigación que el cambio es universal y es el equilibrio lo que debe explicarse. Por eso la dialéctica destaca los procesos, más que las cosas, y hace dos preguntas fundamentales: Por qué están las cosas como están, en vez de un poco diferentes (la pregunta de homeostasis, de equilibrio y de estabilidad), y por qué están las cosas como están en vez de muy diferentes (la pregunta de la evolución, el desarrollo y la historia).

Además de los errores típicos de la ciencia moderna, también Cuba tiene su propio estilo de equivocarse. Ustedes lo conocerán mejor que yo, pero algunos patrones se repiten.

Una deferencia excesiva hacia las modas en la ciencia. Hasta mediados de la década de los ochenta, la visión predominante de la trayectoria agrícola fue la de la “modernización”, la expectativa era que el progreso sigue una sola línea recta, de menos avanzado a más avanzado, y que la tarea de los menos avanzados era seguir el camino de los más avanzados lo más rápido posible. Ese camino conllevó a:

  • La transición de la alta densidad de mano de obra a la alta densidad de capital, en la forma de mecanización, fertilizantes químicos y plaguicidas;
  • De las parcelas pequeñas a grandes extensiones de tierra para lograr economías de escala;
  • De la heterogeneidad de la huerta campesina, a la homogeneidad del monocultivo en granjas especializadas;
  • Del conocimiento tradicional campesino, al conocimiento moderno científico;
  • De la sumisión a la naturaleza al dominio sobre ella.

Pero poco a poco, con la maduración de la ecología cubana, surgió la crítica de ese concepto de desarrollo. Compañeras/os en diversos organismos comenzaron a señalar que el camino de la alta tecnología socavaba la capacidad productiva de la tierra, aumentaba la vulnerabilidad a condiciones ambientales y a plagas, envenenaba a los trabajadores agrícolas, a los consumidores y el medioambiente; supeditaba la producción, a las sorpresas económicas, malgastaba los conocimientos campesinos. Se comenzó a insistir en que el camino “hi-tec” responde más a las necesidades capitalistas de convertir el conocimiento en mercancías, que en las necesidades internas de la agricultura como empresa social y ecológica. La lucha por una trayectoria ecológica del desarrollo fue difícil y no ha terminado todavía. Depende de la persistencia de los científicos a veces frente a la incomprensión, la testadurez, la deferencia a las modas internacionales y a conceptos tecnocráticos del desarrollo. Pero no fue una lucha contra intereses de clases antagónicas, de modo que hemos progresado aquí mucho más fácilmente que en mi país, donde controversias científicas esconden conflictos económicos.

En períodos eufóricos de grandes victorias y avances un error típico es el triunfalismo o voluntarismo. Esa postura plantea que el mundo tiene que estar como lo deseamos, que si aprobamos una resolución, la naturaleza tiene que acatarla. Todos recordamos errores como el Cordón de la Habana. Fue una idea linda: una zona verde y productiva, con mano de obra abundante muy cerca, y hasta adecuada para la recreación. Lo que faltaba era el cafeto y el ambiente no era el más favorable para estas plantaciones.

Mi propia variante del error de voluntarismo ha sido el de hacer recomendaciones, cuando las condiciones no permitían la realización de ellas. El resultado siempre ha sido la frustración mutua. Demoré mucho en entender esa realidad, en parte por mi entusiasmo, y en parte porque la hospitalidad cubana impedía la crítica a mi trabajo, de modo que mi sistema de autocorrección quedó trunco. Solamente entre círculos informales de amigos íntimos ha sido posible arrancar críticas sobre mi trabajo en Cuba.

Otro error típico es la larga demora entre los estudios científicos y su asimilación por los planificadores. Aquí me refiero al caso del pedraplén de Cayo Coco. Los ecólogos ya habían advertido que el proyecto iba a matar los manglares y disminuir los peces. Resultó así, y tuvieron que remediar el error rompiendo el pedraplen para insertar puentes. Pero hubiera sido menos costoso corregir el error en la etapa de planificación que después de hecho. Detrás del error vemos la urgencia de completar proyectos de turismo, muy importantes para el país, pero que promueven un tipo de sordera en cuanto a las consecuencias no deseadas del proyecto, y por lo tanto una demora entre el conocimiento y su aplicación. Si eso no es un caso aislado sino un error típico, tenemos que institucionalizar dentro del proceso de planificación, una función del “abogado del diablo”, para garantizar que los daños que puedan suceder sean conocidos y tomados en cuenta.

Estoy seguro que todos ustedes tienen en mente una larga lista de errores que se han cometido, inevitables dentro de un proyecto tan ambicioso e insólito. Algunos ya han sido reparados mientras otros todavía hacen daño a la obra de la revolución.

El próximo paso es averiguar el patrón de errores para detectarlos mejor, predecirlos, resistirlos y prevenirlos.

La crítica responsable. La inevitabilidad de sorpresas y errores tanto en la ciencia como en la política conlleva a la obligación de la crítica. Me refiero a la crítica no como un derecho en el sentido de discusiones de derechos humanos, sino como una obligación tanto del científico como del revolucionario. Es tan importante que debe incluirse como parte de la formación de científicos y como uno de los requisitos para entrar en el Partido. Además de los tres requisitos de Lenin -apoyar el programa, pertenecer a un núcleo de base, y pagar la cuota- hay que insistir en la obligación de criticar. Porque pretendemos algo más que movilizar el esfuerzo, la energía, el compromiso y hasta el sacrificio del pueblo. Pretendemos también movilizar la inteligencia colectiva. Pero no es tan sencillo. De primera intención, las obligaciones de apoyar y de criticar pueden confluir. La larga historia de derrotas sufridas por falta de unidad en las luchas por la independencia de Cuba, la solidaridad como una norma ética del movimiento obrero, y la urgencia de unidad frente a las amenazas y retos de hoy refuerzan la unidad, y crean cierta timidez a criticar, o hasta una actitud de impaciencia o despectiva hacia la crítica, como si ella siempre fuese hostil a la obra revolucionaria.

Si hemos sufrido derrotas por falta de unidad, también sucedieron por falta de crítica honesta, que ha permitido la fermentación de errores en la oscuridad. Por otro lado, como señaló Rosa Luxemburgo, estamos construyendo el futuro con los materiales del pasado, incluso nosotros mismos. Las nuevas necesidades han de entrar en conflicto con nuestros modos de pensar, de actuar y hasta de sentir. Errores debido a la falta de información, de análisis, de voluntad, son inevitables y la crítica colectiva es imprescindible para corregirlos. Creo que ninguno de nuestros partidos ha resuelto satisfactoriamente el balance entre estas dos necesidades.

La crítica también ha de ser un objeto de estudio, para que podamos hacerla en una forma útil para el progreso. He aquí algunas ideas.

¿Cuándo criticar?

Si todas las teorías contienen abstracciones de la realidad, siempre es posible señalar sus deficiencias. Pero no es siempre útil. Si una simplificación es una sobresimplificación o no la es, depende del estado de la ciencia, los problemas entre mano. Considero ahora el uso del coeficiente de selección en la genética de poblaciones. Al principio del siglo xx, el problema para la genética de poblaciones fue, “¿es posible la evolución dentro del tiempo disponible para ella?” Para responder esa pregunta, J.B. Haldane, R.A. Fisher y Sewell Wright construyeron modelos de la selección en poblaciones mendelianas, para averiguar si la selección lenta podía cambiar las frecuencias de los genes.

Según la fórmula, el cambio bajo selección es igual a sp (1-p) donde p es la frecuencia de un alelo y s es el coeficiente de selección. Usaron valores pequeños de s, como .01 o .001. El resultado de los estudios fue positivo, la selección lenta puede transformar poblaciones, y la evolución es posible. Pero s representa el valor adaptivo de un alelo, y por lo tanto depende del ambiente. Los tres investigadores sabían que en la realidad s no era constante. Pero para los fines del problema era legítimo tratarlo como si fuera constante: si en realidad s varía entre .01 y .001, el tiempo necesario para un cambio determinado de frecuencia puede estar entre los resultados para los dos valores constantes pero la conclusión queda igual: la evolución es posible. Un valor constante de s fungió como simplificación. Después surgió otra pregunta: ¿es posible fijar en una población un alelo desventajoso debido a fluctuaciones de s? Y efectivamente, si la varianza de s es suficientemente grande comparada a su desventaja promedio, se puede fijar. Es un descubrimiento importante: la selección natural no necesariamente mejora una población. Para llegar a esa conclusión fue necesario abandonar la simplificación de s constante para tratarla como una variable aleatoria.

Pero todavía no responde a la pregunta desde la ecología: ¿en un ambiente variable, puede una población adaptarse a los cambios por la selección natural? Ahora el modelo de s como una variable aleatoria de ruido blanco pasa de simplificación a sobresimplificación, y hay que estudiar un s que varía, pero con valores autocorrelacionados, un problema mucho más difícil matemáticamente. La solución fue entonces considerar que si el ambiente cambia lentamente comparado al período de la generación, entonces la respuesta a la selección mejora su adaptación. Pero si por ejemplo, una especie tiene solamente dos generaciones en el año y las características que la adaptan al invierno están seleccionadas en el invierno, tendríamos una población mejor adaptada al invierno, pero que enfrenta al verano. La generación del verano experimenta selección para condiciones de verano pero sus hijos confrontan el invierno. Es decir siempre será favorable a la situación previa, nunca a las condiciones actuales. Aquí la selección natural hace daño.

Otras complicaciones aparecen cuando consideramos que lo que los organismos modifican en su ambiente de modo que s dependen de p. El punto es, hay que complicar el modelo cuando el problema lo exige, y no es porque el modelo está incompleto. El crítico responsable conoce cuando una simplificación se convierte en sobresimplificación, y por lo tanto cuando hace falta la crítica.

La crítica contra la moda. Muchas veces la ciencia o la política se entusiasman tanto por una nueva orientación que se exageran sus aportes y se ignoran sus posibles defectos. Así sucedió con la teoría de información en la biología, la teoría de catástrofes, y la del caos. Avances en la bioquímica de los ácidos nucleicos fueron informados como aperturas “al secreto de la vida”. Por cierto, fueron adelantos importantes, pero también indujeron a un reduccionismo que planteó una influencia unidireccional de los genes sobre el desarrollo, sin tomar en cuenta la retroacción del ambiente y del organismo sobre los genes. La biología molecular se apoderó del nombre de “biología moderna”, en desprecio a la morfología moderna, a la ecología moderna, a la neurobiología o la biogeografía modernas. Muchos departamentos universitarios de biología se volcaron a lo molecular, abandonando campos como la anatomía o la sistemática, por lo que en la actualidad enfrentamos una escasez mundial de taxónomos. En aquel momento, la crítica del reduccionismo genético no iba dirigida a parar esta línea de investigación, sino a advertir sus límites y a defender el balance entre las disciplinas.

Igualmente en la política, cada vez que se lanza una nueva orientación en el proceso revolucionario también es importante señalar posibles dificultades y limitaciones, no para entorpecer el proceso sino para protegerlo.

El rango o nivel de la crítica. Es necesario especificar el alcance de la crítica. La propuesta de Lynn Margulis de que algunas estructuras celulares como las mitocondrias o los cloroplastidios, fueron una vez organismos independientes revolucionó nuestro concepto sobre el origen de las variaciones, que son las materias primas para la selección natural. Además de las mutaciones pequeñas se puede seleccionar cambios súbitos debido a la fusión de las células que crean nuevas taxas superiores. También la propuesta de Stephen J. Gould y Niles Eldridge de la evolución puntual permite considerar una evolución discontinua. Pero ninguno de los dos derroca la evolución ni la selección natural, solamente la expectativa de que la evolución es siempre lenta y gradual. Está ahora muy de ahora proclamar nuevos paradigmas. Pero ello es un juicio que solo realiza la historia, y no puede formar parte de la alabanza del autor sobre su propio trabajo.

En la política es importante aclarar el alcance de una crítica. Hay que especificar si la crítica de las deficiencias en una policlínica, es una crítica de la administración de este centro, o al descuido de un Consejo Popular, o resultado de otras prioridades del MINSAP, o de un llamamiento a privatizar los servicios de la salud. Vuelvo al tema de la agroecología. Durante la lucha por una agricultura orgánica, algunos compañeros, muy frustrados por el progreso lento de estas prácticas, concluían que el socialismo como tal era enemigo de la agricultura ecológica, en vez de comprender que el sistema no era responsable sino un estilo de gigantismo sobre-centralizado, en medio de la construcción del socialismo. El socialismo no prescribe una sola forma de organización agrícola, que una escala grande de planificación no previene, una escala más pequeña de producción, y solo con una visión marxista que mira para el todo, se facilita un patrón de desarrollo ecológico.

No fue fácil llegar a esta perspectiva. Durante las décadas del setenta y ochenta, predominó la tecno-fascinación, con su visión de un solo camino de desarrollo tecnológico, la doctrina de la “modernización” unidireccional que en cierta medida aumentaba la producción agrícola, mientras socavaba la capacidad productiva. Algunas compañeras/os en diversos institutos de la Academia de Ciencias, MINAGRI, el Museo Nacional y el Partido tuvieron la claridad de ver que ese camino era contraproductivo, tuvieron la paciencia y la persistencia para seguir criticando la moda predominante de pensar aun cuando los miraban como “idealistas”, y por fin cuando el Período Especial desenmascaró las vulnerabilidades que ese camino creaba, la ciencia cubana estuvo en condiciones de cambiar la orientación hacia una trayectoria de desarrollo más dialéctica, más humana, más sostenible. La batalla no se ha ganado definitivamente todavía, pero estamos llegando.

El grado de la crítica. Cuando uno plantea una crítica, es importante aclarar si es una duda, si uno requiere más información o más argumento, antes de quedar convencido, o ya ha decidido que se trata de un error. A veces la mejor respuesta a una duda, no es tratar de aclararla sino preguntar, ¿que información o qué argumento necesitamos para decidir? Y está bien dejar algunas preguntas sin resolver, si es que la discusión se estanca por falta de datos o de experiencia. El presidente de un debate debe fijar bien si la discusión progresa, o si sigue dando vueltas con la repetición del mismo argumento sin convencer a nadie. En este caso tiene que averiguar si es que falta algo para resolver la cuestión o es que las partes no se escuchan. A veces puede verse la causa del estancamiento, por ejemplo cuando cada parte da más peso a su propia disciplina, cuando tenemos evidencia de conflictos.

La intensidad de la crítica. Debe indicar si se trata de una deficiencia normal que se puede resolver con mejor atención, o una advertencia de un problema que puede surgir, pero que no ha aparecido todavía, o es algo muy fundamental e intolerable que exige un cambio urgente e inmediato.

El origen de los errores que critica. Aquí nos ayuda mucho el estudio de la filosofía, la sociología y la historia de la ciencia. Nos ayuda a determinar la razón de los errores y si el grupo a quienes se dirige la crítica está en condición de oírla. A veces no es posible y la crítica no prospera. Por ejemplo un argumento matemático no puede convencer a personas que no entienden la matemática y su papel en la ciencia. También es difícil asimilar que un proyecto que se hizo con tanto esfuerzo y sacrificio es contra productivo, o que algo que tantos beneficios traería al país no es factible. O puede ser que el obstáculo sea ideológico, basado en creencias sobre el progreso.

Cómo recibir la crítica. Hasta ahora he hablado desde el punto de vista del crítico. Ahora paso a ver el asunto desde la perspectiva del organismo donde se plantea la crítica. Muchas veces las críticas vienen de jóvenes con menos experiencia y con la energía de emprender algo nuevo en sus vidas. Tienden a exagerar las lagunas en una teoría o las deficiencias en una política. La crítica puede ser una inquietud imprecisa o equivocada en sus detalles. Es muy fácil aplastar la crítica incipiente, que apenas ha germinado. Pero así no se resuelve la inquietud. Es muy importante que el círculo de discusión sea un sitio donde se alientan las críticas. Aun cuando nadie ofrezca la crítica a un nuevo planteamiento, es conveniente promover tal crítica, quizás con el nombramiento de un compañero como “abogado del diablo” para que una nueva política, esté sujeta a un examen a fondo. Después que una duda está sobre la mesa, el primer paso es averiguar cuál es la médula racional de la inquietud, y hasta ayudar al crítico a formularla mejor. El siguiente paso es medir el aporte de la idea, y preguntar, ¿cómo podemos decidir si es válida o no? ¿Qué tipo de evidencia hace falta, que base teórica podemos utilizar?

Si resulta que la crítica está acertada, nos preguntaremos “¿cómo podemos incorporarla en nuestro trabajo? ¿Con quiénes debemos compartir nuestras conclusiones más allá?” Y si la crítica resulta ser equivocada, nunca debemos despreciar al crítico por el hecho de equivocarse. Por el contrario, el orgullo del científico, tanto individual como de los colectivos de científicos, no está en siempre tener la razón sino en siempre estar abierto a aprender.

Muchas Gracias.

Recibido: 15 de abril de 2004. Aprobado: 19 de abril de 2004.
Richard Levins. Universidad de Harvard. Boston. Massachusels. EE.UU.

* Basado en una charla en el Instituto de Ecología y Sistemática en La Habana, el 13 de enero de 2004, y reconstruido de notas y de memoria en la ocasión de mi elección como académico correspondiente de la Academia de Ciencias de Cuba.

1 Profesor.

Creative Commons License Todo el contenido de esta revista, excepto dónde está identificado, está bajo una Licencia Creative Commons