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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.30 n.3 Ciudad de La Habana jul.-sep. 2004

 

Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana

Apuntes sobre la búsqueda de una epistemología sin imposturas

Luis Carlos Silva Ayçaguer1

RESUMEN

El trabajo reflexiona a modo de ensayo acerca de cuestiones filosóficas desdeñadas o ignoradas en buena parte de la investigación práctica, la docencia o la comunicación social de la ciencia. Se sostiene y fundamenta que imposturas y oportunismos diversos se deben al menos parcialmente a ello. Se realiza una breve reseña histórica sobre perniciosas tendencias relacionadas con el estructuralismo que desembocaron en los últimos años del siglo xx en el llamado posmodernismo. Énfasis especial recibe el examen detallado del famoso incidente académico protagonizado por el físico Alan Sokal hacia mediados de los 90 que es aprovechado para sacar conclusiones de aliento más general que deberían ser contempladas por los investigadores biomédicos y de la salud pública con el fin de apropiarse de una epistemología eficiente, una comprensión cabal del papel de la sociología del conocimiento y un acrisolamiento de la ética de la investigación y de la labor intelectural en general.

Palabras clave: EPISTEMOLOGIA, PSEUDOCIENCIA, POSTMODERNISMO, INVESTIGACION.


Introducción

El presente trabajo procura reflexionar acerca de cuestiones no pocas veces desdeñadas o directamente ignoradas por muchos colegas quienes centran su interés en la investigación práctica, la docencia o la comunicación social de la ciencia. Creo que buena parte de las confusiones y malentendidos que hoy padecemos tienen su origen en dicho desdén y, a la vez, que nada podrá prosperar de manera enteramente racional en materia de investigación si no se asienta en presupuestos conceptuales claros y explícitos en el campo de la filosofía.

No está en mi ánimo -ni siquiera en mi capacidad- extenderme sobre este medular y ciertamente especializado asunto. Pero me propongo hacer una modesta contribución al compartir unos pocos puntos de vista sobre aspectos filosóficos y algunas de sus derivaciones sociales básicas, especialmente las que conciernen a la integridad académica. Creo que pueden ser propiciatorios de un saludable ejercicio teórico, porque esa falta de reflexión crítica acerca de los más generales problemas, en especial episte-mológicos, sobre los que se asienta la práctica, a veces se aderezan con ingredientes peores que la mera ignorancia: imposturas y oportunismos de diverso pelaje.

Para la exposición me valdré de una breve reseña histórica de perniciosas tendencias que rigieron en las últimas décadas del siglo xx y que tuvieron su punto de inflexión en una peculiarísima triquiñuela académica protagonizada por un físico neoyorquino.

El laberinto posmoderno

Con toda razón, en la etapa final de su vida, Karl Popper advertía que los intelectuales tenían una responsabilidad esencial y anterior a cualquier otra: "hacer conocer los resultados de sus estudios, tan sencilla, transparente y modestamente como fuesen capaces", e iba más lejos al señalar que lo peor que podían hacer era conducirse como grandes profetas dedicados a impresionar al prójimo con razonamientos galimatíacos y borrosas filosofías. "Quien sea incapaz de hablar claro", apostillaba, "debe callar hasta poder hacerlo".1

Esto nos lleva de la mano al estructuralismo, movimiento que alcanzó relevancia hacia la década de los sesenta. Fue encabezado por el pensador belga Claude Lévi Strauss, su mayor exponente y autor del famoso libro "Antropología Estructural".2 Se centraba en el reconocimiento de la existencia de sistemas supraindividuales, de diferente tipo: estructuras económicas, históricas, psíquicas, lingüísticas, antropológicas o étnicas. La idea primigenia se condensa en que el ser humano está sometido a estructuras que lo superan y, por ende, puede ser estudiado "desde fuera". Pero podría decirse que dicha corriente surge como consecuencia de una profundización de la lingüística y se apoyó en la desconcertante idea de que el lenguaje, como un sistema cerrado, constituye el único medio disponible para acceder al mundo de los objetos y a la realidad. Este carácter autorreferencial que el estructuralismo atribuía al lenguaje, le confería una capacidad explicativa que a la postre fue distanciando a sus seguidores (Jackes Lacan, Michel Foucault y Louis Althusser, entre los más destacados) del mundo real. Con la incorporación de conceptos tales como el de deconstrucción, se fue arribando al llamado postestructuralismo y, como no, al postmarxismo.

Pero poco importan los postbautizos intermedios. Lo cierto es que desde los años setenta del siglo xx el estructuralismo fue evolucionando (involucionando, en rigor) en dirección opuesta a la claridad que muchos años más tarde reclamara Popper, con un discurso cada vez más críptico y caótico, centrado en el análisis de los textos en sí mismos. De manera que el análisis de la realidad se concentraba en (y muchas veces se suplía con) el examen del lenguaje.

Díaz recuerda acerca de un seminario en la Universidad de Buenos Aires donde se señalaba que los intelectuales estaban "habituados a complejizar la realidad, cuando en realidad debieran simplificar aquello que en la misma realidad aparece como complejo.... Si hacemos un discurso más complejo que la realidad misma, nos volveremos analistas de textos, para comprender los complejos textos que explican esa realidad simple".3 No se denunciaba una mera expresión fenomenológica sino un sistema vertebrado en torno a preceptos explícitamente formulados.

Por ejemplo, el connotado sociólogo de la ciencia, Harry Collins había escrito algo que resulta insólito para cualquier mente sensata: "El mundo natural desempeña un minúsculo o inexistente papel en la construcción del conocimiento científico".4 Pero no se trata de un desvarío coyuntural; hablamos de todo un cuerpo teórico cultivado por diversos pensadores, como los famosísimos Bruno Latour y Steve Woolgar, quienes solían ilustrarnos con afirmaciones tales como que "La realidad es la consecuencia y la causa de la construcción social de los hechos".5

Eran las bases teóricas o los precedentes de lo que se ha dado en llamar "posmodernismo". Con base en la idea de que la racionalidad carece de valor, de que la ciencia no pasa de ser una construcción social y de que la conexión entre las palabras y el mundo es arbitraria, se desemboca, con Jacques Derrida a la cabeza, en una corriente intelectual que defiende las elaboraciones teóricas desconectadas de toda corroboración empírica y que se caracteriza por un acusado relativismo epistémico y cultural, concretado con el tiempo en un amasijo de filosofía, diletantismo lingüístico, crítica literaria y desvaríos psicoanalíticos.

Con respecto al término posmodernismo, el filósofo argentino Mario Bunge se expresaba muy cáusticamente cuando decía que con él "simplemente se puso nombre a esa gran fábrica de basura intelectual que hay en París, la mayor exportadora de basura intelectual del mundo".6

En el altar de tan peregrina concepción, no pocos teóricos de la ciencia, muy especialmente algunos prestigiosos cultores de determinadas modas psicoanalíticas del mundo francófono, se dedicaron por años a predicar desaprensivamente ideas caracterizadas por un cada vez más sospechoso hermetismo. Usando un lenguaje supuestamente erudito, con frecuencia incoherentemente atravesado por nociones de la matemática abstracta, pero sobre todo caracterizado por un amontonamiento anonadante de palabras, se fue edificando un sistema. He aquí algunos ejemplos notables.

Jackes Lacan, acaso el más encumbrado precursor de los actuales pensadores posmodernos, nos había explicado en clave psicoanalítica, nada menos que lo que llamó "la verdadera génesis numérica del dos".7 Vale la pena leerlo:

Es necesario que este dos constituya el primer entero que aún no ha nacido como número antes de que aparezca el dos. Y lo habéis hecho posible, ya que el dos está ahí para dar existencia al primer uno poner el dos en lugar del uno y consiguientemente, en el lugar del dos veréis aparecer el tres. Lo que tenemos aquí es algo a lo que puedo llamar marca. Ya tenéis algo que está marcado o algo que no está marcado. Con la primera marca tenemos el estatuto de la cosa. Exactamente de este modo Frege explica la génesis del número; la clase que está garantizada por ningún elemento es la primera clase; tenéis el uno en el lugar del cero y luego es fácil comprender cómo el lugar del uno se transforma en el segundo lugar, que deja sitio para el dos, tres y así sucesivamente…. Para nosotros, la cuestión del dos es la cuestión del sujeto, y es aquí donde llegamos a un hecho de la experiencia psicoanalítica, dado que el dos no competa el uno para hacer dos, sino que debe repetir el uno para hacer posible la existencia del uno (itálicas del autor).

Lacan no solo era capaz de producir antológicos galimatías como este; pudo llegar a extremos tales como afirmar que "el órgano eréctil es equivalente a la raíz cuadrada de (-1)",8 una declaración que bien pudiera merecer pasar al mármol.

Luce Irigaray es una prominente filósofa feminista belga, destacada por el estudio de las influencias del sexo de los investigadores científicos sobre la elección de sus temas de trabajo investigativo. Siempre se ha ironizado sobre la esterilidad de discutir acerca del sexo de los ángeles. Pues bien, no se corta un pelo para discutir ¡si una ecuación matemática tiene o no sexo!; por ejemplo, destina una reflexión de este tipo a la famosa fórmula de Einstein que establece que la energía es igual al producto de la masa por el cuadrado de la velocidad de la luz. Textualmente, reflexiona:

¿Es la ecuación sexuada? Tal vez lo sea. Hagamos la hipótesis afirmativa en la medida en que privilegia la velocidad de la luz respecto de otras velocidades vitalmente necesarias para nosotros. Lo que me hace pensar en la posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es directamente el hecho de que sea empleada en los armamentos nucleares, sino más bien el hecho de que se haya privilegiado lo que va más rápido.9

Jean Baudrillard, afamado teórico francés de la sociología y uno de los impulsores radicales del posmodernismo, solía hablar del "siniestro vacío de todo discurso", sin reparar en que ese sayo venía de perilla a sus propios textos. Aparentemente, creía ponerlo a salvo de toda vacuidad por el solo hecho de colocar aquí y allá citas borrosamente relacionadas con conceptos de alto nivel matemático que ni siquiera dominaba. En cierto momento, por ejemplo, identifica el espacio euclídeo como "el progreso rectilíneo de la Ilustración", y el no euclídeo como un espacio en que las trayectorias se desvían por una "curvatura maléfica". Así, Baudrillard dice sobre la primera Guerra del Golfo que "el espacio de la guerra es definitivamente no euclidiano."10 Esto resulta ser algo así como valerse de la gramática para concluir que un plátano es una fruta decididamente esdrújula mientras que un salchichón es un embutido inequívocamente agudo.

Con ese ropaje se fueron ataviando a lo largo de los años los reyes posmodernos.

El nuevo desorden internacional

Con los sucesos de honda connotación social y política que se produjeron en la última década del siglo xx en Europa Oriental, extraviados no pocos referentes históricos y sociales, habiendo quedado el mundo a merced del poder unipolar, con los mercaderes de la manipulación sintiéndose a sus anchas, y en un caldo de cultivo óptimo para el florecimiento de la banalidad y la indolencia, sobrevino una verdadera crisis de valores, donde el rigor informativo ha venido siendo una de las más castigadas víctimas.

La sociedad toda se veía de pronto neutralizada por nociones tales como el famoso "fin de la historia" y conceptos de análogo tenor, hijas de una profunda conmoción histórica, graciosamente victoriosas debido a la incomparecencia orgánica de contendientes, en buena medida aturdidos por la avalancha de los acontecimientos.

Una de las tantas expresiones del sinsentido concierne a la distinción artificial que los posmodernos hacen entre la "gran ciencia" (supuesto instrumento de las oligarquías), y la "pequeña ciencia", también bautizada como "ciencia alternativa" o "ciencia democrática". Esta última expresión es especialmente ridícula, pues pretende demagógicamente desconocer que, nos guste o no, la ciencia es una actividad de élite (como lo es ser la que desarrollan los virtuosos del violonchelo o los cirujanos cardiovasculares). ¿Creerán acaso sus defensores que las disputas científicas deben dirimirse mediante el voto de todos los ciudadanos y las ciudadanas?

Las respuestas a este estado de cosas eran más bien tímidas y desarticuladas, aunque existían.

En su libro Ciencia y Relativismo, el filósofo Larry Laudan, procedente de la universidad de Princenton (actualmente en el Instituto de las Investigaciones Filosóficas de la UNAM, DF México) expresaba que la sustitución de la idea de que los hechos y la evidencia son cruciales para el progreso del conocimiento, por la idea de que todo se supedita a los intereses subjetivos y a la perspectiva desde la que los hechos son apreciados es "la manifestación más prominente y perniciosa de antiintelectualismo de nuestro tiempo".11

Algunos comprendían que las consecuencias culturales más graves del relativismo radical concernían a su aplicación en las ciencias sociales. El historiador inglés Eric Hobsbawn lo había denunciado por esa misma época en términos tan elocuentes como tajantes. Advirtió, por ejemplo, sobre:

…el crecimiento de las modas intelectuales posmodernas en las universidades occidentales, sobre todo en los departamentos de literatura y antropología, que hacen que todos los "hechos" que aspiran a una existencia objetiva sean, simplemente, construcciones intelectuales.12

Otro ejemplo notable fue el libro Higher Superstition. The Academic Left and Its Quarrels with Science, de Paul R. Gross y Norman Levitt. Los autores comunican un estado de virtual zozobra por las desviaciones y exageraciones que parecían hacer metástasis en algunos recintos universitarios y que ponían en serio peligro la integridad intelectual, consustancial de una genuina Universidad.13

Sin embargo, el desconcierto era predominante. En este confuso contexto asistíamos al momento más glorioso de un relativismo gnoseológico cuyas raíces venían de antaño.

El affaire Sokal

En 1995, el destacado físico de la New York University, Alan Sokal, envía a una publicación académica de alto nivel, la revista Social Text, un artículo pomposamente titulado: "Transgrediendo los límites: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica".

El artículo estaba redactado en el más puro estilo ininteligible que tipifica la producción intelectual del posmodernismo. Deliberadamente, Sokal atiborró el trabajo de textos abstractos vertebrados en las citas más estúpidas que pudo hallar donde la matemática y la física hubiesen sido descaradamente empleadas por los prominentes intelectuales enrolados en la empresa posmodernista, a quienes de paso ensalzaba con reverencia.*

Aderezó el material con unos cuantos disparates formales desde el punto de vista de la física, y dejó así pronta la carnada. Personalmente, creo que se arriesgó bastante a que alguien sospechara la farsa, pues llegó a incluir afirmaciones que son tan cómicas como descabelladas, de lo cual la siguiente es un ejemplo espectacular: "La pi de Euclides y la G de Newton, que eran consideradas constantes universales, ahora se perciben en su ineluctable historicidad". Los editores de Social Text, no obstante, se tragan el anzuelo. El trabajo fue publicado en la primavera de 1996 dentro de un número monográfico especialmente dedicado a lo que por entonces se llamaba "La guerra de las ciencias".14 No fue siquiera objeto del escrutinio regular de las revistas científicas (peer review), pese a que Sokal había incluido cruda y llanamente (sin el menor atisbo de fundamentación) afirmaciones tales como que "la realidad física… es en definitiva una construcción social y lingüística".

Tres semanas después, un segundo artículo denominado "Los Experimentos de un Físico con los Estudios Culturales", es publicado en la revista Lingua Franca. Allí comunica que el trabajo inicial no era más que una parodia y explica sus motivaciones para confeccionarla. En él ironizaba: "Cualquiera que crea que las leyes físicas son meras convenciones sociales, está invitado a que pruebe a transgredir dichas convenciones desde la ventana de mi apartamento (vivo en un piso 21)".15

Sokal envía después un nuevo artículo a la revista Social Text, titulado "Trasgrediendo las Fronteras: una Post Data". Como era previsible, los editores se negaron a la publicación de este segundo trabajo. Fue incluido, sin embargo, en el segundo semestre de 1996 en la revista Dissent.16

Al menos tres cosas habían quedado demostradas:

  • que en ciertos ambientillos académicos de alto nivel se profesaba un culto casi ciego al lenguaje vacío, algo más propio del ocultismo y la hechicería que del marco racional que la ciencia exige,
  • que algunas revistas científicas pueden actuar al margen de las reglas estandarizadas (peer review) para conseguir prosélitos a ciertas ideas, a la usanza de los políticos que pactan con ciertos enemigos para vencer a otros enemigos más peligrosos,
  • que un conjunto de ideas suficientemente condimentadas con jerga matemática, si procede de un académico reconocido, podrían alcanzar reverente reconocimiento, aunque careciera de sentido.

Quizás el asunto no hubiera llegado más lejos pero, dada a conocer la triquiñuela, se había abierto la caja de Pandora. Se produjo un verdadero terremoto académico, tanto en la Duke University (institución que cobija y publica Social Text), como en los medios especializados conexos. Como es natural, no faltaron intentos de sacudir al propio Alan Sokal, rápidamente acusado de haberse conducido de manera poco ética, así como de estar influido por un sentimiento de francofobia y de ser un intelectual de derecha. Sobre la naturaleza ética o no de su actuación, habría mucho que discutir… si tuviera sentido; la aversión a los franceses es ridícula; su condición de derechista, irrelevante (aparte de que siempre ha sido un hombre de izquierda, que había incluso colaborado durante años con universidades nicaragüenses durante la etapa sandinista**). Pero lo que sobrevivió por encima de todo fue un espacio propicio para el examen crítico de quienes hasta entonces eran casi universalmente conceptuados como esclarecidos eruditos, que se apoyaban en complejos hallazgos de la física y la matemática para fundamentar sus doctrinas.

Más tarde, uno de los editores admitió que realmente no habían entendido el trabajo que habían publicado, pero que se habían dejado seducir por el hecho de que el autor era, en sus palabras, un "aliado convenientemente acreditado".17

El rey desnudo

El artículo era una falta de respeto a la pseudoautoridad, adorablemente típica de los niños o del célebre Idiota de Dostoievsky. Es imposible no recordar la famosa parábola de Hans Christian Andersen sobre el rey desnudo. Es tan perfecta la analogía que no me abstengo de recordarla a grandes rasgos.

Unos avispados impostores propusieron a un poderoso rey que adquiriese un atuendo confeccionado con un paño maravilloso procedente de lejanas tierras. Con él alcanzaría los máximos niveles de elegancia. Explicaron que el paño, además, era mágico: sería invisible para malhechores e hijos de dudosa paternidad. Sumido en su vanidad, el soberano accedió y en su momento comenzó a desfilar en la corte con el traje inexistente ante todo el pueblo que se había aglomerado para embelesarse con el traje maravilloso. Los súbditos, desde el más modesto al más encumbrado, vieron con estupor que el rey estaba desnudo; pero también con espanto, ya que cada cual corría el riesgo de ser percibido como un truhán o un sujeto de ignominioso linaje. Nadie se atrevió a decirlo, hasta que un niño comenzó a preguntar inocentemente a voces cómo era posible que el soberano se paseara desnudo. Mientras muchos se apresuraban a traer ropa verdadera para cubrir al monarca, los impostores escaparon con el botín.

Acaso avergonzados al ver que a los venerados maestros se les hubiera señalado públicamente que sus distinguidos ropajes eran inexistentes, algunos psicoanalistas han sugerido que la ridiculización de ciertas afirmaciones se basa en que han sido sacadas de contexto (véase un ejemplo de tal defensa en Said).18 Pero la verdad es que, puestos en su contexto, estos disparates resultan aun más descabellados, ya que se insertan en una auténtica maraña de divagaciones. Juzgue el lector lo que textual (y contextualmente) Lacan había escrito en relación con la famosa cita antes mencionada:

Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce; no del goce en sí mismo, ni siquiera en cuanto imagen, sino como parte que falta de la imagen deseada: consecuentemente, es equivalente a del significado obtenido más arriba, del goce que restaura, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de carencia de significante: (-1).8

Tal despliegue de supuesta sabiduría dejaba deprimido a los jóvenes estudiantes que aspiraban a ilustrarse por su conducto, a la vez que despertaba admirados ditirambos en ciertos círculos de la intelectualidad francesa. Por poner un solo ejemplo, Althusser, quien sostenía que "la historia es un proceso sin sujeto", afirmó: "Lacan dota, finalmente, al pensamiento de Freud de los conceptos científicos que exige".19 Muchos sospechaban íntimamente que toda esa palabrería no quería decir nada, pero temían pasar por incapacitados para adentrarse en tan elevados conceptos, de modo que callaban.

La mayor deuda que tenemos con Alan Sokal no se debe, desde luego, a que haya protagonizado un divertido episodio; ni siquiera a que haya desmontado una patraña de considerables proporciones y larga duración. La verdadera deuda radica en que Sokal, al aprovechar un intersticio del sistema para realizar una maniobra de alta trascendencia, dejó un precedente invaluable en la lucha contra la impunidad intelectual, ejercida desde pedestales tímida o inoperantemente cuestionados hasta entonces. Por otra parte, al haber ganado notoriedad mundial, consiguió dar análoga prominencia a cuestiones metodológicas de máxima importancia. Pudo esclarecer (y lo hizo con encomiable lucidez) un conjunto de medulares premisas y conceptos.

Por estafar a los estafadores, al menos yo, le concedo todo el siglo xxi de perdón. Lo merece, aunque solo fuera por su contribución a la defensa de la integridad académica y al descrédito de una corriente de anarquía cultural que deteriora las exigencias de rigor y responsabilidad, a la vez que beneficia el oscurantismo y la charlatanería.


Después del affaire

Al año siguiente, ve la luz el libro Impostures Intellectuelles, escrito por Sokal junto con su colega belga, de la Universidad de Lovaina, Jean Bricmont. Los autores, obviamente incentivados por los entredichos y el estupor de muchos que se preguntaban si sería realmente cierto que el rey estaba desnudo, desenmascaran documentada y convincentemente las asombrosas imposturas de los más connotados precursores y adalides del posmodernismo francés (Jacques Lacan, Bruno Latour, Jean-Pierre Lyotard, Julia Kristeva, Jean Baudillard, Gilles Deleuze, Felix Guattari y Paul Virilio, entre otros).20

En efecto, allí se presenta un despiadado repaso del uso delirante y muchas veces desfachatado que hacen de las ciencias "duras" estos filósofos, teóricos de la sociología y psicoanalistas. Sokal y Bricmont no se andan con paños calientes; son directos y duros. Por ejemplo, refiriéndose a Virilio, escriben: "..lo que se presenta como 'ciencia' es un coctel de confusiones monumentales y fantasías delirantes. Además, sus analogías entre la física y las cuestiones sociales son de lo más arbitrio imaginable, cuando simplemente no se intoxica con sus propias palabras." ***

Estos acontecimientos favorecieron acciones tales como un encuentro al que acudieron figuras de la talla de Susan Haack, Gerald Holton, Mario Bunge, Robin Fox y Stephen Cole, auspiciado por la New York Academy of Sciences y convocado con el nombre "The Flight from Science and Reason". Las intervenciones fueron más tarde recogidas en un volumen del mismo nombre por los editores Levitt Gross y Martin Lewis.21

Una de las participantes en este encuentro, Noretta Koertge, especialista en filosofía de la ciencia, publicó ese mismo año una valiosa recopilación de reflexiones bajo el sugestivo título de "A House Built on Sand. Exposing Postmodernist Myths About Science".22

Aparte de estos acontecimientos académicos, se produjo un intenso intercambio de opiniones. En la página Web que el propio Sokal creó al efecto, se recogen la mayoría de ellas (http://weber.u.washington.edu/~jwalsh/sokal/). El apoyo a la maniobra fue casi universal. Sin embargo, no faltaron defensores de Lacan y su larga lista de seguidores, incluso mucho después de los acontecimientos relatados.

Por ejemplo, el profesor argentino Roberto Follari, si bien reconoce la validez de parte de las críticas del físico neoyorquino, hace a su vez una serie de impugnaciones a su trabajo del corte de que "no se puede refutar la copiosa obra de Lacan en 15 cuartillas".23 Aparte de muchas endebleces (y algunos aciertos) de la argumentación de Follari, lo que me interesa destacar es que no es lo mismo errar que ser deshonesto. Por muchos errores que pudiera tener la argumentación de Sokal, nunca se le podrá tildar de impostor; y por muchos méritos que pueda haber acumulado Lacan, nunca se le podrá exonerar de haberse conducido como tal. Eso es lo que resulta verdaderamente relevante y por lo cual traigo el affaire a estas líneas: la importancia crucial de conducirse con honradez intelectual en una actividad, la ciencia, cuya finalidad es precisamente descubrir la verdad.

Además, se mire por donde se mire, afirmar o convalidar algo tan disparatado como que "la realidad física no es más que una construcción social" es tan insólito que parece una burla. No puede existir ninguna sesuda reflexión, ningún texto, por muchas palabras altisonantes que tenga, que justifique tamaña estupidez.

Desde luego, la exitosa jugarreta de Sokal y los numerosos aportes posteriores en la misma dirección, no dejan enteramente resuelto el tema del oportunismo académico ni del oscurantismo pseudocientífico.

Por ejemplo, el psicólogo Eduardo Said, arriba citado en relación con el famoso apotegma lacaniano que hacía equivaler el falo humano a la raíz cuadrada de (-1), asume la condición de exegeta del susodicho pasaje y se da a la tarea de esclarecernos mediante un conceptuoso recorrido, del cual elijo un maravilloso párrafo que reza así:****

La parte faltante de la imagen deseada, aquello que va del pene fantasmatisado a la madre, al niño en el lugar de falo que obtura la falta del Otro, cobra en ello en tanto carencia-ausencia imaginarizada un valor equivalente a la designación de imaginario para el campo más ajustado de la lógica matemática.

Termino ahora con otro ejemplo, en este caso made in España que resulta difícil de superar. La Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, en su primer número del año 2003, publicó un trabajo donde, según palabras del autor "…se prueba la existencia de un Ser Superior que, directa o indirectamente, y fuera de la Naturaleza, ha intervenido en la creación de los seres humanos de forma que, si hay evolución, ésta es brusca y no procede de la ley natural, y, por tanto, es milagrosa". La supuesta prueba científica de la existencia de Dios, a cargo de un matemático, se consigue a través de un entramado de teoremas (17 en total) y contiene afirmaciones del siguiente tenor:

Ahora, después de hacer la anterior exposición religiosa, humanista y científica con motivo de la estrella que vieron en el Cielo los magos que fueron a adorar al Mesías, según cuenta San Mateo, hemos logrado probar que el instante (t) del nacimiento del Mesías está determinado por la propiedad de que en ese mismo instante la velocidad de expansión del Universo es igual a la velocidad de la luz, manifestando con ello, como ya hemos dicho, que sería Luz de Verdad.24

¿Cómo explicarse algo así? ¿Qué entramado de intereses puede estar detrás de la convalidación que supone la publicación en una revista científica de semejante texto? En cualquier caso, cabe sospechar que estamos frente a una mezcla de superficialidad, indolencia e irresponsabilidad. Lo de menos es la notable capacidad del profesor en cuestión para hacer el ridículo. Al final, "cada cual es rehén de lo que publica", como ya apuntaba en otro sitio.25 Lo alarmante es la falta de rigor o de entereza de los académicos que han aprobado la publicación de su "trabajo".

Claves básicas para una epistemología útil

Como se ha enfatizado oportunamente, la filosofía de la ciencia comprende aspectos que, si bien están íntimamente relacionados, difieren en su alcance y naturaleza. De hecho, operan en diferentes niveles y por ende guardan relaciones jerárquicas entre sí. Su desconocimiento ha sido fuente de notables insuficiencias y no poco despropósitos.20

En el primer nivel se halla la ontología, que se ocupa de determinar cuáles son los objetos que realmente existen en el mundo que nos rodea. La energía que pudieran liberar o transformar determinadas maniobras terapéuticas, tales como la "imposición de manos" o la "moxibustión", por ejemplo, empieza por ofrecer un problema ontológico, ya que si tal energía no pudiera ser registrada o medida, a la par que su presunta existencia careciera de fundamento racional, entonces sobrarían motivos para sospechar que no existe.

Cualquier físico conoce qué es la energía cinética o la atómica. Lo que no sabe ningún físico del planeta es absolutamente nada acerca de una presunta "energía piramidal", como nos recuerda Hart de la facultad de Física de la Universidad de la Habana:

La pirámide -como conoce un escolar secundario- no es más que un arreglo geométrico de puntos en el espacio. Nuestros antepasados, tanto en Egipto como en Mesoamérica configuraron tumbas y altares en forma piramidal. Ahora al cabo de más de mil años se pretende que la pirámide, exhiba una misteriosa energía (…) Desgraciadamente muchos encuentran en la fraseología científica una ayuda como la palabra "energía" y así arreglan "energía piramidal". Energía en el más burdo de sus acepciones, con ésta basta, no es otra cosa que la medida común de las diversas formas de movimiento de la materia. En su uso práctico, la energía está asociada a un sistema concreto. De esta forma se habla de energía mecánica, electrostática, magnética, etc. Cobra importancia práctica este vocablo cuando tiene apellidos. Pero "energía piramidal" ni se define ni puede definirse. Utilizan indiscriminadamente el cuerpo conceptual de la ciencia y mezclan categorías de una cosa con otra algo como "psicología de una calabaza" o mejor como el llamado "realismo socialista", que al cabo ni era socialismo, ni era real.26

Con seguridad algún fisico ha oído mencionar tal "energía" en la prensa (véase, por ejemplo, Pradas27 o Atienza28), pero como se señala en González,29 este tipo de "energías" no pueden hallarse en la literatura científica seria. De manera que todo nos conduce a pensar que aquí tenemos una genuina "construcción social". Nótese la diferencia: no es la realidad la que se construye, sino lo que se dice de ella (y lo que se dice asume condición de pseudociencia cuando la propia realidad no convalida la veracidad de tal construcción).

La epistemología estudia los procesos según los cuales el ser humano obtiene el conocimiento de la verdad sobre ese mundo existente, así como el modo de evaluar la fiabilidad de dicho conocimiento. Repárese en el carácter jerárquico arriba mencionado: ¿qué sentido pudiera tener el estudio de la posible influencia fisiológica de una energía inexistente? En tal caso, su estudio operaría en el vacío.

Otro nivel, sin embargo, concierne a la sociología del conocimiento, que atañe al grado en que las verdades conocidas o susceptibles de serlo (incluyendo presuntas verdades, y hasta aquellos conocimientos que se sabe que son falsos) están influidas o determinadas, en un contexto social dado, por factores políticos, culturales, socio-económicos, e ideológicos. Consecuentemente, es una esfera que convoca, entre otros, a sociólogos, historiadores, comunicadores, economistas, juristas y filósofos.

Pudiera ocurrir, por ejemplo, que fuese tal el grado de implantación social (incluso en medios académicos) de determinadas concepciones y prácticas irracionales, que resulte aconsejable poner a prueba dichas prácticas; en tal caso, el problema pudiera no ser tanto ontológico o gnoseológico como sociológico. En otra ocasión escribía:

Es decir, puede ser útil poner a prueba las conjeturas no fundamentadas (siempre que sean contrastables), aunque no tengan más cimiento que el testimonio reiterado de sus virtudes, ya que algunas de ellas pueden tener elementos de verdad. Además, pudiera ser, por excepción, aconsejable incluso contrastar rigurosamente y mediante recursos valorativos indiscutibles ciertas pretensiones de corte pseudocientífico, pues contribuir a establecer su falsedad significará adquisición de conocimiento y, llegado el caso, permitirá combatir convicciones absurdas o erróneas, especialmente cuando han conseguido extenderse; pero prestar atención automática a cada propuesta, por descabellada y contradictoria que sea, es una regla de conducta irracional, aunque solo fuera para no dilapidar recursos humanos y materiales.30

En el nivel menos primario, finalmente, se halla la ética de la investigación, que abarca a su vez dos niveles operativos: el individual y el social; con base en ella, el científico o el tecnólogo elige qué tema de investigación debe abordar o rechazar, y cómo hacerlo; las estructuras sociales por su parte, la tendrán en cuenta para establecer qué tipo de investigación debe ser socialmente estimulada o financiada, y cuál debería ser desmayada, gravada o prohibida.

SUMMARY

This paper makes reflections on the philosophical questions that have been either rejected or ignored in great part of practical research, teaching and /or social communication of science. It stated and substantiated the different kinds of impositions and opportunism that partially derived from this situation. A brief historical review was made on the destructive tendencies related to structuralism that led to the so-called post-modernism in the last years of the 20th century. Special emphasis was made on the detailed analysis of the well-known academic event staged by physician Alan Sakal in the mid 90´s, which is used to draw more general conclusions that should be taken into consideration by biomedical and health care researchers in order to appropriate efficient epistemology, and to achieve full understanding of the role of the knowledge sociology and pure ethics of research and intellectual work in general.

Key words: EPISTEMOLOGY, PSEUDOSCIENCE, POST-MODERNISM, RESEARCH.

Referencias bibliográficas

  1. Popper KR. In Search of a Better World: Lectures and Essays from Thirty Years. London: Routledge; 1992.
  2. Lévi-Strauss C. Structural Anthropology (reimpreso por Allen Lane, New York: The Penguin Press; 1968 de la edición de 1958).
  3. Díaz H (1998) Alan Sokal y las preciosas ridículas (disponible en http://www.po.org.ar/po/po590/alan.htm)
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Recibido:18 de abril de 2004. Aprobado: 19 de mayo de 2004.
Luis Carlos Silva Ayçaguer. Vicerectoría de Investigaciones. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana. Calle G y 25 Piso 6. El Vedado. La Habana 10400. E-mail: lcsilva@infomed.sld.cu


* Adviértase que el propio título aludía a la descabellada posibilidad de que la gravedad cuántica pudiera verse transformada por lo que tal vez constituya el resultado más abstracto, menos material, que existe: los símbolos.
** De hecho he sostenido con él una copiosa correspondencia electrónica en perfecto castellano.
*** Los textos de la obra de Sokal y Briemont que se citan corresponden a la versión en castellano publicada por la Editorial Paidos. No puedo dejar de exaltar la excelsa traducción que Joan Carles Guix realizó en 1999 de la versión en inglés, lo cual hace de la lectura algo doblemente disfrutable.
**** Juro que es textual.

1 Profesor Titular. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana.

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