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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.32 n.2 Ciudad de La Habana abr.-jun. 2006

 

Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas

Contribución de Jesse William Lazear a la confirmación de la teoría finlaísta

José Antonio López Espinosa1

Resumen

Se brindan algunos datos acerca de la vida y obra del doctor Jesse William Lazear, uno de los integrantes de la comisión de médicos enviada a Cuba en 1900 por el gobierno de los Estados Unidos de América para investigar las enfermedades infecciosas prevalentes en la isla, en especial en lo relativo a la etiología y la prevención de la fiebre amarilla. Se ofrecen detalles en relación con su trabajo como miembro de esa comisión, con énfasis en su posición a favor de la teoría finlaísta, la que en principio fue capaz de confirmar por sí solo, aunque para ello tuvo que ofrendar su valiosa vida. Con este trabajo se trata de rendir un modesto homenaje de reconocimiento, gratitud y respeto a este mártir y héroe de la ciencia en ocasión del aniversario 140 de su natalicio próximo a cumplirse.

Palabras clave: Personajes, epidemiología, fiebre amarilla, Aedes aegypti, Cuba.

Introducción

El siglo XIX fue pródigo en hombres que protagonizaron acontecimientos de gran envergadura, en virtud de los profundos cambios que provocaron en la evolución de las ciencias.

Cuando se ausculta la historia, el escrutador puede detectar la comunicación del dictado de los afanes de sus propios paladines, algunos de ellos recompensados con el triunfo; otros afectados por el sesgo del infortunio en ocasiones trágico. Justamente por la significación de los grandes hombres de ciencia, sus seguidores se esfuerzan por conocer con lujo de detalles las circunstancias en las cuales se desenvolvieron sus vidas y sus obras, toda vez que la admiración subyuga el ánimo de modo tal, que predispone a imaginarlos siempre vivos pues, frente a su altura, es imposible la muerte.

Los caminos de la búsqueda histórica son tan intrigantes como hermosos y, casi siempre, están abundantes de obstáculos que dejan atrás incógnitos parajes para obligar una y otra vez a emprender la marcha.

En medio de toda reconstrucción o especulación historiográfica, se encuentra el documento, de cuyo examen emerge la fuerza para penetrar en los fenómenos de la historia y, por ende, la posibilidad de aclarar los hechos que la componen y de descubrir incluso pasajes ignorados o muy poco conocidos.

Conservar el documento, quitarle el polvo de los años y hacerlo revivir no es una actividad inútil, porque inútil sería entonces todo intento del hombre por aumentar el patrimonio de sus conocimientos sobre el círculo donde entre el yo, los otros y el ambiente se ve obligado a consumir la llamarada de su corta vida en la pira de la historia.

El nombre de Jesse William Lazear llena una luminosa página, relativamemente poco reconocida en la historia de la medicina contemporánea. Los pormenores de su vida familiar y profesional resultaron un proceso muy curioso, que bien merece la pena se conozca mejor por los historiadores.

“Testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, embajadora de la antigüedad”. Tal es la clásica definición que Cicerón legara de la historia, cuyo hondo sentido filosófico ha trascendido a la época actual, luego de atravesar diversas formas de interpretación.

Bajo la guía de un hábito que incita a escudriñar el pasado y con el estímulo de la emoción que proporciona dar a conocer acontecimientos ignorados u olvidados, se ha confeccionado este trabajo, basado en la revisión cuidadosa de documentos impresos y en soporte electrónico, en minuciosas investigaciones llevadas a cabo de forma paciente y en el rechazo sistemático de todo aquello que no pueda ser corroborado, tenga color de fantasía o se haya deformado insidiosamente por la tradición.

Como en la viva continuidad de la historia todo término es también un comienzo, se puede afirmar que con la muerte de Lazear se comenzó a transitar por la senda que condujo a la confirmación definitiva de la teoría acerca del mosquito Aedes aegypti como agente trasmisor de la fiebre amarilla, enunciada por el sabio médico cubano Carlos J. Finlay Barrés (1833-1915) desde 1881, asunto que constituyó la principal motivación para redactar este artículo.

Infancia, adolescencia y juventud

Jesse William Lazear, el mayor de tres hermanos frutos del matrimonio integrado por Charlotte Clayland Pettigrew (1849-1920) y William Lyon Lazear (1846-1873), nació en Baltimore el 2 de mayo de 1866. Aunque durante los primeros años de su vida residió con carácter permanente junto a sus padres en esa ciudad, pasó una buena parte de ellos también con su abuelo viudo de igual nombre en su granja de Windsor Mill, una propiedad maderera cerca de Walbrook, un suburbio al oeste de Baltimore. De lunes a viernes Jesse recibía su instrucción primaria en una escuela para varones de su ciudad natal y los fines de semana los pasaba en Windsor con su abuelo, granjero retirado que llegó a presidir una compañía de ferrocarriles. En 1877 recibió dos severos golpes cuando falleció su abuelo, con el cual había establecido una gran afinidad y, pocos meses después, perdió a su padre, quien en la fecha de su deceso tenía sólo 32 años de edad. Las pérdidas de familiares allegados continuaron cuando en 1878 se produjo la muerte súbita de su hermano menor William.

Ante esos estremecedores reveses Charlotte, casada a los 14 años, madre a los 17, viuda a los 29 y con el quebranto del fallecimiento de un hijo a los 30, decidió trasladarse con lo que quedaba de su familia a Pittsburg, donde residía su madre. Esto trajo consigo un cambio abrupto en la vida de Lazear, quien tuvo que cambiar también la sede de sus estudios, hasta entonces cercana a su residencia de la calle Comerce 11 en Baltimore, hacia Pittsburg, ciudad donde viviría con su abuela en lo adelante.

En 1881 fue admitido en la Escuela Preparatoria de Trinity Hall en Washington, Pensilvania, plantel concebido para adolescentes de familias con alta solvencia económica y donde durante sus tres años de permanencia se destacó por sus magníficas calificaciones. Ello le valió su admisión en el Washington and Jefferson College de Pensilvania, donde estudió Literatura francesa y alemana y Gramática latina, además de recibir un curso extra de Matemáticas. Como tenía vocación por la Medicina, concentró su interés en asignaturas como la Biología, la Química y la Física. Por su inclinación a estas materias, recibió la oportunidad de ingresar en la John Hopkins University, donde recibió clases de Química, Física, Química orgánica, Histología, Fisiología, Ética, Historia y Literatura inglesa y donde elevó además sus conocimientos de lenguas extranjeras. En esa institución recibió en 1889 el título de Bachiller en Ciencias.1

Mientras estudiaba en Pensilvania, los golpes emocionales siguieron haciendo presa de él, pues durante ese lapso fallecieron su abuela materna y su hermano Charles con sólo 12 años de edad. Pasado un tiempo, su madre volvió a contraer nupcias y fue a residir a Waverly, Iowa, junto a ella y su padrastro. Dos años más tarde Charlotte enviudó de nuevo y ello hizo que se estableciera una relación aún más estrecha entre madre e hijo para enfrentar los efectos de las numerosas pérdidas sufridas de seres queridos en tan poco tiempo.

En virtud de que en aquella época no existía todavía la Escuela de Medicina en la Universidad Johns Hopkins, tuvo Lazear que someterse a examen en el Colegio Médico y de Cirujanos de la Universidad de Columbia en New York, cuyas notas le dieron el aval para su admisión en dicho centro de estudios, donde la enseñanza médica se realizaba por preceptores privados que orientaban a los estudiantes por espacio de un año hasta que vencieran los exámenes. El que le asignaron a él fue el doctor Frank Hartley.2

Al terminar el primer año de la carrera, viajó a Inglaterra con sus condiscípulos Charles Morris, Mathias Nicoll y Thomas Pickney , donde junto a ellos se inscribió el mismo día de su llegada en un curso de Anatomía de ocho semanas con Sir William Turner en la Universidad de Edimburgo. Al regreso, continuó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde tres años más tarde obtuvo el Diploma de Médico, que le fue entregado en ocasión de la celebración de la Reunión Anual 138 de la institución, correspondiente a 1892. La calidad de su examen le otorgó la oportunidad de ser nominado por dos años internista del Bellevue Hospital.

El médico, el profesor y el científico

En 1894 Lazear viajó a Berlín con el objetivo de afianzar sus conocimientos y de ayudar emocionalmente a su sufrida madre con lo que significaba el cambio de ambiente. En esa ciudad recibió una fraternal acogida de August von Wassermann (1866-1925), discípulo del doctor Robert Koch (1843-1910), con quien trabajó por un período de cinco meses. En marzo de 1895 realizó una visita a Munich, donde conoció a su compatriota Mabel Houston, joven que a la sazón hacía un viaje de placer en compañía de su madre y con la cual cultivó una amistad que muy pronto se convirtió en amor. Con ella recorrió las ciudades italianas de Venecia, Florencia y Roma y con ella contrajo matrimonio al año siguiente.3

En mayo de 1895 recibió un curso de Microbiología impartido por los profesores Emil Roux (1855-1933) y Elie Metchnikoff (1845-1916) en el Instituto Pasteur de París. En la misma ciudad realizó también estudios sobre Bacteriología en el Hotel Dieu. Por otra parte, aprovechó su estancia en Roma para trabajar con Giovanni B. Grassi (1854-1925), Amico Bignami (1862-1929) y Ettore Marchiafava (1847-1935), quienes hicieron historia con sus experimentos sobre la transmisión de los agentes causales del paludismo por el mosquito Anopheles.4,5

Armado con muchos nuevos conocimientos, regresó a su país para dedicarse al ejercicio privado de su profesión. En octubre de 1895 fue nombrado en el cargo de Instructor de Bacteriología y Microscopía clínica en la nueva Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, con lo que se convirtió en el primero en realizar esa función en la institución, donde llegó a ser Catedrático de Bacteriología y a organizar un curso de posgrado en esa disciplina. Él y William Sydney Thayer (1864-1932) fueron los primeros en aislar dos casos de gonococcia endocárdica en cultivos de sangre6 y en verificar el descubrimiento de Sir Ronald Ross (1857-1932) y Grassi en la transmisión de la malaria por el mosquito Anopheles.7,8 Asimismo tuvo la oportunidad de confirmar el hallazgo de Dimitry L. Romanovski (1861-1921)9 sobre el hematozoario de Charles Louis Alphonse Laveran (1845-1922)10 e informó acerca de un procedimiento de coloración del hematozoario mediante el uso de la tionina en lugar del azul de metileno sugerido por Thayer.1

Transcurrido su primer año académico, disfrutó de vacaciones durante unas seis semanas en el Lierly Ranch en California junto a la familia de su prometida Mabel, con la que se casó el 8 de septiembre de 1896 en la Iglesia Episcopal de San Francisco. La pareja estableció su hogar en principio en 127 Lanvalle Street West, Baltimore. Con posterioridad fueron a residir a 835 Park Avenue, donde nació su primer hijo William Houston Lazear.2

En febrero de 1900, las tropas norteamericanas que se encontraban en Cuba eran víctimas de una epidemia de dengue. En virtud de ello, las autoridades de los Estados Unidos radicadas en La Habana solicitaron el envío de un especialista, a fin de que realizara trabajos bacteriológicos en el Campamento de Columbia. Para esa importante misión el ejército estadounidense decidió contratar a Lazear, quien salió de Tampa en compañía de su esposa e hijo y arribó a la bahía habanera el 13 del mismo mes. Ya en La Habana, se estableció con su familia en la tienda 116 del Campamento de Columbia, donde instaló el laboratorio para llevar a cabo sus investigaciones. Ello resultaba muy ventajoso pues, a la vez que garantizaba una mayor seguridad en la realización de los exámenes de rutina en los casos febriles y más precisión en los diagnósticos diferenciales, posibilitaba el estudio de casos de malaria y fiebre tifoidea que habían afectado a 50 soldados norteamericanos en la zona de los Quemados y había traído consigo 12 defunciones.

Por otra parte, la fiebre amarilla, enfermedad endémica en Cuba, continuaba su acción devastadora y provocaba cada vez más víctimas entre los militares del país norteño. Ello hizo a Lazear tomar la decisión de enviar en abril a su familia hacia Nueva York.3

En 1898 había llegado a La Habana procedente de los Estados Unidos el doctor Arístides Agramonte Simoni (1868-1931), médico de origen cubano y condiscípulo de Lazear en la Universidad de Columbia, con la misión de verificar el fundamento científico de la hipótesis sostenida por el bacteriólogo italiano Giusseppe Sanarelli (1865-1939) sobre la vinculación del bacilo icteroides con la fiebre amarilla.11 Luego de hacer un minucioso estudio al respecto, Agramonte llegó a la conclusión de que no existía tal relación lo que, unido a la incontrolable situación existente en La Habana y Santiago de Cuba en cuanto a casos y víctimas del “vómito negro”, hizo que el entonces Cirujano General del Ejército de los Estados Unidos, doctor George Miller Sternberg (1838-1915), nombrara una comisión de médicos oficiales bajo la presidencia del doctor Walter Reed (1851-1902) e integrada además por los también doctores James Carroll (1854-1907), Lazear y el cubano Agramonte, a fin de que realizaran investigaciones científicas de las enfermedades infecciosas prevalentes en la isla, con especial énfasis en lo relativo a la etiología y prevención de la fiebre amarilla, problema que cada vez se hacía más serio y desesperante.

Los primeros esfuerzos de la comisión, que comenzó sus trabajos en Cuba el 25 de junio de 1900, se orientaron a un nuevo estudio para comprobar la hipótesis del bacilo icteroides de Sanarelli, sin tener para nada en cuenta otras consideraciones como fueron los resultados recién obtenidos por Agramonte en sus estudios en ese sentido, ni los trabajos que desde 1881 hacía el doctor Finlay, quien no sólo había ya descubierto y demostrado que el único agente capaz de transmitir la fiebre amarilla era el mosquito Aedes aegypti , sino también había creado un método experimental de producir formas atenuadas del mal y formulado las reglas básicas para la erradicación del insecto.12

El trabajo de la comisión de Reed volvió a demostrar que no había vinculación alguna entre la fiebre amarilla y el bacilo icterorides de Sanarelli, resultado que frustró la esperanza de Sternberg de encontrar por esa vía el germen causal de la enfermedad y ponerle freno. Ante esa situación decidió que la comisión realizara un cuidadoso estudio de la flora intestinal de los casos de fiebre amarilla, y luego la comparara con las bacterias que se obtuviesen del tubo digestivo de individuos sanos o afectados por otras dolencias. Estos experimentos también se tradujeron en un rotundo fracaso, mientras la fiebre amarilla seguía haciendo sus estragos en la población no inmune y, sobre todo, entre las tropas norteamericanas.13

El Gobernador durante la intervención de los Estados Unidos en Cuba, General Leonard Wood (1860-1927), quien también era médico, había observado que esta temida enfermedad podía sobrevenir incluso en sitios con favorables condiciones de higiene, por lo que llegó a la conclusión de que había que considerar derroteros distintos al bacteriológico, que hasta ese momento habían conducido a un callejón sin salida. Por ello orientó que la comisión de Reed tuviera en cuenta la teoría de Finlay hasta entonces desoída.

El trabajo de Lazear con los mosquitos de Finlay

El 1ro. de agosto de 1900, tres integrantes de la comisión de Reed, a saber, el propio Reed, Carroll y Lazear visitaron a Finlay en su domicilio. En esa ocasión el ilustre científico cubano, entusiasmado con la idea de que la comisión investigaría su teoría, explicó a sus visitantes muchos aspectos relacionados con la vida del mosquito que él consideraba responsable de tantas pérdidas de vidas humanas; puso a su disposición toda la información acerca de sus investigaciones y además les entregó varios huevecillos del insecto puestos un mes antes por una hembra de la especie Aedes aegypti, que habían permanecido sin incubar en el interior de un tazón de porcelana guardado en su biblioteca lleno de agua hasta la mitad.

Al día siguiente de esa entrevista, Reed viajó a Washington para escribir un informe sobre la incidencia de la fiebre tifoidea en los campamentos militares de ocupación norteamericana en Cuba. En ausencia de su jefe, Carroll se encargó de continuar estudiando la flora intestinal de los enfermos de fiebre amarilla, mientras que Agramonte se ocupaba de los trabajos de anatomía patológica y bacteriología y Lazear obtenía de los huevos entregados por Finlay los ejemplares de mosquitos que luego llevó al hospital Las Ánimas, donde hizo que picaran a varios enfermos de fiebre amarilla. Con posterioridad puso a esos mismos mosquitos a picar nueve personas sanas no inmunes con inclusión de él mismo, pero la enfermedad no se produjo en ninguna.3

Este fracaso inicial hizo razonar a Lazear que las inoculaciones se habían hecho a pacientes en un estado en que la fiebre amarilla no era transmisible, inferencia que sacó de la conclusión de su profesor Grassi, quien había observado que era necesario el transcurso de un lapso determinado luego de la infección, para que el parásito del paludismo pasara al estómago del mosquito Anopheles y de ahí a sus glándulas salivales.4 Con este antecedente y, basado en sus conocimientos en cuanto a la transmisión del paludismo,14 determinó entonces poner en práctica el método aplicado antes por Finlay de hacer que un mismo mosquito introdujera su lanceta en la piel de varios enfermos, antes de picar a personas sanas. A ese efecto se dio a la tarea de preparar bien a los insectos.

Uno de ellos picó a cuatro pacientes que se encontraban en el primero y segundo día de la enfermedad, uno de los cuales era un caso severo; dos eran casos de mediana intensidad y el otro era un caso ligero. Estas picaduras experimentales se produjeron en intervalos de dos, cuatro, seis y 12 días. Cuando Lazear trató de que el mismo insecto clavara su aguijón en un sujeto sano, éste rechazó hacer la operación y daba la impresión de estar muy débil. Carroll, acérrimo detractor de la teoría de Finlay, dijo en torno burlón que el mosquito sólo estaba desnutrido y se ofreció para alimentarlo con su sangre. Fue entonces que Lazear puso en el antebrazo izquierdo de Carroll un tubo de ensayo, dentro del cual se encontraba el insecto que al principio rehusó chupar pero, tras unos golpecitos que le dio al tubo mientras Carroll lo sostenía y se burlaba de todo aquello por considerarlo absurdo, se decidió a picar y llenó su estómago con la sangre del irónico miembro de la comisión.

Todos los pormenores de este hecho, que tuvo lugar el 27 de agosto de 1900, fueron registrados por Lazear en su pequeña libreta de trabajo como la inoculación número 10 de su serie. Seis días después Carroll presentó ictericia y albuminuria y su estado se diagnosticó como de fiebre amarilla típica.3

En la mañana del 31 de agosto Lazear y Agramonte examinaban al microscopio unas láminas de la sangre de Carroll, quien desde el día anterior había presentado síntomas que hacían presagiar eran resultado de la picada a la que se expuso el día 27, cuando un soldado que se dirigía hacia el hospital se detuvo a contemplar cómo Lazear trataba de hacer pasar un mosquito de un tubo de ensayo a otro. El soldado preguntó a Lazear si todavía estaba “jugando con los mosquitos” y éste le respondió que sí, a la vez que le consultó si estaba dispuesto a dejarse picar, pues los dos miembros de la comisión habían decidido hacer la prueba de nuevo con el mismo mosquito en la primera persona inmune que se ofreciera voluntariamente.

Este soldado de origen estadounidense llamado William H. Dean declaró no haber estado antes en los trópicos, ni haber salido de su campamento desde hacía dos meses. Mientras Agramonte anotaba estos datos en un pedazo de papel, Lazear colocó en el antebrazo de Dean un tubo de ensayo con cuatro mosquitos, uno de ellos el mismo que había picado a Carroll. Cinco días después el caso de Dean se diagnosticó también como de fiebre amarilla.15

Con estos dos enfermos, el primero de ellos relativamente accidental, y el segundo considerado el primer voluntario sometido a la inoculación experimental realizada de manera oficial con resultados positivos, queda más que demostrado el papel, hasta ahora un tanto omitido por los historiadores, de Lazear en la confirmación de la teoría sostenida y más que demostrada desde hacía muchos años por Finlay. Fue pues Lazear quien selló de manera indiscutible la exposición del sabio cubano el 14 de agosto de 1881 de que el mosquito Aedes aegypti era el responsable de la propagación de la fiebre amarilla.16 Quizás el factor que le impidió cantar victoria en relación con la confirmación de la teoría finlaísta, fue que la inoculación al soldado Dean, aunque se consideró oficial, se realizó sin autorización, al igual que ocurrió con las primeras nueve pruebas infructuosas hechas con anterioridad, donde también había varios soldados involucrados, cosa que no estaba permitida a sugerencia de él mismo.

Según consta en el libro titulado Memories of Walter Reed. One Episode of Yellow Fever,17 fue el propio Lazear quien, en la reunión de la comisión de Reed donde tuvo lugar la discusión del plan de trabajo de cada uno de sus componentes antes de la partida de su jefe hacia Washington, propuso que no se debía someter a prueba con mosquitos a ningún soldado para no arriesgar su vida.

Este hecho viene a ser otra demostración de que él creía desde el principio en la teoría de Finlay, y de que se confiaba en su capacidad al lograr la anuencia de varios soldados para servir como sujetos de investigación y guardar el secreto. En este sentido procede recordar que Lazear era el único miembro de la comisión familiarizado con los trabajos sobre posibles vectores biológicos, dada su estancia en Europa donde estuvo involucrado en ellos y que, basado en esta experiencia, parece haber ejercido una influencia favorable sobre sus colegas en cuanto a que no se podía desechar la posibilidad de que la fiebre amarilla fuese trasmitida de un modo análogo al paludismo, cuya propagación por los mosquitos Anopheles había sido demostrada por Ross pocos años antes.18

La muerte trágica

Lazear, que había hecho planes para reencontrarse con su esposa en octubre en Massachussets y conocer allí a su segundo hijo que había nacido en agosto, no pudo ver cumplido ese objetivo, pues falleció trágicamente el 25 de septiembre producto de la picada de un mosquito infectado. Según versión de su compañero de la comisión Arístides Agramonte , mientras mantenía un tubo de ensayo con un mosquito infectado en el abdomen de un paciente en el hospital Las Ánimas, notó que otro mosquito se posó en el dorso de su mano izquierda y le clavó su aguijón. Aunque vio como el insecto comenzó a chupar su sangre, no quiso moverse para no molestar al otro con el que estaba realizando el experimento, por lo que decidió dejar que se llenara para luego capturarlo y apresarlo en otro tubo de ensayo con el fin de examinarlo.15 Cinco días después del suceso, que tuvo lugar el 13 de septiembre, se comenzaron a manifestar en él los primeros síntomas de la fiebre amarilla y el 25 dejó de existir víctima de sus efectos.

Hay otra versión de Philip Showalter Hench (1896-1965), mantenida según él en secreto durante 40 años, en la cual afirma que Albert E.Truby, quien en 1900 se desempeñaba como oficial encargado de la atención de los pacientes con fiebre amarilla ingresados en las barracas de Columbia, halló en un bolsillo del uniforme de Lazear una pequeña libreta de notas en la que éste registraba los pormenores de sus experimentos con los mosquitos, entre ellos el acontecimiento que lo llevó a la muerte. De acuerdo con esta otra versión, probablemente en consideración al modo en que se recuperaron Carroll y Dean, Lazear se inoculó él mismo mientras se encontraba en el hospital Las Ánimas.13

Las pesquisas realizadas en relación con este suceso, tienden a dar crédito a la versión de Hench, si se tiene en cuenta en primer lugar que, según él mismo hizo saber, era un secreto que sólo compartía con los doctores Truby y Jefferson Kean, quien en 1900 era el Cirujano Jefe de la región occidental de Cuba, así como con la hija de Agramonte, quienes se lo habían confiado a él. Por otra parte, el doctor Pedro Nogueira Rivero (1908-1995), basado en una gráfica sobre la temperatura de Lazear, indicó que, en efecto, éste se había inyectado deliberadamente con la sangre de un enfermo de fiebre amarilla.19 (Nogueira P. Dr. Jessé William Lazear. Su vida y su obra. Trabajo presentado en la Sociedad Cubana de Historia de la Medicina el 18 de febrero de 1989).

Reflexiones

La breve vida y la valiosa obra de Jesse William Lazear ha sido el tema objeto de este artículo, en que el que se ha tratado de poner de relieve el alcance de su contribución a la confirmación definitiva de la teoría finlaísta. En este sentido cabe preguntar hasta dónde hubiera llegado él en sus experimentos de no haber caído en el combate contra el mal amarillo; o cuáles hubieran sido los resultados de la labor de sus colegas posterior a su muerte, de no haber dejado los apuntes de sus estudios con todos los detalles concernientes a la práctica experimental, que más tarde sirvieron de base al trabajo de campo en el campamento instalado a los dos meses de su muerte en la finca San José.20

En honor a la verdad, esta personalidad de la ciencia es digna de la mayor honra y estima en los tiempos que corren y merecedor de que las generaciones actuales y futuras reconozcan su importante aporte, agradezcan de manera permanente su labor y le rindan homenaje eterno por su valor humano, objetivo que se ha tratado de lograr con este modesto trabajo ante la proximidad del aniversario 140 de su natalicio.

Summary

Jesee William Lazear´s contribution to the confirmation of Finlay´s theory

Some data on the life and work of Dr Jesse William Lazear, one of the members of the medical commission sent to Cuba by the US government in 1900 in order to do a research of the prevailing infectious diseases in the island, particularly in the field of etiology and yellow-fever prevention, was provided. Details were given about his work as member of this commission, making emphasis on his position in favor of Finlay´s theory that in principle he was able to confirm, although he laid down his life in this endeavor. This paper is aimed at paying a modest homage of acknowledgement, gratitude and respect to this martyr and hero of science on his 140 th birthday to be celebrated soon.

Key words: personalities, epidemiology, yellow fever, Aedes aegypti, Cuba.

Referencias bibliográficas

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19. Nogueira P. Una aclaración a un episodio de la historia de la fiebre amarilla. Rev Soc Cub Hist Med. 1959;2(2):3-8.

20. López Espinosa JA. El campamento Lazear en el primer centenario de la confirmación de la doctrina finlaísta. Medicina & Historia. 2002;(2):1-16.

Recibido: 27 de diciembre de 2005. Aprobado: 3 de enero de 2006.
José Antonio López Espinosa. Calle I No. 202 e/11 y Línea. El Vedado. La Habana 10400, Cuba.

1Licenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Investigador Agregado.Universidad Virtual de Salud de Cuba.

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