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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.32 n.4 Ciudad de La Habana oct.-dic. 2006

 

Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores

El desencuentro entre la salud mental y la salud de los trabajadores*

Jorge Román Hernández1

La concepción y la práctica profesional de las disciplinas fundamentales que se hallan comprometidas con la salud mental de la población y con la salud de los trabajadores, sufren de un grado de desencuentro tan considerable como lamentable. Esta afirmación y cuanto se deriva de ella a primera vista es lo que se pretende fundamentar en la presente intervención. De inicio, se abordará el problema que debe denominarse propiamente como la salud mental de los trabajadores, como salud alterada, si se quiere "salud en negativo", con frecuencia se señala su importancia para el individuo, para la empresa y para las economías nacionales.

Hay que decir que esto ha sido destacado fundamentalmente del lado de los especialistas en salud ocupacional y por parte de los epidemiólogos ocupacionales, así como por las agencias nacionales e internacionales de empleo y trabajo. La mayor parte de estas referencias enfocan de modo particular el estrés ocasionado por el trabajo.

Un despacho de la agencia de noticias Reuter1 fechado en New York el 6 de agosto de 2003 refiere criterios de especialistas que estiman que el estrés originado por el trabajo o sentido en la actividad laboral ocasiona gastos por ausentismo en EE.UU. del monto de 300 000 millones de dólares anuales. En este mismo texto se expone que la encuesta "Actitudes en el centro de trabajo estadounidense", realizada por la firma Gallup en el año 2000 permitió conocer que aproximadamente el 80 % de los trabajadores experimentan estrés en el trabajo y casi la mitad dice que necesita ayuda para lidiar con él. Asimismo, reveló que el 25 % de los empleados ha sentido ganas de gritar debido al estrés en el trabajo, el 14 % ha experimentado deseos de pegarle a un compañero y el 10 % está preocupado de que un colega pueda ponerse violento.1

La 3ra. Encuesta Europea de Condiciones de Trabajo y Salud, realizada en el año 2000 demostró que el 28 % de los trabajadores activos de los 15 países que entonces integraban la Unión referían molestias por el estrés ocasionado por el trabajo que realizaban.2

No se reduce este problema solamente a la respuesta de inadaptación a las condiciones del trabajo que se denomina estrés laboral. Todos los problemas de la salud mental, incluidas las alteraciones psiquiátricas comunes, con gran frecuencia se relacionan en su origen o en su curso de modo muy estrecho con el trabajo que las personas realizan, y esto puede ocurrir de modo inadvertido para los especialistas de los servicios generales de salud mental.

Estas cuestiones deben relacionarse con el hecho de que los programas de formación básica de los psiquiatras y los psicólogos clínicos abordan de modo escaso o nulo los temas de la actividad laboral, al menos es así para los cubanos aunque hay motivos para sospechar que es un fenómeno general, aunque después, en su práctica profesional, los deberán enfrentar. Afortunadamente, para quienes devienen especialistas en higiene y obtienen alguna formación en salud ocupacional en Cuba, reciben, al menos en grado mínimo, información sobre estos temas de la salud mental en el trabajo, pero ello no basta para enfrentar los problemas y las demandas del servicio.

Otra manifestación del alejamiento del conocimiento y la práctica profesional de la salud mental y de la salud de los trabajadores (considérese sinónimo de salud ocupacional a los efectos de esta presentación) se puede hallar en los textos de psicopatología y en los manuales diagnósticos, que constituyen una guía obligada para la práctica de los especialistas en salud mental.

Los clasificadores de trastornos psiquiátricos más empleados: El Manual de Diagnóstico y Estadística IV de la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-IV),3 la Clasificación Internacional de Enfermedades, 10ma. revisión de la Organización Mundial de la Salud (CIE-10)4 y el Tercer Glosario Cubano de Psiquiatría (GC-3),5 constituyen una referencia importante para estimar los contenidos de la práctica de los especialistas en salud mental, en particular de los psiquiatras y los psicólogos clínicos, pues denominan y caracterizan las entidades nosológicas a las que esos especialistas dirigen primordialmente su atención.

Ciertamente, las referencias a la actividad laboral como fuente de factores etiológicos y a los moduladores de los trastornos psiquiátricos son sumamente escasas en esos textos. Las formulaciones de la psicopatología laboral han penetrado muy escasamente en estos documentos.

Los trastornos de carácter neurasténico, de hecho muy relacionados con el desgaste físico, intelectual y emocional por el trabajo son admitidos en la CIE y en el Glosario Cubano, pero han sido desterrados del DSM, y constituyen conjuntamente con algunas reacciones de adaptación las entidades que pueden remitir al especialista de modo directo a la consideración de la actividad laboral en su exploración clínica.

La clasificación axiológica, incorporada aunque de modo diverso en los manuales mencionados abren un espacio a la consideración, entre otros, de los problemas laborales, lo que también estimula a explorar de modo específico la actividad laboral a aquellos especialistas que la emplean. A pesar de ello, se sabe que no siempre este recurso de precisión diagnóstica es seguido por los especialistas, al punto que el propio Glosario Cubano reconoce que sólo resulta obligatorio el empleo del eje correspondiente al diagnóstico psiquiátrico fundamental, práctica, lamentablemente, la más usual. El eje complementario III de este glosario en su acápite5 "Problemas relacionados con el (des)empleo, es el que presenta de modo más directo, aunque por cierto poco exhaustivo y con muy escasa precisión, los problemas de la salud mental relacionados con el trabajo.

No existe razón para suponer que los trastornos psiquiátricos comunes no se presenten en los trabajadores en la misma cuantía que en la población general. Sin embargo, las condiciones actuantes en la actividad laboral pueden modular el curso y el pronóstico de estos mismos cuadros generales, lo cual puede tener una enorme importancia para la rehabilitación del paciente psiquiátrico. Hoy los especialistas en salud mental conocen que el apoyo social constituye el moderador por excelencia de los efectos negativos de las condiciones de trabajo, pero este tiene agentes y valencias peculiares en los medios laborales. Ignorar este hecho cuando se atiende a una persona que trabaja puede conducir a que no se utilicen de modo óptimo todos los recursos disponibles para el especialista.

La psicopatología laboral se ha desarrollado más bien a expensas de los esfuerzos de autores que han enfocado de modo específico sus contenidos. Si bien la psiquiatría ocupacional, introdujo la práctica clínica general en sectores industriales a inicios del siglo XX y tuvo su primera formulación escrita en los trabajos de Sherman en 1927, ha tenido un desarrollo limitado. Hoy son escasos los psiquiatras y psicólogos clínicos que realizan su práctica profesional principalmente en los ámbitos laborales.

Mención especial merece en este respecto, sin embargo, la obra de Christopher Dejours "La locura del trabajo",6 y que en su momento inspiró esfuerzos específicos para comprender la relación del trabajo con la enfermedad mental y cómo la relación alienada del hombre con el trabajo no se agota en una formulación abstracta, sino que se traduce en los términos concretos con que opera una disciplina científica particular. Otros aportes se deben a la obra de los epidemiólogos sociales latinoamericanos, quienes han llamado la atención sobre la necesidad de elaborar puentes interdisciplinarios.7,8

En las últimas tres décadas, la psicopatología laboral se ha enriquecido con nuevas entidades o cuadros cuya identificación y formulación ha provenido de la investigación de la higiene del trabajo o de la acción a veces casual de especialistas de la salud mental no vinculados a ella. Tal es el caso, por ejemplo, del propio burnout o estrés asistencial, que por fortuna tanto ha llamado la atención de los imperialistas en los últimos años. Sin embargo, no es este el único caso ni el más afortunado. El estrés laboral, que ya disfruta de suficiente aceptación, sigue siendo objeto de una comprensión muy limitada al mero conjunto de síntomas inespecíficos que forma su corte, a la vez que se manejan mucho menos las formulaciones teóricas y metodológicas que con éxito han permitido formular hipótesis productivas sobre su origen en la actividad laboral, para su prevención y para la intervención psicosocial.

Estos problemas de salud mental que son por cierto los más frecuentes en los escenarios laborales y que suelen denominarse "menores", por no ser de la mayor gravedad ni poseer el peor pronóstico bajo un enfoque clínico, desde el punto de vista de su representación epidemiológica y por su impacto social y económico, son de la mayor importancia.

Los inconvenientes de una limitada información y formación en salud ocupacional en los especialistas generales de salud mental, se agudizan cuando sus servicios se orientan preferentemente a la atención primaria. Los problemas cotidianos de la gente común, entre ellos los laborales, se hacen más presentes en sus espacios de atención. Para su mejor cuidado se requiere el dominio de conocimientos y prácticas que rebasan la clínica general.

No es por cierto una demanda de atención limitada o rara. De hecho, los hábitos de consumo de la población de los servicios de salud hacen que sus problemas de tipo laboral sean confiados a especialistas de servicios generales, y en los textos que han apoyado a aquellos en su formación básica, suele faltar la descripción de los problemas específicos relacionados con el trabajo.

Esto último ha sido señalado en una publicación oficial de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que data de 1988, pero cuyas palabras tienen la misma resonancia en la actualidad:

Los problemas de salud mental de los trabajadores han seguido considerándose desde el punto de vista de los clásicos cuadros clínicos definidos por la psiquiatría, que se remiten para su tratamiento y rehabilitación.9

Por otra parte, los principios de organización de los servicios de salud tampoco ayudan del todo a situar las cosas en el lugar más apropiado y útil. Las acciones de los servicios generales de salud mental y de salud en general están enfocados en tres vertientes fundamentales: individuo, familia y comunidad. El centro laboral se halla en un terreno conflictivo. ¿Cuál es la comunidad del trabajador? ¿Donde reside o donde trabaja y permanece una considerable parte de su vida activa? ¿Qué grado de conocimiento tiene el especialista de salud acerca de los trabajadores y de los centros laborales que forman parte del territorio que define su comunidad? ¿En qué medida los toma en cuenta en su trabajo profesional? ¿Con qué frecuencia el propio trabajador pide su atención en esos servicios cercanos a su trabajo cuando de su bienestar subjetivo se trata? Se supone que se pueda aceptar que esta es otra manifestación del desencuentro que se trata de ilustrar.

En 1974 en la 27ma. Asamblea Mundial de la Salud, la OMS10 inició sus acciones en relación con la investigación de los factores psicosociales laborales que repercuten sobre la salud mental y física (si se permite la abstracción). A esta labor ha contribuido y de modo coordinado con la OMS, la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Esto estimuló la investigación de los factores de riesgo y protectores de la salud mental de los trabajadores. Durante los años transcurridos desde entonces, con el impulso añadido de las demandas empresariales por un mejor aprovechamiento y preservación del capital humano, se han desarrollado muy considerablemente las investigaciones y se han aportado resultados importantes sobre la salud mental de las personas que trabajan.

Es así que en los últimos años, el estrés laboral se ha relacionado no solamente con las condiciones y efectos más inmediatos del trabajo y los problemas de salud más innegables, sino que se ha desbordado hasta relacionarse con, por ejemplo, la relación trabajo-familia, los trastornos cardiovasculares, el bajo peso al nacer en las gestantes trabajadoras, los trastornos musculo esqueléticos, entre otros. A este respecto se refieren Benach, Muntaner y Benavides:

Los factores psicosociales tales como las nuevas demandas de una más elevada productividad y habilidades de los trabajadores, y la pérdida del control sobre el trabajo están amenazando la salud física y mental de los trabajadores.

Así enfermedades comunes tales como la enfermedad coronaria, los desórdenes músculo esqueléticos, la depresión o la enfermedad del ausentismo están fuertemente influenciadas por esos nuevos aspectos psicosociales del trabajo.11

Esto ha permitido, de un lado, ampliar el conocimiento de estos problemas de salud al acercarlo a sus relaciones con la vida laboral y sus condiciones y de otro lado, ha significado un ensanchamiento de las tradicionales fronteras de la salud ocupacional, cada vez menos atada al estudio de las enfermedades profesionales y sus condicionantes, aspecto que precisamente en este mismo recinto (Palacio de las Convenciones de La Habana ) en el año 1985, fue advertida por Mostafa El-Batawi, entonces jefe de la División de Medicina del Trabajo de la OMS.

La investigación de los factores psicosociales en el trabajo ha permitido obtener un conocimiento considerable acerca de su papel en el origen y en la prevención de las alteraciones de la salud subjetiva y, como hemos visto, también en la salud física. Igualmente, ha favorecido la identificación de factores protectores y salutogénicos. Sin embargo, ello no se ha revertido en un empleo de esos recursos de modo tan amplio y sistemático, ni ha permitido una mejor representación de los factores de riesgo psicosocial laboral en el eje correspondiente de la clasificación multiaxial de los clasificadores psiquiátricos, como ha sido expuesto.

De parte de los servicios de salud laboral se encuentran evidencias de la importancia de los problemas de salud mental en la población trabajadora. En el Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores, la revisión de las 2 642 historias clínicas de los trabajadores atendidos entre 1998 y 1999 reveló que los riesgos psicosociales ocuparon el tercer lugar entre los que fueron identificados. A pesar de que se reconoce ampliamente que estos riesgos son los más frecuentes en la población trabajadora, en el sector productivo de donde proceden la inmensa mayoría de los pacientes, pueden ser sobrepasados por los riesgos físicos y químicos. Sin embargo, en los expuestos a riesgos psicosociales, las diversas enfermedades diagnosticadas fueron mucho más frecuentes que en los que no se exponían a ellos. Como era de esperar, en los trabajadores en que se diagnosticó alguna afección psiquiátrica, los riesgos psicosociales en el trabajo fueron mayoritarios (aproximadamente el 80 %). Estos datos demuestran el protagonismo de los factores de riesgo psicosociales de tipo laboral en los trabajadores portadores de enfermedades físicas y mentales. Su importancia no puede ser pasada por alto.

La investigación de las consecuencias de la acción de los riesgos psicosociales laborales para la salud mental de los trabajadores funcionalmente sanos ha permitido describir cuadros que el clínico precisa conocer para tratar a un potencial trabajador. Ellos no se encuentran descritos en los textos clínicos convencionales. Se trata por supuesto a las diversas manifestaciones de estrés laboral incluido el estrés asistencial, que incrementa su significación ante el crecimiento progresivo de las demandas emocionales provenientes del mismo aumento del sector de servicios humanos en las economías nacionales, fenómeno muy característico de la actualidad nacional. Pero también debe tenerse en consideración otras formas de alteraciones de la subjetividad y correspondientemente del comportamiento, como la violencia y el acoso psicológico en el trabajo, el llamado en lengua inglesa, mobbing, karoshi (muerte por exceso de trabajo), entre otros.

Lo dicho vale para hacer frente a uno de los problemas más inquietantes de la salud mental que se vaticinan para la población humana, la depresión.

Es de amplio dominio el presagio de una próxima epidemia de depresión a nivel mundial. Al menos en esos términos ha sido interpretado el pronóstico realizado por Murray y López en su obra "La carga mundial de la enfermedad",12 publicado por la Universidad de Harvard a inicios de la pasada década. Estos autores advirtieron que hacia el año 2020 la depresión mayor pasaría a ocupar el segundo lugar a nivel mundial de días perdidos por incapacidad, sólo precedida por la isquemia cardíaca. Curiosamente, vale notar, el vaticinio relacionó el trastorno con sus consecuencias a nivel laboral.

Así, en relación con la depresión se han encontrado igualmente referencias sobre su impacto en la vida y la salud de los trabajadores y sobre la economía de las empresas. En la Enciclopedia de Salud y Seguridad en el Trabajo, publicada en español en el año 2001, Lasser y Kahn escriben:

La depresión es sumamente importante en el campo de la salud mental en el trabajo, tanto por su impacto en el lugar de trabajo como por el impacto de este en la salud mental del trabajador. Su prevalencia es muy grande y puede tratarse con facilidad, pero por desgracia muchas veces pasa inadvertida, con graves consecuencias tanto para el enfermo como para la empresa. En consecuencia, un mayor énfasis en la detección y el tratamiento de la depresión permitirían ayudar a reducir el sufrimiento individual y las pérdidas empresariales.13

El enfrentamiento de este problema de salud, si finalmente adopta ribetes tan dramáticos, requerirá aplicar todos los recursos disponibles.

La actividad laboral, las relaciones humanas en el trabajo y el ambiente laboral en general pueden constituir recursos de prevención y rehabilitación que hasta el momento no se exploran ni se utilizan suficientemente. Si se atiende a lo que se publica en la literatura especializada, los procedimientos de intervención psicosocial en los centros laborales se encuentran hoy en día en una etapa de desarrollo que se puede calificar de muy primaria. Su efectividad aún no ha sido suficientemente comprobada como para cifrar en su práctica una forma efectiva de prevención.

Los talleres de estrés laboral que tienen una gran popularidad en la práctica de muchos psicólogos que trabajan en organizaciones laborales generalmente sólo pueden argumentar resultados a corto plazo y muchas veces basados en la satisfacción de los participantes con el procedimiento seguido.

La incorporación de esta suerte de procedimientos que hoy forman parte de la atención primaria de salud en contextos generalmente no laborales, comúnmente no está precedida de una investigación de intervención propiamente dicha que permita avalar como válidos los procedimientos empleados, y sólo se apoyan muchas veces en la complacencia de las personas que asisten, más que en una verificación de los cambios de actitudes y comportamientos que es necesario rectificar.

Por otra parte, los procedimientos empresariales de administración de los recursos humanos, han tenido y tienen una repercusión limitada, sin negar el valor que les corresponde cuando son aplicados con rigor. De este modo, las empresas Family Friendly, las diversas actividades de integración, o la Atención al Hombre en Cuba, sin dudas, deben tener una repercusión favorable sobre el bienestar subjetivo, pero no agotan el potencial del medio laboral en la prevención y promoción de salud.

En países diferentes de Cuba, en que el mercado ha abierto espacios para la comercialización de servicios de atención primaria de la salud mental en centros laborales, los efectos no sólo han sido dudosos, sino que se ha producido inclusive una corrupción de los objetivos científicos y terapéuticos que deben guiar esas acciones. Así los ha definido Adams :

Una gran proporción de los programas de estrés son vendidos por los entrenadores a sus compañías y son ofrecidos como el truco de este año. Cuando este es el caso, lo más frecuente es que los programas no son pensados cuidadosamente, sino que son meramente añadidos al repertorio del entrenador. Tales programas generalmente tienen, si acaso, un escaso efecto.14

En tales circunstancias se impone un trabajo riguroso y coordinado entre los especialistas de los servicios generales de la salud mental y de quienes se desempeñan en el campo de la salud de los trabajadores.

De este desencuentro se deriva un grado de desprotección considerable para la población trabajadora que debe ser disminuido a toda costa y a la mayor urgencia posible.

Una expresión tibia de esta preocupación se aprecia por ejemplo, en la reputada obra de Kaplan, Sadock y Grebb, Sinopsis de Psiquiatría. Allí si bien se reconoce el papel de las condiciones de trabajo sobre la enfermedad mental, el problema de la incapacidad se enfoca sólo desde el aspecto de la compensación económica o el derecho al peritaje médico-legal:

Los estresores del trabajo pueden causar o acentuar la enfermedad mental. Los pacientes tienen derecho a ser compensados por las incapacidades relacionadas con su trabajo o a recibir los beneficios del retiro por incapacidad. A menudo los psiquiatras son requeridos para evaluar estas situaciones.15

Realmente, el drama humano es más amplio que esto. Ni la compensación, ni el alejamiento del trabajo deben constituir el foco fundamental de la atención. Ni la intervención de los especialistas en salud mental debe ser tan tangencial.

Los registros epidemiológicos en Cuba no permiten visualizar en todo detalle el valor de la afección psiquiátrica en las reclamaciones a la Seguridad Social. Sin embargo, un examen de la incapacidad total permanente por afección psiquiátrica en los años comprendidos entre 1997 y 2004, permite revelar su proporción, que asciende a aproximadamente al 16 % de toda la invalidez. Su lugar relativo entre las causas de invalidez la sitúan consistentemente entre los lugares 3ro. y 4to. durante esos años, precedida por las enfermedades osteomioarticulares, las cardiovasculares y en ocasiones las del sistema nervioso.

El problema de la protección médico-legal de los trabajadores portadores de alteraciones de la salud mental ha tropezado con el hecho de que las alteraciones más frecuentes, como el estrés laboral y otros cuadros no comprendidos en los diagnósticos oficiales, o pautados, carecen de este reconocimiento. Algunos países europeos como Dinamarca y España, y Colombia en Latinoamérica, han reconocido el estrés laboral como enfermedad profesional, sin embargo, han encontrado enormes escollos en su calificación y reconocimiento. Algunos casos de karoshi en Japón han sido calificados y compensados como accidentes de trabajo en complicados procesos legales. El problema no es sólo práctico por la enorme carga de gasto público que pudiera significar por la Seguridad Social. Es también epistemológico. El reconocimiento de la enfermedad profesional va precedida de la llamada "calificación de origen" del trastorno, la que se halla pautada por un paradigma unicausal: debe demostrarse que el agente etiológico laboral fue el único en producirlo. Las alteraciones de la salud mental son, por esencia, poli o multicausadas.

De no buscarse y hallarse medios alternativos de consideración y reconocimiento de sus efectos sobre el trabajador, este sufrirá un correspondiente grado de desprotección, pues su problema de salud no será compensado con las ventajas de reconocerse su origen laboral.

Los datos de la estadística epidemiológica disponibles no permiten siquiera establecer prioridades de la atención a la salud mental de los trabajadores según sus profesiones. Las acciones, que deben ser diferenciadas en atención a las particularidades de cada actividad laboral, no pueden contar con la guía de esta información, semejante carencia es señalada también en otros países. Lo que se logra conocer sobre morbilidad proviene muchas veces de encuestas a la población trabajadora o de investigaciones puntuales sobre diversos sectores laborales o profesiones. Una vez más se aprecia cómo el desencuentro de la salud mental y la salud ocupacional es condicionado a su vez por otros posibles desencuentros que se deja a la interpretación del lector, pero que de un modo u otro contribuyen todos, como denominador común, a restar efectividad e impacto al trabajo y a generar innecesarias dosis de desprotección a las personas que trabajan.

Una razón más por la cual se precisa ir al encuentro de estas disciplinas y sus respectivos quehaceres profesionales se deriva de la reestructuración psiquiátrica, orientando la práctica de esta disciplina hacia la desinstitucionalización del paciente psiquiátrico, lo cual se complementa con su rehabilitación psicosocial. Al respecto, las Memorias de la Conferencia Regional para la Reestructuración de la Atención Psiquiátrica celebrada en 1990 en Venezuela definió en los siguientes términos el concepto de rehabilitación psicosocial, que incluyen la incorporación a la actividad laboral:

La rehabilitación psicosocial consiste, esencialmente, en el conjunto de esfuerzos y programas dirigidos a la utilización del potencial máximo de crecimiento personal de un individuo a fin de ayudarlo a superar o disminuir desventajas o discapacidades en los principales aspectos de su vida diaria. El más importante objetivo de la rehabilitación consiste en el reaprendizaje de las actividades de la vida cotidiana, la obtención y conservación de un ambiente de vida satisfactorio, la participación en actividades laborales significativas y en la vida socio-cultural del medio natural.16

No es concebible una rehabilitación psicosocial plena sin la incorporación de las personas portadoras de trastornos psiquiátricos en edad laboral a centros y colectivos de trabajo. Ciertamente, es preciso proveer estos ambientes de un adecuado grado de protección física y social, con una sensibilización acorde a estas necesidades de empleados y empleadores. No ha de tratarse solamente de crear ambientes específicos a manera de espacios ergoterapéuticos especiales, aunque ellos sean un auxilio en determinadas circunstancias para el tratamiento. Ellos no harían sino reproducir el modelo manicomial, excluyente en escenarios laborales. Se precisa de crear condiciones para la integración y la comunicación con sus congéneres, con sus colegas de trabajo. Se comprenderá que la vinculación de las ciencias de la salud mental y de la salud en el trabajo es imprescindible para preservar los derechos de los pacientes y promover su recuperación psicosocial.

La Conferencia Regional de Caracas dio por resultado un compromiso de diversos países asistentes a realizar esfuerzos a favor de la reestructuración de la atención psiquiátrica y la rehabilitación psicosocial, el que es conocido como la Carta de Caracas. Cuba se unió a esta corriente años más tarde, en 1995 al firmar la Carta de La Habana, documento que retomó la iniciativa en el marco del Taller Internacional Reorientación de la Psiquiatría hacia la Atención Primaria , realizado en La Habana el 11-14 de octubre de 1995.

En el Foro Nacional Integración Social y Laboral de la Persona con Discapacidad celebrado en la ciudad de Paipa en el año 1999 el autor de esta conferencia expresó que:

Si bien en la Declaración de Caracas la cuestión de la rehabilitación laboral quedó prácticamente sobreentendida en sus reclamos al respeto y salvaguarda de los derechos humanos y civiles de los pacientes mentales, en la Carta de La Habana se dice explícitamente que en la rehabilitación psicosocial deben implementarse diversas modalidades de incorporación laboral y social. Ante estas perspectivas, el paciente mental por lo general no será un enfermo recluido en una institución psiquiátrica de cualquier nivel o simplemente limitado en su inserción social, sino por el contrario, una persona recientemente incorporada a la vida social y laboral no siempre circunscrito a ambientes especialmente concebidos y protegidos para coger su presencia. Urge entonces acoger esta fuente de discapacidad y dar debida atención a estas personas con deficiencias de algunas de sus funciones psicológicas para su rehabilitación psicosocial.17

Por último, por si todo lo antes dicho no tiene suficiente poder movilizador sobre los profesionales de la salud mental, es necesario significar el reconocido riesgo para la salud mental del trabajo que realizan los profesionales de la salud mental.

Las demandas emocionales parecen responsables de la elevada prevalencia del estrés asistencial entre los profesionales de la salud. En una encuesta realizada por la Escuela Nacional de Salud Pública en el año 2002 en todas las provincias del país, las proporciones de médicos con agotamiento laboral alto, primer indicador del síndrome sobrepasaron en todos los casos el 50 % de los encuestados. En un estudio realizado en el año 2001 por el Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores en el municipio Plaza, de La Habana se obtuvieron prevalencias de aproximadamente 30 % en médicos y enfermeros de nivel primario y hospitalario, y de 50 % con síntomas de estrés elevado.18

En particular, entre los profesionales de la salud mental no existen aún cifras nacionales que ofrecer y comentar. Sin embargo, el profesor Gil Monte de la Universidad de Valencia ha expresado el criterio de que la revisión bibliográfica actual refleja que aproximadamente el 30 % de los psiquiatras padecen de este síndrome de etiología principalmente laboral.19

Y por último, a pesar de los escasa frecuencia con que todavía aparecen en la literatura especializada datos referidos a los profesionales de la salud mental, sólo al menos como curiosidad y despedida (no como conclusión), se presentan dos datos más:

En el año 2001 el Journal of Epidemiology Community Health (vol.55:296-300) publicó un trabajo del Dr. Keith Hawton, profesor del Departamento de Psiquiatría de la Universidad de Oxford en que se exponen los resultados de la investigación de 223 muertes de médicos ocurridas en Inglaterra y Gales entre 1979 y 1995 por suicidio y causas indeterminadas, la cual concluyó que las médicas eran dos veces más propensas a cometer suicidio que las mujeres de la población general de esos territorios británicos y que de las especialidades médicas los mayores riesgos de suicidios corresponden a los médicos de la comunidad, seguidos por los anestesiólogos, los radioterapeutas y los psiquiatras.

El segundo dato, igualmente sugerente, se refiere a la investigación realizada en 1996 por Sonneck y Wagner sobre suicidio y burnout en médicos austriacos que definió el perfil epidemiológico del médico suicida más frecuente en ese país del siguiente modo: mujer, edad superior a 45 años, y. psiquiatra.20

Es importante que exista concordancia en la idea de que es necesario disminuir el desencuentro entre las especialidades comprometidas con la salud mental y con la salud de los trabajadores.

Gracias

Referencias Bibliográficas

1. Agencia Reuters, Nueva York, agosto 06/2003.

2. European Foundation for the Improvement of Living and Working Conditions. Third European Survey on working conditions. Luxembourg: Office for Official Publications of the European Communities, Ireland;2001.

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18. Román J. Estrés y burnout en profesionales de la salud de niveles primario y secundario de atención. Rev Cubana Salud Pública. 2003;25(2).

19. Gil-Monte PR. Salud Global. El Psiquiatra. 2003( 4).

20. Sonneck G, Wagner R. Suicide and burnout of physicians. Omega.1996:255-62.

Recibido: 31 de mayo de 2006. Aprobado: 5 de julio de 2006.
Jorge Román Hernández. Instituto Nacional de Salud de los Trabajadores. La Habana, Cuba.

* Conferencia presentada en el Congreso Regional de Psiquiatría de la World Psychiatric Association, La Habana, 31 de marzo de 2006.

1DrC. Psicológicas.

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