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Revista Cubana de Salud Pública

versión impresa ISSN 0864-3466versión On-line ISSN 1561-3127

Rev Cubana Salud Pública v.35 n.2 Ciudad de La Habana abr.-jun. 2009

 

CENTENARIO

 

Mi visita al sanatorio hospital Ambrosio Grillo*

 

 

My visit to "Ambrosio Grillo" sanatorium

 

Gustavo Aldereguía

Tisiólogo cubano y destacado luchador revolucionario

 

 

 


No podía yo volver a Cuba, a Santiago, sin visitar el Hospital Sanatorio "Ambrosio Grillo"que no conocía. Fui esta vez a Oriente para asistir a la Treinta Asamblea del Colegio Médico Nacional, que se celebró en Santiago de Cuba durante los días 18 y 19 del pasado diciembre, y cumplí, en su seno, el propósito que me llevó, denunciar en voz alta, sin tapujos ni complicidad, a los médicos ladrones que han deshonrado a la profesión robándose el dinero que el erario público y la sanidad oficial destinaban al mantenimiento de los hospitales. Allí, antes los médicos atónitos, delegados de todos los Colegios Médicos Municipales, presenté y leí mi moción denunciando los crímenes de Mazorra, nuestro Manicomio Nacional, y los escándalos del Consejo Nacional de Tuberculosis, que han provocado las indignadas y justas protestas colectivas de los enfermos recluidos en "Ambrosio Grillo"y "La Esperanza".

Ya en Oriente cumplí mi promesa, visitar "Ambrosio Grillo". Los cubanos devotos, penetrados de fervor religiosos, y los turistas cubanos van siempre al Santuario del Cobre, donde se venera nuestra virgen mulata, yo me contenté con verlo, enclavado en la serranía que lo circunda, desde el escenario del Hospital Sanatorio, situado casi enfrente, del otro lado de la carretera. No quise estampas ni flores, como cantan con sus guitarras únicas los santiagueros del trío Matamoros, pero quise meterme en la entraña dolorosa de aquel recinto, donde centenares de enfermos tuberculosos desgranan el rosario de su esperanza y la angustia de sus días iguales, mirando hacia el Santuario mientras confían envueltos en la serenidad del paisaje y la paz del ambiente.

El Hospital Sanatorio "Ambrosio Grillo" recorta la mole de su construcción al abrigo de una montaña que le sirve de fondo y lo protege de los vientos; luce bien emplazado y es una construcción sólida y amplia, de tres plantas, con capacidad para unos trescientos enfermos. Es, desde luego, insuficiente para la provincia de Oriente que intenta servir: mucho más para Camagüey y Oriente, cuyas necesidades sobrepasan, seguramente, un millar de camas por buen margen. Si añado que alberga enfermos de otras provincias resulta fácil afirmar su exigüidad.

Los compañeros médicos me recibieron complacidos, presentes casi todos los que allí trabajan, con esa acogida afable que traduce la sonrisa ancha y el gesto cordial de la gente de mi tierra, me brindaron un café amoroso, que no se toma por acá, y no fueron remisos a mis preguntas directas, que inquirían escrutadoras lagunas y defectos, grietas administrativas por donde se filtraban consignaciones, alimentos o medicinas; carencia de equipos, útiles o instrumental; faltas de técnicas médico- quirúrgicas en algunos de sus aspectos o realizaciones. Respondieron siempre a mi interrogatorio con sinceridad de hombres honrados, demostrando preparación y probidad, preocupados por la salud de sus enfermos, dolidos de que no se prestase la atención debida a sus quejas y requerimientos por la alta dirección del Consejo Nacional de Tuberculosis, indignados a veces, por las consecuencias irremediables y fatales que habían determinado y siguen produciendo, la desatención y el silencio, cuando no la actitud esquiva o desaprensiva, de las autoridades obligadas a remediar los hechos, frente a sus comunicaciones, denuncias y peticiones, sobre cosas concretas y motivos de evidente y fácil comprobación.

Las conclusiones de mi conversación con el grupo de médicos que tan bien me atendió son las siguientes: La plaza de médico patólogo de la institución está cubierta por un compañero de buena formación que ha introducido por sus esfuerzos y desvelos, la anatomía patológica en los servicios hospitalarios de Santiago de Cuba; pero en Ambrosio Grillo no se hacen autopsias, ni se trabaja en este sentido, porque no se atendió nunca la necesidad de dotar y equipar el departamento de anatomía patológica. Este es un defecto grave que urge subsanar cuanto antes. No sé de ningún establecimiento sanatorial, ni hospital organizado científicamente, que carezca de este servicio. No cabe argumentar que el Sanatorio "La Esperanza" funcionó largos años sin cubrir tan importante función ya que fue todo ese tiempo, hasta que lo transformé en un centro científico, un bodegón infecto y un pésimo depósito de enfermos.

La plaza de cirujano del Hospital "Ambrosio Grillo" está cubierta; pero no se hace cirugía torácica, y existen allí dos quirófanos, dos hermosos salones, que se mueren de risa, mientras los enfermos que necesitan operarse se mueren en la espera, desesperada y agónica, de un cirujano capaz, de un cirujano especializado. He leído las numerosas comunicaciones cursadas desde "Ambrosio Grillo"sobre este gravísimo problema, clamando, una y otra vez, al Consejo Nacional de Tuberculosis por su más pronta solución; pero el consejo permanece sordo a los ayes de los enfermos que se mueren, e insensible a los ruegos de los médicos enronquecidos de gritar. Hubo una respuesta, al fin hubo una, que merece su reproducción y un marco apropiado a su inverecundia y pequeñez. La respuesta dice que los enfermos que necesiten operarse serían trasladados al sanatorio "La Esperanza". Es de una desfachatez sin medida y de un cinismo impar.

Han pasado años desde que escribí mi artículo "A luchar tuberculosos de Cuba", publicado en Bohemia, octubre del 45, en cuyas páginas anticipé este desastre quirúrgico, sin cirugía eficaz, de "Ambrosio Grillo", y denuncié, a raíz de los nombramientos efectuados para inaugurar dicho Hospital Sanatorio, el curso de los sucesos, cuanto iba a suceder, ha sucedido y está sucediendo. Sabía yo entonces que no funcionaría, que no podía funcionar, el departamento quirúrgico de "Ambrosio Grillo", sabía y sé, que toda audacia tiene un límite infranqueable y que también lo tiene la ignorancia hecha osadía. De aquí arrancaba mi convencimiento de entonces y el tiempo me ha dado la razón, toda la razón, pero es bien doloroso que mi denuncia temprana y mi afirmación indignada escrita en octubre del año 45, además de tener la corroboración de una estadística que no puede falsearse, y que grita la indigencia quirúrgica del Hospital Sanatorio "Ambrosio Grillo", estén abonada con la vida de no pocos enfermos que murieron sin operarse, cuando una intervención oportuna y hábil, científicamente realizada, pudo haberlos devuelto a la vida con salud.

¿Debí guardar silencio, como hacen los cobardes y los débiles ante la gravedad de los acontecimientos que vi encimarse, y que interpretaba claramente? No quise callarme, y grité apasionadamente mi verdad en defensa de los enfermos. Como consecuencia tuve que comparecer acusado en juicio oral y público, ante la Sala Segunda de la Audiencia de La Habana, y fui condenado a cincuenta pesos de multas, por injuria leve con publicidad. No comprenderé nunca estas paradojas de la justicia injusta, este contrasentido y esta oposición del derecho que hacen los hombres para enfrentarlos con los derechos humanos; no alcanzo a comprender cómo pueden injuriar y calificarse como injurias las verdades que se digan a un funcionario público que está en el ejercicio de funciones médico-quirúrgicas de gran responsabilidad y de cuya actuación, incompetente o inhábil, puedan derivarse o se estén derivando ya, efectivamente irreparables, tan irreparables como la muerte o la invalidez de los enfermos que opere, si de un cirujano se trata, o de la muerte de los enfermos que no se operan cuando debieron operarse, y que fallecen después de recorrer jadeantes, un largo calvario porque no fueron operados, si al mismo cirujano se refiere. A mi juicio de médico, que interpreto el derecho como una doctrina viva, en perpetuo cambio y adaptación a las nuevas modalidades, a las realidades cambiantes de la vida del hombre, cuando un profesional médico, un cirujano, digamos para ser exactos, acepta, o gestiona, y es nombrado para un cargo especializado cuya técnica desconoce y es, por tanto incapaz de practicar, está cometiendo un crimen potencial que entraña un peligro real, y es deber de la buena justicia, no de la justicia injusta, evitar la peligrosidad y el crimen inminente, los crímenes ya en preparación, mucho más si la denuncia se produce con la debida antelación, y todavía más si la formula una persona competente, de reconocida preparación y mejor conocida reputación profesional y social; tal fue mi caso científicamente. Cuando un médico que no es cirujano, o un cirujano general, acepta un cargo de cirujano especializado, de vías nerviosas o de tórax, por ejemplo, sabe muy bien que está procediendo muy mal, que está cometiendo una estafa de la peor especie, porque también hay gradaciones y categorías entre la baja ralea de los estafadores, sabe muy bien que si opera, a golpes de audacia, está cometiendo un asesinato a sangre fría, y que si se abstiene de operar, padecen y se mueren cuantos tenían otra salida que la vía quirúrgica bajo la dirección de un guía hábil, capaz y preparado. Por algo el cerebro y el tórax, la médula, el corazón y los pulmones, están encerrados en una caja que los protege y los defiende contra los ignorantes y los audaces, por algo la llave que da acceso a estas vísceras vitales, y los caminos que a ellas conducen, solamente pueden alcanzarla unos pocos elegidos, los mismos que saben transitar sin tropiezos por aquellos caminos. Un buen cirujano de toráx y un neuro cirujano bueno, no estoy hablando de los creadores geniales de ambas cirugías, sólo se hacen y aprenden a crecerse, cuando vieron operar mucho y bien, cuando ayudaron a operar bien y mucho después, cuando operaron mucho finalmente.

A mi pregunta acerca del estado en que ingresaban los enfermos, sobre el tanto por ciento de enfermos avanzados, me contestaron los Jefes de Clínica que era muy alto, alrededor o más del cincuenta por ciento. Les expuse mi extrañeza y traté de explicarme esta situación, a todas luces irregular y anómala, asistido de sus argumentos. Era muy explicable durante el primer año de funcionamiento, que ingresaran muchos enfermos avanzados, hasta constituir mayoría inclusive, que concurren, naturalmente, todos aquellos que buscan en la noche de su desesperanza un áncora de salvación, los desesperados que claman desde su gravedad por una cama y atención médica en un establecimiento sanatorial, los desatendidos que nada tienen, ni familiares a veces, o carecen de casi todo, los rotos de espíritu y destrozados orgánicamente, los desheredados de la vida y de la suerte amargados y tristes, arrinconados en un tugurio sin luz y sin pan, por una sociedad que aprendió a dar limosnas sin sentir la solidaridad humana; pero después del primer año o poco más, en que todos han muerto o casi todos, la explicación es más difícil y significa que algo funciona mal, que el engranaje e interrelación de los Dispensarios y el Sanatorio dista de ser adecuada y eficaz. Si el ingreso se hace por la vía del Dispensario, órgano esencialmente de pesquisa, de búsqueda y atracción del enfermo a sus dominios, y perece que ahora, desde muy recientemente, se está haciendo así, como debió ser siempre, el tanto por ciento de enfermos avanzados tenía que disminuir visiblemente en el curso del tiempo. Si los Dispensarios se dedican preferentemente al tratamiento, y actúan centrípetamente, hacia ellos, trabajando de manera predominante como centros terapéuticos, entonces sólo desviarán hacia el Hospital Sanatorio los casos incurables o que cataloguen como tales, los complicados, y aquellos que, a su juicio, requieren intervenciones quirúrgicas de más amplio vuelo, de cirugía mayor, que exigen el internamiento de los pacientes para ser practicadas. No estoy postulando, quiero hacerlo constar, que los Dispensarios, nuestros Dispensarios, se abstengan de hacer tratamiento, y no practiquen el neumotórax ambulatorio, por ejemplo; pero sí afirmo que el Dispensario no puede descuidar sus labores genuinas, que le son privativas, para meterse en camisa de once varas haciéndole competencia a los centros de internamiento, Hospitales y Sanatorios, y fijando a su órbita enfermos que no les pertenecen. Cuando esto sucede, y el Dispensario se desorbita, y retiene indebidamente, para hacer clínica y estadística, o cosas peores, enfermos que no son suyos, que escapan a sus posibilidades muy limitadas y desbordan su contenido legítimo, padecen siempre los enfermos y sufren el contragolpe, en su marcha y organización, los Sanatorios y Hospitales. «Ambrosio Grillo» está sufriendo de este mal seguramente, y es por eso que en sus ingresos, suman y pesan tanto los casos avanzados. Esta situación, doblada gravemente por la carencia de una cirugía eficaz, tan amplia y científica como necesitan estas instituciones, hacen de «Ambrosio Grillo» un centro de trabajo retardado y dos veces insuficiente, lo que determina en sus hombres mejores, y los tienen muy buenos, una falta de estímulo y cansancio temprano que han de vencer cada mañana, par no despeñarse cuesta abajo en abismos de rutina. «Ambrosio Grillo» es insuficiente primero, ya lo apunté antes, porque no basta ni remotamente, para las necesidades urgentes de la Provincia Oriental; pero además, y esto es grave de nuevo, grave y criminal, permanece intacta, sin que se abriera nunca el servicio de los tuberculosos, de los innmúmeros que se mueren en sus hogares, toda una sala equipada que tiene capacidad para cuarenta y ocho enfermos.

"Ambrosio Grillo" es un centro de trabajo retardado e insuficiente otra vez, porque la falta de cirugía y el enorme número de enfermos avanzados que le entran por su puerta de ingreso, forzando la puerta hasta hace poco y por debajo del telón, cuando no por la competencia interesada de los Dispensarios, que son ruedas sueltas a su libre determinación y voluntad, sin ajuste ni sujeción a un sistema pre-establecido y regulado adecuadamente, todo ello concurre y hace que "Ambrosio Grillo" sea un establecimiento lento, poco dinámico, casi estático en su vaciamiento que debía tener velocidad quirúrgica, apara atender y servir al mayor número de enfermos posibles dentro del menor tiempo. Lo salvan todavía del caer en el dejar hacer, dejar pasar, del quietismo y laxitud estática, diluidos en la serenidad del paisaje y la paz del ambiente, el coraje mantenido de sus mejores médicos, que pelean contra la rutina que los cerca y la mediocridad, dorada por lo que se le paga, no porque se trate del aurea mediocritas del divino Horacio, que los dirige y maltrata donde esa atalaya de inmundicias que es el Consejo Nacional de Tuberculosis. Lo salvará definitivamente, ayudando a los médicos que pelean, la organización de los enfermos tuberculosos de "Ambrosio Grillo", que fueron los pioneros en luchar, de todos los enfermos y ex enfermos bajo las banderas de la UNETE, la Unión Nacional de Enfermos Tuberculosos y Ex enfermos.

Las preguntas a los médicos sobre otros extremos me convencieron de que el sistema de drenajes del Hospital Sanatorio "Ambrosio Grillo" necesita con urgencia ser reconstruido, o ampliado cuando menos, de que el crematorio no basta a las necesidades que debe llenar, ambos defectos capitales muy desde el comienzo de sus actividades. El abastecimiento de agua potable parece que es suficiente en cantidad con lo que anota un punto sobre "La Esperanza" y bien importante, ya que el Sanatorio de la Capital, con más de ochocientos enfermos, vive y muere sediento en perpetua hidrofobia. Lástima que no la sufrieran de verdad, los culpables que engordan y enriquecen con la caquexia de los enfermos y la miseria de los sanatorios y hospitales.

Acompañado por los médicos visité algunas salas para conocer su distribución y saludar a los enfermos; las habitaciones tienen cabida para cuatro pacientes, más bien limitada su amplitud, y se abren, sin puertas, sobre dos galerías que las recorren y enlazan en toda su extensión. Uno de los dos corredores, el de mayor anchura funciona a manera de comedor con mesas que se articulan a la pared por una cabecera, para adosarlas totalmente cuando no se utilizan. Las camas son todas de interior y permanecen fijas, estaban ordenadas y limpias. Recorrí después otras dependencias importantes, lavandería y desinfección de útiles mayores, para detenerme más tiempo en la despensa, cocina y almacén, el vientre del establecimiento.

Debo destacar, antes de meterme en la despensa, que "Ambrosio Grillo" está intervenido administrativamente, como lo está también "La Esperanza", por un delegado personal y hombre de confianza del ministro de Salubridad. Las cosas y los robos llegaron hasta ese extremo, porque no tocaban fondo llevándose los fondos y todo lo demás. El hombre de presa de hoy en "Ambrosio Grillo"es el Sr. Manduley, delegado, interventor, que se unió a nuestro grupo para enseñarme cordialmente, su campo de acción más inmediato. Entramos juntos a la despensa, también limpia y ordenada; pero además nutrida de cosas que iban llegando de La Habana. Tuve en las manos, y revisé, algunos modelos del movimiento de víveres y dietas, tomados al azar, indistintamente, de fechas diversas. Es fácil advertir que las cosas han cambiado, como es fácil comprobar el escándalo anterior, en que se compraba con sobreprecios de un 30 y 35 por ciento y cómo, además no se pagaba, la calidad de las mercancías debió ser de primera, y en el peso entrarían los gusanos que denunciara una enferma hace poco, como de hallazgo frecuente en la comida. En la cocina, a nuestro paso, se distribuía un almuerzo de buen ver, sin exceso de condimentación aparte. No hay cocina dietética en "Ambrosio Grillo", tampoco existe, desgraciadamente, en ninguno de nuestros centros hospitalarios, clínicas, ni quintas o casas de salud; pero éstas y otras cosas serán adquisiciones de un mañana mejor y de una mejor medicina, que también entra por la cocina.

Antes de marcharme hacia Palma Soriano, donde almorzaría con un amigo de la infancia, el Dr. Martínez Espinosa, las ayacas de maíz tierno más sabrosas que he gustado nunca, solicité del Director en funciones de "Ambrosio Grillo", la autorización para hablarles a los enfermeros que tuvieran ejercicio y pudieran reunirse en el local del teatro, siempre que esta petición no quebrantase la disciplina interior. Accedió el Doctor Pomares y dispuso el emplazamiento de los pacientes, mediante el servicio de inter-comunicación radiada de que dispone el Sanatorio. Ya en el teatro que iban llenando los enfermos, desde el escenario y junto a sus médicos, mis compañeros y amigos, inicié una charla en tono menor, que fue subiendo en la medida que mi emoción crecía, adentrándose por caminos trillados para el orador; pero que no pueden recorrer el hombre y el tisiólogo que en mí se confunden, sin la sacudida interior que irisa la palabra conmovida y rompe la escala emocional. No puedo recordar este mensaje, no podría escribirlo, porque me falta la presencia recogida y atenta, la expresión de sus rostros que asentían con gestos sencillos, comprensivos, llenos de interés, lo que matizó mi palabra y mantuvo encendida y vibrante la tonalidad de mi voz. Enfermos de "Ambrosio Grillo", guarden mis palabras como una promesa, no las olviden nunca, que fueron las de un peregrino que cuida su esperanza y la siente más hondamente, más viva y sangrante, desde que tocó a la puerta de par en par abierta, ancha e incierta, de vuestro dolor de hombres, de vuestras angustias de enfermos. Aquella puerta que se abre para recibirlos frente al Santuario del Cobre, del otro lado de la carretera.

El día de mi visita al Hospital Sanatorio "Ambrosio Grillo" vestía arreos de fiesta con el ánimo alegre, preparándose para recibir los días pascuales. Las salas ataviadas escondieron su pena, y rivalizaron en decoración y pulcritud. Abundaban las guirnaldas polícromas que tejieron los enfermos, con otros motivos de vivos colores a lo largo y ancho de las galerías, y se entrecruzaban como si cambiasen felicitaciones y saludos, voces de aliento y silencios henchidos de esperanza. En todo aquello había calor de hogar y afán incontenido de retorno, de volver algún día al punto de partida, al seno de los suyos, para incorporarse de nuevo a la vida y una vida nueva; pero se expresaba también, en todo aquello, el fruto de la convivencia mantenida, creadora de una fraternidad de enfermos, de lazos y nexos que amamantó a sus pechos doloridos la vida en común, la reclusión casi forzada con todas sus limitaciones y tristezas. Vínculos que debían ser indestructibles para el bien de todos los que sobrevivan a esta dura prueba, y como recuerdo imperecedero a la memoria de los que sucumben y van cayendo a lo largo del camino.

Para darle vida y norte, ruta y estrella guiadora, a esta fraternidad, para vaciar en ella todo el contenido y las esencias más puras de la convivencia, para revivir el recuerdo de los que se fueron y mejorar en bienestar y salud, en supervivencia útil, la vida de los que se curan y atender y curar a los que recaen, para tocar de recuerdo amable los días del Sanatorio, y luchar, aprendiendo a luchar, contra la tuberculosis y la miseria que le hace la cama y le teje el sudario a la tuberculosis; para pelear por la rehabilitación de los enfermos y alcanzar una ley de seguridad social que los proteja; para castigar a los ladrones emboscados en el Consejo Nacional de Tuberculosis desde su fundación, para transformar desde la raíz este Consejo y que sirva sus verdaderos objetivos, las necesidades que la enfermedad determina y los intereses de los enfermos; para que lo cuiden y vigilen desde adentro, como sus mantenedores y únicos empleados, quienes fueron enfermos y estén capacitados, y viven en capacidad efectiva de trabajo; para fundir en eslabón acerado de una cadena nacional cada enfermo y todos los que sufrieron la enfermedad, para unirlos apretados en un solo haz y una sola aspiración, propósito y anhelo, para todo esto, está naciendo fuerte y pujante la Unión Nacional de Enfermos Tuberculosos y Ex enfermos, la UNETE.

Al final de mi recorrido en aquel día luminoso por las salas y galerías de "Ambrosio Grillo", descubrí, en el extremo de uno de los corredores, un nacimiento ingenuo, que extendía sus figuras humildes sobre un sencillo pedestal, todo el poema rumoroso del Nacimiento Cristiano, una égloga sobre el verdor de los campos, un alumbramiento que sembró tan hondamente en su momento, como para abrir una época de la historia humana, cuando se hizo cosecha y espíritu en el alma de los hombres para trasmutarse en creencia y religión. Me detuve breves instantes ante el nacimiento que habían levantado los enfermos, ante sus figuras humildes y su estrella guiadora, miré después hacia el Cobre, hacia el Santuario, y asocié todo aquello sin querer, mientras depositaba en la alcancía mi aportación, a la tarea que aguarda a los enfermos, levantar el nacimiento de su organización hasta hacerlo creencia y voluntad, crear y hacer la UNETE. bajo refulgencia y el impulso magnético de su estrella guiadora.

 

*En: Cuadernos de Historia de la Salud pública. No. 68. Revolución y tuberculosis. La Habana, 1984:50-66. Original publicado en la Revista Bohemia, 30 de enero de 1949.

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