Introducción
La adultez mayor se ha convertido en los últimos tiempos en un área de investigación importante, debido al aumento del envejecimiento poblacional a nivel mundial. En Cuba, este envejecimiento se viene produciendo de manera rápida y profunda, lo que en términos estadísticos solo es comparable con los países más desarrollados, pero se diferencia por la velocidad e intensidad en que ocurre y, desde luego, por el contexto socioeconómico y cultural en que se producen estos cambios.1) Para el 2045, se prevé que un 35,2 % de la población cubana sea mayor de 60 años y solo un 13,5 % menor de 15 años.2
El incremento de la población mayor de 60 años en Cuba se debe a las políticas sociales de la Revolución. Sin embargo, esto se convierte en un reto por la necesidad de mantener la calidad de vida de los adultos mayores a través de políticas sociales que garanticen salud, participación y seguridad. Esta preocupación se expresa en el Lineamiento 144 de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución, que propugna: “brindar particular atención al estudio e implementación de estrategias en todos los sectores de la sociedad para enfrentar los elevados niveles de envejecimiento de la población”.3) No obstante, previo a que el Partido Comunista de Cuba (PCC) promulgara en el 2011 los Lineamientos de su política económica y social ya existían programas de carácter nacional dirigidos al anciano cubano como son: el programa de atención al adulto mayor en Cuba (PAAMC), la cátedra de la Universidad del adulto mayor (CUAM).
La CUAM, por más de una década ha ejecutado programas educativos para mayores en todo el país con satisfactorios resultados, en función de la concepción de esta alternativa de participación social como vía de superación cultural. Aunque los resultados en la implementación de estos programas nacionales han sido positivos, con el respaldo legal necesario para estimular el envejecimiento activo y la realización de investigaciones sobre esta temática, aún no provee del suficiente arsenal empírico que pueda transformar la realidad actual.
Existen diversos términos para enunciar el buen envejecer, como envejecimiento exitoso, saludable, activo, óptimo, positivo, competente,4,5) pero en la última década la comunidad científica ha adoptado el concepto de envejecimiento activo propuesto por la OMS(6) en el 2002. Este concepto trasciende el bienestar físico y hace énfasis en la participación social, al ser concebido como el proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez.6
Como plantea Orosa,(7) prepararse para envejecer como sociedad también implica desmontar estigmas, diseñar nuevos espacios de desarrollo y promover una cultura gerontológica que permita vivir la vejez de forma digna y protagónica en la sociedad; lo cual conlleva a la necesidad de educar a las personas mayores. La educación para el envejecimiento activo debe tener en cuenta los pilares del concepto: participación, salud y seguridad. De esta manera, el presente estudio defiende los presupuestos del enfoque histórico cultural, la gerontagogía y la educación popular y se valora la importancia teórico-metodológica de reconocer al adulto mayor como centro del proceso de enseñanza-aprendizaje, atendiendo a las características de la etapa con énfasis en sus potencialidades.8,9,10,11
Este trabajo responde a una demanda real trasmitida a la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor por parte de adultos mayores del Reparto Universitario de Santa Clara, para apoyar en la estimulación de un envejecimiento activo en esta población. De ahí que se declara como objetivo: diagnosticar las necesidades educativas para estimular el envejecimiento activo en los adultos mayores del Reparto Universitario de Santa Clara.
Métodos
Para dar cumplimiento al objetivo se llevó a cabo una investigación cualitativa. Se realizó la descripción de las necesidades educativas de los adultos mayores del Reparto Universitario (194), mediante la recolección e interpretación cualitativa de los datos, para profundizar en la perspectiva subjetiva de los mayores, sus expectativas, vivencias, intereses, motivaciones y se complementó con la visión que tienen los informantes clave de la comunidad sobre el tema. Las técnicas que se emplearon fueron: grupos focales con los adultos mayores, entrevista semiestructurada a los informantes clave y la observación participante en una actividad comunitaria con amplia presencia de mayores y otros actores de la comunidad.
Los datos obtenidos se procesaron de forma cualitativa, mediante el ATLAS.ti versión 7. Se establecieron unidades, categorías y se aplicó la triangulación de la información a partir de las técnicas aplicadas, lo que constituye un criterio de rigor de la investigación cualitativa.11,12) Estos métodos permitieron interpretar las necesidades de los adultos mayores asociadas al envejecimiento activo, teniendo en cuenta los siguientes indicadores: concepción de envejecimiento activo, motivaciones e intereses, autoconcepto y autoestima, participación activa, cuidado de la propia salud y seguridad.
La muestra se seleccionó de manera no probabilística e intencional,12) buscando garantizar la cantidad (saturación) y calidad (riqueza) de la información a recopilar. Para la selección de los adultos mayores que participaron en los grupos focales se tuvo en cuenta los aspectos de oportunidad (que se presentan de manera fortuita o reúnen por otros motivos) y conveniencia (aquellos casos disponibles a los que se tiene acceso)12 y se establecieron los criterios:
En total participaron 14 adultos mayores distribuidos en dos grupos focales (Tabla).
Para las entrevistas a informantes clave (8) se identificaron aquellos representantes de la comunidad que actuaban como líderes formales de la colectividad, estos fueron: médico y enfermera de la familia, delegado de la circunscripción, 4 presidentes de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y la Secretaria del Bloque de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC).
Resultados
En el Reparto Universitario, en el momento del estudio, vivían un total de 194 adultos mayores, de ellos 105 era mujeres y 89 hombres (3 adultos mayores se encontraban encamados). La principal enfermedad que los afectaba era la hipertensión arterial, seguida de la diabetes mellitus y la artrosis. La concepción sobre el envejecimiento activo que predominaba, tanto en los adultos mayores como en los actores institucionales y comunitarios, estaba muy relacionada con tener un buen estado de salud y ser participativo. Sin embargo, la representación que tenían de la participación estaba limitada, como tendencia, al concepto de “actividad”, la que, a su vez, estaba más centrada al contexto familiar, realizando tareas domésticas y algunas actividades de entretenimiento, por lo que la familia era el principal motivo regulador de estos adultos mayores.
En este sentido, la participación social se presentaba con dificultades, desde el discurso y la conducta, por lo que se evidenció pobre desarrollo en la vida de los adultos mayores de esta dimensión tan importante para el logro de un envejecimiento activo. Dentro de las actividades que se realizaban en la comunidad con la participación de algunos adultos mayores se encontraban las de promoción de salud y comunitarias (organizadas por la FMC y los CDR, el círculo de abuelos, el médico de la familia, entre otros). Estas actividades se vinculan a una representación de la vejez donde priman creencias de que este es un momento de la vida en la que culminan las posibilidades de actuar y decidir, que no se puede aportar nada más de lo que se ha hecho, que se debe dedicar el tiempo al ocio y al descanso. Algunas de las creencias sobre la vejez que poseen los adultos mayores son compartidas por otros miembros de la comunidad, lo que muestra que se ha convertido en parte del imaginario social.
El predominio en la participación social de las mujeres sobre los hombres está relacionado, principalmente, a la existencia de prejuicios en la población masculina de adultos mayores respecto a actividades comunitarias y en cuanto a la propia vejez mediante la no aceptación de encontrarse atravesando la tercera edad. En estrecha relación con la participación social y la salud, se evidenció cierto desconocimiento sobre temas importantes para un envejecimiento activo en la adultez mayor como:
Ocio y tiempo libre: al asociarlo en gran medida con el cumplimiento de tareas domésticas y de apoyo a la familia.
Los efectos beneficiosos de los ejercicios físicos para la salud en la mayoría de los adultos mayores.
Los adultos mayores refirieron la ausencia de espacios de participación social y la pérdida de algunos que ya existían, como es el caso de los de intercambio generacional, principalmente con los niños y adolescentes, lo que es una muestra de la necesidad de autotrascendencia. Otro espacio de gran impacto en sus vidas lo constituyó el sindicato de jubilado, que en el momento del estudio ya no existía, donde muchos de los vecinos del reparto compartían por haber sido trabajadores de la universidad. En este sentido, demandaban el apoyo de esta institución por su cercanía geográfica y por el conocimiento que tienen de sus fortalezas culturales y profesionales, para generar en conjunto con la comunidad nuevos espacios que estimulen la calidad de vida y bienestar de sus adultos mayores. Esto lo justificaron a partir de las limitaciones de movilidad hacia la institución universitaria, destacando las pésimas condiciones de las calles del reparto y las barreras arquitectónicas dentro de la propia Universidad.
En relación con la seguridad de los mayores las opiniones identificaron a las condiciones de urbanización del Reparto Universitario como factor que la limitan. También se pudo constatar que las creencias negativas asociadas a la etapa (los “ya yo no…”), unidos a la objetiva pérdida de capacidades (“ya no es como antes, nos cansamos rápido”) impactan en la autoestima de los mayores y pueden afectar la confianza en sí mismo y la disposición con que afrontan la vida.
Por otra parte, las principales motivaciones que se revelaron en los adultos mayores estaban asociadas, fundamentalmente, a la familia, como su motivo principal y regulador. Estas motivaciones se manifestaron en la realización de tareas domésticas y de apoyo en general y el cuidado de los nietos que refleja la necesidad de autotrascendencia. Además, se reveló el interés por el cuidado de la salud, la participación en actividades comunitarias y la motivación por aprender temas directamente vinculados con su vida actual. Se debe señalar, que el interés por participar en actividades y por aprender temas relacionados con su condición actual solo se manifestaron en un reducido número de mayores.
Del análisis realizado se puede resumir que los adultos mayores del Reparto Universitario mostraron algunos criterios que permiten inferir cuáles son sus necesidades educativas (Fig.):
Poca participación activa en espacios y actividades sociales.
Creencias y prejuicios sobre la vejez que configuran una representación negativa de esta etapa de la vida, enfocada en la culminación del desarrollo y la inactividad.
Inadecuados procesos autovalorativos como el autoconcepto y la autoestima de adultos mayores (principalmente hombres), debido a la no aceptación del propio proceso de envejecimiento.
Pobreza de conocimiento de temas de gran importancia en los adultos mayores, como el ocio y el tiempo libre; así como los efectos de los ejercicios físicos para la salud.
Pobreza de intereses y motivaciones que trasciendan el contexto familiar.
También se puede afirmar que los adultos mayores cuentan con potencialidades como: el nivel de escolaridad, su compromiso y disposición para colaborar con la comunidad (desempeñando, incluso, roles de líderes formales), las relaciones interpersonales de respeto, la motivación por aprender y las experiencias positivas anteriores relacionadas con su participación activa en actividades sociales. El contexto también cuenta con potencialidades como la cercanía a la universidad y la preocupación de los agentes institucionales por el envejecimiento de los adultos mayores que residen en el Reparto Universitario.
Discusión
La información obtenida, en cuanto a salud y participación, apunta a que la concepción sobre el envejecimiento activo que predomina tanto en los adultos mayores como en los actores institucionales y comunitarios se aproxima a los pilares declarados por la OMS en el 2002.6 La pobre participación social se puede asociar a la falta de conocimiento de lo que esta significa para la calidad de vida y el bienestar, asociados a un “buen envejecer”. Lo anterior se relaciona a la teoría de la desvinculación7 que plantea que el adulto mayor no debe realizar ninguna actividad, pues ya ha aportado todo lo que puede. González13 aborda las creencias sobre la vejez que poseen los adultos mayores y cómo estos fenómenos pueden dañar las capacidades adaptativas de las personas incidiendo en su calidad de vida. Esto se hace evidente en la comunidad cuando estas creencias se han convertido en parte del imaginario social.
En relación con el ocio y el uso del tiempo libre se revela una concepción estrecha, que tiene que ver con el cumplimiento de tareas domésticas y de apoyo a la familia, lo que coincide con un estudio realizado en seis municipios de La Habana, donde los mayores no usaban satisfactoriamente su tiempo libre, y solo se vinculaba a la dinámica de la familia con la que vivían.14 En otros contextos también se ha revelado que el ocio de los adultos mayores no está dedicado a sus actividades preferidas, las que le satisfacen, lo que verifica que la edad puede impedir y reducir el rango de actividades.15
De igual modo, el predominio de actividades pasivas y la falta de realización de ejercicios físicos se ha encontrado tanto en estudios cubanos,16 como extranjeros,17,18 donde se observa que a medida que avanza la edad disminuye la actividad física. Así que, el entendimiento de los beneficios de la actividad física y, más que ello, la generación de capacidades para desarrollar un estilo de vida físicamente activo, debe constituir una prioridad en la educación para el envejecimiento activo.
Se sostiene la importancia de la calidad de la participación, como expresan González y de la Fuente13 las tareas que deben realizar los mayores son aquellas que les aporten placer y desarrollo, tanto en lo intelectual como en lo social. De ahí la importancia de educar en este sentido, para una adecuada planificación de sus momentos de ocio y esparcimiento, ampliando los intereses socioculturales y estimulando la asunción de roles más activos dentro y fuera del ámbito familiar. Pérez de Guzmán,9 por su parte, plantea la importancia que tienen determinados grupos para la socialización en esta etapa de la vida.
El interés por el cuidado de la salud, la participación en actividades comunitarias y la motivación por aprender temas directamente vinculados con su vida presente, manifestado en un reducido número de mayores, concuerdan con lo planteado por Orosa sobre la educación de adultos mayores o psicogerontagogía.9) Las necesidades educativas que poseen los adultos mayores concuerdan con diversos estudios donde la salud, la participación, los intereses, las motivaciones, las creencias y los prejuicios son la base para realizar acciones interventivas.11,13,19 Las potencialidades tanto de los gerontes como del contexto, junto con las necesidades analizadas, deben ser tenidas en cuenta para el diseño de intervenciones educativas10,20,21,22 para estimular el envejecimiento activo en esta población objeto de estudio. Se puede concluir que los adultos mayores deben participar en espacios de interacción social, de autocuidado y de actividad física que favorezcan el desarrollo de nuevas motivaciones que trasciendan su contexto familiar. Por lo que se deben aprovechar las potencialidades que ofrecen los entornos en los que se desenvuelven y de esa manera propiciar el desarrollo de intervenciones educativas que estimulen el envejecimiento activo.