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ACIMED

versión impresa ISSN 1024-9435

ACIMED v.10 n.1 Ciudad de La Habana feb. 2002

 

Sección histórica

El doctor Juan Santos Fernández Hernández y la Crónica Médico-Quirúrgica de la habana

José Antonio López Espinosa,1 Elena López Serrano†2 y José López Sánchez3

Resumen

Durante el último tercio del período colonial, caracterizado por reiterados enfrentamientos políticos e inestables situaciones económicas, era casi imposible que algún médico criollo pudiera convertirse en un especialista de prestigio, dadas la carencia de escenarios donde demostrar la competencia adquirida y la falta de emolumentos que obligaban a la práctica de la medicina general. El doctor Juan Santos Fernández Hernández, además de superar ese escollo al ser el primer cubano en ejercer la Oftalmología y consolidarla como especialidad independiente, fue protagonista principal de un renacimiento científico en nuestro país. Uno de sus aportes más relevantes en este sentido fue la fundación de una revista que, con el título de Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, registró durante 66 años los trabajos de los más altos exponentes de la cultura médica nacional. Esta revista, ubicada en un lugar de preferencia en los anales de la bibliografía médica cubana de todas las épocas, atesora en sus páginas materiales de consulta obligada para los documentalistas consagrados a la labor histórico-bibliográfica y para los interesados en conocer todo lo que guarda relación con la evolución de las ciencias de la salud en la isla entre 1875 y 1940. En este artículo se trata de evitar que la inexorable acción del tiempo continúe absorbiendo y ocultando el valor de este baluarte de la documentación médica nacional, al consignar algunos rasgos importantes de la vida y la obra de su fundador y brindar detalles en relación con sus aspectos formales y de contenido.

Descriptores: PERSONAJES; BIBLIOGRAFIA DE MEDICINA/historia; PUBLICACIONES PERIODICAS; CUBA.

...”Los hechos se imponen y el tribunal de la historia a la postre hace siempre justicia y premia con su imparcial veredicto a los que sirvieron a las ciencias sin otra recompensa ni otro estímulo que la estimación pública y el amor a las instituciones patrias”...

Dr. Juan Santos Fernández

Durante el período de la Guerra de los Diez Años (1868-1878), varias personalidades del mundo de la ciencia pusieron sus fuerzas en tensión al llamado de la patria y marcharon al campo de batalla. En esa contienda fueron muchos los profesionales y los estudiantes de medicina cubanos de ideas radicales que dieron el concurso de sus esfuerzos por la libertad y la independencia, y algunos hasta ofrendaron sus vidas en el empeño de lograrlo. Ellos fueron los doctores Rafael Argilagos Guinferrer, Filipo Carlos de Ayala y Antonio Luaces Iraola; los licenciados en Medicina Sebastián Amabile Correa y Antonio Lorda Ortegosa; los bachilleres en Medicina Honorato del Castillo Cancio, José María de Castro Meneses y José Genaro Díaz Valdivia; así como los estudiantes Alfredo Álvarez Carballo, Enrique de Jesús Álvarez Martínez, Francisco María Jiménez Rojas, Agustín Morales Martín, Esteban Poncet Álvarez, Isidro Portillo Junco, Domingo Sterling Varona, José Antonio Toymil Zapela y Antonio María Urbano Pedroso.

Mientras estos patriotas daban su ejemplo de valentía y de entrega total a tan justa causa, otros cubanos amantes de las ciencias simplemente se ausentaron de la isla, a la vez que se hacía palpable el desaliento en las distintas esferas del saber y la incertidumbre y la duda daban al traste con cualquier intento de expandir la cultura.1,2 Por aquella época las únicas publicaciones científicas que se producían eran los Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, dirigidos por los doctores Antonio Mestre Domínguez y José Joaquín Muñoz Díaz y El Genio Científico, bajo la dirección de su fundador, el doctor Marcos de Jesús Melero Rodríguez.

Antes de la guerra habían surgido algunas revistas dedicadas a las ciencias médicas y a sus disciplinas afines, pero todas de existencia fugaz; a veces porque quienes las fundaron y dirigieron no tuvieron la voluntad, la preparación o el apoyo suficientes para mantenerlas, y en otras ocasiones porque circunstancias de índole cultural así se lo impusieron. En general se puede decir que hasta finales de la década de los años 70 del siglo xix, el desarrollo de las manifestaciones científicas y culturales en la isla de Cuba era bastante incierto, si bien a partir de 1861 habían comenzado a vislumbrarse algunos síntomas de progreso al fundarse la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana y comenzar la circulación de sus Anales en 1864, obstaculizado luego por la lucha entablada al darse el grito dado en Yara el 10 de octubre de 1868.3
Tres años antes de terminar la guerra por el pacto del Zanjón en 1878, apareció una nueva revista, la cual, junto con los Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, formó el binomio que durante más de medio siglo contribuyó a darle un verdadero carácter científico a la medicina. Así, en medio del ambiente caldeado por los horrores de la guerra y del candente estado de cosas por el volcán de la Revolución, surgió en 1875 la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, la cual empezó con bríos su campaña de hacer medicina propia y de estimular a los médicos a enviar a sus columnas sus observaciones, para divulgar y poder estudiar las enfermedades más y menos frecuentes en Cuba, “sin necesidad de recurrir a los autores extranjeros que las conocían sólo de oídas o por la relación de médicos de la marina que visitaban el país y bien podían equivocarse.”4

El doctor Juan Santos Fernández Hernández fundó esta revista cuando todavía no había cumplido los 28 años de edad y la sostuvo hasta el fin de sus días a la cabeza de las de su clase, con un prestigio reconocido por propios y extraños durante los 66 años que circuló. El nombre de este galeno aparece entre los de las personalidades médicas cubanas más distinguidas de todos los tiempos por su saber y su civismo, por su abnegación y perseverancia y por su valiosa contribución al progreso de la ciencia y la cultura nacional. Fue además toda una autoridad en la especialidad de Oftalmología, en cuyo ejercicio logró obtener una reputación que traspasó las fronteras cubanas y se extendió por todos los países civilizados de su tiempo, al punto de convertirse en el especialista de enfermedades de los ojos de más relieve en todos los dominios de la colonia española, incluida la propia España; a la vez que el más conocido en el extranjero durante la segunda mitad del siglo xix.5 A lo anterior se agrega su condición de uno de los miembros más consecuentes y laboriosos de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, de la que llegó a ser su presidente entre 1897 y 1899 y de 1900 a 1921.6,7 Por otra parte, mientras tuvo salud y fuerzas no dio tregua a su fecundidad como publicista de libros, folletos, artículos y otros trabajos científicos, tanto en Cuba como en el exterior.

Como se aprecia, en la vida y la obra del doctor Fernández abundaron las acciones de gran mérito, entre las cuales sobresale la fundación y el sostenimiento por mucho tiempo de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, que constituye el tema central de este trabajo. Pero justo es dedicar algunos párrafos a trazar un breve esbozo biográfico de este insigne médico, para que se conozca con cierto detalle el alcance de su labor.


Síntesis biográfica del doctor Juan Santos Fernández Hernández

Nació en el ingenio “Atrevido”, provincia de Matanzas, el 22 de julio de 1847. Cursó sus primeros estudios en una escuela rural situada en los alrededores del ingenio “El Feliz” en la misma provincia y a los 13 años se trasladó hacia La Habana para estudiar la segunda enseñanza en el colegio “Belén”. Después de terminar el nivel secundario, matriculó en la Universidad de La Habana, donde estuvo hasta 1869, año en que viajó a Madrid con el fin de continuar allí sus estudios, pues su padre temía por su vida, dadas las condiciones que reinaban en la isla al comienzo de la Guerra de los Diez Años. En la capital española conoció y entabló amistad con el desterrado político y también estudiante José Martí Pérez.

Una vez graduado de médico, se dirigió a París en 1872 con el objetivo de especializarse en Oftalmología y allí llegó a ser por sus méritos el primer ayudante de Javier Galessowski, el más notable especialista de aquella época y a quien en 1879 dedicó la memoria titulada “Clínica de las enfermedades de los ojos”.

Castillo de Bayuela, provincia de Toledo, España, fue el lugar donde ejerció por primera vez como oftalmólogo. Allí operó en muy poco tiempo más de 200 casos de cataratas, su operación favorita. Los resultados y experiencias obtenidas las registró en un documento al que tituló “Memorias clínicas” y que le sirvió para su nombramiento de socio corresponsal de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el 14 de marzo de 1875. Semanas después regresó a Cuba y en mayo de ese año fundó la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana. El 14 de mayo de 1876 ingresó como académico de número en la misma corporación, a cuyo efecto presentó el trabajo “Consideraciones sobre las enfermedades de los ojos observadas en la isla de Cuba durante el año 1875”.

Desde su regreso a la patria instaló una consulta de Oftalmología, que en poco tiempo le permitió ganar el respeto y admiración, no sólo de sus pacientes, sino también de todos los médicos y personalidades que le conocieron. Su vida se desenvolvió pletórica de acciones dentro de la sociedad, tanto en el área médico en particular, como en el contexto científico y cultural en general. Se puede decir que no hubo organización científica, asociación, liga, congreso o cualquier otra reunión que no contara con su presencia. Los ejemplos en este sentido sobran, aunque procede mencionar al menos los siguientes:

En 1881 fue vocal de la Junta Superior de Instrucción Pública de la Isla de Cuba.

En 1887 fundó en La Habana el primer Laboratorio Histoquímico Bacteriológico y de Vacunación Antirrábica que existió en el país.

En 1893 designado para representar a la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana en el Primer Congreso Médico Panamericano, que tuvo lugar en Washington.

En 1896 elegido para que representara a la misma corporación en el Segundo Congreso Médico Panamericano, celebrado en Ciudad México.

En 1897 elegido presidente de esa organización, cargo en el cual se mantuvo durante dos años.

En 1899 colaborador de Annals of Ophtalmology, de Chicago.

En 1901 fundó la Liga contra la Tuberculosis de Cuba y fue reelecto presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, responsabilidad que desempeñó esa vez hasta su fallecimiento en 1922.

En 1903 creador del Comité de la Prensa Médica, de la que fue su primer presidente.

En 1905 fue presidente de Honor del Primer Congreso Médico Nacional.

En 1906 socio fundador de la Sociedad de Oftalmología Hispanoamericana con sede en Madrid.

En 1907 vocal del Comité Ejecutivo en La Habana del xvi Congreso Internacional de Medicina, que tuvo lugar en Budapest.

En 1908 socio fundador de la Sociedad de Medicina Tropical de la República de Cuba.

En 1911 presidente del Primer Congreso de la Prensa Médica.

En 1916 Miembro de Honor de la Sociedad Oftalmológica de Filadelfia.

En 1921 miembro corresponsal de la Sociedad Médico-Quirúrgica de Amazonas, en el Brasil.

Su labor asistencial fue pródiga. Mantuvo siempre la costumbre de anotar los nombres y de confeccionar la historia clínica de todos sus pacientes. Atendió cerca de 63 500 casos en los 50 años que ejerció la profesión, entre ellos a José Martí y a Leonor Pérez, la madre del Héroe Nacional. En la historia clínica de Martí, el doctor Fernández diagnosticó en la visita realizada el 22 de enero de 1877 “conjuntivitis catarral crónica en ambos ojos” y “flictena conjuntival en el ojo derecho”. Por otra parte, operó de cataratas el ojo derecho de Leonor Pérez el 14 de septiembre de 1896 y el izquierdo el 13 de febrero de 1904.

Considerado el escritor científico más fecundo en lengua castellana de su tiempo, llegó a acumular casi 2 000 trabajos científicos. Su vitalidad era envidiable, la cual achacaba a su vida en el campo durante sus primeros años y a la práctica permanente de ejercicios físicos. Esto, según sus propias palabras, le posibilitaba mantener la fortaleza física y la capacidad intelectual que le ayudó a desarrollar toda su obra científica.8,9

El doctor Juan Santos Fernández Hernández falleció en La Habana, a los 75 años de edad, el 6 de agosto de 1922. Su deceso fue una gran pérdida para la nación cubana, de la cual se hizo eco tanto la prensa nacional como extranjera (fig. 1).

 

Fig.1. Dr. Juan Santos Fernández Hernández.

 

La Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana

La revista por dentro

Esta revista apareció en mayo de 1875 con periodicidad mensual, hasta el tomo 17 cuyas salidas comenzaron a ser quincenales. A partir del tomo 41 su frecuencia volvió a ser mensual. Durante sus primeros 12 años se presentó como “Revista Mensual de Medicina, Cirugía, Farmacia y Ciencias Auxiliares”. Del tomo 13 al 16 se identificó en sus portadas como “Revista Mensual Ilustrada de Medicina, Cirugía, Farmacia y Ciencias Auxiliares”; del 17 al 40 como “Revista Quincenal Ilustrada” y del 41 al 66, en que desapareció, como “Revista Mensual de Ciencias Médicas”.

Las secciones de la publicación eran:
Prefacio: introducción redactada durante 48 años al comienzo de cada tomo por su director fundador, el doctor Fernández.
Sección científica: espacio donde se abordaban, en al menos dos trabajos originales por número y en otros reproducidos o traducidos, asuntos de medicina, cirugía, estadísticas y otras disciplinas vinculadas a las ciencias de la salud.
Biografías: daba preferencia a las personalidades nacionales, aunque también incluía a científicos de todo el mundo.
Bibliografía: dedicada principalmente a la presentación y análisis de libros de medicina y a recomendar su lectura.
Demografía: reservada para brindar informes estadísticos sobre sanidad y demografía.
Noticias o Variedades: con uno de estos dos nombres salió ininterrumpidamente, a lo largo de toda la existencia de la revista, con información sobre muchos temas de interés general para los profesionales de la salud.

La paginación era corrida por tomo, cada uno de los cuales abarcaba de enero a diciembre de cada año. Al final de cada tomo se publicaba un índice de autores y de materias en orden alfabético. En el tomo 12 se le agregó un índice de láminas y en el 16 otro de los médicos fallecidos en la isla durante el año. Estos dos últimos se presentaron de manera esporádica; el que sí siempre se mantuvo fue el de autores y de materias.

La presentación de los trabajos era sobria y elegante; algunos con grabados y con tablas estadísticas. Nunca se brindó espacio alguno a artículos de corte anecdótico o humorístico, tan frecuentes en los periódicos y revistas de la época.


Una fuente de consulta indispensable

Se puede afirmar que la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana será siempre una fuente de consulta indispensable para todos los interesados en conocer la evolución de las enfermedades y de su tratamiento en el país y para los estudiosos que tratan de encontrar los antecedentes de cualquier asunto médico. Con independencia de que no hubo evento de carácter científico celebrado dentro o fuera de Cuba que no se comentara en sus páginas, en ellas quedaron también plasmadas las firmas de 1 378 autores, entre los que figuran casi todas las personalidades nacionales dedicadas a las ciencias de la salud durante el período 1875-1940. El número de trabajos originales, reproducciones o traducciones publicados por dichos autores a lo largo de esos 66 años asciende a 4 551, entre ellos 680 del fundador de la revista, en la que -dicho sea de paso- se puede hallar casi toda su producción científica sobre Oftalmología; algo de incuestionable valor para quienes cultivan esa especialidad, así como para los amantes de la historia de la medicina y los que se dedican a la investigación de la bibliografía médica.

La Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana contribuyó al desarrollo científico del país no sólo con los escritos que atesoró en sus columnas, pues gracias a otra iniciativa de gran trascendencia de su director se fundó el Laboratorio Histoquímico Bacteriológico y de Vacunación Antirrábica,10 donde por primera vez se realizaron en Cuba experimentos histobacteriológicos y químicos, donde además se prepararon y difundieron los primeros sueros y vacunas preventivos -curativas de la rabia en humanos y animales de América.11

Es algo en verdad curioso para la época la existencia de un centro con esas características, situado en un país colonial del Nuevo Mundo, en el que los investigadores disponían de abundantes recursos y entera libertad para llevar a cabo sus estudios. Sólo debían cumplir el requisito de ceder a la revista los resultados en ellos obtenidos, a los efectos de hacerlos públicos por su conducto.

En virtud de esto, la labor del Laboratorio Histoquímico Bacteriológico y de Vacunación Antirrábica de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana quedó registrada en sus páginas. En ellas aparecen tanto los trabajos de sus fundadores, como los firmados por los que siguieron la empresa comenzada por los doctores Fernández, Diego Tamayo Figueredo, Manuel Delfín Zamora, Francisco Vildósola González y Pedro Albarrán Domínguez. Por ejemplo, del doctor Enrique Acosta Mayor se atesoran 78 artículos de diversos temas; del doctor Juan Nicolás Dávalos Betancourt quedaron registrados 49 escritos de Bacteriología; del doctor Domingo Madan Bebeagua hay 45 trabajos sobre Bacteriología y enfermedades infecciosas; el doctor Julio San Martín contribuyó con 28 que tratan asuntos de Laboratorio clínico y Hematología; del doctor Manuel Ruiz Casabó aparecen 39 sobre Bacteriología y el doctor Eduardo F. Pla Hernández aportó 63 sobre Epidemiología y Ginecología. Por otra parte, los doctores Ambrosio González de Valle, Vicente de la Guardia y Madan y Sinesio Lapeira publicaron un gran número de informes relacionados con la Estadística médica y la Demografía, mientras que el sabio Carlos J. Finlay Barrés colaboró con 16 trabajos sobre la fiebre amarilla. También de otros países se recibían contribuciones como las de los doctores Joseph Grancher de Francia, Irwing D. Steinhardt y Simon Baruch de New York y Víctor Delfín de España, por sólo mencionar algunos de los muchos que alargarían este listado de manera considerable.

Cuando dejó de editarse la revista, el laboratorio siguió funcionando, pero poco a poco fue cayendo en decadencia. Los recursos económicos se hacían más y más escasos, a la vez que surgían nuevos laboratorios. Así fue languideciendo hasta 1960 en que se fundió con el Instituto de Higiene y desapareció definitivamente como institución particular.
Por su contenido, presentación y formato esta publicación ganó premios en exposiciones internacionales celebradas en las ciudades de Amsterdam en 1883, París en 1900, Buffalo en 1901, Charleston en 1902 y Saint Louis en 1904.

Tras la muerte del doctor Fernández, se hizo cargo de su dirección el doctor Francisco M. Fernández Hernández y a la salida de su última entrega, en marzo de 1940, su director era el doctor Rodolfo Pérez de los Reyes (fig. 2).

 

Fig.2. Cubierta del primer número de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana.


Consideraciones generales

El contenido de este artículo está orientado en principio a brindar a los profesionales y técnicos del Sistema Nacional de Información de Ciencias Médicas, y a otros interesados en el tema, una apretada síntesis de la vida y obra de uno de los médicos cubanos del período colonial que con más ahínco se consagraron al desarrollo de las ciencias médicas en el país, una de cuyas contribuciones más relevantes en tal sentido fue la fundación de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana.

En segundo lugar se ha tratado de ofrecer una panorámica sobre una revista que, convertida desde su nacimiento en plataforma de la ilustración científica y cultural, circuló durante 66 años, a pesar de los inconvenientes y vicisitudes a que se expuso. Baste decir que surgió en medio de la Guerra de los Diez Años y pudo sobrevivir luego a la Guerra de Independencia (1895-1898), a las intervenciones estadounidenses en los finales del siglo xix y principios del xx y a dos guerras mundiales, sin dejar de cumplir el objetivo para el que fue creada. Para dar una idea más exacta de la magnitud de esta consideración, es preciso mencionar que en la historia de las revistas médicas cubanas, desde su comienzo hasta la época actual, los 66 años de vida de la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana sólo han sido superados por los 72 que lleva circulando la Revista Cubana de Pediatría, decana de las publicaciones médicas actuales, y por los 93 que duraron los Anales de la Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, revista científica de carácter general, cuyas páginas guardan también valiosos trabajos de notables médicos cubanos.

Si a lo anterior se agrega que, por iniciativa de su director fundador y gracias al apoyo de sus redactores y de sus más cercanos colaboradores, se inauguró en Cuba el primer centro experimental de histobacteriología y química y de producción de vacunas contra la rabia de América, al poco tiempo de su descubrimiento por el científico francés Louis Pasteur, se tiene otra prueba del significado de haber contado con esta publicación.

Pero hay más. A pesar de las reiteradas contiendas políticas y de las variables situaciones económicas en que se vio envuelta durante su existencia, la Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana fue durante mucho tiempo la única posibilidad de manifestación libre de la ciencia entre los cubanos;12 de ahí que a su alrededor se agruparan todos los que la amaban y deseaban cultivarla y de que en ella quedaran para siempre registrados todos los intentos de progreso de las ciencias de la salud en el país.

De los argumentos anteriores se puede pues inferir que al doctor Juan Santos Fernández Hernández le corresponde la gloria de haber puesto en circulación la revista genuinamente médica más importante de las producidas en Cuba durante el último cuarto del siglo xix y gran parte la primera mitad del xx, con independencia de su posición privilegiada entre las primeras publicaciones nacionales de su tipo de todas las épocas. Ello sirvió de motivación para redactar esta modesta contribución, con la cual se ha tratado de desempolvarla y de impedir que el paso del tiempo continúe ejerciendo su acción implacable hasta sepultarla en el olvido.

 

Abstract

During the last third of the colonial period, characterized by repeated political confrontations and unstable economic situations, it was almost impossible that some Cuban physician could become a specialist of prestige, due to the shortage of settings where to show the competence acquired and the lack of fees that forced to the practice of general medicine. Dr. Juan Santos Fernández Hernández, besides overcoming that obstacle upon being the first Cuban to practice Ophthalmology and consolidate it as an independent specialty, was a major figure of a scientific revival in his country. One of his most relevant contributions in this sense was the foundation of a magazine that, under the title of Crónica Médico-Quirúrgica de La Habana, registered during 66 years the works of the highest representatives of the national medical culture. This magazine, established in a place of preference in the annals of Cuban medical bibliography of all times, amasses in its pages materials of obligatory reference for the specialists devoted to the historical- bibliographic work and for those interested in knowing all what is related to the evolution of the sciences of health in the island between 1875 and 1940. The present paper tries to prevent the inexorable action of time from keeping on absorbing and hiding the value of this remarkable exponent of national medical documentation, upon registering some important features of the life and work of its founder and giving details with respect to its formal and content aspects.

Subject headings: FAMOUS PERSONS; medicine bibliography HISTORY; periodicals; Cuba.


Referencias bibliográficas

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  2. Collazo E. Diez de Octubre de 1868. En: Desde Yara hasta el Zanjón. La Habana: Instituto del Libro, 1967. P.1-12.
  3. Céspedes Quesada CM de. En la Demajagua. Habana: Rambla Bouza; 1925.P.1-16.
  4. Fernández JS. La prensa médica en la isla de Cuba. Cron Med Quir Habana 1900;26(8):253-8.
  5. González Curquejo A. El Dr. Juan Santos Fernández. Rep Med Farm Habana 1894;5(4):113-34.
  6. Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana. Estado actual 1939. La Habana: La Propagandista; 1939.P.12.
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  8. Fernández JS. Recuerdos de mi vida. Tl. Habana: Imp. Lloredo; 1919.p.3-389.
  9. ——. Recuerdos de mi vida. T2. Habana: Imp. Suárez Carasa, 1920.P.3-404.
  10. Pla EF. Acta de la sesión inaugural. En: De los trabajos del Laboratorio Histo-Bacteriológico e Instituto Anti-rábico de la Crónica Médico Quirúrgica de La Habana. Habana: Imp. de Soler y Álvarez; 1888.p.1-3.
  11. Le Roy Cassá J. La historia y la prensa médica de Cuba. Rev Med Cir Habana 1917;2(23):617-38.
  12. Fernández JS. Bosquejo histórico del periodismo médico en la isla de Cuba. Rev Med Cir Habana 1905;10(17):396-411.

Recibido: 21 de enero del 2002
Aprobado: 19 de febrero del 2002

Lic. José Antonio López Espinosa
Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas
Calle E No. 454 e/n 19 y 21, El Vedado. Ciudad de La Habana. Cuba.
CP 10400.

1 Licenciado en Información Científico-Técnica y Bibliotecología. Departamento Procesamiento de la Documentación. Centro Nacional de Información de Ciencias Médicas.
2 Especialista de II Grado en Administración de Salud. Investigadora Auxiliar. Departamento de Historia de la Salud Pública. Facultad de Salud Pública. Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana.
3 Especialista de II Grado en Dermatología. Doctor en Ciencias. Profesor Titular de Historia de la Medicina. Investigador de Mérito. Academia de Ciencias de Cuba.